En el último trimestre de 2017 “pinchó” el empleo: se perdieron 50.900 empleos, por el freno del consumo y la crisis en Cataluña. Y en todo 2017 se crearon 490.300 nuevos empleos, más que en 2016 y 2014 pero menos que en 2015. Lo peor es que sólo un 5% fueron empleos de calidad, porque la mayoría fueron contratos temporales (91%) y a tiempo parcial (35,6%), lo que sucede desde 2009. La causa de tanta precariedad está en que se trabajan casi las mismas horas que en 2011 y como hay más gente empleada, el “truco” es “trocear” el trabajo: hay varias personas para cubrir cada puesto y además se reparten las horas que hacen. Segundo problema: se han creado 1,86 millones de empleos, pero falta recuperar otros 2 millones perdidos. España es, junto a Grecia y Portugal, el único país UE con menos gente trabajando que antes de la crisis. Necesitamos un Plan de choque contra la precariedad y un Plan de empleo, con recursos y medidas. Si pactaron el 155 y quieren pactar la financiación autonómica, ¿no pueden acordar un Plan para crear más empleo de calidad? Urge hacerlo.
enrique ortega |
2017 fue el cuarto año de crecimiento consecutivo en España (+3,1%), pero el empleo “pinchó” en el cuarto trimestre, por un cierto freno en el consumo y la crisis política en Cataluña: se perdieron 50.900 empleos entre enero y octubre, más que en el otoño de 2016 (-19.400 empleos), según la EPA conocida hoy. Con ello, en todo 2017 se crearon +490.300 empleos, más que en 2016 (+413.900) y 2014 (+433.900) pero menos que en 2015 (+525.100), lo que da un total de 1.863.200 empleos creados en estos 4 años, según los datos históricos del INE (no los "más de 2 millones" de que hablan algunos medios). El empleo 2017 se ha creado sobre todo en los servicios (+ 289.700), por el turismo, la hostelería y el comercio, pero también en la industria (+132.200), la construcción (+64.300) y la agricultura (+4.000). Y se ha creado empleo neto en todas las autonomías, salvo Castilla y León (-7.100) y Asturias (-5.400) sobre todo en Andalucía (+126.400), Cataluña (+113.600, más que los 100.800 empleos de 2016) y Madrid (+66.200).
Tras la mejora de empleo de 2017, hay que resaltar el grave
problema de que es un empleo muy precario: sólo el 5% de los contratos firmados en 2017
(una barbaridad: 21,5 millones, 44 contratos por cada empleo creado) fueron
“normales”, fijos y a jornada completa. El resto fueron precarios : contratos temporales (el 91,02%), la cuarta parte
(el 26%) por menos de una semana y un tercio por menos (37,8%) de un mes, y a tiempo parcial (el 35,6% de los
contratos), por horas o días, según datos
de Empleo. Y esta precariedad en los contratos no se ha dado sólo en 2017,
sino que se arrastra desde 2009: ese
año ya, un 91% de los contratos firmados fueron temporales, como en 2010, y
luego entre 2011 y 2015 subieron hasta el
92% de todos los contratos, para bajar al actual 91% de temporalidad en 2016 y 2017.
Se ha creado empleo en 2017 y eso ha permitido bajar el paro estimado hasta los 3.766.700 parados, según la EPA
publicada hoy, una reducción anual de 471.000 personas, la menor caída del
paro en los últimos cuatro años. Con esta reducción, la tasa de paro sube al 16,55%,
la menor desde 2008, aunque tenemos todavía más del doble de paro que
Europa: la tasa de la UE-28 es del 7,3%
(noviembre) y la de la zona euro el 8,7%, según
Eurostat. Y sólo nos supera Grecia (20,5% de paro), estando muy por debajo
el paro de Italia (11%), Portugal (8,2%), Reino Unido (4,2%) y sobre todo
Alemania (3,6%). Y lo peor es el paro
juvenil (menores de 25 años), que aunque ha bajado, es del 37,4%, más
del doble que en Europa (16,2%) y la zona euro) y cinco veces el alemán
(6,6%).
El paro español se
concentra en las mujeres (son
más de la mitad de los parados: 1.946.000, con una tasa del 18,35%, frente al 15,07%
los hombres), los jóvenes (35% de
paro entre menores de 29 años), los
emigrantes (22% de paro) y los mayores de 50 años (el 15% de paro,
el triple que en 2007), donde hay ya 957.400 españoles mayores sin trabajo (y
sin posibilidad de tenerlo). Y el paro se concentra también en 5 autonomías, que siguen con una tasa de paro “insoportable”, superior al 20%: Ceuta (26,3%),
Extremadura (25.12%), Melilla (24,62%), Andalucía (24,43%) y Canarias (22,04%),
la media España pobre, que contrasta con el paro “casi europeo” de la España
más rica, Navarra (9,63% paro), País Vasco (10,57%) y la Rioja (11,51%). Y un
dato estremecedor: han aumentado (+16.700) los hogares donde no trabaja nadie y son ya 1.210.500 hogares donde todos sus miembros están en paro. Y así
llevan muchos años.
Pero quizás el dato más preocupante es que el paro se
enquista y la mitad de los
parados llevan más de un año sin
trabajar, son los llamados “parados
de larga duración”: en diciembre de 2017, eran 1.899.000 personas, el 50,5%
de todos los parados, según la EPA
publicada hoy (en la UE-28 son el 43%). Y de ellos, 1,36 millones llevan
parados ya más de 2 años y un millón lleva más de 4 años, según un
estudio de Fedea. Son una bolsa de “parados crónicos”, que tienen muy
difícil volver a trabajar. Y no sólo por su edad (un tercio
superan los 50 años) y porque están fuera del “mercado”, sino porque tienen
poca formación: el 63% de estos parados de larga duración sólo tienen la
ESO o incluso menos.
Con todo, la inmediata consecuencia
de que los parados se mantengan meses y años en el desempleo es que acaban
agotando el subsidio, si llegaron a tenerlo. Y así, lo grave no es sólo
que haya 3.766.000 españoles en paro, sino que la mitad no cobran nada: en noviembre
de 2017, según
datos de Empleo, sólo cobraban algún
subsidio 1.901.054 parados, el 50,5%
de los parados estimados por la EPA (cuando llegó Rajoy a la Moncloa, en
diciembre de 2011, cobraban subsidio el
55,5% de los parados). Y encima, sólo el 39,3% (748.333) cobraban un
subsidio contributivo de 818 euros al mes, mientras los dos tercios restantes
(1153.321 parados) cobraban un subsidio contributivo de 426 euros al mes. Esto es
por los recortes
que hizo Rajoy en 2012 a las prestaciones de desempleo, para rebajar el
déficit público a costa de “ahorrar
con los parados” (si en 2012 se gastaban 31.680 millones en los parados, en
2017 han sido casi la mitad, 18.318 millones).
Ahora, en 2018,
los expertos apuestan porque España
crezca menos (el 2,4%, según el FMI, frente al 3,1% de 2017), lo que se traducirá en una menor creación de empleo: unos 440.000 nuevos ocupados, frente a los 490.300 de 2017. Y aún podrían ser menos si se agravan las incertidumbres exteriores
(subida del petróleo, el euro y los tipos de interés) y se enquista la crisis en Cataluña. Y este menor
empleo es más preocupante porque España aún tiene que recuperar una buena
parte del empleo perdido en la crisis. Así, entre 2014 y 2017 se han
creado 1.863.300 empleos nuevos, pero hace falta crear otros 2 millones
de empleos para recuperar los 3.802.800
empleos perdidos desde 2007 (el máximo se dio en septiembre 2007, con
20.753.400 españoles trabajando y a finales de 2017 sólo había 18.998.400, según estos datos históricos del INE). En
eso también vamos rezagados con Europa, porque la UE-28 recuperó el empleo de antes de la crisis en 2015 y los
países euro en 2016, siendo España,
Grecia y Portugal los únicos grandes países donde todavía trabaja menos gente
que en 2007, según Eurostat.
Así que tenemos dos
grandes retos por delante: que crezca más el empleo y que el empleo sea
de más calidad, menos precario. Porque tras 9 años de enorme peso de
los contratos temporales (el 91/92% del total), España se ha convertido en el país de Europa con más temporalidad:
el 27,5% de los trabajadores tienen
ya un contrato temporal, superando al hasta ahora “líder” (Polonia tiene un
26%) y muy por delante de Francia (17,4% temporalidad), Italia (16,3%), UE-28 (14,4%)
y Alemania (12,9%), según Eurostat (septiembre 2017). Y los contratos
cada vez duran menos (51,67 días de media). Además, han crecido mucho los contratos a tiempo parcial, por horas: los tienen el 14,5% de asalariados (2017),
menos que en muchos países, pero con una particularidad: en Holanda, Reino
Unido y otros países, mucha gente trabaja
media jornada porque quiere, mientras en
España, el 60% lo hace “obligado”, porque no encuentra otra cosa (los “forzosos
en Europa son el 27,5%, según la OIT).
Hay que ir al origen de la precariedad, que se
ceba sobre todo entre los jóvenes y las mujeres. Y el origen está en que hay poco trabajo y el que hay “se trocea”, se reparte, con la ayuda de la reforma laboral que aprobó el
Gobierno Rajoy en 2012. Vean el dato: en España, por la crisis, se trabajan hoy casi las mismas horas que en 2011, según la EPA: 604 millones en el 4º
trimestre de 2017 frente a 597,4 millones a finales de 2011, a pesar de que hay 845.400 españoles más trabajando que cuando
Rajoy llegó a la Moncloa. Eso significa que el mismo empleo (horas) se
reparte entre más personas, de dos maneras. Una, con más de una persona por empleo (la media de 2017 fueron 44 contratos por empleo creado), gracias a los contratos por meses o semanas (se firman cada
mes 500.000 contratos por 1 semana). Y la otra, con contratos por horas, que
reparten un empleo entre dos o más personas. Por eso hay tanta precariedad:
para repartir el poco empleo disponible (y ahorrar costes).
Y no es verdad que
las empresas hagan contratos temporales
para “probar” a los nuevos empleados y luego hacerlos fijos. Sólo un 36% de
los contratos temporales que se firman cada mes (1,5 millones) son nuevas contrataciones. Y los
trabajadores temporales esperan una media de 94 meses (7,8 años) para ser fijos
(antes de la crisis esperaban 57 meses). Los tercios restantes, el 64% de los contratos temporales son “renovaciones,
se hacen a trabajadores que ya están
trabajando, según los datos de las oficinas de empleo (SEPE). Una
“rotación”
que para muchos dura años, como un mal menor frente al paro. Y además, cuando
finalmente llega el ansiado contrato “fijo”,
tampoco da mucha estabilidad: el 60% de los contratos fijos que se firman
no sobreviven más de 2 años, según un estudio de la profesora Inmaculada Cebrián. Así que tenemos más
empleo, pero de poca calidad.
La precariedad laboral, enquistada en España al menos desde
2009, es un grave problema, no sólo para quien la sufre sino para todos. Primero, porque los contratos precarios están muy mal pagados y tiran
a la baja de todos los salarios, más bajos que antes de la crisis y en un nivel “mileurista” (el salario más frecuente
son 16.498 euros brutos, 966 euros netos
en 14 pagas, según el INE)
y muy por debajo de los europeos (un 15,4% menos, según Adecco) Esta precariedad y bajos salarios aumenta la incertidumbre de los
españoles, reduciendo el consumo de
las familias y la natalidad, sus impuestos y sus cotizaciones, lo
que se traduce en un elevado déficit de
las pensiones y en que bajen los activos que tienen que pagarlas. Y todo
ello para que encima España no sea un país competitivo, a
pesar de ser líder en precariedad y bajos salarios: ocupamos el puesto 34 en el ranking mundial GCI.
La Comisión Europea
señaló en su informe 2017 que uno de los mayores problemas de España es la
precariedad laboral y la “dualidad” del
mercado de trabajo (españoles con “buenos” y “malos” contratos). Y la
delegación del FMI que visitó
España, en octubre 2017, ya indicó al Gobierno que “debía tomar medidas para mejorar
la calidad del empleo”. Pero Rajoy como si nada. Y eso que se comprometió a hacerlo en diciembre de
2014, en el punto 2.4 del Acuerdo tripartito que firmó con patronal y sindicatos: “tomar medidas para luchar contra la dualidad
en el mercado de trabajo: intensificar la lucha contra el fraude en la
contratación e incentivar los contratos fijos”. Palabras inútiles, papel mojado tres años después.
Urge aprobar un Plan
de choque contra la precariedad laboral, pactado con sindicatos, patronal y
partidos políticos. Se trataría de actuar con el palo y la zanahoria. El
“palo” sería hacer cumplir la ley y permitir contratos temporales para
trabajos realmente temporales, no para ocupaciones temporales (para eso están
los “fijos discontinuos”). Hay que lanzar la inspección de trabajo a las
empresas, con planes piloto por zonas y sectores (la hostelería en
Mallorca, por ejemplo), que den un
“escarmiento” a los que abusan. Claro que para eso hace falta dotar de más medios a la inspección de trabajo
(tiene 1.797 inspectores y subinspectores, los mismos que en 2009 y la mitad que en Europa: 1 inspector por cada 15.000 asalariados frente a 1 por
cada 7.300 en la UE) y que se dediquen más a inspeccionar contratos (sólo el 4% de las inspecciones hechas en 2016
fueron a combatir el fraude en la contratación temporal). Y la “zanahoria” serían ayudas a las empresas que contraten
trabajadores fijos, penalizando las
cotizaciones de las que hagan más contratos temporales.
Con este Plan de choque, podría conseguirse mejorar la calidad del empleo en unos años.
Pero quedaría otro problema pendiente: hay
que crear más empleo, porque
falta recuperar 2 millones de empleos perdidos y a este ritmo (400.000 al
año) se tardaría 5 años. Y eso sin pensar en los jóvenes que se incorporen a
buscar trabajo. España tiene más del doble de paro que Europa y tiene que crear mucho más empleo para salvar la brecha. ¿Cómo? Pues acordando entre todos un Plan de empleo con 4 patas: más
ayudas a los parados (que cobren subsidio al menos 1 millón de parados más,
lo que costaría unos 5.000 millones anuales), mejorar la formación de los parados (es un escándalo que haya 1.800 millones de remanente para formación sin gastar, según denuncia la
patronal), reformar las oficinas de
empleo a fondo (para que asesoren y coloquen de forma eficaz a los parados) y aprobar planes específicos para la colocación
de jóvenes (no están cobrando las ayudas europeas de la Garantía Juvenil), mujeres y mayores de 50 años, los que más sufren el paro.
En resumen, hemos
batido récord de empleos (el
Gobierno y sus medios “echarán hoy las campanas al vuelo”) pero son empleos muy precarios y mal pagados, que
están repartiendo el poco trabajo que hay
entre más gente, “troceando” el empleo. Y aún nos queda recuperar casi la mitad
del empleo perdido desde 2007, cosa que ya
han hecho en Europa. Y todavía hay millones de parados desesperados, como reflejan las colas kilométricas para dejar un currículo para 100 vacantes en el futuro hotel de la Torre de Madrid. Así que en vez de dormirse en el “triunfalismo”,
Gobierno y oposición, junto a sindicatos y patronal, deberían pactar de una vez dos Planes, uno para
reducir la precariedad y otro para relanzar el empleo, con la ayuda de un Presupuesto 2018 que debería reanimar la economía, para contrarrestar la incertidumbre del petróleo, el
euro y los tipos, más Cataluña. Si PP y PSOE fueron capaces de pactar el 155 para Cataluña y ahora hablan de pactar la financiación autonómica o la política del
agua,
¿por qué no pactar el empleo? Urge hacerlo.
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