Este mes de marzo se va a librar la batalla de los salarios, en dos frentes. Por un lado, la canciller Merkel intenta imponer a sus colegas europeos un Pacto de Competitividad que prohibiría subidas de sueldos vinculadas a la inflación. Por otro, en España, sindicatos y patronal buscan ponerse de acuerdo sobre la negociación de los convenios, incluyendo si se mantienen las cláusulas de revisión ligadas al IPC, como quieren los sindicatos. Si no hay acuerdo para el 19-M, el Gobierno amenaza con legislar por su cuenta (miedo me da). En el fondo está el debate de cuánto deben subir los salarios y si son culpables de nuestra baja productividad y competitividad. Una vieja polémica donde se esconden muchos datos y que protagonizan expertos y políticos con sueldos millonarios.
La canciller Merkel, apoyada por Sarkozy, va a proponer en la Cumbre europea del 11 de marzo un trato a sus colegas europeos: Alemania y Francia, los que más pagan, aceptan ampliar el Fondo de rescate europeo y flexibilizar su uso (para reducir las tensiones de la deuda, ahora con Portugal) a cambio de que los demás países de la UE acepten un Pacto de Competitividad de 6 puntos: límite de la deuda y déficit público por Ley en cada país, aumento de la edad de jubilación, armonización del impuesto de sociedades, reconocimiento mutuo de títulos para favorecer la movilidad laboral en Europa, nuevos mecanismos de resolución de crisis bancarias y la prohibición de que la subida de salarios se vincule a la inflación.
La mayoría de la Eurocámara ha criticado la propuesta, pero más por las formas (se ve como una imposición franco-alemana), que por el contenido, salvo el tema de los salarios, que de entrada rechazan Bélgica, Luxemburgo, Austria, Portugal y teóricamente España, aunque Zapatero y el ministro de Trabajo no juegan claro: no quieren contradecir a Merkel (que tiene en sus manos calmar a los mercados con el nuevo Fondo de rescate) pero no quieren crear mal ambiente en el diálogo social, donde los sindicatos no aceptan la prohibición alemana.
De entrada, hay un hecho claro: la subida de los salarios vinculada a la inflación retroalimenta la subida de precios. Los trabajadores recuperan algo de poder adquisitivo (no todos), pero se pierde competitividad y empleo. De hecho, entre 1999 y 2009, los costes salariales subieron en España una media del 3% anual, mientras en Alemania crecían un 0,7 %, en Francia un 2% y en la UE un 1,9%. Y en 2008-2009, en plena crisis y con una fuerte pérdida de empleo, los salarios subieron en España un 3,6 y un 2,3 %, cuando bajaban en otros países. El efecto ha sido pan para hoy y paro para mañana. Un mal camino que se ha cortado en 2010, con una subida de salarios del 1,3 % y una inflación del 3%, con lo que se ha perdido poder adquisitivo (sin crearse todavía empleo).
Moderar las subidas de salarios en el país con más paro de Europa parece algo evidente. Pero hay muchas cosas que no se dicen. Primero, que sólo la mitad de los trabajadores tiene una cláusula de revisión salarial ligada a la inflación: la tienen un 75% de los asalariados con convenio, que son 11 millones de los 15,3 millones de asalariados (uno de cada cuatro trabajadores no tiene convenio). Segundo, que dos de cada tres cláusulas de revisión están ligadas a la inflación futura (del año siguiente), no de la pasada, lo que es menos inflacionista. Tercero, que los salarios en España son la mitad que en Alemania (21.500 euros brutos frente a 40.000) y un 20% inferiores a la media de la UE. Y cuarto, que en Alemania existe un gran peso de las grandes y medianas empresas, lo que permite ligar mejor las subidas salariales a la productividad, pero en España, un 75% de las empresas son pymes con menos de 6 trabajadores, muchas sin convenios ni experiencia de negociar productividad.
España es un país donde la mitad de los asalariados cobran 1.000 euros o menos al mes, según la Agencia Tributaria. Con estos sueldos, no se puede quitar de un plumazo la cláusula de salvaguardia, y más con los precios subiendo al 3,6%.La batalla de culpabilizar a los salarios es antigua y yo siempre me fijo en los sueldos de los que piden moderación: Gobernador del Banco de España: 165.026 euros al año. Presidente del BCE: 360.000 euros. Presidente del Bundesbank: 388.000 euros. Y así podríamos seguir con expertos y políticos. Muchos de ellos se olvidan de pedir moderación a los márgenes y beneficios empresariales, que también han subido con fuerza en España en la última década, ganando peso en el pastel de la renta. Y de pedir contención en los salarios de directivos empresariales y en los bonus. Choca que insistan en la contención salarial y no mencionen que los sueldos de los altos directivos de las empresas del IBEX subieron un 19.14% en 2010. Y que los beneficios de las empresas del IBEX subieron el año pasado un 21,5%.
Volviendo a la propuesta de Merkel, parece evidente que hay que ligar la subida de los salarios a la mejora de la productividad, aunque sin liquidar de un plumazo la revisión por el IPC . Pero la mejora de la productividad no depende sólo de los salarios. Hay que hablar también de la organización del trabajo y de la gestión de las empresas, de los horarios, del reparto y creación de empleo, de la formación (sólo el 24% de los convenios incluyen planes de formación), de la mejora de infraestructuras, de la tecnología y la innovación (Alemania gasta el doble que España en innovación). No hablemos sólo de salarios. Hay muchas otras teclas que tocar para ser más competitivos. Que no nos hagan culpables.
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