En plena recesión,
España consume más energía que nunca: en 2012 nos hemos gastado 45.500 millones en importar petróleo y
gas, la mayor factura de nuestra historia.
Y no sólo eso: gastamos en energía siete
veces más que en 2005, importamos las
tres cuartas partes (y el 99,8% del petróleo y gas) mientras Europa importa sólo la mitad y la
gastamos peor, con menos eficiencia
que los países con los que competimos. Bruselas
está obsesionada con que Europa ahorre un 20% de energía para
2020, pero el Gobierno Rajoy está haciendo recortes en los planes de ahorro y no cumple con las Directivas europeas. La
factura energética, 125 millones al día, es un lastre para salir de la crisis. Hay que
ahorrar energía (en transporte, coches,
industria y viviendas) y fomentar energías propias (hidráulica,
nuclear y renovables), para que la factura energética no se coma lo que ingresamos por turismo.
enrique ortega |
España ha sufrido
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crisis energéticas serias (1973, 1979, 1990, julio 2008 y febrero
2011), pero sigue consumiendo energía como si nada. En 2012, hemos importado
petróleo, gas, carbón y electricidad por valor de 61.948 millones de euros, la
cuarta parte de todas las importaciones españolas. Y contando la energía
exportada, el agujero, la factura
energética ha sido de 45.507
millones de euros, un 13,9% más
que en 2011. Un récord histórico,
causando porque hemos importado más
petróleo (+12,5% en Tm) antes que porque se haya disparado su precio
(subió 2,5 dólares/barril en 2012). Con ello, la energía nos cuesta ya más que
la educación (44.000 millones), casi
el doble que el desempleo (28.800 millones) y cerca del coste de la sanidad (55.000 millones). Y dedicamos a
pagarla más divisas de las que ingresamos por el turismo (43.307 millones netos en 2012).
El problema no es sólo que la energía suponga una factura desorbitada. Además, se
ha disparado en las dos últimas
décadas: de 5.810 millones en 1995 a 33.815 millones en 2007 y 45.503 en
2012. O sea, se ha multiplicado
por 7,8 veces, cuando la
economía sólo ha duplicado su tamaño
(PIB:
+49,1%). Y España tiene un déficit energético del 4,5% de su
producción (PIB), el doble que la media europea (2,2%). Y eso, porque, a pesar
de la crisis, importamos el
mismo petróleo que en 2008
(58.697 Tm) y lo pagamos al triple de precio
(112 dólares a finales 2012 frente a 36 dólares a finales 2008).
Otro problema es
que además de consumir mucha energía y
cara, las tres cuartas partes viene de fuera, hay que importarla:
un
75,6% (2011), mientras que en
Europa sólo importan un 50%. Eso se debe a que algunos países tienen petróleo (Reino Unido, países nórdicos) o gas
(Holanda, Noruega) y en otros hay un mayor
peso de energías propias, ya sea nuclear (41,2% de la energía en Francia), renovables (24,8% en Austria) o un mix de ambas (Alemania, Suecia). Pero en España, el petróleo y el gas suponen un
70 % de la energía consumida y se importan
en un 99,8%. Con ello, somos el quinto
país europeo con más dependencia energética del exterior. Y además,
estamos en manos de países geopolíticamente peligrosos:
importamos un 58% del petróleo
y un 71% del gas
de África (Nigeria, Libia, Argelia) y Oriente Medio (Arabia Saudí, Irak, Irán y
Quatar), dos zonas potencialmente conflictivas.
El tercer problema
es que además de consumir mucha energía
importada, la gastamos mal: necesitamos
más energía que el resto de Europa para
producir lo mismo, somos un
15% más ineficientes que la media UE. Y las industrias españolas consumen tres veces más energía que las de los
grandes países con los que competimos (Alemania, Francia o Italia).
Una factura energética desmesurada e ineficiente
que no se va a rebajar en los próximos años vía
precios: se espera que el consumo de energía siga creciendo en el futuro
(por la mayor demanda de China y países emergentes), con lo que el petróleo (y el gas) seguirá
subiendo, hasta los 200
dólares barril en 2030
(ahora está en
112), según la AIE.
Sólo quedan dos
caminos para rebajar la factura energética: gastar menos (ahorrar
energía) y fomentar las energías propias (hidráulica, nuclear y renovables:
solar, eólica, biomasa…). Bruselas está
obsesionada con que Europa ahorre y
ha trazado un objetivo:
recortar un 20% el consumo para 2020.
El Gobierno Zapatero se despidió (julio
2011) aprobando un Plan
de Ahorro 2011-2020, que pretendía ahorrar 7.800 millones al año
invirtiendo 4.500 en ahorro y eficiencia (500 la Administración). Un Plan
modesto que el Gobierno Rajoy está frenando con sus recortes: en enero y
febrero ha suprimido
200 millones de ayudas a programas de ahorro y ha quitado otros 150
millones a otros cofinanciados con las autonomías. Además, boicotea las normas europeas de ahorro: no ha traspuesto la Directiva europea que obliga a las viviendas a
tener una etiqueta de eficiencia energética desde 2007 (Bruselas ha llevado a
España al Tribunal de Luxemburgo) y en octubre de 2012 votó en contra de una nueva Directiva de eficiencia
en edificios públicos, alegando el déficit público.
La consecuencia es que está
ahogando a una incipiente industria, las empresas
de eficiencia energética, que ofrecen
su servicio sin coste: hacen planes de ahorro y cobran de lo que se ahorren de
luz, gas y petróleo la
Administración, empresas y particulares. Si el Estado no apuesta por el
ahorro y la eficiencia energética, menos las empresas y los particulares,
ahogados con la recesión. Y menos si el Gobierno no fomenta el ahorro de electricidad,
para proteger
a las eléctricas: si se reduce el consumo de luz, el sistema ingresa
menos y sube el déficit de tarifa, con lo que el Gobierno tendría que subir
la otra mitad del recibo (los costes regulados) para compensarlo. Y no es
políticamente correcto. Así que si no
baja el consumo de luz, mejor porque así el Gobierno tiene que subirla menos.
Para ahorrar energía,
hay que ver quién
la consume: un 39,3 % el transporte, un 30% la industria, un 17%
las viviendas, un 10% los servicios y un 3,7% la agricultura. El mayor
esfuerzo hay que hacerlo en el
transporte, no sólo porque gaste más, sino porque el 95,9% de su consumo es petróleo (99,8% importado). Las medidas
a tomar son claras: menos
camiones (83% transporte mercancías en España y 45% en la UE-27), más tren (3% frente a 10,7% en Europa) y más barco (10% frente a 37,2% en la
UE), además de renovar
el parque de automóviles (40%
tienen más de 10 años y consumen un 15% más) y potenciar las flotas públicas y empresariales de coches
híbridos y eléctricos. En las industrias, más ayudas a la reconversión energética. En las viviendas, subvenciones al aislamiento,
bombillas y electrodomésticos de bajo consumo. Y en las administraciones y el alumbrado
público, planes decididos de ahorro. En todos los casos, la inversión
se paga con el ahorro conseguido.
Hay que tomarse en serio la cruzada contra el gasto de
energía: no podemos gastar 125 millones al día en comprar fuera petróleo, gas y electricidad.
Es un
lastre para el Estado, las empresas y los consumidores que nos dificultará aún más salir de la crisis. Hace falta un pacto político para rebajar la factura energética, tan
necesario como los pactos por el empleo y la defensa del Estado del Bienestar
(sanidad, educación y dependencia). Y hay que hacerlo ya, porque las medidas surten
efecto en diez o veinte años. Y si no lanzamos ya esta cruzada energética, la sexta crisis energética (que llegará) nos pillará a contrapié.
Y será tan grave como la de las hipotecas
basura o la del ladrillo. Ya la sufrimos
en 1973 y 1979. Evitémos que sea peor esta vez.
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