jueves, 31 de julio de 2025

Cinco libros para entender mejor nuestro mundo

Cada verano acostumbro a recomendar algunos libros que yo he leído antes y que me parecen de interés para comprender mejor la economía y nuestro mundo. En una sociedad de tuits y memes, falta dedicar tiempo a la lectura sosegada de libros que explican el trasfondo de los problemas y plantean alternativas, como los 5 libros que aquí recomiendo. Uno, del Nobel Stiglitz, es una crítica detallada del capitalismo neoliberal, que explota a consumidores, trabajadores y medio ambiente, proponiendo un capitalismo “progresista” (socialdemócrata). Otro libro aborda los paraísos fiscales y cómo los ricos esconden su dinero. El tercero reflexiona sobre el tiempo y su reparto, a propósito del recorte de la jornada de trabajo. El cuarto analiza las redes sociales y explica cómo han provocado polarización y derechización política, manipulando conductas y elecciones. Y el último libro explica claramente cómo funcionan los algoritmos y la inteligencia artificial, tan imprescindible como peligrosa. Miren a ver si alguno les interesa. ¡Buen verano¡


El primer libro, “Camino de libertad. La economía y la buena sociedad” es el último publicado por Josep E. Stiglitz, un divulgador economista estadounidense que ganó el Premio Nobel en 2001. Parte de analizar que la derecha se ha apropiado de la palabra “libertad, en EEUU y en el mundo (es la palabra favorita de la presidenta Ayuso) y que eso significa la defensa de un modelo económico y social que defiende la libertad de mercado para “explotar” a los consumidores, trabajadores y al medio ambiente”. Stiglitz analiza el concepto de libertad económica desde los economistas clásicos hasta los neoliberales actuales, para desvelar las consecuencias de las políticas “neoliberales” en EEUU y en el mundo, que han provocado explotación, desigualdad y un enorme poder de las grandes corporaciones, en perjuicio de la mayoría de la sociedad y del Planeta. Y llega a plantear que este tipo de economía pone en riesgo la propia democracia.

Lo interesante no es sólo que Stiglitz disecciona los males del capitalismo neoliberal actual y el poder incontrolado de las grandes plataformas de Internet sino que plantea alternativas, otro modelo económico, un “capitalismo progresista” (socialdemócrata), que ponga la economía al servicio de la sociedad y limite el poder de las grandes corporaciones, fomentando la competencia y una economía sostenible, con reglas, instituciones públicas potentes y una menor desigualdad, recuperando la libertad de verdad, pero la libertad de la mayoría frente a la concentración de poder de una minoría cada vez más rica y menos democrática. Y todo ello escrito antes de la 2ª llegada al poder de Trump, que este libro ayuda a entender mejor.

El segundo libro, “Donde se esconde el dinero. Cómo los ricos atracan al mundo”, es el fruto de una larga investigación de la periodista suiza-iraní-canadiense Atossa Araxia Abrahamian. El libro desvela un universo paralelo de estrategias empresariales y fiscales para que los millonarios y las grandes empresas desvíen su dinero a cerca de 6.000 paraísos fiscales que dibujan una “geografía oculta”, un mundo paralelo donde las acrobacias legales y la contabilidad creativa permite la opacidad de los poderosos. El libro sigue una ruta, desde Ginebra a los puertos francos y ciudades y zonas libres de impuestos, deteniéndose en Luxemburgo, Singapur y sobre todo Dubái, el mayor paraíso fiscal donde radican hoy múltiples empresas y sociedades financieras de todo el mundo.

En paralelo a todos esos paises que están al margen de la fiscalidad “normal”, el libro aborda otros componentes de este “mundo paralelo, como los paises donde se registran la mayoría de los barcos mercantes (Liberia, Panamá, Bahamas), los paises que acogen fábricas (o presos) de terceros paises y las ciudades que se construyen sólo para absorber el juego, la prostitución o el contrabando de paises vecinos (como en la frontera de Laos con China). Se trata de una investigación sin precedentes, que descubre un mundo paralelo al que conocemos, construido y moldeado por las grandes fortunas, empresas, multinacionales para escapar de los impuestos y comportarse sin apenas normas ni regulación. Asusta.


El tercer libro, “La política del tiempo”, lo ha escrito el profesor británico Guy Standing, famoso por su defensa de “la renta básica universal”. Aquí, el economista analiza el papel del tiempo de trabajo en la historia, desde la antigüedad (los griegos distinguían entre “laborar” y trabajar) a la Edad Media y al tiempo en la era industrial, el primer periodo de la historia donde el capitalismo controló férreamente el horario de los trabajadores. Y posteriormente, el uso del tiempo en la sociedad modera, dominada por los servicios, donde los trabajadores dedican su jornada a realizar múltiples actividades, dentro y fuera de su jornada laboral. Standing es muy crítico sobre la imposición del tiempo de trabajo y la escasez de tiempo de ocio que no se dedique al consumismo y a las redes sociales e Internet.

El libro analiza cómo la pandemia ha sido un punto de inflexión en la valoración del tiempo, porque mucha gente ha reflexionado sobre su trabajo y su vida. Y Standing propone otra concepción del trabajo y del tiempo, analizando las propuestas de reducción de jornada (a 4 días semanales de trabajo) y defendiendo una sociedad más “emancipada del tiempo”, que vuelva a distinguir entre trabajar y hacer cosas (como los griegos), participar en actividades comunales y formativas, en un ocio creativo. En lugar de buscar un crecimiento sin límite del PIB y del consumo, el autor defiende que el Estado promueva “un tiempo lento”, la democracia deliberativa y la actividad comunal como trabajos “des mercantilizado”. Al final, más que un libro sobre el tiempo es una reflexión sobre la vida que llevamos.


El cuarto libro, “Las redes del caos”, es una impresionante investigación sobre la evolución de las redes sociales, escrito por Max Fisher, periodista del New York Times. Un análisis detallado del funcionamiento de las redes sociales, omnipresentes en el mundo (Facebook tiene 3.000 millones de seguidores, YouTube 2.540, Instagram 2.000 millones y WhatsApp otros 2.000 millones) y cómo provocan violencia social, creciente polarización, radicalización y que han gestado el auge de la extrema derecha en todo el mundo. El autor hace un seguimiento a las principales redes (sobre todo a Facebook) y explica cómo han ido cambiando la sociedad, apoyados por unos algoritmos que buscan y promueven los comentarios más extremos para tener más seguidores y ganar más dinero con la publicidad.

Lo más interesante del libro es que sigue paso a paso la evolución de las redes, desde su inicio (2008) hasta hoy y explica todo lo que han hecho para captar más seguidores y conseguir más negocio, aunque eso suponga promover una guerra civil en Birmania (ayudando al exterminio de los rohinyás), en Sri Lanka, la India, Indonesia, Alemania o Estados Unidos, donde han promovido conflictos y muertes. Y, sobre todo, explica que todo esto no es casualidad, sino que se debe al algoritmo de las redes, que promociona las opiniones más extremas para conseguir más clics (y más ingresos). Es clave su análisis de cómo las redes han fomentado a la extrema derecha en todo el mundo y cómo han aupado a Trump, promoviendo el ataque al Capitolio y poniendo en peligro la democracia. Como reflexión, el autor revela que todo esto se podría cambiar, modificando el algoritmo. Pero eso recortaría el negocio y el poder de las grandes tecnológicas que están detrás de las redes. Y que manipulan el mundo.

El quinto libro, “Esclavos del algoritmo. Manual de resistencia en la era de IA”, escrito por la periodista española Laura González de Rivera, analiza también las redes sociales pero va más allá, profundizando en la Inteligencia Artificial (IA) y su evolución en los últimos años, con un lenguaje sencillo y comprensible. Analiza sobre todo el papel de los algoritmos, esas instrucciones que están detrás de las redes sociales y la IA y que son “peligrosos”, porque en muchos casos fomentan los bulos y la desinformación o la violencia, el machismo y la xenofobia) o sesgos varios si se utiliza la IA  para contratar a alguien, conceder un crédito o decidir una vigilancia policial o una libertad provisional. Y explica el nefasto papel de los algoritmos en algunos comportamientos (forzando a internautas a atentar contra la reina de Inglaterra, por ejemplo, o a suicidarse) , en la derechización de los paises y en el auge de la extrema derecha o en la llegada al poder de Trump y Bolsonaro.

La autora defiende la Inteligencia Artificial (IA) si se utilizan los algoritmos y la tecnología para beneficiar a los ciudadanos (y no a las grandes tecnológicas), lo que exige atacar los monopolios actuales (disgregando empresas: Facebook, Instagram y WhatsApp son propiedad de Meta), intentando “democratizar la IA”, algo que ahora no sucede porque su logística, sus bases de datos y sus algoritmos son inaccesibles para Gobiernos y expertos y los controlan un reducido grupo de oligarcas tecnológicos (blancos y superricos) a los que les molesta la democracia (y por eso financian y apoyan a autócratas como Trump). Hace falta también una legislación que controle la IA (como la ha aprobado Europa), educar a la población (para conocer los riesgos) y una “ética” en la configuración y control de los algoritmos (las plataformas no pueden ser éticas, porque sólo buscan el beneficio). Al final, el libro aporta una sentencia clave: lo que puede ser verdaderamente peligroso no es la IA ni los algoritmos sino las personas que hay detrás. Por eso hay que controlarlas.

Bueno, espero que alguno de estos 5 libros te interese. ¡Buen verano y hasta septiembre¡

lunes, 28 de julio de 2025

Otro verano récord y caro

Este verano, España volverá a estar repleta de turistas extranjeros y españoles, sobre todo en costas, islas y algunas zonas del norte. A pesar de la incertidumbre económica internacional, los europeos no renunciamos a viajar, anteponiendo este gasto a los demás. Pero ojo: un tercio de los españoles (y el 27% de europeos) no pueden cogerse una semana de vacaciones, más en la mitad sur de España.  Sin embargo, se esperan 34 millones de visitantes extranjeros entre julio, agosto y septiembre, 2,5 millones más que el verano pasado, que ya fue récord. Eso sí, dada la fuerte subida de precios en España (los hoteles han subido este año un 30% y los vuelos nacionales un 22,5%), muchos turistas han reducido los días de vacaciones, aunque el gasto turístico será también récord. Y con ello, España espera alcanzar los 100 millones de turistas extranjeros este año. Una cifra inmanejable, que provoca una incómoda saturación turística en muchos destinos. Urge planificar el futuro turístico de España, para no “morir de éxito”.  

                                  Enrique Ortega

Los europeos priorizan ahora los viajes y las vacaciones sobre el resto de los gastos, un cambio que se ha producido tras la pandemia. Así lo revela una reciente Encuesta sobre expectativas de consumo realizada por el BCE: el 52% de los europeos aseguraba en abril que planeaba hacer un gasto importante en vacaciones este año (un 15% más que en 2019), mientras sólo el 20% pensaba cambiar un electrodoméstico o arreglar su casa y sólo el 10% planeaba cambiar de coche. Y otro informe, de BBVA Research, confirma que los españoles han aumentado su gasto en hoteles, restaurantes y ocio, superando ya en 2024 los niveles de gasto en viajes y ocio de 2019.

Pero ojo, esta fiebre por salir y  viajar  no puede hacernos olvidar en estas fechas que mucha gente no puede tomarse vacaciones, según Eurostat: un 27% de los europeos no pueden cogerse ni una semana de vacaciones, por falta de recursos, alcanzando al 58,6% de la población en Rumania, al 46% en Grecia o al 38,2% en Portugal. En España, una de cada 3 familias (el 33,4%, igual porcentaje que en 2019)  no puede tomarse esa semana de vacaciones, un porcentaje más alto que el de Italia (31,4% no pueden tomar vacaciones), Francia (22%) o Alemania (20,8%). Y dentro de España, según el INE, se supera el tercio de personas que no cogen una semana de vacaciones en Andalucía (44,9%), Canarias (45,3%), Murcia (40,2%), Comunidad Valenciana (38,1%) y Extremadura (36,6%), mientras baja mucho el porcentaje de los que no toman vacaciones en País Vasco (sólo el 17,7% no puede), Madrid (23,1%), Navarra (25,3%) y Baleares (25,8%).

Volviendo a esos dos tercios de españoles que sí cogen vacaciones (y a tres de cada cuatro europeos), la previsión es que este verano aumenten los turistas en España, tras un año 2024 récord. De momento, hasta mayo, habían llegado a España 35.019.731 visitantes, un 5,5% más que en los 5 primeros meses de 2024 (+1,8 millones). De continuar esta tendencia al alza de turistas (+5,5%) este verano, podríamos recibir 34 millones de turistas entre julio, agosto y septiembre, lo que supondría 2,54 millones más de visitantes que en el verano de 2024, que fue récord de ocupación. Con todo, habrá que ver las reservas de última hora, porque aunque el turismo extranjero sigue creciendo, crece menos que en 2024, por la incertidumbre internacional, la revalorización del euro y las olas de calor en España.

La previsión de los empresarios turísticos (Exceltur) es que sus ventas crezcan este verano un 2,7%, algo menos de la mitad de lo que crecieron el verano de 2024, por una menor fortaleza de los turistas europeos (alemanes y franceses), norteamericanos y de Latinoamérica, así como por el turismo nacional, que crecerá pero más en los viajes al extranjero. La patronal turística espera un mayor tirón de ingresos en el alquiler de coches (+6,9%) y en el transporte de viajeros (+4,9%) y un menor incremento de ventas en alojamientos(+1,4% los hoteles de playa y +3,2% los hoteles urbanos), las agencias de viaje y el gasto en ocio (+2,4%). Y anticipan que el mayor aumento de ingresos turísticos lo tendrán las empresas de Navarra (+5,7%), Cantabria (+4,4%), la Rioja (+3,9%), Madrid (+3,8%), Baleares (+3,7%) y Canarias (+2,8%), mientras crecerá manos el negocio turístico este verano en Aragón (+1,3%), Galicia y Castilla la Mancha (+1,4%), Comunidad Valenciana (+1,5%), Murcia (+1,9%), Cataluña (+1,9%), Asturias y Andalucía (+2,2%).

Los empresarios turísticos son optimistas respecto a la ocupación y los ingresos este verano, pero “con moderación”, según Exceltur, por la incertidumbre económica internacional (que podría retraer al turismo de EEUU, de Alemania y Francia) y por otras tres razones que explicarían un menor crecimiento turístico este verano: el fuerte aumento de precios, la masificación de algunos destinos y el clima, las olas de calor que se esperan en España y que tienen dos consecuencias: hay turistas del norte de Europa que se quedan en su país o viajan a otros paises del norte, con buen clima y menos calor.

El factor clave del menor crecimiento turístico este verano en España (ojo, con cifras récord) es, para muchos expertos, los altos precios, que pueden disuadir a muchos turistas a viajar a otros destinos más baratos (Turquía, Grecia, Europa del este y paises mediterráneos) o venir a España pero acortando su estancia. Los datos son muy reveladores: los hoteles españoles llevan 4 años seguidos subiendo sus tarifas, con un crecimiento acumulado del +55,4%, con lo que los hoteles han triplicado sus ingresos por habitación disponible (de 26,4 euros en mayo de 2021 a 82,9 euros en mayo de 2025). Y sólo en lo que va de 2025, los hoteles han subido un +30,1%, según el IPC de junio (INE). Otro +10,7% ha subido el alojamiento en otros establecimientos (apartamentos turísticos), Y los vuelos nacionales han aumentado un +22,5%. Mientras, bajan los paquetes turísticos internacionales (-4,1%), lo que hace que muchos españoles viajen ahora más al extranjero.

Otro factor que encarece España como destino turístico este verano es la fortaleza del euro frente al dólar, forzada por la loca política económica y comercial de Trump, que asusta a los inversores y deprecia su moneda. El dato es muy claro: el euro cotiza a 1,1616 dólares, frente a 1,036 dólares que costaba un euro el 1 de enero. Eso supone una revalorización de la moneda europea del +12.12%. O sea, que viajar a España para un turista que no sea europeo y pague en dólares le cuesta un 12,12% más caro.

Esta subida de los precios turísticos retrae a algunos visitantes y provoca que otros estén menos días de vacaciones, para compensar las subidas. En mayo, la duración media del viaje de los turistas extranjeros fue de 6,2 días, con un gasto diario que ya era de 209 euros. Con todo, los ingresos por turismo han sido de 46.586 millones de euros entre enero y mayo, un +8,1% que el año pasado: han crecido más los gastos (+8,1%) que los turistas (+5,5% hasta mayo), debido a la subida de precios en hoteles, restaurantes y viajes.

Con otro verano récord de turistas extranjeros (y más gasto de los nacionales), España podría cerrar el año 2025 con otro récord de turistas, rozando la cifra mítica de 100 millones de visitantes extranjeros (frente a 93.799.505 en 2024). Y lo más importante: se podrían gastar 136.500 millones de euros en España (frente a los 126.282 millones gastados en 2024). Con ello, otro año más, el PIB turístico crecerá más que la economía, aunque menos que en 2024, según la previsión de la patronal Exceltur: +3,3% de crecimiento turístico en 2025 (frente al 6,5% que creció en 2024), más que el crecimiento de la economía (+2,4% en 2025). Eso mantendrá al turismo este año como el gran motor de la economía, junto al consumo de las familias y la inversión, aportando más empleos (+55.559 hasta junio), que ahora son menos precarios (el 93,4% son fijos) y mejor pagados (+3,3% suben estos salarios).

A pesar del nuevo récord, de turistas extranjeros y de ingresos, el sector está preocupado por la saturación turística y la masificación en algunos destinos, como Baleares, Canarias, Madrid, Barcelona y algunos puntos de la costa levantina y andaluza. Saturación que empieza en los aeropuertos, se traslada a las carreteras, continúa en los hoteles y playas y sigue en los restaurantes y establecimientos de ocio. Incluso con algunas protestas y manifestaciones de los españoles que viven en esos lugares, por el “aluvión de turistas”, lo que está generalizando el cobro de tasas turísticas en muchos pueblos y ciudades. Tasas que rechazan los empresarios turísticos, que piden medidas contra la proliferación de alojamientos turísticos (hay 339.168 viviendas turísticas, más que hoteles, en las 25 grandes ciudades),muchos ilegales, y un mayor gasto en promoción de destinos alternativos.

Al final, urge un Plan estratégico a medio plazo que ordene el futuro del sector turístico en España, que no puede seguir creciendo sin límites. La oportunidad para hacerlo debe ser la “Estrategia de Turismo Sostenible 2030”, que debía haberse aprobado en el primer trimestre de 2025 y que sigue pendiente. Ahí debería acordarse una “hoja de ruta” para el turismo en lo que queda de década, planteando objetivos, inversiones y medidas. Se trata por un lado de adaptar la oferta, para seguir reconvirtiendo (con los Fondos europeos ya adjudicados) los destinos de sol y playa (en colaboración con los municipios turísticos afectados) y promoviendo los destinos alternativos de turismo de interior, cultural, gastronómico y de ocio, junto al turismo de negocios en las grandes ciudades. Y por otro, reorientar la política de promoción y captación de demanda, para dirigirla a destinos más lejanos (América, Asia), a turistas que gastan más y vienen todo el año.

No se trata de batir el récord de turistas cada año, como si no hubiera tope ni existieran problemas medioambientales y de saturación de infraestructuras. Hay que buscar un turismo de más calidad, no más turistas, que sea compatible con la vida de los pueblos y ciudades donde llegan. Es un difícil equilibrio que exige planificación, inversiones y medidas, pero sobre todo acuerdos entre Administraciones. Hace falta un gran Pacto por el futuro del turismo, para que sea sostenible a medio plazo. Tras tantos récords y ante los 100 millones de visitantes, es hora de parar, sentarse y repensar el futuro del turismo. Por este camino, acabaremos teniendo que sacar ticket de reserva para viajar, ir a un hotel o a un restaurante y bañarnos en la playa…y esperar hasta que haya hueco. Así no compensa viajar.

jueves, 24 de julio de 2025

EPA junio 2025: 22 millones trabajando

Hoy se ha conocido un dato histórico: España tiene más de 22 millones de personas trabajando: 22.268.700 ocupados a finales de junio. Una cifra nunca vista en España: son 10 millones más trabajando que hace 60 años y 2,3 millones más que antes de la pandemia, gracias al fuerte crecimiento de la economía y a los efectos favorables de la reforma laboral (el 84,6% de los asalariados son ahora fijos). Además, el paro roza el 10% (10,29%), la tasa más baja desde 2008, aunque seguimos teniendo el doble de paro que en Europa y casi la mitad de los parados no cobran nada. Todo apunta a que la creación de empleo seguirá fuerte este año, pero podría “pinchar” a finales de año, por culpa de los aranceles de Trump y la crisis geopolítica. Por eso, urge estar vigilantes y preparar medidas para fortalecer el empleo si hay problemas. Y sobre todo, urge reformar las oficinas de empleo, porque están colapsadas y no recolocan a los parados.

                            Enrique Ortega

El 2º trimestre del año suele ser bueno para el empleo, por la Semana Santa (cayó en abril) y por los contratos previos al verano. Este año 2025, tras un primer trimestre donde cayó el empleo (-92.500), el 2º trimestre ha seguido la tradición y se han creado 503.000 nuevos empleos, según la EPA,  el 2º mayor aumento en este trimestre tras el de 2023 (+603.900 empleos). Con ello, se afianza  la recuperación del empleo iniciada en el verano de 2022, tras la pandemia, y la ocupación en España supera los 22 millones de personas: exactamente, 22.268.700 personas trabajando a finales de junio, la mayor cifra de ocupados de nuestra historia. Y 2.301.800 personas más trabajando que a finales de 2019.

Para valorar el carácter histórico de los 22 millones de ocupados basta hacer un repaso al empleo en los últimos 60 años: en 1965 había 12 millones de personas trabajando en España (12.024.150) y una cifra similar a la muerte de Franco (12.857.720 en 1975), para caer después a un mínimo histórico en 1985 (11.004.200 trabajando, por la reconversión industrial) y remontar a finales de siglo (14.689.830 ocupados en 1999). A partir de ahí, los ocupados crecen, hasta 16,6 millones en 2002, 18,9 millones en 2005 y se alcanza el máximo en septiembre de 2007 (20.753.500 ocupados). Con la crisis financiera, el empleo cae año tras año hasta alcanzar el mínimo en diciembre de 2013 (17.135.200 ocupados). Luego se recupera poco a poco, para cerrar 2019 con 19.966.900 trabajadores. Y la pandemia hunde el empleo a otro mínimo en 2020 (18.607.300 ocupados en junio). Pero a partir de este suelo, el empleo se recupera con fuerza y supera los 20 millones en marzo de 2022 (20.084.799) y los 21 millones en junio de 2023 (21.056.600), para superar ahora los 22 millones de trabajadores, 10 millones más de personas trabajando que hace 60 años.

En el 2º trimestre, el aumento del empleo ha sido gracias a los servicios (+364.800 empleos creados), sobre todo la hostelería (180.500 empleos) y el turismo, pero también han creado empleo la industria (+90.300), la construcción (+45.900) y la agricultura (+2.800 empleos).  El empleo se ha creado básicamente en el sector privado (+480.500 empleos) y poco (+22.900 empleos) en el sector público, por el fin de contratos en enseñanza y sanidad, según la EPA de junio. La creación de empleo se ha repartido casi por igual entre los hombres (+265.800 empleos) que entre las mujeres (+237.500). Y ha sido porcentualmente mayor la creación de empleo entre los menores de 25 años (+136.700 empleos) y entre los mayores de 55 años (+120.100 empleos). Esta vez, la mayoría del empleo creado ha sido para españoles (+356.300 empleos), creciendo menos entre los de doble nacionalidad (+31.500) y extranjeros (+115.600). Por autonomías, donde más creció porcentualmente el empleo fue en Baleares (+91.800), creciendo mucho en Cataluña (+91.800), Andalucía (+70.600) y Madrid (+65.400), cayendo sólo el empleo en Canarias (-2.200).

La importante mejora del empleo en el 2º trimestre (+503.000 empleos) no se traducido toda en una bajada similar del paro (-236.100 parados), porque en paralelo han aumentado los españoles activos, las personas que buscan trabajo ahora: los “activos” han aumentado en +267.200 personas, impidiendo bajar más las cifras del paro. Es un proceso que se ve trimestre a trimestre (hay 381.800 personas más buscando trabajo que hace un año). Y hay un récord histórico de adultos “activos” (trabajando y buscando trabajo): 24.821.800 activos, 1,66 millones más que antes de la pandemia (23.158.800 “activos” a finales de 2019). Todo apunta a que seguiremos así, con lo que en los próximos meses sucederá lo mismo que ahora: el paro bajará menos de lo que sube el empleo.

El  paro ha bajado en el 2º trimestre (-236.100 parados) gracias a los servicios (-178.500 parados), por el tirón en el turismo, la hostelería y el comercio, y a los que perdieron su primer empleo hace un año (-42.100 parados ahora), aunque sube el paro en la industria (+3.800) y entre los jóvenes que buscan su primer empleo (+3.700), según la EPA de junio. El desempleo baja más entre las personas de 25 a 54 años (- 202.400 parados) y sólo aumenta entre los menores de 19 años (+23.200 parados). Y baja algo más el paro entre las mujeres (-129.100) que entre los hombres (-107.000 parados), reduciéndose más entre españoles y con doble nacionalidad (-203.200) que entre extranjeros (-32.900 parados). Por autonomías, baja porcentualmente más en Balares (-44.500 parados), Madrid (-51.800) y Andalucía (-50.600), subiendo el paro sólo en Navarra y Castilla la Mancha (+2.000 parados cada una).

La cifra total de parados EPA roza los 2,5 millones  (2.553.100 parados a finales de junio 2025), un dato que no se veía desde septiembre de 2008 (2.598.800 parados). Y la tasa de paro baja al 10,29%, según la EPA, mucho más baja que antes de la pandemia (13,78% en 2019) y la menor tasa de paro desde junio de 2008 (10,36%). Eso sí, todavía duplicamos la tasa de paro europea (5,9% en la UE-27 en mayo) y cuadruplicamos la alemana (2,9% de paro), según Eurostat. También baja mucho este trimestre la tasa de paro de los jóvenes (menores 25 años), al 24,5% (14,4% en la UE-27).

Hay otros datos preocupantes del paro que también mejoran. El primero, que hay 796.000 hogares con todos sus miembros en paro (86.100 hogares menos que hace un año). El segundo, que seguimos con 8 regiones con más tasa de paro que la media (10,29%) : Melilla (25,91%), Ceuta (23,74%), Extremadura  (15,48%), Andalucía (14,85%),  Canarias (13,33%), Castilla la Mancha (13,23%), Murcia (11,61%) y Comunidad Valenciana (11,52%). Pero hay 11 autonomías con un paro del  8% o menos (7,13% en el País Vasco y 7,41% en Baleares. Y el tercero, que bajan los parados de larga duración, los que llevan más de 1 año sin trabajo: son 991.500, el  38,8 % de los parados (eran el 40% hace un año).

Esto provoca que a muchos parados se les acabe el desempleo y no cobren ya ningún subsidio, pasando a una situación de pobreza extrema. En mayo de 2025, último dato de Trabajo, cobraban alguna ayuda 1.455.261 desempleados: algo más de la mitad (52,5%) cobraban un subsidio contributivo (según lo cotizado) de 1.004,5 euros de media y el resto (47,5%) cobraban un subsidio asistencial de 480 euros. Así que sólo el 60,5% de los parados registrados en las oficinas de empleo (2.405.963 en junio) cobran algún subsidio. Pero en realidad, con los datos del paro estimado hoy (2.553.100 parados), sólo cobran alguna ayuda el  57% de los parados EPA. Eso significa que casi la mitad de los parados reales (47%%) no cobran ninguna ayuda pública, empeorando la cobertura de 2019 (no cobraban el 38,5%). Así que baja el paro, pero también los que reciben ayudas.

Con todo, lo más positivo sigue siendo la mejor calidad del empleo que se crea en España, tras la reforma laboral de 2022. Este primer semestre, el 42,67% de los contratos firmados fueron indefinidos, algo menos que hace un año (42,87% el primer trimestre de 2024) pero un porcentaje muy superior a los de 2023 (38,7%), 2021 (10,9%) y la media de 2014 a 2020 (sólo entre el 6 y el 8% de los contratos eran indefinidos). Con ello, ya hay 16.057.400 asalariados con contrato indefinido, el 84,6% del total, frente al 74,61% de trabajadores fijos a finales de 2021, antes de la reforma laboral). Lo que no mejora son los contratos a tiempo parcial (por horas o días), que aumentan (+151.300 en el último año) y superan los 3 millones de asalariados, sobre todo por las mujeres (el 73,16% de estos contratos), que trabajan a tiempo parcial porque no encuentran trabajos a jornada completa o para cuidar a hijos y mayores.

Ahora, en 2025, el Gobierno y los expertos creen que España seguirá creando empleo, más que el resto de Europa pero menos que en 2023 y 2024, porque creceremos algo menos (+2,6%, frente al +3,2% en 2024). La previsión enviada por el Gobierno a Bruselas, en octubre de 2024, apostaba por crear 1,6 millones de empleos entre 2024 (+556.132 empleos, aunque realmente se han creado +468.100), 2025  (548.645 empleos) y 2026 (494.878 empleos), con el objetivo de que España roce los 23 millones de ocupados (22.989.350 en 2026) y baje su tasa de paro del 10% en 2026 (ahora parece más factible).

Los datos indican que estamos en el buen camino para lograr ambos objetivos. Pero el Gobierno Sánchez no puede “lanzar las campanas al vuelo” con el empleo y el paro, por dos razones. Una, porque seguimos siendo el país de Europa y de la OCDE (36 paises) con la mayor tasa de paro: 10,29 % en España frente al 5,9% en la UE-27 y el 4,9% en la OCDE. Y la otra, porque la tasa de empleo en España es mucho más baja que en Europa: a finales de 2024 trabajaban el 71,4% de los que tienen entre 20 y 64 años, frente al 75,8% que trabajaban en Europa, el 75,1% en Francia o el 81,3% en Alemania, según Eurostat. A lo claro :que España tiene todavía 1,08 millones de personas menos trabajando que las que deberíamos tener si fuéramos como la media europea. Y que trabajan 2,4 millones de españoles menos de los que deberían  trabajar si tuviéramos la tasa de empleo de Alemania.

Ese es nuestro gran reto: reformar la economía para que ofrezca empleo a más gente (entre 1 y 2 millones más) y eso permita reducir la tasa de paro “a niveles europeos”. En eso deberíamos centrarnos a medio plazo, sin regodearnos en los récords. Y eso implica tomar 2 medidas a corto plazo, que exigen (¡ cómo no¡ ) un pacto político económico y social. Una, aprobar un Plan de empleo, para fomentar la contratación de parados mayores de 45 años, mujeres y jóvenes, sobre todo en esas 8 regiones con más paro que la media, canalizando inversiones públicas y privadas  e incentivos a las contrataciones.

Y la otra, reformar de verdad las oficinas de empleo, porque están colapsadas (se tarda días en conseguir que te den por teléfono una cita previa para solicitar el subsidio) y además no ayudan a los parados a recolocarse. Se han cumplido 2 años de la Ley de Empleo (entró en vigor el 2 de marzo de 2023) y no ha funcionado: ni se ha hecho un perfil de los parados ni se les ayuda individualmente a colocarse. De hecho, las oficinas de empleo sólo colocan al 1,9% de los parados y apenas un 10% de los desempleados hacen cursos de formación (largos y poco útiles). Y en la web del SEPE sólo hay registradas 85.786 empresas y 32.827 ofertas de empleo. Urge reforzar la plantilla de la SEPE (con 2.000 trabajadores menos de los necesarios), mejorar su sistema informático (pésimo) y cambiar la operativa de estas oficinas (gestionadas de forma muy desigual según las autonomías), para dedicarse menos a tareas burocráticas y más a recolocar a los parados.

En definitiva, todos debemos alegrarnos porque haya 22 millones de personas trabajando en España, 10 millones más que hace 60 años, pero todavía trabaja menos gente que en Europa (de los que están en edad de trabajar) y muchos empleos son todavía precarios, demasiados a tiempo parcial y con bajos salarios. Y, sobre todo, muchos empleos se concentran en los servicios, con altibajos en las contrataciones, y todavía pocos en la industria, las empresas tecnológicas y exportadoras, que ofrecen empleos más estables y mejor pagados. Además, no olvidemos que hay mucha incertidumbre en la economía mundial, por los aranceles de Trump, y esto acabará perjudicando al empleo. Así que habrá que estar vigilantes y dispuestos a tomar medidas para salvar esos 22 millones de empleos y conseguir que sigan creciendo. Debería ser nuestro gran reto como país.

lunes, 21 de julio de 2025

Incertidumbre: aranceles, tipos, Europa, política...

No es habitual que a finales de julio haya tanta incertidumbre en la economía mundial, europea y española. Casi en vacaciones, no sabemos qué va a pasar con los aranceles de Trump a Europa, que van a afectar a múltiples empresas y a los precios, recortando el crecimiento. Y tampoco sabemos si el BCE bajará o no este jueves los tipos, por temor a la inflación y ante la fortaleza del euro, que dificulta las exportaciones europeas. Mientras, Europa afronta su próximo Presupuesto 2028-34, recortando algunos gastos (-80.000 millones para el campo) mientras quintuplica la partida de Defensa y Seguridad y con dos retos pendientes: las políticas climáticas (que se suavizan) y de emigración (que se “derechizan”). Y en medio de este panorama, España tiene un problema de bloqueo político e institucional que impide aprobar unos nuevos presupuestos y avanzar en las necesarias reformas (un bloqueo que ya nos ha restado Fondos europeos). Demasiadas incertidumbres que podrían frenar la buena racha de la economía española  y del empleo.

La mayor incertidumbre de la economía internacional son los aranceles de Trump, cuyo alcance real se debería despejar esta semana. Los anunció a bombo y platillo el pasado 3 de abril, con un  arancel general del 10% que subía al 20% para Europa y hasta el 34% a China y el 46% a Vietnam, más el 25% a sus vecinos México y Canadá. Pero a partir de ahí, Trump se ha dedicado a amenazar a los paises para que negociaran contrapartidas a cambio de rebajas en los aranceles, con lo que es un galimatías saber cómo quedan para cada país. Sí sabemos que sólo ha llegado a acuerdos con dos paises, Reino Unido (10%) y Vietnam (20%), alcanzando el 12 de mayo una tregua de 90 días con China. Y lo más importante, amenazando a Europa con un arancel del 30% (mayor del 20% inicial), que entraría en vigor el 1 de agosto si antes no se alcanza un acuerdo.

Eso sí, estos son aranceles “complementarios sobre los que ya ha impuesto Trump a todos los paises: un 25% a las importaciones de aluminio y acero (desde el 12 de marzo), otro 25% a los automóviles, piezas y recambios y un arancel general del 3 al 10% para todo el mundo. Y además, ha anunciado un arancel global del 40% al cobre y otro de hasta el 200% para los productos farmacéuticos, ambos desde el 1 de agosto.

En el caso de Europa, siguen las reuniones con la Administración Trump para evitar ese arancel general del 30% desde el 1 de agosto, sin demasiadas esperanzas de conseguir rebajarlo sustancialmente. Así como China ha sido firme frente al chantaje de Trump (aprobado unos “contra aranceles” que han llevado a la actual tregua), la postura europea ha sido menos firme, buscando antes el acuerdo que las contramedidas, aunque Bruselas dice que tiene preparada una lista de artículos y partidas comerciales USA a las que aplicaría aranceles si no se llega a un acuerdo esta semana: industria aeronáutica, automóviles, productos alimenticios y bebidas (bourbon, soja, vino), productos químicos, maquinaria y equipos electrónicos y médicos. Esta 2ª lista de represalias europeas (72.000 millones) se sumaría a una primera lista (20.000 millones), que se aprobó el 9 de abril, en respuesta a los aranceles del 25% al aluminio y al acero, pero que no ha entrado en vigor, para “no entorpecer la negociación” para rebajar el arancel general con que amenaza Trump (30%).

Mientras Europa negocia contra reloj, como Japón, Corea y sobre todo China, lo evidente es que Trump va a imponer al resto del mundo unos aranceles que van a dañar seriamente a la economía mundial. De hecho, los aranceles ya en vigor suponen elevarlos del 2,5% que estaban en enero de este año a un 16,6% actualmente, según la Universidad de Yale. Una subida espectacular ya que en su anterior mandato, Trump sólo subió los aranceles USA del 1,5 al 2,5%. Y si se cumplen las amenazas de aranceles planteadas para el 1 de agosto, el arancel promedio de EEUU al resto del mundo subiría al 20,6%, el más alto desde 1910. Eso supondría un estancamiento del comercio mundial, un freno a las cadenas internacionales de producción, un aumento generalizado de la inflación y un estancamiento de la economía mundial, con una fuerte inflación y una crisis también en EEUU.

Hasta ahora, las amenazas y los continuos vaivenes en los aranceles impuestos por Trump no han dañado a la economía, porque los inversores esperan hechos (y no amenazas) y porque muchos paises han adelantado importaciones y exportaciones. De hecho, las Bolsas todavía no son pesimistas: el Nasdaq USA ha subido casi un 7% este año, el Euro Stoxx otro +12% y el Ibex español sube un 22% este año, a pasar de las amenazas arancelarias de Trump. Pero si sigue adelante y se agravan a partir del 1 de agosto, las consecuencias negativas llegarán: primero sobre el comercio, luego sobre la producción (encareciendo costes) y los precios (más inflación) y finalmente sobre el consumo y  la inversión, frenando el crecimiento. Y también en EEUU, donde la economía ha caído ya un 0,2% en el primer trimestre, con una inflación del +2,7% en junio (2% en la eurozona).

En Europa, si Trump impone un arancel global del 20% (lo más posible), el mayor daño lo sufrirán los paises que más comercian con EEUU, en especial  Alemania, Francia e Italia. España podría “salvarse de la quema” de la guerra arancelaria, según Bruselas,  por el escaso peso del comercio con EEUU (sólo supone el 4,7% de todas nuestras exportaciones, frente al 10,4% que suponen las exportaciones alemanas a USA), por el tirón del turismo y el consumo y por el empujón inversor de los Fondos Europeos. Pero está claro que los aranceles nos acabarán afectando, sobre todo en las regiones que más comercian con EEUU (Cataluña, Andalucía y Comunidad Valenciana) y en los sectores que más exportan allí: automóvil y piezas, multinacionales energéticas, empresas de bienes de equipo y semimanufacturas, empresas textiles y de manufacturas de consumo, farmacéuticas y empresas químicas y sectores de alimentación, en especial aceites, vino y frutas.

La Comisión Europea estima que están “en riesgo” 4.500 millones de los 18.179 millones exportados por España a EEUU en 2024. Un riesgo menor al del conjunto de Europa, donde  la Comisión cree que están en riesgo una cuarta parte de las exportaciones europeas a EEUU, nada menos que 133.000 millones en riesgo (la UE exportó por valor de 531.600 millones de euros). De momento, las exportaciones europeas a EEUU han seguido creciendo en abril (+3,8%) y mayo (+4,4%), según Eurostat, con lo que Europa ha mejorado su superávit comercial con USA tanto en abril (+17.700 millones, +16,6% sobre abril de 2024) como en mayo (+18.400 millones de superávit de la UE con EEUU, +29,5% sobre mayo 2024), debido a que muchas empresas han querido anticipar ventas (y compras) antes de materializarse los aranceles finales.

En el caso de España, el viernes salió el dato de las exportaciones en mayo, que crecieron un +0,8% a todo el mundo (mientras caían las de Alemania e Italia), aunque caían nuestras exportaciones a Estados Unidos (-14,4%), lo que ya pasó también en abril (-13,8%). Con estas dos bajadas de nuestras ventas en abril y mayo, las exportaciones a USA en los 5 primeros meses de este año(enero-mayo) han caído un -4,8%, mientras las importaciones han crecido un +8% (por anticipo de compras). Con ello, el déficit comercial de España con EEUU se ha agravado: -5.890 millones hasta mayo, frente a -4.553 millones al inicio de 2024. Con aranceles más altos desde agosto, lo normal es que las exportaciones caigan más, lo que obligará a nuestras empresas a buscar nuevos mercados, como ya han hecho en abril y mayo.

Además del problema de los aranceles, los europeos tenemos otro problema: la debilidad del dólar (por la política errática de Trump y su elevada deuda), que ha reforzado al euro en lo que va de año: si empezó el año cotizando a 1,035 dólares, el viernes costaba ya 1,1624 dólares, lo que supone una revalorización del euro del +12,30%. Esto significa que todos los productos europeos cuestan ahora un 12,30% más caros para los países de fuera del euro, lo que dificulta la competitividad de los productos y servicios europeos (también encarece los viajes a Europa, retrayendo el turismo a España). Así que además de aranceles en USA, en Europa tenemos un problema adicional: la revalorización del euro.

Esto afecta también a los tipos de interés, porque una manera de “bajarle los humos” al euro sería seguir bajando los tipos de interés en Europa, aunque el tipo oficial (2%) ya es mucho más bajo que el de EEUU (4,50%). Pero el BCE, que se reúne este jueves, tiene difícil aprobar una nueva bajada, porque teme que los aranceles futuros suban la inflación en Europa, que de momento está controlada (en el 2%). Esta incertidumbre sobre el futuro de los tipos ha frenado ya la caída del Euribor, que está a mediados de julio en el 2,076%, prácticamente igual que en junio (2,081%), lo que frena también la rebaja que podrían conseguir en el futuro los hipotecados. Así que está todo relacionado: más aranceles, más difícil bajar los tipos y menos bajarán las hipotecas para las familias.

Pero hay más incertidumbres económicas en el horizonte. La principal, cómo se configura el futuro de Europa, una economía que lleva varios años estancada y que pierde competitividad frente a Estados Unidos y China. La nueva Comisión Europea, más derechizada tras las últimas elecciones, parece haber perdido el empuje que demostró frente a la pandemia y la crisis inflacionista y no acaba de unirse para afrontar sus mayores retos: el impulso económico y tecnológico, la digitalización y la descarbonización, la lucha contra la crisis climática y la creación de una Defensa Europea que cubra el vacío dejado por Trump y la OTAN. Hace unos meses (septiembre 2024), Mario Draghi, el expresidente del BCE, trazó una “hoja de ruta para que la Unión Europea modernizara su economía y la hiciese más competitiva, con un ambicioso Plan que preveía invertir 800.000 millones en 4 años. Pero ha pasado el tiempo y no hay ningún Plan, sólo divergencias a la hora de afrontar la emergencia climática, la llegada de inmigrantes, la renovación tecnológica y la Defensa Europea.

El último eslabón de la incertidumbre sobre el futuro de la UE ha sido la reciente presentación de los Presupuestos europeos para 2028-2034. Tienen dos problemas. Uno de fondo: el gasto es ridículo. Se propone un Presupuesto de 1,8 billones de euros para 7 años (257.000 millones anuales), que supone el 1,6% del PIB de la UE. Sólo el Presupuesto de España es el doble al año del propuesto para los 27. Y el Presupuesto de EEUU es 10,13 billones de euros anuales, el 37,6% del PIB USA (30 veces más). Estos datos revelan el problema de fondo: son los paises europeos los que ingresan y gastan y la Comisión Europea apenas tiene instrumentos para ingresar y gastar, es un Gobierno europeo “sin medios”.

El segundo problema de los futuros Presupuestos europeos, que se van a debatir los próximos dos años, es que ha cambiado la filosofía: los programas de los Fondos estructurales y el gasto agrícola se van a descentralizar, con programas a través de los paises: serán más planes nacionales que luego ratificará el Gobierno europeo (“menos Europa" en vez de más). Además, las nuevas prioridades como Defensa y Seguridad van a quintuplicar el gasto (131.000 millones), a costa de reducir otros programas (el campo tendrá 300,000 millones, 80.000 menos que ahora. Y el Fondo de Competitividad, la partida clave, tendrá sólo 451.000 millones (incluyendo Defensa), la mitad de lo que proponía Draghi. Pocos recursos para modernizar la economía europea y dar un salto tecnológico e industrial que permita competir mejor.

Y mientras, en España tenemos otra incertidumbre de fondo: la política. La economía va bien, lleva 4 años creciendo más que el resto de Europa y creando el 40% del empleo del continente. Pero la polarización política y el enfrentamiento institucional podrían afectar a la economía, si la coyuntura internacional se agrava y el Gobierno no tiene mayoría para tomar medidas y seguir con las reformas necesarias. Una paralización política que ya nos cuesta dinero: el 7 de julio, Bruselas recortó en 1.100 millones de euros el 5º pago de los Fondos europeos a España (ingresó 24.137 millones) por no haber compensado a los funcionarios interinos (626 millones) y por no aprobar un impuesto al diesel exigido por Bruselas: votaron en contra, en diciembre, PNV y Junts, a los que se sumaron Podemos, PP y Vox. Ahora, hay otras reformas pendientes sin las que España no recibirá los restantes Fondos UE.

En resumen, que hay demasiadas incertidumbres internacionales (aranceles, tipos, guerras) a las que sumar el incierto futuro de una Europa estancada y el parón político en España, con un Gobierno en preocupante minoría que tiene muy difícil legislar y gobernar. Son retos preocupantes con los que nos vamos de vacaciones y que seguirán ahí, quizás agravados, a la vuelta en otoño. Un panorama preocupante, fuera y dentro de España, porque podría afectar a las familias (menos consumo) y a las empresas (menos inversión), paralizando reformas y proyectos y poniendo en riesgo el llamativo despegue económico de España tras la pandemia. Por eso, urge más que nunca el diálogo y el consenso. Pero parecen imposibles.

jueves, 17 de julio de 2025

España, paraíso inmobiliario de Europa

Los inversores y Fondos extranjeros siguen con la fiebre de realizar inversiones inmobiliarias en España, desde la compra de oficinas a hoteles, viviendas, locales comerciales, naves logísticas, hospitales y residencias para estudiantes, también tierras. De hecho, España será este año el país europeo que atraerá más inversión inmobiliaria. Y  Madrid es la 2ª capital europea con más compras inmobiliarias, tras Londres, con Barcelona en 4º lugar. Los inversores siguen comprando inmuebles en España porque crecemos más, el boom del turismo, la bajada de tipos y por la alta rentabilidad, dada la constante subida de precios. Todo apunta a que seguirán las compras y la especulación inmobiliaria, con riesgo de generar otra “burbuja”, como la que estalló en 2008. Eso sí, esta fiebre de compras inmobiliarias  calienta” aún más el precio de la vivienda para quienes la necesitan: en el primer trimestre, la vivienda en España ha subido el doble que en la zona euro y cuesta 5.000 euros/m2 en Madrid y Barcelona. Unos especulan con la vivienda y otros no pueden pagarla.

                   Madrid, la 2ª capital europea con más inversión inmobiliaria extranjera, tras Londres

La inversión inmobiliaria en España ha dado un gran salto tres la pandemia. Ya había dado un primer salto tras el estallido de la “burbuja inmobiliaria”, al saltar de 4.700 millones en 2013 a un máximo de 13.900 millones en 2016 y estabilizarse en 12.000 millones en 2019, según datos de la consultora norteamericana CBRE. Pero en 2020, con la pandemia, la inversión inmobiliaria se desplomó, como todo (a 9.000 millones), recuperándose con mucha fuerza después: 17.625 millones invertidos en 2022. Y con la siguiente crisis (la guerra de Ucrania y la inflación disparada), pero sobre todo con la subida de tipos, cayó un 35% en 2023 (11.613 millones), para recuperarse en 2024, con una inversión inmobiliaria de 14.000 millones de euros, que sigue creciendo con fuerza en 2025.

La bajada de tipos del BCE y el fuerte crecimiento en España, más los récords anuales del turismo y la fuerte demanda de viviendas y alquileres han sido los factores que están impulsando las compraventas inmobiliarias en España, según CBRE. Aunque el 55% de las compras son de inversores españoles, el tirón de operaciones en 2024 (14.000 millones de euros, +20% sobre 2023) se ha debido sobre todo a las inversiones de Fondos de inversión extranjeros, sobre todo de EEUU (13% operaciones), Reino Unido (6%), otros paises europeos e inversores latinoamericanos (3,5% del total), que han concentrado sus operaciones en oficinas (el 40% del total) y en Madrid (35%) y Barcelona (16%).

Casi un tercio de las inversiones inmobiliarias hechas en 2024 han sido en promociones de vivienda e inmuebles (4.300 millones, el 31% del total), destacando la compra por Azora y GCI de las residencias de estudiantes del Fondo EQT. El 2º sector con más inversiones en 2024 han sido los hoteles (3.200 millones, el 23% del total), sobre hoteles de lujo en ciudades y zonas de costa. El tercer destino inversor han sido los locales comerciales (2.900 millones, el 20,7% del total), el negocio que más creció el año pasado (+129%), por la OPA del Grupo Hines y Lar sobre Lar España. Le siguen la compraventa de oficinas (1.600 millones, el 11,4% del total), muy repartida en toda España, y la compra de naves industriales y logísticas (1.400 millones, el 10% de la inversión total), concentradas en Madrid y Barcelona.

En 2025 sigue esta fiebre inmobiliaria en España: las compraventas se han disparado un +32% en el primer semestre, con 5.656 millones invertidos hasta junio, según datos de la consultora JLL. El mayor volumen de operaciones se ha dado en oficinas (1.579 millones, +105%), que ha vuelto a ser el subsector líder, seguido de la compraventa de locales (1.279 millones, +12%), industria y logística (951 millones, +120%), hoteles (860 millones, -38%), inmuebles residenciales (450 millones, +127%) y hospitales (397 millones, +177%). Y su previsión es que las operaciones se mantengan en la 2ª mitad de 2025, con lo que esperan un aumento de la inversión inmobiliaria del 15 al 20% en todo 2025.

Todos los expertos destacan que este año aumentará incluso “el apetito inversor” de los Fondos e inversores extranjeros por España, dado que volveremos a crecer más que el resto de Europa (+2,6%, casi el triple del +0,9% que espera crecer la zona euro), el turismo bate récord tras récord, los tipos siguen a la baja y hay una gran demanda de vivienda, oficinas, locales y otros inmuebles. Por eso, España figura como el primer destino de las inversiones inmobiliarias en Europa, que podrían alcanzar los 214.000 millones en 2025 (+23% que en 2014), según las previsiones de la consultora británica Savills, que nos sitúa por delante de Reino Unido y Francia, como destino de las inversiones inmobiliarias en 2025, según una encuesta a inversores hecha en febrero. Y los activos españoles preferidos por estos inversores son los inmuebles residenciales y las naves logísticas, aunque también muestran un interés creciente por las oficinas en zonas financieras, los hoteles, los Centros de Proceso de Datos y los locales comerciales.

Otra consultora internacional, la norteamericana CBRE, destaca el papel creciente de España como destino de las inversiones inmobiliarias mundiales y apuesta porque el país salte este año al 2º lugar del ranking europeo de inversión inmobiliaria, sólo por detrás de Reino Unido y por delante de Alemania, Polonia, Paises Bajos y Portugal (tras ocupar el 7º lugar en 2022 y el 4º puesto en 2024). Y además, hay dos ciudades españolas que están entre las capitales europeas más atractivas para los inversores inmobiliarios: Madrid, que ocupará este año el 2º lugar en el ranking europeo (era la 5ª en 2023), tras Londres, por delante de París (3ª), y Barcelona, que ocupará el 4º lugar (era la 6ª en 2023), por delante de Varsovia (5ª), Ámsterdam (6ª), Berlín (7ª), Lisboa (8ª), Copenhague (9ª) y Milán (10ª).

La previsión de CBRE es que la inversión inmobiliaria en España alcance los 16.000 millones de euros en 2025, con un aumento del 15% sobre 2024, que podría ser incluso mayor si se confirman algunas operaciones pendientes. Según su Encuesta a los inversores internacionales, un tercio (32%) van a apostar por el sector residencial, otro 27% por inmuebles para la logística, un 16% invertirá en oficinas, un 10% en locales comerciales y otro 9% en hoteles, sobre todo de lujo.

Como en 2024, la mayor inversión inmobiliaria extranjera irá a oficinas, pero el mayor interés se centra este año en el sector residencial, en los inmuebles para venta o alquiler, dada la extraordinaria demanda (les interesan sobre todo las viviendas de media y alta gama) y la falta de oferta y las excelentes perspectivas de rentabilidad, dado que los precios de las viviendas no dejan de subir, mes a mes. De hecho, en el primer trimestre de 2025, el precio de la vivienda en España ha subido más del doble que en la UE-27, según Eurostat: +12,3% frente a +5,7%, sólo por detrás de Portugal (+16,3%), Bulgaria (+15,1%) y Croacia (+13,1%) y muy por encima de la subida del +0,6% en Francia o el +3,8% en Alemania.

Este “boom” de precios ya ha provocado una OPA importante en el sector: la de Neidar (propiedad de Fondos extranjeros y españoles) sobre Aedas (propiedad del fondo USA Castelake), que dará lugar a la empresa promotora  líder en  España. Pero no sólo los inversores y los Fondos compran inmuebles en España: los extranjeros ya hacen el 15% de las compras de vivienda en España, sobre todo en islas y costa. Y eso explica que un 35% de las compras de viviendas se hagan al contado, sin hipoteca. Todo ello, el interés de los inversores y Fondos más los extranjeros que compran una 2ª residencia contribuyen a subir el precio de la vivienda. En junio, el precio medio de la vivienda en España era de 2.438 euros por metro cuadrado, según Idealista, un 40,68% más que hace 6 años (1.733 euros/m2 en junio 2019). Y es mucho más alto el precio en Madrid (5.642 euros/m2 y Barcelona (4.920 euros/m2).

El otro sector donde los inversores extranjeros (y algunos españoles) muestran más interés son los hoteles,  por el fuerte aumento de turistas (este año se esperan 100 millones de visitantes), que cada vez gastan más. Actualmente, hay multitud de Fondos USA y europeos “a la caza” de hoteles españoles, sobre todo de 5 estrellas y de lujo, donde más está creciendo la demanda. En unos casos, los inversores los compran con la intención de gestionarlos y venderlos en unos años y en otros sólo compran el activo pero mantienen la gestión en las cadenas hoteleras. Sólo en el primer semestre se han hecho compraventas de hoteles por valor de 1.800 millones. La primera gran compra de 2025, en mayo, fue el Hotel Barceló Raval de Barcelona, comprado por un Fondo alemán  (Real IS) a otro Fondo alemán (Unión Investment). En junio, la cadena Spring Hoteles compró el complejo hotelero Mare Nostrum (Tenerife) al Fondo canadiense Brookfield. Y en julio se ha anunciado que un Fondo USA (LCN) quiere hacerse con el control de Silken, la mayor cartera hotelera del mercado. Y para septiembre se esperan nuevas operaciones hoteleras.

Además de las compraventas de oficinas, inmuebles residenciales, sedes logísticas, locales comerciales y hoteles, sigue habiendo bastante apetito inversor extranjero por los hospitales (por el auge de los seguros privados que tienen 13 millones de españoles), las residencias de estudiantes (no hay alquileres asumibles para los jóvenes y eso preocupa a muchas Universidades) y las residencias de ancianos (con escasas plazas, a pesar del envejecimiento de la población), las instalaciones para Centros de Datos (un negocio en auge por la digitalización y la inteligencia artificial) y hasta el suelo agrícola, tanto para la instalación de paneles solares y molinos eólicos como para atender a la demanda de nuevas instalaciones agrarias y agroalimentarias (los inversores lo llaman “agro business”).

¿Por qué hay tanta fiebre de los inversores inmobiliarios por España? Básicamente, porque el fuerte crecimiento, el turismo récord y la alta demanda auguran altos beneficios. En el 2º trimestre de 2025, la rentabilidad del sector inmobiliario era muy elevada: 7,2% de rentabilidad para el inversor que tiene alquileres, 11,5% de rentabilidad para las oficinas, 10,1% para los locales comerciales y 6,7% para las plazas de garaje, según datos de Idealista. Pero eso lo miran sobre todo los inversores particulares. Los Fondos internacionales analizan el retorno de su inversión: cuánto van a poder ganar en poco tiempo vendiendo lo que han comprado. Su motivación es la pura especulación: vender mañana más caro de lo que compraron. Un ejemplo: el hotel Raval lo compró en 2012 un Fondo alemán por 40 millones y lo vende ahora a otro Fondo alemán por 70 millones…

Esta perspectiva de rentabilidad, en las inversiones inmobiliarias, las oficinas, los locales y Centros comerciales o los hoteles es lo que está moviendo el mercado y haciendo que España sea tan atractiva. ¿Hay riesgo de que se esté generando otra burbuja inmobiliaria? Los expertos dicen que no, pero no está tan claro si se enturbia el panorama económico internacional y eso afecta al fuerte crecimiento de España. Y el problema es que la mayor parte de esta inversión inmobiliaria, igual de rápido que viene se va, a Varsovia, a Lisboa o a cualquier ciudad latinoamericana o asiática donde pueda hacer negocio rápido.

Lo que está claro es que estos inversores y Fondos no van a resolver el grave problema de la vivienda en España, sino que lo agravan. Ya hay demasiados ejemplos de fondos que se dedican a comprar edificios para echar a los inquilinos y luego disparar los alquileres. Y lo que es seguro es que la fuerte demanda de inmuebles (y solares) por parte de inversores y Fondos extranjeros (para luego vender y alquilar) está disparando aún más los precios de venta y alquiler de la vivienda, que suben más que en la mayoría de Europa. Por eso, habría que regular el papel de estos inversores y Fondos, para que no “enturbien” más el mercado y contribuyan a aumentar la oferta y ofrecer pisos y alquileres razonables. Pero está claro que esto no es lo que buscan cuando invierten en España.

lunes, 14 de julio de 2025

Menos trabajadores en 2050

La crisis demográfica es otro grave problema de este siglo, como la emergencia climática, del que apenas se habla. Y mientras, Europa pierde población y envejece, lo que hará caer el número de trabajadores. En España, habrá 2,55 millones de personas menos en edad de trabajar para 2050, lo que complicará la economía, la recaudación, las pensiones y los servicios públicos. El problema de fondo es la caída de la natalidad y el envejecimiento de la población, que provocarán una caída de 2,4 millones en los nacidos en España para 2050, aunque la población total será mayor que ahora (55 millones) porque “nos salvarán los inmigrantes” (8,2 millones de residentes más nacidos fuera de España). Por eso, la “propuesta” de Vox de expulsar a 8 millones de extranjeros no es sólo injusta y xenófoba sino también “una locura económica”: colapsaría el país. Urge un Pacto demográfico para subir la natalidad, apoyar más a las familias y organizar la inmigración a medio plazo. Un reto para la supervivencia de toda Europa.

Europa tiene un grave problema demográfico que provocará, en los próximos 50 años, una fuerte caída de la población y su envejecimiento, con la consiguiente bajada de la población en edad de trabajar, frenando su crecimiento y asfixiando sus economías, según las proyecciones de población hechas en 2020 por la Comisión Europea. Los datos son muy preocupantes: los 452,85 millones de europeos (UE-27) de 2024 aumentarán hasta 2026 (453,38 millones) y a partir de ahí, bajará la población, sobre todo a partir de 2035, para caer a 448 millones en 2050 y a 429,8 millones en 2074 (-23 millones de europeos dentro de 50 años). 

Una caída de población que se debe a la caída de la natalidad, acompañada del envejecimiento de la población (los mayores de 65 años pasará de ser el 20% al 30% de la población) y que provocará una caída del número de trabajadores: las personas en edad de trabajar pasarán de ser el 59% de los europeos en 2019 al 51% (de menos población) en 2070. Y eso se traducirá en menos crecimiento, menos recaudación, más gastos sanitarios y en cuidados y menos cotizaciones e ingresos para sostener las pensiones y los servicios públicos.

La caída de la población europea en los próximos 25 y 50 años será distinta por paises, según las proyecciones de Bruselas. Italia será el país que más población perderá: -1,38 millones entre 2024 y 2049 y -6,2 millones de habitantes entre 2024 y 2074. También perderán mucha población Grecia, Croacia y la mayoría de los paises del Este (especialmente Polonia y Hungría). Algunos paises (pocos) ganarán población: Dinamarca, Suecia, Irlanda, Chipre, Malta y Luxemburgo. Y el resto, en general perderán población, sobre todo a partir de 2050. Alemania perderá sólo -178.339 habitantes entre 2024 y 2049, pero serán -800.000 entre 2024 y 2074. Y Francia, que lleva décadas fomentando la natalidad y con muchos inmigrantes, será una excepción: ganará 2,4 millones de habitantes entre 2024 y 2049, aunque luego empeorará sus cuentas demográficas y sólo ganará 1,33 millones de habitantes entre 2024 y 2074.

España será otra excepción, ya que ganará población en los próximos 25 años, aunque la perderá en 50 años, según las proyecciones de la Comisión Europea (2020): ganará 2,5 millones de habitantes entre 2024 y 2049, pero al final perderá 700.000 residentes entre 2024 y 2074. Lo mismo les pasará (subir población hasta 2049 y luego bajarla) a Portugal, Paises Bajos, Austria, Bélgica, Chequia, Estonia, Eslovenia, Eslovaquia y Finlandia.

Sin embargo, una proyección de población más reciente, la del INE de junio de 2024, apuesta a que España realmente ganará población en los próximos 25 y 50 años: pasaremos de ser 48.610.458 habitantes en 2024 a 54.834.632 habitantes en 2049 (+6.224.174 habitantes) y a estabilizarnos en 54.588.195 habitantes en 2074. Pero este aumento de la población total es “engañoso”, porque se debe exclusivamente a la entrada de inmigrantes. Los “nacidos en España” caen drásticamente :de 39.698.012 en 2024 a 37.331.032 (-2,36 millones) y a 33.309.658 en 2074 (-6,38 millones de nacidos en España). Y los “nacidos en el extranjero” residentes en España saltan de 9.379.972 habitantes en 2024 a 17.503.600 en 2049 (+8,1 millones de residentes) y a 21.278.537 nacidos en el extranjero en 2074 (+11,89 millones que en 2024). O sea, que para dentro de 50 años, se “pierden” 1 de cada 6 nacidos en España y se duplica con creces  el número de residentes que han nacido fuera de España.

Esta importante caída en la población “nacida en España” se debe, básicamente, al desplome de la natalidad en nuestro país: si a la muerte de Franco, en 1975, eran 2,8 los niños por mujer, en 2017 ya eran la mitad (1,3) y han caído a 1.15 niños por mujer en 2024, la 2ª tasa de fecundidad más baja de la UE-27, tras Malta. Y eso ha provocado que la población caiga  en España desde 2017 (30.772 muertes más que nacimientos), año tras año (-132.604 fue el saldo vegetativo en 2024). Y el INE espera que este saldo de población (nacimientos-defunciones) aumente en los próximos años: -120.636 pérdidas anuales entre 2029 y 2033, -259.991 al año entre 2049 y 2053 y hasta -319.890 de pérdida anual de población entre 2064 y 2068, con -296.039 de pérdida anual entre 2069 y 2073.

Estas pérdidas de población “nacida en España” se van a compensar, según las proyecciones del INE, con la entrada neta de inmigrantes en las próximas décadas. El saldo migratorio (entradas menos salidas de “nacidos en el extranjero”) pasará de 454.232 en 2019 a 787.195 en 2024, 407.477 entradas anuales entre 2029 y 2033, 287.000 anuales entre 2049 y 2053 y después, unas menores entradas (algo menos de 300.000 al año) entre 2054 y 2073.

Lo peor no es sólo que caiga  la población nacida en España sino que además, el conjunto de la población española (y europea) va a envejecer, porque la esperanza de vida ha aumentado mucho y seguirá al alza: de 73,44 años en 1975 a 83,47 en 2024 (+10 años) y 86,62 años en 2050 (84,44 los hombres y 88,91 las mujeres). Eso lleva a un mayor peso de los mayores (+ de 65 años), que pasan de ser hoy el 20% de la población al 30% en 2050 y décadas siguientes. En contrapartida, habrá menos jóvenes, con lo que se reducirán las personas en edad de trabajar, un problema grave para el crecimiento, la recaudación de impuestos y cotizaciones, poniendo en aprietos las pensiones y servicios públicos.

Lo más llamativo de la caída de la población nacida en España es la caída de las personas en edad de trabajar, la futura pérdida de trabajadores. Un reciente estudio de Randstad pone cifras a este preocupante problema: la población en edad de trabajar (15-64 años) caerá en España de 31.727.218 personas en 2025 a 29.170.592 personas en 2050 (-2.556.626 españoles en edad de trabajar). La mayor caída en la población que puede trabajar se dará a partir de 2035, cuando se jubilen los nacidos en el baby boom de los años 60, y sobre todo a partir de 2040 (cuando se jubilen los nacidos en los años 70).

Esta caída en la población en edad de trabajar se produce, de nuevo, entre los nacidos en España, que son los que tienen menos hijos. Así, los españoles de 20 a 64 años, en plena edad de trabajar han pasado de 24.489.040 en 2008 (el máximo) a 23.157.641 en 2020 y bajarán a 22.364.422 españoles en edad de trabajar en 2025  (-2,12 millones desde 2008). Y mientras, los residentes nacidos en el extranjero en edad de trabajar han aumentado de 4,67 millones en 2008 a 5,73 millones en 2020 y serán 7,51 millones en 2025 :+2,84 millones desde 2008, lo que ha permitido el crecimiento del empleo y la economía. Además, de esos 2,55 millones menos para trabajar que se espera para 2050, la mayoría ( 1,72 millones) será la pérdida de activos con menos de 54 años, los más productivos.

La disminución de la fuerza laboral en España (y en Europa) en las próximas décadas, provocará una mayor falta de trabajadores (de lo que ya se quejan ahora las empresas), una menor movilidad laboral y una menor productividad, mientras no habrá “relevo generacional” para muchas profesiones y empleos. En paralelo, el envejecimiento de la población aumentará el gasto en sanidad, cuidados y pensiones, mientras habrá menos trabajadores pagando impuestos y cotizando para financiar pensiones y servicios públicos.

¿Qué se puede hacer? Lo primero y fundamental es promover la natalidad, como lleva décadas haciendo Francia, el país que ganará más población hasta 2050. Eso obliga a un Pacto de Estado por la natalidad, que incluya múltiples medidas: ayudas por hijo (graduadas por edades e ingresos familiares), educación gratuita 0-3 años, medidas de conciliación laboral efectiva (con más guarderías en las empresas), política pública de cuidados a mayores y discapacitados (para liberar a las mujeres) y, sobre todo, un conjunto de políticas públicas para ayudar a las familias con hijos: facilitarles el acceso a la vivienda es clave.

Otra medida clave es atraer talento extranjero (jóvenes con formación tecnológica y digital) y fomentar la inmigración legal, sobre todo dirigida a la contratación en origen de trabajadores que faltan en España (campo, construcción, hostelería, cuidados…). Actualmente ya, la inmigración ha sido clave para el fuerte crecimiento de España tras la pandemia: los expertos estiman que la mitad del crecimiento del PIB español ha sido por el trabajo inmigrante. Los datos son esclarecedores: de los 1.891.000 empleos creados en España entre 2019 y 2024, casi las tres cuartas partes (1.351.000, el 71,44%) han sido ocupados por extranjeros (848.700) o trabajadores con doble nacionalidad (502.300, la mayoría latinoamericanos), según la última EPA. Y sólo en 2024, de los 468.000 empleos creados, sólo 59.000 fueron a trabajadores “nacidos en España

Esto no debería alimentar la xenofobia, porque la mayoría de estos trabajos no son cubiertos por “españoles” porque no los buscan igual, porque suelen ser más precarios y peor pagados (en el campo, la hostelería, el transporte,  la construcción, el servicio doméstico o los cuidados de niños y ancianos). En cualquier caso, las proyecciones del INE son claras: para que España no pierda población, hacen falta más inmigrantes, al menos 6,38 millones en los próximos 50 años. Y si no vienen a España más extranjeros, faltarán trabajadores, porque los españoles en edad de trabajar van a caer drásticamente de aquí a 2050.

Por todo esto, no tiene sentido la propuesta de Vox de expulsar a 8 millones de inmigrantes, una medida no sólo injusta y xenófoba sino económicamente peligrosa, porque nos hacen falta inmigrantes para compensar la falta de jóvenes y mantener el crecimiento y los servicios. Eso sí, hace falta otro Pacto, por una inmigración legal y organizada: planificar a varias décadas los inmigrantes que necesitamos y adoptar políticas para buscarlos y atraerlos, no continuar con las llegadas descontroladas. Actualmente, somos 49.153.849 personas viviendo en España (1 abril 2025) y de ellos, un 14,13% tienen nacionalidad extranjera (6.947.711 residentes), aunque hay que matizarlo, porque 2,5 millones de ellos son europeos. Se trata de un porcentaje alto, pero similar al de otros paises europeos (Alemania, Francia) y “asumible”, porque los necesitamos. Otra cosa es planificar mejor la inmigración hasta 2050, sin xenofobia y asimilándola.

En resumen, que la caída de población es uno de los grandes retos del siglo XXI, junto a la crisis climática y la revolución tecnológica y digital. Y hay que afrontar ya los problemas que se nos vienen encima, sobre todo la caída de trabajadores mientras la población envejece, lo que supone una bomba de relojería para el crecimiento, las pensiones y los servicios públicos. No podemos esperar, porque las medidas a tomar (fomento natalidad, ayudas a la familia y planificación de la inmigración) tardan décadas en hacer efecto. Hagan algo ya.