lunes, 3 de junio de 2024

Elecciones europeas 2024: mucho en juego

Este domingo 9 de junio, 360 millones de europeos elegimos el gobierno de la Unión Europea para los próximos 5 años. Unas elecciones cruciales, porque en Bruselas se deciden temas claves para nuestro día a día y nuestro futuro: la lucha contra el Cambio Climático, la energía, el control de la inmigración, la seguridad europea y, sobre todo, la supervivencia económica de Europa frente a Estados Unidos y China, además de mantener a Europa como el continente más libre y socialmente avanzado del mundo. En las últimas décadas, el gobierno europeo lo ha gestionado una alianza de demócratas cristianos, socialdemócratas y liberales, pero ahora, la extrema derecha (Le Pen, Meloni, Vox…) pugna por ser el tercer bloque político, promoviendo una coalición con la derecha más conservadora (parte del PPE) para dar marcha atrás en muchas políticas, desde el negacionismo climático a la inmigración, nuevos ajustes o el recorte de libertades. Y defienden más poder de los paises frente a más Europa. Nos jugamos el futuro. Vota avanzar, no retroceder.

                    Enrique Ortega

Son las décimas elecciones europeas, desde las primeras de 1979. En las anteriores, en mayo de 2019, el temor político estaba centrado en los efectos del Brexit (salida del Reino Unido de la UE, tras el referéndum de junio de 2016), el riesgo de avance de la ultraderecha nacionalista en Francia, Holanda, Italia y Alemania. Ahora, en estas elecciones del 9 de junio, está en juego el propio proyecto europeo: si avanzamos hacia “más Europa” o si retrocedemos a posturas nacionalistas, con más peso de los Estados y menos avances en la integración económica, financiera, fiscal y política en Europa. De nuevo, elegimos entre “avanzar” o “retroceder en los Estados Unidos de Europa.

Con todo, el gran temor es que se produzca “un cambio político de fondo en la gestión de la política europea, en el Parlamento Europeo y luego en la Comisión, el gobierno de los 27. En las últimas décadas, el proyecto europeo lo ha liderado una coalición integrada por conservadores socialcristianos (177 diputados en 2019), socialdemócratas (140 diputados) y los liberales y centristas  (102 diputados en el grupo Renew Europa), que tienen la mayoría, con los Verdes (72) y La Izquierda europea (37 escaños), en el Parlamento de Estrasburgo (705 escaños tras la salida del Reino Unido). Pero en los últimos años han crecido los grupos de extrema derecha, muy poderosos en Francia (Le Pen), Italia (Meloni y Salvini), Polonia (PiS), Hungría (Fidesz), (Alemania (AfD) y Holanda (Partido por la Libertad), aunque están presentes en todos los parlamentos europeos, salvo en Irlanda, Eslovenia y Lituania.

Si los grupos de extrema derecha ya consiguieron un 21,8% de los votos en las elecciones europeas de 2019 (19,29% si restamos a la ultraderecha británica), ahora se espera que crezcan en las elecciones del 9-J. Y con ello, la extrema derecha podría convertirse en el tercer grupo político de Europa, ampliando los diputados que ya tienen los 2 grupos ultraderechistas presentes en Estrasburgo: 73 diputados de Identidad y Democracia (Le Pen, Alternativa para Alemania, Salvini y Partido por la Libertad de Holanda) y 68 diputados de ECR, Conservadores y Reformistas (Meloni, el polaco PiS, el francés Reconquista y el español VOX). Y podrían unírseles los futuros eurodiputados del húngaro Víktor Orban, cuyos 13 eurodiputados fueron expulsados en 2021 de las filas del grupo popular europeo (PPE), tras múltiples encontronazos políticos.

La derecha europea, el PPE (donde está el PP español) es consciente del “cambio político” y ha querido anticiparse con un “cambio de estrategia”: la candidata del PPE a presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen (líder de la CDU, democracia cristiana alemana), enfrentada desde hace años con el presidente del PPE (Manfred Weber, líder de la CSU, los socialcristianos alemanes), está dispuesta a compensar la pérdida esperada de diputados propios (el PPE bajará a 170), socialdemócratas (entre 130 y 140) y sobre todo de centristas y liberales (esperan bajar a 85), más verdes (43) y de izquierdas (30) con una alianza futura con parte de la extrema derecha, a la que hasta ahora los conservadores europeos han impuesto “un cordón sanitario”, sobre todo en Alemania.

En concreto, Von der Leyen dice que está dispuesta a gobernar con los diputados de Meloni, porque aunque sea de extrema derecha, es “europeísta” y está contra Putin (y contra los inmigrantes ilegales, a los que deporta a Albania, contra el aborto y la homosexualidad, además de contra muchas libertades, siendo su aliado en España el líder de Vox, Santiago Abascal). Este cambio de los conservadores europeos ha sido criticado por el líder de los socialdemócratas, el luxemburgués Nicolas Schmit, que amenaza con romper la coalición con Von der Leyen si pacta con Meloni.

Así que en estas elecciones se juega si sigue gobernando la alianza conservadora-social- liberal o si el gobierno de Bruselas se escora a la derecha, empujado por la ultraderecha y los populistas, que tienen en común ser más “nacionalistas”, apostar por mantener el poder de los paises en muchas cuestiones y frenar los avances en la integración europea en temas claves como el Cambio Climático, la independencia energética, la inmigración, la política de seguridad y, sobre todo, los avances en el mercado único y la integración económica, fiscal y financiera, para conseguir unos Estados Unidos de Europa. Los grandes retos de Europa.

El primer gran reto de Europa (y del mundo) es afrontar la Crisis Climática. Hasta ahora, el continente ha sido el líder en la lucha contra las energías fósiles y en el desarrollo de las energías verdes, aprobando en 2019 el Pacto Verde Europeo, con un objetivo pionero en el mundo: reducir las emisiones de gases de efecto invernadero un 55% hasta 2030 y dejarlas en cero emisiones netas para 2050. Para ello, la Comisión ha aprobado estos años múltiples Planes e inversiones, pero le ha costado aprobar en el Europarlamento la Ley de Restauración de la Naturaleza, que salió adelante el 24 de febrero de 2024, con los votos en contra de la extrema derecha europea y parte de los conservadores. Ley duramente criticada por los agricultores europeos y que ahora debe ser ratificada por los paises, en el Consejo de Medio Ambiente del 17 de junio, tras las elecciones del 9-J.

Si la ultraderecha y la derecha más conservadora y negacionista (como el PP español) avanzan en estas elecciones europeas, podría haber una marcha atrás en las políticas medioambientales, a pesar de que el 80% de los hábitats europeos están en mal estado (la Ley sólo pretende restaurar el 20% que está peor para 2030). Si avanza la derecha negacionista, cobrará fuerza la resistencia económica y empresarial contra los impuestos verdes y las normas anti-emisiones, con la “excusa” de que el liderazgo medio ambiental de la UE pone en peligro la competitividad y los empleos de las empresas europeas. Y eso sería especialmente grave para el sur de Europa, muy afectado por la Crisis Climática.

El segundo gran reto es regular la inmigración a Europa. El problema es serio, porque en 2023 llegaron a la UE un total de 255.332 inmigrantes irregulares, una cifra elevada pero muy distante de los 1,04 millones que llegaron en 2015, tras la guerra de Siria. Eso sí, Europa sigue siendo un continente atractivo para los millones de jóvenes sin futuro de África, Oriente Medio, Asia y América, como lo demuestra que las solicitudes de asilo se hayan vuelto a disparar: el récord fue en 2015 (1.216.868 solicitudes), bajó a menos de la mitad en 2018 (564.115) y luego ha crecido año tras año, hasta llegar a 1.049.020 solicitudes de asilo en 2023, según Eurostat (320.025 en Alemania, 160.460 en España, 145.095 en Francia, 130.565 en Italia y 55.605 en Austria). Un problema, la llegada de inmigrantes, que hay que canalizar aunque Europa necesita empleo extranjero, por su alto envejecimiento: el 21% de los europeos tienen más de 65 años y en 2050 serán mayores el 29,5%. De hecho, la ONU ha alertado que Europa necesita 60,8 millones de inmigrantes para 2050.

Los gobiernos europeos han intentado tomar medidas para regular la inmigración, tras la avalancha de 2015, sin conseguirlo: han puesto “parches” a las llegadas, que han sufrido Grecia, Italia y España, junto a Alemania, entre el desinterés del resto, mientras 3.000 inmigrantes morían en el Mediterráneo. Finalmente, la Comisión y los paises han buscado aprobar un Pacto sobre Migración y Asilo antes de estas elecciones, temiendo que luego sea más difícil lograrlo. Se aprobó el 10 de abril en el Europarlamento, con muchas críticas tanto de la derecha como de la izquierda (322 votos a favor, 266 en contra y 31 abstenciones). Y el Consejo ratificó el 14 de mayo este Pacto migratorio que endurece la entrada y el asilo de inmigrantes, permitiendo que los paises del norte puedan comprar su insolidaridad pagando 20.000 euros por los inmigrantes que les toquen y no acojan.

Pero este Pacto migratorio in extremis, manifiestamente insolidario, no resuelve el problema: dos días después del acuerdo del Consejo Europeo, el 16 de mayo, 15 paises europeos enviaron una carta a la Comisión en la que pedían que “explorara acuerdos para crear Centros de acogida fuera de la UE para inmigrantes rescatados en el mar, al igual que quiere hacer el británico Rishi Sunak en Ruanda (la carta de la vergüenza la enviaron Dinamarca, República Checa, Bulgaria, Estonia, Grecia, Italia, Chipre, Letonia, Lituania, Malta, Paises Bajos, Austria, Polonia, Rumanía y Finlandia). Si en esos paises y en el resto de Europa avanza la extrema derecha, el endurecimiento de las políticas migratorias será una realidad. A pesar de que el porcentaje de extranjeros sólo supera el 10% de la población en 7 paises UE:  Suecia (20,4%), Alemania (19,5%%), España (17,1%), Francia (13,1%), Portugal (16,1%), Grecia (11,3%) e Italia (10,9%). En total, hay 63,6 millones de europeos nacidos en el extranjero, el 13,3% del total (15,3% en EE. UU.).

El tercer gran reto europeo es la defensa y seguridad, sobre todo tras la invasión de Ucrania por Putin (febrero 2022) y ante el temor de que Trump gane la presidencia de EEUU. Parece claro que Europa no puede dejar la defensa y seguridad del continente en manos de la OTAN, una organización financiada en un 67% por EEUU. Ya en 2020, la Comisión y los paises aumentaron el gasto europeo en Defensa, que pasará de 214.000 millones (2021) a 284.000 millones en 2025. Y se creó, en 2021, un Fondo Europeo de Defensa, dotado con 7.921 millones hasta 2027 para promover la investigación y desarrollo de nuevas armas, dentro de una Política de Defensa Europea, que contempla fomentar una industria armamentística europea y un Mercado Común de la Defensa, para evitar que pase lo que ahora: el 80% del gasto que ha hecho la UE para defender Ucrania ha servido para crear empleos en USA, Turquía o Corea, no en Europa.

Cara al futuro, los paises tendrán que afrontar la creación de un Ejército Europeo, que complemente a la OTAN, aumentando el gasto en Defensa y Seguridad. Actualmente, sólo 11 de los 31 paises de la OTAN gastan más del 2% del PIB en Defensa (3,90% Polonia, 3,50% USA, 3,01% Grecia, 2,73% Estonia, 2,54% Lituania, 2,45% Finlandia, 2,44% Rumania, 2,43% Hungría, 2,27% Letonia, 2,07% Reino Unido y 2,03% Eslovaquia), mientras Francia gasta 1,90%, Alemania 1,57%, Italia 1,46% y España 1,26% del PIB en 2023. Ya este 2024, la OTAN espera que dos tercios de los paises gasten más del 2% en Defensa, una prioridad, como la Seguridad (física y cibernética) para el próximo Gobierno europeo.

Y llegamos al cuarto gran reto europeo, el fundamental: mejorar su competitividad, asegurar su lugar en un mundo cada vez más complejo y dominado por Estados Unidos y China. “Europa puede morir”, alertó el presidente Macron en la Sorbona, al abrir la campaña de las europeas. El temor es que Europa pierda el tren del futuro, desde la tecnología y la digitalización a los chips y la inteligencia artificial, que las empresas europeas no sean capaces de competir en los mercados mundiales con los gigantes norteamericanos y chinos. Hay dos datos preocupantes. Uno, que el déficit comercial de la UE con China se ha duplicado: de -182.300 millones en 2020 saltó a -396.800 millones en 2022, aunque ha bajado a -291.600 millones en 2023. El otro, que la mayor parte del ahorro europeo lleva años “fugándose” del continente, a inversiones punteras en Estados Unidos y China.

Europa necesita buscar su lugar en el mundo, ser más competitiva y con empresas punteras para sobrevivir en un siglo que estará dominado por USA, China y quizás India. El miedo es que Europa no avance en su integración, porque país a país será incapaz de sobrevivir. Para saber qué hacer, la Comisión encargó dos informes, a los exministros italianos Enrico Letta y Mario Draghi. El informe de Letta (“Mucho más que un mercado”) propone cambios estructurales en 3 grandes áreas: telecomunicaciones, energía y finanzas. Tres sectores donde Europa tiene muchas empresas pequeñas y necesita conseguir grandes multinacionales (con fusiones europeas), para competir con USA y China. Y pone como ejemplo la industria aeronáutica: Airbus es líder mundial porque es una empresa europea (Francia, Alemania y España). Si fuera sólo la empresa de un país, la líder sería la norteamericana Boeing…

Este ejemplo de Airbus hay que replicarlo en las telecomunicaciones, la energía, la banca, las empresas tecnológicas, las farmacéuticas, las de armamento, las automovilísticas, los chips, la inteligencia artificial, etc., etc., movilizando esfuerzos e inversiones europeas. Y para ello, Europa debe avanzar en el mercado único, en una mayor integración presupuestaria (el Presupuesto de la UE-27 es ridículo comparado con el de los paises, el de USA o China), fiscal (más impuestos a nivel europeo y menos nacionales) y financiera (fusiones para lograr gigantes financieros europeos y crear una gran Bolsa europea).

Para competir en un mundo globalizado y muy competitivo, hay que avanzar en más Europa, en construir de verdad los Estados Unidos de Europa, no potenciar los nacionalismos como defiende la ultraderecha y gran parte de los conservadores europeos. Sólo así Europa podrá ser más competitiva, crecer más y crear empleos estables, mientras busca reducir las desigualdades entre la Europa del norte y la del sur, que se han agravado: la renta media disponible por habitante de Alemania (23.107 euros) es 1,34 veces la de España (17.254 euros) y más del doble que la renta por habitante de Bulgaria (9.671 euros en 2022).

Como vemos, muchos son los retos que tiene por delante Europa y que nos afectan a todos. Por eso son claves estas elecciones, porque no son lo mismo las recetas que proponen los conservadores moderados, socialdemócratas o liberales que la derecha menos evolucionada y la ultraderecha. Está en juego el modelo de Europa, no solo sus libertades sino también sus posibilidades de competir mejor en el mundo, de crear riqueza, empleo e igualdad, en un continente más sostenible y que integre a nacionales y extranjeros. Al final, se trata de apostar por más Europa, para conseguir una España mejor. Avanzar y no retroceder. Vota.

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