lunes, 8 de junio de 2020

Parches y retraso (político) en la reconstrucción


El próximo domingo cumplimos tres meses de confinamiento, muy suavizado para el 52% de españoles que hoy pasan a fase 3, con Madrid, Barcelona y Castilla y León (los epicentros de la pandemia) ya en fase 2, junto a Lérida, Comunidad Valenciana, Toledo, Ciudad Real, Albacete y Ceuta. Esto aumenta el riesgo de rebrotes, mientras se estabilizan los contagios y bajan los muertos (sin saber cuántos son realmente). Ahora, autonomías y políticos se centran en la desescalada y en recuperar el turismo, un gran riesgo para todos. Y el 22 de junio  llegará la movilidad entre autonomías, otro incentivo para los rebrotes. Mientras, el empleo aumentó en mayo y todo dependerá de que se amplíen (hasta septiembre o diciembre) los ERTEs, donde hay “aparcados” 4,5 millones de trabajadores y autónomos. Un “parche” más, como las ayudas anunciadas para el turismo y el automóvil. Falta un verdadero Plan de reconstrucción, como pactaron el miércoles en Alemania. Pero aquí, algunos prefieren que no salgamos de la recesión para tumbar mejor al Gobierno. Así nos va.

enrique ortega

El coronavirus ha cumplido ya 23 semanas y no se frena en el mundo sino que ha vuelto a batir un récord la semana pasada: 131.900 nuevos contagiados el 5 de junio, según la Universidad Jhons Hopkins, que contabiliza hoy 7.016.794 personas contagiadas en 188 paises. El epicentro de la pandemia ha pasado ya de Europa (2.229.455 contagiados) a América (3.304.500 contagiados), por su importante alcance en Estados Unidos (1.942.363 contagiados, +29.034  diarios), Brasil (691.758, +30.830 diarios), Perú (196.515, +8.875), Chile (134.150, +5.246 diarios), México (117.103, +3.593), Canadá (97.178), Ecuador (43.120), Colombia (36.759) o Argentina (22.020 contagiados). En Europa destacan Rusia (467.073 contagiados, +8.984 diarios), Reino Unido (287.621, +1.577 diarios), España (241.550 contagiados, +102 diarios), Italia (234.998, +270), Francia (191.102, +579) y Alemania (185.750, +301 diarios). La pandemia ha causado ya 402.874 muertos en el mundo, sobre todo en Estados Unidos (110.514), Reino Unido (40.625), Brasil (36.455), Italia (33.899), Francia (29.158), España (27.136), México (13.699), Bélgica (9.595) y Alemania (8.685 fallecidos).


En España, tras 12 semanas de confinamiento, el coronavirus parece bajo control, aunque han repuntado algo los nuevos contagios (+71 el lunes 1, +219 el miércoles, +177 el viernes y +102  ayer domingo), que siguen apareciendo en Madrid, Cataluña, las dos Castillas  y Aragón. Y crecen también los nuevos hospitalizados (+245, +221, +162 y + 148), mientras son muy escasos los enfermos que ingresan en UCIs (+9, +10, +14 el viernes y ayer), aunque los datos “bailan” cada día por retrasos en la información de las autonomías. El problema lo seguimos teniendo con los muertos, desde que el 25 de mayo se cambiaron las estadísticas. La semana pasada hubo dos días (lunes y martes) “sin ningún muerto” por coronavirus, 1 el miércoles, 5 el jueves, y 1 el viernes, sábado y ayer domingo, aunque Sanidad contabiliza 72 muertos la última semana y 27.136 en toda la pandemia. Pero Estadística (INE) acaba de publicar que hubo una  mortalidad extra en España (del 9 de marzo al 10 de mayo) de +48.500 fallecidos y lo lógico sería pensar que la mayoría se deben al coronavirus. Eso indicaría que hay 20.000 muertos extras no contabilizados en las cifras oficiales, que sólo incluyen los fallecidos tras una prueba PCR (criterio OMS).


Con estos datos poco homogéneos y dispares de contagios, hospitalizados y muertes, afrontamos las dos últimas semanas del estado de alarma, en medio de una carrera de las autonomías por la desescalada y la vuelta a una normalidad que no lo será. Hoy, 12 autonomías y el 52% de los españoles pasan ya a la fase 3 (ver mapa), donde serán las autonomías quienes gestionen la desescalada y una alta movilidad,  lo que multiplica el riesgo de rebrotes, que siguen apareciendo, ligados a fiestas familiares, comidas, viajes y temporeros. Y pasan a la fase 2 las zonas epicentro de la pandemia (Madrid, las provincias limítrofes de Castilla y León, Barcelona) más Lérida, Comunidad Valenciana, Toledo, Albacete, Ciudad Real y Ceuta (por precaución), el 48 % de españoles restantes, con ciudades muy pobladas y transportes masivos que pueden acarrear nuevos contagios. Pero lo más preocupante llegará el lunes 22 de junio, cuando termine el estado de alarma y se permita la movilidad entre autonomías,  los viajes que podrían trasladar el virus otra vez.


Avanzamos en la desescalada, pero casi  tan a ciegas como al principio, porque el 94,8% de los españoles no se han contagiado, no tienen anticuerpos frente al coronavirus, según la 2ª oleada del Estudio de seroprevalencia.  Y recordemos que un tercio de los portadores del virus son asintomáticos, no saben que están contagiados y contagian. Otro problema de fondo es que no se están haciendo suficientes test (59,9 test PCR por 1.000 habitantes), porque los centros de atención primaria no tienen capacidad y tenemos un embudo en los laboratorios para analizar las pruebas. Además, hay muchas diferencias regionales, según Sanidad (ver cuadro): la Rioja ha hecho 107,2 test PCR por 1.000 habitantes, Asturias 99,7, Madrid 91,9 (ha hecho 76.314 la última semana), Cataluña 68 y Andalucía 24,6 o Murcia 28,8, con lo que pueden tener muchos asintomáticos sin saberlo. Otro tema preocupante es la escasa capacidad de las autonomías más pobladas (Madrid y Cataluña, sobre todo) para detectar y  seguir los nuevos contagios, para  frenar los posibles rebrotes.


Con todas estas incertidumbres, la mayoría de las autonomías siguen en la loca carrera por avanzar en la desescalada, pidiendo una mayor movilidad entre sus provincias y con autonomías limítrofes (Galicia con Asturias y Portugal, Cantabria con Euskadi ) y acelerando la apertura de sus playas, para captar el turismo interior primero y luego el extranjero. Y una carrera por acelerar la normalidad en negocios, comercios e incluso colegios, mientras hay Clubes que no se cortan en pedir partidos de fútbol con público

Con todo, la gran carrera, en Europa y en España, está en abrirse al turismo extranjero. Los paises mediterráneos más débiles, desde Grecia a Croacia, pasando por Portugal o Malta, ya han abierto sus fronteras al turismo extranjero, aprovechando que la pandemia les ha dañado menos que a Italia, España o Francia (hasta ahora, porque el virus sigue ahí). Y los tour operadores, alemanes y británicos, presionan a sus paises y a España para que se abran al turismo extranjero cuanto antes, para no perder negocio. Y presionan en Bruselas para crear “pasillos seguros” entre paises (lo único “seguro” es no viajar). En España, la poderosa industria turística presiona al Gobierno para que abra los vuelos y el turismo extranjero desde el 22 de junio, al menos en Baleares y Canarias, una semana antes del 1 de julio, cuando el presidente Sánchez prometió abrir España al turismo extranjero.


La apertura al turismo, nacional y extranjero, va a ser todo un test para el sistema sanitario y su capacidad de detectar brotes, dado que más de la mitad de españoles toman vacaciones y que el año pasado nos visitaron 20 millones de extranjeros entre julio y agosto (con que vengan sólo 5 millones, es un reto enorme).Está claro que el turismo es clave para el empleo y la economía, pero si no se tiene especial cuidado y hay rebrotes, podemos “matar la gallina de los huevos de oro” para muchos años. Y sobre todo, poner en peligro muchas vidas.


Mientras todo el mundo tiene la vista puesta en la desescalada y  las vacaciones, la recesión económica sigue ahí, con nuevas empresas en apuros, aunque también con una mejoría del empleo en algunos sectores, por la vuelta a la actividad. De hecho, en mayo se crearon 187.814 empleos, sobre todo en la construcción, la industria, el campo y la hostelería, según los datos de afiliación de la Seguridad Social. El balance de la pandemia (entre el 11 de marzo y el 31 de mayo) son ahora -760.082 empleos perdidos. Y eso gracias a los empleos “remansados” en los ERTES (de los que han salido 457.909 trabajadores en mayo, quedando ahora 2.998.970 trabajadores) y en la prestación extraordinaria para autónomos (donde cobran ayudas 1.508.185 autónomos, tras volver s su actividad 131.146 en mayo). 


Ahora, el temor es qué va a pasar a finales de junio con estos 4,5 millones de trabajadores y autónomos que tienen su empleo “temporalmente salvado”. La patronal quiere que el Gobierno amplíe los ERTEs y la suspensión temporal de actividad de los autónomos hasta diciembre, pero el Gobierno prefiere ampliarlos hasta septiembre y luego estudiar caso por caso, para evitar “abusos” y sobre todo porque la factura es muy elevada: 11.000 millones de euros gastados de marzo a mayo, entre ayudas y exenciones y moratorias de cuotas, a las que añadir otros 6.750 millones en junio. Y las múltiples ayudas por otras vías a empresas (créditos y avales), trabajadores y familias (hipotecas y alquileres), más los 3.000 millones anuales que costará el ingreso mínimo vital (desde junio). 


El Gobierno quiere aprobar esta semana un Plan de ayuda al sector del automóvil, tras  haberse desplomado su fabricación y ventas con la pandemia: entre marzo y mayo se matricularon 76.144 turismos, casi la quinta parte que el año pasado (367.699). Y el sector teme que este año se venderán unos 725.000 coches, casi la mitad que en 2019 (1.258.260). Peligra así la tercera industria del país (tras turismo y alimentación), que aporta el 10% de la riqueza (PIB) y mantiene 2 millones de empleos, ahora en peligro, como se ha visto con la anunciada marcha de Nissan en diciembre. El Gobierno pretende recuperar el Plan de apoyo al sector que aprobó en febrero de 2019 y que no pudo aplicar por las dos elecciones y la falta de Presupuesto. Aprobará nuevas ayudas (Plan Moves 2) para comprar coches eléctricos (entre 4.000 y 5.500 euros por coche, aunque sólo habrá 65 millones) y 2.634 millones de inversión pública para movilizar 10.000 millones de inversiones en el sector hasta 2025.


Otro Plan que espera aprobar el Gobierno, el 17 de junio, son ayudas al sector turístico. Por un lado, 151 millones a fondo perdido para “la transformación digital” del sector, y por otro, avales para movilizar 2.500 millones de créditos ICO para las empresas. La patronal turística lo considera “insuficiente” y piden un Plan con 35.000 millones de euros, la cuarta parte del Fondo prometido por Bruselas. Parece razonable si el turismo es la primera fuente de riqueza en España, porque aporta el 12,3% del PIB y mantiene 2.622.000 empleos (1 de cada 8). Y sobre todo, ingresa 92.278 millones de euros en divisas (2019), con las que luego pagamos el petróleo y las importaciones. Este año, con la pandemia, ya hemos perdido -19.112 millones de ingresos por turismo y podríamos perder -51.500 millones en todo 2020,  lo que nos colocaría (como advierte aquí el Banco de España) en una situación de déficit de balanza de pagos, por primera vez desde 2011, un histórico problema de España que habían corregido el turismo y las exportaciones. 


Ambos Planes, el de apoyo al automóvil y al turismo, son “parches” temporales, a la espera de que lleguen las ayudas europeas del Fondo de reconstrucción, esos 140.000 millones que no estarán disponibles hasta 2021 y 2022. Y mientras, el Gobierno va tapando “agujeros” (ERTES, autónomos, ayudas a familias, alquileres, ayudas contra la pobreza), sumando gastos sin saber cómo los va a pagar. De momento con deuda, 300.000 millones este año (110.000 más de lo previsto), gracias a la ayuda inestimable del Banco Central Europeo, que aprobó el jueves comprar otros 600.000 millones más de deuda pública y privada europea hasta junio de 2021, con lo que serán 1,3 billones en total, lo que da una mayor tranquilidad a España, Italia y Francia, los tres paises que más se van a endeudar con la pandemia.


Pero la deuda tiene un límite y también los gastos y el déficit público que vamos acumulando, que podría no ser del -10,3% del PIB previsto por el Gobierno para 2020 sino del -14% del PIB, según ha advertido el jueves la Agencia independiente fiscal (AIReF). Un “agujero” tremendo, que podría ser mayor si se aprueba un Plan de reconstrucción, como aprobó Alemania el miércoles, con el pacto entre la derecha (CDU y CSU) y los socialistas (SPD), un Plan de 130.000 millones de euros para reactivar la economía alemana: rebaja del IVA (del 19 al 16% y del 7 al 5%), 10.000 millones para los Ayuntamientos, ayudas para la compra de coches eléctricos (de 3.000 a 6.000 euros), 50.000 millones para innovación, 300 euros de ayuda por hijo, 6.000 millones de rebajas fiscales a la inversión, 25.000 millones de créditos a las pymes y recorte del 40% en las cotizaciones sociales para 2021.


España debería aprobar un Plan de reconstrucción similar, integrando en él las medidas y ayudas ya aprobadas y otras nuevas. La clave no es sólo qué gastos hacer, a quién ayudar, cuáles son las prioridades de la reconstrucción sino, sobre todo, cómo se paga. Porque la gran diferencia con Alemania es que ellos pueden pagarse este Plan y la billonaria ayuda ya destinada  a la reconstrucción (994.500 millones hasta el 10 de mayo, según la Comisión Europea) porque tienen superávit presupuestario (+49.788 millones en 2019) y España tiene déficit (-35.195 millones en 2019), además de no tener casi deuda (59,8% del PIB frente al 95,5% España en 2019) y ser más ricos (+9.400 euros por habitante). Y, sobre todo, Alemania puede pagar mejor su reconstrucción no porque sean más austeros (gastan más que España: el 45,4% del PIB frente al 41,9% nosotros) sino porque recaudan más que España, no porque sean más ricos, sino en porcentaje a su riqueza: ingresan el 46,8% del PIB frente al 39,1% del PIB que recauda España. O sea, que si la Hacienda española fuera tan eficiente como la alemana, España recaudaría 95.890 millones más cada año. Por eso, porque aquí no se recauda como en Alemania tenemos más déficit y más deuda y podemos gastar menos en la necesaria reconstrucción de la economía.


Este es el debate que no oímos a los políticos: cuánto necesitamos gastar en la reconstrucción y cómo podemos pagarlo, con más ingresos y deuda, más la ayuda tardía que nos venga de Europa. Esto es en lo que debería trabajar el Congreso, en lugar de las peleas políticas y el acoso a un Gobierno legalmente constituido. Hace falta un pacto político a varios años, para acordar las prioridades en las ayudas, la recomposición de la sanidad y el Estado del bienestar, las inversiones necesarias para modernizar el país y sacarlo de la recesión. Y un pacto sobre la deuda, el déficit y los ingresos públicos, para conseguir recaudar como alemanes y europeos, lo que exige que la mayoría paguemos lo mismo y una minoría que ahora paga pocos impuestos (multinacionales, grandes empresas, bancos y los más ricos) paguen más, una reforma fiscal que urgía ya antes de la pandemia. No es fácil, pero urge pactar un Plan de reconstrucción como ha hecho Alemania. Hay que olvidar el enfrentamiento constante y sumar esfuerzos para salir de la recesión.


El Pacto no parece posible, a la vista del comportamiento del PP, azuzado por VOX. Pero debemos saber que si no pactamos la reconstrucción, nos la impondrán desde fuera, o los mercados (con otra crisis de nuestra deuda) o Europa, los paises “austeros” (y ricos) del Norte, que condicionarán sus ayudas a nuevos recortes, en caso de que no consigamos recaudar más y pactar aquí una salida de la crisis. Algunos buscan el “cuanto peor mejor”, para tumbar al Gobierno gracias a la recesión. Pero es una vía peligrosa para los españoles: obligará a ajustes y retrasará la recuperación. Avisados estamos.

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