La venta de pisos
ha vuelto a subir en septiembre y son ya casi
4 años de recuperación, tras el desplome de 2008 a 2013. Lo que tira de las ventas son los inversores, extranjeros y
españoles, que compran pisos para alquilarlos,
algo cada vez más rentable. Y también que hay más gente trabajando y más hipotecas. Con este tirón de ventas, los precios de los pisos siguen
subiendo, 13 trimestres seguidos,
aunque sólo recuperan un tercio (+16%) de la caída de precios sufrida con la
crisis (-42%). Se consolida el despegue de la vivienda, pero no hay riesgo de “burbuja” inmobiliaria, salvo en el centro de las grandes
ciudades, donde precios y ventas se han disparado, en pisos y alquileres. El
problema está en que esta recuperación de la vivienda dificulta que muchos españoles, con empleos precarios y salarios mileuristas, compren o alquilen. Son un 30% de las familias. Y nadie les
ofrece viviendas públicas a bajo
precio, desatendidas por el Estado, autonomías y ayuntamientos.
La vivienda se recupera poco a poco, aunque lejos del “boom” de ventas y precios de principios del siglo XXI. En septiembre han vuelto a subir las ventas de viviendas, un 11% sobre septiembre del año pasado, según los datos del INE conocidos hoy. Y con ello, se han vendido ya este año 354.400 viviendas, un 14% más que el año pasado. Los expertos esperan cerrar el año con unas ventas de 470.000 viviendas (el mejor dato de ventas desde 2008), lo que convertiría a 2017 en el 4º año consecutivo de subida de ventas desde 2014 (318.800 viviendas vendidas), tras el desplome sufrido de 2007 (775.300 pisos vendidos) a 2013 (312.600 viviendas vendidas). Se trata de una recuperación firme, pero no puede hablarse de una nueva “burbuja inmobiliaria”, porque las ventas están todavía muy lejos de los años dorados del ladrillo, de 2004 a 2007, cuando en España se vendían una media de 885.000 viviendas al año.
enrique ortega |
La vivienda se recupera poco a poco, aunque lejos del “boom” de ventas y precios de principios del siglo XXI. En septiembre han vuelto a subir las ventas de viviendas, un 11% sobre septiembre del año pasado, según los datos del INE conocidos hoy. Y con ello, se han vendido ya este año 354.400 viviendas, un 14% más que el año pasado. Los expertos esperan cerrar el año con unas ventas de 470.000 viviendas (el mejor dato de ventas desde 2008), lo que convertiría a 2017 en el 4º año consecutivo de subida de ventas desde 2014 (318.800 viviendas vendidas), tras el desplome sufrido de 2007 (775.300 pisos vendidos) a 2013 (312.600 viviendas vendidas). Se trata de una recuperación firme, pero no puede hablarse de una nueva “burbuja inmobiliaria”, porque las ventas están todavía muy lejos de los años dorados del ladrillo, de 2004 a 2007, cuando en España se vendían una media de 885.000 viviendas al año.
El tirón de las ventas se debe a las viviendas de segunda mano (82 de cada 100 viviendas vendidas, 328.200 en 2016 frente a
162.600 en 2012), ya que la venta de viviendas
nuevas todavía no se ha recuperado
(se vendieron 75.600 en 2016, frente a 155.900 en 2012), mientras que antes de
la crisis la proporción de venta de usadas/nuevas era 50/50. Y hay que
resaltar que el repunte de ventas es muy
desigual por regiones: este año, las ventas de viviendas crecen más en
Castilla la Mancha, Comunidad valenciana, Galicia, Extremadura y Madrid. Y
crecen menos en Navarra, el País Vasco y Rioja.
Casi tres de cada
cuatro compradores de vivienda
(71,26%) lo hacen para vivir en ella,
pero más de una cuarta parte (28,74%)
la compran para invertir en ella,
para alquilarla, según un estudio de Tecnocasa. Son inversores, españoles y extranjeros (el 17% de las
compras las hacen extranjeros, frente a un 10% antes de la crisis), que están tirando de las compras y que ven
la vivienda como una buena inversión: comprar un piso y alquilarlo está dando
una rentabilidad del 7,1% en
septiembre de 2017 (frente al 5,9% hace un año), según un análisis del portal Idealista. Una rentabilidad muy superior a la de otras
inversiones, desde la Bolsa a la deuda pública. Y aún es mayor la rentabilidad
de invertir en locales comerciales (8,3%) y oficinas (7,7%), lo que explica el aluvión de dinero (español y sobre todo de fondos extranjeros) que está llegando al
sector inmobiliario español (aquí sí puede haber una “burbuja”).
Volviendo a los pisos, no sólo se venden más porque mucha gente los compre para alquilar, sino
también porque hay más familias que los
compran para vivir, ahora que los precios son todavía bajos y ellos tienen
más empleo (hay 2 millones de españoles más trabajando
que en 2013), aunque sea precario y mal pagado. También tiran de las compras los extranjeros que comprar en
España para vivir, veranear o invertir (el 17% de las compras, que llegan al 50% en Alicante, el 44% en
canarias, el 33% en Baleares y el 32% en Gerona y Málaga). Y también ayuda
a las ventas que ahora las hipotecas (sólo 1 de cada 3 viviendas se compran al contado) son más baratas (el tipo medio está en
el 2,76%, a 24 años) y los bancos han
empezado a “abrir la mano”, eso
sí mirando con lupa a quien le
prestan (buscando que tengan contratos fijos y un ingreso mensual que triplique
al menos la cuota de la hipoteca). La concesión de hipotecas viene creciendo
desde principios de 2015 y se están dando unas 26.000 hipotecas al mes,
la cuarta parte de las que se daban en los años del “boom del ladrillo” (108.000
hipotecas al mes en 2006).
El tirón de las ventas se ha alimentado sobre todo del desplome de precios de la vivienda con la crisis: los pisos bajaron un 42% entre 2007
y 2013. Pero ahora, el tirón de las ventas ha provocado una fuerte subida de precios, que dura ya 13 trimestres, desde la primavera de 2014, con una subida acumulada del 16% (5,45% este año 2017).
Eso sí, la subida de precios está siendo muy desigual, siendo mayor en los
centros de las grandes capitales y en las ciudades donde hay menos stock de
viviendas sin vender. Las mayores subidas
se dan este año en Madrid (+7,9%), Cataluña (+5,9%) y País Vasco (+5,5%),
mientras los precios sólo bajan en Asturias (-0,7%), según los últimos datos del INE.
Ahora, los expertos creen que los precios seguirán subiendo tres
o cuatro años más, una media del 4,7% anual, según Moodys, aunque es probable que no
recuperen el 26% perdido todavía respecto a los precios de 2007. Eso
significaría que el propietario que
piense en vender no debería esperar más, porque los precios pueden estar ya
cerca del límite. Y que el comprador potencial no debe esperar tampoco, porque
los precios seguirán subiendo, aunque menos que en los últimos años. Eso sí, la
subida futura va a depender mucho de las zonas: Andalucía, Baleares y Canarias tienen
menos recorrido de subidas y sin embargo los precios pueden subir más en
Madrid, Cataluña, Navarra y Aragón.
El futuro de la vivienda depende mucho
de que propietarios y bancos
consigan dar salida al enorme stock de viviendas sin vender, estimado por el Banco de España en 508.549
viviendas (un 2% del parque total). Este enorme patrimonio de casas sin
vender frena la subida de precios, sobre todo en las zonas donde el stock es mayor:
Murcia (5,5% de viviendas sin
vender), Comunidad Valenciana (4,8%),
Cantabria (3%), Castilla la Mancha y Andalucía
(2,5%). El problema del stock de viviendas sin vender es de tal magnitud en
algunas provincias (Castellón,
Toledo, la Rioja, Almería, Ciudad Real, Alicante, Teruel, Ávila, Lérida y Soria)
que la patronal de los promotores-constructores propuso
el año pasado “llegar a demoler viviendas”,
para ayudar así a recuperarse el sector… Una locura y un sinsentido en un país
donde hay millones de familias que
no pueden comprar un piso y dos millones de jóvenes que tampoco pueden alquilarlo, por lo que el 80% viven con sus padres.
Ahora, los expertos confían que las ventas de viviendas sigan creciendo
mes a mes y en 2018 ronden la cifra
de 500.000 viviendas vendidas, cerca
ya de las 558.429 vendidas en 2008 pero todavía lejos del promedio de 885.000
vendidas al año entre 2004 y 2007. Si sigue fuerte la demanda y se agotan las
viviendas usadas en algunas provincias, podrían
empezar a construirse más viviendas nuevas, que por ahora despegan despacio: en 2016 se terminaron
60.000 viviendas nuevas, por encima del mínimo de 34.300 viviendas construidas
en 2013 pero muy lejos todavía de las 865.000 viviendas iniciadas en España en
2006. Los promotores piensan que en
los próximos años se podrían iniciar 100.000
viviendas al año, pero se quejan de que se están disparando los precios de los solares (sobre todo en las grandes capitales) y los sueldos, debido a que falta mano de obra preparada en la construcción (desde soladores a yeseros pasando
por pintores y fontaneros, que perdieron su trabajo hace 10 años y no han sido
sustituidos por jóvenes formados que quieran trabajar en una obra).
La clave del futuro
de la vivienda va a estar en que las
familias españolas se recuperen, mejoren sus empleos y sus ingresos y puedan pensar en comprar un piso, algo que
se va a poner más difícil a partir de
2018 porque van a subir los tipos de
interés, al retirar el BCE sus estímulos monetarios. Con todo, hay una parte importante de españoles
que no notan la recuperación y que no
van a poder pensar en ser propietarios de un piso: son todas las familias
que ingresan menos de 2.000 euros al mes
(el 30% de los hogares, 5.5 millones de familias, según un estudio de Fedea
) y que por tanto no pueden pagar los
810 euros al mes de hipoteca que les costaría comprar un piso medio en una gran
ciudad. Con esos ingresos, les resulta difícil incluso alquilar, porque los
alquileres han subido un 12,3% en el último año y un alquiler medio en una gran
ciudad cuesta ya entre 700 y 1.200 euros al mes
(fuera del centro), una cantidad que tampoco pueden pagar muchos jóvenes y
familias.
Eso obliga a muchos
españoles a buscar un piso de promoción pública o un alquiler social. El problema es que no
hay, sobre todo donde más falta hace, en las grandes capitales. Y no
hay porque el Estado, las autonomías y
ayuntamientos han abandonado la promoción de viviendas públicas, sobre todo
desde 2010 y más desde 2012, con el Gobierno Rajoy. Y así, si entre 1940 y 2011, la mitad de las familias españolas accedieron a
su primera vivienda gracias a una vivienda protegida, en 2016 sólo se iniciaron
6.000 viviendas protegidas. Y los expertos alertan que si no se toman medidas, la vivienda protegida
desaparecerá: a los promotores
no les compensa construirlas (hay un exceso de burocracia y faltan suelo y
ayudas) y al comprador no les
compensa adquirirlas, porque el precio supera en un 15% a las viviendas libres,
no existen apenas ayudas y luego tienen limitaciones para venderlas. Y tampoco
las autonomías ni los Ayuntamientos (salvo
ahora el de Madrid) se están volcando en promociones de viviendas públicas
para alquilar.
En resumen, que la vivienda se recupera en ventas y
precios, pero sin estridencias, sin que vayamos a una nueva “burbuja inmobiliaria”
por el momento. Y aunque hay más
familias que ahora pueden comprar una vivienda, todavía el empleo es
demasiado precario y los sueldos bajos como para asentar las ventas, que crecen
impulsadas por los inversores, españoles y extranjeros que compran para alquilar. Eso sí,
el problema de la subida de precios
de los pisos deja
fuera a un tercio de familias, que no pueden comprar ni tampoco
alquilar y a las que no se ofrece una salida, con promociones públicas de
vivienda en alquiler. Hace falta un Pacto
por la vivienda pública, entre el Estado, las autonomías, los ayuntamientos
y los promotores, para crear un parque de vivienda pública, como
tienen otros paises europeos. No dormirse
en la recuperación de la vivienda libre. Porque muchos españoles siguen sin casa.
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