Los líderes del G-20, que representan el 85% de la riqueza del mundo, se reúnen hoy y mañana en Seúl. Es la quinta cumbre desde que en septiembre de 2008 estalló la actual crisis mundial. En la primera reunión (Washington, noviembre 2008), liderada todavía por Bush, y en las tres siguientes (Londres, Pittsburgh y Toronto), los líderes del G-20 trataron de hacer de “bomberos”: impedir el pánico, operar el cáncer de la crisis financiera y tratar de estimular a una economía agonizante. El problema ahora en Seúl, dos años después, es que la crisis sigue, el empleo no crece y los ciudadanos exigen respuestas, poniendo en apuros a los políticos (Obama, Sarkozy, Zapatero...). Y entonces, los países y los líderes caen en la tentación de “ir por libre”.
Tras el varapalo electoral, Obama tuvo claro que sólo reanimando la economía y creando empleo podía mantenerse. Y lanzó un plan de estímulo para inyectar 600.000 millones de dólares a la economía. De paso, al darle a la maquinita del dinero, el billete verde pierde valor y resulta más fácil a las empresas norteamericanas vender por el mundo. China, la segunda potencia mundial, lleva meses depreciando su moneda, para exportar más. Y lo mismo hacen otros países emergentes. Europa se lleva las manos a la cabeza y habla de “guerra de divisas”, porque un euro fuerte dificulta las exportaciones europeas, sobre todo de Alemania, que, como España, sólo crece (poco) gracias a la exportación.
Al final, detrás de la llamada “guerra de las divisas”, lo que hay es una guerra por crecer como sea. Y, con el consumo por los suelos, con la inversión privada sin oxígeno (gasto público y crédito), la única válvula de escape para crecer es exportar, vender en otros países. Pero todos quieren hacer lo mismo, desde EEUU a China, pasando por Japón, Alemania o Francia. Y ahí está la verdadera guerra: la guerra comercial, que es el trasfondo de otra guerra: la de crecer y crear empleo para 210 millones de parados que hay en los países del G-20.
En definitiva, el reto de Seúl es buscar una salida a estos 210 millones de parados, que crecen un millón más por mes. Y todo apunta a que los líderes mundiales se irán sin una propuesta conjunta, al margen de bonitas palabras. Se tirarán los trastos a la cabeza para luego buscar salvarse cada uno a costa del vecino, con “trampas” comerciales o monetarias, ya que no hay mercado, comercio mundial para todos y los ciudadanos exigen empleos y votan. Pero esto es "pan para hoy y hambre para mañana", porque históricamente, las guerras comerciales han acabado siempre mal para la mayoría.
En este complejo panorama, Zapatero se ha descolgado con una propuesta mediática: crear un millón de empleos verdes, en energías alternativas. No está mal, es un sector con futuro, pero con lo que hay en juego en Seúl, es “mear fuera del tiesto”. El reto de España, y de Europa, es reforzarse en esta “guerra del empleo” del G-20 donde llevamos la peor parte. Buscar y reforzar el hueco de Europa en el mundo. Pero Merkel , Sarkozy y Cameron van a los suyo, a salvarse, aún a costa de dejar en la estacada al vecino. Y el vecino ahora es Irlanda, pero cualquier día puede ser España.
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