jueves, 3 de noviembre de 2022

Crisis: hoy gas, mañana materias primas

Primero fue la pandemia: Europa no tenía mascarillas, respiradores ni medicamentos y tuvo que buscarlos en China, a precios desorbitados. Luego, la invasión de Ucrania y el cierre del grifo del gas ruso, que suponía más del 50% del suministro total en 14 países europeos, más la subida récord de alimentos y fertilizantes. Dos crisis que han revelado la tremenda vulnerabilidad de Europa. Y que han llevado a la Comisión Europea a preparar un Plan para asegurarse en el futuro las materias primas fundamentales, desde principios activos de medicamentos, baterías, chips, hidrógeno, tecnologías en la nube y 30 materias primas críticas (del litio al cobalto o las tierras raras) que son básicas para múltiples industrias, electrónica, construcción, energías renovables, alimentación, salud o digitalización. Materias primas que hoy proceden de China (primer proveedor de la mayoría) y países en desarrollo, muchos de ellos autocracias. Se busca diversificar suministros y aumentar el autoabastecimiento, para que, ante futuras crisis, no nos pase como ahora con el gas.

Enrique Ortega

La primera crisis económica de la postguerra europea se produjo en 1973, por una materia prima básica, el petróleo. En octubre de 1973, una coalición árabe liderada por Egipto y Siria atacó a Israel (guerra del Yom Kipur) y posteriormente la OPEP decretó un embargo petrolero a Occidente, disparando los precios del crudo: de costar 3,65 dólares en octubre 1973 pasó a 12 dólares en marzo de 1974. Y eso disparó los precios y hundió las economías. En España, la dictadura trató de amortiguar las subidas, pero la Transición heredó una inflación récord del 28,4% anual en agosto de 1977, que obligó a un ajuste acordado en los Pactos de la Moncloa de octubre de 1977. En 1979 llegó la 2ª crisis del petróleo, tras la revolución iraní y la guerra Irán-Irak, que volvió a disparar los precios del crudo de 13 dólares barril (1979) a 34 dólares (1981), abriendo paso a otra crisis económica en los años 80. Y en 2008, tras la crisis financiera, el petróleo volvió a disparar su precio, hasta un máximo histórico: 144,99 dólares barril el 11 de julio de 2008. Después, el precio se moderó con la recuperación (50,38 dólares a finales de 2019) y se hundió con la pandemia (24,65 dólares en junio 2020). Y en febrero de 2022, con la invasión de Ucrania, estalló la 4ª gran crisis del petróleo, con un precio máximo de 129,49 dólares el 7 de marzo, que ahora ronda los 95 dólares, pero que subirá este invierno, tras la reciente decisión de la OPEP y Rusia de recortar la producción de crudo desde octubre.

Son casi 50 años en que los vaivenes del precio del petróleo han marcado las economías, incapaces de reducir drásticamente su consumo, a pesar de los precios y el Cambio Climático. En el último año, es el gas natural el que hunde las economías, una materia prima de la que nadie hablaba porque tenía un precio estable: en enero de 2021 costaba 19,84 euros MWh. Pero a lo largo del año pasado el precio saltó a 50,52 euros en septiembre y a un récord de 172,88 euros el 22 de diciembre, al utilizar Putin esta energía como arma para presionar a Europa, donde 14 países se aprovisionaban en más del 50% de gas ruso (90% Letonia o Finlandia, 64% Austria, 55% Alemania, 46% Italia, 8,9% España). Y el 24 de febrero de 2022, tras la invasión rusa de Ucrania, el precio saltó a 134,32 euros, que serían casi el doble el 7 de marzo (227,30 euros MWh). Y el récord llegó a finales de agosto, tras los problemas en el gasoducto Nord Stream 2 y el corte de suministro, alcanzando los 346 euros MWh. Luego ha ido bajando, por debajo de los 100 euros, quedando ahora en torno a los 116 euros (indicador europeo TTF), por el buen tiempo (que ha bajado la demanda) y porque los almacenes de gas europeo están llenos. Pero es algo coyuntural y los expertos alertan que el precio del gas subirá en los próximos meses, encareciendo la luz, la calefacción y los costes industriales, lo que alimentará la recesión europea.

En paralelo a las subidas del petróleo y el gas natural, han subido también drásticamente los precios de los cereales y muchas materias primas, debido primero al aumento de la demanda mundial tras la pandemia y los problemas en el transporte marítimo, y después por el corte de suministros de Rusia y Ucrania, que representan más de un tercio de las exportaciones mundiales de cereales, más de la mitad de la exportación de aceite de girasol y son los mayores productores y exportadores mundiales de fertilizantes. Los alimentos ya subieron un 30% en 2021, antes de la guerra de Ucrania, tanto los cereales (+47% entre marzo 2020 y febrero 2022), como los aceites vegetales (+136%), el azúcar (+62%) o los lácteos (+39%), según los datos de la FAO. Y subieron aún más tras la invasión y el corte de suministros, hasta alcanzar un máximo en mayo y junio (+27% de subida sólo este año 2022), aunque ahora los precios están más bajos. Pero los problemas en el tráfico de cereales desde Ucrania y las malas cosechas esperadas en 2022 harán que vuelvan a encarecerse los alimentos, disparando la cesta de la compra en Occidente y el hambre en los países pobres.

Todo apunta a que en los próximos meses, la energía, los alimentos y las materias primas seguirán al alza, agudizando la recesión económica en Europa y gran parte del mundo. Una crisis que ha disparado los beneficios de las empresas energéticas: las multinacionales petroleras y gasistas obtendrán unos beneficios extras de 2 billones de euros en 2022, según la estimación de la Agencia Internacional de la Energía, beneficios que saldrán de los bolsillos de los consumidores y de las ayudas públicas de las Gobiernos a familias y empresas, que superan ya los 500.000 millones de euros en Europa.

Y además, esta crisis de la energía y los alimentos ha alimentado dos negocios más. Por un lado, el de los intermediarios de materias primas, cuyos beneficios se han disparado este año: las multinacionales suizas Glencore (minería y energía), con 19.000 millones de beneficios en la primera mitad de 2021, y Vitol (energía, minería y productos básicos), con 4.500 millones de beneficios en el primer semestre (más que en todo 2021), Gunvor (el tercer operador mundial de crudo, desde Ginebra y Singapur), Trafigura (metales y carburantes) a caballo entre Suiza y Singapur, con 2.700 millones de beneficio en el primer semestre (+30%) y Cargill (sede en paraíso fiscal de Delaware, USA), líder mundial en el comercio de cereales y alimentos. Estos intermediarios conforman un sector concentrado en pocas manos, muy opaco y fuera del control de los Gobiernos, con una operativa que ha provocado numerosas denuncias de corrupción, como revela el interesante libro “El mundo está en venta: la cara oculta del negocio de las materias primas”, escrito por Javier Blas y Jack Farchy.

Otros que hacen negocios con la energía, los alimentos y las materias primas son los Fondos y bancos de inversión y algunos Fondos de pensiones. Son especuladores financieros que tratan de hacer negocios con el petróleo, el gas, los alimentos y hasta el agua, apostando por la compra de futuros y tratando de sacar beneficios extraordinarios de los vaivenes de precios de las materias primas, acelerando la subida de precios. El caso más escandaloso es la implicación de Fondos de pensiones europeos en inversiones especulativas (más de 37.600 millones) en materias primas básicas, incluidos alimentos (maíz o trigo), lo que alimenta la volatilidad y subida de precios, según una reciente investigación coordinada por la organización de periodismo colaborativo Lighthouse Report.

Este complejo panorama de las materias primas preocupa especialmente en Europa, por la tremenda dependencia del continente. Y parece que los Gobiernos europeos empiezan a darse cuenta de su peligrosa vulnerabilidad, ya puesta de manifiesto en las dos últimas crisis. En la pandemia, Europa no disponía de mascarillas, respiradores y medicamentos y tuvo que depender de los suministros de China, a precios desorbitados. Y ahora, con la crisis de la energía y los alimentos, Europa se ha visto otra vez contra las cuerdas, buscando a la carrera barcos con gas y alimentos, tras más de un año con industrias sin chips ni baterías para los coches. Y parece que esta vez, los dirigentes europeos han aprendido la lección y buscan una mayor autosuficiencia y diversificación en la provisión de materias primas, cara a futuras crisis.

La primera señal de alerta la dio la Comisión Europea en septiembre de 2020, tras las graves enseñanzas del COVID-19. En una Comunicación al Parlamento Europeo, Bruselas advertía de la existencia de 30 materias primas fundamentales para el funcionamiento de la economía y donde China es el principal suministrador para Europa de 20 de ellas, junto a otros países de África, Latinoamérica y Asia, muchos de ellos “autocracias”. Son básicamente minerales y “tierras raras” básicos para la industria aeroespacial, industria energética, electrónica, energías renovables, automóvil, construcción, industria agroalimentaria, salud y economía digital: antimonio, baryte, bauxita, berilio, bismuto, borato, cobalto, carbón de coque, escandio, estroncio,  fluorita, fosforo, galio, germanio, hafnio, litio, indio, magnesio, grafito natural, caucho natural, niobio, platino, roca fosfatada, silicio, tántalo, titanio, tierras raras (ligeras y pesadas), tungsteno y vanadio (ver aquí lista minerales, para qué se utilizan y países productores).

En mayo de 2021, otra Comunicación de la Comisión al Parlamento Europeo trata de situar el problema de la dependencia de Europa de las materias primas, señalando que de los 5.200 productos que importa la UE hay 137 que son “sensibles”, por su importancia económica y la dependencia exterior de Europa. Y señala 6 áreas estratégicas sobre las que actuar, para evitar la vulnerabilidad que ya se vio con la pandemia: principios activos farmacéuticos, baterías, semiconductores (“chips”), hidrógeno, tecnologías en la nube y materias primas críticas (la lista anterior de 30 minerales básicos). Y reitera la enorme dependencia exterior para asegurar estas 6 áreas estratégicas, dado que más de la mitad de las importaciones de estos productos estratégicos dependen de China (52%), Vietnam (11%) y Brasil (5%), viniendo el resto de Corea del Sur (45%), Singapur (4%), EEUU (3%), Reino Unido (3%), Japón (3%) y Rusia (3%). Y recuerdan que China suministra el 98% de las tierras raras, Turquía el 98% del borato o Sudáfrica el 92% del iridio, el 84% del rodio o el 93% del rutenio.

En noviembre de 2021, el Parlamento Europeo pidió a la Comisión una estrategia europea para asegurar el suministro de las materias primas fundamentales, que serán mucho más importantes en el futuro: para 2030, Europa necesitará 18 veces más de litio (que se produce en Chile, Argentina y Australia, pero el 60% se procesa en China), 5 veces más de cobalto (que viene un 50% de África central, un 24% de Australia y un 10% de América) y 5 veces más de “ tierras raras” (el 90% proceden de China). La estrategia de la Comisión pasa por actuar en varios frentes: diversificar los países suministradores (buscando alianzas con productores de África y Latinoamérica, así como en los Balcanes), aumentar la capacidad de suministro europea (con plantas de chips, baterías y principios activos de medicamentos, así como con el fomento de minas de litio en Portugal, España, Francia y países del este y norte de Europa), fomento del reciclaje (se podría recuperar más del 50% del litio y tierras raras que utiliza la UE), aumento desaladoras (de la salmuera se puede obtener magnesio, litio y tierras raras) y la inversión de 300.000 millones de euros en el proyecto Global Gateway, para asegurar la presencia europea en infraestructuras y  futuras cadenas de suministro de energía,  medicamentos, materias primas y digitalización.

Hace poco, en septiembre de 2022, la presidenta de la Comisión anunció en el Parlamento Europeo que se va a aprobar una Ley europea de Materias Primas Fundamentales, para identificar los proyectos estratégicos (desde la extracción, refinado, transformación y reciclado) y crear unas reservas estratégicas, que echamos en falta con la pandemia y la actual crisis de la energía y los alimentos. De momento, es un gran avance que Europa reconozca lo vulnerable que es y se prepare para ser más autosuficiente en materias primas estratégicas, aunque los proyectos punteros, como las nuevas giga factorías  de chips, baterías y materias primas farmacéuticas estén muy retrasadas y sigamos lejos de China y EEUU. Lo importante es haber detectado el problema y empezar a actuar. Porque habrá futuras crisis, provocadas por otras materias primas y otros Putin. Y saldremos mejor de ellas si nos anticipamos, diversificamos proveedores  y somos más autosuficientes. Aprendamos de los errores desvelados por la pandemia y el gas.

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