Habrá que esperar a junio, pero por fin bajará la luz, que ha subido un 35% en el último año. Los primeros que lo notaremos seremos “los tontos” con tarifa regulada, a los que el recibo bajará entre un 20% y un 30%, hasta mayo de 2023, gracias al tope al gas autorizado excepcionalmente a España y Portugal por la Comisión Europea. Después, los “listos” del mercado libre (que llevan años pagando la luz más cara, digan lo que digan las eléctricas) notarán la rebaja cuando renueven su contrato. Y si la guerra de Ucrania sigue, el Gobierno tendrá que prorrogar, a finales de junio, la bajada de impuestos a la luz, para mantener la rebaja del recibo. Son sólo unos “parches” para frenar la inflación, porque España tendrá que aprobar para enero una nueva tarifa regulada, que sea menos volátil que la actual. Y en paralelo, toda Europa podría revisar el sistema de fijación de precios de la electricidad, poco eficiente y transparente. Luz y taquígrafos.
Enrique Ortega a partir de Georges de La Tour |
Para entender la bajada de la luz que viene, hay que recordar cómo funciona el recibo de la luz. Tiene 3 partes: el coste de la electricidad en el mercado (que suponía el 40% del recibo, pero que ahora ya supone el 70%), los costes regulados (pagos que aprueba cada año el Gobierno, para financiar el transporte y distribución, ayudas a las renovables y a la electricidad en las islas o el pago de la deuda eléctrica) y los impuestos. Y luego, hay dos tipos de consumidores. La mayoría de los usuarios domésticos (19,8 millones a finales de 2021, según la CNMC, el 66,28% de los contratos) y un 30% de las empresas tienen un contrato libre: pagan una tarifa que pactan con una comercializadora de electricidad y la revisan cada año (hay grandes empresas con contratos a medio plazo), sin ninguna capacidad de negociar realmente. Y el resto de usuarios domésticos (10,07 millones, el 33.72% de los contratos) tienen una tarifa regulada (PVPC), ligada al precio diario de la luz en el mercado mayorista. Este es el precio diario que suele publicarse (191,08 MWh para hoy jueves).
Los precios de la luz en el mercado mayorista (que suponían el 40% del coste del recibo en la tarifa regulada y libre) eran moderados hasta 2021: 33,96 euros por MWh en 2020, algo más bajos por la pandemia que en 2019 (46,78 euros) y 2018 (57,29 euros), el precio más alto desde 2010 (45,83 euros). Pero en enero de 2021 llegó la tormenta Filomena y el precio se duplicó el 8 de enero, hasta los 94,99 euros por MWh. Luego se calmó, por debajo de los 50 euros, para subir a 73,54 euros el 3 de mayo y superar los 100 euros el 20 de julio. Y después, batió 27 récords de subidas hasta fin de año (ver gráfico), el último el 23 de diciembre, con 383,67 euros por MWh, un récord histórico. A partir de ahí hubo una tregua coyuntural, para acabar el año 2021 con una media de coste de la luz en el mercado mayorista de 111,90 euros, el triple que la media de 2020 (33,96 euros).
Esta subida desproporcionada de la luz en origen provocó un tremendo salto en la factura de la luz de los españoles, sobre todo de los que tenían la tarifa regulada (al resto, “el susto” les llegó cuando renovaron su contrato “libre”). Así, la factura media (4,6 kilovatios de potencia y 3.500 euros de consumo anual) subió de 34 euros mensuales en 2020 a 119 euros en 2021, según la OCU.
Pero “el susto” de la factura de la luz no había acabado. En enero de 2022, el precio mayorista de la luz (en origen) había vuelto a subir de los 200 euros por MWh, por las tensiones en los precios del gas natural desatadas por Rusia (que suministra el 41 % del gas que consume Europa) y por la fuerte subida de los derechos de emisión de CO2 que pagan las eléctricas por producir electricidad con energías contaminantes (carbón, fuel y gas): su coste (que las eléctricas repercuten en el precio mayorista) pasó de 33,43 euros por tonelada en enero de 2021 a 84,8 euros en enero de 2022, según Sendeco. Pero la puntilla fue la invasión de Ucrania por Putin, el 24 de febrero: el precio del gas natural se disparó (de 88,89 euros MWh a 134 euros y hasta 214 euros el 8 de mayo, 11 veces más caro que un año antes). Y eso provocó que el coste de la luz en el mercado mayorista saltara de 195 euros MWh el 23 de febrero a 544,98 euros el 9 de mayo, 57 veces más caro que un año antes (ver gráfico). Y aunque luego, el precio del gas natural se ha moderado, todavía hoy cuesta 76,16 euros MWh, el triple que hace un año).
El precio del gas natural es clave para fijar el precio de la electricidad en el mercado mayorista (que supone ya el 70% del coste final de nuestro recibo), por culpa del sistema de fijación de precios (“marginalista”), que funciona en toda Europa. Cada día hay una subasta, que fija el precio mayorista de la electricidad, según el precio de la energía más cara de las que aportan electricidad. Y en los últimos dos años, esa energía más cara es el gas, con lo que las demás energías, mucho más baratas (sobre todo la hidroeléctrica, nuclear o las renovables) se pagan al precio del gas (el doble o triple de lo que ellas cuestan). Es como si compráramos carne picada hecha con pollo, cerdo, vaca, ternera, cordero y chuletón y la pagáramos toda al precio de chuletón…
Así que si el precio del gas se dispara, por cuestiones geopolíticas, el precio mayorista de la luz se dispara y también nuestro recibo mensual. Es lo que ha pasado, en 2021 y más en 2022, tras la guerra de Ucrania: el precio medio del gas natural se ha situado en 95,98 euros MWh entre enero y abril de 2022, el doble que el coste medio en 2021 y 9 veces el coste medio del gas en 2020. Y por eso, el precio medio de la electricidad en el mercado mayorista (en origen) se ha situado en 2022 (entre enero y abril) en 219,19 euros MWh, el doble del precio mayorista de la luz en 2021 (111,90 euros) y 6 veces el precio mayorista de la luz en 2020 (33,96 euros MWh).
Ya en junio de 2021, cuando el precio mayorista de la luz superó los 90 euros MWh (un récord histórico, aunque hoy cuesta ya 197 euros MWh), el Gobierno Sánchez aprobó las primeras medidas para intentar contener la subida del recibo: rebajó hasta final de año uno de los dos impuestos que pagamos (el IVA, que redujo del 21 al 10%) y suprimió a las eléctricas el impuesto de generación eléctrica (7%), sólo para el tercer trimestre. Pero el “parche” no sirvió de mucho, porque el precio mayorista siguió subiendo y se duplicó (por la subida del gas y los derechos de emisión de CO2). Así que en septiembre, el Gobierno volvió a aprobar “otro parche”: bajó el impuesto especial de la electricidad que también pagamos con el recibo (del 5,1127% al 0,5% que es el mínimo que permite la UE) y mantuvo la rebaja del IVA y la supresión del impuesto eléctrico hasta fin de año. Además, rebajó un 96% hasta fin de año los costes regulados del recibo (las ayudas que fija el Gobierno).
Dos “parches” que surtieron poco efecto, aunque frenaron algo el recibo, consiguiendo que pagáramos por la luz en 2021 el precio de 2018, una promesa de Sánchez que se cumplió, según Eurostat. Pero era insuficiente, a la vista de los precios del gas y la electricidad para 2022. Así que en diciembre de 2021, el Gobierno aprobó “el tercer parche”: prorrogar hasta finales de abril de 2022 la rebaja del IVA al recibo (del 21 al 10%) y del impuesto de la electricidad (0,5%) así como la supresión del impuesto de generación (7%), recortando además otro 30% los cargos regulados del recibo para este año. Y amplió los beneficios del “bono social “eléctrico, que supone descuentos del 60 al 70% en el recibo para las familias con menos ingresos (se beneficiaban 1,2 millones de hogares).
A pesar de “los parches”, el precio del gas y de la luz en el mercado mayorista seguía tirando al alza del recibo. Y en esas, Putin invadió Ucrania el 24-F y el precio de la luz y el gas se dispararon, con lo que el recibo medio de la luz subió de 119 euros en diciembre 2021 a 143 euros en marzo de 2022, un nuevo récord histórico. El Gobierno vuelve a aprobar nuevas medidas, “el 4º parche”, el 29 de marzo, dentro del Plan nacional de respuesta a la guerra: ampliar hasta el 30 de junio las rebajas fiscales a la luz, reducción del 80% de los costes regulados que pagan las industrias que consumen más electricidad y ampliar a 600.000 beneficiarios más (hasta 2 millones) las ayudas del bono social eléctrico.
Pero el Gobierno sabía que este parche, como los anteriores, era insuficiente mientras no se reformara el sistema eléctrico de fijación de precios, una medida que sólo podía tomar la Comisión Europea. Por eso, en marzo, el presidente Sánchez realizó una gira por Europa para recabar apoyos para reformar el sistema, empezando por poner un tope al gas, la energía que estaba disparando el coste de la luz. Pero en Bruselas pinchó en hueso”: Alemania y la mayoría de la Comisión Europea no querían reformar el mercado, presionados por el poderoso “lobby” de las eléctricas, que reciben beneficios extras (“caídos del cielo”) por cobrar todas las energías al precio del gas. Y amenazaban con “cortes de suministro” si se ponían topes de precios y se “distorsionaba el mercado”.
Al final, en la Cumbre
Europea del 24 y 25 de marzo, España
y Portugal consiguieron la llamada “excepción
ibérica”: poner un tope máximo al precio del gas natural, con la doble
“excusa” (real) de que la Península Ibérica es una isla energética
(sólo el 2,8% de la electricidad viene de fuera, cuando en Centroeuropa es
incluso la mitad) y que han avanzado mucho más que otros paises en las energías
renovables ( España cubrió en abril el 40%
de su producción de electricidad con energía eólica y solar). A lo largo de
abril, los gobiernos español y portugués negociaron con Bruselas y el pasado 13 de mayo, un Consejo de Ministros
extraordinario aprobaba
el tope al gas, que ahora tiene que confirmar la Comisión Europea,
con lo que la rebaja de la luz no se
notará hasta junio.
¿Cómo y cuánto va a bajar la luz? Lo pactado con Bruselas es que España y Portugal ponen un tope al precio que marca el gas natural en el mercado mayorista: será de 48,8 euros MWh durante un año (desde junio 2022 a mayo de 2023), con lo que las demás energías ya no cobrarán el precio actual del gas (76,16 euros hoy) sino casi la mitad (desde 40 euros al principio a 70 euros dentro de un año). Eso va a bajar drásticamente el precio mayorista de la electricidad, de los 191,08 euros MWh que cuesta hoy a unos 130 euros en junio y meses siguientes (-32%). Y con ello, al bajar el precio en origen (70% del recibo) bajará también el recibo que pagamos cada mes, entre un 20 y un 30%, según meses y horas.
Pero este tope al gas hay que pagarlo: las eléctricas seguirán cobrando por el gas lo que valga en el mercado internacional (72,245 euros hoy), con lo que se les compensará la diferencia entre este precio de mercado y los 48,8 euros de tope que se les pagará en el mercado mayorista. Esta compensación (entre 4.000 y 5.000 millones anuales) la pagarán las empresas que compran y comercializan energía, pero nos lo cargarán a los consumidores que nos beneficiemos del tope al gas. Se estima que esta compensación será de unos 20 euros MWh, con lo que el nuevo precio mayorista real con el tope será unos 150 euros MWh. Aún así, supone una rebaja del -21,5% sobre el precio mayorista de hoy.
Y sobre todo, los que van a sufrir un recorte en sus beneficios por este tope al gas son las eléctricas, que ya no van a cobrar hasta 80 euros por energías que cuestan la mitad o menos (hidroeléctrica, nuclear o renovables), sino una media de 48,8 euros durante un año. Eso les supone perder unos 6.000 millones de “beneficios caídos del cielo”, la razón por la que critican la “excepción ibérica” y no quieren que se generalice en Europa.
Ahora, a principios de junio, cuando entre realmente en vigor el tope al gas, el precio mayorista bajará ese 30% esperado y con ello notaremos una rebaja importante en el recibo de junio, del 20 al 30%. Los primeros en notar la rebaja serán “los tontos” que tienen un contrato regulado (PVPC), esos 10 millones de usuarios domésticos, y el 70% de las empresas que tienen su factura ligada también al mercado mayorista. Se espera que el recibo baje de los 100 euros de abril a unos 85 euros de media en junio. Los “listos” que tienen un contrato libre (19,8 millones de particulares) y el 30% de las empresas que tienen contratos al margen de ese mercado habrán de esperar la rebaja hasta cuando les toque revisar su contrato: como el tope dura un año, antes o después lo notarán, aunque entonces tendrán que pagar también la compensación al tope del gas (los 20 euros MWh) como el resto.
Las eléctricas llevan dos años intentando que los usuarios nos cambiemos de la tarifa regulada (PVPC) a la tarifa libre, sin mucho éxito (en 2021 sólo se cambiaron 1,2 millones de usuarios, según la CNMC). Y mienten cuando utilizan el argumento que la tarifa libre es más barata. Entre 2015 y 2020, el precio medio de la tarifa regulada (PVPC) fue un 30% más barato que la tarifa libre, según la CNMC). Y en abril de 2022, cuando se disparó el precio en el mercado mayorista, un cliente doméstico con tarifa regulada pagó 72 euros de media frente a 78 euros de media en el mercado libre. Además, según el comparador de la Comisión de la Competencia (CNMC), de las 58 propuestas de tarifas “libres” analizadas, 14 son más económicas y 44 más caras. Así que de “tontos” nada.
Ahora, mientras comprobamos cuánto nos baja la luz desde junio, el Gobierno estudia cambiar el sistema de precio regulado (PVPC), una imposición de Bruselas, que entraría en vigor el 1 de enero de 2023. El Ministerio de Transición Energética está estudiando esa nueva tarifa regulada, para que sea más estable (como en la mayoría en Europa), vinculándola a una cesta de precios de mercados a plazos (anuales, trimestrales y mensuales) y también al mercado diario.
El objetivo es que el precio de la luz no sea un sobresalto diario, aunque, para asegurarlo, habría que cambiar el sistema europeo de fijación de precios, que obliga a los consumidores a pagar costes de más. Si la “excepción ibérica” funciona, ya hay otros paises europeos que están pensando con copiarla y presionar a Bruselas para cambiar el mercado. Incluso la propia Comisión estudia generalizar la excepción ibérica si Rusia corta el suministro del gas a Europa. Y a partir de ahí, Bruselas se abre ahora a algunas reformas del mercado eléctrico a medio plazo, algo impensable hasta ahora. Urge esa reforma, para que los usuarios paguemos por la luz lo que cuesta producirla, no más. Luz y taquígrafos.
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