jueves, 17 de octubre de 2024

Crecen la publicidad y el juego online

El juego online sigue creciendo imparable: en junio se jugaron casi 4 millones de euros por hora. La “gasolina” de este negocio está en el gasto en publicidad y marketing que hacen las empresas del juego, gasto que se disparó en junio (+53% anual), gracias a que el Tribunal Supremo ha anulado parte de las restricciones que el Gobierno había aprobado en 2021 contra la publicidad del juego. Esta “victoria legal”, fruto de una “chapuza jurídica” (los recortes a la publicidad se hicieron por Decreto y no por Ley), está animando a las empresas a gastar más en publicidad y en bonos para atraer a clientes, en beneficio de Google, televisiones, radios y Webs, que están “encantados” con los mayores ingresos. Consecuencia:  crece la adicción al juego online, sobre todo entre los jóvenes, incluso menores (lo llaman “la droga digital”). Y crea serios problemas médicos, mientras faltan medios para afrontar la ludopatía. Urge frenar por Ley la publicidad del juego y proteger a los jóvenes.

                            Enrique Ortega

Este verano se han cumplido 12 años de la legalización del juego online en España (junio 2012). Y los datos confirman que el juego por Internet se ha disparado. El año 2023 cerró con un récord histórico de cantidades jugadas: 32.173 millones de euros, 3,67 millones jugados cada hora, según el balance de la Dirección General del Juego (DGOJ). Un dinero que multiplica por 5,6 lo jugado el primer año completo de juego online legalizado, los 5.673 millones jugados en 2013. Y que casi duplica lo jugado online antes de la pandemia (19.026 millones en 2019). En 2024, el juego online sigue creciendo y se han jugado 16.929 millones de enero a junio, +7,9% que en el primer semestre de 2023. Y solo en junio de 2024, último mes con datos oficiales, se jugaron online 2.819 millones de euros, un récord histórico que supone jugar online 3,91 millones de euros cada hora.

El sector del juego online, que mueve el 10% de todo lo que se juega en España (Lotería, casinos, bingos, salones, máquinas…) facturó en 2023 otra cifra récord, 1.270 millones de euros de facturación neta (lo jugado menos los premios), 5,5 veces más de su facturación neta en 2013 (229 millones). Se trata de un gran negocio para ellos, porque el 80,14% de los jugadores online pierden (un 8% más que en 2016), un 0,93% se quedan igual y sólo el 18,9% de los jugadores ganan, según la DGOJ. El sector del juego online está integrado por 78 operadores con licencia (ver listado), un mercado controlado por las multinacionales (británicas y de la UE) y pocas empresas españolas, radicadas muchas en paraísos fiscales.

El juego online ha disparado las cifras jugadas y su facturación de la mano de un salto en los jugadores: en 2023 había 3 millones de cuentas abiertas para jugar online en las distintas plataformas, con 1.637.819 jugadores activos, un 20% más que antes de la pandemia (1.366.422 en 2019). La mitad de jugadores juega a un solo juego, pero la otra mitad comparte juegos y apuesta en varias plataformas. El gasto medio de estos jugadores activos es de 736 euros (61,32 euros al mes), que se juegan sobre todo en casinos online (19.591 millones, el 61,4% del total jugado, sobre todo en máquinas online, ruleta y black jack) y en apuestas (9.486 millones jugados, el 29,73% del total, más en apuestas deportivas en directo, en apuestas convencionales, hípicas y cruzadas), además de las apuestas en póquer (2.730 millones), bingo online (96,40 millones) y concursos (737.000 euros).

La “gasolina” de este negocio del juego online son los gastos en publicidad y marketing de las distintas plataformas. En 2023, el sector gastó en marketing y promoción 402,77 millones de euros, un +7,5% sobre 2022 (374,5 millones) y casi cuatro veces el gasto de promoción de 2013 (111,5 millones). En 2021, el Gobierno Sánchez restringió la publicidad del juego online, al entrar en vigor (en mayo y en agosto) un Decreto (958/2020) que prohibía la publicidad en radio, TV (salvo de 1 a 5), Webs, plataformas de vídeos y redes sociales, limitando la captación de clientes y prohibiendo el patrocinio en equipos deportivos así como la publicidad del juego de personajes famosos. A raíz del Decreto, las empresas del juego redujeron el gasto en publicidad directa (147,94 millones en 2023 frente al máximo de 201,73 millones en 2020) y patrocinio (4,3 millones frente a 26,2) pero gastaron más en bonos para atraer a los nuevos jugadores (199,89 millones en 2023) y en bonificaciones a los “afiliados” (50,02 millones), los “ganchos” que utilizan para que los nuevos jugadores “prueben” a jugar sin dinero. Y además, recurrieron el Decreto a los Tribunales.

El pasado 2 de abril, el Tribunal Supremo emitió una sentencia que elimina las principales restricciones a la publicidad incluidas en el Decreto de noviembre de 2020, argumentando que “carecen de la necesaria cobertura legal” (esas limitaciones no podían hacerse por Decreto, necesitaban aprobarse por Ley). Y además, la sentencia considera que “no es posible limitar toda la publicidad con alcance general a todo un medio ante la eventualidad (sic) de que pueda ser utilizado por menores”. En consecuencia, el Supremo ha anulado la prohibición de que los famosos puedan hacer publicidad del juego, permite los anuncios en Webs (lo que supone ahora un “alivio” para muchos medios online, que no criticaban el juego porque les aportaba muchos ingresos publicitarios), Google y buscadores, plataformas de vídeos o redes sociales. Y permite ahora todas las actividades de captación de clientes que hacían las empresas del juego (bonos, recompensas, promociones, links, etc.). Sólo sigue prohibido el patrocinio deportivo y la publicidad del juego en TV (salvo de 1 a 5 de la madrugada).

Gracias a este “balón de oxígeno” del Tribunal Supremo, las empresas del juego han vuelto a disparar su publicidad y marketing, “la gasolina del juego”. Y así, en junio de 2024, su gasto en publicidad ha batido todos los récords: 16,36 millones de euros, un aumento del +53% sobre junio 2023 (10,68 millones). Y también se ha disparado el gasto en “bonos” para atraer a nuevos clientes (22,5 millones, +41,6% anual), mientras se mantiene estable el gasto en afiliados (3,85 millones) y se duplica el mínimo gasto en patrocinio (0,35 millones). En total, el gasto en marketing ha sido de 40,06 millones en junio 2024, +30,9% sobre junio 2023. Y supuso un gasto de 120,19 millones en el 2º trimestre,+22,4% que un año antes.

Este impulso al gasto en publicidad del juego, tras la sentencia de abril del Tribunal Supremo, explica en gran parte el récord histórico del juego online en junio 2024: 2.819 millones de euros jugados, +18% que un año antes. Es algo que ha probado un reciente estudio de la Universidad de Oviedo: el gasto en publicidad y marketing incrementa el juego online. Analizando los datos oficiales de publicidad y juego desde 2013, esta investigación universitaria concluye que el gasto en marketing aumenta las cuentas que se crean, las cuentas activas, el dinero que se deposita en ellas y las cantidades jugadas. El estudio revela dos datos claves. Uno, que el gasto en promociones (bonos para atraer jugadores y dinero a los afiliados) y en patrocinios es más eficaz que el gasto directo en publicidad. Y el otro, que este tipo de marketing de promociones es especialmente eficaz cuando se dirige a poblaciones vulnerables, como jóvenes y jugadores más activos.

Así que nos encontramos con un problema, el auge imparable del juego online, que no se ha frenado por la “chapuza jurídica” del Gobierno Sánchez (el ministro Alberto Garzón), que aprobó un Decreto-Ley  y Reglamentos en lugar de aprobar una Ley, que habría sido más efectiva (según el Supremo). Ahora, el Gobierno dice que prepara una Ley para limitar de verdad la publicidad del juego, pero no acaba de aprobar nada, quizás por su dificultad política para sacar adelante Leyes. Y mientras, las empresas y multinacionales del juego lo aprovechan para gastar mucho más en marketing y publicidad. Y para avanzar en nuevos caminos. Por un lado, en agosto se firmó un acuerdo entre el grupo de juego Luckia y LaLiga para “distintas acciones destinadas a la difusión y promoción de competiciones”. Y por otro, las empresas del juego ya utilizan la Inteligencia Artificial para analizar mejor datos y comportamientos y diseñar campañas de marketing más eficaces.

Y mientras, la sociedad tiene un grave problema: la adicción al juego online avanza imparable, como el juego. Esta política de bonos y afiliación, más la facilidad que supone jugar online (las 24 horas del día desde cualquier dispositivo, sin testigos) explican el gran salto en jugadores y cantidades jugadas. Pero lo más preocupante es que el juego online crece sobre todo entre los jóvenes. En 2023, 2 de cada 3 jugadores online (el 65,5%) tenían menos de 35 años: 1.072.732 jugadores de los 1.637.831 españoles que jugaron en 2023, según el Informe de la Dirección General del Juego (DGOJ). Eso significa que hay 172.000 jóvenes más jugando online que en 2019, (+20%). Pero lo más llamativo es que quienes más se han “enganchado al juego online son los más jóvenes: 534.335 jóvenes de 18 a 25 años (1 de cada 7 jóvenes con esa edad)  jugaron online en 2023, un +41% que en 2019 (378.798 jugadores de 18 a 25 años), según la DGOJ. Así que el juego online “engancha” a los jóvenes, pero sobre todo a los menores de 25 años, los más vulnerables, que gastan lo poco que tienen (o se lo quitan a su familia) para jugar online.

Ya en 2021, la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD) alertó de que “el juego online se ha convertido en la principal causa de ludopatía entre los menores de 26 años”, aportando el testimonio de médicos y profesionales, que llevan años advirtiendo del aumento de la ludopatía entre los menores y de que cada vez hay chavales más jóvenes enganchados al juego : algunos hablan ya de “la heroína online”.  En octubre de 2023, un informe de prevalencia elaborado por la Dirección General del Juego (DGOJ) ponía cifras al grave problema de la ludopatía en los jóvenes que juegan online: el 12,5% tienen algún problema de adicción. Eso suponía 176.837 jóvenes de 18 a 25 años con problemas por el juego online. Un porcentaje que sube entre los que juegan a la ruleta online (23,3% jugadores tienen problemas), o al póquer online (20% con problemas).

Además, el problema del juego de los jóvenes no es sólo el juego online, porque también hay jóvenes “enganchados” al juego en los salones, los locales de apuestas deportivas y las máquinas de juego de los bares, según las estadísticas de CEJUEGO.

Hasta aquí el alcance del juego online y presencial de los jóvenes. Pero no podemos olvidar el juego de los menores de 18 años, que juegan aunque lo tienen prohibido, gracias a que falsifican su edad o utilizan una tarjeta ajena al jugar online: se ha detectado que más del 40% de los chavales entre 15 y 17 años juegan online, aunque la Ley lo prohíbe. Y además, 1 de cada 3 adolescentes que juegan entre 1 y 3 veces al mes tienen ya problemas de adicción (un 0,7% de adolescentes tienen trastornos que hay que tratar), que se agravan cuando cumplen 18 años y pueden jugar ya legalmente. Los expertos creen que lo más peligroso para los adolescentes son las tragaperras online, donde se ha detectado que el 93% de los adolescentes que juegan están “enganchados”.

La vía de entrada más fácil y peligrosa para el juego online de los adolescentes son los videojuegos, donde se ha detectado que el 24% de los jugadores menores (de 15 a 17 años) utilizan las “cajas botín” para obtener recompensas en el juego a cambio de dinero. En 2021, 3 de cada 10 jóvenes gastaron dinero dentro de los videojuegos para mejorar su posición, personaje, accesorios o imagen, al margen de la compra inicial. Es una entrada al juego de los adolescentes por la puerta de atrás de los videojuegos, lo que preocupa a los expertos. Por eso, en enero de 2023, el Parlamento europeo aprobó una Resolución que insta a Bruselas a legislar sobre las “cajas botín” en Europa, después de que EE. UU. haya sancionado a Fortnite por “usar patrones oscuros para fomentar compras no deseadas, sobre todo en menores y adolescentes”. El Gobierno Sánchez aprobó en julio de 2022 un anteproyecto de Ley para regular las “cajas botín” en los videojuegos, pero quedó fuera por el final de la Legislatura. Y aún no se ha vuelto a aprobar ni a mandar al Congreso.

En resumen, tenemos unas empresas del juego que “van a por todas” y un Gobierno que  no aprueba una Ley eficaz para limitar la publicidad  del juego ni medidas para frenar el juego en jóvenes y menores. Y mientras, el juego online batirá en 2024 otro récord histórico, dejando una secuela de adolescentes y jóvenes con problemas serios de juego, como denuncian las ONGs y los médicos, preocupados porque el juego patológico se ha convertido en la 3ª enfermedad mental que más suicidios provoca, tras el trastorno bipolar y la depresión. Y con el problema añadido de que la sanidad pública carece de medios para tratar la ludopatía, desde los médicos de familia a los especialistas y hospitales, con sólo 3 Unidades especializadas en grandes hospitales para tratar las adicciones del juego.

Los expertos y las ONGs que atienden a ludópatas (cada vez más jóvenes) insisten en que hay que tomar medidas más eficaces para frenar esta pandemia del juego, sobre todo online. Por un lado, habría que lanzar Campañas de concienciación sobre el juego (como se hace con el tráfico, el tabaco, el alcohol o las drogas), incluyéndolo en la formación de Colegios, Institutos y Universidades. Y por otro, habría que reforzar la sanidad pública, con especialistas y unidades especializadas conta la ludopatía, aumentando también las ayudas a las ONGs que atienden a los ludópatas. Todo ello podría financiarse con una pequeña parte de los impuestos pagados por el juego: casi 1.500 millones ingresados en 2023 (sólo 159 millones del juego online), que reciben casi en su totalidad las autonomías.

Conclusión: tenemos un grave problema con el juego online en España, especialmente entre los jóvenes y menores, que utilizan el juego en solitario (o en los locales del barrio) para evadirse de sus múltiples problemas y “tentar a la suerte”, perdiendo casi siempre y enganchándose muchas veces, generando problemas sociales y mentales que afectan gravemente a sus familias, sin recibir apoyo sanitario ni ayudas, salvo de las ONGs. Hay que tomárselo en serio, como la droga o el alcohol, y frenar esta” epidemia del juego”.

lunes, 14 de octubre de 2024

Alquileres imposibles: faltan viviendas

El grave problema de la vivienda, con precios y alquileres disparados, preocupa a muchos españoles, sobre todo jóvenes y familias vulnerables, que destinan más del 40% de ingresos (los jóvenes el 92%) a pagar un alquiler. Si lo encuentran, porque hay un 33% menos que en 2009, consecuencia de cambios legales y topes que han llevado a muchos propietarios a cambiar su piso en alquiler a uno de temporada o turístico. O a venderlo. La Ley de Vivienda (mayo 2023) es un fracaso y ha reducido los alquileres. Mientras, se terminan 89.000 viviendas al año (frente a 424.000 en 2009), cuando se crean 275.000 nuevas familias. Tenemos pocos alquileres y carísimos porque apenas hay viviendas disponibles: faltan 600.000 hasta 2025 y el doble para 2030. La única solución es que Gobierno, Ayuntamientos, autonomías, promotores y bancos pacten un Plan de Vivienda, conseguir suelo y financiación para construir 200.000 viviendas al año, la mayoría para alquiler. Y ayudar (no amenazar) a los propietarios para que alquilen. Menos Leyes demagógicas y más medidas eficaces.

                            Enrique Ortega

Las manifestaciones, en Madrid y en media España, revelan que el problema de la vivienda agobia cada día más a los españoles. Y no es para menos. Este año 2024, los alquileres siguen subiendo, un +10,2% anual en el tercer trimestre, según el portal Idealista. Y el precio medio de un alquiler en España se coloca en 13 euros/m2 (10,4 euros en 2019). Eso supone pagar 1.170 euros por alquilar un piso de 90 m2. Pero esa es la media. En Barcelona, el precio sube a 2.016 euros (22,4 euros/m2), en Madrid son 1.836 euros (20,4 euros/m2), en San Sebastián  son 1.629 euros (18,1 €/m2, en Palma 1.557 euros (17,3 €/m2), en Málaga 1.305 euros (14,5 €/m2) y en Valencia 1.287 euros (14,3 €/m2).

El problema es que la subida de alquileres de este año se suma a las subidas del alquiler desde 2014. En 2023, los alquileres subieron un +10,1%, más que el +8,4% en 2022 y el 4,6% en 2020 (en 2021, con la pandemia. bajaron un -3,6%). Y antes, entre 2014 y 2019, los alquileres subieron en España un +50%, según Idealista. Así que en la última década (2014-2023), los alquileres han subido un +69,5%, el triple que la inflación general (+21,3%, según el INE) y cuatro veces más que los salarios (+17,6% han subido los convenios). Y si sumamos la subida de este año, los alquileres suben casi un 80% desde 2014…

¿Por qué suben tanto los alquileres? Básicamente, porque hay pocas viviendas disponibles y una demanda creciente. Por un lado, apenas se construye vivienda nueva: en 2023 se terminaron 89.119 viviendas, casi las mismas que en 2022 (89.545), tras una década en la que se construyeron incluso muchas menos (60.000 en 2013, 44.630 en 2016, 78.810 en 2018). Es una cifra ridícula si la comparamos con las 424.459 viviendas terminadas en 2009 o las 650.000 terminadas en 2006 y 2007. Además, apenas se hacen viviendas protegidas (8.646 VPO en 2023) y la nueva construcción se concentra en la costa mediterránea y las islas (el 37,2% de las viviendas terminadas) y en el resto de España (39,1%), más que en Madrid y Barcelona (27,7%).

Apenas se hacen viviendas nuevas mientras cada año crecen las nuevas familias y los jóvenes que buscan un alquiler, más los últimos años, cuando la subida de tipos e hipotecas hacen que muchos españoles no piensen en comprar casa, máxime cuando los precios de compra de los pisos de han disparado también (+7,8% este año y +39,8% entre 2014 y 2023). El Banco de España estima que cada año hay 275.000 nuevas familias que buscan techo, además de 60.000 nuevos inmigrantes. El dato es muy llamativo: el número de hogares creció en 1.491.700 entre 2011 y 2023, mientras se construyeron 762.843  viviendas…

Está claro: la demanda de alquileres se ha disparado y mientras, apenas se construye. Y tampoco se alquilan muchas de los 4 millones de viviendas que están vacías. Unas, la mayoría, porque son segundas residencias o están en mal estado, necesitan rehabilitación. Y, sobre todo, porque hay pocas viviendas vacías en las grandes ciudades donde hay más demanda de alquileres: el Banco de España estima que sólo hay 400.000 viviendas vacías (el 10% del total) en ciudades de más de 250.000 habitantes.

Esta falta de oferta se ha agravado en los últimos años, porque los propietarios se han retraído a alquilar, a la vista de los cambios normativos aprobados por el Gobierno Sánchez. En marzo de 2019 se cambió la Ley de Arrendamientos (LAU), con un Decreto que limitaba las subidas al IPC y ampliaba los plazos de alquiler: de 3 a 5 años si el propietario era particular y hasta 7 años si era empresa. Eso retrajo a muchos propietarios, que reaccionaron con subidas extras de los alquileres (para “cubrirse”) y retrasando su alquiler o vendiendo. En febrero de 2022, el Gobierno aprobó la Ley de Vivienda, que establecía “topes” de subida a los alquileres en las zonas tensionadas, lo que redujo más la oferta de alquileres, “asustando a los propietarios”. En mayo de 2023, la Ley entró en vigor y la mayoría de expertos coinciden: ha reducido drásticamente la oferta de alquileres, disparando más los precios.

Los datos vuelven a ser elocuentes. Entre 2019 y 2024, la oferta de alquileres en España ha caído un -33%, según un reciente estudio del portal Idealista. Pero en Barcelona (donde la Generalitat aprobó un control de alquileres ya en 2020), la oferta de alquileres se ha reducido un 75% desde 2019 a hoy: han desaparecido del mercado 3 de cada 4 viviendas en alquiler. También ha caído drásticamente la oferta de alquileres en Oviedo (-55%), San Sebastián (-55%), Las Palmas (51%), Madrid (-46%), Palma (-46%), Girona (-45%), Bilbao (-44%), Zamora (-42%), Toledo (-42%) y Burgos (-40%). Y se ha reducido también la oferta de alquileres en Málaga y Valencia (-33%), Sevilla y Alicante (-42%).

¿Cómo se ha producido este drástico recorte de la oferta de alquileres? Por 3 vías: se han “desviado” los alquileres tradicionales a alquileres de temporada, a alquileres turísticos o a la venta. El primer camino, el más utilizado, ha sido “desviar” alquileres permanentes a alquileres de temporada: son por menos de un año, a estudiantes, trabajadores desplazados (profesores, médicos, camareros, temporeros) o por vacaciones. No se rigen por la nueva Ley de Vivienda (ni por la normativa de apartamentos turísticos) y las condiciones se pactan libremente. Estos alquileres han crecido un +182% entre 2019 y 2024 (+220% en Barcelona) y suponen ya el 14% de todo el mercado del alquiler, aunque hay ciudades donde superan la tercera parte del total (y creciendo). El Gobierno intentó regularlos con un reciente Decreto, pero no consiguió aprobarlo en el Congreso, por el veto de Junts, junto al PP y Vox.

El 2º camino para desviar alquileres permanentes es destinarlos a alquiler turístico. En septiembre había 388.259 pisos turísticos en las 25 mayores capitales, +55.295 que en junio, según la patronal turística Exceltur. El problema es más relevante en 48 municipios, con  más del 10% de alquileres turísticos, destacando los centros de Barcelona y Madrid (con más del 25% de pisos turísticos), Málaga, Sevilla o Palma. El Gobierno promete regular estos alquileres para el futuro, pero la competencia es autonómica y municipal y cada ciudad va a su aire, mientras los pisos turísticos aumentan (ver cuadro), a pesar de las protestas.

El tercer camino para desviar pisos que antes se alquilaban es venderlos, aprovechando los altos precios actuales (han subido +47,6% desde 2014) y la gran demanda, que aumentará con la próxima bajada de tipos e hipotecas. En los últimos años, Fotocasa estima que  el 12% de los propietarios que antes alquilaban han vendido, lo que supondría 327.000 alquileres menos desde 2019. La mitad de estos propietarios han desistido de alquilar, según Fotocasa, “por malas experiencias” con inquilinos o por temor a la nueva normativa.

La consecuencia de este triple recorte de la oferta es clara: hay muchos menos alquileres disponibles y eso sube los precios y dificulta encontrar un piso para alquilar ("vuelan") Y los que lo consiguen, tienen que destinar una mayor parte de sus ingresos al alquiler : ya suponía el 43% del sueldo medio en 2023, frente al 38% en 2019, según este estudio de InfoJobs. Pero en las ciudades con los alquileres más caros, representa mucho más: en Barcelona, el alquiler se lleva el 65% del sueldo medio, en Palma el 63%, en Madrid el 62%, en San Sebastián el 60%, en Las Palmas el 53%, en Valencia y Santa Cruz de Tenerife el 50%, en Málaga el 49% y en Girona el 48%.

El esfuerzo para pagar el alquiler es mayor en las familias más vulnerables (con bajos ingresos) y entre los jóvenes. Así, el pago del alquiler se lleva más del 40% del Salario Mínimo (SMI) en toda España, según este estudio de El País. Y supone la mitad o más del SMI en Barcelona (70%), Madrid (61%), San Sebastián (57%), Bilbao y Málaga (50% SMI). Esto hace que el pago del alquiler haya llevado a muchas familias a caer en la pobreza, según reiteran Cáritas y la EAPN. Y provoca que muchas familias vulnerables no puedan pagar ahora su alquiler y aumenten los desahucios (en los últimos 9 meses): en el 2º trimestre de 2024 han sido 7.850 desahucios, según el CGPJ, las tres cuartas partes por alquileres (5.874, un 40% más que hace un año y 5 veces más que en 2020, en plena pandemia).

Con todo, los que más sufren los alquileres disparados y escasos son los jóvenes: ganan de media 1.050,77 euros netos al mes, los menores de 30 años (según el último estudio del Consejo de la Juventud ) y para pagar un alquiler necesitan 968 euros de media, según este estudio de UGT. Además, tienen que pagar los gastos fijos de la vivienda (agua, luz, Internet y gastos comunitarios):  en total 1.131 euros al mes, 80 euros más de lo que ganan los jóvenes en España. Y luego hay que comer, pagar transporte, vivir… Imposible. Así que la mayoría no pueden alquilar y siguen viviendo con sus padres, emancipándose mucho más tarde que en Europa: a los 30,4 años de media, frente a los 26,3 años en Europa.

El panorama de la vivienda y los alquileres es desolador, además de suponer “un cáncer para la economía”, porque muchas empresas (turismo, hostelería, campo, sanidad, educación, industrias) no encuentran personal debido a que los trabajadores no encuentran un alquiler accesible en muchas ciudades y pueblos. Urge dejar de “empecinarse” en la Ley de Vivienda: la ministra Isabel Rodríguez, en un doble gesto de “impotencia” e “incapacidad” , ha apelado a la “solidaridad” de los caseros y ha amenazado con recortar aportaciones estatales a las autonomías que no aplican “topes”(todas menos Cataluña). Hay que dejarse de “demagogia” y “populismo”  y probar otro camino, el que ha abierto el presidente Illa, con su Plan de vivienda para Cataluña.

El Plan Illa tiene 4 ejes, que va a proponer a los municipios catalanes, a arquitectos y constructores: crear un Fondo de suelo, agilizar los trámites de las licencias y el periodo de construcción de viviendas (bajar las entregas de 100 meses a 50), más inversión para facilitar la construcción a promotores públicos y privados y ayudas al alquiler, sobre todo a jóvenes. En total, Illa propone invertir 4.400 millones desde la Generalitat para construir 50.000 pisos públicos en Cataluña de aquí a 2030 (se terminaron 2.243 VPO en 2023). Un objetivo ambicioso, que supone hacer las cosas de otra manera: con suelo, negociación e inversión.

El problema del alquiler no se resuelve imponiendo topes y una Ley: se resuelve negociando un Plan con los que tienen las competencias y la decisión (autonomías, Ayuntamientos, promotores y propietarios), garantizando además los derechos de los inquilinos. Hay que empezar por el principio, el suelo, que es clave (supone la mitad o más del coste de una vivienda). En España hay suelo “urbanizable”, pero falta suelourbanizado”, listo para construir. Y no se sabe cuánto hay ni dónde está. Por eso, Gobierno, autonomías y Ayuntamientos deben hacer un Censo de suelo público. Y agilizar que se puede construir en él. El Gobierno aprobó en marzo de 2024 una reforma parcial de la Ley del Suelo, para facilitar a los Ayuntamientos que pudieran aprobar Planes urbanísticos con defectos menores, que llevan años paralizados en los Tribunales. Pero tuvo que retirarla en el Congreso por el veto de Sumar, Junts, ERC y Podemos… Urge conseguir suelo público y facilitárselo a promotores públicos y privados, porque hoy el proceso tarda de 7 a 10 años.

Además, hay que relanzar las promociones de nuevas viviendas, aportando inversión pública suficiente y pactando financiación privada (con bancos e inversores). Ahora hay poca inversión pública en vivienda (6.900 millones, un 0,5% del PIB, frente al 1% en Europa) y urge aumentarla, a nivel estatal, autonómico y municipal. Sobre todo, porque la inversión pública para construir viviendas  protegidas es sólo la mitad del gasto total (3.472 millones en 2023): el 70% lo aporta el Gobierno central (ojo: con Fondos europeos) y sólo el 30% lo financian las autonomías. Además,  los bancos deben volver a financiar promociones, favoreciendo la promoción privada (subiendo módulos)  de VPO (se construyeron 8.646 en 2023, frente a 67.909 en 2009). En paralelo, hay que frenar los costes de construcción (disparados), mejorar la formación de trabajadores (las constructoras de quejan de que no encuentran personal cualificado) y agilizar el proceso de  construcción (aumentando su  ” industrialización”).

Otro frente de actuación es frenar los alquileres de temporada y los pisos turísticos, para aumentar la oferta. Y en paralelo, negociar con los propietarios para facilitarles el alquiler con garantías, sin topes y con ayudas a los que voluntariamente contengan precios. Una vía es crear empresas municipales y autonómicas que hagan de “intermediarias”, como hace el País Vasco con el “Programa Bizigune”: los propietarios les ceden las viviendas y cobran seguro el alquiler, mientras se despreocupan de todo. Además, deberían plantearse ayudas para rehabilitar más viviendas y fomentar fiscalmente (rebajas IRPF, IBI...) que no estén vacías y se alquilen.

Cara a los inquilinos, hace falta que el Estado (con los pisos del “banco malo”), las autonomías y Ayuntamientos promuevan más viviendas protegidas (hoy suponen el 2,5% del parque, frente al 10-30% en Europa), para ofrecer alquileres públicos subvencionados a las familias que no pueden pagar un alquiler de mercado, aunque baje. Y urge mejorar las ayudas a los jóvenes para el alquiler, que ahora se retrasan y no funcionan (7 de cada 10 solicitantes del bono joven de alquiler no lo consiguen) , fomentando la construcción pública de residencias para estudiantes. Y necesitamos un sistema ágil, con viviendas públicas alternativos, para evitar los desahucios de familias vulnerables.

No hay una medida milagrosa para que bajen los alquileres. Pero la clave es que haya más viviendas y eso debería obligar a las distintas Administraciones a pactar un Plan de choque para la Vivienda, hasta 2030, para construir 200.000 viviendas al año (más del doble que ahora) y que viviendas “desviadas” hoy vuelvan a alquilarse. Debería ser una prioridad para todos. Eso exige dejarse de politiqueos y demagogia, “sentarse” en toda España (en cada autonomía y cada ciudad) y negociar suelo, inversiones, medidas y ayudas. Urge.

jueves, 10 de octubre de 2024

Universidad: alumnos récord, financiación escasa

Más de 1,8 millones de universitarios han iniciado otro curso, un récord histórico de alumnos, sobre todo en Masters y Grados online. Pero las Universidades públicas están faltas de recursos (secuela de los recortes desde 2010), incluso con problemas para pagar nóminas (los 6 Rectores de Madrid han pedido 200 millones a Ayuso), calefacción y servicios. Los rectores han pedido a las autonomías, que financian el 65% de las Universidades, que firmen Planes plurianuales, para asegurarles financiación suficiente y reforzar plantillas (el 49% docentes son “temporales”) y estudios. Exigen que se cumpla la nueva Ley de Universidades (LOSU), de 2024, que promete invertir un 1% del PIB en Universidades (frente al 0,76% actual), 3.596 millones más. El problema es quien lo paga. Porque las autonomías “se escaquean”, mientras las del PP apoyan nuevas Universidades privadas (13 en Madrid, 4 en Andalucía y 43 en toda España) .Y el Gobierno no consigue aprobar el Presupuesto 2025, clave para aportar más fondos. Urge apostar por la Universidad, financieramente asfixiada.

                            Enrique Ortega

Este Curso 2024-25 han iniciado la Universidad los jóvenes nacidos en 2006, un año con un récord de nacimientos (482.957), lo mismo que entre 2005 y 2010 (486.575), lo que ha alimentado el número de universitarios: de 1.548.369 matriculados en 2015-16 se pasó a 1.762.459 el curso 2023-2024 y este Curso se espera superar los 1.800.000 universitarios, entre los que estudian un Grado (1.400.000), un Master (casi 300.000) o un Doctorado (otros 100.000). Son 256.000 universitarios más que hace 8 Cursos (2015-16), gracias al aumento de jóvenes en España, a su mayor ingreso en la Universidad (el 31,6% de los que tienen entre 18 y 24 años, cuando eran el 30,3% de los jóvenes en 2013) y al aumento de alumnos internacionales (de 101.000 a casi 180.000 este Curso).

Con este récord histórico de universitarios para 2024-25, España se consolida como uno de los paises de Europa y del mundo con más universitarios, mayores y jóvenes. En el conjunto de la población (25 a 64 años), tenemos un 41,4% de universitarios, frente al 40,7% en la OCDE y el 37,7% en la UE-25 (42,4% en Francia, 33,9% en Alemania y 21,3% en Italia), según el último informe educativo de la OCDE (datos 2023). Y si miramos sólo a los jóvenes (25 a 34 años) el porcentaje de universitarios es aún mayor: 52% en España, frente al 47,4% en la OCDE (51,85% en USA y más del 57% en Japón, Irlanda, reino Unido o Noruega) y el 44,2% en la UE-25 (51,8% Francia, 38,5% Alemania o 30,75% Italia).

Este liderazgo universitario de España contrasta con las quejas constantes de falta de financiación de los rectores de las Universidades españolas (CRUE). Según sus informes, no se han recuperado todavía de los recortes presupuestarios (-30% de transferencias) hechos a partir de 2009  por el Gobierno (ZP y sobre todo Rajoy) y por las autonomías. Y aseguran que, descontando la inflación, hoy reciben entre un 15 y un 20% menos que en 2009, aunque tienen 256.000 universitarios más. Eso les ha obligado estos años a no cubrir jubilaciones, a hacer contratos basura a los profesores (el 49% de los docentes universitarios tienen contratos temporales, frente al 23% los camareros), a no poder ampliar programas y Master y a tener problemas para pagar la luz o la calefacción

Un grave problema económico y financiero para la Universidad que no se debe solo a los recortes sino a un problema estructural: España financia menos la Universidad que otros paises. Así, el gasto total por estudiante universitario en España era de 15.654 dólares en 2021 (último dato de la OCDE), frente a 20.499 dólares en la OCDE (36.274 en USA y 33.574 en Reino Unido) y 20.027 dólares en la UE-27, un 28% más que nosotros (27.756 dólares por universitario en Suecia, 23.864 en Paises Bajos, 21.963 en Alemania, 20.458 en Francia y 13.717 en Italia), homogeneizando en todos la inflación. Eso se traduce en que Europa destina un 1% de su PIB a financiar sus Universidades, mientras España destina el 0,76%.

Pero no sólo financiamos menos la Universidad. También lo hacemos de forma diferente, con menos peso de la inversión pública y más aportación de los estudiantes y sus familias (tasas y matrículas). Así, el gasto público en Universidades supone en España el 67% del gasto universitario, frente al 68% en la OCDE y el 76% en la UE-25 (84% en Alemania, 79% en Francia o 60% en Italia). Y el 28,8% del gasto universitario es privado, frente al 19,2% en la OCDE y el 13% en Europa. Y la mayoría de esta aportación privada, un 19% de la financiación total, la aportan los alumnos y sus familias (pagando matrículas y tasas).

Otro problema de España es que hay una gran desigualdad en la financiación universitaria por autonomías (que tienen la competencia y aportan, de media, el 65% de la financiación total). Así, hay una serie de autonomías que transfieren a sus Universidades menos que la media (7.378 euros/universitario en 2021-22) : Madrid (6.005 euros por universitario, -19,6%), Murcia (6.712), Cataluña (6.756), Baleares (6.907) y Extremadura (6.959 euros), según el Informe CYD 2023. Y entre las autonomías que mejor financian sus Universidades destacan La Rioja (10.068 euros/universitario), País Vasco (9.995), Cantabria (9.775) y Navarra (9.625 euros). En contrapartida, las que menos aportan son las autonomías donde los alumnos pagan más tasas y matrículas: Madrid (2.009 euros/alumno), Cataluña (1.970), Navarra (1.740) y Comunidad Valenciana (1.713 euros). Y mientras, hay otras donde pagan en tasas y matriculas poco más de 1.000 euros (la mitad que Madrid): Canarias (1.049), Galicia (1.059), Andalucía (1.150), Baleares (1.157) y Asturias (1,190 euros/alumno).

A la vista de este panorama (más alumnos y cursos y escasa financiación), la mayoría de las universidades públicas tienen serios apuros económicos, otro Curso más. La situación financiera más penosa se da en las 6 Universidades públicas de Madrid, la autonomía que menos financia a sus universitarios (y la más cara). Los Rectores acaban de lanzar un SOS: necesitan 200 millones extras para seguir funcionando, para pagar sus nóminas. Y piden al Gobierno regional que pague a sus profesores como hace con el personal sanitario público y docentes de Colegios e institutos públicos. Argumentan que las transferencias de la Comunidad  son menores que las del resto (suponen un 0,4% del PIB regional, frente al 0,55% de media) y los gastos crecen cada año. Y no saben todavía lo que les aportarán  en 2025, porque no hay Presupuesto. Además, temen que la presidenta Ayuso retrase concretar su aportación hasta que no apruebe la Ley de Universidades regional, con la que están enfrentados los Rectores madrileños, porque creen que ”invade su autonomía.

Si la situación financiera de la mayoría de Universidades es precaria, lo será más este Curso y los siguientes, porque entra en vigor la nueva Ley de Universidades, la LOSE, la 4ª de la democracia (BOE 22 marzo 2024). Su objetivo es reorganizar las Universidades, mejorando y estabilizando las plantillas docentes, mejorar los programas e internacionalizarlas. Objetivos que supondrán una mejora de la calidad y la formación universitaria pero tendrán más coste. Sólo el tema de regularizar plantillas (el 49% de los docentes son temporales), cubrir vacantes y jubilaciones les supondrá a las Universidades un coste extra de 843 millones de euros, según los Rectores (CRUE). Y luego están los costes extras de las mejoras docentes y los programas de investigación e internacionalización. Los rectores insisten en que, hoy, no saben quien lo va a pagar ni cuándo. Y temen que su situación vaya a peor.

La propia LOSU establece, en su artículo 55, que “las Administraciones públicas dotarán a las Universidades de los recursos necesarios, de acuerdo con las disponibilidades presupuestarias de cada ejercicio”, pero no concreta ni quién ni cuándo. Sí concreta el cuánto: “dedicar como mínimo el 1% del PIB en  gasto público en educación universitaria pública para todo el Estado”. Como ahora ese gasto es del 0,76% del PIB, subirlo al 1% supone gastar 3.596 millones adicionales (con el nuevo PIB de 2023). Pero sigue sin concretarse quien lo paga, aunque el Gobierno ha propuesto que cada Universidad firme un Acuerdo Plurianual con su Gobierno regional y que el Presupuesto del Estado lo complete.

Pero de momento, casi ninguna autonomía (salvo Andalucía) ha firmado ningún acuerdo de financiación a medio plazo con sus Universidades, que insisten en saber cuanto antes el dinero con que pueden contar para planificar su gestión, desde la política de personal (que se lleva dos tercios del gasto) a los nuevos programas. Y, en paralelo, el Gobierno Sánchez no consigue aprobar los Presupuestos 2025, con lo que va a tener difícil aportar más recursos. De momento, ha aprobado 1.300 millones para becas universitarias en 2024-25 (que benefician a medio millón de universitarios), pero queda reformar el sistema de becas, porque los umbrales son demasiado altos para muchas familias (con la inflación) y la dotación es insuficiente (con el aumento de costes del alquiler). Otra medida que sí está en marcha es el programa María Goiri, por el que el Estado y las autonomías van a financiar 5.600 plazas de profesores y ayudantes doctores en las Universidades públicas españolas.

Pero la mayor parte de la nueva financiación de las Universidades, obligada por la LOSU, “sigue en el aire”, aunque el Curso 2024-25 lleve un mes en marcha. El problema concreto es que la mayor parte de la financiación pública (el 82%) la aportan las autonomías y las 11 gobernadas por el PP no están de acuerdo con la LOSU y no quieren financiarla ni poner más recursos para las Universidades públicas. Y varias autonomías del PP se están dedicando a promover y autorizar Universidades privadas.

El caso más llamativo es Madrid: tiene 6 Universidades públicas y 13 Universidades privadas, con la intención de aprobar este otoño la Universidad privada nº 14 (la Universidad Abierta de Europa, virtual), a pesar del voto negativo de 10 miembros (7 del PP) en la última Conferencia de Política Universitaria estatal. Y hay otras 4 Universidades privadas que esperan su turno… (serían 18). En Andalucía, se acaba de aprobar el desembarco de la 4ª Universidad privada en los últimos 10 meses (a las que habría que sumar una 5ª, la entrada de la Universidad de Comillas). Canarias tiene otras 4, Castilla y León 5, País Vasco 3, Aragón 2 y Cataluña sigue con 7, mientras tienen 1 Universidad privada las restantes (salvo Asturias, Baleares, Extremadura y Castilla la Mancha, donde no se ha autorizado ninguna privada). En total, 43 Universidades privadas, frente a las 17 en 1977, mientras se mantienen  (desde 1.998) las 50 Universidades Públicas.

El exministro Castell aprobó en 2021 un Decreto para garantizar la calidad de las nuevas Universidades que se aprobaran, para evitar la proliferación de Universidades privadas poco profesionales, sobre todo virtuales, sin medios ni programas ni profesorado. Pero las nuevas Universidades han sabido adaptarse y conseguir aprobar nuevos proyectos, que la mayoría de los Rectores critican duramente, considerándolas de baja calidad. Por eso, el Gobierno estudia ahora  cambiar el Decreto, para frenar la proliferación de Universidades privadas “low cost”. Pero el PP y sus Gobiernos las apoyan, como al resto de enseñanza concertada y privada. Y, además, muchos están bajando impuestos y reduciendo recaudación, con lo que no están a favor de aumentar mucho su financiación a las Universidades públicas.

Pero la Universidad española, básicamente la pública, tiene un problema estructural: va a tener cada año más alumnos, al menos hasta 2041 (cuando accedan una parte de los nacidos en 2023, 322.075 niños, 160.000 menos que los nacidos en 2006 y que ingresan ahora) y van a tener más gastos, para renovar profesores, programas y poder competir por alumnos en Europa y el mundo. Y sólo hay dos opciones: o los alumnos de las universidades públicas pagan más (ya pagan más que en la mayoría de Europa) o reciben más financiación pública, del Estado central y las autonomías, lo que exige recaudar más (no menos) y destinar más recursos a formar mejor a nuestros universitarios. También ayudaría que empresas y bancos financiaran más la Universidad pública, como en muchos paises. Lo que no podemos es dejar que las Universidades sigan en pérdidas.

Aumentar la financiación a las Universidades públicas  es un requisito básico para mejorarla y que no quiebre a medio plazo, en beneficio de las Universidades privadas (carísimas). Pero no es suficiente. Las Universidades (todas) han de afrontar una profunda reforma, para conseguir que los 200.000 licenciados que producen cada año tengan futuro. Porque actualmente, tienen más trabajo y menos paro que los jóvenes que no son universitarios, pero todavía están mucho peor que los universitarios europeos. Por un lado, sólo el 83% de los universitarios españoles de 25 a 24 años está trabajando, frente al 87% en la OCDE y en la UE-25, el 88% en Francia, el 89% en Alemania, el 91% en Reino Unido y el 92% en Paises Bajos, según la OCDE. Y los universitarios españoles (25 a 34 años) tienen un 9% de paro, frente al 5% en la UE-25 y el 3% en Alemania.

Corregir este “drama”, que la Universidad siga siendo “una fábrica de parados”, exige no sólo tener más financiación sino hacer un cambio estructural, con múltiples medidas: derivar más alumnos a carreras técnicas y con más empleabilidad, modificar los planes de estudio con la colaboración de empresas e instituciones, reducir la endogamia y aumentar la presencia de profesores que trabajan en empresas e instituciones, mejorar la formación práctica y los periodos de formación en empresas y en el extranjero, flexibilizar las pasarelas de acceso e intercambio a la FP de Grado Superior y realizar auditorías externas, sobre la enseñanza, el gasto y la gestión, para que los recursos públicos y los años de enseñanza sean más eficaces. Parte de estas medidas se incluyen en la LOSU, pero el resto deben ser fruto de una mayor implicación de la Universidad con la economía y la sociedad. Podemos estar orgulloso de ser líderes en universitarios, pero también lo somos en parados. Hay que analizar propuestas, conseguir recursos y agilizar los cambios. Pactar entre todos otra Universidad.

lunes, 7 de octubre de 2024

El recibo de la luz, pendiente del clima

Ya casi nadie se fija en el recibo de la luz, que tantos “sustos” nos dio en 2021 y 2022. En 2023 moderó su subida y así sigue en 2024, a pesar del final de “la excepción ibérica”, la subida del IVA y los conflictos geopolíticos. Y España sigue con la luz más barata de Europa. La causa de estos precios “más controlados” está en las energías renovables (sol, aire y agua), que producen una electricidad más barata y limpia: llevan 12 meses consecutivos generando más del 50% de la electricidad. Y el objetivo es que generen el 81% de la luz en 2030. Es bueno, pero obliga a estar más pendientes del clima: más o menos aire, sol y lluvia explican los vaivenes del precio de la luz. En paralelo, se agrava la “guerra de precios” y las ofertas de las eléctricas para que contratemos la luz “en el mercado libre”, con tarifas planas (y “letra pequeña”) que ya tienen el 71,8% de consumidores.

                            Enrique Ortega

El recibo de la luz sigue sin darnos sustos en 2024. Ya en 2023 volvimos “casi a la normalidad” en las tarifas, tras los “sustos” sufridos en 2021 y 2022, por la crisis de la energía y la invasión de Ucrania. Así, el coste de la luz en el mercado mayorista (donde venden y compran la luz diariamente las compañías productoras y distribuidoras) cerró 2023 con un precio medio de 87,43 euros/MWh, menos de la mitad del precio medio de 2022 (209,69 euros/MWh) y por debajo del precio medio de 2021 (111,39 euros/MWh), aunque todavía duplicaba el precio medio de los 5 años anteriores (46,15 euros/MWh). Y ahora, en lo que llevamos de 2024 (enero-septiembre), el precio medio del mercado mayorista ha sido menor al de 2023, 45,5 euros/MWh, a pesar de ser mayor en verano (desde 56 euros en junio a 91,05 en agosto y 72,62 en septiembre), por las olas de calor y el turismo.

Con un precio de la luz en origen más moderado, los consumidores hemos pagado precios contenidos, tanto en el mercado regulado (8,6 millones de clientes, cuya tarifa se rige por el precio mayorista diario según las horas de consumo) como en el mercado “libre” (21,8 millones de clientes) , donde las tarifas (“planas”) se suelen fijar por un año o más (y se revisan después, con la evolución del mercado). Ya en 2023, el recibo medio de la luz (para un hogar que tenga contratada 4,6 kW de potencia y 292 kwh de consumo mensual) fue de 60,26 euros al mes (723 euros al año), una rebaja importante (-42,8%) sobre el recibo medio pagado en 2022 (105,48 euros al mes) y en 2021 (79,11 euros al mes de media), según los precios que publica la OCU. Y este año 2024, revelan que estamos pagando un recibo algo más bajo: 58 euros de media (enero a septiembre), con recibos inferiores a 55 euros en abril, mayo y junio y por encima de los 60 euros en enero, julio y agosto.

Así que este año 2024, el precio de la luz es más bajo incluso que en 2023, tanto en el mercado mayorista de origen como en el recibo final al consumidor. Y eso que hemos contado con dos factores en contra. Uno, que desde el 1 de enero de 2024 ya no tenemos la ayuda de “la excepción ibérica, esa medida concedida por Bruselas a España y Portugal para poner un tope al precio del gas utilizado para producir electricidad, para que no disparara el precio del mercado de origen. La medida entró en vigor el 15 de junio de 2022 y fue clave para rebajar la tarifa eléctrica en 2022 (el peor año) y en 2023 (aunque no se aplicaba desde febrero de 2023, porque el gas estaba por debajo del tope, entonces 65 euros/MWh). De hecho, “la excepción ibérica” (el “timo ibérico” para el PP) permitió a España un ahorro de 5.106 millones de euros en los recibos (4.000 millones en 2022 y 1.100 millones en 2023).

El otro factor que no ha ayudado a bajar el recibo han sido los 3 impuestos a la electricidad, que han subido en 2024. En enero, con los precios en origen más bajos, el Gobierno Sánchez decidió subir el IVA (tras bajarlo del 21 al 10% en 2021 y al 5% en junio de 2022): lo subió al 10%, siempre que el precio mayorista (en origen) estuviese por encima de los 45 euros/MWH. Pero en febrero bajó a 40euros y con ello, el IVA  subió al 21% hasta mayo. En junio, el precio mayorista se colocó en 56 euros/MWH y el IVA volvió al 10%, que ha estado vigente hasta septiembre. Además de un IVA más alto que en 2023, hemos pagado una subida del impuesto especial a la electricidad (del 0,5% al 2,5% en el primer trimestre, el 2,8% en el 2º y el 5,11% desde julio) y del impuesto a la generación de electricidad, que pagan las eléctricas pero “nos lo repercuten” a los clientes (se suprimió en 2021 y ha vuelto, al 3,5% en el primer trimestre, el 5,25% en el 2º y el 7% a partir de julio). En conjunto, se estima que pagaremos 7,50 euros extras mensuales en 2024 por esta triple subida de impuestos a la luz.

Sin embargo, hay otros factores que sí han ayudado y explican por qué pagamos algo menos por la luz que en 2023 (y mucho menos que en 2021 y 2022). Uno de ellos, la reforma de la tarifa regulada, el PVPC (precio voluntario para el pequeño consumidor), que entró en vigor el 1 de enero de 2024. El principal cambio es que la tarifa regulada ya no oscila sólo con el precio diario del mercado mayorista, sino que se obliga a las compañías distribuidoras que compren una parte de la luz que nos venden en el mercado a plazo: este año, un 25% deberá ser de contratos a plazo (a un mes, un trimestre, un año o más), un 40% en 2025 y un 55% en 2026. Con ello se buscan contratos más estables (evitando los “saltos” diarios de precios) y que deben ser más baratos, en beneficio de los consumidores.

Pero el factor clave de que el precio de la luz sea más bajo está en el creciente peso de las energías renovables (eólica, solar e hidráulica) en la generación de electricidad, porque son más baratas que el resto (gas, carbón o incluso algunas nucleares). Así, en 2024 (enero-septiembre), las energías renovables han aportado el 57,3% de la electricidad producida (22,4% la eólica, 20,3% la solar, 13,2% la hidráulica y 1,4% otras energías renovables), según Red Eléctrica (Redeia). Y lo más importante: son ya 12 meses consecutivos (de octubre de 2023 a septiembre de 2024) en que las energías renovables generan más del 50% de la electricidad en España. Ya en 2023, las renovables aportaron el 50,1% de la electricidad generada, un gran salto desde 2019, cuando aportaron el 39,2%. 

El tirón de las renovables es lo que explica que nuestro recibo de la luz no se dispare, junto a la moderación en el precio del gas natural, el culpable de disparar nuestro recibo en 2021 y 2022: sigue por debajo de los 40 euros/MWh, cuando en agosto de 2022 se disparó a 311 euros, aunque su precio podría repuntar por el conflicto en Oriente Próximo. En cualquier caso, la electricidad generada con gas (centrales combinadas) es ahora marginal (11,3% de enero a septiembre), con lo que podría aumentar algo el recibo si su precio se dispara, pero no lo notaríamos demasiado, porque casi dos tercios de la electricidad es renovable.

Este tirón de las renovables explica también otro hecho: España tiene la electricidad más barata de Europa. Con datos del 3 de octubre, en España costaba 58 euros/MWH, casi como en Francia (57,64 euros) y mucho más barata que en Portugal (67,45), Alemania (72,66), Paises Bajos (86,05), Grecia (101), Italia (115) o Finlandia (183 euros/MWh). Y eso ha sido así durante todo 2024 y también en 2022 y 2023. Concretamente, en los 18 meses que iban de junio de 2022 a diciembre de 2023, el precio mayorista de la electricidad fue de 102,64 euros por MWh en España, 161,48 euros en Alemania, 175,82 en Francia y 207,88 euros en Italia, según los datos publicados por el Grupo ASE. Y si miramos todo el año 2023, el precio mayorista en España (87,43 euros de media) fue un -14,2% inferior a la media de la electricidad mayorista en los 4 grandes paises UE (101,82 euros).

Eso se explica en parte por la “excepción ibérica” (hasta 2023) pero sobre todo porque España ha desarrollado más las energías renovables. En energía solar, somos líderes europeos en potencia instalada (29,5 GW de potencia, por delate de los 24,6 de Alemania, los 10,8 de Francia, los 9,8 de Reino Unido  y los 4,8 de Italia)  y también en potencia en construcción (7,8 GW, más que la prevista en Grecia, Reino Unido, Portugal y Alemania juntas. Y en energía eólica, España ocupa el 2º puesto en Europa en capacidad instalada (30,42 GW en 2023), tras Alemania y por delante de Reino Unido, Francia e Italia. Y por si no quedara claro, en 2023, España produjo casi el 40% de la electricidad (39,3%) con energía eólica y solar, frente al 13% en el mundo y algo por encima de Alemania (39%).

El objetivo es seguir aumentando el peso de las energías renovables (eólica, solar, hidroeléctrica y otras) en los próximos años  y conseguir que aporten el 81% de la electricidad en 2030, según el último Plan aprobado por el Gobierno en septiembre y enviado a Bruselas. La hoja de ruta de la energía solar (fotovoltaica y térmica) va bien, según lo previsto, pero la energía eólica va retrasada: ha superado  el listón de los 30 GWh (con 22.200 aerogeneradores), pero le queda mucho para llegar a los 62 GW previstos para 2030. Y avanza a un ritmo lento: en 2023 se instalaron 607,27 MWh, la octava parte de los 5,2 GWH anuales que hay que instalar hasta 2030. El sector se queja de un “exceso de rigidez normativa” por las distintas administraciones, con mucha “judicialización” de proyectos (sobre todo en Galicia). Problemas que urge agilizar y resolver, junto al desarrollo de la eólica marina (recién autorizada) porque la energía eólica es clave para cubrir la demanda en horas que no hay sol (si no hay molinos y energía suficiente, obliga a tirar de las centrales de gas…).

El tirón de las renovables no sólo abarata el recibo de la luz sino que reduce drásticamente las emisiones de CO2 que provocan las centrales de carbón (solo ha generado el 1% de la electricidad este año), fuel y gas (11,5%) y los residuos de las centrales nucleares  (que generan todavía un 19,7% de la electricidad). Concretamente, en 2024 (enero-septiembre), la producción de electricidad ha generado 18,58 millones de toneladas de CO2 equivalente y podrían llegar a 25 millones de toneladas de CO2 en todo 2024. Eso supondría reducir a la mitad las emisiones por generar electricidad que se hicieron en 2019 (50 millones).

Así que el impulso a las renovables nos está permitiendo tener una luz más barata y limpia. Ahora, la clave es seguir promoviendo las energías eólica, solar y otras renovables, mejorando su eficiencia y desarrollando el almacenamiento, porque una parte de la energía renovable no se puede guardar (almacenar en baterías gigantes) y se pierde. En paralelo, urge modernizar la red de distribución, para evitar picos y cortes: hay horas y lugares donde se ha cortado la luz a grandes industrias para no cortarla al resto, por desajustes puntuales en la generación y distribución de electricidad. Con todo, lo esperado es que la luz sea cada año más barata, al ser más renovable. El Banco de España estima que las energías renovables pueden reducir los precios de la luz un 50% de aquí a 2030. Y con ello, España tendría unas tarifas eléctricas más competitivas, del 20 al 30% más bajas que en Europa.

Pero esto va a suponer un gran cambio: cada vez tendrá más peso el clima en nuestro recibo de la luz. Ya lo hemos visto este año: en primavera, con las lluvias, hemos tenido la luz más barata del año (marzo, abril y mayo). En verano, con las olas de calor (más demanda y menos rendimiento de los paneles solares), la falta de viento y de lluvias, hemos tenido la luz más cara (julio y agosto). Y en septiembre, con más viento y algunas lluvias, la electricidad ha bajado. También se espera que baje en octubre (salvo por “sustos” geopolíticos en el gas natural). Así que alegrémonos los días de viento, sol y lluvia  (más renovables) y poco calor y frío (menos demanda), porque eso rebajará nuestro recibo de la luz.

Visto el panorama, queda hablar de la “guerra de precios que han vuelto a lanzar las eléctricas y sus distribuidoras (también las independientes y empresas como Repsol o el Corte Inglés) para “robarse clientes”. Ahora que los clientes de tarifa regulada (PCPV) han visto subir algo su recibo en verano (aunque les bajó más en primavera), las distribuidoras arrecian sus ofertas para que se cambien al “mercado libre”. Hasta ahora están teniendo éxito, porque han ganado clientes en los últimos años: en junio sólo había 8,6 millones de consumidores con tarifa regulada (el 28,2%) y 21,8 millones con “tarifa libre” (71,2%), clientes que contratan una “tarifa plana” (tanto al año), con el argumento de que así “no tendrán sustos”. Pero muchos no saben “los inconvenientes”: estos contratos suelen tener “permanencia”, no pagan según la hora de consumo, como la tarifa regulada (a veces tienen 3 franjas horarias) y no tienen derecho al bono social. Y a veces pagan potencia de más.

Cualquier consumidor puede meterse en el comparador de la CNMC, para ver las ofertas de luz disponibles y compararlas con su tarifa regulada (PVPC). Pero ojo, aquí pasa un poco como con las hipotecas: las eléctricas quieren convencernos de que nos pasemos al mercado “libre”, como los bancos nos intentan convencer de las hipotecas a tipo fijo. Y ahora que bajan los tipos, puede que no sean una buena opción. Lo mismo pasa con la luz: si la previsión es que siga bajando, compensará más estar en el mercado regulado (más ligado al mercado) que en el “libre” (donde habrá que pelear la rebaja en cada revisión, algo difícil). Por eso, a pesar del bombardeo de “ofertas”, yo sigo con la tarifa regulada.