A principios de año, la desconocida ministra de Sanidad soliviantó a los pensionistas al decir que
estudiaban subir el copago farmacéutico
a los que ganaban más de 18.000 euros.
Quedó en un globo sonda, pero hay un
serio problema detrás: el gasto
farmacéutico aumentó en 2016, por tercer
año consecutivo, tras los recortes de 2010 a 2013. Y el gasto va a seguir subiendo, porque cada vez hay más viejos que viven más años y los tratamientos
son más caros (por ejemplo, los
del cáncer). Y eso aunque España sea
el 2º país europeo con menor gasto
farmacéutico y el 6º con los
medicamentos más baratos (las
medicinas cuestan como una cerveza), al
haber forzado el Gobierno su bajada, lo que resulta negativo para la
investigación y provoca desabastecimientos. Hay que afrontar en serio el problema, ahorrando donde se pueda pero
sabiendo que alargar la vida tiene un alto coste en medicamentos que hay que
financiar como sea. No “racaneen” con la salud.
enrique ortega |
2016 fue el tercer año consecutivo en que subió el gasto farmacéutico, tras las medidas adoptadas por Zapatero y Rajoy
para reducir el gasto en recetas, que llegó a un máximo de 12.505 millones en 2009. A partir de
2010 empezó a bajar y sobre todo en 2012, al aprobar el Gobierno Rajoy en julio
el
copago farmacéutico (del 10% los
pensionistas al 40-60% los activos) y en agosto la no financiación de 425
medicamentos (el
“medicamentazo”), además de la rebaja de los precios de referencia desde 2010. Con todo ello, la factura en
recetas bajó a un mínimo de 9.183
millones de euros en 2013. Pero luego ha vuelto a subir, en los últimos
tres años, cerrando 2016 con un gasto en recetas de 9.912 millones de euros.
Un mayor gasto que se debe, básicamente, a que cada vez hay más viejos (cada año hay 120.000 nuevos
jubilados), que viven más años y
aumentan las enfermedades crónicas.
Pero hay más gasto en medicamentos que el de las recetas que
llevamos a la farmacia. En los últimos años ha crecido mucho el gasto farmacéutico en hospitales, sobre todo en 2015, por la inclusión de los
nuevos medicamentos contra la hepatitis C
(que costaron 1.090 millones ellos solos). Así, en 2015 se llegó a un récord de
gasto hospitalario en recetas de 6.537 millones (+25,92%), al que se sumaron
otros 3.200 millones de productos farmacéuticos sin receta. Y aunque en 2016
este gasto ha bajado (el tratamiento de la hepatitis C costó sólo 421
millones), son otros 10.500 millones de gasto farmacéutico hospitalario,
que sumados a los 9.912 del gasto en recetas en farmacias supera ya los 20.000 millones de gasto farmacéutico público, el 30% de todo el gasto sanitario público
que se hace en España.
Con todo, aunque sube el gasto farmacéutico en España, en farmacias y hospitales, todavía es muy inferior al del resto de Europa.
El gasto público farmacéutico por habitante es un 25,3% inferior a la eurozona, según los
últimos datos de la OCDE. Y gastamos menos en fármacos porque consumimos menos medicamentos y además porque las medicinas son aquí más baratas. En cuanto al consumo, España es el 2º país de la eurozona con menos consumo anual de medicamentos por
habitante, según datos de Farmaindustria: 998 unidades frente a 1.123 en la UE-19, un 11%
menos de consumo farmacéutico (un 24% menos que Alemania y un 37% menos que
Francia). Y en cuanto al precio,
con las bajadas forzadas por los distintos Gobiernos desde 2010, España es el 6º país europeo con las medicinas más
baratas, tras los 3 paises bálticos, Eslovaquia y Portugal : cuestan 0,20
euros por unidad standard, frente a 0,24 euros en la eurozona (+16%) y 0,22
euros en Francia o Italia.
Con ello, aunque ha
subido el gasto farmacéutico total en España, el gasto por receta se ha estabilizado en los últimos 17 años: era de 10,98
euros por receta en 1999 y ha cerrado en 10,99 euros en 2016. Esto se debe al abaratamiento de muchos medicamentos y a
la fuerte penetración de los genéricos (79,5% de las unidades
y el 53,7% en valor) frente a los medicamentos
de marca. Con ello, el 51% de
los medicamentos que se recetan cuestan ya menos de 3,5 euros y pagamos por ellos 1,40 euros o menos
(los pensionistas). Así que la mayoría de medicinas cuestan lo que una cerveza y bajando… Esto es bueno para el
bolsillo, pero malo para la salud.
Primero porque a los laboratorios
les compensa cada vez menos investigar en España y prefieren instalarse en
paises europeos con las medicinas un 25% más caras. Segundo, porque ese bajo
precio fomenta las exportaciones y el trasvase ilegal de medicamentos a otros
paises, provocando desabastecimiento de algunas
medicinas (ahora hay 240 fármacos “en falta”, según se ve en esta web de la Agencia española del Medicamento). Y en tercer lugar,
si los fármacos son demasiado baratos,
se hunden las cuentas de las farmacias
(facturan más recetas pero ingresan menos), un
eslabón clave de la asistencia sanitaria en España. De hecho, de las 22.000
farmacias, hay 3.000 al límite de su
viabilidad económica, según la patronal FEFE, sobre todo en las zonas rurales.
Volviendo
al gasto farmacéutico, todo apunta a
que seguirá creciendo más en el futuro en todo el mundo, como anticipa el último informe de la OCDE. Y más en España,
porque será a medio plazo el país más envejecido de Europa: si
los mayores de 65 años suponen hoy el 18,2% de los españoles, serán el 25% en 2029 y el 38,7% en 2064, según las previsiones del INE. En paralelo,
también aumentará la esperanza de vida
(de 82,8 a 92,6 años), con lo cual habrá más ancianos que vivirán más años y
por tanto consumirán más fármacos. Y un tercer factor de mayor gasto
será el aumento de las enfermedades
crónicas: un 45% de los adultos padecen ya hoy algún mal crónico (hipertensión, diabetes, artrosis,
colesterol, reumatismo, asma, alergias…) y este porcentaje aumentará por encima del 60% en el
futuro.
Pero
lo que más preocupa cara al futuro gasto
farmacéutico son los costosos tratamientos de algunas enfermedades, en
particular el cáncer (que sufrirá uno de cada dos españoles que nacen ahora), las enfermedades autoinmunes,
el VIH o la esclerosis múltiple. Cada vez hay más investigación y se aprueban
nuevos tratamientos innovadores, muy costosos. El ejemplo más preocupante son
los nuevos fármacos contra el cáncer,
que suponen ya el 16,9% de la factura farmacéutica de los paises desarrollados
(aunque sólo un 12,2% del gasto farmacéutico total en España). Cada vez aparecen nuevos tratamientos (1/3 de los
fármacos innovadores son oncológicos), más caros: si España quiere incorporar
las nuevas terapias oncológicas que se aprobarán hasta 2020, tendríamos que aumentar el gasto en 1.000 millones los próximos 5 años, según la consultora IMS Health. Y lo mismo con muchas otras enfermedades.
El
problema de cara al futuro es que la
industria farmacéutica avanza a toda velocidad y muchos paises, como
España, no pueden pagar los nuevos tratamientos. La consecuencia es que los
Gobiernos retrasan la aplicación de los nuevos fármacos. Y en España,
las autonomías y hasta los propios hospitales, que son los responsables
finales de introducir o no un nuevo medicamento. En consecuencia, el enfermo grave se enfrenta a la “lotería” de si el último medicamento aprobado, que puede
alargar su vida, se lo darán o no en su
hospital. De hecho, los oncólogos de
144 hospitales públicos de toda España han
denunciado que la introducción de
algunos medicamentos oncológicos se
retrasa entre 8 meses en
Andalucía, 17 en Aragón, 27 en Asturias o 58 meses en Castilla y León. Y además, el Tribunal de Cuentas y la Comisión de la Competencia (CNMC)
denuncian que el sistema público de aprobación de nuevos fármacos (en autonomías y hospitales) es opaco y discrecional, sin informes que
rindan cuentas con transparencia.
Así
que los laboratorios presionan con nuevos fármacos a precios desmesurados, sin que los Gobiernos, aisladamente, puedan
forzar bajadas (como defiende la OCDE). Y las autonomías y
hospitales tratan de ahorrar, retrasando su aplicación, a costa de
la salud de los pacientes. Un mecanismo
infernal que habría que romper con una selección muy rigurosa de los nuevos
tratamientos (aprobando sólo los realmente eficaces, como propone la OCDE) y buscando más recursos para pagarlos. El FMI acaba de proponer a España introducir nuevos “copagos” en la
sanidad, pero este sistema de “copagos”
es doblemente injusto: afecta más a los que menos ingresos tienen, a los ancianos
y a los enfermos crónicos. Parece más justo aumentar la recaudación fiscal
(España ingresa por impuestos 50.000 millones menos que la media de
Europa, según la Comisión Europea) y dedicar más
recursos públicos al gasto farmacéutico, ya que es un 25,35 inferior al de
la eurozona. Y también gastamos menos en
Sanidad, 13.200 millones menos de gasto público al año que la media de la eurozona, según Eurostat.
Pero
no sólo hay que gastar más en
medicamentos, para afrontar el envejecimiento de la población, el aumento
de los enfermos crónicos y los costosos nuevos tratamientos oncológicos y otros
fármacos innovadores. También hay que racionalizar el gasto farmacéutico,
para reducir en lo posible las recetas injustificadas, sobre todo de
antibióticos, sedantes y estimulantes. De hecho, España está entre los tres
paises europeos con mayor consumo de antibióticos: uno de cada dos españoles ha tomado antibióticos en el
último año y uno de cada dos pacientes hospitalizados reciben antibióticos,
según el Ministerio de Sanidad, que considera inadecuadas entre el 40 y el 50% de las prescripciones
de antibióticos tanto en atención primaria como en hospitales. Un abuso que
no sólo sube el gasto sino que crea un problema de resistencia a los antibióticos (superbacterias),
que será en 2050 la primera causa de muerte en el mundo (10 millones de
fallecimientos), por delante del cáncer (8,2 millones). Y también hay abuso en
el consumo de sedantes y estimulantes, con
y sin receta.
Urge racionalizar el gasto farmacéutico, reduciendo
el gasto innecesario (antibióticos
injustificados, ansiolíticos y estimulantes) y aumentando
el gasto imprescindible (que salve y aumente vidas), con más ingresos. Y es
imprescindible negociar a nivel europeo con los poderosos
laboratorios la implantación de nuevos
tratamientos innovadores, para que no hundan los Presupuestos públicos. También
hace falta revisar
los copagos, pero no para
subirlos como se plantea otra vez el Gobierno Rajoy , sino para reducirlos al mínimo, como puro elemento disuasorio que evite el
despilfarro de recetas (acumular “botiquines”
en casa), porque se ha demostrado que el copago afecta negativamente a ancianos y enfermos crónicos
(concentran el 50% del copago), que retraen sus tratamientos de medicinas (a
costa de un mayor gasto sanitario posterior, porque recaen).
Ya pagamos impuestos para que nos atiendan
en los hospitales y nos den los fármacos adecuados, no hace falta pensar en
más copagos que supongan pagar por partida doble los medicamentos. Pero sí
habría que plantear una estrategia de futuro para los medicamentos, para estimar la factura que se nos viene encima y cómo
pagarla, huyendo de trampas como retrasar la aplicación de los nuevos
fármacos para no disparar el déficit. No
podemos “racanear” con los tratamientos farmacológicos necesarios y
arriesgarnos a que alguien se muera o viva menos por falta de fondos
públicos. Es un tema muy serio que hay que afrontar cuanto antes, con
planificación y más recursos, sin recortes ni demagogia. Nos jugamos la vida en ello.
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