jueves, 28 de noviembre de 2019

Cae el crédito a empresas y familias


Otro indicador del “enfriamiento” de la economía: hay menos demanda de crédito. Las peticiones de crédito de empresas y familias han caído en el tercer trimestre, algo que no pasaba en España desde 2013. La razón es doble. Primero, los bancos redujeron los préstamos personales, porque estaban “peligrosamente disparados” (según el Banco de España), y las hipotecas, porque ahora tienen más costes. Pero después, a partir del verano, son las familias y las empresas las que se retraen a pedir créditos, porque no ven claro el futuro. Endeudarse menos es bueno, pero el riesgo es que con ello caiga el consumo y, sobre todo, la inversión empresarial, clave para el empleo. Y también, que si tienen menos negocio, lo sufran los bancos y algunos entren en crisis. De momento, reaccionan a la caída del crédito con más despidos y cierre de sucursales. Y nos cobrarán más comisiones desde enero. Así que la caída del crédito es otro nubarrón más en el horizonte de la recuperación.


enrique ortega

España es un país “adicto al crédito”, uno de los paises más endeudados del mundo: estamos en el puesto 15º en el ranking mundial de deuda pública y privada, según McKinsey Global. Y este endeudamiento es hoy mayor que antes de la crisis, aunque su peso en la economía se ha reducido algo: en 2008, la deuda total de España era de 2.612.158 millones de euros (el 235% del PIB) y en 2018 ha sido de 2.763.647 millones (el 228% del PIB). El gran cambio en la última década ha sido que el Estado ha triplicado su deuda (de 440.620 millones adeudados en 2008 pasó a 1.173.107 millones en 2018) mientras reducían su endeudamiento las empresas (un -29,77%: de 1.261.000 millones que debían en 2008 a los 885.531 millones en 2018) y las familias españolas (un -22,57%: de 910.158 millones adeudados en 2008 a 705.009 en 2018).


En definitiva, que las empresas y familias españolas han aprovechado la última década para dedicar beneficios e ingresos a devolver deuda y no pedir mucha más, mientras el sector público (Estado, autonomías y Ayuntamientos) se endeudaban para financiar sus déficits, provocados por la crisis (menos ingresos y más gastos). Este desendeudamientode empresas y familias es bueno, porque les quita una losa de pagos y les permite invertir más y consumir más, dos motores claves del crecimiento y del empleo. Pero en la segunda mitad de 2018 y en 2019, las empresas y familias volvieron a endeudarse, olvidando los “malos tiempos” y  aumentando su saldo de crédito. Sin embargo, a partir de este verano, “no lo han visto claro” (temor a otra crisis) y se han retraído de pedir nuevos créditos: las empresas desde abril y las familias desde junio.


El resultado es que la demanda de crédito ha caído durante el tercer trimestre de 2019, según el Banco de España, algo que no pasaba desde 2013 (en lo peor de la crisis). La demanda total de crédito, estancada desde mayo, cayó un -0,4% en septiembre, cuando crecía el 5,5% un año antes. Y cae mucho más la demanda de crédito de las empresas, un -1,1% en septiembre frente al 3,5% que crecía su endeudamiento un año antes. Las familias siguen endeudándose, pero el crédito que piden para el consumo creció sólo un 5% en septiembre (frente al 19,3% que creció un año antes) y las nuevas hipotecas sólo crecían un 0,2% en septiembre (frente al 12,5% que crecían un año antes). En definitiva, que el crédito, que parecía recuperarse, se ha vuelto a aletargar. 


¿Qué está pasando? La caída del crédito desde el verano es fruto de dos causas. La primera, una mayor “prevención” de la banca a prestar a las familias, empujada por el Banco de España (que les alertó del “excesivo” aumento de los créditos personales, que aumentaron un 17% en 2018), el aumento de la morosidad (un aumento del 25% en los clientes que no pagan) y, sobre todo, los cambios legales en las hipotecas, que ahora son “menos rentables” para la banca. El 16 de junio de 2019 entró en vigor la nueva Ley Hipotecaria, que obliga a las entidades a unos criterios más estrictos en la concesión de hipotecas y a asumir gastos e impuestos que antes pagaban los clientes. Además, en septiembre, el Tribunal Supremo dictaminó que los bancos no podrán ejecutar una hipoteca hasta que el cliente cumpla un año de impagos. Factores todos que han frenado las hipotecas.


Además, hay otra causa que explica la caída del crédito: los temores a “otra crisis” han hecho que las familias se piensen mucho más el pedir un crédito, tanto para consumo como para comprar una vivienda, cuyas ventas también se han “enfriado” (de enero a agosto se han vendido 8.000 viviendas menos que el año pasado, un 2,2% de caída, algo que no sucedía desde 2014). Y las empresas, preocupadas por la caída del consumo y de las exportaciones en el tercer trimestre, también se han retraído a la hora de pedir préstamos para ampliar su actividad.


El resultado es que ha caído el crédito en los últimos meses. Las empresas, que acabaron 2018 con 885.778 millones de deuda, la aumentaron hasta los 897.584 millones en abril, pero luego se han “desendeudado” y debían 894.427 millones en septiembre de 2019, según el Banco de España. Y eso que las empresas están en mucha mejor situación para endeudarse que antes, porque sus beneficios han aumentado un +13,7% desde 2008 (509.687 millones en 2018). Eso supone que ahora sólo destinan un tercio de sus beneficios a pagar la deuda, cuando en 2008 les comía el 72% de sus ganancias, según un estudio de la Fundación BBVA e Ivie. Pero, a pesar de eso, han frenado su endeudamiento y, con ello, sus proyectos de inversión, lo que es preocupante para el crecimiento y el empleo.


En cuanto a las familias, han frenado sobre todo la petición de créditos personales: sólo han pedido 26.236 millones entre enero y septiembre, un 3,6% más que el año pasado, cuando en todo 2018 estos créditos aumentaron un 17%, según el Banco de España. El crédito con tarjetas crece un 5% en los 9 primeros meses y donde más se nota el parón es en las hipotecas: se han concedido 31.250 millones entre enero y septiembre de 2019, sólo un 1,8% más que el año pasado, cuando en todo 2018 el dinero prestado con hipotecas creció seis veces más, el 10,8%, según los datos del Banco de España.


Al final, este “enfriamiento” del crédito tiene una parte positiva (menos “agobio de pagos” por intereses para familias y empresas) pero tiene otra parte muy negativa: si las familias no se endeudan, muchas consumen menos y compran menos viviendas, lo que retrae el crecimiento (y el empleo). Y si las empresas no se endeudan, les será más difícil invertir en maquinaria, tecnología y mano de obra, lo que reduce su productividad y frena el crecimiento y el empleo. Además, esa menor demanda de crédito de las que pueden pedirlo se suma a las muchas empresas que tienen problemas para financiarse, con lo que tampoco invierten. De hecho, el 20% de las microempresas (1-9 trabajadores) españolas (hay 1.143.000 microempresas, que aportan el 20% de todos los empleos) no tienen acceso al crédito y otro 51% tienen problemas para conseguirlo, según un estudio del BBVA e Ivie


Pero hay otra consecuencia más del frenazo del crédito: el daño a la banca, cuyo negocio es prestar. Además, si tienen exceso de liquidez (porque les piden menos crédito), el BCE ahora les penaliza, porque les cobra por los depósitos que tienen en el Banco Central Europeo (un 0,5%). Y además, como los tipos están bajos, les han bajado los márgenes. El resultado es que los 6 grandes bancos españoles (Santander, Caixabank, BBVA, Bankia, Sabadell y Bankinter) han tenido una bajada de sus beneficios: 7.536 millones en el primer semestre de 2019, un 11,19% menos que en la primera mitad de 2018. Y de seguir el crédito débil y si volvemos a entrar en crisis, alguno podría volver a tener problemas (y el rescate lo pagaríamos todos). Pero no hay que llegar a tanto. La situación actual ya nos afecta, por tres vías que buscan los bancos para ajustar sus cuentas: despidos, cierre de oficinas y más comisiones


Ante los tipos bajos y el debilitamiento del crédito, los grandes bancos ya han anunciado más cierre de oficinas y más despidos (que ellos disfrazan como “jubilaciones anticipadas). Ya entre 2007 y 2017, la banca española cerró un tercio de sus oficinas (el 38%) y redujo casi un tercio su plantilla (un 31%). Y sigue por ese camino.  En el primer semestre de 2019, la gran banca cerró 426 oficinas y redujo su plantille en 2044 personas. Y en 2020, Sabadell prevé cerrar 200 oficinas más, BBVA otras 195 y Santander completar el cierre de las 1.200 previstas, lo que se unirá  a un recorte de plantilla de 6.200 personas más. Y la tercera medida será aumentarnos las comisiones, que ya les aporten una cuarta parte de los ingresos totales. De momento, Santander, BBVA y Sabadell ya han anunciado a sus clientes que les subirán las comisiones en enero, sobre todo a los clientes menos "vinculados".


Ahora, los expertos creen que el crédito volverá a caer en el cuarto trimestre de 2019, porque sigue la incertidumbre económica internacional y no se despeja la incertidumbre política en España, lo que disuade a empresas y familias a endeudarse. Es posible que se recupere algo el crédito a las familias, porque los bancos “necesitan con urgencia prestar”. Por eso, están metidos en una cierta “guerra de créditos”, sobre todo para vender hipotecas, aprovechando la subida de los alquileres  (cuanto más altos, más compensa comprar casa) y los bajos tipos de interés (el Euribor lleva meses en negativo y ha caído del -0,116% en enero al -0,304% en octubre). Además, los bancos “ganan mucho” con las hipotecas, porque los tipos que cobran son de los más altos de Europa (el 2,04% TAE en septiembre, frente al 1,78% en la zona euro, según el Banco de España) y porque la hipoteca les permite “tener un cliente cautivo 25 años”, que le reporta otros ingresos vía nómina, domiciliación de recibos, tarjetas, seguros y cobro de múltiples comisiones. Eso sí, cada vez más, la banca “elige” a quien concede las hipotecas, personas con trabajo estable y sueldos “decentes”. 


En los créditos al consumo (compra coche, muebles, vacaciones...), los bancos van a ser más cautelosos (son créditos más “peligrosos”, con más morosidad), aunque también los necesitan para mantener su negocio, sobre todo porque son muy rentables: los bancos españoles cobran por ellos un 8,04% TAE (recordemos que el precio oficial del dinero es el 0%), bastante más que el 5% que cobran los bancos de la zona euro, según el Banco de España. Y sobre todo, les interesa el negocio de las tarjetas, donde cobran un 19,67% TAE por el dinero disponible (tarjeta revolving), frente al 16,61% en la zona euro.


Lo que no parece posible es que los bancos apuesten por prestar a las empresas, algo de lo que salieron muy “escaldados” con la crisis. En unos casos, las empresas grandes, no acuden a financiarse a los bancos y lo hacen “en los mercados”, emitiendo bonos y deuda que ahora pueden colocar barata. Y en el caso de las pymes y microempresas, se junta el que ellas no se atreven a endeudarse con que tienen muy difícil conseguir un crédito. El resultado es que no invierten: el 75% de las empresas que necesitarían invertir tienen problemas para financiarse, según el estudio de la Fundación BBVA e Ivie. Y si las empresas no invierten, no se renuevan ni crean empleo. Y con ello, España sigue a la cola de la competitividad  en Europa, tenemos el doble de paro y menos renta.


Al final, el enfriamiento del crédito es otro indicador clave de que la economía se debilita, aunque siga creciendo. Es una locura endeudarse como lo hicieron empresas y familias en los años de “vacas gordas”. Pero no endeudarse, sobre todo las empresas, ahora que tienen cuantiosos beneficios y deberían modernizarse para afrontar una competitividad global, es un suicidio a medio plazo. Habría que “desatascar” los mecanismos del crédito, para que las pymes lo consigan y también las familias que lo necesiten. Es una tarea del BCE, del Banco de España y del próximo Gobierno. Que el exceso de liquidez y los tipos bajos ayuden a invertir y crear empleo, no a esterilizarse en depósitos y en la Bolsa. Que fluya el crédito.

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