jueves, 21 de julio de 2016

Muchos bares y tiendas, pocas industrias


España es un país de servicios: hay muchos bares, restaurantes, tiendas, hoteles, bancos y oficinas y pocas industrias. Un 75% de la riqueza procede del sector servicios, cuando en los años 70 aportaba menos de la mitad del PIB. Y la industria, que suponía entonces un 38% de la actividad, ha quedado en el 17%. Consecuencia: 8 de cada 10 nuevos empleos se están creando en los servicios, la mitad en comercio y hostelería. Son empleos más precarios y peor pagados: un empleado de hostelería gana un 41% menos que la media y el de comercio un 13,5% menos. Para conseguir un empleo menos precario y mejor pagado es clave reindustrializar España, que ganen peso las industrias, sobre todo las grandes, que aseguran un empleo más estable y una economía más competitiva, que nos acerque al nivel de vida europeo. Urge un Pacto por la industria, con más formación, más tecnología y más inversión, pública y privada. Sin más industria no hay futuro.
 
enrique ortega

Este ha sido el gran cambio económico de España en los últimos 40 años: pasar de ser un país con gran peso de la industria (38,87% del PIB en 1972) a un país con poca industria (17,1% PIB en 2015) y volcado en los servicios (que ya aportaron  el 74,9% del PIB en 2015, casi el doble que el 46,2% que suponían en 1970. Entre medias, el campo también ha perdido peso (si en 1970 aportaba el 11% del PIB, en 2015 sólo aporta el 2,5%) y la construcción ha ido de más a menos, pasando de aportar el 8,8% del PIB en 1970 a un máximo del 11,6% en 2005 (“burbuja inmobiliaria”), para caer en picado hasta el 5,5% de 2015.

La crisis de la industria estalla en los años 80 y provoca la tremenda reconversión industrial de 1983 y 1984, y la puntilla se la da el “boom” del ladrillo, que desvía recursos y empleos de la industria y el campo a la construcción. Y la puntilla fue la actual crisis de 2008, que provocó nuevos cierres de industrias y fuga de inversiones. El resultado fue que la industria española perdió más de la mitad de su peso, pasando de representar más de un tercio de la economía (38,87% del PIB en 1972) a caer a un mínimo del 14,36% del PIB en 2009 para recuperarse luego ligeramente, hasta representar el 17,1% del PIB (entre industria, 15,5%, y energía), según la Contabilidad nacional del INE. Y España, que era la 9º potencia industrial del mundo en 1980, ha pasado ahora al puesto 15º del ranking industrial (y bajando).

En paralelo, los servicios han ganado peso en la economía española, pasando de aportar el 46,2% del PIB en 1970 al 56,5% en 1980, el 71% en 2010 y el 74,9% en 2015, un porcentaje mayor que en Europa, donde los servicios aportan un 73,5% del crecimiento (en Alemania, un país muy industrializado, suponen sólo el 69% de la riqueza). Pero en términos de empleo, la importancia de los servicios en España es aún mayor: si en 1970 sólo trabajaban en los servicios un tercio de los españoles (36,5%), en 2015 trabajan en los servicios las tres cuartas partes de los españoles (un 76,2%).

Lo más llamativo es que los servicios emplean hoy a casi los mismos españoles que antes de la crisis, mientras que los que han perdido empleo son la construcción, la industria y la agricultura. Así, hoy trabajan en España 18.029.600 personas (marzo 2016), casi 2,6 millones menos que antes de la crisis (20.620.000 trabajaban en 2008). Y en los servicios trabajan 21.200 personas más (13.739.200 frente a 13.718.000), pero los demás sectores han perdido empleo, además de peso económico: en la construcción hay 1.700.000 personas menos trabajando, en la industria 871.000 trabajadores menos y en el campo otros 92.700 menos.

Una profunda reconversión económica y laboral, que ha reforzado el liderazgo de los servicios. Y dentro de ellos, de dos sectores, el comercio y la hostelería, donde trabajan ahora la cuarta parte de los españoles: hay 2.901.700 personas trabajando en el comercio (el 16,1% del empleo total) y 1.503.900 trabajando en la hostelería (8,3%). Y no sólo eso: 8 de cada 10 nuevos empleos creados en 2014 y 2015 se crearon en los servicios, la mitad de ellos en esos dos sectores que “tiran” hoy del empleo y la economía: el comercio y la hostelería. Vivimos en un país donde cada día se abren bares, restaurantes y tiendas, no industrias.

Pero los servicios “tiran” de una manera preocupante: con un empleo muy precario y mal pagado. El 95% de los nuevos contratos hechos en 2014 y 2015 fueron temporales y un 35% a tiempo parcial, trabajos que cobran entre un tercio (-36% gana un trabajador temporal) y dos tercios menos (-63,4% menos gana un trabajador por horas) que uno fijo a tiempo completo, según el INE. Y además, los dos sectores que están creando más empleo son los peores pagados. Así, un trabajador de hostelería gana de media 13.636 euros brutos al año, según el INE (2014), un 41,4% menos que el sueldo medio en España (22.858 euros brutos). Y un trabajador del comercio gana 19.771 euros, un 13,5% menos que la media.

En definitiva, que estamos configurando un país de tiendas, bares y restaurantes, con un empleo precario y mal pagado, mientras no despega el empleo en la industria, más estable y mejor pagado y en un sector con más futuro. Y eso porque todos los estudios demuestran que la industria es un sector con más productividad, empleos más formados, mejor tecnología, más capacidad exportadora y más competitividad. No es casualidad que los paises más industrializados del mundo (EEUU, China, Japón y Alemania) sean también los más ricos. Si España aumentara el peso y la productividad de su industria, la economía, el PIB podría crecer un 2,3% más, según la consultora PwC.

¿Qué ha pasado en España con la industria? Pues que muchas empresas han desparecido, primero con la reconversión industrial de los 80 y luego a partir de la crisis de 2008, cuando también cayeron muchas empresas auxiliares de la construcción. Si en 1993 había en España 145.665 empresas industriales, en 2011 había 129.332 y hoy aún quedan menos. Se han cerrado unas 20.000 empresas industriales, muchas de ellas grandes, sobre todo en Cataluña, Andalucía y Canarias, las tres autonomías que más han sufrido la crisis industrial. Y ahora, la industria española se concentra sobre todo en Cataluña (23,1% de toda la industria española), Andalucía (11,4% del total), Comunidad Valenciana (10,6%) y País Vasco (9,6%), según el INE, aunque el mayor peso de la industria sobre su economía se da en Navarra, País Vasco y Rioja, precisamente las tres autonomías con menos paro de España.

La caída de la industria no es sólo un problema de España sino que preocupa en toda Europa, donde la industria ha perdido fuelle en las dos últimas décadas frente a Estados Unidos y Asia. En concreto, Alemania es el 4º país más industrializado del mundo (su industria aporta el 25,5% del PIB), por detrás de Estados Unidos, China y Japón. Y el 6º es Italia (25,2% de aportación de la industria al PIB), todavía por detrás (industrialmente) de Rusia y Brasil. Y en los puestos 8º y 9º del ranking industrial mundial están Reino Unido (21,6% de aportación industria al PIB) y Francia (18,5%), seguidos de cerca por la India. Por todo ello, la Comisión Europea quiere poner en marcha un Plan para reindustrializar el continente, para que la industria represente un 20% del PIB en toda la UE (en 2013 era el 19,1% en la UE-28 y el 19,3% en los 19 paises del euro, según Eurostat).

España, con una menor aportación de la industria (17,1% del PIB: 15,5%la industria y el resto la energía), tiene que hacer un esfuerzo mayor de reindustrialización que los grandes paises europeos. Y cuenta con dos hándicaps propios, donde también España “is different”. Uno, el menor tamaño de las empresas: aquí hay muchas más microempresas (94% del total frente a 92% en la UE) y pymes (5,2% frente al 6,6%) que en Europa y menos empresas medianas (0,7% frente a 1,1%) y grandes (0,1% frente a 0,3%), según datos de Eurostat. Y el tamaño importa y mucho para que una empresa industrial pueda innovar, competir y exportar.

El otro hándicap de España es que los inversores españoles han “huido” de la industria, sobre todo la banca, las cajas y las grandes fortunas (invierten, como Amancio Ortega, en inmobiliarias o SICAV). El resultado ha sido un mayor control de las multinacionales extranjeras de la industria radicada en España: las industrias extranjeras han crecido un 29% con las crisis (de 1.717 en 2008 a 2.216 en 2012) y casi un 40% del negocio industrial en España (el 37,2%) está en manos de filiales de multinacionales extranjeras, que mantienen el 20% de todo el empleo industrial. Y esa importancia es aún mayor en la industria del automóvil (las multinacionales generan el 63% del empleo), la química y los laboratorios farmacéuticos (55% del empleo lo dan las multinacionales), la industria de equipos eléctricos o electrónicos e incluso la industria metalúrgica, con fuerte presencia de capital europeo y USA. Esta presencia extranjera en la industria tiene efectos positivos (renovación tecnológica, alta productividad, empleo) pero supone un grave problema: nos hace muy dependientes como país. Estamos en manos de multinacionales radicadas fuera y con una estrategia mundial, que un día pueden decidir cerrar una planta industrial en España y llevarla a Marruecos o México.

Además de estos dos problemas “propios”, la industria española debe afrontar otra serie de retos. El primero y fundamental, invertir más en tecnología e innovación, tanto como país (España invierte en I+D+i un 1,23% del PIB, frente al 2,03% de la UE-28 o el 2,84% de Alemania) como las empresas (dedican un 0,84% de su gasto frente al 1,5% en Europa). El segundo, la menor productividad de las empresas españolas (-17% sobre la UE-28 y -43% sobre los paises líderes),derivada del menor tamaño, la oferta, el capital humano, la innovación y la tecnología, la organización del trabajo, los costes energéticos y financieros… Y el tercero, la peor formación de los españoles: un 45% de los adultos (25-64 años) tienen un nivel educativo bajo (sólo con la ESO acabada o ni siquiera), frente al 21% en Europa (UE-21) o el 24% de la OCDE (34 paises más desarrollados), y muy lejos de Suecia (12% de adultos poco formados), Alemania (14%), Finlandia (15%), Reino Unido (22%), Irlanda (25%) o Francia (27%), según los últimos datos de la OCDE (Panorama de la educación 2014).

Parece claro que hay que apostar por reindustrializar España, para que no seamos un país de tiendas, bares y turistas. Sindicatos y patronal ya pactaron en 2014 con el Gobierno Rajoy un acuerdo para impulsar la industria, pero aquellos buenos deseos no se han concretado todavía en medidas efectivas. Urge un Pacto por la industria asentado en varios frentes: aumentar el tamaño de las empresas (promoviendo fusiones), aumentar el gasto en tecnología e innovación, mejorar la formación (con un mayor peso de la Formación Profesional), mejorar la financiación y las ayudas fiscales a la industria, favorecer la internacionalización y la exportación de las empresas, mejorar las infraestructuras y la logística (desde los corredores ferroviarios a la banda ancha de Internet) y, sobre todo, volcarse en la digitalización de la industria. En paralelo, hay que consolidar los sectores industriales que funcionan (desde el juguete a la alimentación, el calzado o la automoción) y apostar por nuevos sectores industriales donde España puede encontrar “su hueco”: agroalimentación, aeroespacial, TIC y contenidos digitales, nuevas energías, agua y medio ambiente, nuevos materiales, diseño, biotecnología, industria de la salud…

No podemos conformarnos con ser “la California de Europa”, un país que vive del turismo, el comercio y los servicios. Hay que cambiar el modelo productivo y asentarlo más en la industria, porque eso nos garantizará un mayor crecimiento y un empleo más estable y mejor pagado. Hay que volcarse, todos, en reindustrializar España a 10 o 20 años vista. Se puede y se debe. El futuro está en la industria, no en las tiendas y los bares.

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