Los precios
llevan tres meses consecutivos cayendo, con la pandemia, y la inflación anual sigue negativa, el -0,3% en junio, según confirmó este martes el INE, algo que no pasaba en España desde hace cuatro años,
desde agosto de 2016. Y los expertos creen que los precios seguirán a la baja
el resto del año, aunque algo menos: cerraremos 2020 con una inflación del -0,1 al -0,2%, con lo que seremos uno de los 4 paises europeos con
inflación negativa este año (junto a Grecia, Chipre e Irlanda), mientras en
la Europa del norte (ahora con inflación positiva) subirán los precios este
año. Podría parecer una buena noticia que
bajen los precios, pero no lo es porque la inflación
negativa retrasa y recorta ventas, penaliza a las empresas y pone en peligro la reconstrucción y el
empleo, además de reducir los ingresos públicos que tanto necesitamos. Al
final, la inflación negativa es un síntoma del estancamiento de la economía.
Necesitamos reanimar el consumo y los precios. Gasten si pueden.
enrique ortega |
La inflación en España ya era baja en 2019
(+0,4% y menos entre junio y
noviembre), porque la actividad económica se había “enfriado”, en el mundo y en
Europa, por la guerra comercial y el
temor a un “pinchazo” de la recuperación. Pero en 2020 llegó el coronavirus y los precios se desplomaron: el IPC anual (últimos 12 meses) no subió nada en marzo y cayó después
en picado, al -0,7% en abril y al -0,9% en mayo. Y ahora, el INE confirma
que ha vuelto a caer un -0,3% en junio,
menos porque subieron el mes pasado los carburantes (+9,4%), la electricidad
(+5,8%), las frutas (+1,9%) y la restauración (+0,1%). Pero la inflación sigue
en negativo y la Comisión Europea prevé que así siga en España el tercer trimestre (-0,3%)
y el cuarto (-0,3%), para cerrar el año 2020
con una caída del -0,1%.
Con el confinamiento
de los españoles, a partir del 14 de marzo, el consumo cayó en picado y con él los precios, salvo en los alimentos,
sumándose también un desplome en el precio del petróleo (carburantes) y la
electricidad. Con ello, la inflación
anual cayó en España al -0,7% en abril,
mientras en la zona euro (con un confinamiento “más suave”) bajaba al +0,3%. En mayo, el efecto deflacionista
fue mayor y la inflación anual cayó en España al -0,9% mientras en la zona euro se
quedaba en +0,1%. Y en junio, ya con
algo más de actividad y movilidad, la inflación anual se recuperó algo, cayendo el -0,3%, gracias a la subida de los carburantes y la electricidad,
mientras en la zona euro subía por
primera vez la inflación, al +0,3%, aunque era el nivel de precios más bajo
en Europa de los últimos 4 años. Y eso porque, en junio, 9 de los 19 paises euro tenían inflación negativa (-0,4%
Italia), según Eurostat, aunque los paises más ricos
del norte tenían inflación positiva, pero baja (+1,7% en Holanda, +0,6% en
Austria, +0,8% Alemania, +0,2% Bélgica y +0,1% Francia). En definitiva, que la
inflación es un termómetro que nos señala quien sufre más la recesión del coronavirus.
Ahora, la última previsión de la Comisión Europea (7 julio) estima que los precios se mantendrán estables en la zona euro en la segunda mitad del año (+0% de subida en el 3º y 4º
trimestre), mientras en España caerán,
pero algo menos (-0,3% en los dos trimestres, frente al -0,6% que cayeron
en el 2º trimestre). Y con ello, apuestan a que la zona euro terminará el año 2020
con una inflación del +0,3%, que
será del +0,6% en la UE-27, la inflación más baja en el continente desde el estancamiento económico de 2016
(inflación del 0,2% en la UE-28) y muy inferior a la subida de precios de 2019
(+1,4%). Lo que preocupa a la Comisión Europea
es que 4 paises cerrarán el año con
inflación negativa: Grecia (-0,5%), Chipre (-0,5%), Irlanda (-0,2%) y
España (-0,1%, frente a +0,8% de inflación
en 2019).
En paralelo, el Banco
de España hizo en junio su última previsión
sobre la inflación española este año, que coincide bastante con la Comisión: el
IPC anual caerá un -0.1% si hay una
recuperación temprana (con menor recesión) y un -0,2% de inflación si la recuperación es más gradual (y el
PIB cae este año el -11,6% que esperan). Sería volver a 2016, cuando la inflación en España cayó el -0,3%, por tercer año
consecutivo (-0,50% en 2015 y -0,15% en 2014), debido a la bajada del petróleo y la devaluación de los
salarios.
La caída de los
precios va a depender de cómo sea la recuperación y de lo que
haga la energía, tanto la
electricidad como sobre todo el petróleo, que ha ayudado a la bajada del IPC,
con un desplome del crudo de 53 dólares por barril a principios de marzo a 19,5
dólares a finales de abril, aunque ahora se ha recuperado a 43 dólares, por
el recorte extra de producción acordado por la OPEP. La previsión del Gobierno,
en el Plan de Estabilidad enviado a Bruselas en abril, es que el precio medio del barril sea de 38,4
dólares este año y 40,2 dólares en 2021. Si el petróleo se desploma más,
porque la pandemia rebrota y las economías no se recuperan, la caída de la inflación sería mayor en
España. En cualquier caso, la previsión de la Comisión es que los precios apenas se recuperen tampoco
en 2021: el IPC anual subiría un
0,9% en España y un 1,3% en la UE (+1,1% en la zona euro), muy por debajo del objetivo del BCE, de que los precios suban en torno al 2%.
Podría parecer que una
inflación negativa este año y baja en 2021 es algo “bueno”, para España y para Europa, sobre todo para los consumidores. Pero la inflación negativa o baja preocupa a los expertos y a los Gobiernos,
porque es un freno a la recuperación. Primero, porque la inflación negativa desincentiva la inversión y el empleo,
algo especialmente preocupante para España, porque tenemos más del doble de paro que Europa (14,5% frente al 6,7% en la UE-27 en
mayo, según Eurostat). El mecanismo es sencillo de entender: si un consumidor
ve que los precios están bajos, retrasa sus compras a la espera de que bajen
más o porque no teme que suban. Y las
empresas ven recortarse sus ventas y sus márgenes, al ser forzadas a
recortar precios para competir. Y con ello, venden menos, ganan menos,
invierten menos y no crean empleo (o lo reducen). Y se retrasa la recuperación.
Un segundo problema
que acarrea la inflación negativa (o baja) es que reduce los ingresos públicos,
sobre todo el IVA, tanto porque la desaceleración (crecer menos) reduce el consumo como por la bajada o congelación
de los precios (se aplica un tipo del 21% sobre un precio menor). Y también se recauda menos por el impuesto de
sociedades (que pagan las empresas según sus beneficios) y los impuestos especiales (por el
consumo de carburantes, alcohol y tabaco), así como por tasas y otros
impuestos. De hecho, esto ya está
pasando, por el doble efecto de la
recesión y la caída de precios: la
recaudación fiscal ha caído en -7.073 millones hasta mayo (-9%), según la Agencia Tributaria, por la caída de -3.391 millones en Sociedades,
-2.909 millones en IVA y -721 millones en impuestos especiales. Y eso cuando la
factura de ayudas contra la pandemia supera ya los 150.000 millones.
El tercer problema
que implica la inflación negativa (o baja) es que perjudica a los que tienen deudas,
porque no rebaja lo que hay que devolver (si la inflación es alta, en realidad
hay que devolver menos dinero comparado con lo que valía cuando lo pedimos). Y
este es un problema muy serio para España,
porque somos uno de los paises más endeudados del mundo, tanto el sector público (el Estado, la
Seguridad Social y las autonomías debían
1.234.694 millones en abril, último dato publicado por el Banco de España) como las empresas
(adeudaban 942.468 millones en mayo)
y las familias
(697.315 millones de deuda en mayo,
entre hipotecas, préstamos y tarjetas). Para todos ellos, tener una inflación
negativa es una mala noticia, porque les dificulta devolver esta deuda.
Y por si fuera poco, tener una inflación negativa o baja obliga a las empresas a entrar en una dinámica de “ofertas low cost”, a tirar precios para competir, lo que
provoca una mayor precariedad laboral (más contratos basura y más tareas
“subcontratadas”) y un deterioro de los
salarios, que ya van a crecer poco o nada con la recesión del coronavirus. Así que lo que
podríamos ganar como consumidores, por comprar más barato, lo perdemos como
trabajadores y endeudados, así como contribuyentes. Mal negocio.
¿Qué se puede hacer?
Básicamente, luchar contra la recesión,
porque la caída de precios es un claro
síntoma de que la economía está enferma y no crece. Y por eso tenemos
un IPC anual del -0,3% mientras Alemania lo tiene del +0,8%. Eso podría ayudarnos a competir en Europa, al
tener menos inflación, pero son mayores
los perjuicios que las ventajas. Por eso, hay que intentar reanimar la actividad, con ayudas e inversiones públicas, como intenta hacer
el Gobierno desde hace meses. Y es clave que Europa aprueba y ponga en marcha
el Fondo de Reconstrucción de 750.000 millones, que se debate este viernes en Bruselas. Mientras, en España, reanimar el consumo de los que tienen empleo, fomentar el gasto más
que el ahorro (que está subiendo, por la incertidumbre de las familias ante el futuro). Y para
ello, resulta clave no bajar los salarios este
año y el próximo, al menos las empresas que puedan mantenerlos (e incluso
subirlos). Aprovechar la pandemia para
hacer otra devaluación de salarios indiscriminada es el camino para retrasar la
recuperación de la economía y de los precios. Pan para hoy y hambre para
mañana, para las empresas y para el país.
En resumen, que cuando
oigamos que caen los precios, malo: es un
síntoma de que la economía no despega
y está en riesgo la recuperación y el
empleo. Hay que impulsar el consumo y los precios, dentro de un orden, para
asegurar la reconstrucción. Y aquí, la responsabilidad es del Gobierno y de
Europa pero también de cada uno de nosotros: tenemos que volver a gastar si podemos, para sacar al país adelante.
Y hacer subir los precios, sin abusos de
algunos sectores (alimentos y hostelería), porque una inflación moderada es buena y nos ayudará a salir de este
agujero. Gasten si pueden.
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