Enrique Ortega |
La subida de precios, la inflación, es una mala noticia, porque “se come” parte de nuestros sueldos y pensiones. Pero es también un indicador de que la economía está activa, de que crecemos y hay una demanda que tira de los precios. Por eso, cuando hay crisis, los precios caen y la inflación acaba siendo negativa. Es lo que ha pasado con la pandemia en España: la inflación, que estaba ligeramente por encima del +1% en 2019, bajó y fue negativa desde abril (-0,7%) y mayo (-0,9%) a diciembre de 2020 (-0,5%). Pero este año 2021, con las vacunas y las incipientes señales de recuperación, los precios se han despertado y suben con fuerza, desde el +0,5% en enero al +1,3% en marzo, el 2,2% en abril y un +2,7% en mayo, la inflación más alta en España desde febrero de 2017 (+3%), según el INE.
Este repunte de la inflación no se ha dado sólo en España. En Europa, los precios se han disparado también, pasando la zona euro de tener una inflación negativa en diciembre (-0,3%) a un 2% en mayo, cuando un año antes era del +0,1%, según Eurostat. La subida es general en todos los paises, más en Luxemburgo (+4%), Lituania (+3,5%), Estonia (+3,1%), Austria (+2,5%) y Alemania (+2,4%, cuando en diciembre bajaba su inflación un -0,7%). Y la inflación anual se ha disparado más en Estados Unidos, hasta un +4,2% de subida en abril (frente al +0,2% en diciembre 2020), el máximo desde 2008, debido a los ingentes estímulos aprobados en el último año (4,8 billones de dólares), que han reanimado el consumo y la actividad, trasladándose a los precios. Incluso la inflación se ha despertado en China, un país que exportaba “deflación” al mundo y que ahora tiene una inflación anual del 0,9%, tras haber subido los precios un +6,8% en abril (frente al -3% que cayeron en abril de 2020).
Con este panorama, el repunte de la inflación preocupa ya en todo el mundo, aunque parece muy concentrado en la energía. De hecho, en la zona euro, la inflación anual excluida la energía sube sólo un +0,9% (frente al +2% la inflación total). Y en España, la inflación de fondo (descontando la energía y los alimentos) subió un +0% anual hasta abril (el último dato desglosado del INE), frente al +2,2% que subió la inflación total. Si se analiza con más detalle, se ven “los 2 culpables” del repunte de la inflación en España este año: la electricidad (con una subida anual en el IPC del +36,9%) y los carburantes (han subido en el IPC un +31,4% anual, 15 veces la inflación total).
La electricidad dispara la inflación, en toda Europa pero más en España, porque ha aumentado el consumo, ha subido el precio del gas natural y el fuel (petróleo) de las centrales de apoyo y por la subida del precio de los derechos de CO2 (se han multiplicado por 10 en los últimos 5 años) que pagan las centrales por contaminar, sin olvidar los costes de más que pagamos en el recibo (ver Blog). En cuanto a los carburantes (gasolina y gasóleo), su precio se ha disparado este año al cuadruplicarse el precio del petróleo: ha pasado de costar 19,5 dólares/barril el 21 de abril de 2020 (el mínimo del siglo, por la pandemia) a 51,72 dólares el 31 de diciembre y 72,21 dólares/barril que cuesta ya hoy.
Este precio máximo del crudo se ha trasladado en los últimos meses a los precios de los carburantes que pagamos. Así, la gasolina costaba el 6 de junio 1,358 euros por litro, un 14,68% más que a principios de año (y en Europa ha subido algo más, un 16%, porque pagan más impuestos que nosotros), según el Boletín Petrolero de la UE. Y el gasóleo cuesta ya 1,221 euros por litro en España, una subida del +14,24% (similar al 14,68% que ha subido el gasóleo en la UE-27). Y todo apunta a que ahora, con la mayor demanda cara al verano y las vacaciones, los precios de los carburantes seguirán en máximos hasta septiembre. Sobre todo porque el petróleo va a seguir subiendo, quizás hasta los 80 dólares por barril, debido al acuerdo entre la OPEP y Rusia para mantener estable la producción hasta abril de 2022 y evitar “guerras de precios”, con el objetivo de aprovechar la mayor demanda de energía que ya se observa en el mundo y que crecerá con la recuperación.
Con el petróleo más caro y la mejora de la economía, sobre todo en EEUU (creció un +6,4% en el primer trimestre) y China (creció un +18,3%) pero también en Europa (cayó un 0,1% en el primer trimestre, frente al -0,4% a finales de 2020), todo apunta a que la inflación seguirá alta y más este verano, cuando las familias aumenten su consumo y el gasto turístico (gastarán lo que no han gastado en el año largo de pandemia). Así que el IPC anual podría rondar el 3% en España este verano y el 2,5% en Europa, muy por encima del 2% que es el objetivo de inflación defendido por el BCE. Por eso, hay un temor generalizado en el mundo a que el repunte de la inflación se consolide y eso obligue a los bancos centrales (a la Reserva Federal USA y al BCE en la zona euro) a subir unos tipos de interés que llevan años en el 0%. Una medida para frenar la inflación que sería dramática, porque ahogaría la débil recuperación en España y en Europa. Y dificultaría más la situación a España, porque somos un país con una elevadísima deuda pública (casi 1,4 billones, el 125% del PIB), que sería más difícil de financiar si suben los tipos y el BCE no nos ayuda comprando deuda.
De momento, el temor a un repunte de la inflación ya ha subido los tipos de la deuda pública en el mundo y en España, donde el coste de los bonos a 10 años está en torno al +0,34%, cuando estaba a tipos negativos (nos pagaban por la deuda) en 2020. Ahora se espera que los tipos suban, aunque no se cree que superen el 1% este año. Y tanto la Reserva Federal como el BCE llaman a la calma: creen que el repunte de la inflación es coyuntural, no estructural, y está muy concentrado en la subida del petróleo y la energía. Y que en unos meses, la inflación se normalizará en torno al 2% deseado. Para tranquilizar a los mercados, a los Gobiernos y a los ciudadanos, los bancos centrales reiteran que no van a subir los tipos de interés a corto plazo y que mantendrán sus planes de estímulos monetarios.
Los expertos
creen que la Reserva Federal USA y el BCE van a priorizar la
recuperación económica tras la pandemia y que no la pondrán en riesgo, ni
retirando sus estímulos (compra de deuda pública para inyectar
liquidez, dinero, a la economía) ni subiendo los tipos de
interés, aunque los precios estén por encima del 2% objetivo. Y luego, si
la recuperación se asienta en 2022, podrían
anticipar la retirada de estímulos (al verano de 2022) y la subida de
tipos: a principios de 2023 en EEUU y para el verano de 2023 en Europa, antes
de lo previsto: que los tipos subieran en 2024. Esta vez, las autoridades
monetarias no quieren repetir errores
pasados y entre una inflación algo
más alta y un paro elevado (en
EEUU está en el 6,1%, casi el doble de paro del 3,5% pre-COVID), optarán por inyectar financiación para apuntalar el crecimiento y el
empleo, aunque momentáneamente la inflación se acerque o supere el 3%.
Ojalá sea así, porque lo contario sería frenar
en seco la recuperación.
Al margen de este temor mundial por el repunte de la inflación, la subida actual va a tener consecuencias concretas en los próximos meses, si se confirma la previsión de inflación para 2021, que rondará en España el +2,5%. Por un lado, afectará a los 9 millones de pensionistas, que han tenido una subida de su pensión del +0,9%, inferior a la que será la inflación media (la que cuenta, no la de diciembre) de 2021: entre el +1,8 y el +2%. El Gobierno ya ha dicho que les abonará una “paguilla” por la diferencia a principios de 2022, como se ha hecho en otras ocasiones: será poco, unos 10 euros al mes (dado que la pensión media es de 1.016,3 euros y la desviación de la inflación media en 2021 sobre la subida aprobada puede ser finalmente del 1%).
Los demás afectados son los casi 10 millones de asalariados, aunque la posible revisión por una mayor subida del IPC va a depender de que lo tengan así recogido en su convenio (y actualmente, sólo el 25% de los trabajadores tienen clausulas de revisión salarial). Donde sí va a afectar el repunte de la inflación es en la negociación salarial de 2021 (quedan muchos convenios por negociar) y sobre todo para 2022. De momento, los convenios firmados hasta abril indican una subida salarial del +1,55%, que será inferior a la inflación prevista. Y en el conjunto de la economía, el coste salarial ha bajado un -0,7% en 2020, lo que refuerza la idea de que con la pandemia se ha perdido poder adquisitivo. Por eso, los sindicatos UGT y CCOO ya han pedido a la patronal CEOE sentarse a negociar un nuevo Acuerdo Salarial 2021-2023, defendiendo una subida del +1,5% en 2021 y entre el +2 y el +3% para 2022 y 2023. Y extender las cláusulas de revisión salarial a todos los convenios.
Al final, es normal que los precios vuelvan a subir si la economía mejora, porque la inflación negativa sólo indicaba que la economía estaba en una grave crisis. Pero hay que “vigilar los precios”, para evitar que un repunte incontrolado de la inflación obligue a subir los tipos de interés y frene en seco la necesaria recuperación. Por eso habría que controlar los dos principales factores de inestabilidad de precios, la electricidad (el recibo medio se ha disparado un 42% en la primera semana de junio, según Facua) y los carburantes (que suelen aprovechar el verano y las vacaciones para disparar su precio). Y también otros dos precios que suelen dispararse en verano: los alimentos y los precios turísticos. Habría que vigilar las subidas y tratar de evitar abusos y márgenes injustificables. Todo por evitar que la inflación se dispare y ponga en peligro la recuperación. Y nuestro bolsillo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario