Cuando vayamos al supermercado, notaremos que han subido los alimentos, sobre todo el pan, las pastas, los huevos, la leche, el
aceite, las carnes y el pescado. Y eso, porque están subiendo los alimentos en el mundo y por la sequía en España, que ha reducido cosechas y producciones a unos agricultores
y ganaderos asfixiados por la subida
de los piensos, el gasóleo, la luz y los fertilizantes. Al final, nosotros pagaremos más por los alimentos, muchos
de ellos importados, pero la subida
apenas llegará al campo español y se quedará en los intermediarios, que se llevan las tres cuartas partes de los
precios. Con ello, seguirá el
abandono del campo (se produce la mitad que hace 10 años, tras los recortes
de Bruselas) y dependeremos más de los
alimentos importados. Y comer será
cada vez más caro.
Las alarmas
saltaron en septiembre en los países en
desarrollo, al ver como subían
los precios de los alimentos básicos (cereales,
maíz, soja, arroz), entre un 20 y un
40% desde enero. Temían que se repitieran las grandes subidas
de 2007-2008, que llevaron a 70 millones de personas a la pobreza
extrema y provocaron graves tensiones políticas (la primavera árabe). Por eso, se reunió de urgencia el G-20, aunque el último informe del
FMI reduce la gravedad,
asegurando que esta subida no es tan preocupante porque no se acompaña como
entonces de una crisis energética,
que hizo subir los biocombustibles (producidos
con maíz o caña de azúcar), limitados ahora por Bruselas.
En cualquier caso, el hecho es que los cereales, carnes y pescados están subiendo en el mercado mundial,
por tres razones. Una coyuntural, la sequía
en Estados Unidos, la mayor desde
1.956 (que ha reducido un tercio la
cosecha de maíz y soja), y en Rusia
y Ucrania, que ha recortado su
producción de cereales (trigo y maíz).
Y dos estructurales: la especulación
sobre los alimentos (con tipos bajos
y escasa inversión, hay mucha liquidez
que va a futuros y opciones sobre alimentos, como un valor más para jugar
a la Bolsa) y la demanda creciente
de los países en desarrollo, que crecen y quieren
comer cada vez más y mejor. De hecho, la FAO señala que los alimentos
van
a seguir subiendo porque la producción tendría que aumentar un 70% hasta 2050 (algo difícil) para satisfacer la
creciente demanda mundial.
En España, estas
subidas internacionales (que se agravarán con los efectos del huracán Sandy) son la puntilla a un campo que ha
sufrido en el último año la peor climatología
posible: sequía (el invierno y la primavera fueron los más secos desde
1938), heladas en febrero, pedrisco en mayo-julio y calor extremo en agosto.
Con ello, han caído drásticamente las cosechas y han subido los piensos (+40% desde enero), además del gasóleo,
la luz
y los fertilizantes. Y agricultores
y ganaderos no han podido subir apenas precios (sólo los huevos han subido
un 18,7%), por la presión de las industrias
y los grandes distribuidores, que han aumentado
las importaciones de alimentos para contener precios.
El eslabón más débil son los ganaderos,
sobre todo los de la leche, un producto escaparate en los supermercados, lo que lleva a tirar precios. El Gobierno aprobó desde
el 3 de octubre la obligación de un contrato
entre ganaderos e industrias, para evitar abusos, pero algunas organizaciones
denuncian
que se sigue pagando por debajo de coste: 0,29 euros/litro, cuando producirla
cuesta 0,35 (y la pagamos por encima de
0,65 € /litro). El resultado es el abandono
de muchas explotaciones lecheras, tras el drástico recorte de los últimos años
(de 124.000 en1995 a sólo 21.000 ahora), mientras nos inundan de leche europea.
Otro producto escaparate para los supermercados son los huevos, donde la nueva normativa europea (“de bienestar animal”) obliga a los avicultores, desde el 31 de julio, a disponer de más espacio y mejoras en las granjas, lo que ha provocado reducir las gallinas un 22%, cierres de granjas y subidas de precios, así como más importaciones de huevo en polvo para la industria (de Brasil o India), sin tantas garantías. Y en enero de 2013, esa normativa se aplicará a las granjas de cerdos (subirán los precios).
Otro producto escaparate para los supermercados son los huevos, donde la nueva normativa europea (“de bienestar animal”) obliga a los avicultores, desde el 31 de julio, a disponer de más espacio y mejoras en las granjas, lo que ha provocado reducir las gallinas un 22%, cierres de granjas y subidas de precios, así como más importaciones de huevo en polvo para la industria (de Brasil o India), sin tantas garantías. Y en enero de 2013, esa normativa se aplicará a las granjas de cerdos (subirán los precios).
La leche o los huevos reflejan lo que pasa con los alimentos: suben los costes en origen pero agricultores y ganaderos no pueden
subir tanto los precios a los distribuidores,
por la presión
de las importaciones a bajo precio (y menos calidad) y porque no tienen
poder frente a los grandes compradores
(distribuidores de marcas
blancas, industrias y grandes supermercados) : cuatro operadores controlan el 60% de las ventas, según alertó en 2011 la Comisión Nacional de la Competencia . Y al final, nosotros pagamos mucho más al comprar,
porque en el camino del productor al consumidor suben hasta cuatro veces y más los precios, según el observatorio
de precios IPOD (ver listado por alimentos).
Antes o después, las
subidas de los precios internacionales de cereales, carnes y pescados, más
la subida de los piensos y otros costes y el efecto de la sequía en España, se trasladarán al consumidor, con subidas en el pan, pastas, leche, huevos,
carnes, pescados y aceites, sobre todo porque el Gobierno no toma medidas
efectivas para rebajar márgenes en
los intermediarios, a pesar de tener la inflación
en máximos.
Con ello, seguirá
subiendo la cesta
de la compra y en paralelo, seguirá
cayendo
el campo, que sufre una doble crisis. Ya se han reducido a la mitad
en los últimos 10 años las producciones agrícolas y ganaderas (Galicia, por
ejemplo ha perdido el 65% de sus granjas lecheras), empujadas por los recortes
de Bruselas,
que prefiere importar alimentos a mantener subvenciones
a los agricultores europeos (se llevan el 40% del Presupuesto y las quiere recortar para 2014-2020, lo que
afectará sobre todo a Francia y a España). Y con ello, caerán más las rentas
agrarias (están por debajo del año 2000, con la mitad de ingresos que
en las ciudades), el campo se
despoblará más, no habrá relevo
generacional (uno de cada tres agricultores tiene más de 65 años) y tendremos que comer más productos
importados, que crean riqueza y empleo
fuera de España. Triste panorama. En
cualquier caso, comamos carne, pescado o leche española o brasileña, vietnamita
o francesa, comer será cada vez más caro.
Es lo que hay.
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