Enrique Ortega a partir de Le faux miroir de René Magritte |
La Inteligencia Artificial (IA) busca que una máquina o una red de máquinas sean capaces de aprender y desarrollar tareas humanas, desde escribir o traducir a diagnosticar enfermedades, conducir un coche, investigar o invertir. Las primeras computadoras se crearon en EEUU en los años 40 y ya en 1950 se creó el primer experimento de Inteligencia Artificial, el proyecto Theseus: un ratón a control remoto capaz de encontrar la salida de un laberinto. En los años 90 aparecieron programas para juegos contra humanos y ya en 2012, el desarrollo AlexNet reconocía imágenes y objetos. En 2020 se avanza en el reconocimiento del comportamiento humano y el 1 de diciembre de 2022 aparece ChatGPT, un sistema de chat basado en modelos de lenguaje por IA que permite elaborar investigaciones, informes, traducciones, artículos, fotos y vídeos, gracias al reconocimiento de voz e imágenes.
Los expertos creen que, antes o después, se conseguirá que las máquinas (los ordenadores, solos o con robots) realicen (con menos coste y aceptable calidad) una gran parte de las tareas humanas, que exista “una Inteligencia Artificial a nivel humano”: un 50% de los científicos encuestados creen que esto sucederá antes de 2061 y el 90% están seguros que será “antes de 100 años”, aunque muchos creen que se logrará “un gran avance” ya para 2050. Todo apunta a que la Inteligencia Artificial (IA) será la mayor innovación en la historia de la humanidad desde la electricidad (finales siglo XIX), permitiendo grandes avances en la Ciencia, sobre todo en energía, medicina, movilidad y sustitución de trabajos rutinarios y desagradables. Pero tiene dos graves incertidumbres: su efecto negativo sobre el empleo y el temor a un descontrol, que permita manipulaciones y controles de la sociedad por Gobiernos y grandes empresas.
Precisamente, el temor más inmediato ante la IA es que se sustituyan empleos por máquinas, acelerando la robotización de la economía. Goldman Sachs estima que hasta 300 millones de empleos en el mundo (casi el 10% del total) pueden verse afectados por los futuros sistemas de IA, llegando a afectar hasta el 25% de los empleos en EEUU y Europa. Los trabajos con más riesgo de ser sustituidos por la IA son los trabajos más cualificados y los más rutinarios, especialmente los empleos administrativos, los profesionales y técnicos, matemáticos, asesores financieros, periodistas, abogados, arquitectos, traductores y gestores. A cambio, se crearán trabajos nuevos, en especial ligados a la programación de las máquinas (“ingenieros de peticiones”) y el tratamiento de datos.
Otro problema de la Inteligencia Artificial (IA) es que agravará la crisis climática, porque la mayor utilización de ordenadores y centros de proceso de datos aumentará el consumo de energía: podría multiplicarse por 5, según algunos expertos. Y además, aumentará el consumo de agua, necesaria para refrigerar los sistemas. Baste decir que el consumo de electricidad mensual de OpenAI, la empresa que gestiona el ChatGPT, equivale al consumo anual de electricidad de 175.000 empresas danesas… Pero el mayor temor ante la IA es que las máquinas (y los Gobiernos y empresas que las gestionan) controlen nuestras vidas: vigilancia y reconocimiento facial, control de datos, manipulación de información y desinformación, consumos dirigidos, amenazas bélicas…. Y el temor final: que las máquinas escapen al control humano y acaben dominando nuestras vidas.
En medio de estos temores y recelos, los inversores y las Bolsas no quieren quedar fuera de esta revolucionaria tecnología y hay “una fiebre mundial para invertir en IA”, por participar en esta tecnología que va a dominar el futuro, lo que está recaudando millones de dólares para las empresas que avanzan en proyectos de IA, sobre todo en EEUU. De hecho, la inversión corporativa en Inteligencia Artificial se ha multiplicado por 13 en la última década, pasando de 14,57 millones invertidos en 2013 a 79,62 millones en 2018 y 276,14 millones en 2021, según los datos de Our World y la Universidad de Stanford, aunque en 2022 la inversión bajó a 189,59 millones. El gran cambio es que antes, la investigación en IA se hacía en las Universidades, y en los últimos años se están creado empresas privadas (startups) que buscan invertir y rentabilizar la investigación en IA, apoyadas por los gigantes de Internet.
En paralelo, los avances en Inteligencia Artificial (IA) forman parte de la pelea estratégica entre EEUU y China, porque ambos paises saben que será una tecnología clave para configurar el poder económico y militar del futuro, desde la energía, los nuevos fármacos y nuevos materiales a la terapia génica, los análisis de comportamientos y las futuras armas. De momento, EEUU está por delante, en inversiones, científicos que investigan (el 60%) y computación cuántica, pero China tiene planes concretos (anunciados en 2017) para ser líder de la Inteligencia Artificial en 2030. Por eso, el presidente Biden prohibió (en octubre de 2022) que las empresas norteamericanas vendan a China chips de IA. En medio de esta pelea (económica y geoestratégica) por la IA, Europa está muy rezagada y corre el riesgo de quedarse atrás en esta carrera por la tecnología clave del futuro.
La aplicación de la Inteligencia Artificial (IA) en las empresas está creciendo mes a mes, de una forma callada pero efectiva: se estima que la mitad de las empresas del mundo han utilizado ya alguna aplicación de IA en alguna unidad de negocio, según la consultora McKinsey, siendo más en EEUU y Asia (59% empresas) que en Europa (48%), paises en desarrollo (44%) y China (41%), dominando las aplicaciones de chats y asistentes virtuales para uso comercial. De momento, hay 4 áreas claves de aplicaciones de IA: tecnologías de lenguaje natural (asistentes virtuales y chatbots, análisis de comportamiento, traducción automática, resúmenes de textos), simuladores, plataformas de inteligencia de decisiones (análisis financiero, diagnósticos y tratamientos sanitarios, marketing y publicidad) e IA basada en datos (recomendaciones a usuarios, análisis para conceder créditos, diagnósticos médicos y prevención de fraudes conforme a comportamientos tipo).
Mientras las empresas se lanzan con precaución a probar las utilidades más “comerciales” de la IA, los internautas se han contagiado la “fiebre” de estas aplicaciones, los chats que incorporan reconocimiento de voz e imágenes. El 1 de diciembre de 2022, la empresa norteamericana OpenAI, fundada en 2015 por varios inversores tecnológicos (entre ellos Elon Musk, de Tesla, que se retiró en 2008, y Microsoft), lanzó al gran público ChatGPT, un modelo de IA para internautas. Y en sólo 5 días, tenía 1 millón de usuarios (cifra que Facebook tardó en conseguir 10 meses), lo que multiplicó en las redes imágenes (falsas) creadas por ordenador, como la del Papa Francisco con un abrigo blanco acolchado o Trump arrestado. Este “boom” de ChatGPT obligó a Google a anunciar, a principios de febrero de 2023, que incorporará a su buscador su propio chatbot, Bard, en el que lleva años trabajando. Y unas horas después, Microsoft anunciaba que incorporaría ChatGPT (proyecto al que inyectó 10.000 millones de dólares más en enero) a su buscador Bing y al navegador Edge. Meta (Facebook) también tiene su sistema de IA, LlaMa.
Este “boom” del ChatGPT ha despertado recelos en varios Gobiernos del mundo, que han decidido investigarlo. Incluso Italia lo ha prohibido, bloqueándolo el 31 de marzo, tras acusar a la compañía (OpenAI) de no respetar la normativa de Protección de Datos, al permitir fugas y no verificar la edad de los usuarios. Francia también investiga y en España, la Agencia de Protección de Datos (AEPD) ha iniciado una investigación de oficio y pide a las autoridades europeas que evalúen los problemas de privacidad de ChatGPT. En todos los casos, los reguladores temen la mala utilización de datos de los usuarios, además de los riesgos que conlleva una aplicación que puede generar informes, datos, fotos e imágenes falsas, sin que el internauta pueda detectar esa manipulación. Además, Europol ha alertado de que ChatGPT facilita los ciberataques y la ciberdelincuencia.
Estos problemas con ChatGPT han reavivado el temor que tienen muchos expertos ante los avances descontrolados de la Inteligencia Artificial (IA). Muchos creen que, en los últimos meses, los laboratorios de IA han entrado “en una carrera sin control para desarrollar e implementar mentes digitales cada vez más poderosas que nadie, ni siquiera sus creadores, pueden entender, predecir o controlar de forma fiable”, según denuncian más de 4.000 expertos e investigadores en esta carta abierta de finales de marzo. Los firmantes, entre ellos líderes de empresas tecnológicas como Musk (Twitter), Apple (Wozniak) o Skype (Tallinn) y el ensayista israelí Harari, piden una moratoria inmediata de al menos 6 meses, para replantearse las investigaciones de IA y planificarlas y gestionarlas con cuidado, dado que la Inteligencia Artificial representa “un cambio profundo” en la historia de la vida en la Tierra.
En paralelo a esta masiva petición de una moratoria a la IA, son numerosos los paises que ya han aprobado normativas sobre la IA, aunque sean más teóricas que eficaces. Según el informe de la Universidad de Stanford, publicado el 3 de abril, 31 paises han aprobado ya más de 125 normas relacionadas con la IA (37 en 2022), destacando EEUU (22), Portugal (13), España (10, Italia y Rusia (9), Bélgica (6), Reino Unido (6) y China (sólo 3 normas desde 2016). A pesar de ello, los expertos critican que la IA “avanza como en el Lejano Oeste”, sin control, mirando más las oportunidades (beneficios) que los riesgos. Y reiteran los riesgos de desprotección, manipulación y control de datos de empresas y usuarios.
Mientras se debate sobre la moratoria y la regulación, la Inteligencia Artificial avanza imparable, sobre todo en EEUU y China. En Europa, la Comisión Europea aprobó en abril de 2021 un Paquete de medidas de IA, con el que pretende invertir 1.000 millones al año de Fondos públicos europeos y movilizar inversiones privadas y de los paises, para alcanzar una inversión total europea en IA de 20.000 millones de euros anuales en esta década. Pero los programas concretos se encuentran retrasados y apenas se ha invertido en proyectos piloto, mientras las grandes empresas europeas contratan sus aplicaciones de IA con los gigantes tecnológicos de EEUU (Microsoft, IBM, Google).
En España, la apuesta por la Inteligencia Artificial (IA) viene de noviembre de 2020, cuando se aprobó la Estrategia Nacional de IA, para impulsar la investigación, promover el talento nacional en IA y atraer a expertos extranjeros, desarrollar plataformas e infraestructuras de datos, integrar la IA en el tejido económica y la Administración pública y establecer un marco ético y regulatorio. Posteriormente, en 2021, la IA forma parte del Plan de Recuperación, con una inversión de 500 millones de Fondos europeos entre 2021 y 2023, que podría crear y mantener 15.986 empleos. Y dentro de la Estrategia Digital 2016, se ha avanzado en distintas medidas: creación del Consejo Asesor de la IA (julio 2020), aprobación Carta de Derechos Digitales (julio 2021), PERTE de nueva economía de la Lengua (marzo 2022), para promover la IA en español, creación de Quantum Spain (adjudicado, en julio de 2022, al BSC de Barcelona el 1º ordenador cuántico del sur de Europa), el Programa Nacional de Algoritmos Verdes o la creación del Centro Nacional de Neurotecnologías (creado en diciembre 2022, en la Universidad Autónoma de Madrid), con 16 cátedras en IA.
El Gobierno Sánchez, a través de la vicepresidenta Calviño, ha reiterado su apuesta para que España sea uno de los líderes europeos en Inteligencia Artificial. Para ejemplificarlo, ha tomado dos iniciativas. Una, institucional, la creación (diciembre 2022) de la Agencia Nacional de Supervisión de la IA, en A Coruña, la 1ª Agencia de este tipo que se crea en Europa y que echará a andar en junio de 2023. Y la otra normativa: España se ha prestado a pilotar la futura legislación europea sobre IA, con un “Sanbox regulatorio” que se va a ensayar este año con las empresas españolas, para que el futuro Reglamento europeo de IA se apruebe antes de final de año, bajo presidencia española, y entre en vigor en 2024.
A pesar de esta apuesta política e institucional, España no está avanzada en la aplicación de la IA, según un estudio de BBVA Research: utilizan esta tecnología sólo un 8% de las empresas (no financieras y con más de 10 empleados), un porcentaje similar a Francia (7%), Bélgica o Austria, pero inferior a Dinamarca (24%), Portugal (17%), Finlandia (16%) o Alemania (15%). El objetivo del Gobierno y su Plan de IA es que para 2030, utilicen la IA en su operativa el 75% de las empresas españolas. El estudio señala que España ha avanzado mucho en el marco ético, regulatorio e institucional de la IA, pero poco en programas concretos, donde se tropieza con problemas a la hora de la selección y seguimiento de proyectos. Y señala un hándicap: España cuenta con menos recursos que otros paises: Alemania va a destinar el 0,14% del PIB a IA hasta 2025, Italia el 0,14%, Francia el 0,06% hasta 2023 y España sólo el 0,05% del PIB hasta 2023, casi la tercera parte de recursos que Alemania o Italia.
En resumen, la Inteligencia Artificial (IA) va a revolucionar nuestro futuro económico, laboral y social, en un mundo donde la incorporación de las máquinas avanza imparable y con escasa regulación. Y no podemos quedarnos al margen, a pesar de las incertidumbres y los riesgos. España tiene que apostar de forma decidida por la IA, con más recursos y más implicación de las empresas, asegurando el tratamiento de datos y las garantías jurídicas, evitando que las máquinas vayan más allá de la ética y los derechos de los ciudadanos. Esta nueva revolución tecnológica es imparable y tanto Europa como España no pueden quedarse al margen de la pelea entre EEUU y China. Nos jugamos el futuro.
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