Ha sido un agosto de locos, el peor mes desde que estalló la crisis. Europa y Estados Unidos han estado a los pies de los mercados, con pérdidas históricas en las Bolsas y la deuda, mientras los políticos confirmaban su incapacidad, insistiendo en duros ajustes. En España, Gobierno y oposición, incapaces de hacer un pacto contra el paro, se han puesto de acuerdo en horas para reformar la Constitución y liquidar el déficit público para 2020. Una aberración ideológica en el país con más paro de Europa y con grandes necesidades de modernización. Al final, la crisis se ha agravado y las recetas conservadoras, la obsesión por la austeridad, han llevado a Europa, desde Alemania a España, a no crecer casi nada. Ahora, el temor a la recesión preocupa más que los déficits y la deuda.
Ilustración: Enrique Ortega
Con los políticos de vacaciones y la típica volatilidad de agosto, los mercados redoblaron su apuesta contra la deuda europea, subiendo el tiro hasta Italia (cuya prima de riesgo subió por encima de España) e incluso hasta Francia, con rumores de bajada de rating. Y a ellos se sumó la pelea política de Obama por el déficit, que puso a Estados Unidos contra las cuerdas, angustiando al mundo. Merkel y Sarkozy interrumpieron sus vacaciones para lanzar un nuevo mensaje de reforzar el Gobierno europeo, vacío de medidas concretas. Sólo otra receta ideológica: hay que seguir con los ajustes, apoyando los nuevos recortes anunciados por Italia, Francia y España. Y liquidar el déficit en la Constitución de cada país. Justo una semana después, Zapatero sorprende llevando al Congreso un pacto con Rajoy para acabar con el déficit público. Tras 7 años de no pactar nada ni luchar juntos contra el paro, PSOE y PP se ponían de acuerdo en horas para reformar la Constitución y que España sólo pudiera tener un 0,40% de déficit en 2020 (ahora es un 7%). Todo para “calmar a los mercados”. Y como siempre, Zapatero quiere ser el primero de la clase: sólo Alemania prohíbe el déficit en su Constitución, pero el pacto PSOE-PP va más allá: fijará que la deuda no puede superar el tope europeo (60% del PIB, desde el 64% actual de España) y que pagar los intereses de la deuda será prioritario, por encima de otros gastos como el paro o las pensiones. Ni Alemania ni ningún país del mundo han incluido estos compromisos en su Constitución.
El polémico pacto es un intento más de dar confianza a los mercados (donde no ha surtido apenas efecto), pero sobre todo una hipoteca ideológica para el futuro, gobierne quien gobierne: se pierde un instrumento clave para la política económica, el poder utilizar el presupuesto como palanca contra la crisis. Es la típica receta conservadora, de Merkel, el BCE y la Comisión, pero en el caso de España es un error doblemente grave. Un error coyuntural, porque tenemos más del doble de paro que Europa y el Presupuesto debería ayudar a crear empleo. Y un error estructural, porque España tiene menos peso del gasto público y una gran necesidad de invertir en modernizarse, en educación, tecnología e infraestructuras. Tener el mismo déficit que Alemania, con el triple de paro y veinte años de retraso, es un lujo que no deberíamos permitirnos. Y menos imponerlo en la Constitución a las generaciones futuras.
El problema no es el déficit sino en qué se gasta. Si es para mantener TV autonómicas sectarias, AVE sin viajeros o aeropuertos sin aviones, hay que recortarlo. Pero si es para hacer frente a la crisis, para ayudar a las empresas a crear empleo, a modernizar el país, a preparar el futuro, entonces es obligatorio gastar. Y buscar nuevos ingresos, como han hecho ya Francia, Gran Bretaña, Italia (con marcha atrás) o Portugal, con subidas de impuestos de Gobiernos conservadores. Pero en España, Rajoy ya ha dicho que no subirá impuestos.
Llevamos año y medio de crisis de la deuda y la receta sigue siendo más recortes. Un camino equivocado que está dando sus frutos(indeseables): Europa está estancada, crece menos que antes. Las cifras de crecimiento del 2º trimestre son espeluznantes: +0,1% Alemania, +0% Francia, +0,3% Italia, +0,2% España, +0,2 % Reino Unido, +0 % Portugal, -6,9% Grecia… Un +0,2 % de media los 17 países de la zona euro. Y un 0,2 % los 34 países de la OCDE, EEUU incluido (+0,3%).
Este es el problema que cada día preocupa a más expertos y que empieza a calar en los mercados: existe el riesgo de recesión, de que en vez de salir de la crisis, vayamos para atrás. Y cada nuevo ajuste, cada nuevo recorte, frena más el crecimiento. Por eso ha sido la pelea de Obama, que anuncia para septiembre un plan para reanimar la economía, con tipos al 0,25% dos años más. Enfrente, Europa ha subido dos veces el dinero, hasta el 1,50%, y sigue predicando recortes, incluso para países como España, con el 21,2% de paro. Y si no se crece, difícil será cumplir con los ajustes y pagar la deuda. Ahí está el fondo de la reciente desconfianza de los mercados.
Cara al nuevo curso, volverán las tensiones a los mercados, porque Europa no ha hecho los deberes: no se han puesto en marcha las medidas para defender la deuda de los países periféricos, no se lanzan los eurobonos (un solo continente, una sola deuda, apoyando los fuertes a los débiles) ni el Tesoro europeo, con una reforma del papel del BCE. Y sobre todo, se sigue por el camino equivocado, el de los recortes, en vez de tratar de reanimar las economías para salir de la crisis y crear empleo. Merkel, Sarkozy y los conservadores de Bruselas, obsesionados con la austeridad, seguirán sin tomar medidas de fondo hasta que los mercados o la recesión nos pongan al borde del abismo.
Mientras, en España, nos esperan cuatro meses muy difíciles hasta que haya nuevo Gobierno, con nuevos recortes autonómicos (el tijeretazo de Cospedal y antes el de Mas) y otros posibles ajustes “de fin de año” (¿pactados también entre PSOE y PP?), derivados del mayor coste de la deuda (3.500 millones) y los menores ingresos fiscales. Sigue sin haber consumo y las empresas ni venden ni logran financiarse. Y no se crea empleo, salvo precario (más ahora que el Gobierno ha abierto la mano a ampliar los contratos temporales y de formación). Todo apunta a un otoño caliente, con mucho descontento. Y a que 2012 nos traerá un nuevo Gobierno, pero que no será tampoco el año de la recuperación.
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