lunes, 4 de abril de 2022

La pandemia "escondida" sigue aquí

Ya casi no se habla de la pandemia, como si no existiera. Pero la COVID-19 sigue aquí: 529.848 contagios en marzo, 10.200 hospitalizados y 2.622 muertos el mes pasado (85 muertos diarios) ¿Es esto normalidad? Gobierno y autonomías han decidido “pasar página”: han dejado de hacer pruebas masivas y ya no dan estadísticas detalladas de incidencia (sólo de los mayores de 60 años), “escondiendo la pandemia”. Y ahora debaten quitar la mascarilla en interiores para Semana Santa. Pero ojo: todavía tenemos un nivel “alto de contagios (466 por 100.000 habitantes) y deberíamos bajarlo de 50. Y hay 3,25 millones de españoles sin inmunizar (más otros 2,35 millones niños), que pueden contagiarse más fácilmente si bajamos la guardia: ya subió la incidencia en Canarias por los Carnavales y en Valencia por las Fallas. Y no se han reforzado los Centros de salud, donde han despedido a la mitad de los sanitarios contratados por la pandemia. Deberíamos ser más prudentes, porque el virus sigue ahí y no vale esconderlo. Pero no aprendemos.

Enrique Ortega

La pandemia ha cumplido 2 años y 3 meses y sigue contagiando y matando en todo el mundo. Los contagios bajan desde finales de enero, pero todavía hay casi 10 millones a la semana, el doble que la media de 2021. Y hay un rebrote en China que ha obligado a confinar a los 26 millones de habitantes de Shanghái. Ya se alcanzan los 491 millones de contagiados (el 6,25% de la población mundial), concentrados sobre todo en Europa (201,8 millones) y América (150,6), con menos contagios en el Sudeste asiático (57,2 millones), Pacífico (46,1), Mediterráneo oriental (21,6) y África (8,6 millones de contagiados), según la OMS. Lo que sí ha bajado en esta ola de ómicron son los muertos: 28.326 a la semana, la cuarta parte que a principios de año y muy por debajo de la mortalidad de 2021. Pero la COVID-19 ya suma 6.152.898 muertes en el mundo, sobre todo en América (2,7 millones) y Europa (1,94 millones), seguidas de lejos por Asia (778.986), Mediterráneo Oriental (340.628), Pacífico (211.262) y África (171.086 muertos por COVID-19).

En Europa, han bajado los contagios que había en diciembre y enero, pero todavía son muy altos, con una incidencia media de 1.762 contagios por 100.000 habitantes. Hay paises con una incidencia altísima, como Austria (6.924) o Chipre (4.762) pero también es muy elevada en los Paises Bajos (4.104 casos), Alemania (3.718), Dinamarca (2.124), Francia (1.808), Reino Unido (1.704) o Italia (1.537). España está mejor que la mayoría (466,5 contagios por 100.000 habitantes), junto con Portugal (442), según el último dato de Sanidad (25 marzo).

En España, la incidencia por COVID-19 bajó en febrero y principios de marzo, hasta un mínimo de 429 contagios por 100.000 habitantes el 10 de marzo. Y a partir de ahí, los contagios han subido día a día, lentamente, hasta el último dato publicado: 466,5 contagios el 29 de marzo, con subidas puntuales ligadas a los Carnavales (Canarias y Andalucía) y las Fallas (Comunidad Valenciana). Un nivel de contagios (466,5) que supone un riesgo “alto” en los viejos “semáforos” de Sanidad, que siempre ha buscado bajar la incidencia por debajo de 50. En cualquier caso, esta estadística es poco significativa, porque desde el pico de la 6ª ola (finales de diciembre y enero), las autonomías hacen muchas menos pruebas: a finales de marzo se hacían 608.000 pruebas semanales (PCR y test), frente a las 2.488.000 hechas el 3 de enero. Y  además hay muchas regiones que no contabilizan los positivos hechos por los particulares (con test comprados en farmacias).

Hasta finales de marzo, se han contagiado por COVID-19 en España 11.551.574 personas, prácticamente 1 de cada 4 habitantes. De ellos, 529.848 se han contagiado en marzo, la mitad que en febrero (1.039.000 nuevos contagios) y la sexta parte que en enero (3,5 millones de contagios), el peor mes desde 2020. Aunque no refleje todos los contagios, la última estadística detallada de Sanidad (29 de marzo) indicaba que los mayores contagios se dan entre los adolescentes (501 contagios entre 12 y 19 años) y sus padres (550 entre 30 y 39 años y 533 entre 40 y 49 años), aunque llama la atención la alta incidencia entre sus abuelos (515 contagios entre los mayores de 80 años). Y sigue la enorme diferencia entre autonomías: Galicia (975 contagios por 100.000 habitantes), Canarias (905), Extremadura (821), Navarra (662), Asturias (656) y la Rioja (640) son las que están peor y tienen menos contagios Melilla (241), Castilla la Mancha (275) y Madrid (249), aunque también depende de que hagan más o menos pruebas (Madrid hace 1.302 pruebas semanales por 100.000 habitantes y Cataluña 1.949, por ejemplo).

Sanidad y muchos expertos creen que la pandemia ha entrada en una fase menos preocupante porque han bajado drásticamente los enfermos COVID en hospitales y UCIs. Y es así. El último dato (viernes 1 abril) indica que hay 4.150 enfermos COVID hospitalizados (ocupan el 3,3% de las camas disponibles), la mitad que un mes antes (7.428 el 25 de febrero) y la cuarta parte que dos meses antes (18.675 hospitalizados, ocupando el 15% de las camas), aunque la ocupación es mayor en Canarias (7,02%), Galicia (4,95%) y País Vasco (4,07%). También han caído drásticamente los enfermos COVID en las UCIs: son ahora 420 (ocupan el 4,6% de las camas en cuidados intensivos), la mitad que un mes antes (1.053 el 25 de febrero) y la cuarta parte que en lo peor de la 6ª ola (2.202 enfermos en UCI el 21 de enero, ocupando el 23,25% de las camas disponibles).

También ha caído la mortalidad respecto a enero y febrero, aunque sigue siendo alta: en la última semana de marzo  murieron 149 enfermos de COVID, frente a 568 la semana anterior, 722 la anterior y 1.003 la primera semana de marzo. En conjunto, el mes de marzo se saldó con 2.622 muertos por COVID-19 (85 muertos diarios), una cifra todavía elevadísima aunque no se hable de ella en los medios. Y ya hemos alcanzado la cifra de 102.218 muertos por COVID. Se estima que la mitad de los  muertos actuales por COVID-19 son personas sin vacunar y mayores a los que falta la necesaria dosis de refuerzo (falta ponerla a 1.194.214 mayores de 60 años), aunque también mayores vacunados con patologías previas o inmunodeprimidos. Y sigue habiendo muertes por COVID en las residencias de ancianos: 103 en la primera mitad de marzo, según el IMSERSO.

Ahora, con este balance (menos contagios, menos hospitalizados, menos enfermos en UCI y menos muertes), el Gobierno central y las autonomías han acordado que es el momento de “pasar página”, de entrar en una 2ª fase de la pandemia, desde el 28 de marzo.  Se han aprobado 2 cambios muy importantes. El primero, que ya no se publican las estadísticas detalladas (contagios, hospitalizaciones, UCIs, muertes) que se difundían de lunes a viernes, desde marzo de 2020: Sanidad publicó la última estadística completa el 29 de marzo. Ahora, sólo publican dos veces por semana (martes y viernes) las cifras globales de contagios, hospitalizados, enfermos en UCI y muertes, pero no publican la incidencia global ni su detalle  por edades y autonomías. Solo informan con detalle de la incidencia en mayores de 60 años (estaba en 466,51 el 1 de abril). El segundo cambio es que ya no se hacen pruebas masivas a los que tengan síntomas de COVID-19, sólo a los colectivos más vulnerables (mayores de 60 años, embarazadas, inmunodeprimidos), en las residencias de ancianos y a los que ingresen en un hospital (por cualquier causa). Por eso, se ha pasado de 608.972 pruebas semanales en marzo a sólo 194.820 en la última semana (ojo: un 16% dieron positivo).

En esta fase “transitoria”, durante un año, Sanidad y las autonomías harán un seguimiento selectivo de casos, detectando en los Centros de Salud, hospitales y residencias si hay un repunte de contagios, sobre todo por un aumento de las hospitalizaciones. Vigilarán será que no suban los enfermos COVID en hospitales (que no superen el 5%) y en UCIs (menos del 10%), dos topes que si se superan nos harían volver a la fase anterior. Y mientras, se da un plazo a las autonomías para que preparen un modelo de “vigilancia centinela, como el de la gripe, que deben tener listo para abril de 2023: se creará una red de médicos (de familia y en hospitales) que harán un seguimiento de pacientes representativos y serán los únicos que reportarán entonces los futuros casos de COVID-19.

Los que tengan ahora síntomas leves de COVID-19 serán los responsables de auto diagnosticarse (con test de farmacia o PCRs privadas), cuidarse y no contagiar, porque la sanidad pública ya no les hará un test ni les dará la baja. Y por supuesto, no tendrán obligación de hacer cuarentena, una exigencia que se quitó en diciembre para los vacunados y en marzo para todos los contagiados leves y sus contactos estrechos.

Este doble cambio sobre la pandemia nos dejará  “casi ciegos” sobre su incidencia y además multiplicará el riesgo de contagio a los no inmunizados, que todavía son muchos. Según el último balance de vacunación, del 30 de marzo (se publica ahora dos veces por semana ), hay 3.252.771 españoles sin inmunizar, que no tienen las 2 dosis de la vacuna: 46.153 entre 70 y 79 años y otros 195.640 de 60 a 69 años (en total, 241.793 mayores sin inmunizar), 1.121.831 más entre 40 y 59 años, además de otras 1.889.141 personas sin inmunizar entre los 12 y los 40 años, según Sanidad. Y a estos 3,25 millones de españoles vulnerables hay que sumar otros 2.357.978 niños (de 5 a 12 años) que todavía no tienen la pauta completa. En total, 5,61 millones de personas más vulnerables al COVID-19, el 12,2% de toda la población española. Son muchas personas a través de las que puede seguir viviendo y mutando el virus, sobre todo si se quitan todas las restricciones.

La última restricción frente al COVID 19, la mascarilla en interiores, tiene los días contados. Ya se ha suprimido en toda Europa, salvo en España y Portugal, aunque ha vuelto en Austria, a los 10 días de suprimirla, por un gran repunte en los contagios. VOX presentó la semana pasada en el Congreso una propuesta para quitarla, que se rechazó (con la abstención del PP), aprobándose otra de Ciudadanos y el PSOE para hacerlo “cuando lo acuerden los expertos”. La decisión se debate este miércoles, entre las autonomías y Sanidad, que prefiere “esperar un poco”, aunque está muy presionada por algunas autonomías (como Madrid y Cataluña), que quieren suprimir la mascarilla en interiores para Semana Santa (“Salvemos la Semana Santa”: ¿les suena?). Los epidemiólogos están divididos: unos apoyan quitarla (salvo en el transporte público, hospitales y residencias de ancianos) y otros defienden esperar a después de Semana Santa, hasta que la incidencia baje de los 50 casos por 100.000 habitantes.

Así que el virus sigue aquí, contagiando y matando, mientras arrecian las presiones para que “lo olvidemos, quitando todas las restricciones y escondiendo muchos datos,  que ahora sólo conocerán Sanidad y las autonomías, no todos los ciudadanos (salvo que haya un repunte grave o una nueva variante y nos lo digan de repente). Pero la OMS alerta:aún estamos lejos del final de la pandemia”, señaló un portavoz en marzo. Y eso porque el nivel de contagios es todavía muy alto en Europa, hay rebrotes en China y falta avanzar mucho en la vacunación en medio mundo: sólo un 57,5% de la población mundial está vacunada, según la OMS, y hay muchos paises en África, Asia y Latinoamérica que han vacunado sólo a un tercio de su población o incluso menos (0,58% en Congo o el 4,64% en Nigeria”). Así que en  cualquier momento puede llegarnos una nueva variante que desate la 7ª ola. Y ahora tardaríamos más en detectarla y reaccionar.

Lo único positivo de esta nueva fase en la lucha contra la pandemia es que los Centros de Salud se van a “descongestionar”, porque ya no tendrán que centrarse en atender a los enfermos COVID no vulnerables y han dejado de hacer pruebas diagnósticas y firmar bajas. Aún así, la vuelta a la “normalidad” tardará, porque siguen faltos de medios. La prueba es que las consultas siguen con semanas de retraso. Un ejemplo, el mío: el viernes pedí online una cita presencial a mi médica de cabecera, en Madrid, y me la daba para este jueves (6 días).

El problema de la sanidad, tras lo más duro del COVID, es que sigue con falta de profesionales y medios, lo que impide reducir  las listas de espera, con el médico de cabecera, el especialista y para operarse, además del retraso en los filtrados de cáncer y tratamientos preventivos. Y encima, muchas autonomías han recortado las plantillas que contrataron por el COVID (unas, el 1 de enero y otras, el 1 de abril): los sindicatos estiman que no se han renovado la mitad de los 94.000 contratos COVID (médicos, enfermeras y auxiliares) hechos entre marzo y abril de 2020. Sólo en Madrid han sido despedidos 6.000 sanitarios (de ellos, 400 médicos) de los 11.000 contratados por el COVID.

Ahora, además de “vigilar” la pandemia, los Centros de Salud tendrán que recomponerse y eso exige más dinero y más personal. Hay un Plan de refuerzo de la atención primaria, acordado entre Sanidad y las autonomías, considerado “insuficiente” por los profesionales. Falta ver cuánto dinero aporta cada autonomía (lo decidían antes del 31 de marzo) después de que Sanidad haya dedicado 177 millones en el Presupuesto de este año. Todas han recibido más financiación del Estado este año, pero también la recibieron para luchar contra la COVID y muchas autonomías “desviaron” los fondos a otros gastos y no reforzaron su sanidad. Hay que dejarse de palabras y pasar a los hechos: contratar 8.000 médicos, 15.000 enfermeras y 10.000 administrativos en los próximos años, sólo para la Atención Primaria, según pide este Manifiesto firmado por 115 organizaciones profesionales.

Lo preocupante ahora es que las autonomías no refuercen su sistema sanitario, sobre todo la atención primaria, que ya contaba con medios insuficientes antes y que sigue medio colapsada, con 1.000 médicos menos que en 2018, según los datos de Sanidad. Porque si no se aprueba un Plan de choque para reforzarla, la atención primaria volverá a colapsar pronto: en 5 años se jubilarán 1 de cada 3 médicos de familia y 1 de cada 4 pediatras. Y esto choca con la falta de recursos y planificación de las autoridades sanitarias y con el desinterés de los médicos jóvenes (a los que no se incentiva)  por ir a los centros de Salud, sobre todo fuera de las grandes ciudades.

En resumen, que la pandemia sigue aquí, contagiando y matando, aunque ahora nos escondan muchas cifras y supriman las restricciones,  pronto hasta la mascarilla en interiores. Así que nos toca cuidarnos a nosotros, empezando por esta Semana Santa, si no queremos volver en unas semanas a afrontar una 7ª ola. Y, en paralelo, hay que exigir a las autonomías que refuercen la sanidad, con dinero y profesionales. Tenemos muchos problemas y necesidades, pero la salud es lo primero. A cuidarse.

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