Rajoy ha
dinamitado la Dependencia, el cuarto pilar del Estado de Bienestar, que
ha ayudado ya a 1.400.000 ancianos y
discapacitados: ha reducido a la mitad la aportación pública y ha permitido
a las autonomías que hagan recortes
drásticos en los servicios. Además, las autonomías (más las gobernadas por el PP) han optado por
dos medidas privatizadoras. Una, subir
el copago a los dependientes, del
16% actual al 40% y hasta el 90%. La otra, favorecer
el cheque-servicio: dan un dinero
(de 426 a 715 euros) para que las familias busquen una residencia o servicio
privado. Una opción que crece imparable
en Extremadura, Aragón, Castilla León y Galicia. Y alientan el miedo de que la Administración no puede
pagar la Dependencia, para que las familias contraten seguros privados.
Algo falso: se puede y se debe atender a ancianos
y discapacitados. Pero hay que financiarlo bien.
enrique ortega |
La Ley
de Dependencia, en vigor desde enero
de 2007, fue la niña bonita de Zapatero, que la aprobó en pleno boom y no se preocupó de financiarla
bien. Pero nunca le gustó a Rajoy ni
al PP, quizás porque su ideología
no comulgaba con que el Estado se ocupara de ayudar a los 3 millones de ancianos y discapacitados dependientes (“para eso están su familia o la beneficencia,
como siempre”). Por eso, el
primer parón de la Ley se dio
en mayo de 2011, cuando el PP copó la mayoría de autonomías. Y al llegar al
Gobierno, Rajoy dinamitó la Ley en sólo ocho meses: en diciembre mismo dejó fuera (hasta julio de 2005) a los
dependientes moderados (412.020 solicitudes), en marzo recortó 283 millones para la Dependencia (Presupuestos 2012) y el
13 de julio aprobó un decreto con más
recortes que desmantelaba 14
artículos básicos de la Ley de Dependencia.
El cambio fundamental de Rajoy ha sido estrangular
financieramente la Dependencia, recortando
unos 1.000 millones del Estado entre 2012 y 2013. Con ello, la aportación del Estado se
reduce a la mitad: del 39,2% en 2009 pasó a financiar el 21,4% en
2012, a costa de las autonomías (del 50.8% al 62,6%) y los dependientes (pagan del
10 al 16%). A cambio de darles menos
recursos, el Gobierno permite
a las autonomías que ellos recorten servicios y derechos, pero no tanto y de forma desigual. Así, en
2012, les quita 370 millones y les permite recortes por 305. Y además, recorta más a las autonomías que lo están
haciendo mejor (Castilla y León, la Rioja, Madrid y Asturias) y
menos a las que gestionan peor (Canarias, Baleares y Murcia), según el Observatorio
de la Dependencia.
Con esta menor
aportación del Estado central, aumenta
más la desigualdad de atención entre
unas autonomías y otras, ya importante. Las que lo hacían mal, suspendidas
por el Observatorio
de la Dependencia, acaban teniendo menos recursos y lo harán peor:
Comunidad Valenciana (nota: 0,8 sobre 10), Canarias (2,1), Baleares (2,5) y
Murcia (3,3). Y las que lo hacían bien (Castilla y León, con 9,2 de nota, Andalucía,
7,5 y País Vasco, 7,1), sufrirán más el recorte de fondos y tendrán que hacerlo
peor. Y entre todas, recortarán otros 666
millones entre 2012 y 2013 (en total, -1.666
millones de gasto público en Dependencia).
Desde agosto, las familias
de los dependientes ya sufren
los recortes de unos y otros. Por un lado, a los 423.000 cuidadores no profesionales de ancianos y
discapacitados (la mayoría mujeres) ya no
les paga el Estado la Seguridad Social (160 euros) y 150.000 se han dado de
baja. Además, las autonomías les han
recortado un 15% o más (Valencia
un 70%) la paga que les daban
por atender a dependientes (unos 400 euros, ahora 55 € menos al mes). Otros recortes afectan a la atención a los dependientes: se empeoran y reducen los servicios (sobre todo la ayuda a
domicilio), no se permite más de un servicio por dependiente, se simplifican los baremos (de 6 a 3, lo
que reduce las ayudas) y se
endurecen los criterios (revisando
incluso niveles), se permite retrasar
hasta 2 años las ayudas sin generar atrasos y se sube el copago por todos los servicios.
Esta medida, subir
el copago del 16% actual a una franja del 40 al 90% del coste de los
servicios es la principal vía de privatización de la Dependencia.
Las autonomías
están decidiendo los porcentajes (tienen hasta junio), pero va a suponer un gran coste para la
mayoría de las familias con dependientes, los
que tengan rentas superiores a 532 euros al mes (contando la pensión y un
5% del valor de su vivienda). Un par de ejemplos.
Un jubilado con 618 euros de pensión y una vivienda tasada en 90.000 euros
pasará de pagar 462 euros por una residencia a 892. Y un jubilado con 900 euros
que tenga 60 horas de ayuda a domicilio pasará de pagar 39 euros al mes a 244. Si no
puede, lo
pagará su familia cuando muera: si el copago es mayor que la
pensión, el dependiente genera una deuda con la Administración que heredará su
familia con cargo a la vivienda del dependiente.
Unas autonomías
van a ser más duras con el copago y otras
están pensando
en otra vía de privatización: el cheque-servicio, un dinero que se da
al dependiente (entre 426 y 715 euros al mes) para que él o su familia elijan con
quien contratan el servicio (residencia, ayuda a domicilio, teleasistencia).
Con ello, la autonomía se quita el problema de tener que ofrecer
servicios (públicos o concertados) e invertir en centros y plantillas. Esta
modalidad, llamada “prestación
económica vinculada al servicio”, está en la Ley, pero era marginal. En
los últimos meses, su importancia se ha disparado en cuatro autonomías del PP: Extremadura, Castilla y León, Aragón y Galicia (en las tres
primeras, era ya en febrero la segunda prestación).
Este cheque-servicio,
denunciado ya por Andalucía
y Asturias, tiene dos problemas:
uno: que no son las familias las que eligen residencia, sino las residencias quien eligen dependiente
(el que pueda pagar más servicios). Y dos, que si la dependencia se convierte
en un negocio, ¿quién atenderá a los dependientes de las zonas rurales, donde hay menos demanda y ancianos o discapacitados
con menos recursos?. Acabaríamos con una Dependencia dual: privada para ricos (de ciudad) y pública para pobres (y de campo).
Lo que está claro es que la Dependencia,
tal como está financiada, está tocada
de muerte y condenada a los recortes y a las listas de espera. A finales
de febrero, casi un millón de dependientes (983.154) tenía reconocida una prestación, pero sólo
755.374 recibían ayuda (sólo un 13,18% para una residencia, un 13,07%
para ayuda a domicilio, el 6,96% para centros de día, un 13,37% para
teleasistencia y la mayoría, el 54,4% reciben una ayuda económica, más barata
que una residencia o un servicio). Los demás, 227.780 dependientes están a la espera de recibir ayuda, aunque la
tienen reconocida. La mitad tienen más de 80 años y muchos
se mueren antes de que les llegue.
Con este panorama, muchos alientan el temor de que la Dependencia
(como las pensiones) no se pueda pagar.
Y con ello, las aseguradoras están lanzando seguros privados de dependencia, caros
y poco útiles para dependientes (sólo
valen para los sanos). La solución
no es privatizar la dependencia, sino financiarla bien. Se puede: costó 6.750
millones en 2012, muy lejos del coste de las pensiones (121.556 millones) o la sanidad (88.828 millones). Y se
debe: tenemos una deuda con nuestros
mayores y discapacitados, además de ser uno de los sectores con más
potencial de crecimiento y empleo.
Para financiarla bien, primero
hay que apuntalarla, con un crédito extraordinario que recupere los
2.000 millones perdidos desde 2011 (el Gobierno acaba
de aprobar uno de 2.200 millones para tapar el agujero eléctrico). Luego,
buscar ingresos estables y suficientes,
vía impuestos
o recargo
en las cotizaciones, para hacer frente a un gasto que se va a disparar: en 2050
habrá 15 millones de ancianos, el doble que ahora, y un 46% necesitarán
atención, según el CSIC,
con lo que habrá 7 millones de
dependientes. Y algo tendremos que pagar con nuestros ahorros,
por lo que debe mejorar el trato a los planes
de pensiones privados.
Algo hay que hacer
y ya, para hacer frente a un grave
problema que no se resuelve ni con recortes ni con privatizaciones. Tras
toda una vida, no podemos dejar tirados
a nuestros mayores: ayudarles es una prioridad de todos. No miremos para otro lado.
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