Ser pobre en España no es pasar hambre, pero sí estar mal alimentado, no significa vivir en la calle pero sí hacinado y a veces sin agua ni calefacción, no poder afrontar gastos educativos complementarios ni sanitarios(dentista) y por supuesto, vivir con muchas estrecheces. Pero hay un escalón más abajo, la pobreza extrema: entre millón y medio y dos millones de españoles (3,5% de la población), según el informe FOESSA (la Fundación Atenea sube la cifra hasta 3 millones).
España es el séptimo país de Europa con más pobres, por detrás de Rumanía, Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania y Grecia. En conjunto, la Unión Europea tiene 85 millones de personas en el umbral de la pobreza, un 17 % de la población, cifra que suben a 114 millones (23,1% de los europeos) con el nuevo indicador de pobreza y exclusión social introducido en 2009 (que afectaría al 23,4% de españoles).
En España, los más afectados por la pobreza son los hogares donde nadie trabaja (1.425.200 hogares con todos en paro y 560.000 sin ningún ingreso, según la EPA), las madres solas con hijos, las familias numerosas (sobre todo con padres jóvenes y en paro o con empleo precario), los mileuristas y los emigrantes. Pero lo peor es la pobreza infantil, que afecta a 2 millones de niños en España, el quinto país europeo con más pobreza infantil. Y de ellos, unos 300.000 niños españoles sufren pobreza severa, pasando hambre de forma habitual un 3,6% de los menores (y un 6,2% de los niños emigrantes), según UNICEF. Un drama que no se corrige porque España gasta poco en protección a la familia (el 0,7% del PIB frente al 2,3% en la UE) y se gasta mal, por falta de coordinación entre las administraciones. Por eso, UNICEF pide un Plan urgente contra la pobreza infantil, duplicando el gasto en la infancia (de 700 a 1.400 millones) y concentrándolo en familias jóvenes y emigrantes.
Pobres había antes de la crisis (9 millones de españoles en 2007), pero ahora la pobreza ha saltado a grupos y familias que no la habían sufrido nunca. Cáritas habla de “los nuevos pobres”: españoles (la mitad de los que les piden ayuda), menores de 40 años, que tenían una vida desahogada y que en los últimos tres años acaban pidiendo comida, ropa o alojamiento. Claro que 7 de cada 10 pobres son “crónicos”: ya habían pedido ayuda antes. Y lo peor: el 67% van a Cáritas porque les desvían de los servicios sociales públicos (Ayuntamientos y autonomías), que están recortando personal y recursos.
Se reduce el paraguas protector cuando aumenta la necesidad de ayuda: 8 millones de españoles pidieron apoyo en 2010 a los servicios sociales de asistencia primaria (municipales), 3 millones más que antes de la crisis. Y unos 150.000 españoles sin ingresos cobran una renta mínima de inserción de las autonomías (entre 370 y 640 euros al mes, durante 6 meses o un año). Pero los servicios sociales públicos tardan mucho en dar soluciones (65 días de media frente a una semana en Cáritas) y tienen pocos recursos, que además se han recortado. El gasto social en España (256 €/habitante) es un 74% de la media de la UE y además está concentrado en ancianos y discapacitados (Ley de Dependencia) más que en la lucha contra la pobreza. Y es muy desigual, según donde se viva: va desde 683 € por habitante en País Vasco o 456 € en Navarra a 97 € en Baleares y 119€ /hab en la Comunidad Valenciana.
Europa ha puesto en marcha un Plan de lucha contra la pobreza, para reducir en 20 millones (-25%) los europeos en el umbral de la pobreza en 2020. España se ha comprometido a reducir 1.450.000 pobres (-13%) en esta década, con un Plan centrado en la infancia, jóvenes, mayores y discapacitados, con medidas para crear empleo estable, fomentar el alquiler, reducir el abandono escolar y mejorar los servicios sociales, difíciles retos.
La pobreza está ahí, creciendo y no estalla en graves conflictos sociales por la ayuda de las familias. Darle una salida no es una cuestión de beneficencia, sino de justicia y de derechos: hemos pagado toda la vida, impuestos y cotizaciones, para tener un colchón si nos caemos. Es el cuarto pilar del Estado de Bienestar, los servicios sociales. Hay que organizarlos y dotarlos de medios, más aún con la crisis. Los pobres están ahí: no podemos mirar para otro lado.
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