Los españoles no consiguen
ahorrar y por eso tienen que pedir
un crédito para comprar coche, cambiar la nevera y los muebles o irse de vacaciones.
Y, sobre todo, para comprar casa. Con
la crisis,
el crédito se desplomó y las familias aprovecharon para devolver deudas. Pero ahora
se ha “despertado” el crédito, sobre todo los créditos al
consumo, que se han duplicado desde 2014 y no paran de crecer, como las
compras a crédito con tarjetas. Y
también llevan tres años creciendo las hipotecas,
en medio de una “guerra de ofertas” de la
banca, que ahora las subirá para compensar la sentencia del Supremo. Todo ello ha llevado al
Banco Central Europeo y al Banco de
España a “alertar” a los bancos
españoles, para que vigilen y moderen los créditos que dan, intentando evitar
problemas futuros. Sobre todo, porque en
2019 empezarán a subir los tipos de interés en Europa y eso puede disparar la morosidad de las familias y los problemas de la banca. ¡Ojo a endeudarse de más otra vez¡
enrique ortega |
Los españoles ahorramos poco, de siempre, porque tenemos menos renta y menos empleo y porque tenemos “mentalidad de propietarios”: lo que ahorramos lo gastamos en comprar una vivienda. Antes de la crisis, a principios de siglo, el ahorro rondaba el 10% de la renta bruta disponible, frente a una media del 14% en la zona euro. Luego, el ahorro se desplomó hasta 2008, por la compra de casas y porque empezó el paro y la caída de salarios: el ahorro español bajó del 6% de la renta (2008) frente a más del 12% en Europa. Curiosamente, en los primeros años de la crisis, los españoles aumentaron su ahorro, gastando al mínimo, hasta un máximo histórico del 13% de la renta, por temor a lo que se les venía encima. Pero en los años siguientes, se “comieron ese ahorro”, para reducir deudas y sobrevivir. Así llegamos a 2018 con el ahorro en mínimos históricos: un 5,1% de la renta disponible, menos de la mitad del ahorro de la zona euro (12,3% de la renta) y mucho menos que Alemania (ahorra el 17,3% de su renta), Francia (13,7%) o Italia (9,5%), aunque más que Reino Unido (2% de ahorro), según un reciente estudio de la CNMV.
Los españoles ahorramos
menos de la mitad que Europa y, en consecuencia, cuando tenemos un gasto
extra importante, tenemos que pedir un crédito, endeudarnos. En los años anteriores a la crisis, el endeudamiento
de las familias españolas se disparó, hasta un máximo de 910.537 millones de euros en 2008, el 74,5% para comprar piso (678.448 millones
prestados para vivienda en 2008), según los datos del Banco de España. A partir
de ahí, muchos españoles perdieron su trabajo y les bajaron el sueldo, con lo
que vieron peligrar el pago de sus créditos y se lanzaron a devolver lo más
posible, a costa de su ahorro y sus menores ingresos. Y así, en 2013 ya debían 769.800 millones (140.737 millones
menos) y 705.977 millones a finales de 2017: se habían quitado un 22,4% de la deuda
(204.560 millones) en nueve años, un
esfuerzo de ajuste que no ha hecho nadie en Europa.
Después de quitarse parte de la losa de la deuda, cualquiera podría pensar que los españoles no
querrían ni oír hablar de pedir más créditos. Pero ya saben, el hombre es el
único animal que tropieza dos veces en la misma piedra… Y como los sueldos no dan, pues volvemos
a pensar en comprar a crédito. Los datos lo demuestran. El crédito al consumo (para comprar coche,
cambiar electrodomésticos o muebles y pagarse vacaciones o caprichos) se ha
duplicado entre 2014 (16.330 millones) y 2017 (29.389 millones) y este
año, hasta agosto, se han concedido más créditos al consumo (22.807 millones)
que en todo 2015 (19.747 millones), según los datos del Banco de España. Las compras a crédito con tarjeta han
crecido otro 50% entre 2014 (8.850 millones) y 2017 (13.290 millones de
saldo). Y las hipotecas también
crecen, un 43,9% en los últimos tres
años: de 27.007 millones nuevos concedidos en 2014 a 38.863 millones para
hipotecas en 2017. Parece que no hay miedo a endeudarse.
Lo que más crece son los créditos al consumo porque son los de menor importe y donde la banca gana
más y arriesga menos. En los dos últimos años hay una verdadera “guerra de ofertas” bancarias para
colocar créditos al consumo, porque a las entidades les sobra liquidez y tienen
poca demanda solvente de otros créditos a empresas y particulares. Y así, nos “colocan”
créditos sin pedirlos (“preconcedidos”)
y nos facilitan cambiar de coche o de muebles y viajar. Un dinero a corto plazo
(1 a 5 años) y con un interés muy alto,
gastos y comisiones aparte. Así, el tipo
de interés del crédito al consumo era en España del 8,24% en agosto de 2018
(el coste oficial del dinero en Europa es el 0%...), frente a una media del 5,17% que se cobraba en la zona euro, según los datos del Banco de España. Y en Francia se están cobrando al 3,61%, al
6% en Alemania o al 6,71% en Italia, según datos de Bankia.
Pero además, al calor de esta mayor oferta de créditos al
consumo han proliferado empresas de “créditos rápidos”, de 300 a 6.000 euros, que conceden más fácilmente
créditos (“al instante, sólo con llamarnos”) a cambio de cobrar unos intereses
abusivos, por prestarnos pequeños a uno o tres meses sobre todo (el TAE puede superar el 1.000%) Y luego están las comisiones y penalizaciones.
En esta “guerra” por colocarnos un crédito rápido no sólo están los bancos sino que se les han unido
las financieras especializadas (como
Cofidis y Cetelem), empresas de microcréditos (300 a
500 euros), como Vivus o Moneyman, y hasta empresas
de telecomunicaciones: Movistar creó (con la Caixa) en 2017 Movistar Money, para ofrecer créditos en 48 horas y en 2019 Orange hará lo mismo con
Orange Bank.
Otra vía para pagar a
crédito es pagar con una tarjeta de
crédito aplazando el pago, lo que se llama una tarjeta “revolving”. Un tercio de todas las tarjetas de crédito que tenemos
(unos 12 millones de las 35,77
millones de tarjetas de crédito que había en junio de 2018) son así:
compramos con ellas y tenemos una especie de crédito por el que pagamos una
cantidad fija (o un porcentaje del saldo) al mes, a cambio de abonar un interés que es muy elevado: ronda el 20% anual (interés mensual
del 1,5%). A eso hay que añadir el coste
anual de la tarjeta (de 35 a 45 euros) y los elevados costes por descubierto si superamos los límites de la tarjeta: se pagan dos
comisiones, una por reclamación de posiciones deudoras (35 euros) y otra por
descubierto (30 euros), más intereses de demora (20% TAE).
Y luego están los créditos más abultados y complicados de
devolver, las hipotecas. Tras los
años más duros de la crisis, entre 2008 y 2014, los españoles han vuelto a
pedir hipotecas, animados por la bajada de tipos, que permite contratar ahora las hipotecas más baratas de la historia: se pagaban en agosto de 2018 al 2,28% en España, frente al 1,85% en la zona euro, según la última
estadística del Banco de España. Eso supone que una hipoteca de 150.000
euros a 20 años cuesta al mes 678 euros, bastante menos que un alquiler (si se
tiene dinero para la entrada y los gastos, un 25% del coste de la vivienda). La
clave es que el banco nos conceda la
hipoteca, aunque sea barata, porque miran con lupa el contrato y los ingresos del solicitante. Pero en el
último año, a la vista de que no tienen muchos clientes solventes donde elegir
y les sobra liquidez, la banca ha abierto la mano e
incluso hay una cierta “guerra de hipotecas”, aprovechando que el Euribor (se cobra tipo inicial primer año + diferencial +Euribor el resto de años) sigue siendo negativo y ha
mejorado el empleo y los salarios de algunos españoles.
Por todo ello, se
están dando más hipotecas: 29.287 en julio de 2008, casi el doble que en
2014 (17.949 en julio), aunque lejos de
las 89.642 hipotecas al mes que se daban en 2008. Y también se pide más importe, superando la
hipoteca media los 125.000 euros (125.120 en julio), según los datos del INE, que refleja un tipo
medio para las hipotecas variables del 2,36%
(el mínimo histórico) y un tipo fijo del 3%
para las hipotecas a tipo fijo, que son el 40% de las nuevas hipotecas que se
hacen este año (eran sólo el 10% en 2016). Con todo ello, el dinero nuevo concedido
para comprar casa ha subido de 27.007
millones en 2014 a 38.863 millones en 2017 y podría superar los 42.000 millones este 2018, aunque juega en
contra el enorme lío que ha montado el Tribunal Supremo con la sentencia de quien paga el
impuesto de actos jurídicos documentados, que va a frenar la concesión en
octubre y noviembre.
Un inciso sobre esta sentencia
del Supremo: decida lo que decida
finalmente este 5 de noviembre, lo pagarán los
clientes de las hipotecas, no los bancos. Las cuentas son sencillas. Si
finalmente confirma que paguen el impuesto los bancos, lo trasladarán a sus clientes y no se darán casi cuenta: subir un 0,10% sólo el tipo de una hipoteca
de 150.000 euros a 25 años supone pagar 2.043 euros más en interés a lo largo
de la vida del crédito, según el cálculo hecho por Cinco Días. Un ingreso extra que les da de sobra para pagar el
impuesto e incluso ganar en la operación: un 1% de impuesto en una hipoteca de
150.000 euros son 1.500 euros a pagar. Les daría incluso para compensar un
1,35% de impuesto. Y si el Supremo,
en plan salomónico reparte el impuesto, les
bastaría con subir un 0,05% el tipo de la hipoteca. Imperceptible para el
cliente, no para su bolsillo. De momento, algunos bancos, como CaixaBank e Ibercaja, ya han subido por si acaso sus hipotecas entre un 0,15 y un 0,40%.
Volviendo al crédito
y a cómo se ha vuelto a disparar, sobre todo el crédito al consumo, el Banco Central Europeo (BCE) ya dio en mayo “un toque” a la banca española, recomendado “que frene su ritmo de concesión de créditos al consumo” por ser un
producto con menos garantía y más riesgo que una hipoteca. Y el Banco de España le ha dado ya a la
banca dos llamadas de atención sobre el crecimiento del crédito, una
en septiembre (en el Informe trimestral) y otra el 5 de octubre, en persona: el gobernador advirtió en Bilbao a los banqueros que “no pueden descuidar la vigilancia sobre las condiciones de concesión de
sus créditos, especialmente en los préstamos al consumo a las familias”. Y
señaló, como el BCE, que el riesgo es
que aumente la morosidad y estos “créditos
pasen de ser una fuente de ingresos a una fuente de pérdidas para la banca
española”.
Advertidos quedan,
pero los
bancos prefieren arriesgarse y prestar
a las familias que dedicar su dinero a comprar deuda pública (el BCE se la va a dejar de comprar en diciembre) o prestar a
empresas con riesgo dudoso o dejar ese dinero improductivo. Y más si sacan una elevada rentabilidad, que supera el 8%, más comisiones y otros
ingresos colaterales (tarjetas, seguros, Planes de pensiones…). Además, algunos
expertos señalan que “el riesgo no es
para tanto”, porque el peso del crédito
al consumo sobre el total del crédito al sector privado es bajo (6,9%) y similar al de la
eurozona (6,6%), Italia (7,1%), Francia y Alemania (7,3%), según un informe de CaixaBank. Incluso sobre el crédito total de la banca a las familias,
los créditos personales suponen en España el 12%, un porcentaje similar al de
Alemania e inferior al de Francia, porque la mayoría de la financiación va a
las hipotecas, según Funcas. Y además, la morosidad ha
bajado, no ha subido con el crédito: del 7,7% sobre el total del crédito al
consumo en 2014 al 5,2% de morosidad en 2017, según el Banco de España.
Haya o no riesgo ahora con el despunte del crédito, lo cierto es que el riesgo se va a agravar en los próximos años, con la esperada
subida de los tipos de interés en Europa, a partir del otoño de 2019. De hecho, los
tipos oficiales del BCE siguen en el
0% (mientras EEUU los ha subido ya 8 veces, la última en septiembre de 2018, al 2-2,25%), pero ya ha anunciado que subirán
poco a poco a partir del verano próximo. Y el Euribor, la principal referencia
para las hipotecas a tipo variable (pagan un tipo inicial y luego el Euribor +un
diferencial) lleva 7 meses subiendo,
aunque todavía está en negativo (-0,155 en octubre frente
a -0,180 en octubre 2017 y +0,338 en octubre 2014). Con ello, las hipotecas que se han revisado en
septiembre y octubre han tenido unos céntimos de subida en la cuota y será
mayor en los próximos meses, sobre todo dentro de un año. La previsión de AFI es que el Euribor a un año suba un 0,4% en diciembre de 2019 y un 1,5% para diciembre de 2021, mientras Bankia apuesta por una subida del 1% para
finales de 2020. Sólo con esta subida del Euribor, sin tener en cuenta
cambios impositivos o subidas de la banca, una hipoteca media, de 150.000 euros
a 20 años, se encarecería en 80 euros al
mes para dentro de 2 años (de 678,72 a 758,80 euros si sube el Euribor un
1% y a 839,4 euros si sube un 2,1%).
Quizás no parezca una subida importante, pero los
tipos podrían subir más y asfixiar a los endeudados si los mercados se
ponen nerviosos ante un riesgo de nuevas turbulencias o de una nueva crisis. En
cualquier caso, endeudarse será más caro
y lo más preocupante es que hay 10 millones de españoles vulnerables
(inactivos, parados, con empleos precarios o sueldos bajos), según un estudio de Fedea y Accenture, familias que si vienen "mal dadas" tendrían problemas
para devolver su crédito personal o pagar el plazo de su tarjeta o su
hipoteca. Y más si suben mucho los tipos. Por eso y porque ya nos ha pasado
antes, ¡ojo a endeudarse! . No tropecemos dos veces con la misma piedra.
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