jueves, 30 de junio de 2016

España y Europa: 20 años perdidos


Rajoy ha ganado las elecciones repitiendo que España ha crecido más y ha creado más empleo que el resto de Europa. Pero no ha dicho que hoy estamos más lejos de Europa que antes de la crisis: nuestra renta es el 92% de la media europea, cuando en 2007 estábamos por encima de la renta media de los 28, en el 105%. Hemos retrocedido a la distancia que nos separaba de Europa en 1995 y 1996. A lo claro: hemos perdido 20 años en nuestro acercamiento al nivel de vida europeo. Y somos el país 13 de los 28 con menor renta por habitante. La razón es doble: trabajamos menos gente y trabajamos peor que en Europa. Y esto porque tenemos empresas más pequeñas, menos industrias y demasiados servicios, menos tecnología, menos exportadores, menos formación y una economía menos digital. Urge un cambio de modelo económico, para ser más competitivos, y recuperar la distancia perdida con Europa. Debería ser el objetivo de todos para la próxima década.
 
enrique ortega

La reciente historia de España es una dura carrera por acercarnos a Europa, por no perder el tren de su crecimiento y su nivel de vida. En 1930 teníamos un 53% de la renta media de los 15 mayores países europeos, según el histórico economista Julio Alcaide. Con la guerra civil y la II Guerra Mundial, la distancia aumenta hasta el 44% de su renta en 1945. Y a partir de ahí, mejoramos lentamente hasta alcanzar el 59,1% de la renta media europea en 1960, el primer año que empieza a medirlo Eurostat. Y con el desarrollismo español de los 60 y primera mitad de los 70, la distancia con Europa se reduce más, hasta alcanzar el 79,9% de su renta en 1975. Pero llegan las crisis de los 70 y 80 y España ingresa en la UE, el 1 de enero de 1986, con sólo el 71,6% de la renta de los 12 países comunitarios entonces. Vuelven años buenos y en 1992 llegamos a un acercamiento récord: tenemos el 80,9% de la renta media europea. Nueva crisis y nuevo salto en el crecimiento español, entre 1996 y 2007, que nos permite superar la renta media europea (el 101% en 2002) y llegar a un récord : alcanzar el 105% de su renta en 2007.

Pero llega la gran recesión de 2008 y como ya había pasado antes, España cae más que el resto de Europa (también creció más en los años buenos). Y los recortes de ZP y Rajoy hacen el resto. La consecuencia es que España desanda el camino y se aleja de Europa. En 2010 ya estamos por debajo de la media (99% de su renta) y en 2015 teníamos el 92% de su renta (100% la UE-28), según el dato publicado por Eurostat hace unos días. Y la distancia es aún mayor si tomamos el nivel de vida de los 19 países del euro (92 frente a 106%). Con ello, España retrocede a la distancia con Europa que teníamos en 2005 y 2006, cuando tuvimos también el 92% de la renta media europea. O sea, 20 años perdidos.

Con estos últimos datos de 2015, España es el país nº 13 por nivel de renta (PIB por habitante) entre los 28 países de la UE. Estamos muy lejos del nivel de vida de los más ricos: tenemos un 92% de la renta media UE frente al 271% de Luxemburgo (triple renta que España), Irlanda (145% de la renta media UE), Holanda (129%), Austria (127%), Alemania (125%), Dinamarca (124%) y Suecia (123%). Y también lejos de Bélgica (117% de la renta media UE-28), Reino Unido (110%), Finlandia (108%), Francia (106%) e Italia (95% de la renta media UE). Y sólo estamos por delante de la renta de Portugal (77% de la media UE), Grecia (71%), Malta (89%), Chipre (81%) y once paises del Este de Europa.

Esto España como país. Pero a su vez, aquí dentro hay muchas diferencias de renta entre las autonomías. Y así hay 5 regiones españolas que están por encima del 100% de la renta media europea, según datos de Eurostat (2014): Madrid (tiene el 128% de la renta media UE-28), País Vasco (122%), Navarra (116%), Cataluña (111%), Aragón (103%) y la Rioja (102%). Pero las 11 autonomías restantes, más Ceuta y Melilla, tienen una renta por debajo de la media europea. Y todas, salvo Baleares (99% de la renta UE-28) están por debajo de la renta media española (92% de la renta UE-28). Entre el 75 y el 90% de la renta media europea están Castilla y León (89%), Cantabria (86%), Asturias (84%), Galicia (83%), Comunidad Valenciana (82%), Canarias (81%), Murcia y Ceuta (77%) y Castilla la Mancha (76%). Y en el furgón de cola, entre las 50 regiones europeas con menos renta, están Andalucía (70% de la renta media UE-28), Melilla (70%) y Extremadura (65%).

Esto en cuanto a la renta media (PIB por habitante). Pero Eurostat publica otra estadística que indica mejor la riqueza relativa de cada país: la capacidad de consumo per cápita, que tiene en cuenta no sólo la renta sino los precios de cada país, para comparar mejor el bienestar de los europeos. Y aquí, España sale perdiendo: su nivel de consumo per cápita es el 88% de la media europea (en renta era el 92%) y el 88% frente al 105% de los paises euro. También aquí hemos desandado el camino con la crisis, porque en 2007 nuestro consumo per cápita era justo el 100% de la media europea. La capacidad de compra también ha caído respecto a 2007 (pero menos) en Francia, Reino Unido, Italia, Portugal, Grecia e Irlanda, aunque ha subido en Alemania, Bélgica, Austria, Luxemburgo y Dinamarca, paises cuyos ciudadanos tienen ya más capacidad de consumo que antes de la crisis.

En resumen, que estamos más lejos de Europa en riqueza y capacidad de compra. Y aunque la brecha puede mejorar algo en los próximos años porque España pierde población (las estadísticas son en PIB por habitante), será insuficiente para igualarnos. Por eso, el próximo Gobierno, cualquier Gobierno, debería tener como objetivo que los españoles vivieran como el resto de europeos, recuperar el camino perdido. Para ello, tenemos que saber  por qué somos más pobres que 12 paises de los 28 países europeos. Y corregirlo.

¿Por qué tenemos menos renta (92%) que la media de Europa? La causa es doble: porque en España trabaja menos gente y trabajan peor, con menos eficacia. Primero, en España trabajan sólo el 56% de los adultos, frente al 64,9% en Europa (UE-28) y el 73,8% en Alemania, según datos de Eurostat (2014). Eso significa que si trabajaran tantos españoles como en Europa, debería haber 2.678.392 personas más trabajando.  Y si fuéramos como Alemania, deberían trabajar 5.356.785 españoles más. Pero no bastaría con eso: la segunda razón de nuestro retraso es que trabajamos peor, con menos eficacia. Más de la mitad del retraso que tenemos con Europa se debe a la menor productividad de España, según un estudio de la Fundación BBVA e IVIE. A que cada español produce menos por hora: la productividad del trabajo en España era de 31,3 euros por hora trabajada (3º trimestre 2015) frente a 46,1 euros por hora en Alemania, según un estudio de La Caixa. O sea, que cada trabajador español produce dos tercios de lo que produce un trabajador alemán.

Veamos el por qué. Hay dos razones. Una, que en España tienen más peso sectores económicos que exigen más personal y son menos productivos, como la construcción, el comercio, el turismo o la hostelería, y tienen menos peso sectores con más tecnología y menos personal, más productivos. Ello explicaría una parte, la más pequeña (el 17,6%) de la diferente productividad entre España y Alemania, según el estudio de la Caixa. La otra causa es la importante, porque explica el 82,4% de la diferencia de productividad: que España es menos productiva que Alemania en cada sector y empresa, sean los mismos o diferentes.

Y ¿por qué nuestras empresas son menos productivas que las alemanas? Los expertos aportan varias razones. La primera y más importante, el tamaño de las empresas. De las 2.779.146 empresas censadas en España en 2015, el 94,5% eran microempresas (0-9 trabajadores), un porcentaje mayor que en Europa (92,1%) y muy superior al de Alemania (81,8% microempresas), según Eurostat. También tenemos muchas más pymes (10-49 trabajadores) y menos empresas medianas y sobre todo grandes (+250 trabajadores): en España son el 0,1 % del total (3.918 grandes empresas), frente al 0,5% en Alemania (más de 9,000). Y está demostrado que las grandes y medianas empresas son más productivas que las pymes, consiguen más capital y mejor financiación, exportan más y crean un empleo más estable y mejor pagado. Si España tuviera la misma estructura empresarial de Alemania, la productividad de nuestra economía sería un 13% mayor, según cálculos del Círculo de Empresarios. Produciríamos 142.000 millones más al año. Sólo por eso.

Pero hay más razones para que seamos menos productivos (y tengamos menos renta). Otra importante es la tecnología. En España, los recortes en Ciencia (-2.183 millones entre 2012 y 2016) han llevado a que sólo invirtamos el 1,23% del PIB en tecnología, frente al 2% en Europa (y el 2,84% en Alemania). Y este retraso es aún mayor en las empresas privadas: las empresas españolas invierten sólo el 53% del gasto español en tecnología, mientras en Alemania las empresas invierten el 68% del total. Y eso se traduce en lo que fabrica cada país: España fabrica en sectores de baja tecnología (alimentos, calzado y textil) y media (coches, maquinaria), mientras Alemania y los paises europeos más competitivos (y más ricos) fabrican más en sectores de media y alta tecnología, vinculados a grandes empresas.

Otro factor clave es el peso de la industria, que ha caído drásticamente en España (del 39% del PIB en 1977 al 15,5% actual), mientras en Europa supone el 19% (UE-28) y en Alemania aporta el 25% de la producción, con mayor productividad que los servicios o la construcción, que tienen más peso en España. También explica la mayor o menos riqueza que un país consiga exportar más. Y España es el 5º país europeo con menos peso de las exportaciones (el 23,63% del PIB), sólo por delante de Chipre, Grecia, Reino Unido y Francia, pero muy alejado de Alemania (las exportaciones aportan el 39,6% del PIB), Irlanda (51,5%), Portugal (27,8%) y muchos países más pequeños como Bélgica (exportaciones suponen 87,8% del PIB) y Holanda (75,35% del PIB). Y eso pasa porque en España sólo exportan 150.000 de los 2,77 millones de empresas. Y de ellas, menos de 50.000 de forma habitual.

Un factor decisivo de nuestra menor riqueza y productividad es la baja formación de los españoles: un 45% de los adultos (25-64 años) tienen un nivel educativo bajo (sólo con la ESO acabada o ni siquiera) frente al 21% en Europa (UE-21), el 24% de la OCDE o el 14% en Alemania. Y tenemos también menos adultos con formación media (Bachillerato y FP básica), un 22% en España frente a un 48 % en Europa, mientras por arriba estamos a la cabeza en universitarios, un 32% en España frente al 29% en la UE, todo según datos de la OCDE. Y también hay otros factores que juegan en contra de nuestra productividad: los mayores costes financieros (aunque han bajado los créditos a pymes), los mayores costes de la energía (entre un 10 y un 20% superiores) y los mayores costes logísticos y de transportes (además, estamos en “una esquina” de Europa). Eso sí, nuestras empresas pagan menos impuestos “efectivos” que en la mayoría de Europa y pagan salarios más bajos: 15,8 euros por hora trabajada frente a 21,8 euros en la zona euro y 25 euros en Alemania, según Eurostat.

Vistas las causas de que seamos más pobres y menos productivos que la media europea, se puede vislumbrar el camino para recuperar la distancia perdida. Por un lado, hay que conseguir que trabajen más españoles, al menos 3 millones más. Y eso pasa por una política económica que reanime el consumo y la inversión, con un mayor gasto e inversiones públicas, mayores salarios y ayudas a la contratación estable. Por otro, hay que actuar sobre los grandes problemas de fondo que nos restan productividad: conseguir empresas más grandes (facilitar las fusiones), apoyar la reindustrialización, destinar más recursos a la innovación y la tecnología, favorecer la digitalización de las empresas y la economía, fomentar las exportaciones y, sobre todo, invertir en formación y educación, en capital humano.


Son tareas a medio plazo, que exigen un Pacto político y social para caminar todos en la misma dirección: conseguir una economía más competitiva, que crezca más y cree más empleo y riqueza. Que nos acerque a Europa, que no se va a quedar parada esperándonos. Tenemos que forzar el paso para recuperar el retraso en la próxima década. Debería ser un reto de todos, como país.

lunes, 27 de junio de 2016

No apreciamos el valor del español


Mientras nos reponemos de los resultados electorales y los partidos preparan sus pactos, los españoles seguimos con nuestra vida .Y utilizando cada día más palabras inglesas, con los anglicismos presentes ya en un tercio de los anuncios que vemos. Y vamos a Eurovisión con una canción 100% en inglés. No apreciamos el valor del español, el segundo idioma más hablado del mundo y con un gran valor económico: aporta un 15% del PIB, por las actividades educativas, audiovisuales o de edición y su ayuda en el comercio y las inversiones internacionales. Tenemos una lengua con un gran potencial, pero no la apoyamos, ni dentro ni fuera de España. Y así, somos una lengua marginal en la Unión Europea y hasta en la UEFA. Urge un gran acuerdo nacional para apoyar el español como vehículo de penetración de España en el mundo. Pero para eso, tenemos que creerlo nosotros y apoyarlo aquí, huyendo del papanatismo de tantos anglicismos inútiles. Apostemos por el valor de la ñ.
 
enrique ortega

Cada vez hablamos peor, con un vocabulario más pobre y repleto de palabras inglesas, que parecen utilizarse como símbolo de distinción y “nivel”. Los anglicismos dominan nuestro lenguaje cotidiano, desde el deporte (“jogging”, “crack”, “hat trick”, “play off”, “boxes”, “paddock”, “foto finish”, “gym”, “knock out”, “smash”) al de la moda (“fashion”, “casual”, “oulet”, "cool", “shopping”) o el espectáculo (“celebrity, “it girl”, “top model”, “backstage”, “casting”, “performance”), la vida social (“feeling”, “stress”, “break”, “freak”, “feedback”, “week end”, “party”), la economía (“low cost”, “off shore”, “merchandising”, “bussines”, “know how”, “head hunter”, “call center”, “rating”, “manager”, “ranking”, “break even”) y, sobre todo, en el mundo digital e Internet (“click”,”banner”, “password”, “tag”, “hashtag”, “mouse”,”trending topic”, “tweet”, “followers”, “community manager”, “gadget”, “chat”, “copy”, “roaming”, “chequear”, “glogear”…). Y estamos llenos de negocios, tiendas, bares y restaurantes con nombres, promociones y reclamos en inglés.

El colmo de tanta pasión por el inglés fue la decisión de TVE (ojo, TV española, la pública) de elegir una canción totalmente en inglés (“Say Yay”) para representar a España en el pasado Festival de Eurovisión, una decisión duramente criticada por la Real Academia de la Lengua. Y además para nada, ya que Barei quedó en el lugar 22 de 26 paises… Era el final de un proceso iniciado en 1984, cuando España envió a Eurovisión la primera canción con título en inglés (“Lady, Lady”, de Bravo) y algunas palabras inglesas en medio de una canción en español, como en 1988 y 2002. Ya en 2007 se dio un paso más (“I love you mi vida, del grupo D´Nash), enviando canciones en “spanglish” (mitad, mitad), como en 2009 y 2014. Pero ahora ya no hubo medias tintas y, por primera vez, toda la canción que representaba a España era en inglés… Como la de Francia y muchos otros países “europeos” en un pretendido "Euro festival".

Lo que ha hecho saltar las alarmas de la Real Academia de la Lengua (RAE) ha sido el aumento de los anglicismos en la publicidad. Según un reciente estudio encargado por la RAE, en 2015 había 322 marcas que utilizaban el inglés en sus anuncios en España, diez veces más que en 2003 (sólo lo hacían 30 marcas). Y esos anuncios con anglicismos suponen ya el 18,9% de los impactos publicitarios y el 20% de la inversión publicitaria. La publicidad con palabras en inglés se utiliza sobre todo en los productos de lujo, perfumes, informática y telecos, belleza y moda y, especialmente, en el automóvil: un 65% de marcas usan eslóganes en inglés, incluidas marcas francesas que venden en España (“Passion for Life” de Reanult o "Motion & Emotion de Peugeot).

Según un estudio cualitativo también encargado por la RAE, se utiliza el inglés en los anuncios por considerarlo más “moderno”, porque hace al producto más “deseable”, “superior”, algo “difícil de alcanzar”, con más “prestigio” que si se anuncia sólo en español. Y se piensa que este mensaje con anglicismos interesa así más  a los jóvenes (que no valoran el español como una lengua internacional), aunque menos a los mayores y a las personas poco formadas. Pero otros expertos  señalan que este abuso del inglés en la publicidad es un “papanatismo”, propio de un país “un tanto paleto”, que además sabe muy poco inglés. Para ridiculizar el papanatismo de esta publicidad en español con frases en inglés, la RAE ha encargado unos anuncios donde se venden unas gafas “Sunset style with blinf effect” (gafas con efecto ciego… vamos, que no ves…) y un perfume “Swine. New fragance, new woman” (perfume con olor a puerco…). Véanlos aquí, no tienen desperdicio.
                                Anuncios de la RAE contra anglicismos en la publicidad


Este abuso de los anglicismos en España choca con un dato cierto: somos el cuarto país europeo donde menos adultos hablan idiomas, sólo por delante de Hungría, Italia y Portugal. Y sólo el 22% de los españoles puede mantener una conversación en inglés, según el Eurobarómetro 2012. Pero además, lo hablamos mal: sólo el 19% de los que hablan inglés se muestra capaz de mantener una conversación sin dificultad, según el Barómetro del CIS de 2014. Así que hablamos inglés poco y mal, pero sin embargo nos encanta soltar algún anglicismo o que nos vendan un coche o una colonia con un eslogan  en inglés. Puro complejo de inferioridad…

Y todo esto pasa con un idioma, el español, que es el segundo más hablado del mundo. Por un lado, como idioma materno, el español es la primera lengua de 450 millones de personas en el mundo, sólo por detrás del chino mandarín (1151 millones), el inglés (375 millones), el hindi (311 millones), el árabe (250 millones) y el portugués (216 millones). Y como idioma utilizado internacionalmente, es también el segundo del mundo: lo hablan unos 550 millones de personas, sólo por detrás del inglés (1.000 millones de personas lo utilizan), por delante del árabe (600 millones), el hindi (500 millones), el ruso (280 millones), el portugués y el francés (unos 250 millones de hablantes cada uno). Además, frente a otras lenguas (como el inglés, el francés o el chino), el español tiene una gran fortaleza lingüística, porque es de los pocos que no se ha ramificado dialectalmente tras mil años de historia. De cada 100 vocablos en español, 95 son comunes a toda la comunidad hispanohablante, tienen un diccionario, una ortografía y una gramática comunes, según los filólogos. Y eso le da mucha fuerza.

Pero el español tiene además un gran valor económico, según distintos estudios realizados por economistas. Nuestro idioma es la base de empresas de  educación, edición e industrias audiovisuales, así como de numerosas exportaciones e inversiones que se hacen gracias a tener la misma lengua que el país comprador. Todo ello aporta el 15% del PIB de España (y del 6% del PIB de México), según un estudio del equipo de Ángel Martín Municio. Y la capacidad de compra del mundo hispanohablante supone el 10,80% del PIB mundial, sólo por detrás de la comunidad anglófila (22,7% del PIB mundial) y china (12,4%). Además, la lengua española tiene un efecto económico multiplicador : ayuda a multiplicar por cuatro nuestras ventas y por siete las inversiones españolas en el extranjero, según los estudios realizados por el economista García Delgado para la Fundación Telefónica.

El español es un idioma muy hablado en el mundo, pero con poco peso en las instituciones internacionales. Es una de las 6 lenguas oficiales de la ONU, sí, pero los idiomas de trabajo de esta institución que representa a 193 países siguen siendo el inglés y el francés. Y lo mismo pasa en la mayoría de organismos internacionales, desde la OMS, el FMI o la OCDE hasta la UEFA: España es una potencia futbolística, pero los tres idiomas oficiales de la UEFA son el inglés, el francés y el alemán, no el español. Pero la mayor vergüenza es el retraso del español en las instituciones europeas, en la UE y en Bruselas, donde hay tres lenguas que dominan las reuniones y los documentos oficiales: el inglés, el francés y el alemán.

La Unión Europea es una “torre de Babel”, con 24 lenguas oficiales, pero en realidad funciona con “régimen trilingüe” (inglés, francés y alemán), aprobado en 2005 por la Comisión Europea para las ruedas de prensa de los Comisarios europeos. Además, sólo se traducen a todas las lenguas los documentos esenciales y eso a partir de los originales francés e inglés (lenguas “bisagra”). Un dato revelador: la traducción de documentos de la UE a partir del español son sólo el 4,5% del total. Y para los intérpretes, hay una asignación por cada lengua y si se gasta más lo tiene que pagar cada país. De hecho, en 2005, la Comisión recortó la plantilla de traductores (España perdió el 33%) y quedaron 67 traductores de español en Bruselas, casi como Malta (60 traductores), frente a 122 de inglés y 126 de francés. Y las patentes se registran en los tres idiomas dominantes (inglés, francés y alemán), además de en los paises que se desee, habiendo rechazado la Comisión la propuesta de España de registrar las patentes sólo en inglés y en otra lengua (hubiera sido más barato).

España intentó en 2005, con Zapatero, que la Unión Europea diera más cabida al español en las instituciones, reuniones y documentos. Pero no consiguió nada y posteriormente no se han lanzado apenas iniciativas. Mientras, Francia y Alemania firmaron en el año 2.000 un pacto de cooperación y defensa lingüística mutua, que ha consolidado el sistema “trilingüe” en Europa, en perjuicio del español, el cuarto idioma más hablado del continente y el segundo del mundo. Claro que los grandes paises luchan por su lengua, sobre todo Francia, que sabe que tiene una lengua en declive mundial: cada año, el Gobierno envía un informe al Parlamento sobre el uso del francés en la UE y en el mundo. Mientras, en España, ningún Gobierno ha apostado de verdad por una defensa del español, salvo los esfuerzos (sin recursos, por los recortes) del Instituto Cervantes y la RAE.

El español tiene un gran futuro pero hay que ayudarle. La gran esperanza está en Estados Unidos, donde ya hay 55 millones de hispanos y que puede convertirse en 2050 en el primer país hispanohablante del mundo (hoy lo es México). Eso sería un gran salto cualitativo del español en el mundo, aunque tenemos la asignatura pendiente de Asia y África, los continentes donde se va a jugar el futuro, controlados por el inglés y el francés. Haría falta un gran Pacto de Estado en defensa del español, dentro de España y con los paises latinoamericanos, con una hoja de ruta que consolide el español en el mundo, como vehículo no sólo de una cultura sino como forma de consolidar nuestro crecimiento y empleo futuros.

Hacen falta más medios y una política decidida de promoción internacional del español, con programas de aprendizaje internacional, hay que unificar estrategias para la defensa del uso del español en los organismos internacionales, construir potentes plataformas digitales en español para que sea un idioma clave en Internet, fomentar la investigación y las publicaciones científicas en español y comprometer a las empresas y multinacionales españolas a utilizar el español como vehículo de su expansión internacional.

Pero para que el español gane peso fuera, primero tenemos que respetarlo y apoyarlo dentro. Hay que poner en marcha una campaña pública contra los anglicismos y en defensa del español, desde los colegios a la Universidad y las empresas pero sobre todo en Internet, para que los españoles valoren su lengua. Y que su defensa no se vea como un ataque a las lenguas autonómicas (que también hay que defender: son la cultura de muchos españoles). Y hay que concienciar a todos los que tengan un cargo público o un lugar público relevante , desde el Rey a Rafa Nadal o Pau Gasol , que han de llevar siempre el español por el mundo, que han de hablar siempre institucionalmente en español (aunque sepan inglés), como hacen siempre los franceses. Y no más errores como el de Eurovisión. El español es un recurso muy importante, que debemos aprovechar mejor, no sólo para salvaguardar y extender nuestra cultura, sino para hacer negocios, para crecer y vivir mejor. El valor de la ñ.

jueves, 23 de junio de 2016

26-J: bajar impuestos, la trampa electoral


Volvemos a votar este domingo y la economía será clave. Rajoy promete “más de lo mismo” (incluidos nuevos recortes, ya prometidos a Bruselas), mientras los demás partidos apuestan por el cambio (más o menos). A los ciudadanos debería preocuparnos que 1 de cada 5 españoles esté sin trabajo y 1 de cada 4 sean pobres. Sólo hay una solución: recaudar más para poder gastar más, en empleo, pensiones y gastos sociales. Por eso, los impuestos deberían ser la clave del 26-J. Pero ojo: no se deje deslumbrar por los que prometen bajarlos (PP y Ciudadanos). Es una “trampa electoral”: si bajan impuestos, no habrá dinero para empleo, pensiones, sanidad, educación, gastos sociales y pobreza. Y habrá que hacer más recortes, para contentar a Bruselas. España recauda 82.000 millones menos que Europa, porque hay más fraude y porque pagan menos (“legalmente”) multinacionales, grandes empresas y los ricos. Ellos tendrían que pagar más, no nosotros, para atender al empleo y los gastos urgentes. Pero hay partidos que no quieren subirles los impuestos. Eso es lo que votamos.
 
enrique ortega

La España que vuelve a votar el 26 de junio está en una situación económica mejor, con más crecimiento y empleo (precario), pero a muchos españoles no les ha llegado la recuperación. Por eso, tres de cada cuatro siguen preocupados por la economía y el paro, según el último Barómetro del CIS. Unos, 18 millones, porque tienen un empleo precario (un 25% temporal y el 19% a tiempo parcial, la cuarta parte por una semana o menos), que pierden cada poco tiempo y que además está muy mal pagado: el salario más habitual en España son 15.500 euros brutos al año, según el INE, y un tercio de los trabajadores son mileuristas. Y otros 4.791.400 españoles, porque están parados, según la EPA, y tienen dos graves problemas: más de la mitad (55% parados EPA) no cobran ya ningún subsidio y también más de la mitad (57,6%) llevan más de un año sin trabajar (1,5 millones, más de 3 años).

Por todo ello, el empleo precario y el paro son los mayores problemas de muchos españoles, sobre todo de las mujeres, mayores de 50 años y los jóvenes, sobre los que más se ha cebado la crisis. Pero hay otros tres problemas urgentes, que reclaman soluciones inmediatas en la próxima legislatura: las pensiones, el Estado del bienestar y la pobreza.

Las pensiones son, junto al paro, el otro gran problema del futuro, porque no salen las cuentas: el gasto crece (y crecerá más a partir de 2030), porque hay cada vez más viejos que viven más años, y los  ingresos por cotizaciones de los que trabajan no llegan a pagar las pensiones, porque sus sueldos son bajos y el empleo no crece lo suficiente. La consecuencia es que Rajoy se ha gastado dos tercios de “la hucha” de las pensiones, que se quedará sin fondos en 2018. Así que sólo hay dos opciones: o se buscan más ingresos (con impuestos o recargos, cotizaciones y deuda) o hacen nuevos recortes, como los que hicieron ZP (2011) y Rajoy (2013).

El Estado del Bienestar (sanidad, educación, gastos sociales y Dependencia) se ha medio desmantelado durante esta crisis, con unos recortes de 30.284 millones en el gasto público entre 2009 y 2014, según datos de la Intervención General del Estado (IGAE). Y se han perdido 166.557 empleos públicos entre 2012 y 2015, la mitad en las autonomías y un 22% en los Ayuntamientos. Estos recortes de medios y plantillas han deteriorado muy seriamente la sanidad (los expertos creen que tiene un déficit crónico de 15.000 millones de euros), la educación (con menos becas y tasas más altas, que sitúan la Universidad española entre las más caras de Europa), los servicios sociales (sin medios para atender a más de 8 millones de españoles que reclaman ayudas) y la Dependencia (hay más de 400.000 ancianos esperando una ayuda a la que tienen derecho, la mitad con más de 80 años, por lo que muchos mueren antes de recibirla). Y eso sin olvidar la penuria de la Justicia y la falta de inversión pública en investigación, en infraestructuras necesarias, desde canales para evitar periódicas inundaciones a arreglar las carreteras (hechas una pena).

Y luego está otro problema que clama al cielo, esos 13.300.000 españoles que están en una situación de pobreza, escaso empleo o carencias materiales severas, según el indicador europeo AROPE, 700.000 más que cuando llegó Rajoy. Son un 28,6% de la población que “han perdido el tren” con esta crisis, que se ha quedado atrás. Son muchos españoles como para mirar hacia otro lado, para seguir confiando en que les ayuden sus familias, Cáritas o las ONGs. Hay que darles una salida, atendiendo a sus necesidades más urgentes (los sindicatos han pedido una Ley de “rentas mínimas”) y a la vez ayudarles a buscar un futuro, con formación, asesoramiento y empleos. Y eso cuesta dinero, entre 6.000 y 12.000 millones, según el colectivo de pobreza a ayudar (entre 700.000 y 2 millones de españoles).

Al final, resolver los grandes problemas de España (paro, pensiones, servicios públicos y sociales, pobreza) cuesta dinero, exige ayudas, incentivos e inversiones que haga el Estado. Pero para ello, hacen falta ingresos. Y aquí, España tropieza con un problema de fondo del que muy poca gente habla: somos un país que recauda poco, menos que el resto de Europa. Hacienda recauda el 38,2% del PIB (2015), frente al 45% que recauda la UE-28 y el 46,6% del PIB que recaudan los 19 paises del euro, según Eurostat. Y esto no es algo que pase ahora, por la crisis: en 2002-2006, cuando el “boom inmobiliario” y las “vacas gordas”, España recaudaba el 38,9% de la riqueza generada (PIB) y la eurozona el 44,1%.

Eso significa que si España recaudara impuestos como los demás paises del euro, sólo en 2015 deberíamos haber ingresado 85.000 millones de euros más. O sea, no habría déficit público (50.000 millones) ni recortes y podríamos gastar más en empleo, pensiones, educación, sanidad, ancianos, pobreza, servicios sociales, Justicia, tecnología  y tantas cosas que hacen falta. La siguiente pregunta es: ¿Por qué España recauda menos? Porque hay más fraude y porque algunos pagan (legalmente) menos de lo que deberían. Es el  caso de las multinacionales, las grandes empresas y los más ricos. Los técnicos de Hacienda (GESTHA) creen que España podría recaudar 42.000 millones más cada año con varias medidas: lucha más decidida contra el fraude fiscal (la Comisión Europea estima que España deja de ingresar 12.000 millones sólo por el IVA), armonizando los impuestos de Patrimonio y Sucesiones entre las autonomías, reduciendo deducciones y desgravaciones en Sociedades (grandes empresas) y controlando mejor a las multinacionales y a los más ricos, para que paguen más impuestos en España (evaden “legal” e ilegalmente). Y también ayudaría introducir nuevos impuestos medio ambientales (recomendados por la OCDE), tasas sobre operaciones financieras (Tasa Tobin) y subir los impuestos a los carburantes (más bajos en España que en Europa).

Todos los partidos han prometido en estas elecciones aumentar los ingresos luchando contra el fraude fiscal: un 50% de los nuevos ingresos que promete Ciudadanos, un 40% el PSOE y un 25% Podemos, sólo 1.000 millones el PP. Pero es un “brindis al sol”: es evidente que hay que combatir el fraude fiscal, pero los frutos son lentos y a medio plazo, no para resolver las urgencias que tenemos. Y además, hacen falta más medios: más inspectores (tenemos un funcionario por 1.928 personas frente a 1 por 712 en Alemania) y más presupuesto (España gasta la quinta parte que Alemania y la tercera parte que Francia en combatir el fraude), que ha sufrido también los recortes (-72 millones entre 2012 y 2013).

La lucha contra el fraude es “una cortina de humo” de muchos partidos, sobre todo Ciudadanos y PP, para ofrecer “ofertas imposibles” y evitar afrontar la verdadera solución: para recaudar más, lo más efectivo es que paguen más impuestos los que hoy pagan menos de lo que deben. Y esa batalla se centra en tres colectivos. Uno, las grandes empresas (hay 4.000 con más de 250 trabajadores), que sólo pagan el 7,3% de sus beneficios, la mitad que las pymes y la tercera parte que la mayoría de trabajadores. (Y a las que Rajoy ha bajado los impuestos en 2015 y 2016). Dos, las multinacionales (unas 2.200 en España), desde Google a Inditex, que se escaquean legalmente de pagar impuestos, a través de “ingeniería” y paraísos fiscales. Y tres, las grandes fortunas (hay 192.500 españoles millonarios, según un reciente informe de Capgemini: con un patrimonio de más de 1 millón de dólares o 885.000 euros), que crean SICAV o sociedades ficticias para pagar un mínimo de impuestos, además de las maniobras para evadir en paraísos fiscales. Y así pasa: el 90% de los ingresos fiscales en España salen de las familias y sólo un 10% de las empresas, bancos y grandes fortunas, según Intermon Oxfam.

Frente a esta situación, hay dos partidos, PP y Ciudadanos, que prometen no subir los impuestos sino bajarlos en 2018 (el PP, incluso en 2017, el IRPF), agarrándose a que van a conseguir más ingresos por la lucha contra el fraude (Ciudadanos) o porque la economía va a crecer y se recaudará más (PP), algo que no pasó ni con el “boom” inmobiliario. ¿Qué supone esta promesa electoral? Un fraude, porque en realidad no van a conseguirse los  ingresos previstos. Y entonces, sólo habrá dos soluciones: no gastar lo que necesita el país o hacer más recortes, como ya ha prometido por escrito Rajoy a Bruselas si gana las elecciones. O incluso, hacer lo contrario de lo que se promete y acabar subiendo los impuestos, como ya hizo Rajoy en 2011 y 2012.

Porque esa es otra. España tiene el segundo déficit público más elevado de Europa (tras Grecia) y la Comisión Europea amenaza con multar al futuro Gobierno por incumplir el déficit y le exigen 8.100 millones de nuevos recortes en 2016 y 2017. Eso quiere decir que o se les garantizan más ingresos (no con promesas de “lucha contra el fraude”) o nos obligarán a recortar, en lo de siempre: pensiones, educación, sanidad, inversiones… Y esos nuevos recortes serían la puntilla para la recuperación, como ya pasó en 2010 y 2012: se recorta, se crece menos, se recauda menos, no baja el déficit y hay que hacer más recortes. Es el “círculo vicioso de la austeridad, algo que conocemos bien en España, Portugal y Grecia.

Hay que ir por otro camino: recaudar más, para conseguir reducir el déficit y a la vez conseguir más recursos para afrontar los grandes problemas del país: la creación de empleo, la financiación de las pensiones, la recuperación de la educación, la sanidad, la dependencia, los servicios sociales, la justicia o la investigación. Y poder ayudar a los que peor lo pasan, a esos 3,3 millones de españoles en la “pobreza extrema” (según Cáritas), una cuarta parte de ellos niños. Para ello, hay que hacer lo contrario de lo que prometen PP y Ciudadanos : hay que subir los impuestos, como proponen PSOE y Podemos. No a la mayoría (que ya pagamos y estamos muy controlados por Hacienda), sino a esa minoría que paga menos de lo que debe: grandes empresas, multinacionales y los más ricos. Y eso “chirría” a algunos partidos, que buscan millones de votos (del 99%) favoreciendo a las minorías (el 1%).

Hay que tenerlo claro: el futuro se juega con los impuestos. España necesita recaudar más, como el resto de países europeos, para poner en marcha una política económica volcada en el empleo (con más recursos para la formación y las políticas activas de empleo), las pensiones y los servicios públicos y sociales. Y además, sólo con más ingresos se podrá conseguir el otro reto de España: ser más productivos, no sólo trabajar más gente sino trabajar mejor, lo que exige volcarse en apoyar la reindustrialización, la tecnología, la digitalización de la economía, la internacionalización y fusión de empresas (hay demasiadas pymes), los sectores más dinámicos, no vivir sólo del comercio, el turismo, la construcción o los servicios.

Así que cuando vaya a votar, piense en todo esto y no se deje engañar por los que prometen bajar los impuestos. Porque los que ya lo han hecho (PP), se los han bajado sobre todo a las empresas (pagarán 2.641 millones menos de impuestos en 2016) y a los más ricos (IRPF), amnistía fiscal incluida. En contrapartida, han subido la presión fiscal a las rentas bajas, según un reciente estudio de Fedea. Piense que sólo si se consigue que las grandes empresas, multinacionales y los más ricos paguen más, habrá los ingresos suficientes para bajar el déficit (sin más recortes para la mayoría) y asegurar las pensiones, la sanidad, la educación, los servicios sociales, la ayuda a los ancianos y a los más pobres. Y recursos para invertir más, reanimar la economía y crear más empleo, lo que todos queremos. Pero eso no se consigue bajando los impuestos, por mucho que prometan 2 millones de empleos.

Como en diciembre, votar el 26-J es elegir entre la continuidad y el cambio. Entre seguir como estos años, esperando que la economía mundial mejore y nos ayude, o cambiando para impulsar más crecimiento y más empleo, porque tenemos el doble de paro que Europa. Y para eso, tenemos que recaudar más, no bajar los impuestos. Es una “trampa electoral” que encubre bajárselo a los más poderosos a cambio de recortes y necesidades no cubiertas para la mayoría. Son “fuegos artificiales”, palabrería engañosa. Piense en ello al votar.