Toca otro año más declarar
a Hacienda y a nadie le gusta, pero sepamos que el IRPF (“la Renta”) es un impuesto cada vez menos importante:
supone poco más de un tercio de todos los impuestos que pagamos. Y cada día
pagamos mucho más con el IVA, los impuestos especiales o las tasas, sin darnos
cuenta. Además, otra peculiaridad del IRPF es que pagamos muy distinto según donde vivamos: mucho más en Cataluña o Andalucía que en Madrid o Castilla y León.
El problema de fondo es que el menor peso de la Renta, un impuesto progresivo, lleva
a que ayude poco a reducir diferencias entre ricos y pobres. Y lo que
más reduce las desigualdades, las
prestaciones sociales, es lo que Rajoy ha recortado. Deberíamos pagar más
por el IRPF (según ingresos) y menos por impuestos indirectos, reducir el
fraude y que pagaran más los que pagan poco (grandes empresas, multinacionales
y ricos) para que el Estado pudiera reducir la desigualdad. Impuestos sí, pero más justos.
enrique ortega
Dos de cada tres
españoles adultos tienen que presentar la declaración de la Renta en primavera. Este año 2017, Hacienda espera 19.750.000 declaraciones,
unas 200.000 más que el año pasado, la mayoría individuales (15.900.000),
mientras bajan las conjuntas (3.850.000). Pero tener que presentar la declaración
no significa pagar: el 75% de todas las declaraciones (14,7 millones) saldrán este año a devolver (Hacienda les
transferirá 11.198 millones), porque esos contribuyentes ya han pagado de más
durante el año pasado, con las retenciones mensuales. Eso sí, otros 4,17
millones de declaraciones serán positivas y tendrán que pagar 8.537 millones, un 7,4% más que el año pasado, porque han aumentado las rentas y los que
trabajan. Con todo, la declaración del IRPF que ahora presentamos apenas sirve
para recaudar, ya que el 90% lo hemos ido
pagando el año pasado, con las retenciones.
Este año no se han
tocado los tipos ni los tramos de la
declaración, que son los mismos que el año pasado y contemplan la bajada hecha por Rajoy en 2015 y
2016, rebaja que no compensa las fuertes subidas del IRPF hechas en 2012, 2013
y 2014. Y se mantienen los cambios del año pasado que penalizan a los
contribuyentes. Uno, que los
inquilinos con contratos posteriores al 1 de enero de 2015 pierden la
deducción (10,5%) y los propietarios
se pueden deducir sólo el 60% del alquiler cobrado (no el 100% cuando los
inquilinos son jóvenes).Dos, se encarece fiscalmente la venta de viviendas, al eliminarse los coeficientes de
actualización que rebajaban las plusvalías. Tres, que los propietarios de segundas residencias con valores catastrales revisados entre 1994 y
2005 pagarán más. Cuatro, que se ha eliminado la exención de los primeros 1.500
euros anuales en dividendos. Quinto,
que la aportación máxima a un Plan de pensiones se ha bajado de 10.000 a 8.000
euros. Y sexto, que se ha cambiado la reducción general de rendimientos del
trabajo de 2.652 euros por un gasto deducible de 2.000 euros. Y además, como
sucede desde 2008, Hacienda no descuenta
el efecto de la inflación sobre lo que ganamos, lo que supone una penalización de 33,24 euros por
contribuyente (entre 18 y 1.321 euros), según los técnicos de Hacienda (GESTHA).
Pero luego, la realidad del IRPF es que pagamos muy distinto según donde vivamos, porque cada autonomía tiene sus tipos, tramos y deducciones. El Gobierno fija un
tipo estatal del IRPF (del 9,50 al 22,50%) y luego se le suma un tipo
autonómico, que va del 9,5 al 25,50%. Y así, sumando los dos tramos del IRPF,
sale un tipo a pagar, del 19% mínimo (hasta 12.450 euros de ingresos) a un
máximo del 48% (para más de 60.000 euros). Eso configura tres zonas fiscales, según
un estudio de los economistas fiscales (REAF). Una, la España que cobra más IRPF, con tipos del 21,50% (mínimo) al 48% (máximo):
Cataluña, Extremadura, Aragón, Murcia, Baleares y Andalucía. Dos, la España que cobra menos IRPF, entre el 19% (tipo mínimo) y el 43,50% (máximo): Madrid, Castilla y
León y Castilla la Mancha. Y una “zona
fiscal intermedia”: Comunidad Valenciana, Asturias, Galicia, Cantabria, la
Rioja y Canarias.
Las diferencias a la
hora de pagar el IRPF son importantes según donde se viva. Así, un
trabajador con un sueldo medio
(22.858 euros brutos anuales, según el INE) pagará de media en el IRPF 3.024 euros, pero abonará 163 euros más si vive en Cataluña y 63 euros menos si vive en Madrid, según el REAF. Y para los que ganan menos de 30.000 euros (8 de cada 10
declarantes), declarar en Cataluña les
supone pagar entre un 5,7 y un 13,2% más que si declaran en Madrid (cuanto menos ganen, más
diferencias). Eso en cuanto a tipos y tramos. Pero además, hay diferencias entre las deducciones que permiten las autonomías: unas
dejan deducir a los jóvenes por comprar o alquilar vivienda (Madrid, Andalucía o
Cataluña), otras por material escolar (Asturias, Valencia), por hijos (Aragón,
Rioja, Castilla o León), por gastos de guardería (Canarias, Murcia), por
seguros médicos (Cantabria), por ser viudo (Extremadura) o por autoempleo
(Rioja). Un puzzle de deducciones que a veces
ni conocen los contribuyentes.
También hay que declarar ahora
por el impuesto del Patrimonio, donde hay importantes diferencias entre autonomías. Los
contribuyentes censados en Madrid no tienen que hacer este impuesto, que declaran
los que tienen más de 700.000 euros de patrimonio (más de 500.000 en Cataluña),
unos 178.000 contribuyentes, que pagan a Hacienda unos 1.000 millones de euros con este
impuesto. Y lo que pagan depende también mucho de donde vivan. Así, una persona con patrimonio de 800.000 euros (no
cuentan los primeros 300.000 euros del valor de la vivienda habitual) paga
1.164 euros por Patrimonio en Aragón, 769 euros en Cataluña, entre 220 y 300
euros en Extremadura, Baleares, Andalucía, Galicia, Murcia y Asturias, 200
euros en Canarias, Cantabria y las dos Castillas, 100 euros en Rioja y nada en Madrid.
El impuesto sobre la renta, el IRPF que ahora declaramos, es
el principal impuesto, pero su peso
en la recaudación de Hacienda se ha ido
reduciendo con los años: si en 2010 suponía el 45% de los ingresos fiscales, en 2016 ya suponía sólo el 38,88% (72.416 millones). Y eso se debe a que el Gobierno Rajoy ha
ido aumentando el peso de los llamados impuestos indirectos, los que
pagamos sin que se noten tanto: el IVA (62.842 millones, el 33,7% de lo
recaudado en 2016), los impuestos
especiales (carburantes, alcohol y tabaco: 19.866 millones, el 10,66% de lo
recaudado en 2016) y todo tipo de tasas. Y la
consecuencia es que mientras el IRPF
se paga de una forma progresiva (pagan más los que ganan más), los impuestos indirectos son regresivos, injustos:
el IVA o el impuesto de los carburantes o el alcohol lo paga lo mismo uno que
está en paro que uno que gana más de 100.000 euros.
Por eso, la renta, el
IRPF es el único impuesto progresivo
del sistema tributario: los contribuyentes pagan más si ganan más. Pero no pasa eso con los demás impuestos,
con lo que la progresividad de todos los
impuestos es menor. Así, los españoles
pagamos de impuestos una cuarta parte de nuestros ingresos, el 27,48% en 2014, según un estudio de Fedea. Pero el pago es distinto, según los ingresos de cada hogar. Los que ganan menos de 11.789 euros (el 20% de hogares más pobre) pagan el 28,9% de sus ingresos, los
que declaran entre 11.789 y 19.784 euros (el 20-40% siguiente del tramo de hogares)
pagan el 23,7%, los que ingresan entre 19.764 y 29.592 euros (del 40 al 60% de hogares
con rentas medias) pagan el 23,6%, los que ingresan entre 29.522 y 45.236 euros
(60-80% hogares con más rentas)pagan el 26%, los que ganan entre 45.236 y
62.453 euros (tramo 80-90% hogares con rentas altas)pagan el 27,7, los que
ganan entre 62,453 y 129.952 euros (tramo 91-99% hogares) pagan el 30,2% y los
que ganan más de 129.952 euros anuales (el
1% de hogares) pagan el 37,4% de sus rentas, según Fedea.
Choca comprobar que el 20% de hogares
más pobres pagan más (26,9%) que los demás hogares, salvo el 10% más rico. Esta
injusticia fiscal se debe a dos factores que habría que corregir: el efecto regresivo de las cotizaciones y el IVA y que en este tramo del 20% más
pobre hay hogares con pérdidas (autónomos).
Teóricamente, los
impuestos están para lograr dos
objetivos: conseguir ingresos y corregir desigualdades entre pobres y
ricos. En España, por el creciente
peso de los impuestos indirectos, resulta que los impuestos ayudan poco a
corregir la desigualdad: los impuestos (y casi en exclusiva el IRPF) sirven
sólo para reducir un 2,97% las desigualdades de rentas, según el estudio de Fedea.
Y lo que sí funciona para corregir las desigualdades (las reducen un 28,9%) son
las prestaciones públicas: pensiones
(lo que más, el 80% del total), prestaciones desempleo, asistencia social y
ayudas familiares. Y cuanto menor es la
renta de una familia, más importantes son las prestaciones (al 20% de hogares más pobres, las
prestaciones sociales les suponen el 67,7% de sus ingresos).
En definitiva, que los
impuestos no ayudan apenas a redistribuir la riqueza y conseguir una España menos desigual y más justa, según deja claro el estudio de Fedea. Y que mientras no se dé más peso al IRPF y menos a los
impuestos indirectos, la mejor
herramienta para redistribuir la riqueza son las prestaciones públicas,
sobre todo las pensiones. Pero resulta que la política de ajustes de Rajoy se ha centrado precisamente en recortar estas prestaciones públicas :
si el gasto en protección social (pensiones, paro, ayudas familiares y
sociales) era del 16,83% del PIB en 2011, en 2016 había bajado al 16,89%. Y
ahora pretende, según el Programa de Estabilidad 2017-2020 recién enviado a Bruselas, que baje al 15,91% para
2020. En definitiva, que la estrategia de Rajoy es recortar aún más (en %) la protección social, lo más efectivo para corregir las
crecientes desigualdades entre españoles. Mala política.
Así que pagamos
impuestos, pero de una forma poco justa y que ayuda poco a conseguir una España
más igualitaria. La alternativa debería
ser conseguir más ingresos, para
poder gastar más en protección social, pero sin hacer pagar más a los que ahora
pagan: los que viven de una nómina. De hecho, el 79% del IRPF lo pagan los que viven de un sueldo o pensión. Y si miramos todos los impuestos, el 90% de los ingresos fiscales salen de las familias y sólo un 10% de la recaudación la pagan
las empresas, bancos, multinacionales y
grandes fortunas, según Intermon Oxfam. Este es el problema de fondo que hay que
resolver en España: que paguen más los que defraudan o pagan legalmente menos
de lo que debían.
De hecho, se puede y se debe recaudar más, porque España es uno de los paises que menos recauda en Europa: en 2016, ingresó (total ingresos públicos)
el 38% de su PIB, por debajo de la media europea (44,9%) y sobre todo de la
zona euro (46,2% del PIB). Eso quiere decir que si
España recaudara como los demás paises euro, habría ingresado 90.200 millones más en 2016. No habríamos tenido
déficit público (47.630 millones) y aún habría dado para gastar más en sanidad,
educación y prestaciones sociales. Así de claro.
Así que hay otro camino alternativo a la austeridad y los
recortes: recaudar más. Pero no haciendo que paguemos más impuestos la mayoría, sino
reduciendo el fraude fiscal y haciendo que paguen más lo que ahora pagan poco “legalmente”:
las grandes empresas (pagan sólo el 7,3% de sus beneficios, gracias a generosas deducciones), las multinacionales
(apenas pagan en España, gracias a su utilización de paraísos fiscales) y los
más ricos (tienen su dinero en SICAV y empresas pantalla). Los expertos de Hacienda (GESTHA) creen que se
podrían recaudar 42.000 millones más al año luchando más decididamente
contra el fraude fiscal y con cambios normativos. Y también hace falta más medios en la inspección, porque Hacienda
cuenta con 1 inspector por cada 2.081 contribuyentes, frente a 1.914 en Italia, 1.176 en
Reino Unido, 979 en Francia o 743 en Alemania. Y además, el 80% de su trabajo es vigilar a los asalariados, donde hay menos
fraude, según reconocen los propios inspectores.
En definitiva, no nos
agobiemos por hacer ahora la declaración de la Renta, porque la mayor parte
ya lo hemos pagado en 2016, con las retenciones, y porque pagamos mucho más con
todo los que compramos o echando gasolina. El problema es que nosotros pagamos bastantes impuestos,
aunque todavía menos que en Europa, pero otros (empresas, bancos,
multinacionales y los más ricos) pagan
menos, legal o ilegalmente. Y así resulta que el Estado recauda menos y eso
obliga a ir de recorte en recorte, tanto del Estado del Bienestar como
de los gastos sociales, las herramientas
que hacen un país menos desigual. Así que la mayoría pagamos impuestos como debe ser, pero crece la pobreza y la desigualdad en España porque otros no pagan lo que deben y
no hay dinero para prestaciones públicas. Algo que debería llevarnos, al
menos cuando toca declarar, a exigir
una reforma fiscal a fondo. Impuestos sí, pero más justos.
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