lunes, 9 de diciembre de 2019

Cumbre del Clima: urgen más recortes emisiones


Este viernes 13 se clausura en Madrid la Cumbre del Clima, que intenta comprometer al mundo  a un mayor recorte de las emisiones de gases contaminantes que el de la Cumbre de París (2015). Pero será muy difícil, porque China, USA, India, Rusia y Brasil (53,5% emisiones totales) no están por la labor, mientras Europa promete emisiones cero en 2050. Lo grave, según los científicos, es que si los recortes no empiezan en 2020 y reducen un 50% de emisiones para 2030 y todas en 2050, el deterioro del clima será irreversible, con graves efectos sobre los mares, los ecosistemas, la salud y la economía del mundo. Urge imponer  más impuestos a los que emitan CO2, subir impuestos carburantes, promover energías alternativas, cambiar el modo de producir y consumir. En España, alcanzar un Pacto verde de todos los partidos, con medidas y dinero. Pero, sobre todo, tenemos que cambiar nuestro modo de vida: menos coche, menos carne, menos consumismo. No hay Planeta B.

enrique ortega

Hace ya 40 años, en 1979, científicos de 40 países se reunían en la 1ª Conferencia Mundial del Clima (en Ginebra) y alertaban de las “tendencias alarmantes” sobre el Cambio Climático y la necesidad de actuar. Hoy, en la Cumbre de Madrid (COP25), tras decenas de reuniones, el mundo emite el doble de gases de efecto invernadero: 37,1 millones de toneladas equivalentes de CO2, frente a 19,59 millones en 1979. Y emitiendo más cada año, hemos llegado a una concentración histórica de CO2, un 20% mayor que en 1979: 407,8 partes por millón en 2018, según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), una concentración que no se daba en la Tierra desde hace 3 millones de años (se sabe por las burbujas de gas atrapadas en el hielo ártico), cuando la temperatura era 3ºC mayor y el mar estaba 15 metros más arriba. Y el 2 de diciembre, al inaugurarse la Cumbre de Madrid, la concentración de CO2 en la atmósfera ya había subido a 410,90, según se ve en esta web diariamente.


Y estas emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) son “culpa” del hombre: en  2011, los científicos Mark Huber y Reto Knutti, de la Escuela Politécnica de Zúrich, ya estimaron que “al menos tres cuartas partes del cambio climático en los últimos 60 años se debe a la actividad humana”. La mayor emisión es de CO2 (81% del total), que emiten sobre todo los transportes, las industrias, la generación de electricidad y los hogares, seguida del metano CH4 (11% de los GEI), emitido en sus dos terceras partes por la agricultura y ganadería, el óxido nitroso N2O (5% emisiones, desprendido por el transporte y la agricultura) y los hidrofluocarburos y partículas (2% GEI), emitidos por el aire acondicionado, los aerosoles y vehículos (PM10). Estos gases hacen como de “paraguas atmosférico” y provocan el calentamiento de la Tierra: la temperatura ya ha subido +1,1 ºC desde 1850 hasta hoy.


Este aumento de la temperatura de la Tierra se ha agravado en la última década, de un “calor excepcional”, según el último informe de la OMM presentado en la Cumbre de Madrid: las temperaturas del periodo 2010-2019 son las más altas registradas en la historia y 2019 será el segundo o tercer año más cálido desde 1850. Las consecuencias son evidentes. Primera, una subida del nivel del mar por el deshielo de los polos. El riesgo es que, a partir de 2050, se inunden cada año zonas costeras de Asia, América, Africa y Europa (Doñana, delta del Ebro, la Manga y municipios de Cádiz y Huelva), donde viven 300 millones de personas. Y se teme que, si no se toman medidas, el nivel del mar pueda subir 1 metro y más para 2100. Además, el aumento de la temperatura calienta el agua del mar y la concentración de CO2 lo acidifica, dos factores que deterioran los ecosistemas marinos (fitoplancton, corales, algas) y reducen la pesca, provocando su desplazamiento hacia el norte.


El segundo efecto del Cambio Climático, según el último informe de la OMM, es el aumento de los fenómenos meteorológicos extremos: olas de calor (en Europa en junio y julio de 2019, con 46º en Francia y 42,6º en Alemania), graves inundaciones (centro EEUU, norte de Canadá y Rusia, sureste de Asia y sur de Europa y Levante español en 2019), aumento de huracanes, tormentas tropicales y ciclones, mega incendios (California y Europa), y sequías (Africa, sudeste asiático y suroeste del Pacífico en 2019) que han provocado hambre en muchas zonas de Africa y Asia. Desastres meteorológicos que, según los científicos, serán cada vez más frecuentes y más graves. Y que provocarán “migraciones climáticas”: 140 millones de personas pueden verse obligadas a migrar en 2050, según el Banco Mundial.


El tercer efecto del Cambio Climático es la pérdida de vida en la Tierra: 1 millón de especies (animales, insectos y plantas), de los 8 millones que existen, están en peligro de extinción y podrían desaparecer en las próximas décadas si no se toman medidas para frenar la drástica pérdida de biodiversidad, según un informe publicado en mayo por la Plataforma intergubernamental sobre la Biodiversidad y los Servicios Ecosistémicos (IPBES), organismo impulsado por la ONU. El estudio, elaborado durante 3 años por 145 expertos de 50 paises, revela que están amenazadas más del 40% de las especies anfibias, casi un tercio de los arrecifes de coral, un tercio de los mamíferos marinos y un 10% de los insectos, que son claves para la polinización, de la que depende gran parte de nuestra agricultura. Y además, están amenazadas más de 1.000 especies de mamíferos domesticados. Estamos en puertas de “la 6ª gran extinción” de especies en la historia del Planeta.


Por si fuera poco, el Cambio Climático ya afecta seriamente a nuestra salud: la polución atmosférica y las emisiones causan ahora 7 millones de muertes “prematuras” (evitables) en el mundo (400.000 de ellas en Europa y 10.000 en España), según la Organización Mundial de la Salud (OMS), que advierte que el Cambio Climático no sólo provoca enfermedades respiratorias (cáncer de pulmón, asma, neumonía), sino que la contaminación pasa a la sangre y provoca también enfermedades cardiovasculares, infartos e ictus. Y el Cambio Climático, además de destruir la vida y el Planeta, va a destruir la economía, porque provoca pérdidas crecientes. Y si se sigue emitiendo como hasta ahora, el crecimiento del mundo (PIB) caerá entre un 15 y un 25% para 2100, según un estudio publicado en Nature.


A pesar de este apocalipsis en el horizonte, la mayoría de los paises siguen emitiendo más gases contaminantes: +1,7% en 2018 y +1,4% en 2017, tras tres años estables (de 2014 a 2016), según la Agencia Internacional de la Energía. Y los expertos creen que las emisiones volverán a subir un +0,6% este año 2019. Mientras, los paises esperan a 2020 para confirmar las reducciones de gases prometidas por 195 paises en la Cumbre de París (2015). Pero los científicos alertan que “el Cambio Climático va más rápido de lo esperado y que hay que hacer más ajustes de los previstos, porque si no, la temperatura de la Tierra subirá 3,2ºC a finales de siglo y las consecuencias serán catastróficas. Así que la consigna de esta Cumbre de Madrid es “más ambición”: hay que hacer recortes más drásticos (multiplicar por 5 los recortes previstos en 2015) y empezar a hacerlos ya, en 2020.


La propuesta de la ONU al mundo, reiterada en Madrid, es que los paises recorten un 50% sus emisiones entre 2020 y 2030 (sobre las de 1.990) y que tengan cero emisiones netas para 2050 (sólo se emiten los gases que se absorban). Es un reto tremendo, pero los científicos aseguran que es la única vía para que la temperatura no suba más de 1,5ºC (sobre la del periodo preindustrial) para 2100 (ya ha subido 1,1º). Y para lograrlo, la ONU propone una auténtica “reconversión energética: eliminar las ayudas al petróleo y el carbón (302.000 millones de euros vía subsidios en 76 paises, según la OCDE), no construir ninguna central de carbón a partir de 2020, fomentar las energías limpias y ayudar a los paises pobres y en desarrollo a reestructurar su esquema energético (con un Fondo del Clima de 100.000 millones de dólares). Además proponen poner un impuesto a los emisores de CO2, subir los impuestos a los carburantes y promover bonos e inversiones “verdes”.


Los paises que emiten más gases contaminantes no han aceptado el reto de la ONU, en particular China (26,8% emisiones), EEUU (13,1%), India (7%), Rusia (4,6%) o Brasil (2% emisiones), que no se plantean aumentar los recortes previstos en París o que incluso no tienen planes de rebaja de emisiones (EEUU, Rusia o Brasil). Frente a ellos, la Unión Europea lidera la lucha contra el Cambio Climático, tras ser el primer continente en declarar la “emergencia climática”, el pasado 28 de noviembre, en el Parlamento Europeo. La nueva Comisión Europea ya se ha comprometido a reducir sus emisiones un 50% para 2030 y alcanzar cero emisiones en 2050, como pide la ONU, aunque hay tres paises “discordantes” (Polonia, Hungría y República Checa) y no hay todavía un acuerdo unánime.


Además, la nueva Comisión Europea se ha comprometido a aprobar en marzo de 2020 una Ley Climática europea (“European Green Deal”) para conseguir estos drásticos recortes de emisiones, movilizando 1 billón de euros de inversiones (públicas y privadas) en la próxima década. Empezarán creando un Fondo de 35.000 millones para financiar el cierre de las minas y centrales de carbón en Europa para 2030 (que suprimirá 160.000 empleos) y se contemplan 70 medidas, como la subida del impuesto al CO2 (hoy se pagan 25 euros por Tm y podría duplicarse y triplicarse), incluyendo en este mercado (donde hay 11.000 industrias europeas que pagan por el CO2 que emiten) a las compañías aéreas, con lo que subirían los billetes de avión. Además, reforzarán las ayudas a los coches y camiones eléctricos y destinarán el Banco Europeo de Inversiones (BEI) a financiar la “reconversión verde”. Y ya hay 100 académicos y 60 asociaciones que han pedido al Banco Central Europeo (BCE) que no compre activos (bonos y deuda) de empresas europeas que contaminen.


Está muy bien que Europa lidere esta lucha más decidida contra el Cambio Climático, pero será poco efectiva mientras no se sumen China (gran consumidor de energías fósiles y a la vez líder en energías renovables y coches eléctricos) y EEUU (dependerá de que Trump pierda las elecciones en noviembre 2020, aunque hay Estados, empresas e instituciones que ya están tomando medidas: “Estamos dentro”, ha dicho la demócrata Nancy Pelosi en Madrid). Pero hace falta que en el G-20, en la Organización Mundial del Comercio (OMC) o en la OCDE se aprueben medidas que afecten a todos los paises, como la creación de un mercado mundial de CO2 (donde los paises e industrias que emiten más paguen y los que emiten menos cobren), junto a un posible arancel o impuesto a las importaciones de paises que no reduzcan emisiones (medida propuesta por Macron). Y sobre todo, que las grandes empresas vean la ventaja (económica y de imagen) de reducir emisiones, como ya han hecho Volkswagen o Repsol, que prometen cero emisiones para 2050


En España, lo urgente es que el próximo Gobierno (si lo hay: tampoco es fácil) promueva un gran Pacto verde, con todos los partidos, empresas y entidades, para reducir las emisiones de gases contaminantes: en 2018 eran un 15,4% superiores a las de 1990, con lo que habría que reducirlas un 65,4% para 2030, un objetivo casi imposible. El punto de partida puede ser el Plan Nacional integrado de Energía y Clima 2021-2030 (PNIEC), enviado en febrero a Bruselas por el Gobierno Sánchez, aunque ahora tendría que ser más ambicioso, dado que en ese Plan se contempla reducir las emisiones un 21% para 2030 (sobre las de 1990). El Plan contempla el cierre de las minas y centrales de carbón para 2030, que el 100% de la electricidad sea renovable en 2040 (hoy es el 35,75%, según REE), aumentar los vehículos eléctricos y reducir el consumo de petróleo, carbón y gas en la industria y los hogares, así como reducir las emisiones en la agricultura y la ganadería.


Para saber cómo reducir las emisiones de gases contaminantes, hay que saber quién contamina. En 2018, según las estadísticas oficiales, el transporte fue “el primer culpable”, al emitir el 27% de los GEI en España. Le siguieron la industria (19% emisiones), la generación de electricidad (17%), la agricultura y ganadería (12%) y los usos residenciales (9% los  hogares, comercios e instituciones), junto a la gestión de residuos (4,1%), la maquinaria agrícola, forestal y pesquera (4%), las refinerías (3,5%), los gases fluorados de refrigeración y aire acondicionado (1,8%). Así que nos la jugamos en reducir emisiones en el transporte (carretera y aviación), la industria, la electricidad y el campo.


Es evidente que para que la industria, las eléctricas o los coches consuman menos combustibles fósiles y contaminen menos habrá que penalizar las emisiones subiendo impuestos. Por eso, resulta clave subir el coste del CO2 emitido (hoy 25 euros/TM), tanto a las cementeras, empresas de aluminio o centrales eléctricas. Y en paralelo, penalizar el gasóleo y la gasolina, subiéndoles impuestos para que se consuman menos carburantes y los conductores se pasen a los coches eléctricos (con más ayudas y “enchufes”). Hoy, los impuestos que paga el gasóleo (58,97 céntimos por litro) y la gasolina (69,81 céntimos/litro) son distintos y más bajos que en Europa (73,30 céntimos paga de impuestos el gasóleo y 86,73 céntimos la gasolina). Con estos ingresos por “impuestos verdes” se podrían pagar parte de las ayudas e inversiones que hacen falta para la “reconversión verde”. Pero además, harán falta enormes inversiones públicas (algunas vendrán de la UE) y privadas, así como financiación de la banca para proyectos verdes (hoy casi inexistente).


En total, el Gobierno Sánchez estima que hará falta invertir 235.000 millones de euros en la reconversión verde entre 2021 y 2030, un 20% con fondos públicos y el 80% restante privados. Eso va a suponer, además, cierres y despidos (minería, centrales, empresas obsoletas), pero se abren también oportunidades para “nuevas empresas verdes (donde España tiene multinacionales muy competitivas) y nuevos empleos: se podrían crear entre 250.000 y 364.000 en la próxima década, según el Plan del Clima. Y además, esta costosa reconversión verde, sería un “empujón” para el crecimiento: un 1,8% más de PIB para 2030.


Tener una energía más limpia supondrá al principio pagarla más cara, desde el gasoil a la luz, aunque a medio plazo bajarán los costes, porque las energías alternativas acabarán siendo  más eficaces y más baratas. Pero, sobre todo, la reconversión verde obliga a un cambio drástico en el sistema económico y en nuestro modo de vida. No vale con que reciclemos un poco o no usemos bolsas de plástico. Tenemos que modificar nuestras costumbres: no vale apoyar la lucha contra el Cambio Climático y usar el coche hasta para comprar el pan, consumir a destajo (en el Black Friday o Navidad), tener la calefacción o el aire a tope y todo encendido, coger el avión lo más posible o comer alimentos importados y carne casi todos los días (producir un filete de 200 gramos emite tanto como viajar en coche 100 km). Hay que vivir de otra manera y eso cuesta. Pero no tenemos otro camino: no hay un Planeta B.

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