A finales de julio, España
podría estar en deflación: 12
meses seguidos con la inflación en negativo. En realidad, llevamos dos años con la
inflación en negativo, excepto tres meses en que subió una décima o
cero. Y somos el 5º país europeo con
menos inflación. Un indicador claro de que la economía sigue enferma,
que no salimos de la crisis y las
empresas necesitan “tirar los precios” para vender. Algo bueno para las familias y los
pensionistas (no pierden poder adquisitivo) y para exportar, pero muy
malo para el país: la inflación negativa desalienta la inversión y el
empleo, cuesta más pagar las deudas (Estado, empresas y familias) y se recauda
menos. Por eso, el BCE sigue preocupado por la baja inflación en Europa, aunque
ya está en el +0,1%, mientras en España seguirá negativa este año. Sólo reanimando la economía, el consumo y la
inversión se pueden reanimar los precios y asegurar más crecimiento y más empleo. Pero eso exige otra
política, en Europa y en España.
enrique ortega |
La inflación
siempre ha sido un problema en España: teníamos una economía y unas
empresas que necesitaban vender más caro
para poder subsistir. Y cuando venía una crisis internacional, los precios
se disparaban: llegaron al 26,4% en 1977.
Con la entrada en el euro y la mayor
apertura comercial al exterior, las
empresas se vieron obligadas a ajustar sus precios para competir, a costa de
recortar plantillas y sueldos. Y la inflación bajó en torno al 3% desde 1999. Con la actual crisis,
las empresas hicieron más ajustes de sueldos y plantillas para bajar aún más
los precios, que se pusieron en negativo
en 2009 (entre marzo y octubre), por
primera vez en nuestra historia. Luego se recuperaron algo, hasta llegar a
un pico del 2,1% en junio de 2013, pero como la crisis seguía ahí volvieron a
bajar. Y se pusieron por segunda vez en negativo en julio de2014 (-0,3%). Desde entonces, son dos años con la inflación anual en negativo,
salvo tres meses (+01% en junio y julio 2015 y +0% en diciembre). En
junio, el último dato del INE, los precios estaban en el -0,8% y si siguen en negativo este mes de julio, serán ya 12 meses
seguidos con la inflación negativa o cero. Y España
estará "oficialmente" en deflación.
En realidad, la inflación está en negativo en España por la bajada del precio del petróleo, que ha
provocado una bajada de dos bloques con mucho peso en el IPC: el gasto en
vivienda, que baja un 5,5% anual (por las bajadas de la luz y la calefacción) y
un 4% que baja el gasto en transporte (por la rebaja de los carburantes). Y
también baja el gasto en ocio y cultura (-1,6%) y los medicamentos (-1%). Todo
lo demás del IPC ha subido en el último año: un 1,5% los alimentos (sobre todo
aceite, patatas, pescado, frutas, legumbres, azúcar y refrescos), el teléfono (+1,8%), los hoteles, bares y restaurantes (+0,9%) y la enseñanza (+0,5%). Otro factor que ha desplomado los
precios es la fuerte caída de los
salarios en España, de un 10 a un 20% sobre 2008: gracias a esta tremenda devaluación
salarial, las empresas han podido bajar precios. Y más que el resto de Europa, porque los salarios españoles son un 39% más bajos que la media de la zona euro (15,8 euros/hora frente a 21,8 euros), según Eurostat.
Pero la clave de la bajada de precios es el bajo consumo, que fuerza
a las empresas a tirar precios para mantener o subir sus ventas. Es el
reino de los “precios low cost”. Un fenómeno que ha llegado para quedarse y
la prueba es que España lleva ya 34 meses consecutivos con la inflación más baja que en Europa, desde
septiembre de 2013. O sea: las empresas se han dedicado a ajustar costes,
salarios y calidades para bajar precios como sea, para ser la China de Europa y
poder vender mejor dentro y fuera. Y así, tenemos una inflación anual (últimos
12 meses) del -0,8% en junio, según el INE, que contrasta con la de Europa, que
ha conseguido ya subir la inflación al +0,1%,
tras varios meses en negativo. Y ahora, somos el quinto país de la UE-28 con menos inflación, sólo por delante de
Rumanía (-3%), Bulgaria (-2,5%), Chipre (-1,9%) y Croacia (-1,2). Y lejos de la
inflación positiva de Bélgica (+1,6%), Suecia (+0,8%), reino Unido (+0,3%),
Francia (+0,1%) o Alemania (+0%), según Eurostat.
Los precios están más bajos en España, sobre todo los alimentos y bebidas no alcohólicas: su precio
está por debajo de la media europea (92 sobre 100 en la UE-28) y solo hay 10
países con los alimentos más baratos que en España, todos paises del Este,
según datos de Eurostat. Eso sí, el pan y los cereales son más caros aquí
(104 frente a 100 de media en UE-28), pero es más barata la carne (85 frente a 100 en UE-28), la leche y los huevos (96 frente a 100). Y
sorprende que sean mucho más baratos los “vicios”: somos el 6º país europeo con
el alcohol más barato (81 frente a
100 en UE-28), sólo por detrás de cinco paises del Este, y el país 14º con el tabaco más barato (84 frente a 100
UE-28), sólo por detrás de Grecia, Portugal, Chipre y 10 paises del Este. Todo
ello, porque aquí, alcohol y tabaco pagan
menos impuestos.
Con todo, a pesar de tener los precios más bajos, como
también han caído más las rentas en
España que en Europa, nuestro consumo por habitante ha caído más con la
crisis. Y así, España tiene un poder
de compra de 88 frente al 100 de media de la UE y muy por debajo del 124
de Alemania, 116 de Reino Unido, 111 de Francia o 97 de Italia, los más ricos.
Este indicador de bienestar, de
consumo, nos coloca en el puesto 16 de
la UE-28, sólo por delante de Grecia, Portugal, Malta, Chipre y 11 países
del Este, según Eurostat.
En definitiva: tenemos precios más bajos pero como también
tenemos ingresos y salarios más bajos (un -39% sobre la media UE-28, según Eurostat), nuestro poder de compra,
nuestro bienestar, sigue por debajo del
europeo. Eso sí, tener una inflación negativa (-0,8%) permite no perder poder adquisitivo a los trabajadores (cuyos sueldos subirán este
año el 1,2%) y a los pensionistas
(su pensión ha subido sólo un 0,25%). Y también los precios negativos ayudan a
las empresas a exportar mejor, un “desahogo” importante cuando tiran poco
las ventas en España. Pero los efectos negativos sobre la economía
son mucho mayores y por eso el BCE
lleva dos años luchando contra la inflación negativa en Europa, inundando los
mercados de dinero barato, buscando que los precios suban hasta el objetivo del 2% anual.
La inflación negativa
es mala para la economía por tres razones.
La primera y fundamental, porque desincentiva la inversión y el empleo,
algo especialmente grave para un país como España con el doble de paro (19,8%) que
Europa (10,1%
zona euro) (y el quíntuple que Alemania, con el 4,2% de paro). Si un
consumidor ve que los precios están bajos, puede pensar en retrasar sus
compras, a la espera de que bajen más. Y las empresas, si ven que los precios
están bajos, ven recortarse sus márgenes y tienen menos incentivos para
invertir y aumentar plantillas. En segundo lugar, los precios a la baja reducen los ingresos públicos, sobre
todo el IVA, recortando la recaudación y dificultando bajar el déficit público,
lo que puede obligar a hacer más recortes. Y en tercer lugar, la inflación
negativa es mala para los que tienen
deudas, un grave problema en España, donde están muy endeudados el Estado (más
de 1 billón de euros), las empresas (deben 910.769 millones) y las familias
(718.595 millones de deuda, sobre todo hipotecas). Ahora, aunque los tipos
están muy bajos, al ser la inflación negativa, el tipo real sube. Por
ejemplo, si España pagaba en 2011 por la deuda a 10 años un tipo del 6% y la
inflación estaba en el 3%, el tipo real que pagaba era el 3%. Ahora, aunque los
tipos a 10 años hayan bajado al 1,95%, hay que sumar el -0.8% de inflación, con
lo que el tipo real que pagamos es el 2,75%. Y lo mismo con los préstamos e
hipotecas de empresas y familias.
En definitiva, que un dato que parece bueno, que los precios
no suban y bajen, tiene más inconvenientes
que ventajas, sobre todo para España. Y por eso la cruzada del BCE
contra la inflación baja en Europa, que debería contagiar al Gobierno de España.
Sobre todo porque todas las previsiones apuntan a que España seguirá con
inflación negativa todo este año, para cerrar 2016 con una inflación media del -0,1% (Banco de España) al -0,3% (previsión de Funcas). Y no se espera una inflación positiva
hasta 2017, del +1 al +1,6%, y eso siempre que los precios del petróleo no
vuelvan a bajar de 45 dólares barril (están en 50$ ).
Pero con el alto paro
que España tiene, no deberíamos esperar a 2017 para que la inflación
volviera a subir, tras dos años bajando. La
lucha contra la deflación debería ser una tarea urgente del futuro Gobierno.
Y para ello, debería actuar en varios frentes. Por un
lado, tratar de reanimar el consumo y la inversión pública, en gastos necesarios que reanimen la actividad y el
crecimiento, desde el I+D+i hasta las infraestructuras, algunos empleos
públicos y la formación. Y por otro, debería promover la subida de los salarios y del salario mínimo, a cambio de una mejora
de la productividad en las empresas, para reactivar el consumo, también con
medidas para fomentar un empleo más estable y menos precario. Y, en paralelo,
España debería forzar en Bruselas un relanzamiento del Plan Juncker de inversiones europeas, con más recursos (sólo 21.000
millones nuevos de los 315.000 previstos), para impulsar el crecimiento
europeo. Y a la vez, alinearnos con Portugal, Italia, Francia y Grecia para presionar
a Alemania y la Europa del norte a que aumenten
sus inversiones y su gasto público (tienen superávit) para que “tiren” del crecimiento, el empleo y los
precios en Europa, como ha pedido el FMI.
En resumen, los
precios altos son malos pero los bajos, la
deflación, es aún peor: es un claro síntoma de que la economía está estancada,
que el pulso del enfermo sigue débil. Y con esos precios tan bajos, a las
empresas no les compensa invertir ni crear más empleo. Es el estancamiento con
deflación (“estanflación”)
que ha asolado varias décadas a Japón
y que ahora preocupa a Europa,
aunque se hable poco de ello en España, el país más perjudicado por la
baja inflación al tener el doble de paro. Habría que abrir este debate y promover
un cambio de política, en España y en Europa. Una cruzada contra la deflación.
Porque con los precios en caída libre (dos años ya), la economía y el empleo no
despegarán. Al menos con la fuerza que necesitan los 4,7 millones de españoles sin trabajo (los parados de la EPA, los de verdad, no los 3,7 millones apuntados en las oficinas de empleo, una estadística de paro registrado engañosa y que no se utiliza en ningún país europeo).
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