El anuncio de Trump, el 2 de abril, de fijar unos aranceles disparatados al resto del mundo disparó todas las alarmas y el temor a otra recesión mundial. Ese mismo mes de abril, el Fondo Monetario Internacional (FMI) emitió un informe donde recortaba el crecimiento mundial (del 3,3% en 2024 al 2,8% en 2025). Pero la aplicación concreta de estos aranceles se fue retrasando y el comercio mundial se disparó en primavera, para anticiparse a los aranceles. La consecuencia fue que en julio, otro informe del FMI subió sus previsiones de crecimiento mundial para este año al 3% (+0,2%). Y en octubre, un tercer informe del FMI volvió a mejorar las previsiones: subieron al 3,2% el crecimiento mundial este año (otro +0,2%), al 1,2% en la eurozona (+0,4% sobre abril) y al 2,9% a España (+0,6% sobre abril). Justificaron estas mejores previsiones por el retraso en la aplicación de los aranceles (hasta julio o agosto), en que los demás paises no habían tomado represalias y en que las empresas habían diversificado sus cadenas de suministro, manteniendo el comercio mundial.
lunes, 24 de noviembre de 2025
El crecimiento aguanta (mal repartido)
En abril parecía que los aranceles de Trump llevarían
al mundo a otra recesión. Pero se retrasó su aplicación y la
economía mundial aguanta: el FMI elevó en octubre el crecimiento mundial
y de España (+0,6% sobre abril). Y la Comisión Europea acaba de elevar el
crecimiento europeo y de España: creceremos el 2,9%, más del doble que la
UE-27, gracias al tirón del empleo, el consumo y las inversiones (por los
Fondos UE). Pero están fallando 2
motores del crecimiento: el turismo (apenas creció este verano) y
las exportaciones (estancadas, mientras el déficit con USA crece
+38,7%), por el parón europeo y la incertidumbre económica mundial. España
crece más que la mayoría, pero la gente no lo nota y casi la mitad llegan
mal a fin de mes, por la subida de la vivienda y los alimentos y por
la desigualdad, que lleva a tener 4,3 millones de personas en exclusión
severa (según Cáritas), principalmente jóvenes, mujeres e inmigrantes.
Urge repartir mejor el crecimiento, porque 2026 va a ser peor. Casi la mitad españoles tienen problemas para llegar a fin de mes
El anuncio de Trump, el 2 de abril, de fijar unos aranceles disparatados al resto del mundo disparó todas las alarmas y el temor a otra recesión mundial. Ese mismo mes de abril, el Fondo Monetario Internacional (FMI) emitió un informe donde recortaba el crecimiento mundial (del 3,3% en 2024 al 2,8% en 2025). Pero la aplicación concreta de estos aranceles se fue retrasando y el comercio mundial se disparó en primavera, para anticiparse a los aranceles. La consecuencia fue que en julio, otro informe del FMI subió sus previsiones de crecimiento mundial para este año al 3% (+0,2%). Y en octubre, un tercer informe del FMI volvió a mejorar las previsiones: subieron al 3,2% el crecimiento mundial este año (otro +0,2%), al 1,2% en la eurozona (+0,4% sobre abril) y al 2,9% a España (+0,6% sobre abril). Justificaron estas mejores previsiones por el retraso en la aplicación de los aranceles (hasta julio o agosto), en que los demás paises no habían tomado represalias y en que las empresas habían diversificado sus cadenas de suministro, manteniendo el comercio mundial.
El pasado lunes, 17 de noviembre, la Comisión
Europea publicaba sus previsiones de otoño y se sumaba a la mejoría
vaticinada por el FMI: la economía europea crecerá este año 1,4% (+1,2%
la eurozona), tres décimas más de lo que esperaban en primavera,
aunque un crecimiento mucho más bajo que el del resto del mundo (+1,6% crecerán
las economías avanzadas y 2% EEUU, según el FMI). Bruselas
explica que esta mejora del crecimiento (muy bajo todavía: la UE creció
+1,9% en 2019) se explica por el retraso en los nuevos aranceles hasta el 1 de
agosto (el superávit comercial de la UE-27 con EEUU ha subido
incluso un +17,8% hasta septiembre, alcanzando los 170.361 millones de euros),
la diversificación de exportaciones, la fuerza del mercado laboral europeo y la
mayores inversiones en la mayoría de los paises, por el Plan de Recuperación.
Eso sí, los
grandes paises UE crecerán mucho menos: +0,2% Alemania (-0,5% en
2024), +0,7% Francia (1,2% en 2024) y +0,4% Italia (+0,7% en
2024). La
excepción será España: crecerá +2,9% este año (+0,3% de lo
que Bruselas preveía en primavera), más del doble que la UE-27 (+1,4%) y
casi como el año pasado (+3,5%), básicamente porque tenemos poco comercio
con EEUU (4,1% de todas las exportaciones) y porque el empleo, el consumo y las
inversiones (por los Fondos UE) tiran con fuerza, aunque se han estancado las
exportaciones y el turismo, los otros motores del fuerte crecimiento español
tras la pandemia.
Al día siguiente de estas nuevas previsiones de Bruselas,
el
Gobierno español revisó también al alza (+0,2%) el
crecimiento que preveía hace unos meses, apuntándose al +2,9% que
esperan el FMI y la Comisión Europea. Y destacan que no sólo es el doble del
crecimiento europeo y 10 veces el de Alemania, sino que además es
un crecimiento “sano”, porque se está creando empleo a la
vez que mejora la productividad por hora trabajada y mejora la balanza
con el exterior (seguimos con superávit, algo inusual en el último
siglo) y se reduce el déficit público (cerraremos el año con un “agujero
fiscal” del -2,5% del PIB, inferior al -3,3% de déficit UE-27, al
-3,1% de Alemania, el -5,5% de Francia y el -3% de Italia).
Para el Gobierno, los
motores del crecimiento en 2025 (y en 2026, cuando España crecerá
menos, un +2,2%) serán el empleo (esperan que se creen 450.000 empleos
anuales en los próximos años, básicamente por la inmigración: el 68% de
los 2,42 millones de empleos creados desde 2020 han sido para trabajadores no
nacidos en España) y el consumo de las familias, junto a las inversiones
(promovidas por los Fondos UE, que se terminan en 2026). Eso sí, “pincharán”
las exportaciones, que restarán crecimiento al país en 2025 (-0.5%) y
2026 (-0,6%), debido al escaso crecimiento de la economía europea (nuestro
mayor “cliente” comercial), a los aranceles de Trump y al consiguiente retraimiento
de la economía y el comercio mundial (que crecerá sólo un 0,6% en 2026). Y junto
a este crecimiento previsto, mucho mayor que el del resto de Europa, el
Gobierno ha incluido 2 nuevos objetivos en su Cuadro macro, algo
nuevo en las previsiones : reducir la pobreza en España (del 19,4% de la
población al 19,1% en 2028) y la desigualdad (que los más ricos, que hoy
ingresan 5,5 veces más que los más pobres, ganen sólo 5 veces más en 2028).
España
está bandeando mejor la nueva crisis de los aranceles de
Trump, la incertidumbre internacional y el estancamiento europeo porque nos han
salvado el turismo, el mayor empleo creado (por el aumento de mano de obra
disponible y barata) y el consiguiente mayor consumo, las exportaciones y las
fuertes inversiones en todos los sectores derivadas de varios años de Fondos
Europeos. Pero en los últimos meses ya han aparecido datos
preocupantes que indican un menor empuje en dos motores claves: el
turismo y las exportaciones.
El turismo, ese gran motor que nos ha permitido
crecer mucho más que el resto de Europa, está
frenando su crecimiento: entre enero y septiembre han llegado
76,5 millones de turistas extranjeros, todo un récord pero suponen un
crecimiento igual al de 2024 (+3,5%).Y en verano la llegada ha crecido menos,
tanto en julio (+1,6% este año frente al 7,3% en 2024), como en agosto (+2,9%
frente a +7,3%) y más en septiembre (+0,8% de turistas frente a +9,1% en 2024),
según el INE. Y este año, han caído los turistas
franceses (-0,1% hasta septiembre frente a 2024), y belgas (-2,8%), creciendo
muy poco los alemanes (+1,4%), nórdicos (+1,9%), británicos (+4%),
italianos (+4,5%), holandeses (+3,4%) y norteamericanos (+3,1%). Un frenazo en
el turismo derivado del estancamiento europeo, la incertidumbre económica
internacional y la fuerte subida de precios turísticos en España.
El otro motor del crecimiento en estos años, las
exportaciones, se han estancado también: han
crecido sólo un +0,5% este año (enero-septiembre), menos que las
europeas (+2,4% han crecido en la UE-27, +1,2% en Francia y +3,5% en Italia,
aunque sólo +0,3% en Alemania), según los últimos datos de Comercio, debido
también al estancamiento europeo (el 62% de nuestras exportaciones ven a la
UE-27 y el 74% a toda Europa) y a la incertidumbre mundial. Y los
aranceles han disparado el déficit comercial que tenemos con EEUU
(importamos más de lo que exportamos): -10.785 millones de euros hasta
septiembre, +38,7% que en 2024. Y además, la fortaleza del euro (se ha
revalorizado +11,2% frente al dólar este año) no ayuda, porque los
productos españoles (y europeos) son ahora un 11,2% más caros a los paises que
pagan sus compras (o sus viajes) en dólares.
Otro problema en el horizonte económico es que los aranceles
y la incertidumbre internacional han frenado la tendencia a la bajada de
tipos, tan necesaria para reanimar las economías y el bolsillo de los
hipotecados: el
BCE decidió en octubre (por tercera reunión consecutiva) mantener
los tipos oficiales en el 2%, ante el panorama económico mundial y los
aranceles, que pueden relanzar la inflación europea (en el 2,5% en octubre,
peor que el 2,2% de mayo). Eso ha provocado que el Euribor (el tipo al que se prestan los bancos) lleve
4 meses subiendo (del 2,081 en julio al 2,220 previsto para
noviembre), lo que encarece las futuras hipotecas (ya mucho más caras porque se
ha disparado el precio de los pisos).
En definitiva, España crece (+2,9%) más que el
resto de Europa (+1,4%), pero hay problemas que frenarán ese crecimiento en
2026 (+2,2%). Y sobre todo, hay
muchos españoles que no notan este crecimiento, por distintas causas.
La primera, por la fuerte subida de los alimentos, (que suponen el 15,8%
del presupuesto de las familias) : hasta octubre suben un +2,4% anual, pero el
problema es que llueve sobre mojado y ya se han encarecido un +36,24% entre
2020 y 2025, según el INE.
Una subida acumulada que crea problemas a la
mayoría de las familias, sobre todo a las más vulnerables, porque los
salarios han crecido en estos años menos de la mitad (+16,6% entre 2020 y
2025,
según la estadística de convenios). El otro punto negro del crecimiento son los
gastos de la vivienda (alquileres, agua, luz, calefacción, tasas e
impuestos), que crecen un +7,5% este año y un +32,4% desde principios de 2020.
Y además, la vivienda es la primera preocupación de
los españoles, según
el CIS, porque se han disparado los precios de compra y los
alquileres. El precio de las casas subió a 2.153 euros/m2 en
septiembre de 2025, según
el Ministerio de la Vivienda, superando el precio que tenía en plena
burbuja (2.101 euros en 2008). Y los alquileres están ya en 14,5 euros
de media por metro cuadrado (1.305 euros un piso de 90m2), según
el portal Idealista, pero se disparan hasta los 24,3 euros en Barcelona
(2.187 euros mensuales) o 23 euros en Madrid (2.070 euros). Una subida del
46,5% sólo en los últimos 7 años, que impide emanciparse a los jóvenes y que
hunde en la pobreza a las familias que necesitan alquilar.
La combinación de sueldos bajos (el
30% de los asalariados ganan menos de 1.582 euros mensuales brutos y otro 40%
ganan entre 1.582 y 2.659 euros brutos) y alta
inflación acumulada más los alquileres disparados provocan que casi
la mitad de las familias (el 47,4%) tengan problemas para llegar a
fin de mes, a pesar del alto crecimiento de España: el 9,1% llegan a
fin de mes “con mucha dificultad” (eran el 7,8% en 2019), según el INE, otro 12,7%
llegan a fin de mes “con dificultad” y el 25,6% restante “con cierta
dificultad”. Y además, son muchos los españoles que sufren “carencias
materiales”, según el INE: casi un
tercio de la población (35,8%) “no tiene capacidad para atender gastos
imprevistos”, el 6,1% no puede permitirse comer carne o pescado cada 2 días, un
17,6% no pueden mantener su vivienda a una temperatura adecuada, y otro 13,6%
de habitantes han tenido “retrasos” en el pago de recibos y gastos de su
vivienda.
Pero lo más preocupante, a pesar del alto crecimiento y del
fuerte aumento del empleo (menos precario tras la reforma laboral) es que España
tiene todavía muchos “pobres” (personas que ingresan menos del 60% de
la media del país): somos el 5º país con más pobreza de Europa (19,7%
de la población en 2024), tras Letonia (22%), Bulgaria (21,7%), Estonia (20,7%)
y Lituania (20,6%), según
Eurostat, muy por encima de la media europea (16,2% de pobreza) y de
Alemania (15,5%), Francia (15,9%) e Italia (18,9%). Esa tasa de pobreza ha
bajado desde 2018 (era del 21,5%), cuando Sánchez llegó a la Moncloa, pero como
ha aumentado la población, todavía hoy
tenemos 9.653.000 españoles en situación de “pobreza monetaria”
(ganan menos del 60% que la media), sólo 409.000 “pobres" menos que en 2018. Y
la previsión del Gobierno es que la pobreza baje al 19,1% de la población en
2028, un preocupante objetivo, porque al aumentar la población, habrá más
pobres en tres años.
Una pobreza que se concentra en las familias jóvenes
con hijos (más las que encabezan mujeres solas), los
jóvenes, las mujeres y los inmigrantes. Y con dos datos
preocupantes: hay 4,3 millones de españoles en situación de exclusión
severa, según
el reciente estudio Foessa (Cáritas), que mide 35 indicadores y refleja
que estos pobres más graves trabajan en muchos casos y en otros estudian
o buscan empleo. Y que el 45% viven en alquiler, destacando la pobreza
severa entre jóvenes, mujeres y familias con niños. Precisamente, en España hay
2,5 millones de niños y niñas que viven en hogares pobres, según
Save the Children, quien recuerda que somos el 2º país europeo con más
pobreza infantil.
En resumen, que la economía española va muy
bien, pero la
economía de muchos españoles va regular o mal (mientras la de
otros va mucho mejor). Es urgente repartir
mejor el crecimiento, para que mejore la vida de la mayoría de
españoles y sobre todo de los más vulnerables. Hay que actuar en dos
frentes. Uno, aprobar un Plan urgente contra la pobreza, en
especial contra la pobreza infantil, aprobando una ayuda
universal por hijo (como tienen 19 de los 27 paises de la UE), que
está pendiente de la nueva Ley
de Familia, paralizada en el Congreso. Y otro, habría que pactar una
nueva política salarial, que además de seguir aumentando el salario
mínimo (ha pasado de 735 euros en 2018 a 1.184 en 2024), revise al
alza´(con mayores subidas que el resto) los salarios más bajos, ahora que las empresas llevan años subiendo márgenes y beneficios.
Pero además, hay que revisar toda la estrategia de ayudas sociales, muy dispersa y mal planteada, porque tanto la
Comisión Europea como la OCDE reiteran que las ayudas públicas (directas y
fiscales) ayudan comparativamente más a los que más tienen que a los más
pobres. Y en paralelo, urge fortalecer los servicios públicos,
porque la saturación de la sanidad, la educación y la Dependencia obliga
a muchas familias a gastar parte de su sueldo en un seguro privado, en colegios
concertados, comedores y transporte escolar o en contratar a alguien para
cuidar a mayores y discapacitados, dificultándoles llegar a fin de mes.
Pero, sobre todo, hay que resolver el grave problema de la vivienda,
que hunde todos los presupuestos (ya sea por el alquiler o la hipoteca) y tomar
medidas para mejorar la precariedad laboral (y salarial) de una
buena parte de los jóvenes, las mujeres y los inmigrantes. Y vigilar los
precios de los alimentos, para que intermediarios y super no se forren a
costa de nuestro bolsillo.
En definitiva, no basta con crecer, hay que
conseguir que este crecimiento mejore la vida de la mayoría de españoles y no
deje atrás a las familias más vulnerables. Para eso necesitamos gastar
más desde las Administraciones públicas, lo que exige recaudar
más, no pagando más impuestos la mayoría sino los que hoy pagan menos
(empresas, bancos y los más ricos). Hace falta una reforma fiscal y una
mejora de las ayudas y servicios públicos para que la mayoría de
españoles confíen en el sistema y no crezca el desencanto (y la extrema
derecha). Pero todo esto exige acuerdos y un Presupuesto. Algo imposible
ahora. Así nos va.
El anuncio de Trump, el 2 de abril, de fijar unos aranceles disparatados al resto del mundo disparó todas las alarmas y el temor a otra recesión mundial. Ese mismo mes de abril, el Fondo Monetario Internacional (FMI) emitió un informe donde recortaba el crecimiento mundial (del 3,3% en 2024 al 2,8% en 2025). Pero la aplicación concreta de estos aranceles se fue retrasando y el comercio mundial se disparó en primavera, para anticiparse a los aranceles. La consecuencia fue que en julio, otro informe del FMI subió sus previsiones de crecimiento mundial para este año al 3% (+0,2%). Y en octubre, un tercer informe del FMI volvió a mejorar las previsiones: subieron al 3,2% el crecimiento mundial este año (otro +0,2%), al 1,2% en la eurozona (+0,4% sobre abril) y al 2,9% a España (+0,6% sobre abril). Justificaron estas mejores previsiones por el retraso en la aplicación de los aranceles (hasta julio o agosto), en que los demás paises no habían tomado represalias y en que las empresas habían diversificado sus cadenas de suministro, manteniendo el comercio mundial.
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