Está pasando desapercibido, por Cataluña y el puente, pero el petróleo cuesta ya más de 63 dólares barril, un precio que duplica con creces el mínimo de 2016 y que supone una subida del 42% sobre este verano. Y en paralelo, el euro ha subido otro 12,5% este año frente al dólar, mientras el precio del dinero se prepara para subir, tanto en EEUU como en Europa, tras varios años de coste cero. Son tres subidas preocupantes, porque el petróleo barato, el euro débil y el dinero barato han sido responsables de más de la mitad del crecimiento de la economía española en los últimos tres años, no la política de Rajoy. Y ahora, si cambia el viento exterior y en vez de tenerlo “de cola” lo tenemos “de cara”, la recuperación y el empleo peligran. Por eso, ante esta incertidumbre exterior, es importante que el Gobierno no recorte más en el Presupuesto 2018 y reanime la economía. Que "empuje" desde dentro.
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Eso significa que el
petróleo vuelve a costar caro, un 128% más que en enero de 2016 y un 41% más que este verano. Es mucha subida en poco tiempo. El primer detonante
de estas nuevas subidas fue la decisión de la OPEP y Rusia, el 30 de noviembre de 2016, de recortar la producción de crudo (en 1,8
millones de barriles diarios), por
primera vez en 8 años, para reanimar los precios. El 25 de mayo de este
año, los firmantes acuerdan extender el recorte hasta marzo de 2018 y hace dos
semanas, el 29 de noviembre, una nueva reunión en Viena de la OPEP (14 países) y otros 10 países productores
(entre ellos Rusia, el 2º productor mundial, México y Nigeria y Libia, que no se habían sumado
a los recortes anteriores) acordó extender los recortes de producción durante
todo 2018.
Si cumplen con los recortes, como han hecho en 2017, los
precios del petróleo podrían mantenerse en
los próximos meses entre 60 y 65 dólares barril, por encima de la última previsión del Gobierno Rajoy para 2018, que es un precio del petróleo de 54,8 dólares
por barril. Este mayor precio puede trastocar el crecimiento y las cuentas
de la economía mundial y muy especialmente de
España, uno de los países europeos más dependientes del crudo. De hecho, la factura energética hasta septiembre se
ha encarecido en 9.000 millones de euros sobre la del año pasado (30.000
millones frente a 21.000). Y esta mayor factura del petróleo (y del gas) puede restar a España un 0,5% de crecimiento del PIB, más incluso que la crisis
política en Cataluña. Para entender la importancia del cambio de tendencia,
recordemos que la bajada del petróleo entre 2014 y 2016 ahorró a España casi 60.000 millones de euros en la factura energética, añadiendo un 2,5% al crecimiento del PIB
esos años.
Además, esta subida del petróleo ya está encareciendo los costes de las empresas y recortando sus beneficios, según los datos del Banco de España: el margen de las 884 mayores empresas ha
crecido sólo un 0,8% hasta septiembre, por el alza de costes de la energía, y
eso ha provocado que sus beneficios suban solo un 4,8%, la mitad que en 2016. Y también notamos la subida del
petróleo los ciudadanos, en el coste de
la luz (la factura media ha subido 79 euros hasta finales de noviembre) y en los carburantes. La gasolina sube
ya un 6% sobre el precio de julio y el
gasóleo otro 9,2%. Y esta subida del crudo se arrastrará a toda la
economía, con lo que la inflación
media de 2017 subirá al 2%, comiéndose la mínima subida de los salarios
(+1,4% aumento convenios) y pensiones
(+0,25%). Y los expertos apuestan porque el petróleo mantenga alta la inflación
también en 2018, en el 1,6%.
Otra subida clave para España es la del euro.
La cotización nos había dado una tregua, como el petróleo, bajando de
un máximo de 1,35 euros por dólar a principios de 2014 a 1,038 euros por dólar
el 20 de diciembre de 2016, un 23% menos.
Y muchos expertos apostaban porque este año 2017 iba a llegar al 1x1 con el dólar:
que cotizaran igual el euro y el dólar.
Pero la errática política de Trump en USA y la recuperación política y
económica en Europa (débil) han trastocado la bajada y este año 2017, el euro ha vuelto a subir, superando incluso los 1,20 euros por dólar (1,2065 el 20 de agosto), para quedar ahora en
torno a 1,185 euros por dólar, lo que supone una revalorización del 12%
sobre el valor de principios de año. Y si Merkel consigue armar un gobierno de
coalición la próxima semana o si la Reserva Federal USA no sube los tipos este
mes, es probable que el euro acabe el año cerca de los 1,20 euros por dólar y se encamine a los 1,25 euros/dólar en 2018,
según los expertos.
La subida del euro
es una
mala noticia para Europa,
porque es un continente que exporta más de lo que importa y ahora sus productos
son un 12% más caros que en enero. Pero tener un euro fuerte hace aún más daño a España que al resto de Europa, según un estudio de Goldman Sachs. Y eso porque España exporta muchos “productos intermedios”
a Alemania y Francia, por ejemplo. Y si estos países exportan ahora menos fuera
de Europa (por la fortaleza del euro), también nos comprarán menos. Un recorte indirecto
que se suma al recorte directo que pueden sufrir las
exportaciones españolas al resto del mundo por la subida del euro, que encarece
nuestros productos un 12%. Y eso es especialmente preocupante porque un 48% de las exportaciones españolas se dirigen a países no euro, que
pagan ahora en dólares y otras monedas devaluadas, con lo que nuestros
productos les salen más caros. Y recordemos que las exportaciones son uno de los motores del crecimiento
español en los tres últimos años: sólo en 2016, aportaron la 8ª parte del PIB (0,5% del 3,2%).
Pero el daño de
tener un euro fuerte no acaba ahí, en encarecer y dificultar nuestras
exportaciones. Es también un torpedo al turismo, el gran motor de nuestro crecimiento: si el euro ha subido un 12%
este año, significa que los turistas de fuera de la zona euro han de pagar un
12% más para venir a España, además de sufrir ya la subida de viajes (el
combustible supone un tercio de los costes de las aerolíneas) y hoteles. Y esto
afecta al 40% delos turistas que nos visitan, a 32 de los 82 millones que se
esperan este año, especialmente a los británicos, nórdicos, rusos, americanos y
asiáticos. Menos mal que el euro se ha revalorizado menos frente a la libra, un +2,6% este año,
con lo que su fortaleza afecta menos a los turistas británicos, que suponen el
23% de todos los que nos visitan.
Y hay un tercer efecto
negativo de tener un euro fuerte, del
que no se suele hablar. Los empresarios
exportadores, turísticos y el resto (a los que les suben costes por la mayor
inflación), tratan de contrarrestar esta subida del euro, que encarece un
12% sus productos y servicios, recortando otros costes. Y donde lo
tienen más fácil es en los salarios: ahora tratarán de que suban poco o nada, deteriorando más los
sueldos y contrataciones. Y además, si estaban pensando en aumentar la plantilla, esperarán a que el euro (y el
petróleo) bajen. Así que, mira por donde, la
subida del euro y de la energía son dos obstáculos para que los trabajadores
consigan mayores subidas de salarios en 2018. Y con ello, las familias tendrán
menos dinero para gastar, sobre todo ahora que sube la inflación. Eso
debilitará el consumo interno y frenará el crecimiento y la recuperación.
Y vayamos a la
tercera subida que se barrunta, la de
los tipos de interés. La bajada del precio del dinero, desde 2008, salvó al
mundo de una catástrofe, a Europa del hundimiento del euro y a España del rescate: el BCE bajó los tipos del 3,75%
en 2008 al 0% en que están desde
2015, inyectando además liquidez en la economía con la compra masiva de deuda
pública, lo que salvó a Europa y a España (no la política de Rajoy). Ahora,
todo apunta a que va a cambiar la
situación. Por de pronto, en EEUU
ya se han producido 4 subidas de los tipos de interés en los dos últimos años (diciembre 2015,
diciembre 2016, marzo y junio 2017), con lo que los tipos oficiales están ahora
entre el 1 y el 1,25%. Y la próxima semana se reúne la Reserva Federal USA (12
y 13 diciembre) para decidir si los sube otro 0,25%, algo que quizás retrase a la primavera de 2018 (porque la recuperación y el empleo no son
fuertes). Pero haga lo que haga EEUU ahora, el BCE tendrá que acabar siguiendo su senda y subiendo los tipos en 2018, entre 0,25 y 0,50% a lo largo del año. Así que se acabará la época del dinero barato,
lo que puede frenar la recuperación, en Europa y en España.
La subida de tipos,
antes o después, es más preocupante para nosotros porque España es uno de los países más endeudados
del mundo, con más de 2,73 billones (con b) de deuda actualmente,
que nos cuesta una enorme factura en intereses, factura que aumentará en 2018.La
mayor parte de la deuda, 1.135.869
millones de euros, es deuda pública,
del Estado y la Seguridad Social ( 821.250 millones), las autonomías (283.984)
y Ayuntamientos(30.635 millones), deuda
que ha aumentado un 40% desde que gobierna Rajoy. La otra parte es deuda privada, de las empresas
(897.876 millones de euros, a septiembre 2017) y de las familias (706.023 millones de deuda, sobre todo en hipotecas),
deuda que ha bajado ya por debajo de la que tenían en 2006, gracias a
importantes amortizaciones. Este elevado
endeudamiento hace a España muy vulnerable, según la Comisión Europea, ante las esperadas subidas de tipos, que
van a suponer un mayor pago de intereses a la administración, las empresas y
las familias. O sea, más gasto público (que puede forzar más recortes) y más
costes privados, otra amenaza para la inversión, el consumo, el crecimiento, la
recuperación y el empleo.
En definitiva, que está
cambiando el panorama económico:
si entre 2014 y 2017 España se benefició de “viento de cola” exterior, con ayuda de un petróleo más barato, un
euro débil y dinero casi gratis, que han sido claves para la recuperación, ahora
empezamos a sufrir el “viento de cara”,
con subidas del petróleo, el euro y los tipos que pueden frenar el crecimiento
y el empleo, más de lo ya esperado para 2018, un año donde Bruselas espera que España crezca el 2,5%, seis décimas menos que 2017 (+3,2%).
Así que ojo a la coyuntura internacional, que nos puede hacer más daño
que la crisis en Cataluña.
Ante este cóctel peligroso (petróleo caro,
euro fuerte y tipos al alza), España
tendría que reforzar su frente interno, tratando de reanimar la economía el próximo año, no aprobando más recortes, como piensa el
Gobierno Rajoy para el Presupuesto 2018.
No está la coyuntura exterior como para forzar
más ajustes, sobre todo si España cierra este año con un déficit público del 3,1% del PIB, casi en línea con el sacrosanto 3% que exige la
disciplina del euro. Y sin embargo, sí hace falta tomar medidas para crecer más y
contrarrestar el freno que van a suponer el petróleo, el euro, los tipos y la
crisis en Cataluña. Habría que reanimar los salarios, con subidas por
encima del 2%, y reanimar
la inversión pública, con la ayuda de una mayor recaudación, que es
posible si se reduce el fraude fiscal y pagan más impuestos los que pagan pocos
(grandes empresas, multinacionales y los más ricos). Recordemos que hay margen
para recaudar más, porque España ingresa
96.000 millones menos al año que la media de países euro (el 37,7% del PIB en
vez del 46,1%, según Eurostat).
La clave, pues, está en ingresar más para gastar más y contrarrestar así el “viento en contra”
que se ha levantado en la economía mundial y que afecta especialmente a España,
más vulnerable que otros países europeos a las subidas del petróleo, el euro y
los tipos. Un debate que nadie plantea,
ni Gobierno ni “oposición”, enfangados en las elecciones catalanas, pero que es
de gran calado para todos: nos jugamos la
recuperación y el empleo.
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