jueves, 23 de febrero de 2023

Menos autónomos (y más agobiados)

En España trabajan ahora 497.000 personas más que antes de la pandemia, pero la mejoría es porque hay más asalariados: trabajan 25.200 autónomos menos que en 2019. Lo peor fue  en 2022, cuando se perdieron -111.200 autónomos, en el comercio, hostelería, industria y el campo. Y la afiliación de autónomos ha caído también en enero de 2023. El problema que tienen los autónomos es que les están subiendo los costes y bajando las ventas, por la inflación, lo que agobia sus negocios, junto a la subida de cotizaciones, tras una reforma para que coticen por lo que ingresan y no por los mínimos, la única manera de asegurarles el derecho a paro y una pensión más digna. Pero también hay un problema de fondo: muchos parados y jóvenes se han hecho autónomos sin un proyecto claro de negocio y  la mitad de negocios mueren antes de 5 años, por poca profesionalidad y financiación. Ojo a ser autónomo como un  atajo para sobrevivir.

Enrique Ortega

Los datos de la EPA son claros: hay más personas trabajando en España que antes de la pandemia (+497.000 ocupados), pero la gran mayoría son trabajadores asalariados (+525.400), porque lo que son autónomos han bajado (-25.200 sobre los de 2019), cayendo también los negocios familiares (-7.000) y los empresarios sin asalariados (-57.200). Esta caída de los autónomos ha sido sobre todo en 2022, donde se redujeron en 111.200, cerrando el año con 3.086.800 personas estimadas como autónomos por la EPA, la cifra más baja desde marzo de 2013 (3.033.400 autónomos), muy alejada del máximo histórico de autónomos en España, alcanzado en septiembre de 2008 (3.622.000).

Esta estadística mide los que se declaran autónomos en la EPA que hace trimestralmente el INE. La otra manera de medirlos son los autónomos que se afilian a la Seguridad Social, que están dados de alta y pagan una cuota mensual: eran 3.324.048 autónomos a finales de 2022 (más de los que estimaba la EPA). Pero esta estadística indica lo mismo: había -56.620 autónomos menos dados de alta que antes de la pandemia (3.267.428 a finales de 2019), según la Seguridad Social. Y en 2022, un año en que creció el empleo asalariado (+397.300 trabajadores), dejaron de cotizar -1.204 autónomos, sobre todo en el comercio, la industria, la hostelería y el campo, aumentado en el resto de sectores. Y por si la tendencia no estuviera clara, en enero de 2023 (el último mes con datos), se dieron de baja otros -20.800 autónomos (quedando en 3.301.916), la mayor bajada en enero desde 2012.

De este total de autónomos afiliados a la Seguridad Social (3.301.916), una minoría son autónomos del campo (171.372 en enero 2023) y el resto (3.131.292) son trabajadores afiliados al régimen especial de autónomos (RETA), con actividad en los demás sectores. Pero de estos autónomos RETA, sólo 2 millones son los autónomos propiamente dichos (exactamente 2.018.080), trabajadores por cuenta propia que no están integrados en cooperativas, sociedades o colegios profesionales (otros 1.035.239 autónomos no individuales) ni son sus familiares que trabajan con ellos (en un bar o una tienda)  y están también dados de alta (191.443 autónomos más). El retrato robot de estos 2 millones de autónomos “puros”, trabajadores por cuenta propia individuales, es un hombre (63,8%), que supera los 40 años (el 74,3% del total) y que tiene un negocio en el sector servicios (el 73,5% del total), seguidos muy lejos por los autónomos de la construcción (11,50%), la agricultura (10,85%) y la industria (donde trabajan sólo el 4,15% de los autónomos), según la Seguridad Social.

La mayoría de los autónomos trabaja sólo (o con la ayuda de un familiar, que cotiza pero no tiene sueldo) y sólo el 20,8% de los autónomos (1 de cada 5) tienen trabajadores a su cargo: en total, los autónomos, emplean a 860.177 trabajadores y la mayoría tienen sólo 1 trabajador (219.446 autónomos), siendo una minoría los autónomos que tienen 5 o más trabajadores (sólo 43.167 autónomos de los 2 millones de autónomos “puros). Y se da el caso de que un 7% de los autónomos por cuenta propia (141.457) trabajan también como asalariados por cuenta ajena, sobre todo los más jóvenes. La casi totalidad de los autónomos son españoles (el 86,6%) y entre los autónomos extranjeros destacan los del resto de la UE (91.359 autónomos) y Sudamérica (50.824). Y las regiones con más autónomos totales (de los 3,34 millones) son Andalucía (564.797), Cataluña (557.537), Madrid (419.594), Comunidad Valenciana (362.228), Galicia (205.912), Castilla y León (187.000) y Euskadi (168.582).

Estas son las cifras oficiales de autónomos (3,3 millones de afiliados a la SS, de los que autónomos “puros” son sólo 2 millones), pero una parte son “falsos autónomos”, ocupados que trabajan realmente como asalariados, pero que se han dado de alta como autónomos por imposición de su empresa. Recientemente se ha hecho famoso el caso de Antonio Garamendi, el presidente de la patronal CEOE, que figuraba como autónomo y ahora se ha regularizado como “asalariado” (de lujo, con un sueldo de 400.000 euros anuales). Pero antes, han saltado los casos en las empresas de reparto (Glovo) o paquetería (Amazon), donde se mantiene empleados como autónomos, para ahorrarse su cotización y reducir costes (no tienen derecho a vacaciones, bajas o indemnización). Se estima que en España hay más de 225.000 falsos autónomos. De hecho, la ministra de Trabajo informó en enero que en los últimos 3 años, la inspección de Trabajo ha regularizado la situación de 80.000 personas que trabajaban como “falsos autónomos” (40.000 de ellos, en 2022). Este fraude se da sobre todo en empresas de transportes y repartidores, plataformas digitales, cooperativas cárnicas,  educación, seguros, periodistas, comerciales, fisioterapeutas o peluquerías.

Sean autónomos de verdad o falsos, el caso es que la cifra de autónomos está cayendo y no se han beneficiado de la recuperación del empleo, ni tras la crisis de 2008 (hay -107.092 afiliados menos que en mayo de 2008), ni ahora tras la pandemia (hay -56.620 afiliados que en 2019). ¿Qué pasa con los autónomos, por qué sufren más las crisis? Con la pandemia y la inflación, a los autónomos se les han disparado los costes y no han podido repercutirlo en su negocio, por la caída del consumo y las ventas. Tienen poco tamaño y no pueden imponer precios y condiciones, como las medianas y grandes empresas. Y encima, les han subido los sueldos de sus empleados, el salario mínimo (ojo: recordemos que 4 de cada 5 autónomos no tienen asalariados a su cargo) y sobre todo, los impuestos que pagan (Hacienda ha desvelado mucha “economía sumergida”, negocios que no declaraban) y, más recientemente, las cotizaciones que pagan a la Seguridad Social (SS).

Los autónomos tenían (y tienen) un problema en España: el 85,3% cotizan por la base mínima, según el último dato de la SS. Incluso lo hacen el 90% de los autónomos que tienen menos de 40 años o que llevan menos de 5 años de alta. El precio de pagar esta baja cotización es que tienen pocos derechos. Hasta ahora, no tenían derecho a paro como los asalariados, sólo a una complicada prestación por baja de actividad (por la que tenían que cotizar aparte) que pocos recibían. Y lo peor: su pensión al jubilarse era mínima. El dato es impactante: a 1 de enero, la pensión de jubilación media de un autónomo era de 910,94 euros, poco más de la mitad de la jubilación media de un asalariado (1.527.81 euros).

Han sido décadas en que los distintos Gobiernos han hecho “la vista gorda”, permitiendo que los autónomos declararan a Hacienda menos de lo que ganaban (por “módulos”) y cotizaran lo mínimo, a cambio de menos derechos. El año pasado, el Gobierno negoció y pactó con los sindicatos, la patronal y las organizaciones de autónomos un nuevo sistema, en el que los autónomos iban a cotizar por lo que ingresaran realmente, con lo que tendrán ahora derecho a paro parcial (será el 50% de la base reguladora, de 4 meses a 2 años, sin la exigencia de cerrar el negocio ni darse de baja en la SS) y al cotizar más, tendrán mejores pensiones en el futuro.

Las nuevas cotizaciones de autónomos se han pagado por primera vez a finales de enero, con 15 tramos de cotización y cuotas que van de 230 euros al mes (esta cuota mínima baja 64 euros y será 200 euros en 2025), para los que ingresen menos de 670 euros, a 500 euros mensuales (590 en 2025), para los que ingresen más de 6.000 euros mensuales. El nuevo sistema mantiene la tarifa plana de 80 euros al mes para los autónomos que empiezan (hasta 2 años), baja la cuota de los autónomos que ingresan menos de 1.300 euros, la mantiene para los que ingresan entre 1.300 y 1.700 y la sube progresivamente para el resto. Otra novedad es que los autónomos pueden cambiarse de tramo de cotización (si varían sus ingresos) hasta 6 veces al año. Y se simplifica la reducción por gastos: un 7% fijo de lo que ingresen.

La idea, apoyada por todas las organizaciones de autónomos, es ir cotizando más poco a poco, para tener más derechos y coberturas. Hasta aquí bien. Pero el nuevo sistema de cotizaciones se ha estrenado con otros dos cambios, que han asustado a los autónomos, porque han visto que su cuota de este enero 2023 les ha subido entre 40 y 100 euros. El primer cambio es que muchos autónomos cotizan con una revalorización automática de su base de cotización, que se actualiza cada año con la inflación. Cuando el IPC subía un 2 o 3% (o bajaba), no se notaba. Pero este año, la revalorización automática de las bases ha sido del +8,6%. Y encima, en enero ha habido una segunda novedad: ha entrado en vigor el Mecanismo de Equidad Generacional, un extra de cotización del +0,6% (que también pagan los asalariados, un 0,2% ellos y un 0,4% sus empresas), para ir engrosando la hucha de las pensiones en la próxima década y evitar déficits.

Así que a los autónomos se les ha juntado en la cuota de enero la nueva cotización por sus ingresos reales (más alta para la mayoría), la revalorización automática de las bases por la inflación y la nueva cuota para salvaguardar las pensiones. Y se han encontrado pagando entre 40 y 100 euros más al mes, precisamente cuando el resto de costes (energía, alquileres, compras, créditos…) apenas baja o incluso sube. Así se explica que la cifra de autónomos siga bajando, en un año donde la economía y el empleo crecerán menos.

El problema de futuro para los autónomos es que la subida pactada ahora es "transitoria", hasta 2026. A partir de esa fecha, las cotizaciones de los autónomos españoles crecerán mucho más, según se ha comprometido el Gobierno Sánchez con Bruselas, para reducir a medio plazo el déficit de sus pensiones. Se ha prometido aumentar un 50% sus cotizaciones actuales para 2032, cuando deberán cotizar lo mismo que los trabajadores asalariados. Eso les supondrá cotizar entonces unos 6.500 millones más (sobre los 12.000 que cotizarán ahora). Claro que la subida futura, a partir de 2026, la tendrá que pactar y concretar con los autónomos el futuro Gobierno, aunque sea el actual el que la ha acordado con Bruselas dentro de las reformas exigidas para recibir los Fondos europeos.

Pero hay un tema de fondo, que entra en crisis en situaciones como la actual. Para muchos, hacerse autónomo era una especie de “atajo para trabajar”, una forma de sobrevivir en momentos de crisis, donde ha sido difícil encontrar un empleo asalariado. Es lo que pasó tras la crisis financiera de 2008 y luego con la pandemia y la inflación: algunos de los que perdieron su trabajo, cobraron el paro de una vez y tiraron de ahorros para “hacerse autónomos”. Eso explica que la Europa del sur, con empleos más inestables, sea la zona con más autónomos. Y que España sea el 6º país europeo con más autónomos (el 15,3% de los ocupados en 2020), por detrás de Grecia (27,9%), Italia (20,2%), Polonia (17,9%), Chequia (16,3%) y Holanda (15,6%), por delante de la media UE (13,3% de empleos autónomos). Y paises con un empleo asalariado importante tienen menos autónomos, como Dinamarca (7,5%), Alemania (7,6%), Suecia (8,6%) o Francia (11,5%), según Eurostat.

Por un lado, la mala situación del empleo fuerza más a hacerse autónomo. Y por otro, muchos “emprendedores” se lanzan a poner un negocio sin la suficiente formación, ni proyecto ni financiación. Y duran poco tiempo. De hecho, sólo la mitad de los trabajadores autónomos por cuenta propia (esos 2 millones de autónomos propiamente dichos) llevan más de 5 años de alta en la SS, la otra mitad no lleva tanto tiempo. Y los datos revelan que al tercer año de vida sólo sobreviven el 84% de los autónomos, al 4º año el 73% y al 5º año poco más de la mitad, mientras a los 10 años sólo sobrevive el 42% de los autónomos, según un estudio de Iberinform sobre 3 millones de negocios creados desde 1990. Así que en muchos casos, “el atajo” para salir del paro acaba en cierre y frustración.

En definitiva, que ser autónomo no es fácil. Pero urge reforzar a los que tienen iniciativa y apuestan por un negocio con un proyecto viable. Eso exige un Plan de choque, para reforzar la situación de los autónomos más vulnerables, favoreciendo ayudas para su lanzamiento, desde subvención a los planes de negocio a financiación pública y privada y ligada a la obtención de objetivos. No se trata de llenar el país de tiendas, bares o asesores informáticos, sino de definir qué actividades pueden ser un caldo de cultivo para proyectos autónomos y acompañar a los emprendedores para que sobrevivan. Sobre todo en proyectos pequeños y locales, que escapan a las grandes empresas. Es algo en lo que deberían colaborar especialmente Ayuntamientos y autonomías, así como las grandes empresas y los bancos, creando una red complementaria de autónomos que dinamicen la economía, la innovación y el empleo, apoyándose sobre todo en los jóvenes. Sin atajos.

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