Los precios de
los carburantes siguen altos y han subido aprovechando la Semana Santa.El Gobierno se ha
decidido a tomar medidas
para frenar las subidas, impuestas
por tres petroleras (Repsol, Cepsa y BP)
que controlan el 73% de las ventas. Un triopolio
que domina el negocio del petróleo,
desde la compra y el refino hasta la distribución y venta (controlan el 80% de gasolineras). Ahora, se facilita que otras
empresas pongan gasolineras en centros comerciales para intentar bajar
precios, ya que los carburantes sin impuestos son aquí más caros que en Europa. Pero los efectos tardarán tiempo y como
mucho servirán para bajar los precios unos
céntimos: es el chocolate del loro,
mientras subirán los precios
internacionales de la energía y Bruselas presiona al Gobierno español a subir los impuestos de los carburantes,
más bajos que en Europa. De momento, lo mejor será ahorrar combustible y cambiar
(si se puede) a otro coche que gaste menos.
enrique ortega |
El primer susto
nos lo llevamos el verano
pasado, entre agosto y septiembre, cuando los carburantes alcanzaron un
máximo
histórico (1,522 € la gasolina y 1,45 € el gasóleo), desbaratando el IPC. El Gobierno, preocupado por tener que
subir las pensiones, amenazó
a las petroleras con tomar medidas y la presión surtió algo de efecto en
octubre y noviembre. Pero a finales de
diciembre, con el mayor consumo navideño, los
carburantes volvieron a las andadas,
con nuevos
récords en enero y febrero (1,509 € la gasolina y 1,40 € el gasóleo), que contrastan con la bajada de los precios internacionales de la energía, según denuncia el último informe de la Comisión Nacional de la Energía (CNC). Y esta Semana Santa, han vuelto a subir dos céntimos por litro aprovechado la Operación salida (habrá que ver lo que suben para la vuelta).
El problema es que en el sector petrolero español, liberalizado
hace quince años, hay poca competencia y está dominado por tres empresas: Repsol, Cepsa (controlada por IPIC, la empresa estatal de Abu Dabi) y la británica BP. Un triopolio que controla todo el proceso del negocio,
desde la compra internacional de
crudo y carburantes, el refino (las 9 refinerías que hay en España son
suyas, mientras en otros países hay entre
5 y 10 operadores refinando), el almacenaje, transporte y distribución
(tienen el 29,15 % de CLH, la antigua CAMPSA, y controlan la logística) y, sobre todo,
la venta
en gasolineras: controlan el
73% de la venta de carburantes (45% Repsol, 16% Cepsa y 12% BP), aunque
en la mayoría de provincias (Madrid entre ellas) superan el 80%, con gasolineras propias o abanderadas. Un poder
que contrasta con el 50% de ventas de las
grandes petroleras en Francia o el
31% en Italia.
Con este poder,
son capaces de adelantar o retrasar compras
de carburantes, establecer cuellos de
botella en la logística que perjudiquen a la competencia y, sobre todo, forzar a las gasolineras a pactar precios,
a cambio de comisiones, como denuncia un detallado informe
de la Comisión Nacional de la Competencia (CNC), que ya les puso en 2009 una
multa de 7,9 millones por pactar
precios (multa confirmada en 2012 por la Audiencia
Nacional). Además, la Comisión
nacional de la Energía (CNE) les ha abierto en marzo un expediente informativo
por el efecto
lunes: acordar bajar precios el lunes (el día que se envían a Europa)
y subirlos luego el martes, una práctica
comprobada desde el verano.
El precio
de los carburantes se compone de tres partes: coste del petróleo o carburantes en el mercado
internacional (para España, en Rotterdam y Génova), los impuestos y el margen bruto, que incluye los costes del transporte, almacenamiento,
distribución y comercialización (venta en gasolineras). Pues bien, el coste de los carburantes sin impuestos
es más alto en España que en la
media de Europa (diciembre
2012): 0,754 € litro para el gasóleo (frente a 0,752€ en la UE-27, 0,752 en
Alemania, 0,732 en Reino Unido o 0,718 en Francia) y 0,685 € litro para la gasolina
(frente a 0,679€ en la UE-27, 0,678 en Alemania, 0,658 en Francia o 0,649 en
Reino Unido). Y eso se debe a que las
petroleras en España tienen más margen,
o bien porque tienen más costes
(menos eficiencia) o más beneficio (o
las dos cosas).
De hecho, España
es el
país donde las petroleras aumentaron
más sus márgenes brutos (todos
los costes sin la energía más el beneficio) entre 2007 y 2010: un 21% en el gasóleo (80% ventas),
frente al 16% en Francia, el 9% en Italia, el 7% en Reino Unido o el 5% en
Alemania, según
la CNC. Baste un dato: en 2006, el margen
bruto en los carburantes era 16 pesetas litro (9,68 céntimos euro), que se repartían a medias entre petroleras y
gasolineras, y en 2012 es 27 pesetas (16,22
céntimos euro), que van un tercio a la gasolinera y dos tercios a las
petroleras, aunque ellas dicen que la mayor parte son costes
y sólo
ganan entre 1 y 1,5 céntimos por litro.
Al final, aunque el
margen de las petroleras es mayor en España, los usuarios pagamos los carburantes más
baratos que la mayoría de europeos (el 8º país con el gasóleo más
barato de UE-27 y el 9º en gasolinas) porque
pagamos menos impuestos, aunque ya suponen la mitad del precio de la gasolina
(50,7%) y casi la mitad en el gasóleo
(44,5%). Unos impuestos que han subido mucho en los últimos tres
años (18 céntimos por litro), por la
subida de impuestos especiales (2009), dos subidas del IVA y el céntimo
sanitario que cobran ya 11 autonomías, además de la última subida (3 céntimos litro, en enero
2013) por la supresión de exenciones fiscales (ayudas) a los biocarburantes que se
mezclan con los combustibles.
Ante este panorama, el Gobierno aprobó en febrero un paquete
de medidas en dos frentes. Por un lado, limitar el poder de las grandes petroleras: les prohíben recomendar precios a las
gasolineras, con las que tendrán que revisar
contratos (de 5 años o más a 1), no
podrán abrir gasolineras donde tengan más del 30% del mercado y se supervisará el funcionamiento de CLH
y el mercado mayorista. Por otro, se
busca introducir
más competencia, facilitando que otras empresas abran gasolineras en centros comerciales (sólo un 3% de ventas en
España, frente a un 60% en Francia), polígonos industriales y cooperativas,
obligando a los Ayuntamientos a dar licencias en menos de 8 meses. Lo que no
se hace es facilitar nuevas
refinerías (no se abre una desde 1970) ni forzar a una mayor transparencia en carreteras y ciudades, divulgando mejor las gasolineras más baratas.
Las medidas son
correctas (salvo reducir el porcentaje de biocarburantes en los combustibles, una barbaridad para el aire que respiramos), pero tardarán en surtir efecto, mientras hay dos nubarrones en el horizonte. Uno, que el petróleo (y más el gasóleo: importamos un 38%, frente
al 10% Europa) va
a seguir caro, con una previsión de 200
dólares barril para 2030 (está en 111 $), según la AEI. Y el otro, que Bruselas ya ha pedido al Gobierno que suba
los impuestos a los carburantes y
eso podría hacerse en septiembre o para
enero 2014. Con ello, los carburantes seguirán caros muchos años, aunque las petroleras
bajen sus márgenes (5 céntimos por litro como mucho).
Por eso, se impone
una política de ahorro de carburantes (el consumo ha caído otro -6,3% en 2012, pero por la recesión), como
país, por el mayor peso del transporte
de mercancías por camión (83% en España, frente al 45% en la UE-27) y como usuarios, porque tenemos coches
más viejos (el 40% tienen más de 10 años y consumen un 15% más). Hay que fomentar el transporte por tren y barco, el
cambio
de coche y el transporte público (que no deja de subir
para tapar los agujeros municipales).
Porque está bien recortar los márgenes de las petroleras, pero es el chocolate del loro. Apenas lo notaremos.
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