Hoy, España ha
evitado caer en la deflación : doce meses seguidos con inflación anual
negativa. Los precios llevaban 11 meses cayendo, pero este mes de junio, la inflación anual ha subido al +0,1%. Es casi deflación, pero oficialmente no. Con todo, los precios en España están por los suelos, mientras en Europa, los precios han comenzado a subir, tras
cuatro meses cayendo. En mayo, sólo España y otros 7 países tenían inflación negativa
(Grecia, Chipre y cinco del Este), todos con serios problemas económicos. Porque
la baja inflación es un claro síntoma de que la economía está débil y las empresas, para vender, tienen que “tirar
los precios”. Algo bueno para las familias, pero negativo para el país porque bajan los márgenes de las empresas, se
crea menos empleo y cuesta más hacer frente a las enormes deudas de familias, empresas
y el Estado. Sólo reanimando la economía,
el consumo y la inversión se pueden reanimar
los precios y asegurar más crecimiento y más empleo. Pero eso exige otra política, en Europa y en España.
enrique ortega |
España siempre ha
tenido una alta inflación (llegó al 26,4% en 1977), fruto de contar con unas empresas menos competitivas,
que necesitaban vender más caro para ganar lo que el resto. Con la entrada en el euro y la mayor apertura al
exterior, las empresas ajustaron sus precios para competir (inflación en
torno al 3% desde 1999), sobre todo a
raíz de esta crisis. Y eso les llevó a recortar plantillas (-3,8 millones de empleos perdidos) y sueldos (han bajado del 10 al 20%), como vías para rebajar costes y poder vender con precios más bajos, dentro y
fuera de España. Así, en 2009, España
ya tuvo 8 meses de inflación anual negativa (entre marzo y octubre), con un
suelo de -1,4% en julio 2009. Luego
se recuperó, llegando a un pico del 2,1% de inflación en junio de 2013, para
bajar después y caer desde julio de 2014 (-0,3%), con 11
meses seguidos en negativo, hasta este junio de 2015, en que los precios han subido tres décimas y la inflación anual se sitúa en positivo (+0,1%), por primera vez desde junio de 2014 . Con ello,
España ha evitado caer en la deflación, según la definición del FMI (dos semestres en negativo).
Cuando los precios bajan, es un claro
síntoma de que la economía está enferma.
Es lo que pasó cuando la Gran Depresión en EEUU: los precios cayeron un 24%
entre agosto de 1929 y marzo de 1933. Luego, la situación se
repitió en Japón, donde los
precios cayeron un 25% entre 1995 y 2013, o en Suecia (finales de los años 80). En Europa, el riesgo de deflación ha estado
presente a principios de este año, al caer
los precios entre diciembre 2014 y
marzo 2015, pero la situación ha mejorado, al estabilizarse los precios en
abril (inflación anual 0) y subir por
primera vez en mayo (+0,3%), gracias a la actuación del Banco Central Europeo (BCE),
que se ha lanzado a reanimar la economía inyectando liquidez con la compra de deuda pública. Pero la inflación sigue muy baja,
muy por debajo del objetivo del 2%, porque
la economía europea está estancada y
apenas crece: un
+0,4% en el primer trimestre de
2015 y sólo un +0,3% en Alemania, Italia o Reino Unido, con +0,6% Francia y
+0,9% España.
Los precios se
recuperan despacio en Europa pero
todavía hay 8 países que tenían inflación anual negativa en mayo, según Eurostat : Chipre (-1,7%), Grecia (-1,4%), Eslovenia (-0,8%). Polonia
(-0,6%), Bulgaria y España (-0,3%), Lituania y Eslovaquia (-0,1%). Un pelotón
de países con serios problemas económicos, que obligan a
sus empresas a vender tirando precios
para sobrevivir. Enfrente, los países
europeos que ya han salido de la crisis lo reflejan en subidas de precios: Austria (+1%), Suecia (+0,9%), Bélgica (+0,8%), Alemania y
Holanda (+0,7%) e incluso Francia (+0,3%) y Reino Unido (+01%). En todos los
casos, la bajada del petróleo y la fortaleza del euro hasta febrero (facilitando la deflación
importada) han ayudado a subir los precios, pero la clave está en un mayor
consumo y crecimiento. Y aunque España crece más que la mayoría de Europa, es a
costa de “tirar los precios”. Las previsiones, del Gobierno,
el FMI o la Comisión Europea, apuestan por que tendremos
inflación anual negativa (con altibajos) hasta finales de 2015 (entre
-0,4% y -0,7%).
Siempre se piensa que tener
los precios bajos (o incluso negativos) es bueno, porque podemos comprar
más con nuestros ingresos y ahorros. Y además, tener precios bajos permite
a las empresas competir mejor fuera, exportar
mejor. Todo esto es verdad. Pero los
precios muy bajos o negativos tienen tres graves problemas. El primero, que la baja inflación lleva a los consumidores a retrasar sus compras (más si les
recortan sus ingresos), pensando que comprar mañana será más barato. Y con
precios muy bajos, las empresas ganan menos, invierten menos, no crean empleo y pueden acabar cerrando.
Por otro lado, la inflación baja o negativa es mala para los que tienen deudas: si los tipos de interés están al 3% y la inflación
es del 2%, estamos pagando unos tipos reales del 1%. Pero si la inflación está
al -0,2%, pagaremos un tipo real del 3,2%, más del triple. Un dato real: España paga hoy su deuda pública a 10 años
al 2,27%, con una inflación del -0,3%, lo que supone pagar un tipo real del 2,57%, superior al que pagaba en 2011, cuando los
tipos estaban más altos (al 6%) pero como la inflación era elevada (3,8%), el
tipo de interés real que se pagaba era menor que ahora (6-3,8%=2,20%). En
definitiva, que con baja inflación, cuesta más pagar las deudas. Y esto es más grave para España, donde el Estado debe más de un billón de euros, las empresas otro billón y las familias 740.000 millones. El tercer problema de la deflación es que reduce los ingresos públicos: con
precios más bajos, Hacienda recauda menos (sobre todo por IVA). Y se reduce menos el déficit público, obligando
a más recortes.
En definitiva, menos
consumo, menos crecimiento y empleo, más pago real de intereses y menos recaudación
de impuestos son los costes de tener la baja inflación. Por eso, los costes de tener los precios demasiado bajos
son mayores que los beneficios. Y por eso, tanto la Comisión Europea como el FMI y el BCE tratan de conjurar la deflación, bajando los tipos de interés al máximo
(hoy están en el 0,05%) y aumentando el dinero en circulación, comprando deuda
pública y prestando a los bancos para que reanimen el crédito. Pero no parece suficiente, al menos para España y muchos países del sur y este
de Europa.
La baja inflación en España es un claro síntoma de la debilidad de la economía, por mucho que el Gobierno presuma
de crecer más que los países del euro. Pero crecemos por el empuje del gasto y la inversión pública (desde mínimos) en un año electoral y por la incipiente
recuperación del consumo, por la extra de los funcionarios (un 25% de la
que les quitaron en 2012), el pequeño aumento del empleo (precario y mal pagado) y la rebaja de retenciones en las
nóminas desde enero (por la bajada de impuestos en 2015, tras tres años de subidas). Pero no es un crecimiento consistente,
porque los motores de un crecimiento más potente
están “gripados”: la inversión
apenas despunta y el consumo sigue
débil. No en vano, los ingresos de las familias han
vuelto a caer en 2014 (-0,2%) y son hoy un 14,7% inferiores a los de antes de la
crisis: si el gasto medio por hogar era de 31.711 euros en 2008, en
2014 ha caído a 27.038 euros, 4.673 euros menos. Y por eso hay menos consumo, menos ventas,
menos inversión y menos empleo.
Y no parece que el gasto mejore si los sueldos subieron sólo un 0,3% en el primer trimestre, según el INE. Y con 5,44 millones de parados, más de la mitad (56,5%) que no cobran ya el paro. Y con la mayoría del empleo creado precario (un 25% de los nuevos contratos duran una semana o menos) y mileurista (de 600 a 1.100 euros de media). Y con un 22,2% de españoles (más de 10 millones) en riesgo de pobreza, según el INE.
Y no parece que el gasto mejore si los sueldos subieron sólo un 0,3% en el primer trimestre, según el INE. Y con 5,44 millones de parados, más de la mitad (56,5%) que no cobran ya el paro. Y con la mayoría del empleo creado precario (un 25% de los nuevos contratos duran una semana o menos) y mileurista (de 600 a 1.100 euros de media). Y con un 22,2% de españoles (más de 10 millones) en riesgo de pobreza, según el INE.
Así resulta difícil
reanimar de verdad el consumo y que las empresas aumenten mucho sus ventas,
algo clave para reanimar la inversión y el empleo. Y por eso, siguen optando
por la vía más segura: bajar los precios al máximo, para intentar vender dentro y fuera. Pero como no les salen las cuentas, funcionan al
día, sobreviviendo, sin pensar en ampliar su empresa o su plantilla hasta que
no se aclare el panorama y puedan subir precios sin riesgo. Un
círculo vicioso que puede durar años, como sucedió en Japón, estancando la economía y el empleo.
La clave es reanimar
la economía, aumentando el consumo para
que tire de los precios, la inversión y el empleo. Hay que actuar en dos frentes. Uno, en Europa, donde Alemania y los países del norte tendrían que aumentar sus sueldos y su consumo, sus
compras a la Europa del sur (vía importaciones), como pide insistentemente el
FMI. Y en paralelo, la Unión Europea debería fomentar un plan de inversiones, un Plan Marshall para reanimar la economía
europea, con más recursos que el aprobado Plan Juncker (sólo 21.000 millones nuevos de los 315.000 previstos), que
todavía no se ha puesto en marcha. Y ahora, con la crisis de Grecia, la economía europea crecerá aún menos.
Mientras, en España, el Gobierno debería promover el consumo privado, con una mayor subida de salarios en las empresas con beneficios, y un mayor gasto público en educación, sanidad, gastos sociales y lucha contra la pobreza, gracias a una reforma fiscal más justa que consiga nuevos ingresos de los que pagan poco (grandes empresas, multinacionales y los más ricos) y permita bajar los impuestos a niveles anteriores a 2011 a la mayoría de españoles. Y en paralelo, con esos mayores ingresos públicos, promover un plan de inversiones, públicas y privadas, en tecnología, industria, formación y sectores con futuro, que tire del crecimiento y el empleo.
Mientras, en España, el Gobierno debería promover el consumo privado, con una mayor subida de salarios en las empresas con beneficios, y un mayor gasto público en educación, sanidad, gastos sociales y lucha contra la pobreza, gracias a una reforma fiscal más justa que consiga nuevos ingresos de los que pagan poco (grandes empresas, multinacionales y los más ricos) y permita bajar los impuestos a niveles anteriores a 2011 a la mayoría de españoles. Y en paralelo, con esos mayores ingresos públicos, promover un plan de inversiones, públicas y privadas, en tecnología, industria, formación y sectores con futuro, que tire del crecimiento y el empleo.
La baja inflación, los
precios muy bajos mes a mes, son un claro
síntoma de que la economía no va bien, diga
lo que diga el Gobierno y sus voceros. Cinco años de austeridad a ultranza nos han llevado hasta aquí y aunque ahora estemos algo mejor,
creciendo (poco) y creando algo de empleo (precario y mal pagado), hay que
insistir en que seguimos en crisis y con demasiados parados como para no tomar otras medidas ya. No podemos regodearnos en la mediocridad de la situación económica actual, como dice el FMI. Hay que presionar para que se haga otra política, en Europa y en España, que nos saque de verdad del agujero. Y cuando esto ocurra, los
precios volverán a subir, porque es lo suyo. Lo anormal es la deflación o la bajísima inflación.
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