jueves, 16 de julio de 2020

Cae la inflación (y no es bueno)


Los precios llevan tres meses consecutivos cayendo, con la pandemia, y la inflación anual sigue negativa, el -0,3% en junio, según confirmó este martes el INE, algo que no pasaba en España desde hace cuatro años, desde agosto de 2016. Y los expertos creen que los precios seguirán a la baja el resto del año, aunque algo menos: cerraremos 2020 con una inflación del -0,1 al -0,2%, con lo que seremos uno de los 4 paises europeos con inflación negativa este año (junto a Grecia, Chipre e Irlanda), mientras en la Europa del norte (ahora con inflación positiva) subirán los precios este año. Podría parecer una buena noticia que bajen los precios, pero no lo es porque la inflación negativa retrasa y recorta ventas, penaliza a las empresas y pone en peligro la reconstrucción y el empleo, además de reducir los ingresos públicos que tanto necesitamos. Al final, la inflación negativa es un síntoma del estancamiento de la economía. Necesitamos reanimar el consumo y los precios. Gasten si pueden.

enrique ortega

La inflación en España ya era baja en 2019 (+0,4% y menos entre junio y noviembre), porque la actividad económica se había “enfriado”, en el mundo y en Europa, por la guerra comercial y el temor a un “pinchazo” de la recuperación. Pero en 2020 llegó el coronavirus y los precios se desplomaron: el IPC anual (últimos 12 meses) no subió nada en marzo y cayó después en picado, al -0,7% en abril y al -0,9% en mayo. Y ahora, el INE confirma que ha vuelto a caer un -0,3% en junio, menos porque subieron el mes pasado los carburantes (+9,4%), la electricidad (+5,8%), las frutas (+1,9%) y la restauración (+0,1%). Pero la inflación sigue en negativo y la Comisión Europea prevé que así siga en España el tercer trimestre (-0,3%) y el cuarto (-0,3%), para cerrar el año 2020 con una caída del -0,1%.

Con el confinamiento de los españoles, a partir del 14 de marzo, el consumo cayó en picado y con él los precios, salvo en los alimentos, sumándose también un desplome en el precio del petróleo (carburantes) y la electricidad. Con ello, la inflación anual cayó en España al -0,7% en abril, mientras en la zona euro (con un confinamiento “más suave”) bajaba al +0,3%. En mayo, el efecto deflacionista fue mayor y la inflación anual cayó en España al -0,9% mientras en la zona euro se quedaba en +0,1%. Y en junio, ya con algo más de actividad y movilidad, la inflación anual se recuperó algo, cayendo el -0,3%, gracias a la subida de los carburantes y la electricidad, mientras en la zona euro subía por primera vez la inflación, al +0,3%, aunque era el nivel de precios más bajo en Europa de los últimos 4 años. Y eso porque, en junio, 9 de los 19 paises euro tenían inflación negativa (-0,4% Italia), según Eurostat, aunque los paises más ricos del norte tenían inflación positiva, pero baja (+1,7% en Holanda, +0,6% en Austria, +0,8% Alemania, +0,2% Bélgica y +0,1% Francia). En definitiva, que la inflación es un termómetro que nos señala quien sufre más la recesión del coronavirus. 

Ahora, la última previsión de la Comisión Europea (7 julio) estima que los precios se mantendrán estables en la zona euro en la segunda mitad del año (+0% de subida en el 3º y 4º trimestre), mientras en España caerán, pero algo menos (-0,3% en los dos trimestres, frente al -0,6% que cayeron en el 2º trimestre). Y con ello, apuestan a que la zona euro terminará el año 2020 con una inflación del +0,3%, que será del +0,6% en la UE-27, la inflación más baja en el continente desde el estancamiento económico de 2016 (inflación del 0,2% en la UE-28) y muy inferior a la subida de precios de 2019 (+1,4%). Lo que preocupa a la Comisión Europea es que 4 paises cerrarán el año con inflación negativa: Grecia (-0,5%), Chipre (-0,5%), Irlanda (-0,2%) y España (-0,1%, frente a +0,8% de inflación en 2019).

En paralelo, el Banco de España hizo en junio su última previsión sobre la inflación española este año, que coincide bastante con la Comisión: el IPC anual caerá un -0.1% si hay una recuperación temprana (con menor recesión) y un -0,2% de inflación si la recuperación es más gradual (y el PIB cae este año el -11,6% que esperan). Sería volver a 2016, cuando la inflación en España cayó el -0,3%, por tercer año consecutivo (-0,50% en 2015 y -0,15% en 2014), debido a  la bajada del petróleo y la devaluación de los salarios.

La caída de los precios va a depender de cómo sea la recuperación y de lo que haga la energía, tanto la electricidad como sobre todo el petróleo, que ha ayudado a la bajada del IPC, con un desplome del crudo de 53 dólares por barril a principios de marzo a 19,5 dólares a finales de abril, aunque ahora se ha recuperado a 43 dólares, por el recorte extra de producción acordado por la OPEP. La previsión del Gobierno, en el Plan de Estabilidad enviado a Bruselas en abril,  es que el precio medio del barril sea de 38,4 dólares este año y 40,2 dólares en 2021. Si el petróleo se desploma más, porque la pandemia rebrota y las economías no se recuperan, la caída de la inflación sería mayor en España. En cualquier caso, la previsión de la Comisión es que los precios apenas se recuperen tampoco en 2021: el IPC anual subiría un 0,9% en España y un 1,3% en la UE (+1,1% en la zona euro), muy por debajo del objetivo del BCE, de que los precios suban en torno al 2%.

Podría parecer que una inflación negativa este año y baja en 2021 es algo “bueno”, para España y para Europa, sobre todo para los consumidores. Pero la inflación negativa o baja preocupa a los expertos y a los Gobiernos, porque es un freno a la recuperación. Primero, porque la inflación negativa desincentiva la inversión y el empleo, algo especialmente preocupante para España, porque tenemos más del doble de paro que Europa (14,5% frente al 6,7% en la UE-27 en mayo, según Eurostat). El mecanismo  es sencillo de entender: si un consumidor ve que los precios están bajos, retrasa sus compras a la espera de que bajen más o porque no teme que suban. Y las empresas ven recortarse sus ventas y sus márgenes, al ser forzadas a recortar precios para competir. Y con ello, venden menos, ganan menos, invierten menos y no crean empleo (o lo reducen). Y se retrasa la recuperación.

Un segundo problema que acarrea la inflación negativa (o baja) es que reduce los ingresos públicos, sobre todo el IVA, tanto porque la desaceleración (crecer menos) reduce el consumo como por la bajada o congelación de los precios (se aplica un tipo del 21% sobre un precio menor). Y también se recauda menos por el impuesto de sociedades (que pagan las empresas según sus beneficios) y los impuestos especiales (por el consumo de carburantes, alcohol y tabaco), así como por tasas y otros impuestos. De hecho, esto ya está pasando, por el doble efecto de la recesión y la caída de precios: la recaudación fiscal ha caído en -7.073 millones hasta mayo (-9%), según la Agencia Tributaria, por la caída de -3.391 millones en Sociedades, -2.909 millones en IVA y -721 millones en impuestos especiales. Y eso cuando la factura de ayudas contra la pandemia supera ya los 150.000 millones.

El tercer problema que implica la inflación negativa (o baja) es que perjudica a los que tienen deudas, porque no rebaja lo que hay que devolver (si la inflación es alta, en realidad hay que devolver menos dinero comparado con lo que valía cuando lo pedimos). Y este es un problema muy serio para España, porque somos uno de los paises más endeudados del mundo, tanto el sector público (el Estado, la Seguridad Social  y las autonomías debían 1.234.694 millones en abril, último dato publicado por el Banco de España) como las empresas (adeudaban 942.468 millones en mayo) y las familias (697.315 millones de deuda en mayo, entre hipotecas, préstamos y tarjetas). Para todos ellos, tener una inflación negativa es una mala noticia, porque les dificulta devolver esta deuda.

Y por si fuera poco, tener una inflación negativa o baja obliga a las empresas a entrar en una dinámica de “ofertas low cost”, a tirar precios para competir, lo que provoca una mayor precariedad laboral (más contratos basura y más tareas “subcontratadas”) y un deterioro de los salarios, que ya van a crecer poco o nada con la recesión del coronavirus. Así que lo que podríamos ganar como consumidores, por comprar más barato, lo perdemos como trabajadores y endeudados, así como contribuyentes. Mal negocio.

¿Qué se puede hacer? Básicamente, luchar contra la recesión, porque la caída de precios es un claro síntoma de que la economía está enferma y no crece. Y por eso tenemos un IPC anual del -0,3% mientras Alemania lo tiene del +0,8%. Eso podría ayudarnos a competir en Europa, al tener menos inflación, pero son mayores los perjuicios que las ventajas. Por eso, hay que intentar reanimar la actividad, con ayudas e inversiones públicas, como intenta hacer el Gobierno desde hace meses. Y es clave que Europa aprueba y ponga en marcha el Fondo de Reconstrucción de 750.000 millones, que se debate este viernes en Bruselas. Mientras, en España, reanimar el consumo de los que tienen empleo, fomentar el gasto más que el ahorro (que está subiendo, por la incertidumbre de las familias ante el futuro). Y para ello, resulta clave no bajar los salarios este año y el próximo, al menos las empresas que puedan mantenerlos (e incluso subirlos). Aprovechar la pandemia para hacer otra devaluación de salarios indiscriminada es el camino para retrasar la recuperación de la economía y de los precios. Pan para hoy y hambre para mañana, para las empresas y para el país.

En resumen, que cuando oigamos que caen los precios, malo: es un síntoma de que la economía no despega y está en riesgo la recuperación y el empleo. Hay que impulsar el consumo y los precios, dentro de un orden, para asegurar la reconstrucción. Y aquí, la responsabilidad es del Gobierno y de Europa pero también de cada uno de nosotros: tenemos que volver a gastar si podemos, para sacar al país adelante. Y hacer subir los precios, sin abusos de algunos sectores (alimentos y hostelería), porque una inflación moderada es buena y nos ayudará a salir de este agujero. Gasten si pueden.

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