La Comisión Europea
alertó
en mayo sobre la precariedad laboral en España. Antes lo hicieron la OCDE y el FMI, preocupados por la dualidad
del mercado de trabajo: un 27,5%
de trabajadores tienen contrato temporal
(el 2º país de Europa con más temporales) y un 15,1% contratos a tiempo
parcial, el 60% de ellos forzados porque no encuentran otros. Esta precariedad,
que sufren más las mujeres y los jóvenes,
lleva a sueldos muy bajos y a la pobreza, además de hundir las cotizaciones (y las pensiones) y
la recaudación, empeorar la formación y la productividad de España (la 34ª
del mundo). Bruselas, la OCDE y el FMI
han pedido al Gobierno que fomente los contratos fijos y a jornada completa,
pero Rajoy
no hace nada, aunque se comprometió a ello en 2014, en el Acuerdo con
sindicatos y patronal. Urge mejorar la calidad del empleo, con incentivos y persiguiendo el fraude laboral, algo difícil
porque España tiene la mitad de
inspectores de trabajo que Europa. ¡ Trabajo decente ya !
enrique ortega
enrique ortega
España lleva tres
años creando empleo, pero un empleo muy precario. Así, de los
1.372.900 empleos creados entre 2014
y 2016, sólo el 5% son “contratos de calidad”, empleos fijos y a jornada completa. Y
la casi totalidad de los nuevos
empleos son empleos muy precarios. Un 92%
son contratos temporales, cada vez
por menos tiempo: la duración media de
los contratos está en 51 días de media (81 antes de la crisis), aunque una cuarta parte de los
contratos (el 26%) duran ya menos de 1 semana. Y más de un tercio (36%) de los nuevos contratos son a tiempo parcial, por horas. Ello es
fruto sobre todo de la reforma laboral
aprobada por Rajoy en 2012, que ha facilitado
el auge de los contratos precarios.
Con ello, España se
sitúa a la cabeza de la precariedad laboral en Europa, como acaba de
resaltar el informe de la Comisión Europea (22 mayo 2017). En 2016, el 26,1% de los trabajadores españoles tenía un contrato temporal, lo que nos convertía en el 2º país europeo con más temporalidad, tras Polonia (27,5%), según Eurostat, casi el doble de temporalidad que la media europea (14,2%) y
muy por encima de la de Alemania (13,2%), Francia (16,1%), Italia (14%) o
Portugal (22,3%). Y lo peor es que este aumento de los contratos temporales es algo
forzoso, no buscado por los trabajadores: un 90% de los españoles con contrato temporal preferirían tener un
contrato fijo (el porcentaje más alto en Europa, tras Chipre, según la OIT), frente al 62,1% de temporales “forzosos” en la Unión Europea.
Pero quizás el dato
más preocupante, según resalta la Comisión Europea en su informe (y antes
la OCDE), es que España es uno
de los paises de Europa donde un menor
número de contratos temporales se transforman en fijos: sólo un 10%, frente al 22% de media en la
UE-28 y el 10,5% en Francia, el 59% en Gran Bretaña, el 30% en Alemania o el
20% en Italia, según Eurostat. O sea, no es que las empresas ofrezcan primero
un contrato temporal para luego hacer fijo al trabajador, sino que el 90% de
los contratos temporales se mantienen así o se cancelan, lo que hace que estos
trabajadores sean especialmente
vulnerables.
El otro tipo de contrato precario, los contratos a tiempo parcial, suponen ya el 15,1% de todos los contratos en España (2016), todavía por debajo de la media europea (19,5%) y de muchos paises donde hay tradición
de trabajos a media jornada o por horas, como Holanda (49,7% de los contratos),
Alemania (26,7%), Austria (27,8%), Reino Unido (25,2%), Suecia (23,9%), Francia
(18,3%) o Italia (18,5%), según Eurostat. Pero hay dos datos
españoles preocupantes. Uno, que España es el país europeo donde más ha crecido el trabajo a tiempo
parcial (part time) durante la
crisis. Y segundo y fundamental, que el
60% de los que trabajan a media jornada o por horas preferirían trabajar a
jornada completa, frente a sólo un 27,5% de trabajadores europeos que trabajan forzosamente por horas, según la OIT.
La precariedad en los
contratos la sufren especialmente dos
colectivos en España: las mujeres y
los jóvenes. En los contratos
temporales, las mujeres tienen un porcentaje
ligeramente mayor que los hombres (26,5% frente a 25,8%), pero son muchas más con
contrato
a tiempo parcial : trabajan por horas un 31,9% de las mujeres españolas
(35,9% en la UE-28) frente a un 8,8% de los hombres (9,3% en la UE-28), según Eurostat (2016). Y donde realmente se ceba la precariedad laboral es en los jóvenes españoles, los más temporales
de Europa: el 56,5% de los menores de 29 años tiene un contrato temporal (el 32,4% en Europa) y sube al 72,9% entre los
jóvenes de 15 a 24 años (43,8% con contrato temporal en la UE-28), según los datos de Eurostat (2016). Y también tenemos muchos más jóvenes que Europa con contrato
a tiempo parcial, por horas: un 27,5%
de los menores de 29 años (23,7% en la UE-28) y un 38,7% de los jóvenes entre
15 y 24 años (32,4% en la UE-28, según Eurostat (2016).
Pero la precariedad laboral no sólo se manifiesta
en el tipo de contrato. También es un signo de precariedad que haya muchos
españoles trabajando en empleos muy por debajo de su formación, los trabajadores “sobrecualificados”:
en España hay 9,5 millones, el 52,8%
de los empleados (en 2007 eran el 46,3%), según datos de Afi-Asempleo a partir de la EPA. Con la crisis, esta “sobrecualificación”
ha crecido entre los mayores de 45 años
y sobre todo entre los más jóvenes:
dos tercios de los jóvenes entre 16
y 24 años trabajan en empleos inferiores a su cualificación, por ejemplo
universitarios trabajando de teleoperadores, camareros o cajeras de
supermercado. Este problema se concentra en la hostelería (71,4% de los empleos
están sobrecualificados) y el comercio, sobre todo en el País Vasco, Cantabria,
Levante e islas.
Un tercer indicador de precariedad es el aumento de las horas extras “forzadas”,
que han aumentado tras la reforma laboral de 2012, al dar más poder al empresario para fijar horarios y
jornada, con lo que muchos optaron por hacer contratos de media jornada y luego
obligar a la plantilla a hacer horas extras, a veces sin pagárselas. Así, a finales de 2016 había 7.778.000 trabajadores que hacían horas
extras (el 50,5% de los asalariados), de media 5,48 millones de horas
extras a la semana. Y según los últimos datos disponibles (2015), más
de la mitad de esas horas no se pagaban. Otra muestra de
precariedad laboral que además tiene una grave consecuencia: esas horas extras impiden crear 150.000 nuevos
empleos cada año.
La primera consecuencia de toda esta
precariedad laboral es que se traduce en salarios muy bajos, menores que los de un trabajador con contrato estable: los trabajadores temporales cobran un 36,6% menos que los indefinidos (15.680
euros frente a 24.746) y los que trabajan
a tiempo parcial ganan un 63,7%
menos que los que trabajan a jornada completa (9.794 euros brutos anuales
frente a 26.965), según la Encuesta de estructura salarial del INE. El resultado es que en los últimos años han aumentado los “trabajadores pobres”,
españoles que tienen un trabajo pero “malviven”
(ganan menos del 60% de la media): tenemos un 12,5% de trabajadores pobres (2.196.137 empleados, 1 de cada 8
asalariados), un porcentaje superior al de trabajadores pobres en Europa (9,5%), según la OIT. Y además, el enorme paro (4.255.000 parados EPA en marzo 2017) y
esta precariedad tiran a la baja de todos
los salarios, con lo que el sueldo
más habitual en España son 16.490
euros brutos anuales (últimos datos oficiales del INE para 2014), lo que se traduce en 950 euros netos al mes en 14 pagas. O sea, que el español medio es un “mileurista”.
Pero la precariedad
laboral acarrea también otros graves
problemas, además de los bajos salarios y la mayor vulnerabilidad del
trabajador. Aumenta su incertidumbre
sobre el futuro, lo que está reduciendo las familias y la natalidad (España lleva 5 años perdiendo población), así como la independencia de los jóvenes (el 80,3%
de los jóvenes españoles, 5.233.406,
siguen viviendo con sus padres,
frente al 70% de media en Europa, según el Observatorio del Instituto de la Juventud) y su capacidad
para consumir
y comprar una vivienda. Pero
sobre todo, la precariedad laboral merma la recaudación de impuestos y recorta los ingresos por cotizaciones de la Seguridad Social,
hundiendo las cuentas de las pensiones. Y para el trabajador, reducen su posible
seguro de desempleo y su pensión futura. Además, los trabajadores precarios son menos productivos, porque tienen menos
incentivos para serlo y porque las empresas les forman menos (“se van a ir”). Y eso agudiza uno de los
problemas estructurales de España, la
menor productividad y competitividad: España ocupa el puesto 34 en el ranking mundial de competitividad, elaborado por la escuela de
negocios IMD.
Por todo ello, la Comisión
Europea acaba de reiterar, en su informe sobre España del 22 de mayo, que uno
de nuestros mayores problemas es la precariedad laboral y la dualidad en el mercado de trabajo (2 tipos de
españoles, según su contrato laboral). Lo mismo dijo en marzo la OCDE, en su informe sobre España, y la delegación del FMI que visitó España en diciembre: el Gobierno español debe tomar medidas para mejorar la calidad del empleo, incentivando los
contratos fijos y luchando contra la precariedad laboral. Eso sí, tanto la OCDE
como el FMI dan además una receta “neoliberal” para reducir
la temporalidad: reducir las indemnizaciones a los contratos fijos (para que no
compensen tanto los temporales) y dar más poder a las empresas y menos a los
tribunales en los despidos. En definitiva, la OCDE y el FMI proponen dar una “vuelta de tuerca” a la reforma laboral, con más
flexibilidad, cuando precisamente la reforma
laboral de 2012 es la que ha agravado esta precariedad.
De momento, el
Gobierno Rajoy no hace nada: ni rebaja las indemnizaciones ni toma medidas
para favorecer los contratos fijos y penalizar los temporales. Y eso que se
comprometió a hacerlo en diciembre de 2014, cuando firmó con los
sindicatos y la patronal un Acuerdo tripartito que incluía, en su punto 2.4, tomar medidas para luchar contra la dualidad en el mercado
de trabajo: intensificar la lucha contra el fraude en la contratación e
incentivar los contratos fijos. Palabras
Ahora, tras la última alerta de la Comisión Europea, los sindicatos y la oposición deberían presionar
al Gobierno para que tomara medidas
urgentes y eficaces contra la precariedad laboral. Se trataría de actuar frente a las empresas con el
palo y la zanahoria: el palo de la inspección de Trabajo, para detectar y multar a las empresas que
tengan trabajadores temporales o por horas cubriendo puestos que son fijos y a
jornada completa, y la zanahoria, para
incentivar fiscalmente y con
cotizaciones más bajas a las empresas a que transformen contratos
temporales en fijos y mejoren la calidad de sus empleos. Lo primero que hay que
hacer es garantizar que se cumple la Ley,
que no se utiliza el mucho paro existente para contratar con fraude. Y luego,
ayudar a que se hagan contratos de más calidad.
Pero “para el palo”,
un requisito clave es aumentar los
medios de la inspección de Trabajo, porque tras los recortes está menguada:
hay 1.800 funcionarios (960 inspectores y 840 subinspectores), la cifra más baja desde 2009. Y tenemos la mitad de funcionarios para inspección que Europa, según datos de la OIT:
hay 1 inspector por cada 15.000 asalariados en España frente a 1 por cada 7.300
en la Unión europea. Y además, la propia Asociación de inspectores denuncia que la
mitad de su trabajo está orientado a
vigilar si los parados hacen fraude al cobrar el subsidio o si los trabajadores
están dados o no de alta, no en vigilar si el contrato temporal o a tiempo
parcial está justificado. Y cada vez hay más abusos laborales, españoles con
contratos de 4 horas trabajando 10 y cobrando 8, sobre todo en hostelería,
limpieza, tiendas, teleoperadores y servicios. Y no hay inspectores para
detectar tanto fraude, que se ampara en que los afectados no lo denuncian (para no perder su “medio empleo”) y
en que la mayoría de empresas son pymes
donde no hay sindicatos que controlen.
Al final, la precariedad laboral es un cáncer para los
trabajadores (incertidumbre, bajos salarios, vulnerabilidad) y para la recuperación de la economía,
porque reduce el consumo y la competitividad, en definitiva el crecimiento y el
empleo futuros. Así que además de injusta, la precariedad es antieconómica, un mal
negocio. Y somos líderes en Europa.
Algo hay que hacer, con urgencia y eficacia. Nos lo dicen desde Bruselas y lo
sufrimos dentro, sobre todo los jóvenes, las mujeres y los mayores de 45 años. ¡Empleo decente ya ¡
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