lunes, 17 de noviembre de 2025

¿Nucleares? No, gracias

Las tres grandes eléctricas han pedido la prórroga por casi 3 años de Almaraz, la nuclear que debe cerrar en 2027 y 2028. Sería la 2ª prórroga, porque las eléctricas consiguieron en 2019 una prórroga de 7,4 a 10 años en sus 7 centrales nucleares, a cambio de  cerrarlas entre 2027 y 2035. Ahora cambian, apuntándose a la “ola nuclear que recorre el mundo y aprovechando los temores por el gran apagón (aunque reconocen que las nucleares no lo evitan). El Gobierno tiene hasta marzo para decidir, entre presiones de las eléctricas y el PP, con la oposición de Sumar. Los datos demuestran que las nucleares (20% de la electricidad) pueden ser sustituidas por las renovables (2 de las muchas plantas solares de Extremadura generan lo que Almaraz I), cuya luz cuesta la mitad y es más segura y más limpia (los residuos nucleares son costosos, porque duran milenios). Lo razonable sería no prorrogar Almaraz, para no frenar las inversiones en renovables, que aportarán el 81% de la electricidad en 2030. Y decidir sobre el resto cuando toque.

                 Almaraz debía cerrar en 2020, se prorrogó a 2027 y ahora quieren mantenerla hasta 2030 

Para entender mejor el debate actual sobre Almaraz, conviene hacer primero un poco de historia. En la madrugada del 22 de marzo de 2019, las tres grandes eléctricas españolas (Iberdrola, Endesa y Naturgy) y la portuguesa EDP alcanzaban un difícil pacto para cerrar las 7 centrales nucleares de su propiedad: Almaraz I (1 noviembre 2027), Almaraz II (1 octubre 2028), Ascó (1 octubre 2030), Cofrentes (1 noviembre 2030), Ascó II (1 septiembre 2032), Vandellós II (1 febrero 2035) y Trillo (1 mayo 2035). El acuerdo fue posible tras la negociación días antes con la Empresa Nacional de Residuos (ENRESA), a la que arrancaron dos cesiones antes de acordar el cierre. Una, ampliar la vida de esas centrales (que debían cerrarse a partir de 2020) entre 7,5 y 10 años más (ver calendario). Y la otra, conseguir que la tasa nuclear (para pagar la gestión de residuos) subiera como máximo un 20% y no el doble que habría subido con el cierre.

¿Por qué las eléctricas deciden cerrar voluntariamente sus 7 nucleares en 2019? Primero, por estas ventajas (importantes) que habían logrado. Segundo, porque la entrada creciente de las renovables en el mercado eléctrico (aportaron el 38,1% en 2018, frente al 20,4% las nucleares) estaba bajando el coste del mercado eléctrico y producir kilovatios nucleares era menos rentable. Y tercero, porque así “hacían hueco” a sus centrales térmicas de gas, una “burbuja energética” a punto de estallar: habían invertido más de 15.000 millones en decenas de centrales (67 hoy), dando un salto de potencia instalada de cero a 27.000 MWH en 7 años (de 2002 a 2009), pero aportando el 10% de la electricidad (estas “centrales de ciclo combinado” son “la reserva” del sistema, complementan el suministro cuando no hay sol, aire o agua suficiente).

Y así, las eléctricas estaban contentas con su cierre de las nucleares hasta 2022. La invasión de Ucrania y la subida disparada del precio del gas provocaron que muchos paises quisieran “recuperar” las olvidadas nucleares. La Cumbre del Clima de Dubai (diciembre 2023) hace un llamamiento para “acelerar la energía nuclear, junto a otras fuentes bajas en CO2”. Antes, en enero de 2022, la Comisión Europea propuso que la energía nuclear y el gas “tengan un papel clave en la transición energética”, con la oposición de varios paises. Y el 1 de abril de 2024, empresas, inversores, líderes mundiales y la plana mayor de la Comisión Europea se reúnen en Bruselas en “la primera Cumbre nuclear de la historia”.

En paralelo y después, paises y empresas empiezan a promover proyectos nucleares, desde EEUU (con Trump) a China, India, Rusia y paises en desarrollo, también en Europa, donde la energía nuclear se abandonó en los años 80, por la gran contestación popular  tras 3 grandes accidentes en las centrales de Three Island (1979, USA), Chernóbil (1986, Ucrania) y Fukushima (2011, Japón). De hecho, Alemania cerró en 2023 las tres últimas centrales nucleares, tras el cierre de 14 más a partir de 2011. Y lo mismo hizo Italia, que cerró en 1990 sus dos últimas centrales nucleares (tenía 4), tras un referéndum en 2019. Con todo ello, la energía nuclear tiene poco peso en el mundo (genera el 10% de la electricidad), en EEUU (18,2%), China (5%), India (3,1%) y Rusia (18,6%) y algo más en Europa (22%, por el 68% en Francia). Pero la tendencia es, tras la crisis energética por Ucrania, volver a invertir en nucleares, con propuestas de aperturas en Alemania e Italia (no concretadas) y en muchos paises de Europa y el mundo. Por eso, la Comisión Europea estimaba este verano que los proyectos nucleares en ejecución en el continente (para ampliar la vida útil de centrales o para abrir nuevas) requerirán 241.000 millones de inversión hasta 2050.

En medio de esta nueva “ola nuclear”, las eléctricas españolas llevan un año de “lobby”, relanzando en los medios y entre expertos “la recuperación de las nucleares” (que ellos acordaron cerrar). Y el 28 de abril se produce el histórico apagón en España: las eléctricas lo ven como la gran ocasión para reivindicar las centrales nucleares, como “garantía de abastecimiento” y un “seguro contra apagones”. Dos mentiras. Por un lado, Almaraz I produce 1.049 megavatios (MW), frente a los 7.300 megavatios que aportan ellas solas las plantas renovables inauguradas sólo en 2024 (son como 7 centrales de Almaraz). Y  por otro, las propias eléctricas han reconocido, por carta enviada al Ministerio de Transición Ecológica el 24 de octubre, que las centrales nucleares “no están preparadas para realizar un control dinámico de tensión”, una de las exigencias exigidas por Red Eléctrica (REE) para contribuir a la estabilidad del sistema y evitar apagones.

Aprovechando la “ola nuclear” y el apagón, las tres eléctricas propietarias de Almaraz (52,7% Iberdrola, 26% Endesa y 11,3% Naturgy) solicitaron el 30 de octubre, la ampliación de la vida útil de los dos grupos de Almaraz: 2 años y 8 meses más para Almaraz I (que cierre en junio de 2030) y 1 año y 8 meses más para Almaraz II (posponer su cierre a mayo de 2030). Y piden además que el Gobierno les quite la tasa de generación eléctrica (7%) y rebaje la tasa nuclear de las centrales (otra vez, como en 2019), una tasa por la que sólo pagaron 290 millones en 2024. Curiosamente, los dos impuestos los implantó Rajoy en 2024, concretamente su secretario de Estado de Energía, Alberto Nadal, hoy vicesecretario de Economía del PP, el partido que pide la prórroga de Almaraz con las eléctricas y bajarles ahora impuestos.

Los “argumentos” de las eléctricas para prorrogar Almaraz (y luego, supongo, el resto de nucleares), son básicamente que la electricidad que generan nos hace falta para evitar otro apagón y conseguir “un colchón de tiempo” hasta que se consoliden las renovables, además de que evitarán apagones (recordemos: ellas mismas han reconocido que no). La realidad de las cifras contradice sus razones. Por un lado, las 6 centrales nucleares producen 7.300 MW, el 19,4% de la electricidad generada este año (enero-septiembre), según REE, mientras las renovables generan ya el 56,7% de la electricidad. Y sólo en 2024, las renovables que se sumaron al sistema eléctrico aportaron 7.300 MW, según REE, lo que las 6 nucleares. Y todas las centrales fotovoltaicas aportan 32.350 MW de potencia (más de 4 veces lo que todas las nucleares), cuatro veces más que en 2019 (8.913 MW).

Otro argumento es que Almaraz es clave para Extremadura. Sí aporta muchos empleos (4.000), pero precisamente Extremadura es la región española con más cuota de energía solar instalada (el 59,8% de la potencia) y líder en renovables  (suponen el 84,6% del parque eléctrico). Y sólo en 2024, Extremadura puso en servicio 1.422 MW de potencia solar, más que Almaraz I (1049 MW). Los extremeños deben saber que tienen 24 centrales fotovoltaicas operativas (2.842 MW) y otras 14 en proyecto (aportarán 3.800 MW más). Y que la central fotovoltaica Francisco Pizarro (Cáceres) produce 590 MW (más de la mitad que Almaraz I) y “suministra energía limpia a 334.000 hogares”, según nota de Iberdrola, su dueña…

Frente a estas dudosas “ventajas", hay múltiples “desventajas. La primera y fundamental, que no es una energía 100% segura (recordemos los 3 accidentes graves en el mundo) y un potencial accidente podría ser desastroso. El 2º problema grave es que generan unos residuos (125 Tm cada año) que se mantienen radiactivos durante miles de años y que son costosos (lo pagamos con el recibo de la luz) y peligrosos de almacenar: los de alta actividad se almacenan de forma temporal en las centrales y los de baja y media actividad en el centro de El Cabril (Córdoba). El tercer problema, la dependencia de otros paises para el suministro de uranio enriquecido (Rusia, Francia, Paises Bajos y Reino Unido más China) y barras de combustible (EEUU, Rusia, Japón, Francia, China Y Reino Unido, sólo el 3,2% se fabrica en España), así como la tecnología de las centrales.

Estos problemas son estructurales, de fondo. Pero ahora, la energía nuclear tiene dos problemas más en España. Uno, que el kilovatio nuclear es más caro (el doble) que el kilovatio renovable, que además se abarata a medida que se desarrolla. Así que prorrogar las nucleares lo pagaríamos en el recibo de la luz. Pero el problema fundamental es que no hace falta prorrogar las nucleares, porque la demanda eléctrica está estancada y porque la electricidad renovable crece de forma imparable y lo seguirá haciendo. Veámoslos.

La demanda de energía eléctrica creció sólo un +0,9% en 2024, tras caer desde 2018 (salvo en 2021, tras el fin del confinamiento). Y en contrapartida , hay un exceso de potencia instalada, que cubre con creces la demanda (el apagón de abril no fue por falta de potencia, sino por descoordinación entre las centrales y REE) . De hecho, en 2024, la potencia instalada creció +4,6% en 2024, cuatro veces más que la demanda, empujada por el salto de potencia renovable: de 55.247MW (2019) a 85.144 MW renovables en 2024, un salto protagonizado por la energía solar fotovoltaica (32.250 MW), la solar térmica (2.302) y la energía eólica (32.104 MW), más la hidráulica (17.097 MW), energías frente a las que la nuclear (7.177 MW) es poco importante. Y la previsión es que sea menos en el futuro, porque el Plan del Clima prevé que el 81% de la electricidad sea renovable para 2030 (año en que tendremos 4 nucleares abiertas, la última, Trillo, hasta mayo de 2035).

Evidentemente, el debate nuclear no se plantea hoy en términos de si es “necesaria” o no (en 2027 se va a inaugurar la central fotovoltaica Erasmo, en Ciudad Real, con más potencia, 1.200 MW, que Almaraz I ) y si tiene el mejor precio para nuestros bolsillos, sino “en términos ideológicos”: la energía nuclear se ha convertido en la bandera de la derecha negacionista del mundo y España: el PP presentó en el Congreso una proposición para suprimir la fecha de cierre de Almaraz, Ascó y Cofrentes, apoyada por Vox y UPN, que el jueves fue rechazada por el resto de partidos (y la abstención de Junts). Este voto en contra de ERC y Junts (a los que la patronal catalana “responsabiliza de un posible apagón en Cataluña en 2030”…) tiene explicación: Naturgy (Caixa y Fondos) y EDP, no tienen claro prorrogar otras nucleares, porque podría frenar las inversiones en renovables.

Ahora, la pelota para prorrogar o no Almaraz está en el tejado del Gobierno, que ha enviado la petición al CSN, como es preceptivo, y tiene que decidirlo antes de marzo de 2026, porque el cierre el 1 de noviembre de 2027 requiere múltiples operaciones previas. El presidente Sánchez dice que no está en contra de la prórroga solicitada, aunque pide que se cumplan antes 3 condiciones: que la prórroga sea segura, que no tenga un coste adicional para los consumidores y contribuyentes y que sea conveniente para garantizar la seguridad del suministro. Y el presidente sabe, como la mayoría de expertos, que las dos últimas condiciones no se van a cumplir, mientras Sumar le presiona a no ceder y las eléctricas hacen “lobby con patronales, expertos, medios de comunicación y políticos (incluso el ahora "pronuclear" Felipe González, quien aprobó en 1984 la “moratoria nuclear”, la suspensión de la construcción de 5 nucleares, un verdadero “rescate” a las eléctricas que hemos pagado en nuestro recibo, desde 1996 a 2015, y que nos ha costado 5.717 millones extras).

Lo razonable sería no prorrogar Almaraz I y II , porque no las necesitamos para asegurar la demanda prevista a medio plazo y porque siguen adelante los proyectos renovables, una energía que nos suministra luz más barata (España tiene la tercera  electricidad más barata de Europa, tras Finlandia y Suecia y empatados con Portugal, Europa, según Eurostat: ver cuadro de precios 2025), más segura y más limpia (sin residuos radioactivos). Y una energía que depende del sol y el aire (que nos sobran) y del agua. Y respecto a las demás nucleares, lo razonable es no hacer nada ahora y esperar a decidir en 2030 si se prorrogan Ascó, Cofrentes, Vandellós o Trillo, cuando ya tengamos la certeza del comportamiento de la demanda y del comportamiento de las renovables.

La primera consecuencia prorrogar Almaraz entre 2 y 3 años más es que ayudaríamos a las eléctricas propietarias a “hacer caja”, a seguir ingresando por sus kilovatios sin casi costes, porque las dos centrales (como la 5 restantes) están más que amortizadas (si cierran en 2027 y 2028 habrán tenido 46 y 44 años de vida), pagaríamos de más por unos kilovatios que no necesitamos a unas eléctricas que ganaron 11.249 millones en 2024

Pero la consecuencia más grave es que la prórroga mandaría un mensaje a los inversores: podrían prorrogarse también las demás centrales nucleares (las eléctricas sólo esperan a pedirlo a un cambio de Gobierno) y eso quitaría atractivo a invertir en energías renovables, un sector que atrae hoy a Fondos e inversores de medio mundo. Y un sector que precisa cambios, para agilizar los proyectos (hay demasiados paralizados en varias autonomías) y una normativa clara, además de invertir más en almacenamiento y en seguridad de redes (participando más en el control de tensión del sistema), los dos grandes retos pendientes de las renovables en España. Mientras, el Gobierno ha anunciado esta semana un paquete de ayudas europeas de más de 800 millones para impulsar las renovables y la descarbonización de la industria.

En resumen, que las eléctricas vuelven  a pedir otra prórroga de las nucleares (la 2ª tras la de 2019), para seguir ordeñando la vaca de unas centrales que ya tienen más que amortizadas y que nos ofrecen una electricidad más cara, con residuos radiactivos y potencialmente peligrosa, que además no evita los apagones. Lo sensato sería seguir apostando por las renovables, que han mejorado la competitividad del país. Pero en este debate juegan la ideología y los intereses, oscuramente mezclados. Que no nos engañen.

 

jueves, 13 de noviembre de 2025

Somos casi 50 millones

El INE ha publicado este martes los censados en España: 49.442.844 habitantes. Somos casi 50 millones, el doble que en 1940 y 10 millones más habitantes que a comienzos del siglo. Y la previsión es rondar los 55 millones de habitantes en 2050, a pesar de la caída de la natalidad, a la mitad (de 2,77 hijos por mujer en 1975 a 1,12 en 2024). Este “milagro demográfico” es posible gracias a los inmigrantes: 1 de cada 5 censados hoy en España han nacido fuera, son 9,8 millones de habitantes. Y estos inmigrantes (2,7 millones ya nacionalizados españoles) van a aumentar, hasta ser 17,5 millones habitantes nacidos fuera de España en 2050, 1 de cada 3, según las proyecciones del INE. La población seguirá creciendo gracias a los inmigrantes, porque los nacidos en España seguirán cayendo (como pasa desde 2015) hasta 2050: serán 2,3 millones menos que ahora. Eso obliga a integrarlos en la economía y la sociedad, porque los necesitamos, no convertirlos en un arma política de la derecha y ultraderecha.

                                   Enrique Ortega

La población residente en España ha crecido de una forma imparable desde el final de la Guerra Civil. Si el Censo de 1900 reflejaba 18.618.086 habitantes, en los años 30 eran ya 23,67 millones y en 1940 el nuevo Censo de los vencedores registraba 26.015.907 habitantes. A partir de ahí, se superan los 30 millones en 1960 y a la muerte de Franco, en noviembre de 1975, éramos 35,8 millones de españoles. El nuevo siglo XXI comienza superando los 40 millones (40.470.182 el 1 de enero 2000) y se sobrepasan los 45 millones de habitantes al final del boom económico (el 1 enero 2008). Y después, la población sigue creciendo año tras año, hasta un máximo de 46.818.216 habitantes censados en enero de 2012. A partir de ahí, la población residente cae durante 4 años, hasta el 1 de enero de 2016 (46.418.884 habitantes), por la fuga de inmigrantes tras la crisis. Pero luego vuelven y la población total residente en España crece año tras año (incluso durante la pandemia) hasta alcanzar los 49.077.984 de habitantes a finales de 2024.

Este año 2025 la población de España ha seguido aumentando y el Censo publicado este martes por el INE registra ya 49.442.844 habitantes, 345.967 más que a finales de 2024. Y retrata el perfil de los que vivimos en España ahora: 39.617.578 hemos nacido aquí y otros 9.825.266 residentes han nacido fuera de España (aunque 2,7 millones están nacionalizados españoles: los considerados “extranjeros” son 7.132.324 habitantes). Esta es una tendencia de las últimas décadas: la población en España crece porque crecen los inmigrantes que vienen y viven aquí: los residentes nacidos fuera de España eran 2,33 millones en 2002, se duplicaron hasta los 5,2 millones en 2007, pasaron a ser 6,68 millones en 2012 y ahora (1 octubre) son ya 9,85 millones. A lo claro, que 1 de cada 18 censados en 2002 (el 5,6%) habían nacido fuera de España y ahora son 1 de cada 5 habitantes (el 19,87%).

Este fuerte aumento de inmigrantes ha permitido compensar estos años el relativo estancamiento de la población nacida en España primero (de 38,7 millones en 2002 a 39,58 en 2007 y 40,13 millones en 2012) y, después, la caída de esa población nacida en España desde 2015: éramos 40.541.831 habitantes nacidos aquí en enero de 2015 y somos 39.617.578 el 1 de octubre pasado. Casi 1 millón de habitantes menos nacidos en España (-924.253) debido a la caída de la natalidad en estos años y los anteriores: si nacían 2,77 niños por mujer en 1975, cayeron a 1,26 en el año 2.000 y a 1,12 en 2024, lo que explica el bajo crecimiento de la población nacida en España y la caída a partir de 2015.

Esta preocupante situación de la demografía en España (nacen pocos niños, porque las mujeres españolas tienen menos niños y a edades más tardías, mientras el 31,3% de todos los niños que nacieron en 2024 fueron de madres extranjeras) va a continuar en los próximos años, según las últimas proyecciones de población del INE hasta 2074. Ahí estiman que la población nacida en España seguirá cayendo, hasta los 37.331.032 habitantes en 2049, 2,28 millones menos que ahora. Y que caerá después, hasta los 33,3 millones de habitantes nacidos en España en 2074: serán 6.307.920 habitantes autóctonos menos que hoy. Y eso porque la tasa de natalidad seguirá baja, aunque algo más alta que hoy (el INE estima que será de 1,4 hijos por mujer en 2050, todavía muy por debajo de los 2,1 hijos por mujer que hacen falta para que no caíga la población nativa).

Este “apocalíptico” panorama demográfico, pasar de 39,6 millones de nacidos en España hoy a 33,3 en 2074, no será tan grave, porque esta pérdida de población se va a compensar con creces con la entrada de extranjeros: el INE prevé que los 9.825.266 habitantes actuales  nacidos fuera de España (insisto: 2,7 millones ya nacionalizados españoles) suban a 17.503.600 millones en 2049 (el 32% de la población total) y a 21.278.537 millones en 2074 (el 39% de la población total). A lo claro: que la población residente nacida fuera de España pase de ser 1 de cada 5 hoy a ser la tercera parte en 2050 y 1 de cada 2,5 habitantes en 2074.

Este aluvión de inmigrantes permitirá, según el INE, que la población censada en España siga creciendo en las próximas décadas. En 2026 alcanzaremos los 50 millones de habitantes y la previsión es llegar a 2049 con 54.834.632 habitantes censados. Y que en la segunda mitad de este siglo, la población en España crezca ligeramente hasta un máximo histórico de 54.969.675 habitantes en 2054 (+5,52 millones que hoy), para caer ligeramente después (por la menor entrada de inmigrantes), hasta los 54,74 millones de habitantes en 2069 y los 54.588.195 habitantes esperados por el INE para 2074 (+5,14 millones más que hoy).

La revolución demográfica que viene ya no es sólo que aumentará la población (y por tanto las necesidades económicas y sociales del país), sino que esa población española será diferente, con más viejos y menos jóvenes. Los mayores de 65 años pasarán de ser el 20,4% de la población en 2024 al 30,5% en 2055, según el INE, lo que disparará el gasto en pensiones, sanidad, Dependencia y servicios sociales. Pero además, en paralelo, se reducirá el porcentaje de jóvenes en edad de trabajar (de 20 a 64 años), pasando del 60,9% de la población total al 53,7% en 2051 (aunque se recuperarán hasta el 54,2% para 2074). Eso supone menos población para trabajar, pagar impuestos y cotizar para sostener las pensiones. El dato es muy preocupante: si en 2023 teníamos una “tasa de dependencia” del 53,4% (proporción de mayores de 64 años y menores de 16 sobre los activos), en 2053 será del 75,3%. A lo claro: si ahora tenemos dos personas en edad de trabajar por cada niño o mayor, en 2054 habrá 4 activos por cada 3 pasivos (que necesitan la aportación de los que están en edad de trabajar). O sea que habrá menos para crear riqueza y más para consumirla.

Por eso resulta clave que la población total siga creciendo, algo que sólo puede suceder por dos vías: o las familias tienen más hijos (algo que no se espera a medio plazo y menos si no hay políticas agresivas de fomento de la natalidad) o necesitamos más inmigrantes. La previsión del INE es que la inmigración neta (los que entran menos los que salen), que lleva desde 2022 aumentando por encima de los 700.000 inmigrantes netos anuales (+ 787.195 en 2024), continúe otros 2 años más creciendo a ese nivel (+775.198 en 2025 y +723.055 en 2026), para continuar otros dos años aumentando por encima del medio millón al año (+652.597 en 2027 y +578.003 en 2028), para bajar después (+407.477 inmigrantes netos anuales entre 2029 y 2033) y reducirse a unas entradas netas inferiores a las 300.000 anuales (menos de la mitad que ahora) a partir de 2034 y hasta 2074.

Como se ve, son “flujos” netos de inmigrantes muy importantes, sobre todo hasta 2028. Por eso urge una política de inmigración a medio plazo, no sólo para regular estas entradas y tratar de “redirigirlas” hacia los empleos, sectores y zonas que más interesen, sino sobre todo para integrar” de verdad a estos “nuevos españoles”, porque vamos a ser un país más diverso: no tiene nada que ver la España de 2002, con 1 de cada 18 habitantes nacidos fuera, con la España de hoy (con 1 de cada 5 habitantes foráneos) y menos aún con la España de 2049 (con un tercio de la población nacida en el extranjero). Eso pasa por políticas activas de “integración”, para incorporar mejor a esta población, desde las políticas de empleo y vivienda a la enseñanza, la sanidad, los servicios sociales o las pensiones.

Y en paralelo, ser un país con 50 millones de habitantes debería llevar al Gobierno y a nuestros políticos, autoridades locales y autonómicas a repensar las políticas de ordenación del territorio y los servicios públicos y sociales, porque no es lo mismo atender a esos 50 millones que a los 35,8 millones que vivían en España a la muerte de Franco. “Hay que tomar medidas para que la demografía no nos aplaste”, alerta el economista Daniel Manzano. Y es que detrás de la crisis de la sanidad, de la educación, de la vivienda y de los servicios sociales está el hecho de que en España vivimos casi 15 millones de personas más que hace medio siglo y, sin embargo, ni los servicios públicos ni la vivienda ni las infraestructuras han invertido medios y recursos suficientes para afrontar ese aluvión de población.

Además, tenemos que prepararnos para un futuro donde habrá todavía más población, mucho más envejecida y con más peso de habitantes nacidos fuera de España. Esto debería tenerse en cuenta para casi todo, para articular una estrategia demográfica que tenga en cuenta otro tipo de hogares (con menos personas y más mayores: 2 de cada 3 hogares estarán integrados en 2050 por una o dos personas, cuando ahora son la mitad), la mayor proporción de personas mayores (casi un tercio) y la enorme importancia de los inmigrantes (un tercio de la población en 2050, aunque muchos consigan la nacionalidad española). Cambios demográficos que exigen cambios económicos, territoriales, sociales y culturales.

Y sobre todo, vamos hacia una sociedad “mucho más diversa (ya lo es), que exige un comportamiento político y social “más plural”, más tolerancia y diálogo para asegurar una convivencia que impone la demografía y la economía. Las cifras son tozudas y el futuro las afianza: la España de hoy no tiene nada que ver con la de hace 50 años y basta con salir a la calle en cualquier pueblo o ciudad para comprobarlo. El gran reto de este siglo XXI, junto al clima y la tecnología, es la demografía. Y todos los paises y Gobiernos deben aprender a “gestionar la diversidad”, mientras los ciudadanos cambiamos nuestra mentalidad ante el gran Cambio Demográfico. Habría que abrir un gran debate político, económico y social sobre la población y los cambios demográficos, para aprovechar al máximo su potencial económico, social o cultural y minimizar sus efectos adversos.

Necesitamos otro Pacto nacional por la demografía y la inmigración, como el alcanzado por las pensiones o la violencia de género y el solicitado contra la Emergencia Climática. No podemos dejar que esta nueva realidad demográfica y migratoria sea sólo un arma política de la derecha y la ultraderecha. Hay que adaptarse a los cambios y sacarlos partido para mejorar el futuro. Menos demagogia y mentiras, más debate y medidas eficaces.

lunes, 10 de noviembre de 2025

Cumbre del Clima: "Emergencia", no "Cambio Climático"

Hoy 10 de noviembre se inicia en Brasil otra Cumbre del Clima (la COP 30), con pocas esperanzas de que los 197 paises tomen medidas eficaces contra el Cambio Climático, que es ya una “emergencia” climática. El pesimismo deriva de que Trump sacó a EEUU del Acuerdo de París, China, India y paises en desarrollo apenas recortarán emisiones (siguen consumiendo carbón, petróleo y gas) y Europa suaviza sus ambiciones climáticas, por el auge del negacionismo climático y el “pragmatismo”, forzados por la derecha y extrema derecha europeas (el PP español ha sido el único partido popular europeo, junto al polaco,  que ha votado en contra (junto a la ultraderecha europea) del recorte al 90% aprobado por la Comisión. Mientras, las emisiones siguen aumentando y provocan “emergencias” como los incendiosolas de calor del verano o la DANA de Valencia. Por eso, el gobierno Sánchez propone un Pacto de Estado para acordar medidas y frenar los daños climáticos (20.000 muertos directos en 5 años). Pacto rechazado por el PP y sus autonomías antes de conocerlo. Algo grave, porque afrontar la emergencia climática no es una cuestión de ideología, sino de pura supervivencia.

Guterres (ONU): "El mundo se dirige a la ruina si no se actúa. Es un fracaso moral y una negligencia mortal"

Esta Cumbre del Clima de Belém (10 al 21 de noviembre) es la número 30 de las Cumbres mundiales celebradas desde la primera Cumbre de la ONU sobre el Medio Humano de 1972. Y  coincide con el 10ª aniversario de la Cumbre de París (1975), donde casi 200 paises acordaron reducir las emisiones mundiales de CO2 para evitar que la temperatura de la Tierra subiera más de 2 grados a finales de siglo (y mejor evitar que suba más de 1,5 grados). Hoy, todo indica que los paises no han hecho sus deberes y que “el Cambio Climático va a más”, según señaló Antonio Guterres, secretario general de la ONU en la apertura de esta COP 30. Los últimos datos aportados por la OMM (ONU) son estremecedores: las emisiones de CO2 (el gas responsable del 66% del recalentamiento de la Tierra) han vuelto a aumentar en 2024 y su nivel de concentración en la atmósfera es ya de 423 partes por millón (ppm), frente a 284,7 en 1850, 385 en 1990 y 377,1 en 2009, el nivel más elevado de C02 en 800.000 años, según los científicos. Y también estamos en niveles récord de metano (1.942 ppm), responsable del 16% del calentamiento global) y de óxido nitroso (338 ppm de NO2), culpable de otro 6% del calentamiento global.

La consecuencia inmediata es el aumento de la temperatura de la atmósfera, que ya superó en 2024 los +1,55 grados sobre la temperatura de los niveles preindustriales (1850-1900). Y a este ritmo, ese aumento será habitual en la próxima década de los años 30 y la Tierra sufriría un aumento de la temperatura de 2,3 a 2,5 grados para el año 2100, según la ONU, lo que sería una catástrofe para el clima y la vida en el Planeta. De hecho, el calentamiento actual ya ha provocado una “emergencia climática”, en palabras de la ONU, emergencia que provoca “fenómenos climatológicos extremos” que puede ver cualquiera: olas de calor, sequías, incendios virulentos (este verano en España), lluvias e inundaciones (DANA de Valencia), huracanes y tifones más frecuentes y virulentos… Y una pérdida de los glaciares que ha provocado una subida del nivel del mar (entre 20 y 23 centímetros desde 1980), que podría superar los 30 cm a finales de siglo), poniendo en riesgo muchas zonas del Planeta. Y todo ello provoca además una pérdida de especies y biodiversidad, migraciones climáticas y unas pérdidas humanas (546.000 muertes anuales entre 2012 y 2021, según el 9º Informe Lancet Countdown)  y económicas (inconmensurables).

A pesar de este negro panorama que demuestran los científicos y la ONU, los paises siguen sin afrontar de verdad la “emergencia climática. Algo especialmente grave porque el 76% de las emisiones globales que están destrozando el clima y el Planeta son culpa del hombre, de sus actividades (energía y transporte, industria, agricultura, ganadería, vivienda y residuos). El secretario general de la ONU ha sido claro en la Cumbre de Brasil: “demasiados líderes mundiales están cautivos de los combustibles fósiles” (petróleo, carbón y gas). Los datos de la ONU lo corroboran: los Gobiernos gastaron 956.000 millones de dólares en ayudas públicas (subvenciones, minoración de impuestos, inversiones) a los combustibles fósiles sólo en 2023, tras la crisis energética por la invasión de Ucrania. Sólo España gastó 6.810 millones en subvenciones y ayudas(al gasóleo, la gasolina y la luz…). Y 17 de los 20 paises más destacados planean aumentar la producción de al menos 1 combustible fósil (algunos gas, otros carbón y otros petróleo) para 2030, según un estudio reciente.

Pero además, las petroleras y multinacionales energéticas  llevan todos estos años invirtiendo en combustibles fósiles (que matan), lo que les ha permitido multiplicar sus beneficios a costa del clima: un reciente estudio demuestra que las grandes petroleras (Shell, BP, Exxon Mobil y Chevron) han “pausado, retrasado o retiradoen 2025 sus compromisos climáticos anteriores. Y que las 100 principales empresas productoras de petróleo y gas tienen estrategias de producción que las llevarán a superar las cuotas de producción asignadas para poder reducir el calentamiento global en 1,5 grados máximo para 2100. En paralelo, la banca mundial, que presume cada vez más de “verde”, aumentó un 29% sus préstamos a las empresas de combustibles fósiles en 2024 (hasta 611.000 millones de dólares), superando en un 15% a los préstamos que conceden al sector verde mundial.

A lo claro: los paises, las empresas energéticas y la banca echan ayudas y dinero al fuego de la emergencia climática. Y miran para otro lado cuando la ONU y sus organismos técnicos les piden tomar medidas y recortar emisiones, como se comprometieron hace 10 años en la Cumbre de París. La actitud de los paises, poco conocida, es escandalosa: tenían que haber entregado a la ONU sus Planes de recortes de emisiones para 2035 en febrero de 2025, según lo acordado en París. Pues bien, sólo 10 paises cumplieron, con lo que la ONU les amplió el plazo hasta el 30 de septiembre, coincidiendo con una Cumbre paralela a la Cumbre anual de la ONU en Nueva York. Y resulta que para ese 2º plazo, sólo 64 paises de los 197 firmantes del Acuerdo de París presentaron su Planes, incumpliendo EEUU (Trump sacó al país del Acuerdo en enero), China (anunció su intención por videoconferencia) e incluso la Unión Europea (aprobó su Plan el 4 de noviembre)…

Pero lo peor no es que la mayoría de paises hayan retrasado sus Planes de recorte de emisiones para 2035, sino que los paises que lo han presentado (antes y estos días) proponen unos recortes de CO2 ridículos, un 11% de media, según los expertos de la ONU. Y el recorte debería ser mucho mayor: habría que reducir las emisiones un 35% para 2035 (sobre las de 1990) para no superar los 2 grados a finales de siglo. Y eso ya sería mucho y con efectos peligrosos para el clima, por lo que defienden un recorte de las emisiones del -55% hasta 2035 para garantizar que la temperatura no sube más del 1,5% en que ya estamos (2023,2024 y 2025 han sido los años más calientes de la historia).

En definitiva, que vísperas de esta Cumbre del Clima de Brasil, la mayoría de los paises “no habían hecho sus deberes y los que prometen recortes, sólo proponen reducir sus emisiones la quinta parte de lo que hace falta. Ese desinterés ante la emergencia climática se ha visualizado en las importantes ausencias a esta Cumbre de Brasil, a la que no asisten los líderes de 4 de los 5 países que más contaminan: China (29,2% de las emisiones mundiales de CO2), Estados Unidos (11,1% emisiones), India (8,2% ) y Rusia (4,8%. Sí asisten los líderes de la UE (el 4º mayor emisor de CO2 del mundo, con un 5,95% del total), con la presidenta Von der Leyen, Macron, Metz y Sánchez (más el británico Stamer), pero con una política medioambiental más “suavizada por la presión de la derecha y la extrema derecha.

China es clave para los recortes de emisiones, que han prometido menores y dilatados en el tiempo (a partir de 2035 y 2040, para no truncar su crecimiento actual, basado todavía en el carbón, el petróleo y el gas, aunque son líderes mundiales en energías renovables. Lo mismo pasa con la India, Brasil y otros paises en desarrollo, que además piden ayudas de los paises ricos (que llevamos medio siglo contaminando al máximo) para reconvertir energéticamente sus economías (falta por aportar al Fondo de 100.000 millones de dólares previsto). Rusia aumentara sus emisiones para 2035, por su apuesta por el gas. Y Estados Unidos, el otro país clave, se ha lanzado con Trump a la producción y consumo de petróleo y gas (“perfora, niño, perfora”, es su lema), apostando incluso de nuevo por el carbón, lo que aumentará sus emisiones, no las reducirá.

Y la Unión Europea, que era (y todavía es) el paladín de la lucha contra el Cambio Climático ha frenado sus impulsos reformadores, forzada por las posiciones “negacionistas” de una buena parte de la derecha (PPE) y de la extrema derecha, que ataca en todos los paises (y en España, en las autonomías) el Pacto Verde Europeo. Eso ha llevado al Consejo y a la Comisión Europea a retrasar su ley del Clima y los nuevos Planes de recortes de emisiones (el NDC), que no aprobaron hasta el martes pasado, tras una reunión maratoniana (1 día y toda la noche siguiente) de los ministros de Medio Ambiente. Al final, han acordado un recorte de emisiones del 90% para 2040 (sobre las de 1999). Pero este objetivo tiene “truco”: Francia, Alemania y los paises del Este han forzado una cláusula para que un 5% de ese recorte se pueda “comprar” en el mercado internacional (hay una “Bolsa” de derechos de emisiones de CO2) con dinero de los Fondos europeos y otro 5% con dinero de los propios paises que lo necesiten para cumplir…A lo claro: pagar a otro país que emite de menos por lo que un país emite de más. Y además, reconocen el papel en la transición energética de los combustibles de bajas emisiones en el transporte y retrasan un año las exigencias de emisiones que se piden al transporte por carretera y a los edificios.

Europa está ahora dividida en la lucha contra la emergencia climática, con paises que quieren ir más despacio, argumentando que las políticas climáticas “no pueden poner en peligro la industria y la competitividad europea” (los más duros, Hungría, Polonia y República Checa, apoyados ahora por Suecia, Francia, Alemania e Italia) y otros paises que defienden que “no hay futuro para Europa si no se descarboniza la economía” y que puede ser “una oportunidad” para crear nuevas industrias y empleos (grupo encabezado por España y en el que están otros 13 paises más, entre ellos Portugal, Finlandia, Paises Bajos, Austria e Irlanda. Y esta división interna (y dentro de cada país, por el auge del “negacionismo” y la extrema derecha) es más preocupante porque Europa es uno de los continentes más vulnerables ante la emergencia climática, especialmente los paises del sur, como se ha visto estos años en Grecia, Italia, Francia, Portugal y España.

Precisamente, la DANA de Valencia y los incendios de este verano hicieron que al comienzo de este curso político, el 1 de septiembre, el presidente Sánchez propusiera a las fuerzas políticas y sociales, administraciones, científicos, entidades y ciudadanos, un Pacto de Estado frente a la Emergencia Climática, similar al que se consiguió con las pensiones (Pacto de Toledo) y contra la violencia de género. Al día siguiente, el Consejo de Ministros aprobó 10 medidas que proponen incorporar a ese Pacto de Estado, entre ellas crear una Agencia de Protección Civil y Emergencias, una Red Nacional de Refugios Climáticos en ciudades y pueblos (para afrontar las olas de calor), reforestación y mejor gestión forestal, nuevos Planes Hidrológicos, una reordenación del territorio y las infraestructuras para hacer frente a inundaciones y sequías, más ayudas al medio rural (el mejor aliado en las políticas medioambientales), la creación de 2 Fondos públicos (uno para responder a fenómenos extremos y otro para prevenirlos a nivel local y autonómico), dotar de más medios a los bomberos y servicios de emergencias (creando un nuevo Cuerpo técnico), formación en emergencias en centros educativos y Universidades y la exigencia a Europa de que sea más ambiciosa en los objetivos medioambientales y su financiación.

Parecen medidas “razonables” a la vista de los fenómenos climáticos extremos que hemos sufrido, que se esperan sean cada vez más frecuentes y graves. Pero el PP dijo que no lo apoyaría el 31 de agosto, incluso antes de conocer la propuesta: Feijoo se negó a apoyar este Pacto de Estado, reiterando que el Gobierno Sánchez ha sido incapaz de gestionar los incendios de este verano (sic) y que “se pone de perfil ante cualquier desgracia” (sic). Así que aunque Sánchez y el Ministerio de Transición Ecológica ya han celebrado Jornadas públicas (con expertos y ciudadanos (la primera en Ponferrada en octubre)  para explicar el Pacto, no han asistido ni alcaldes ni políticos del PP (ni por supuesto de Vox).

Así que los ciudadanos de a pie, que sufrimos las olas de calor (3.644 muertes entre junio y agosto) las sequías (y las enormes pérdidas para el campo, junto a subidas extras de los alimentos), las inundaciones y la contaminación (que causa en España 10.000 muertes al año, según Sanidad) y las pérdidas económicas por el clima y sus destrozos (12.200 millones de pérdidas solo este verano, el país líder por pérdidas climáticas en Europa, según un estudio de la Universidad de Mannheim) asistimos impotentes a una Cumbre del Clima donde los paises que más contaminan no se comprometen apenas a recortar emisiones y permiten que las empresas energéticas (y los bancos) ganan millones a costa del clima, del Planeta y de nuestras pérdidas y muertes (20.000 directas en España los últimos 5 años, según dijo Sánchez en Brasil). Y en España, cuando el Gobierno propone un Pacto de Estado para afrontar un problema que ha destrozado medio país (incendios y DANAs), el PP rechaza hablar y Vox niega el cambio climático (¿qué puede pasarle a las políticas climáticas si un día Gobiernan juntos?).

De hecho, el PP español ha sido el único partido popular europeo (junto al PP de Polonia) que votó este lunes 10 de noviembre junto a la ultraderecha europea (en una Comisión del Europarlamento) en contra del recorte de emisiones del 90% propuesto por la Comisión (y que salió adelante en la Comisión del Parlamento Europeo por 55 frente a 32 votos). 

Es hora de que los ciudadanos salgan a las calles y presionen a sus Gobiernos en todo el mundo para que se den cuenta de que estamos ante una “emergencia climática”, de la que nos han venido advirtiendo los científicos y que ahora sufrimos todos. “El mundo se dirige a la ruina si no se actúa. Es un fracaso moral y una negligencia mortal”, acaba de decir el secretario general de la ONU en la Cumbre de Brasil. Pero predica en el desierto. El problema para el mundo es que se acaba el tiempo para actuar. Ojo: la lucha contra la emergencia climática no es una cuestión política, sino de pura supervivencia.  

jueves, 6 de noviembre de 2025

Teletrabajo, el último "gancho" laboral

Dicen que los lunes ya no hay tantos atascos de tráfico en Madrid, Barcelona y otras grandes ciudades porque ahora bastante gente teletrabaja viernes y lunes. Quizás mucha gente que sigue yendo a trabajar todos los días no lo vea, pero el teletrabajo sigue creciendo, aunque lentamente y con menor peso que en la mayoría de Europa, porque muchas empresas evitan pagar parte de los costes o temen que sus trabajadores “se escaqueen”. Pero también hay empresas, las más dinámicas, que han comprobado que muchos trabajadores (sobre todo los jóvenes) ven el teletrabajo como un  incentivo y lo ofrecen para captar talento o evitar fugas. Eso sí, los empleados públicos apenas teletrabajan y la mayoría de sectores con más empleo tampoco, porque no pueden (turismo, hostelería, comercio, construcción, transporte …).Cara al futuro, es clave ir incluyendo el teletrabajo en más convenios colectivos (hoy son la minoría), para facilitar la conciliación laboral y el mayor reparto de hijos y tareas en el hogar entre hombres y mujeres. Trabajemos más a golpe de click.

                              Enrique Ortega

La pandemia marcó un antes y un después en el teletrabajo, que era marginal en 2009 (sólo trabajaban 1,12 millones de trabajadores, el 5,9% de los ocupados) y poco significativo en 2019 (teletrabajaban 1,64 millones, el 8,3% de la mano de obra, según el INE), para dar un tremendo salto en 2020, con el confinamiento (3.015.200 trabajadores, 1 de cada 6, trabajaron desde casa entre abril y junio de 2020, según la EPA), aunque perdió peso tras el final del estado de alarma y al final del año (2,87 millones teletrabajaron de media en 2020, el 15% de los ocupados en España . Y aunque se recuperó algo el porcentaje en 2021 (15,3%), cayó después en 2022 (13,7% ocupados teletrabajaron) y 2023 (14,1%), al querer recuperar la normalidad y el lugar de trabajo. Pero en 2024, el teletrabajo ha vuelto a subir en España y más de 3,3 millones de empleados teletrabajaron, el 15,4% del total.

A pesar de esta lenta recuperación del teletrabajo, el porcentaje en España es muy inferior a los que teletrabajan en el resto de Europa, donde lo hacen el  22,6% de los ocupados, según la última estadística de Eurostat (datos 2024), un porcentaje mayor que antes de la pandemia (teletrabajaban el 14,4% de los europeos en 2019) y que en 2020 (20,7%), aunque algo inferior al de 2021, el año récord en Europa (24% teletrabajaron). Actualmente, hay grandes diferencias en el teletrabajo por paises. En cabeza están los Paises Bajos (52% de los ocupados teletrabajan) y los paises nórdicos (Suecia, con el 45,6% de teletrabajo, Noruega con el 42,5%, Dinamarca con el 41,1% y Finlandia con el 39,4% teletrabajando), seguidos de cerca por Irlanda (36,5%), Bélgica (36%) y Francia (33,9%). Y están en cabeza, pero más rezagados Austria (28,1%) y Alemania (24% teletrabajan). España (15,4%) está en un grupo retrasado, con Portugal (20,8%), Eslovenia (19%), Chequia (16,5%), Polonia (15,3%), Eslovaquia (13,6%) y Croacia (13,3%), aunque no estamos en el vagón de cola, donde están  Italia (10,3% teletrabajan), Hungría (9%), Grecia (7,8%), Rumanía(3,5%) y Bulgaria (3%).

Lo llamativo en Europa, es que el teletrabajo ocasional (uno o varios días a la semana) sigue ganando terreno al teletrabajo habitual, según los datos de Eurostat. En 2024, el 13,7% de los empleados teletrabajaba ocasionalmente y sólo  el 8,9% de los ocupados lo hacían habitualmente, algo que también pasa en la mayoría de paises con más peso del teletrabajo, como Paises Bajos (el 39,8% trabajan ocasionalmente y sólo el 12,2% habitualmente), Suecia (32,2 ocasionalmente y 11,34% habitual), Finlandia (19,8% ocasionalmente y 19,6% habitual) o Francia (22,8% ocasionalmente y 11,1% habitual). El caso de España es una excepción, ya que teletrabajan más ocupados de forma habitual (el 7,8%) que ocasionalmente (7,6%), algo sólo pasa en Irlanda (20,6% habitualmente y 15,9% ocasionalmente) y en Alemania (12,9% habitual y 11,3% ocasional).

Así que en España vamos rezagados en teletrabajo, pero en el modelo “híbrido” que funciona en toda Europa se impone el teletrabajo habitual, aunque crecen tanto el ocasional como el habitual. Y hay datos de alguna ETT, como InfoJobs, que sitúan ya el teletrabajo en el 25% de los trabajadores ocupados, aunque en su estudio ganan los que trabajan en remoto uno o dos días a la semana (el 19%) sobre los que teletrabajan siempre. La sensación que tienen los expertos en recursos humanos es que está creciendo sobre todo el modelo “híbrido”, que apuesta por permitir el teletrabajo un día a la semana (viernes o lunes) o dos (viernes y lunes), lo que se notaría ya en menores atascos estos dos días de la semana, que siempre han sido “negros” para el tráfico en las grandes ciudades.

Todo indica que sigue habiendo muchas empresas reticentes al teletrabajo, sobre todo a teletrabajar más de 1 o dos días a la semana, porque no quieren superar el 30% del trabajo en remoto, el porcentaje que, según la Ley que regula el Teletrabajo (que entró en vigor el 13 de octubre de 2021), las obliga a dotar a sus empleados del personal necesarios para teletrabajar y pagarles los gastos acarreados (equipos, wifi, electricidad), gastos que son menores y se pueden pactar en caso de teletrabajo ocasional. Además, el teletrabajo se ha convertido en una fuente de recursos y demandas de empleados ante los Tribunales de lo social, lo que disuade a muchas empresas a seguir por ese camino. Y otras, simplemente, no quieren que sus trabajadores teletrabajen porque piensan que es difícil “controlarlos” y porque puede bajar su productividad (hay una cultura de “presentismo en el trabajo”), así como dificultarse el trabajo en equipo.

A pesar de todas estas reticencias, el mayor problema para el teletrabajo es que hay muchas empresas y trabajadores que no pueden teletrabajar, sencillamente, por la actividad y el trabajo que realizan. Y esto es especialmente importante en España, donde hay un gran peso de empleos en actividades y servicios que no permiten el teletrabajo: gran parte del turismo y la hostelería, el campo y la ganadería, la construcción, los cuidados y el servicio doméstico, sanidad, comercio al por menor, transporte, logística, la mayoría de la industria,  actividades artísticas y recreativas. En realidad, nuestra estructura económica sólo permite teletrabajar a 1 de cada 3 ocupados, como mucho, según este estudio de CaixaBank Research.

Las últimas estadísticas del INE sobre teletrabajo (noviembre de 2024) señalan que un 15,1% de los trabajadores preguntados habían teletrabajado en la semana anterior a la entrevista. Y el 17,6% de los ocupados han teletrabajado, más mujeres (18,1%) que hombres, sobre todo las personas de 25 a 54 años  (las que más teletrabajaron, un 16,5% fueron los empleados de 35 a 44 años) y especialmente los trabajadores con estudios universitarios (el 33,4% trabajaron, frente al 12,4% de los que sólo terminaron Secundaria), los autónomos (19,8%) más que los asalariados (17,5%) y más los que trabajan con contrato indefinido y a jornada completa (18,7% teletrabajaron) y los que ganan más (entre los que tienen de 2.500 a 3.000 euros de sueldo, teletrabajaron el 27,1% de los encuestados, y de los que ganan más de 3.000 euros, lo hizo la tercera parte). Y teletrabajan mucho más los ocupados en Melilla (26,7% empleados), Madrid (26,7%) y Cataluña (21,5%) que los de Ceuta (1%), Murcia (5%), Castilla la Mancha (6,3%), Extremadura (7,3%), Asturias (8,1%), Canarias (9,1%) y La Rioja (9,7%).

Cuando el INE les pregunta a los trabajadores cuyo empleo les permite hacerlo por qué no teletrabajan, más de la mitad (58,5%) responden que porque prefieren el trabajo “presencial”, mientras otros responden que no teletrabajan porque su empresa “no tiene voluntad de implantarlo” (dicen el 35,8% de los trabajadores encuestados) o “no dispone de los medios disponibles” (otro 16,5%) o el domicilio del trabajador no está preparado (10,8% respuestas). Las personas que sí han teletrabajado lo han hecho una media de 3,5 días a la semana y lo valoran muy positivamente, con 8,7 puntos sobre 10. Ventajas que señalan: poder autogestionar el tiempo de trabajo (el 87,3%), conciliación de la vida laboral y familiar (87,2%), ahorro de tiempo (86,6%) y de dinero(68,7%), pero sobre todo “evitar desplazamientos” (la principal ventaja para el 95,4% de los encuestados). Como desventajas: falta de contacto con los compañeros (para el 82,2%), desconexión laboral (60,8%), sobrecarga laboral (47%)y falta de recursos técnicos (28,8%) e incomodidad de trabajar en casa (24%).

Los expertos laborales aseguran que cada vez son más las empresas que ofrecen teletrabajar en sus ofertas de empleo : el 12% de todas las ofertas de empleo hechas entre enero y agosto de 2025 ofrecían teletrabajar, según InfoJobs, un porcentaje mucho mayor que en 2019 (sólo el 2% de las ofertas), inferior al de 2022 y 2023 (del 18 al 19% de las ofertas) y algo menor al de 2024 (14% ofertas). Pero sobre todo, según un estudio de InfoJobs siguen aumentando las empresas que permiten teletrabajar: en 2025, son el 46% de las empresas que buscan empleados (11% trabajo remoto y 25% teletrabajo híbrido). Y el sindicato UGT señala que en los convenios firmados en 2024, un 20% incluían cláusulas de teletrabajo, aún pocas pero 5 veces más que en los convenios de 2019 (sólo el 4% con teletrabajo).

La realidad es que aunque todavía son una minoría las empresas que ofrecen y permiten teletrabajar, depende mucho del tipo de empresa, su tamaño y, sobre todo del sector. Así, hay tres sectores donde más de la mitad de los anuncios de empleo que ponen en InfoJobs permiten teletrabajar: informática y telecomunicaciones (lo ofrecían el 68% de los anuncios publicados en agosto), Legal (58% de las ofertas para abogados) y finanzas y banca (52%). Y también destacan las ofertas hechas en educación (39% incluyen poder teletrabajar) y recursos humanos (27%), quedando por encima de la media del total de anuncios que incluyen  el teletrabajo (el 12%) las ofertas de empleos para comercial y ventas (16% anuncios lo permiten), ingenieros y técnicos (14%), atención al cliente (14%), calidad, producción e I+D (14%) y marketing y consumo (13%). A la cola del teletrabajo están los anuncios de empleo en turismo y restauración (sólo el 1% incluyen teletrabajar), profesiones, artes y oficios (1%), sanidad y salud (1%), venta al detalle (2%), logística y almacén (2%).

Una novedad en los últimos años es que muchas empresas, sobre todo grandes y dinámicas, están utilizando el teletrabajo como “un gancho” para atraer trabajadores, como un incentivo para captar talento, en España e incluso en el extranjero (permite vivir en un país con un buen clima, alta calidad de vida, relativamente barato y con y excelentes comunicaciones). Eso coincide con una generación de jóvenes que cada vez valoran más el tiempo libre y la libertad para organizarse, por encima incluso de su sueldo. De ahí que, en muchos casos, ofrecer teletrabajar dos días a la semana (o incluso tres) o uno o dos meses al año es una oferta imbatible que permite captar nuevos empleados y evitar que otros se vayan. De hecho, cuando el INE pregunta a los que teletrabajan, el 43% responde que buscarían otro empleo si su empresa vuelve al trabajo 100% presencial. Otro 30% seguirían pero “desmotivados” y el 27% seguirían "pidiendo más sueldo"…

Así que el teletrabajo se ha convertido ya en un incentivo para atraer trabajadores y tener más contentos y motivados a los que ya tienes. Esto es algo que deberían comprender también los gestores públicos, porque los funcionarios y empleados de las distintas Administraciones se quejan de que no pueden teletrabajar, aunque a muchos se les obligó durante la pandemia y algo después, suprimiendo esta posibilidad actualmente en la mayoría de los trabajos públicos, desde la Administración central a las autonomías y Ayuntamientos, donde cada una va a su aire, peleando y negociando con sus trabajadores. Las estadísticas oficiales dicen que la mitad de los funcionarios teletrabajan, pero se refiere sólo a los funcionarios y cuando lo hacen es normalmente un día o algunas horas. Precisamente, los sindicatos de la Administración llevan 5 años pidiendo una norma que desarrolle el teletrabajo en todo el sector público, conciliando la atención al público con el teletrabajo que ofrecen muchas empresas privadas.

En otra década más, el teletrabajo revolucionará el trabajo en España y en toda Europa, por el auge de la digitalización y la inteligencia artificial, empujado por unas nuevas generaciones que se han formado en Internet y que valoran poder teletrabajar tanto o más que el sueldo. Además, puede ser una forma de recuperar el interés por el trabajo de unas nuevas generaciones poco motivadas por contratos precarios, sueldos mileuristas y una organización del trabajo todavía bastante asentada en el “ordeno y mando”. Y encima, el teletrabajo puede ayudar a las mujeres en la equiparación en el hogar: dicen que los hombres teletrabajadores ponen más lavadoras y recogen más a los niños... Pero hace falta preparar al país y a las empresas para un mayor aumento del teletrabajo, con Planes específicos, ayudas e inversiones, para que aumente la productividad y el teletrabajo no sólo sea más cómodo sino más eficaz. Hay que apostar de verdad, en el sector privado y público, por trabajar más a golpe de click.

martes, 4 de noviembre de 2025

Este Blog cumple 15 años

Hoy se cumplen 15 años desde que empecé a publicar este Blog, el 4 de noviembre de 2010, en lo peor de la crisis financiera en Europa y en España. Son ya 1.460 artículos y dibujos (¡muchísimas gracias, Enrique Ortega! , por tu “ilustrada inteligencia” estos años…), dos artículos por semana (lunes y jueves), sin fallar ni una. Es una “crónica” periodística de nuestra historia reciente, que transcurre por varias crisis concatenadas, que no nos han dejado un respiro: crisis financiera, pandemia, inflación más guerra de Ucrania y ahora aranceles y estancamiento en Europa. Han sido 15 años muy complicados, donde España y Europa se han puesto a prueba. Y aunque ahora tengamos la economía española más saneada, mucha gente no llega a fin de mes y seguimos con graves problemas de vivienda, sanidad, educación, Dependencia, salarios, pobreza y clima, con muchos jóvenes, mujeres e inmigrantes pasándolo mal. Por eso, la economía es importante y explicarla “a lo claro”, con rigor e independencia, más. Por eso sigo.

                            Enrique Ortega

Este Blog nació hace 15 años con 4 objetivos que son sus “señas de identidad. El primero, escribir claro. La economía es una de las cuestiones que más preocupan, pero la mayoría tiene “miedo” a acercarse a estos temas, porque “no los entiende” y la consideran “un rollo”, tras siglos en que economistas y periodistas llevan escribiendo en un lenguaje “críptico”, buscado para esconder los intereses de una minoría y justificar lo mucho que ellos saben. Pero se puede escribir “claro” sobre temas económicos: sólo hace falta “saber” y “querer. Y considerar que la gente no es idiota: un médico, una limpiadora o un jubilado pueden entender el problema de la vivienda, los aranceles o qué hay detrás del cambio climático o la inflación si se le dan los datos, los entresijos y vertientes del problema. La gente es lo suficientemente inteligente para comprender casi todo, pero necesita tiempo para buscar datos, informes y análisis y no lo tiene. Este Blog intenta aportar ese material, que me cuesta días recopilar. Y como la realidad y los problemas son complejos, los artículos tienen 2.000 palabras. No son memes

El 2ºobjetivo era tocar todos los temas posibles, porque “economía es todo”, no sólo el PIB, IPC, paro y los temas que salen en los telediarios. La economía está detrás de toda nuestra vida, desde que nacemos (sanidad) hasta que morimos (pensiones, vejez y entierro). Por eso, los 1.460 artículos que he escrito tratan sobre casi todo, desde el empleo y paro, el crecimiento o los salarios a la sanidad, la educación, la Dependencia, las pensiones o la vivienda, la juventud o las mujeres, la emergencia climática, la digitalización y la IA, junto al nivel de vida, la pobreza o la desigualdad. Y he tratado otros temas cotidianos que tienen muchos intereses detrás, desde el fútbol, las drogas o el tabaco a los gimnasios, las mascotas o la muerte (Blog del jueves). Y sin olvidar temas que parecen “más rollo” pero que son cuestiones económicas claves, como la productividad, las exportaciones o la balanza con el exterior (España lleva varios años con superávit exterior, por primera vez en un siglo, y eso nos permite más autonomía como país).

El tercer objetivo era (y es) escribir con rigor, independencia y sentido crítico. En un momento donde el periodismo es “de trincheras” y cada uno escribe (y lee) para confirmar sus opiniones, resulta imprescindible afrontar los problemas sin ideas preconcebidas, tratando de analizarlos y afrontarlos sin prejuicios y con rigor. Por ejemplo, la vivienda: he estado varios días buscando datos, informes, opiniones y alternativas para hacerme una idea más ajustada del problema. Y así he escrito un Blog (hace 2 semanas, decenas antes) donde aporto datos objetivos (oficiales y contrastados), analizo el fracaso de la Ley de Vivienda aprobada por el Gobierno y planteo qué alternativas parecen más razonables (según los distintos expertos), al margen de lo que cada uno piense y de las “soluciones de barra de bar”. Y luego, que el lector opine por su cuenta. En general, apuesto por políticas económicas “socialdemócratas” (crecer y repartir), pero prefiero analizar las medidas que se aprueban con independencia y rigor, no con "neutralidad" frente a los extremismo y las políticas neoliberales.

Y el 4º objetivo es intentar aportar “soluciones”, de intentar “buscar salidas” a los problemas, no “mis salidas” (como un tertuliano más) sino las soluciones que proponen distintos expertos para mejorar los problemas de vivienda, la sanidad o la educación, la Dependencia, la pobreza y desigualdad, la mejora de los salarios o la productividad y nuestro atraso con Europa y en especial el empleo y la situación de la juventud, las dos “obsesiones” de este Blog. Porque no hay nada más deprimente que leer o escuchar a un “experto” (o a un partido) lo grave que es tal problema y no escuchar a la vez una alternativa realista y razonable.

Bueno, voy terminando. Ahora que la política es un lodazal, impulsado por el “tú más”, es más necesario que nunca mantener un Blog como este, que aborda los problemas de “la economía nuestra de cada día” e intenta ofrecer información, análisis y atisbos de “soluciones”, no mías sino de distintos informes y expertos que me he leído antes. Y por eso yo no hablaré de presuntas corruptelas ni de gafas, sino de los problemas que nos importan a todos cada día y que muchos políticos (no todos) ni afrontan ni tratan de solucionar: empleo, vivienda, sanidad, nivel de vida, juventud, educación, desigualdad de la mujer y de las familias, inmigración, pensiones y vejez, crisis climática, competitividad, Europa…, junto a temas del día a día, como los seguros, la tarifa de la luz, los precios turísticos, la alimentación, el AVE o los billetes de avión (por hablar de temas recientes del Blog). Si os gusta, ponerlo en Favoritos y difundirlo (sale lunes y jueves).

Cada día pienso en dejar de escribir este Blog, con el que no gano nada (me cuesta) y al que dedico toda la jornada, como si fuera a trabajar a una redacción. Sobre todo porque lo lee poca gente, comparado con los millones que retuitean memes e insultos. Pero luego pienso que no sabría hacer otra cosa que escribir cada día, aunque sea "clamar en el desierto": leo, investigo, me informo, contrasto y escribo para sentirme vivo. Por eso sigo.