Este sábado 1 de
octubre bajan de precio más de 1.000
medicamentos, unos céntimos por envase la mayoría, aunque las autonomías se ahorrarán 125
millones. Con esta bajada, la tercera en 25
meses, España se consolida como uno de los paises europeos con las
medicinas más baratas, lo que es bueno pero también malo:
facilita la exportación de medicinas a paises donde las paguen mejor (fomentando
el desabastecimiento en España),
dificulta que los laboratorios investiguen
aquí y hunde a las farmacias (1.000 necesitan ayudas públicas para no
cerrar). El problema es que, a pesar de estas bajadas, el gasto farmacéutico lleva dos años y medio subiendo, porque hay más
viejos (gastan más) y porque los medicamentos son más sofisticados y más
caros, aunque también se abuse del consumo. Hay que controlar el gasto farmacéutico, pero con cuidado, porque ya es de los más bajos de Europa: si una medicina cuesta ya como una cerveza (y menos), los
laboratorios pueden irse a otro país a investigar y muchas farmacias acabarán cerrando. Y lo pagaremos en nuestra salud.
enrique ortega |
El Estado (las autonomías) pagaba el 100% de las
recetas con nuestros impuestos hasta que en julio de 2012 el Gobierno Rajoy introdujo el “copago”, con el que
ahora pagamos una parte de las medicinas que nos recetan (40-60% los trabajadores y parados,
30% los mutualistas y 10% los jubilados, con un tope mensual de 8 a 18 euros).
Con todo, la factura farmacéutica es muy abultada (26 millones de euros al día, sólo en recetas) y por eso el Gobierno introdujo, en 1997, un mecanismo
para pagar menos a los laboratorios por las medicinas: el sistema de precios de referencia.
Consiste en que la sanidad pública sólo
financia un precio máximo por medicamento recetado y si el fármaco tiene un
precio superior, el farmacéutico está obligado a suministrar al paciente un medicamento más barato, preferentemente genérico (con la
patente caducada). Es una forma de presionar a la baja los precios de los
medicamentos de marca y forzar la venta de genéricos (ya suponen 40% de las ventas), más baratos. Y así, cada año revisan a la baja los precios que se pagan a los laboratorios, para
lograr más ahorros en la factura farmacéutica.
Este sistema ha
permitido forzar una bajada anual de los precios de los medicamentos, sobre
todo desde 2010. Las últimas
bajadas fueron el 1 de septiembre 2014 y el 1 de diciembre
de 2015, a las que se suma ahora la
rebaja que entra en vigor el 1 de octubre y se
aplicará a 1.062 medicamentos, los más consumidos (ver listado).
La
rebaja es pequeña, porque un 75% de las medicinas revisadas bajan menos
del 5%, un 6,7% entre el 5 y el 10%, otro 6,4% entre el 10 y el 20% y sólo el
11,5% bajan más, según Diariofarma. En definitiva, que si nos toca la rebaja, lo notaremos sólo en unos
céntimos, aunque para el Estado (las autonomías, que son las que pagan
la mayor parte de las recetas) supone un
ahorro de 125 millones de euros, tampoco mucho (la factura de 5 días de recetas). Pero algo es algo.
Esta nueva rebaja consolida a España como el país con las medicinas más baratas de Europa, salvo Portugal y algunos países del
Este, según datos de Farmaindustria para
2014: una media de 0,20 euros por unidad estándar, un 15% menos que la media
de precios de la eurozona (0,24 euros/unidad) y un 33% más baratas que en
Alemania (0,30 euros). Esto, que parece una buena noticia, también tiene consecuencias
negativas. Por un lado, que los laboratorios
instalados en España tienen ahora menos incentivos para investigar y descubrir fármacos
innovadores: de hecho, lo son 2 de cada 10 medicamentos autorizados.
Por otro, al estar los precios tan bajos en España, los laboratorios (y sobre
todo almacenes y redes ilegales) tienden a exportarlos,
a venderlos fuera (en Alemania, Gran Bretaña, Holanda, Bélgica y algunos paises
del Este), donde los precios están hasta
un 30% más altos. Y eso provoca desabastecimientos de algunas medicinas en España, en farmacias y hospitales,
sobre todo de algunas vacunas, anticancerígenos y fármacos para quimioterapia,
trasplantes, leucemia, epilepsia y Parkinson. De hecho, a finales de
septiembre, hay 199 medicamentos “en
falta”, según esta lista que publica cada día la Agencia Española del Medicamento. La mayoría
se sustituyen por otro fármaco, pero eso causa
incertidumbre a muchos pacientes.
Otra consecuencia
negativa de tener los medicamentos más baratos de Europa es que se están hundiendo las cuentas de muchas farmacias:
aunque vendan más medicinas (hay más recetas), al haber bajado los precios
desde 2010, su facturación ha bajado y con ello sus márgenes y sus beneficios. Las
ventas medias de 3.000 farmacias están
en unos 400.000 euros anuales (300.000 de recetas) y su beneficio neto anual ronda los 26.000 euros, 2.166 euros al mes.
Con eso, difícil mantener la farmacia y contratar a alguien. Y si hay 2.000
farmacias más que en 2011 (ya son 22.000), más a repartir un negocio que se
recorta. Sin olvidar las deudas de las autonomías, con meses de retraso en
pagarles. La consecuencia es que hay 3.000 farmacias al límite de la
viabilidad económica, según la patronal FEFE. Y 1.000 de ellas (sobre todo rurales) sobreviven gracias
a ayudas que reciben de las autonomías.
El Gobierno sigue presionando con bajadas a
laboratorios y farmacias porque las
autonomías están asfixiadas con el gasto sanitario (un tercio de su Presupuesto total) y farmacéutico (16% del gasto
sanitario), que ha vuelto a subir en los dos últimos años y medio, tras los recortes y
el copago que aprobó el Gobierno Rajoy en 2012: si el gasto en recetas bajó desde
un máximo de 12.505 millones en 2009
a un mínimo de 9.183 millones en 2013, volvió a subir en 2014 (9,360
millones) y 2.015 (9.533 millones).
Y sigue aumentando en 2016,
un 3,68% hasta julio (5.578
millones). Y a eso hay que añadir el gasto en medicamentos en
los hospitales, que en 2015 fue
de otros 6.675 millones, con un
fuerte aumento del 26,2%, aunque este
año baje ligeramente (-0,3%, 3.097
millones hasta junio).
La factura de los
medicamentos (recetas y hospitales)
roza ya los 1.300 millones al mes (casi 44
millones diarios), a pesar de que
el Gobierno fuerce a la baja los precios a laboratorios y farmacias. Y eso
pasa por tres razones. La primera,
porque somos un país envejecido
donde las personas viven más años y cada vez consumen más medicinas: cada año
hay 120.000 nuevos jubilados que “tiran” más de recetas. En segundo lugar, los medicamentos son cada vez más sofisticados y más caros (sobre
todo en tratamientos hospitalarios), lo que lleva incluso a que muchos
hospitales retrasen la introducción de nuevos fármacos para “ahorrar”, a costa
de los pacientes (caso tratamiento hepatitis C). Y en tercer lugar, todavía hay una “cultura de consumo”, de ir al
médico a que nos recete y tener grandes
botiquines en casa, aunque el copago haya reducido algo el despilfarro.
España gasta 44
millones al día en medicamentos y parece una barbaridad a la que hay que
poner coto. Pero ojo: hay que recortar este gasto “con cabeza”.
Primero, porque España gasta menos en
medicamentos que el resto de Europa: el gasto farmacéutico por habitante
era en España de 224,8 euros (2013), un 25,3% inferior a la media
del gasto de la eurozona (300,9 euros) y menor al de Bélgica (342 euros),
Francia (369), Alemania (402) o Irlanda (424 euros). Y segundo, porque las
medicinas ya están “tiradas de precio”: el 51% de los medicamentos que
se recetan cuestan menos de 3,5 euros (y pagamos
1,40 euros o menos). Y con estos precios, a los laboratorios les compensa menos investigar en España (prefieren instalarse en paises con más ventas y mejores
precios). Y se arriesga la supervivencia de las farmacias, que no son unas “tiendas” sino un eslabón clave en la atención sanitaria, ayudando a los pacientes y
colaborando con los médicos.
El equilibrio no es
fácil, pero resulta obligado: hay
que intentar gastar menos en medicamentos sin desatender la investigación y la
salud. Y todo ello sabiendo que los
tratamientos futuros serán cada vez más caros. Pero hay que huir de las políticas de ajuste a corto plazo, de los recortes sin más. El Gobierno Rajoy, en funciones, obsesionado
por cumplir el déficit que exige Bruselas, está presionando a las autonomías a que
recorten sus gastos, también en sanidad y en medicamentos (un 16% de
sus Presupuestos). De hecho, a finales de julio y principios de agosto, el
ministro Montoro (en funciones) envió una carta a 7 autonomías (Cataluña, Comunidad Valenciana, Andalucía,
Extremadura, Aragón, Castilla la Mancha y Murcia) en la que les
instaba a “recortar su gasto” en lo que queda de año, porque tenían su
déficit por encima de lo previsto. Y para 2017, aún deberán recortar más, si España quiere cumplir con las
exigencias de déficit de Bruselas.
Eso supone que podría haber nuevos ajustes en el gasto
sanitario y farmacéutico, a finales de 2016 y sobre todo en 2017, máxime si sigue gobernando Rajoy, aunque la mayoría de autonomías las
controle la oposición (pero están sin recursos, financieramente
“asfixiadas”). El PP puede seguir avanzando para que el Estado
deje
de financiar los fármacos para dolencias leves (analgésicos y
antipiréticos,antiácidos, laxantes…),
como ya empezó a aprobar en 2015, lo que podría “ahorrar” al Presupuesto unos 560 millones al año. También podrían
ampliarse los porcentajes del copago
o estudiarse otra vez el copago de los medicamentos que se dan en los hospitales. Y está el debate de cómo financiar los tratamientos “supercaros” que se avecinan (cáncer, hepatitis C, VIH, Alzheimer, esclerosis múltiple…).
El debate futuro es muy serio: qué medicamentos se financian y cuánto. “Echar cuentas” a la hora de plantearse salvar vidas con nuevos fármacos. Y en paralelo, forzar a los usuarios a pagar más por las
medicinas, con el copago (se pagan dos veces: con los
impuestos y en la farmacia) o sacándolas del sistema. Y forzar a los
laboratorios y a las farmacias a bajar precios, poniendo las medicinas al precio de una
cerveza (y menos), aunque eso se cargue la investigación, la innovación y a una
parte de las farmacias.
Las alternativas no son fáciles, pero no pueden quedarse en más recortes y más
copagos de medicamentos, que pagan los más débiles (jubilados y enfermos crónicos). Ni seguir forzando bajadas
de precios, que hunden la investigación y las farmacias. Habría que actuar en
varios frentes. Por un lado, pactando precios con la industria
farmacéutica (ya se firmó un acuerdo con Farmaindustria para frenar el gasto, en noviembre
de 2015), sin asfixiar sus ventas y sus beneficios, para que sigan investigando.
Por otro, racionalizando las recetas,
para que los médicos receten sólo lo necesario y los pacientes dejen de tener abultados botiquines que
acaban tirando. Y sobre todo, buscando más recursos públicos (haciendo que paguen más impuestos los que
pagan poco: grandes empresas, multinacionales y grandes fortunas), para hacer
frente a un gasto farmacéutico que, aunque se consigan ahorros, va a
seguir creciendo en el futuro. Porque vivimos cada vez más y se
descubren nuevos fármacos para salvar vidas cada vez más caros. No podemos ser “tacaños” en esto.
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