Enrique Ortega |
El cáncer es la primera causa de muerte en el mundo, según la OMS: casi 10 millones de muertes en 2020 (1 de cada 6), como resultado de 19,29 millones de enfermos de cáncer. Sólo en Europa se diagnostican 3 millones de casos al año, que provocan 1,1 millones de muertes. Y en España, en 2021 hubo 285.530 diagnósticos de cáncer (1.100 niños) y 109.589 muertes (65.694 de hombres y 43.897 de mujeres), según la Asociación Española contra el Cáncer (AECC), la mayoría por cáncer de pulmón (20.000 muertes), colorrectal (15.000), páncreas y mama (7.500 muertos cada uno) y próstata (6.000 muertos). Con ello, el cáncer es la 2ª causa de muerte en España (22,8% de la mortalidad total), sólo por detrás de las enfermedades cardiovasculares (24,3%), según los datos del INE (2020).
Lo preocupante es que los expertos auguran que el cáncer seguirá creciendo y superará los 30 millones de casos en el mundo para 2040, provocando entonces 16,3 millones de muertes, según Agency for Research on Cáncer. Y para España, estiman que alcanzará a 340.000 personas en el año 2040, con 160.271 muertes, según la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM). Una verdadera “pandemia asesina”, que es una tremenda amenaza para todos: 1 de cada 5 personas desarrollan un cáncer a lo largo de su vida en el mundo. Y 1 de cada 8 hombres y 1 de cada 11 mujeres mueren por esta enfermedad, según el informe 2020 de la Agency Cancer Society (ACS). Y en el caso de España, la amenaza es muy preocupante: desde su nacimiento a los 85 años, los hombres tenemos un 48,6% de probabilidades de desarrollar un cáncer y las mujeres un 32,2% de probabilidades, según la SEOM. A lo claro: tenemos la mitad o un tercio de los boletos para contraer cáncer.
Sin embargo, en “la lotería del cáncer”, las probabilidades de desarrollar un tumor y morir son muy desiguales, según donde uno viva y la clase social, tal como demuestran todos los estudios médicos. Empezando por el país: los paises de la Europa del sur y del Este, más pobres y con menos gasto sanitario, tienen una incidencia del cáncer más elevada y menores tasas de supervivencia que la Europa del centro y norte (hasta un 20% menos en cáncer de mama), según reveló el doctor Rafael López en las interesantísimas jornadas “Cancer now” (ver vídeo completo). Y mucho tiene que ver el menor gasto sanitario de la Europa del sur y, sobre todo, el menor gasto público en cáncer: España gasta el 4,9% de todo el gasto sanitario en combatir el cáncer (5,1% Portugal), frente al 7,1% que gasta Francia, el 6,8% de Alemania y el 6,7% de Italia. Y también es decisivo la mayor prevención, los tratamientos y nuevos fármacos que hace la Europa del centro y norte frente a los paises del sur.
A partir de ahí, también hay una tremenda desigualdad en el cáncer dentro de España, con grandes diferencias de tumores y muertes por autonomías y provincias. Pueden verlo en estos mapas sobre el alcance geográfico de los distintos cánceres que acaba de publicarse en enero, analizando 1 millón de muertes por cáncer en España y Portugal entre 2003 y 2012. La primera conclusión es que hay un claro “efecto frontera”, que hay cánceres con un mayor peso en España que en Portugal (pulmón, páncreas, laringe y vejiga), mientras está peor Portugal en el cáncer de próstata y hay una incidencia similar en el cáncer de mama y los demás. Pero lo más llamativo son las diferencias dentro de España, donde se marca en rojo las regiones y provincias con más casos de cada cáncer y más mortalidad. Veamos algunos.
En el cáncer de pulmón, el que más mata (30.000 españoles al año), las zonas más afectadas son Extremadura, zona occidental de Andalucía y Castilla la Mancha (regiones con más “tabaquismo”), con 62 muertes por cada 100.000 habitantes en Badajoz frente a la mitad en Segovia. En el cáncer de mama, la mayor mortalidad se da en el sur de Portugal, Huelva y Cádiz, dos provincias con 19 muertes por cáncer de mama, el doble que en Guadalajara. En el cáncer colorrectal, el más frecuente en España y el 2º que más mata, hay también una clara desigualdad regional, con un mayor riesgo en Castilla y León, Asturias, Extremadura, occidente de Andalucía y Comunidad Valenciana, ligadas al tabaquismo, consumo de alcohol, obesidad y poco ejercicio, según los autores. En el cáncer de páncreas, poco frecuente pero muy agresivo (7.500 muertos al año), hay una gran “mancha roja” (más casos y muertes) en el suroeste de la Península, el norte y Galicia. En el cáncer de próstata, el más diagnosticado entre los hombres y el 5º que más mata, la mayor incidencia y muertes se dan en Asturias, Aragón y la Comunidad Valenciana, más Galicia. Y se ve una tasa de mortalidad de 18 por 100.000 en Lugo, que es casi el doble que en Burgos. Y la misma desigualdad se aprecia en los mapas en el resto de cánceres.
Pero el cáncer no sólo es desigual por regiones, también “va por barrios” dentro de una misma ciudad, según demostró otro estudio publicado en 2021 por la Fundación Fisabio y el Instituto de Salud Carlos III, tras analizar el comportamiento del cáncer en 26 ciudades. La conclusión es que el mayor riesgo de morir por cáncer se concentra en los barrios más pobres de las distintas ciudades, debido a que el desempleo, los bajos salarios, las viviendas deficientes y la marginación social están asociados a los factores de riesgo que provocan los cánceres: mayor consumo de tabaco y alcohol, mala alimentación, obesidad y menos deporte. Y el estudio añade una frase esclarecedora: la mayoría de las personas suelen enfermar y morir de cáncer antes que sus jefes.
Veamos algunos ejemplos en varias ciudades. En Sevilla, el riesgo de morir de cáncer de pulmón en el barrio marginal de las Tres mil viviendas es un 112% superior al de Sevilla capital. En Madrid, los realojados de Vallecas que viven en El Ruedo de la M-30 tienen un 40% más de cáncer de pulmón y en San Blas, otro barrio popular, un 56% más que en el centro. En Barcelona, en el barrio del Raval, los hombres tienen un 42% de cáncer de pulmón. En el barrio de El Cabanyal hay un 58% más de cáncer de pulmón que la media de Valencia. Y en la zona del Casco Viejo de Bilbao, la esperanza de vida es 10 años menor en los hombres (y 5 en las mujeres) que en Getxo, uno de los municipios más ricos de España. Las mayores diferencias en los cánceres se dan en los hombres y se da la circunstancia que en las mujeres, el cáncer de mama se da más en los barrios ricos, en el paseo de la Habana, en Madrid (+258% probabilidades) o en El Eixample (+78 % de riesgo que la media de Barcelona).
La Asociación Española contra el Cáncer (AECC) acaba de publicar un informe que profundiza y trata de explicar estas desigualdades en contraer el cáncer. Y deja bien claro desde el principio que se deben sobre todo a factores económicos y sociales: “las personas socialmente vulnerables tienen mayor probabilidad de desarrollar cáncer, de ser diagnosticados en etapas más tardías, de tener más dificultades para hacer frente a los tratamientos (…) y de llegar a la fase final de la enfermedad sin la oportunidad de tener acceso a cuidados paliativos integrales y de calidad”. Textual. Y el informe señala las desigualdades en el cáncer, desde que se contrae la enfermedad a los tratamientos y la muerte.
La primera desigualdad se produce al contraer el cáncer, ya que las personas más vulnerables (y hay 11 millones en España, según Cáritas) son más proclives a sufrir los principales factores de riesgo: el tabaquismo, que se asocia a 15 tipos de cáncer y provoca el 30% de los tumores (más frecuente entre los trabajadores menos cualificados, parados y personas con empleos precarios y bajos sueldos), el consumo de alcohol, asociado a un 7% de los cánceres, la obesidad y el sobrepeso (numerosos estudios revelan la relación entre bajo nivel socioeconómico y obesidad) y el sedentarismo, la escasa actividad física (que también se da más en las clases bajas, según el estudio). Otro factor clave de riesgo, según la AECC, es el desempleo (“está demostrado que los parados tienen más riesgo de cáncer”, señalan, porque acumulan más factores de riesgo (tabaquismo, alcohol, obesidad, bajo consumo de frutas y verduras y poco ejercicio). Y, curiosamente, la soledad, un factor que deteriora la salud: de hecho, el 17% de los diagnosticados de cáncer en España son personas o parejas mayores que viven solas, según la AECC.
Pero no sólo hay desigualdad al contraer el cáncer. También en la detección, porque hay mucha desigualdad entre autonomías al hacer pruebas de diagnóstico precoz: prueba de sangre en heces para detectar el cáncer colorrectal, mamografías y detección del cáncer de cérvix (de cuello de útero). Los cribados de heces sólo se han practicado a un tercio de los mayores a vigilar (50 a 69 años) y hay enormes diferencias por autonomías: del 65 que se han hecho cribados en el País Vasco o el 69% en La Rioja al 30% en Madrid o Canarias y el 17% en Extremadura (donde el 87% de los mayores no se ha hecho nunca una prueba de heces, frente a sólo el 24% en Euskadi). Y lo mismo pasa en las mamografías, hechas por el 78% de las mujeres en Murcia, 74% en Murcia y 71,5% en el País Vasco, frente al 63% en Andalucía, 59% en Cataluña o 55% en Castilla y León (Madrid sin datos), según las últimas estadísticas ( 2017), muy deficientes. Y con la pandemia, ha habido un parón en la detección.
La desigualdad sigue en los tratamientos contra el cáncer. Primero, no hay unidades de radioterapia en Soria, Segovia, Ávila, Palencia, Huesca, Teruel, Ceuta y Melilla, donde los enfermos de cáncer tienen que desplazarse a otras provincias para tratarse (diariamente durante 7 u 8 semanas), con pérdidas de tiempo y costes. Y en 18 provincias hay sólo 1 unidad de radioterapia, lo que retrasa tratamientos. En general, faltan centros y eso provoca que el 30% de los pacientes que deberían recibir radioterapia no la reciban, según denuncia la Sociedad de Oncología Radioterápica (SEOR). Alertan que España debería tener entre 7 y 8 aceleradores por 100.000 habitantes y tenemos 5,2 (públicos y privados).
Igual de grave es la desigualdad en los tratamientos farmacológicos. En primer lugar, los nuevos fármacos contra el cáncer llegan a los enfermos más tarde que en el resto de Europa: tardan 415 días desde que los autoriza la Agencia del Medicamento europea (EMA), frente a 121 días en Alemania, 266 días en Reino Unido, 399 días en Italia y 556 días en Francia. Y este retraso provoca que haya menos medicamentos nuevos contra el cáncer financiados en España: el 39% de los autorizados en Europa no se financian en España, frente a sólo un 2% en Alemania, un 20% en Francia, un 12% en Reino Unido, un 20% en Italia o un 29% en Portugal, según la Jornada “Cáncer now”. El motivo es su alto coste: Sanidad retrasa la financiación, peleándose por el precio con las farmacéuticas. Y lo peor: no se financian los mismos fármacos innovadores anti cáncer en todas las autonomías, porque luego tienen que pasar el filtro de las Comisiones farmacéuticas territoriales.
Este preocupante retraso se produce también en los tratamientos innovadores contra el cáncer, los llamados CAR-T (programan genéticamente las células del sistema inmunitario para que ataquen a las células cancerígenas), que son tratamientos de 3ª línea (para pacientes donde fracasan la radioterapia o los trasplantes de médula). Llevan 3 años en España, con resultados muy positivos para la mitad de los enfermos tratados, pero el problema es que son tratamientos muy caros (más de 300.000 euros por paciente) y los hospitales los administran con cuentagotas (a 500 enfermos de cáncer en 3 años, menos de la mitad de los 1.200 previstos inicialmente). Y los nuevos tratamientos que aparecen se retrasan mucho: los dos disponibles tardaron 4 y 10 meses en autorizarse y el que Sanidad negocia ahora con Gilead espera desde hace más de 1 año, para rebajar su coste (350.000 euros). Pero los enfermos graves de cáncer luchan contra el tiempo.
Y si fallan los tratamientos, el enfermo se ve abocado a los cuidados paliativos para morir con el menor dolor posible. Y aquí también hay una gran desigualdad y escasez de medios. Los recursos óptimos deberían ser 2 profesionales (uno en el hospital y otro a domicilio) por cada 100.000 habitantes, pero España tiene 0,6 (Europa 0,8), con grandes diferencias por regiones: 1,32 en Murcia y 1,15 en el País Vasco, con menos de 0,5 profesionales en la mayoría. Y eso impide una atención de calidad, tanto en los hospitales (pocas camas de paliativos) como en casa, lo que provoca que la mayoría de los pacientes de cáncer mueran en el hospital y no atendidos a distancia en su domicilio, como querrían.
Y en todo este proceso, de la detección del cáncer a la muerte (del 38% de los pacientes) hay otros 2 aspectos importantes donde también hay mucha desigualdad: la atención psicológica a pacientes y familias y el impacto económico del cáncer. La AECC estima que el 30% de los pacientes de cáncer (y sus familias) necesitan atención psicológica especializada, que la mayoría no reciben. Y cuando se da es insuficiente: el 48% de los hospitales públicos no dispone de personal propio que realice esta atención psicológica a los enfermos y 7 de cada 10 hospitales no dan ninguna asistencia psicológica a los familiares. El otro problema es que el cáncer, además de ser un drama humano, tiene un alto coste económico para pacientes y familias: muchos tienen que dejar de trabajar o cambiar su trabajo y exige a veces que otro familiar deje su trabajo para cuidarlo o contrate a un cuidador (menos ingresos y más gastos).La AECC estima que el coste adicional de un cáncer supera los 10.000 euros. Y recuerda que un 10% de las personas diagnosticadas son “vulnerables” (parados, autónomos o con bajos sueldos), con lo que la enfermedad es una doble losa.
Hasta aquí el espeluznante panorama del cáncer, no sólo porque sea un drama sino porque además afecta de manera muy desigual, más a los más desfavorecidos. Por eso, la AECC plantea un abanico urgente de medidas: fomentar la vida saludable (no tabaco, alcohol ni obesidad y más ejercicio), con campañas públicas, medidas y leyes, mejorar la detección precoz en toda España (buscando el 100% de cobertura en los cribados), ampliar los tratamientos y acelerar la introducción de nuevos fármacos, mejorar la atención psicológica a pacientes y familias y reforzar los cuidados paliativos, aprobando ayudas económicas y sociales para los enfermos de cáncer y sus familias. Son graves problemas, de los que no se habla apenas, pero donde nos jugamos la salud y la vida. Tomen nota.
No hay comentarios:
Publicar un comentario