Este 1 de enero suben las autopistas de peaje, un 1,91% (en Galicia, el doble), tras dos años
de ligeras bajadas. Y desde 2002,
las autopistas han subido ya un 33,3%.
Además, cuando vaya por algunas autopistas y adelante a un camión, sepa que entre el 42%
y el 75% de su peaje se lo ha pagado usted, porque el Gobierno subvenciona
con 33 millones del Presupuesto el que circulen por algunas autopistas.
Subidas y subvenciones son algunas de las ayudas a las autopistas españolas,
aunque la principal será que en 2018
se hará efectivo el rescate de 9
autopistas de peaje quebradas, que serán nacionalizadas (por segunda vez en nuestra historia
reciente) y cuyo saneamiento nos costará
entre 3.400 y 5.000 millones a todos los españoles. Una ayudas que se suman a otras cuantiosas que
recibieron con el franquismo, con Aznar, Zapatero y Rajoy, unos 15.000 millones de euros públicos en total. Y es que las
autopistas son uno de los grandes
escándalos de la transición.
Todas las autopistas de peaje suben sus tarifas un 1,91% desde el 1 de enero, en virtud de un sistema de actualizaciones de precios fijado en 2002 y que fue un “regalo” del Gobierno Aznar a las autopistas: a cambio de haber bajado tarifas en 1999 (Real decreto 6/1999), para ayudar a España a entrar en el euro, las autopistas tienen derecho a subir cada año sus tarifas en base al IPC (subida octubre-octubre) y el tráfico que reciben. Eso les ha asegurado subidas anuales, sobre todo en 2011 (donde Zapatero les permitió una subida extra del 3,43%, por la caída del tráfico) y en 2012 (donde Rajoy les permitió tres subidas de peajes en el año, un 13,5% en total). Pero además, el Gobierno Rajoy les dejó fuera en 2013 de la Ley de Indexación, que quería desligar la revisión de muchas tarifas públicas de la subida del IPC.
enrique ortega |
Todas las autopistas de peaje suben sus tarifas un 1,91% desde el 1 de enero, en virtud de un sistema de actualizaciones de precios fijado en 2002 y que fue un “regalo” del Gobierno Aznar a las autopistas: a cambio de haber bajado tarifas en 1999 (Real decreto 6/1999), para ayudar a España a entrar en el euro, las autopistas tienen derecho a subir cada año sus tarifas en base al IPC (subida octubre-octubre) y el tráfico que reciben. Eso les ha asegurado subidas anuales, sobre todo en 2011 (donde Zapatero les permitió una subida extra del 3,43%, por la caída del tráfico) y en 2012 (donde Rajoy les permitió tres subidas de peajes en el año, un 13,5% en total). Pero además, el Gobierno Rajoy les dejó fuera en 2013 de la Ley de Indexación, que quería desligar la revisión de muchas tarifas públicas de la subida del IPC.
Al final, aunque las tarifas no subieron en 2015 y bajaron
algo en 2016 (-0,55%) y 2017(-0,4%), ahora vuelven a subir en
2018 un 1,91% (y el 3,81% en Galicia, para ayudar a financiar obras en la AP-9,
que los gallegos pagarán con subidas extras anuales los próximos 20 años). Con
ello, las tarifas de las autopistas de
peaje habrán subido un 33,3 % entre 2002 y 2018, cuando el IPC
ha subido estos 16 años un 37,7%, según
el INE, pero los salarios de los españoles han subido sólo un 7,6%% desde 2002.
Esta subida no será el único ingreso extra de las
autopistas en 2018. Además, varias
concesionarias se beneficiarán de la bonificación
de peajes a camiones, para la que se presupuestó 32,7 millones en 2017
(mientras se recortaba para la Ciencia o la Dependencia, por ejemplo), un
dinero que no se ha gastado y se usará en 2018, mientras llega el nuevo
Presupuesto (y nuevas ayudas). La experiencia piloto se inició en 2015,
cuando se subvencionó durante 5 meses (julio a noviembre) el peaje de los
camiones (del 30 al 50% de las tarifas) que dejaran las carreteras nacionales y
pasaran a 6 tramos de autopistas subvencionados. La iniciativa costó a los
contribuyentes 7,5 millones de euros y consiguió 222.000 camiones más para las autopistas privadas. En 2016 se presupuestaron otros 10 millones, pero no se puso en marcha porque el
Gobierno estaba en funciones. Y en el Presupuesto de 2017 se destinaron 32,7
millones, cuatro veces lo que en 2015.
El primer lugar donde se subvencionó el trasvase de camiones
a una autopista fue en Cataluña,
donde hace ya 4 años que está prohibido que los vehículos pesados lleguen a la
frontera de La Junquera por la N-II: tienen que circular por la AP-7. Además, en agosto de 2017, a
pesar de las peleas políticas, la Generalitat y el Ministerio de Fomento firmaron un acuerdo por el que, desde el
1 de enero de 2018, se prohíbe circular a camiones por dos tramos del corredor
mediterráneo (entre Peñíscola y Villafranca del Penedés), obligándolos a
circular por la AP-7, a cambio de
subvencionarles del 42,5 al 50% del peaje (según tramos). El 13 de noviembre,
Fomento firmaba un acuerdo similar con la Junta de Castilla y León,
para prohibir el paso de camiones por un
tramo de la N-I (entre Burgos y Miranda de Ebro), para que circulen por la AP1 con una bonificación del peaje del
71,23 al 75% (pagarían sólo la cuarta parte del ticket).Y el 22 de noviembre, ampliaban el acuerdo para prohibir los camiones en otro tramo de la N-120 (entre León
y Astorga), obligándoles a circular por la AP-71,
con una bonificación del peaje del 71,27
al 75%. El tercer acuerdo, firmado este 1 de diciembre, fue entre Fomento y el Gobierno de la Rioja, para el desvió obligatorio de camiones en la
N-232 (entre Zambrana y Tudela), forzándoles a que circulen por la AP-68, con una bonificación de tarifas
del 71,27 al 75%. Y el cuarto acuerdo, con la Xunta de Galicia, prohíbe también el paso de camiones en algunos tramos de la N-550 (entre Porriño y Vigo) y su trasvase obligatorio a la AP-9, con una bonificación de tarifas
del 42,5 al 50%.
Además, desde el próximo 1 de enero, los camiones que vienen
de Francia por la autopista, si circulan después por la N-1 tendrán que pagar
un peaje en Guipúzcoa (de 0,56 a 6,89 euros, según los tramos, lo que animará a
muchos camiones a circular por autopista (AP-8
o AP-1), aunque de momento no se
haya negociado subvencionar estos peajes. Y aún están pendientes de
materializar dos acuerdos más. Otro con la Junta de Castilla y León, para prohibir el
paso de camiones por San Rafael (Segovia), en la N-VI, y trasvasarlos a la
AP-6, con tarifas bonificadas. Y también en varios tramos de la N-120 de
Logroño a Vigo (que atraviesa Burgos, Palencia y León), para trasvasar parte de este
tráfico pesado a la AP-71.
El ministro de
Fomento ha dicho públicamente que está abierto a subvencionar
el trasvase de camiones a autopistas en muchos más tramos del país, pero
que tienen que pedirlo las autonomías. Y eso porque, en los acuerdos, ellas pagan una parte de
la bonificación de tarifas a los camiones (normalmente el 60%, mientras el
Estado pone el 40% restante).Así, hasta gastar los 32,7 millones
presupuestados, que podrían ampliarse en 2018 si hace falta. Y mientras, las empresas de transporte están
muy molestas con el Gobierno. Primero, porque habían quedado con ellas
en pactar los tramos de desvíos y Fomento no se ha reunido hasta finales de
noviembre y ha llegado a acuerdos
bilaterales con las autonomías, sin
consultarles. Pero, sobre todo, porque se
les prohíbe circular por algunos tramos y se les obliga a circular por las
autopistas, algo que en la experiencia de
2015 era voluntario: el camionero podía elegir entre seguir por la nacional
o pasar a la autopista con ticket subvencionado. Y amenazan incluso con movilizaciones en
2018.
El Gobierno justifica su política en mejorar la seguridad de las carreteras nacionales y reducir los
accidentes, un buen objetivo pero que no debía cargar sobre los bolsillos de
los contribuyentes (sobre el Presupuesto del Estado y de las
autonomías). Si una empresa de transportes circula por autopista, no debería
ahorrar costes a cargo de los contribuyentes. Lo que debería hacer el Gobierno es reducir el número de camiones (hay 340.000, 235.000 de transporte pesado),
porque somos el 2º país de Europa con
más camiones, sólo por detrás de Portugal (109,9 por 1.000 habitantes,
frente a 89,6 en Francia, 69,8 en Italia, 58,9 en Reino Unido o 34,4 en
Alemania, según Eurostat). Y no sólo
entorpecen el tráfico, sino que gastan mucha energía (el 39% de toda la energía primaria y el 52,5% del
petróleo que consume España) y contaminan
mucho.
Por eso, el Gobierno, en vez de “ocultar a los camiones” y
bonificar sus peajes con el dinero de todos, debería fomentar el transporte de mercancías por tren y barco, en perjuicio de los camiones. Porque
España es el 5º país europeo con más peso del transporte por carretera,
tras tres islas (Chipre, Malta e Irlanda) y Grecia: el 94,1% del transporte interior frente al 75,3% en Europa (85,9% en Portugal, 85,4% en Francia, 86,5% en
Italia y 71,5% en Alemania, mientras sólo se transporta un 5,9% por tren (un
18,3% en la UE) y casi 0% por vía marítima (dentro de España, aunque llega a un
20% de las exportaciones), cuando en Europa supone un 6,4% del tráfico interior, según datos de Eurostat (2015).
La subvención al peaje de los camiones supondrá, al menos, unos 300.000 nuevos clientes (forzados, pero clientes) para las empresas de autopistas, sobre
todo para las dos empresas más beneficiadas hasta ahora por los acuerdos de Fomento: Abertis (concesionaria de la AP-7, la
AP-71, la AP-68 y los futuros acuerdos de la AP-6 y la AP-71) e Itinere (concesionaria de la AP-1 y la
AP-9). Una ayuda extra junto a la subida
de tarifas, que se une a la gran ayuda pública que se va a materializar a
mediados de febrero de 2018, la asunción por el Estado de 9 autopistas privadas en quiebra: las cuatro radiales de acceso a Madrid (R-2, R-3, R-4 y
R-5), la M-12 a Barajas, la AP-41 (Madrid-Toledo), la AP-36 ( Ocaña-La Roda) y
la AP-7 en dos tramos (Cartagena-Vera y Circunvalación de Alicante).
La nacionalización de
estos 9 tramos de autopistas, decidida por el Gobierno Rajoy en julio de
2017 (en el último Consejo, cuando toda España salía de vacaciones), es una historia increíble pero real y escandalosa. Se remonta a principios
de este siglo, con tres protagonistas claves: el presidente Aznar, el ministro de Fomento Álvarez Cascos y la presidenta de la
Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, empeñada en tener tantas autopistas rodeando la capital “como los catalanes y como París”. Para
eso, embarcaron a las principales
constructoras y bancos en un macro proyecto de 10 autopistas de segunda generación, que se construyeron entre 1999 y 2003, en
pleno boom económico: las 9 ahora
nacionalizadas y la de Alicante-Cartagena, que queda fuera del plan de
rescate.
El problema fue que se diseñaron pensando en un tráfico irreal, que se desplomó con la crisis, máxime cuando hay varias autovías gratuitas que circulan
en paralelo a estas de peaje. Y además, se multiplicó por siete el coste de las expropiaciones, gracias a la Ley del Suelo aprobada por Aznar en
1998. Pero no importaba: el negocio de las autopistas estaba en construirlas (sus dueños son las
grandes constructoras: ACS, Ferrovial, Acciona, Sacyr, FCC, Ferrovial y
Globalvía) y en financiarlas (los
bancos participantes, Santander, Bankia, la Caixa y Sabadell, más algunos
extranjeros, cobraban de 10 a 20 millones al año en intereses), sin necesidad de poner capital. Un ejemplo: en la R-2 (Madrid-Guadalajara), inaugurada con todo boato por
Aznar en 2003, los socios solo pusieron un 12% de inversión y el 88% restante
eran créditos (424,5 millones).
Una vez construidas las autopistas de peaje, si luego no pasaban coches y no salían
las cuentas, el problema no era de las concesionarias ni de los bancos, el problema lo tenía el Estado. Porque
Aznar pactó con las concesionarias, en 1993, incluir en los contratos una clausula de Responsabilidad Patrimonial de la Administración (RPA):
si había problemas y las concesionarias no pagaban la deuda, debía hacerlo el
Estado. Negocio redondo.
Con la crisis, el tráfico y los ingresos de estas nuevas
autopistas (ya bajos) cayeron en
picado. Y el Gobierno Zapatero salió en su ayuda (con el apoyo del PP), forzado por la
RPA. En los Presupuestos de 2010 y 2011 concedió a las autopistas 800 millones de créditos blandos, a devolver al final de la concesión (65
años), más un adelanto de dinero (de 80 millones anuales) para cubrir la caía
del tráfico. Al llegar Rajoy,
mantiene las ayudas en 2012 y las amplía hasta 2021 (ZP las estableció hasta
2018). Y para 2013, duplica el adelanto de dinero (de 80 a 150 millones anuales). En conjunto, estas autopistas ahora rescatadas ya tenían
garantizadas ayudas públicas por 5.200 millones de euros hasta 2021, sin
contar la ayuda de las subidas extras de tarifas y la ayuda
de subvencionar el trasvase de camiones, todo a
costa de nuestro bolsillo. Y sin contar los 1.098 millones recibidos por las autopistas (todas) entre 1999 y 2011, como compensación
por haber bajado tarifas para que España entrara en el euro (Real decreto 6/1999). Y sin remontarnos a las ayudas que tuvieron las autopistas durante el franquismo: la Ley de autopistas de peaje de 1972 les permitía
endeudarse en divisas con aval del estado
y seguro de cambio, un doble privilegio que duró hasta 1988 y que nos costó
a los españoles otros 8.000 millones de euros.
Sumen y las ayudas
públicas a las autopistas rondan ya los 15.000 millones de euros. Y falta la factura del rescate, aprobado en 2017 y que se pondrá en marcha en
2018, que tendrá un coste para los contribuyentes, digan lo que digan, como el
rescate bancario. Por un lado, el Estado tendrá que hacer frente a la deuda bancaria de los 9 tramos de autopista, unos 3.400 millones de euros. Además, tendrá que afrontar el pago de
indemnizaciones aún pendientes por expropiaciones, demandas que suman otros 1.200 millones. Y cargar con los costes de mantenimiento, conservación
y personal de las 9 autopistas rescatadas y traspasadas a la Sociedad Estatal
de Infraestructuras Terrestres (SEITTSA),
unos 65 millones más al año. Eso sin
contar ayudas extras, como la subida de tarifas o la subvención a los camiones (podrían ser otros
40 millones en 2018). Redondeando, el
rescate de las autopistas nos costará unos 5.000 millones de euros, cifra
que coincide con la de la patronal SEOPAN.
Lo más sangrante de
este rescate de las autopistas, es que muchas pertenecen a concesionarias y constructoras con elevados beneficios,
como Abertis (R-2, R-3 y R-5), Acciona (R-2), OHL (M-12), Sacyr (R-2, R-3 y
R-5), Itinere (R-4 y AP-36), Azvi, Isolux y Comsa (AP-41) o Globalvía (R-3, R-5
y AP-7) Y que varias de ellas explotan autopistas muy rentables, como saben los
catalanes, valencianos y murcianos, en especial Abertis (con Acesa,
Aumar e Iberpistas).Lo lógico hubiera sido forzarles
a “cargar con el error” de esas inversiones (la sacrosanta “economía de
mercado”), o bien liquidando estas empresas o fusionándolas con otras
autopistas rentables. Pero no, el
Gobierno Rajoy nos ha cargado sus pérdidas a todos, al Estado, gracias a la clausula de responsabilidad
(RPA) que les regaló Aznar. El ministro de Fomento dice que el rescate no es una decisión política, sino una obligación de los Tribunales. Es verdad. Pero se olvida decir que si los jueces no instan la quiebra es porque las concesionarias se agarran a una clausula que aprobó su partido (el PP y Aznar) hace 24 años.
En los próximos años, cuando estas 9 autopistas estén saneadas (con dinero público), el Gobierno Rajoy pretende venderlas y privatizarlas, en lotes, probablemente en 2019, pero no se podrá recuperar todo el dinero público gastado en ellas (como pasará con los bancos). Y con este rescate de las autopistas, se repetirá la historia. En marzo de 1984, el gobierno de Felipe González creó la empresa pública ENA para nacionalizar 6 autopistas en apuros (Audasa, Audenasa y Aucalsa). Y en mayo de 2003, cuando ya ganaban dinero, el Gobierno Aznar las privatizó: las compró Sacyr (la constructora a la que ahora se rescatan las autopistas radiales madrileñas R-2, R-3 y R-5), por 1.586 millones, menos de lo que aportó el Estado a ENA para nacionalizarlas (1.700 millones).
En los próximos años, cuando estas 9 autopistas estén saneadas (con dinero público), el Gobierno Rajoy pretende venderlas y privatizarlas, en lotes, probablemente en 2019, pero no se podrá recuperar todo el dinero público gastado en ellas (como pasará con los bancos). Y con este rescate de las autopistas, se repetirá la historia. En marzo de 1984, el gobierno de Felipe González creó la empresa pública ENA para nacionalizar 6 autopistas en apuros (Audasa, Audenasa y Aucalsa). Y en mayo de 2003, cuando ya ganaban dinero, el Gobierno Aznar las privatizó: las compró Sacyr (la constructora a la que ahora se rescatan las autopistas radiales madrileñas R-2, R-3 y R-5), por 1.586 millones, menos de lo que aportó el Estado a ENA para nacionalizarlas (1.700 millones).
En resumen, que las autopistas
de peaje tienen una larga historia de ayudas, nacionalizaciones y privatizaciones,
una historia que nos ha costado muchos millones a los españoles. Y ahí siguen, privadas y cobrándonos el ticket, a
pesar de que muchas concesiones (como la AP-6)
han cumplido 50 años y están ya súper
amortizadas. Ahora, en medio del segundo
rescate y mientras muchos piden poner peajes en las autovías, es momento para plantearse la política de autopistas de las próximas
décadas. Porque las autopistas son una de las grandes asignaturas pendientes de la
transición. Ya vale de privilegios.
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