Hablar de inversión suena a “rollo”, incita a no seguir leyendo. Pero es uno de los tres factores claves, junto a la formación de los trabajadores y la tecnología, que hacen que un país avance y cree riqueza y empleo. A más inversión, más desarrollo y más nivel de vida. El problema es que España, un país que atraía inversiones propias y extranjeras al ladrillo, ha visto caer la inversión con la crisis y no recuperarse: ahora es un 25% menor que en 2007. Y la mayor caída se ha dado en la inversión pública (por los recortes), que está a niveles de hace 50 años. Urge reanimar la inversión pública en infraestructuras y servicios, para que “tire” de la inversión privada. Y asegurar financiación a las empresas, sobre todo a las pymes, para que inviertan y se modernicen. Porque sólo invirtiendo más, en equipos, tecnología y digitalización, España será un país más productivo. Y creará más empleo y riqueza. Como ven, nos jugamos mucho con la inversión. Lean.
enrique ortega |
España ha sido “un paraíso” para la inversión nacional y extranjera, sobre todo en el ladrillo y las infraestructuras. El despegue se inició a partir de 1986, con la entrada de España en Europa, y se aceleró a principios de este siglo, con el “boom” inmobiliario: la inversión se duplicó entre 2000 (172.590 millones) y 2007 (327.418 millones, el máximo histórico), según el INE. Pero con la crisis, la inversión se desplomó, sobre todo porque la mayoría se financiaba con créditos y los bancos “cortaron el grifo”: año a año se invirtió menos hasta el mínimo en 2013, el peor año de la crisis, con 175.660 millones de inversión. Después, con la recuperación, la inversión ha mejorado, pero sigue por debajo que antes de la crisis: 2018 cerró con 244.949 millones, un 25,18% menos que en 2007.
Y además, la inversión ha perdido peso como motor del crecimiento español: si en 2007 aportaba el 30,44% del PIB, en 2013 cayó su peso al 17,21% y en 2018 sólo aporta el 20,37% del PIB (el resto es el consumo, que aporta el 76,91% del PIB, y el sector exterior, que resta un 7,35% al crecimiento porque importamos más que exportamos), según los datos de Estadística (INE). Así que la inversión nos ayuda ahora un 10% menos a crecer.
La caída de la inversión en España ha sido mayor que en Europa, según los datos de Eurostat: si en España el peso de la inversión (aportación al PIB) ha caído un -10,07% entre 2007 y 2018, en Europa cayó entre un -3,3% (UE-28) y un 2,8% (zona euro), mientras apenas caía en Alemania (-0,1% sobre el PIB), Francia (-1,1%) y Reino Unido (-1,4%), aunque cayó más en Italia (-4,1%). A pesar de esta mayor bajada con la crisis, el peso de la inversión en España ronda el que tiene en Europa (20,6% en la UE-28 y 20,8% en la zona euro) y Alemania (20%), aunque está lejos de los paises ricos del norte, que tienen mucha más inversión (comparativamente al PIB) que España: 31,8% Irlanda, 24,9% Suecia, 22,2% Finlandia, 23,4% Bélgica, 23,1% Austria y 22% Francia. Y a la cola de la inversión, claro, los paises más pobres, Grecia (11,7% de inversión sobre el PIB) y Portugal (16,2%).
La inversión ha caído más en España por dos razones. Una, el excesivo endeudamiento de las empresas (y del sector público), que les obligaba en 2007 a destinar un 72,2% de sus beneficios a pagar la deuda, dificultándoles invertir (hoy lo tienen más fácil, porque, tras devolver muchos préstamos, sólo destinan a pagar deudas el 33,2% de sus beneficios),según un estudio de la Fundación BBVA e Ivie. Y la otra, por la mayor caída del crédito en España a partir de 2007, tras una mayor crisis bancaria: en 2011, un 25% de las empresas españolas tenían problemas para financiarse e invertir. De hecho, la caída de la inversión ha sido mucho mayor entre las empresas españolas con restricciones de crédito, según ese estudio.
Con todo, la mayor caída de la inversión en España se ha dado en la inversión pública, que se ha desplomado a partir de 2009, por los recortes: si en 2009 (con el tirón inversor del Plan E de Zapatero, inútil para frenar la crisis), la inversión pública supuso un 5,1% del PIB (55.100 millones invertidos), cayó al 3,7% en 2011 (25.900 millones) y siguió bajando hasta otro mínimo del 1,9% del PIB en 2016 (23.000 millones de inversión pública), el mismo 1,9% que supondrá la inversión pública este año 2019 (26.300 millones). Eso significa que el Estado invierte hoy 30.000 millones menos al año que en 2009 y que el peso de la inversión pública en la economía (1,9% del PIB) ha caído a niveles de hace 50 años, según el Banco de España. Y otra vez más, la inversión pública tiene en España menos peso que en Europa, donde representa el 3% del PIB (un tercio más) y en paises como Suecia el 4,6%, según Eurostat.
Esto es el resultado de los recortes hechos por ZP y sobre todo por Rajoy para bajar el déficit público. De hecho, la inversión pública ha sido “la gran sacrificada con el ajuste”: si la inversión supone el 10% del gasto público, los recortes que ha sufrido suponen el 60% de todos los recortes hechos, según estima el Banco de España. Así que el ajuste se ha traducido en menores inversiones en investigación, en obras públicas, en carreteras y autovías, en infraestructuras hidráulicas (sequías e inundaciones) y de transporte (corredor ferroviario del Mediterráneo o trenes a Extremadura), en tecnología sanitaria y nuevos hospitales, en colegios e institutos (barracones), en viviendas públicas… Recortes que han reducido drásticamente la inversión pública y la privada, de las empresas que dependen de ella.
Al final, tenemos menos inversión que antes de la crisis y menos que Europa, sobre todo por el desplome de la inversión pública. Lo positivo es que, tras la crisis, la inversión es ahora “más sana”, más “productiva”, porque se dirige más a la compra de tecnología, maquinaria y transporte que al ladrillo, según un reciente estudio de la Fundación BBVA e Ivie. Antes, a principios del siglo, dos tercios de la inversión se dirigía a la construcción y al sector inmobiliario (más especulativos y menos “productivos”) y ahora, en 2018, sólo suponen el 50% de toda la inversión, mientras ha subido hasta el otro 50% la inversión en maquinaria, bienes de equipo, transporte, tecnologías de la información (TIC) y “activos inmateriales” (software y tecnología). Con todo, todavía necesitamos invertir más en estos “activos inmateriales”, que sólo suponen el 15% de la inversión total, muy lejos de los paises competitivos.
El problema ahora es que la inversión española se dirige a sectores más productivos pero donde la inversión es “menos duradera” que en el ladrillo. Son activos que se deterioran antes, que hay que reponer antes por exigencias de la competitividad. Y como consecuencia de este cambio, la inversión acumulada (el “stock” de capital) está más envejecido que antes. Y eso obliga a invertir más, para renovar equipos y maquinaria. Y si no se hace, “se frena el progreso técnico, al no incorporar equipos más innovadores”, lo que reduce la productividad, según refleja el estudio de la Fundación BBVA e Ivie.
Al final, el mayor problema de España no es tanto que nos falte capital (aunque se invierta menos ahora) como que nos falta conseguir una mayor productividad de ese capital. Porque aunque se ha mejorado, al invertir ahora más en máquinas que en inmuebles, todavía tenemos inversiones con baja productividad, menor que las de los paises punteros de Europa. Además, con grandes diferencias regionales: el capital privado se ha invertido con más rentabilidad en el País Vasco, Madrid, Cataluña y Navarra (por eso son los territorios más ricos) y con menos eficacia en Castilla y León y Castilla la Mancha, según el estudio de BBVA e Ivie. Por eso, el reto no es sólo invertir más, sino invertir en activos (maquinaria, equipos de transporte, tecnología, software) que sean más productivos. Se habla mucho de mejorar la productividad del trabajo, pero muy poco de mejorar la productividad del capital.
Y además, resulta clave para consolidar el crecimiento invertir más en toda España, no sólo “donde siempre”, porque la inversión está muy concentrada: el 60% de la inversión total se concentra en 4 autonomías (Cataluña, Madrid, Andalucía y Comunidad Valenciana), ahora igual que antes de la crisis, lo que ha mantenido “las 2 Españas”, según el informe de la Fundación BBVA e Ivie. Sólo destacan pequeños cambios, como que Madrid ha ganado peso como destino de la inversión (el 17% del total) y lo ha perdido Cataluña y el País Vasco, mientras atraen ahora más inversiones Castilla la Mancha, Murcia y Baleares y menos Castilla y León, Asturias, Extremadura y la Comunidad Valenciana.
Ahora, uno de los grandes retos de España es aumentar la inversión y su eficacia, su “productividad”, claves para competir mejor, crecer más y crear más empleo. Para ello, sería clave un Pacto de Estado en materia de infraestructuras, para recuperar la inversión pública, como ha pedido la patronal de infraestructuras Seopan. Y eso, porque si el Estado invierte “tira” de la inversión de las empresas que hacen las obras, tiene un efecto multiplicador sobre la inversión privada. La propuesta de Seopan es que España invierta 100.000 millones en la próxima década (10.000 al año, con inversión mixta, pública y privada) en 814 proyectos de infraestructuras prioritarios, relacionados con el transporte, las obras hidráulicas, el medio ambiente, el agua, los residuos, la logística, el acceso a las ciudades y la movilidad. Además, urgen inversiones públicas en centros de salud y tecnología sanitaria, colegios e institutos y vivienda pública para alquiler y venta (se hicieron 5.191 VPO en 2018, frente a más de 100.000 anuales entre 1957 y 1989). Y por supuesto, más inversiones públicas en tecnología, innovación y digitalización de la economía.
En paralelo, hay que fomentar la inversión privada productiva, facilitando el acceso de las empresas a la financiación (privada y pública, a través del ICO). Muchas empresas, sobre todo las grandes, no invierten suficiente porque destinan una parte creciente de beneficios a dividendos, “recompra” de acciones propias y compras de empresas, pero otras, las pequeñas y medianas, necesitan disponer de crédito barato para invertir más. Y el problema es que el 74,9% de las empresas que tienen “inversión negativa” (la inversión no cubre ni las amortizaciones necesarias) tienen problemas para financiarse, según otro estudio de la Fundación BBVA e Ivie. Y esa dificultad para financiarse (y para invertir) es mayor en las “microempresas” (menos de 9 trabajadores): la mitad tienen problemas para financiarse, un 17,9% tienen el grifo cerrado y otro 31,9% tienen restricciones, según el estudio.
Así que el futuro Gobierno debería conseguir que fluya más el crédito para nuevas inversiones (sobre todo a las pymes) y recaudar más ingresos para aumentar la inversión pública en tantas cosas que hacen falta, lo que “tiraría” de la inversión privada. Y todo ello, buscando invertir con eficacia, para mejorar la productividad de la economía y de las empresas, no en obras megalómanas ni en nuevas “burbujas”. Es la hora de la inversión, para apuntalar los cimientos de una recuperación en entredicho, el crecimiento y el empleo. No vale con crecer a costa del consumo, como hacemos. Lo duradero sería gastar menos, ahorrar algo más como país y dedicarlo a mejorar la inversión. Apostar por el futuro.
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