jueves, 15 de octubre de 2020

La pandemia no frena el Cambio Climático


El coronavirus ha desplomado la actividad económica y la movilidad, provocando un menor consumo de energía y menos emisiones de gases de efecto invernadero. Pero ha sido de marzo a junio: a partir de julio, han vuelto a subir las emisiones y van camino de aumentar como antes de la pandemia, según alerta la ONU. Por eso, piden a los paises medidas más drásticas contra el cambio climático, que no se olviden por la COVID 19 de este reto, donde nos jugamos el Planeta. Y la Agencia Internacional de la Energía acaba de pedir un recorte más drástico de emisiones, duplicar las renovables para 2030 y que los ciudadanos nos impliquemos más, viajando menos en avión y en coche y cambiando nuestros hábitos. Mientras, el Gobierno aprobó en mayo (en plena pandemia) una Ley contra el Cambio climático, que se llevará un tercio de los fondos europeos. La clave es aprovechar las inversiones verdes para salir de esta recesión y salvar el medio ambiente. No hay Planeta B.

 

La actividad del hombre provoca un aumento continuo de las emisiones de gases de efecto invernadero y el 75% del Cambio Climático en los últimos 60 años, según advirtieron, ya en 2011, los científicos Mark Huber y Reo Knutti, de la escuela Politécnica de Zúrich. Y esas emisiones han ido creciendo año tras año, aunque a un ritmo menor en las últimas dos décadas: si las emisiones de CO2 aumentaron un +3% anual entre 2000 y 2009, en la década siguiente (2010-2018) han crecido un +0,9% anual, por un menor uso del carbón. Y en 2019, las emisiones de CO2 se estabilizaron (en 33,3 millones de Gigatoneladas), por primera vez desde 2015-2016, según la Agencia Internacional de la Energía (IEA), que revela cómo crecen las emisiones de los paises en desarrollo y bajan las de los paises industrializados, en especial Europa (-5%), EEUU (-2,9%) y Japón (-4,3%).

Este año 2020, con la pandemia, las emisiones de gases de efecto invernadero han bajado,  por la profunda recesión desatada en todas las economías y la baja movilidad (internacional y nacional), sobre todo de marzo a junio. La última estimación de Carbon Monitor es que las emisiones de CO2 entre el 1 de enero y el 31 de agosto de 2020 han bajado en el mundo un -6,5%, sobre todo por la caída de emisiones en el transporte (contribuye a la mitad de la caída total, con un -3,3), la producción de electricidad (-1,5%), la industria (-1,2%), la aviación nacional (-0,3%) y el consumo residencial (-0,2%). Eso sí, la caída en las emisiones CO2 varía por paises: -2% en China, -13,4% en India,  -12,7% en Brasil, -12,4% en EEUU, -7,1% en Japón, -4,4% en Rusia y  -10,6% en la UE-28, con una bajada del -12,8% en Alemania, -12% en Reino Unido, -11,8% en Italia. -11,6% en Francia y -17,2% en España, el país con una mayor reducción de emisiones por la pandemia.

Con estos datos de emisiones los 8 primeros meses, la previsión de la Agencia Internacional de la Energía (IEA) es que 2020 termine con una rebaja del -7% en las emisiones de CO2, la mayor de este siglo, fruto de una caída del consumo de energía del -5%. Pero su temor es que el consumo energético se reactive en 2021 y años siguientes, con una previsión de aumento del consumo energético del +4 al +9% para 2021-2030. Y con este esperado repunte del consumo, volverían a crecer las emisiones.

Pero no hay que esperar a los próximos años. La ONU dio en septiembre la voz de alarma: el consumo energético ya está aumentando y las emisiones de CO2 están subiendo desde julio, con el final de los confinamientos, y ya están a niveles de antes de la pandemia. Así que no podemos “cantar victoria”. Y además, este último informe de la ONU (“United in Science 2020”) recuerda al mundo que, a pesar de la pequeña “tregua” de la pandemia, la acumulación de CO2 en la atmósfera se encuentra en el nivel más elevado de los últimos 3 millones de años. Concretamente, en primavera de 2020, el nivel de CO2 en la atmósfera superó las 410 partes por millón (ppm). Y el 9 de abril, el observatorio de Hawái  alcanzaba un récord histórico de CO2 (417,18 ppm), que en el caso de España (observatorio de Izaña, en el Teide) se superó el 18 de abril, con 418,7 ppm de CO2.

Y no son únicamente las emisiones de CO2, que suponen el 82% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero (GEI, que provocan el recalentamiento de la atmósfera). La ONU recuerda que se han disparado en los últimos 15 años las emisiones de metano (CH4, un 11% de los GEI y responsable de la cuarta parte del calentamiento global), procedentes de la extracción de gas natural, los humedales y la ganadería. Y también preocupan las crecientes emisiones de óxido nitroso (N20, responsable del 5% de las emisiones de GEI), un gas que tiene un efecto invernadero 300 veces más potente que el CO2 y que procede de la agricultura (fertilizantes)y la ganadería (purines), de la generación de comida. Sin olvidar los hidrofluorocarbonos (HFC), provocados por los sistemas de refrigeración y aire acondicionado, responsables del 2% restante de GEI.

El último informe de la ONU no sólo advierte sobre el actual repunte de emisiones (a pesar de la pandemia)  y la concentración de GEI en la atmósfera sino que recuerda al mundo sus preocupantes efectos sobre la Tierra y nuestras vidas. Primero, está provocando un importante aumento de la temperatura: el quinquenio 2016-2020 será el más cálido en la historia y la temperatura de la Tierra ya está 1,1ºC por encima de 1850-1900 y 0,24 ºC por encima de la temperatura media del quinquenio anterior (2011-2015). Esto hace temer a la ONU que en el próximo quinquenio (2020-2024) se pueda superar en algún momento los 1,5ºC más de temperatura sobre 1850-1900, el techo que la Cumbre del Clima de París (diciembre 2015) se fijó como máximo sostenible para finales de siglo.

Este aumento constatable de la temperatura, por la acumulación de gases (GEI), no sólo está provocando oleadas de incendios cada vez más graves (megaincendios como los de California) sino que derrite los glaciares (el hielo del Ártico tiene la mitad de espesor que hace 40 años) y provoca un aumento del nivel del mar, que ha subido ya 3,6 milímetros anuales de 2006 a 2015 y que podría subir más de 1 metro para 2100 en Europa (donde un tercio de la población vive a 50 kilómetros de la costa). Y todo ello ha modificado el clima, con un aumento de fenómenos extremos: oleadas de calor, sequías, inundaciones y un aumento de huracanes, tormentas tropicales y ciclones. Sin olvidar la acidificación de los océanos (que absorben el exceso de calor y un 30% de las emisiones de CO2), con el consiguiente deterioro del medio marino. Y están en peligro de extinción 1 millón de especies de los 8 millones existentes, según la Plataforma IPBES (impulsada por la ONU).

Por si fuera poco todo este daño al Planeta, el Cambio Climático ya afecta seriamente a nuestra salud: la polución atmosférica y las emisiones de GEI causan ahora 7 millones de muertes “prematuras (evitables) en el mundo (400.000 de ellas en Europa y 10.000 en España), según la OMS, que advierte que el Cambio Climático no sólo provoca enfermedades respiratorias (cáncer de pulmón, asma, neumonía), sino que la contaminación pasa a la sangre y provoca también enfermedades cardiovasculares, infartos e ictus. Y el Cambio Climático, además de destruir el Planeta y enfermarnos, daña también nuestra economía, provocando enormes pérdidas: si no se frenan las emisiones, el crecimiento mundial caerá entre un 15 y un 25% para 2100, según un estudio en Nature.

A pesar de todo este apocalipsis en el horizonte, la mayoría de los paises no están tomando medidas eficaces contra el Cambio Climático, advierte el último informe de la ONU, que teme que el mundo se olvide del medio ambiente por la angustia del COVID 19. Ya en la última Cumbre del Clima, en diciembre pasado en Madrid, la ONU urgió a recortar más las emisiones y ya desde 2020, para reducirlas un -50% en 2030 y conseguir suprimirlas en 2050 (cero emisiones: sólo se emiten los gases que se absorban). Es la única manera de que la temperatura no suba +1,5ºC para 2100 (recordemos que ya ha subido 1,1ºC) y con ello se salve el clima, las especies y la Tierra. Pero los meses han pasado y con las urgencias de la pandemia, la ONU constata ahora que no se ha avanzado contra el Cambio Climático. Y por eso lanza esta alerta: urgen compromisos de los Gobiernos, empresas, ciudades y grandes emisores para conseguir cero emisiones en 2050. Hay que actuar ya.

Este martes 13 de octubre, la Agencia Internacional de la Energía (IEA) acaba de lanzar una hoja de ruta a los paises para conseguir ese gran objetivo de cero emisiones en 2050. Lo primero, dice, es que más paises aprueben Planes con ese objetivo, algo que por ahora sólo han hecho la Unión Europea, Reino Unido, Canadá, Corea y Nueva Zelanda, más algunas multinacionales (en España, Repsol e Iberdrola). China ha anunciado por sorpresa que se compromete  a conseguirlo para 2060, mientras EEUU dependerá de que Trump pierda las elecciones en noviembre. Entre tanto, la IEA plantea ahora recortar las emisiones un 60% entre 2019 y 2030, aumentar el peso de la electricidad renovable del 27% al 60% y conseguir que en 2030, la mitad de los coches que se vendan sean eléctricos (pasar de 2 millones vendidos en 2019 a 50 millones en 2030), lo que supone duplicar la producción de baterías cada 2 años. Y todo ello exige cuadruplicar  las inversiones mundiales en energías limpias: de 380.000 millones invertidos en 2019 a 1,6 billones en 2030.

Un enorme esfuerzo que la Agencia Internacional de la Energía pide a Gobiernos, empresas y grandes ciudades, pero también a los ciudadanos. De hecho, propone 11 medidas con las que todos podemos ayudar a luchar contra el Cambio Climático, destacando cuatro con más impacto: sustituir los vuelos de menos de una hora por viajes en tren, cambiar los viajes en coche de menos de 3 kilómetros por trayectos a pié o en bicicleta, reducir la velocidad global del tráfico en 7 km/hora y subir el aire acondicionado en verano o bajar las calefacciones en 3ºC. Y cambiar los hábitos alimenticios y de consumo.

En medio de estas alertas de la ONU y la IEA, España es de los paises que “se ha puesto las pilas” en la lucha contra el Cambio Climático. Primero, el 19 de mayo (en plena pandemia), el Gobierno aprobó el proyecto de Ley de Cambio Climático y Transición Energética, que ahora tiene que debatirse en el Congreso. Los 2 grandes objetivos son conseguir cero emisiones en 2050 y que toda la electricidad sea 100% renovable antes de esa fecha. Para ello, el Plan Nacional de Energía y Clima (PNIEC) 2021-2030 contempla 81 medidas, con 4 objetivos intermedios para 2030: reducir las emisiones un 23% (sobre las de 1990), duplicar el consumo de renovables (al 42% del consumo final), duplicar la electricidad 100% renovable (del 37,5% en 2019 al 74% en 2030, con el cierre en 2025 de todas las centrales de carbón) y mejorar la eficiencia energética (un +39,2% para 2030). Y otro objetivo más: que en 2040 sólo se vendan coches 0 emisiones. Todo ello exige, según este Plan, que España destine más de 200.000 millones a inversiones verdes en la próxima década, lo que reportará de 250.000 a 300.000 empleos netos anuales.

Con la tremenda recesión provocada por la pandemia, el Gobierno considera la lucha contra el Cambio Climático como el principal motor de la reconstrucción del país. Así, en el Plan de Recuperación enviado a Bruselas, el Gobierno pretende destinar a inversiones verdes un tercio de los Fondos europeos, un 37% de los 72.000 millones de inversión prevista en 2021-2023 (otro 33% irá para digitalizar la economía y el resto para corregir desequilibrios regionales y de género). Entre las medidas destacadas por el presidente Sánchez está alcanzar 250.000 coches eléctricos para 2023 (había 56.100 a finales de 2019) y 5 millones de vehículos eléctricos en 2030, habilitar 100.000 puntos de recarga, rehabilitar 500.000 viviendas para que consuman menos energía y restaurar 3.000 kilómetros de ríos. la vez, se ha aprobado un Plan de fomento del hidrógeno renovable en industrias y vehículos (100 “hidrogeneras”, 150 autobuses, 5.000 camiones, 2 líneas de tren y 5 puestos de suministro de hidrógeno en puertos y aeropuertos para 2030).

Con el dinero europeo y fondos públicos y privados españoles, las primeras inversiones verdes empezarán en 2021, incluyendo nuevas ayudas a la compra de coches eléctricos. Pero también habrá que conseguir recursos penalizando las industrias y energías más contaminantes, con más impuestos verdes (donde España podría ingresar 3.000 millones de euros anuales, según la Comisión Europea). Y eso pasa por aumentar los impuestos a los carburantes contaminantes (gasolina y gasoil), porque son mucho más bajos en España: pagamos 14,85 céntimos menos por litro de impuestos en la gasolina súper que la media UE-27, 15,78 céntimos menos que los alemanes y 23,86 céntimos menos que los franceses, según el último Boletín Petrolero UE. Y también pagamos  11,50 céntimos menos por litro de impuestos en el gasóleo  que la UE-27, 5,70 céntimos menos que los alemanes y 25,11 céntimos menos que los franceses. También se debería subir el impuesto de matriculación a los coches más contaminantes, sobre todo a los todoterrenos y SUV.

La angustia del coronavirus no puede hacernos olvidar que el Cambio Climático es un problema aún más grave, uno de los tres grandes retos de este siglo, junto a la revolución tecnológica y el envejecimiento. Y mientras seguimos con la mascarilla y la prevención frente al COVID 19, tenemos que cambiar nuestros hábitos para ayudar a reducir las emisiones: viajar menos en avión, usar menos el coche, rebajar la calefacción y el aire en trabajos y domicilios, ajustar nuestro consumo y nuestras compras, reciclar los residuos y comer menos carne (una fuente de metano y N20). En definitiva, emitir menos gases cada día, “vivir de otra manera”, aunque nos cueste. Porque no hay Planeta B.

 

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