lunes, 30 de mayo de 2022

Parón en la lucha contra el Cambio Climático

Con la pandemia y la guerra en Ucrania, se ha desatendido la lucha contra el Cambio Climático. Y en estos 2 años largos, los problemas medioambientales se han agravado, con más olas de calor y 4 indicadores que han empeorado: aumento emisiones de CO2, concentración histórica en la atmósfera, aumento de las temperaturas y acidificación de los océanos. Y encima, la guerra de Ucrania ha obligado a tomar medidas que agravan los problemas climáticos: más consumo de petróleo y carbón para afrontar la subida del gas y ayudas a empresas y familias para paliar el alto precio de carburantes y electricidad, alimentando el consumo contaminante. La ONU ha dado otra alerta: hay que recortar los subsidios y volcarse en las renovables. Lo positivo es que Europa, buscando huir de la energía rusa, ha aprobado un ambicioso Plan (REpowerEU) para fomentar, con 300.000 millones, las energías alternativas (paneles solares, bombas de calor, hidrógeno verde y biometano). Se acaba el tiempo para tomar medidas.

Enrique Ortega

El mundo lleva dos años largos preocupado por la pandemia del coronavirus y, desde febrero, por la invasión de Ucrania y sus graves consecuencias sobre la energía, la inflación y la recuperación. Y se ha desatendido el gran reto del siglo XXI: combatir el Cambio Climático y salvar al Planeta. Pero el desastre climático avanza y lo acabamos de ver en mayo, con la mayor ola de calor en primavera de nuestra historia. Pero ya antes, en marzo y abril, las organizaciones internacionales publicaron 4 indicadores que alertaban sobre el avance imparable del Cambio climático: aumento de las emisiones de CO2, concentración récord de gases en la atmósfera, aumento de la temperatura de la tierra y el mar y acidificación de los océanos, junto a un aumento de daños en la salud y los ecosistemas.

El primer indicador refleja un aumento de las emisiones mundiales de CO2 en 2021, tras haber bajado en 2020 por la pandemia (menor actividad). Así, en 2021, se emitieron 36.300 millones de Tm de CO2 equivalente, un +6% que en 2020 y el nivel de emisiones más alto de la historia humana, según la Agencia Internacional de la Energía (AIE). La culpa fue de dos factores, que están relacionados: un mayor consumo de carbón (el combustible fósil más contaminante), para contrarrestar la subida histórica del precio del gas natural, y un fuerte aumento de las emisiones en China (también, aunque menos en India y algunos paises en desarrollo), por el mayor consumo de carbón. También aumentaron las emisiones de las eléctricas y de la industria, mientras bajaban las del transporte. Por paises, el mayor aumento de emisiones de CO2 en 2021 se dio en Brasil e India (+10%), EEUU (+7%), China (+5%), Japón (+1%) y Europa (+7,94%), donde las emisiones subieron en todos los paises a finales de 2021, según Eurostat, más en la Europa del Este (+20%) y norte (+11%), y menos en España (+10%), Francia (7%) o Alemania (+5%).

Con la subida de emisiones mundiales en 2021 (+6%) y a pesar de la bajada en 2020 (-5,2%), el balance es negativo: el mundo emite ahora más CO2 que antes de la pandemia (36.300 millones de Tm frente a 36.100 millones en 2019 (donde ya emitía un +11,4% de CO2 que los 32.400 millones de Tm emitidas en 2010, según la AEI. Pero el aumento de emisiones se debe sobre todo a China: emite 750 millones de Tm más que en 2019, mientras el resto del mundo emite 570 millones de Tm menos. Y se reafirma como el país del mundo que más contamina: China supone el 32,78% de las emisiones totales de CO2, muy por delante de EEUU (12,6%), la UE (7,4%), India (6,8%) y Japón (3%), según la AEI. Incluso, China lideró también en 2021 (por primera vez) el ranking de emisiones de CO2 por habitante: 8,44 Tm por habitante, frente a 8,23 Tm/hab las economías avanzadas y 2,34 Tm/hab el resto de economías emergentes.

El 2º indicador climático clave que ha ido a peor ha sido la concentración de CO2 en la atmósfera, tras dos siglos de fuerte aumento por la actividad del hombre tras la Revolución Industrial, según demuestran todos los estudios científicos. Si esa concentración de CO2 era de 316 partes por millón (ppm) en 1959 y había subido a 369 en el año 2.000, en 2020 era ya de 414,24 (subiendo incluso con la pandemia) y en 2021 subió a 416,45 ppm, la mayor concentración de CO2 en el Planeta  desde hace 3 millones de años, antes de que el hombre habitara la tierra. Y este año 2022, esa concentración ha seguido subiendo, hasta batir otro récord el 25 de mayo, con 421,72 ppm, según la medición diaria que realiza el observatorio de Mauna Loa, en Hawái (ver dato de hoy en su web).

El 3º indicador climático que empeora es el aumento de la temperatura de la Tierra, tanto en la atmósfera como en  los océanos (que retienen un 80% del calor de la atmósfera). Los gases de efecto invernadero (CO2, metano, óxido nitroso y ozono) hacen de “paraguas” y recalientan la atmósfera, aumentando la temperatura de la Tierra. En febrero de 2022, la temperatura ya había subido +1,19 grados en relación a la media de 1850-1900. Y aunque 2021 no ha sido el año más cálido del siglo, los últimos 7 años son las más cálidos en la historia reciente de los registros de temperatura (desde 1850). Y se produjeron temperaturas extremas (54,9 grados en julio en California, 48,8º en agosto en Sicilia o 47,4º en Montoro, Córdoba, también en agosto), según el último informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM). Y en mayo de 2022, España sufrió la mayor ola de calor en primavera de nuestra historia.

El 4º indicador climático que preocupa es la situación de los océanos, que no solo se recalientan sino que también se acidifican (porque absorben el 23% del CO2 que emitimos y han captado ya la mitad del CO2 emitidos en los últimos 200 años), lo que pone en peligro los corales y muchas criaturas marinas. Además, el aumento de la temperatura global calienta los polos y provoca un deshielo de los glaciares que provoca la subida del nivel del mar: ha vuelto a subir en 2021 y la OMM estima una subida anual del nivel de mar de 4,5 milímetros anuales entre 2013 y 2021 (+22,5 milímetros=2,25 cm), más del doble de lo que subió entre 1993 y 2002. Y el programa europeo Copernicus calcula que el nivel del mar ha subido 9 centímetros desde 1.993, poniendo en peligro islas y zonas costeras.

Además del empeoramiento de estos 4 indicadores, el último informe de la OMM sobre el Estado del Clima alerta sobre que sigue la pérdida de biodiversidad: 1 millón de especies de las 8 millones existentes están en peligro de extinción por la sobreexplotación de los recursos terrestres y marinos. Y además, la contaminación medioambiental causa 12,6  millones de muertes al año, según la OMS, además de deteriorar la alimentación y el nivel de vida de la mitad del Planeta, que sufre los graves daños personales y económicos del clima extremo (sequías, inundaciones, incendios o huracanes). Las zonas más vulnerables al Cambio Climático están, según la ONU, en Africa, Asia meridional, América central y del sur, el Ártico,  las pequeñas islas del Pacífico y el sur de Europa y el Mediterráneo.

Mientras estos indicadores nos muestran que el Cambio Climático avanza imparable, el mundo ha tenido que sortear dos graves problemas: la pandemia y la guerra en Ucrania, que han “desviado” la atención del estado del Planeta. Y lo peor es que los paises han tomado medidas que van en contra de la lucha contra el Cambio Climático, sobre todo en los últimos meses, tras la invasión de Ucrania. Por un lado, se vuelve a consumir más petróleo y carbón (las energías que más contaminan), para huir del elevado precio del gas y de las ventas de Rusia. Y por otro, muchos Gobiernos han optado por afrontar la subida de precios de la energía (luz y carburantes) bajando impuestos y dando ayudas al consumo de combustibles  (en España, se subvenciona 20 céntimos el litro de gasolina y gasoil), lo que favorece la utilización de energías contaminantes: de hecho, en marzo, ha aumentado el consumo (subvencionado) de gasolina en España, según los datos de CORES).

Además, el tercer problema que ha traído la guerra de Ucrania es que ha cambiado las prioridades de los paises, sobre todo en Europa, preocupados ahora por gastar más dinero en Defensa y en infraestructuras de gas (y nucleares en algunos paises), así como en ayudas a empresas y sectores afectados por la guerra, con lo que hay menos recursos para afrontar la lucha contra el Cambio Climático. El secretario general de la ONU ha vuelto a criticar la política de la mayoría de Gobiernos, que invierten unos 500.000 millones de dólares anuales en bajar artificialmente el precio de los combustibles fósiles mientras sólo gastan la tercera parte en promover las energías renovables. Por ello, Antonio Guterres acaba de pedir que los paises tripliquen sus inversiones en renovables, para invertir 4 billones de dólares al año.

El aumento de las emisiones y el deterioro del medio ambiente han llevado a los científicos de la ONU a lanzar otra alerta en abril, en el 6º informe del IPPC: si las emisiones de gases de efecto invernadero, provocadas básicamente por el hombre, siguen al ritmo actual, la temperatura de la Tierra aumentará +4,4 grados para 2100, lo que supondría un desastre planetario. Mantienen que el tope de aumento de temperatura no debía superar los 1,5 grados, el objetivo marcado en la Cumbre del Clima de París de 2015. Y reconocen que, dado el ritmo de emisiones en marcha, será casi imposible evitar que se alcance este aumento de 1,5º en 2040. Pero todavía hay una oportunidad:  que ese aumento baje después, aunque para ello hay que empezar a recortar las emisiones ya, antes de 2025.

Los expertos climáticos de la ONU plantean varios escenarios, pero creen que el más realista sería conseguir recortes extras para reducir las emisiones un -23% para 2030 (sobre las de 2019: las hemos aumentado un +0,2% hasta 2021) y un -75% para 2050.Así creen que todavía estamos a tiempo de que la temperatura no suba más de 1,5 grados para 2100 y salvemos el Planeta. Eso exige Planes más ambiciosos de recorte de emisiones por parte de los paises (sobre todo de China y EEUU, que emiten más y son menos ambiciosos que Europa) y fijan objetivos de recortes en el consumo mundial para 2050: -100% para el carbón (hay que dejar de consumirlo),  -60% para el petróleo y -70% para el gas.

Para poder sustituir a estos combustibles fósiles en tres décadas, el informe de la ONU (IPPC, abril 2022) propone fomentar al máximo las energías renovables, con fuertes inversiones, y actuar en otros frentes: eficiencia y ahorro energético, fomento del autoconsumo, desarrollo de sistemas de almacenamiento de energía, redes inteligentes, biocombustibles sostenibles para aviones y buques, hidrógeno verde y movilidad eléctrica.

Esta es la línea que sigue el último Plan energético presentado el 18 de mayo por la Comisión Europea, el REpowerEU. Es un intento de “hacer de la necesidad virtud”: como Europa tiene que conseguir su independencia energética de Rusia, tiene que acelerar su Plan verde de lucha contra el Cambio Climático. El Plan pretende invertir 300.000 millones de euros (72.000 en subvenciones a fondo perdido a los paises, como el Fondo Next Generation EU,  y los 225.000 millones restantes en créditos) y conseguir que las energías renovables aporten el 45% de toda la energía europea en 2030. Para ello, se financiará la colocación de placas solares y bombas de calor en los edificios, se simplificará la instalaciones de parques eólicos y solares, de promoverá el hidrógeno verde, se apoyará el biometano (gas a partir de basuras, residuos y purines), además de promover el ahorro y la eficiencia energética.

España, tendrá que volcarse esta década en ese Plan verde europeo, con Fondos UE y con fondos propios, que han de ser compatibles con los Fondos necesarios para digitalizar y modernizar la economía así como los mayores gastos en Defensa. Hay un problema de fondo: que haya dinero para financiar los proyectos renovables y que se aprueben medidas para compensar a los que saldrán perdiendo con esta “revolución verde”, que tendrá un coste para muchas empresas y familias. Precisamente, un reciente informe del Banco de España advierte que la transición verde va a tener un alto coste para muchas empresas y sectores (que tendrán que “reconvertirse o cerrar”) y para las familias más vulnerables, con menos recursos, que son las que más gastan (comparativamente) en energía y que se verán más afectadas por dos vías: la energía verde será más cara y habrá que pagarla con “impuestos verdes” (más impuestos a los carburantes, por ejemplo). Eso puede crear problemas y protestas en algunas familias y sectores (transportistas, campo, pesca), a los que habrá que ayudar a compensar los efectos de esta necesaria “transición verde”.

En resumen, que mientras nos ha obsesionado la pandemia, la guerra de Ucrania y la inflación, hemos seguido emitiendo CO2 y destruyendo el Planeta, sin tomar casi medidas o tomando decisiones contrarias al clima. Y se nos acaba el tiempo para reaccionar: el Cambio Climático avanza imparable y hay que frenarlo como sea, aunque tengamos guerra, inflación y hasta otra crisis. Lo primero es antes. La prioridad es salvar la humanidad y el Planeta.

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