jueves, 1 de febrero de 2024

Rentas mínimas: las autonomías "hacen caja"

Es un escándalo: 13 autonomías han aprovechado que el Gobierno central implantaba el ingreso mínimo vital (IMV) para recortar el gasto que hacían en rentas mínimas para ayudar a las familias más pobres. Se han “ahorrado” 241 millones y han dejado sin ayuda a 128.448 personas vulnerables. Y lo peor es que “han hecho caja” las autonomías gobernadas por el PP y también las del PSOE. Ahora, todo apunta a que seguirá el recorte de las rentas mínimas, porque varias autonomías las han hecho incompatibles con el IMV, que ha mejorado y ayuda ya a 2,15 millones de beneficiarios. Cáritas pide que ambas ayudas (rentas mínimas autonómicas y el IMV estatal) se complementen, mientras otros expertos piden aprobar una prestación universal por hijo, como tienen 20 paises UE (no España), para combatir la pobreza infantil y apoyar a la natalidad. Y además, reordenar todas las ayudas públicas, para que lleguen a los 4 millones de españoles en situación de pobreza severa. No miremos para otro lado.

                    Enrique Ortega

Las “rentas mínimas” son pequeñas ayudas mensuales que las autonomías conceden a las familias más pobres desde hace tres décadas. La iniciativa la tomó el País Vasco, en 1989, y le siguieron Cataluña y Madrid (en 1990) para cerrar Aragón, en junio de 1.993. Su cuantía es muy dispar: oscila entre 434 euros mensuales en Galicia y 800 euros en el País Vasco. Y también son diferentes los criterios de concesión y el presupuesto. En 2020, con la pandemia, disfrutaron de las “rentas mínimas” un máximo de 795.861 beneficiarios (dos tercios mujeres), con grandes diferencias por autonomías (150.000 en Cataluña, 123.050 en País Vasco o 110.397 en Andalucía, frente a 78.605 en Madrid o 20.181 en Canarias), según los datos del Ministerio de Asuntos Sociales. Y el gasto autonómico en estas rentas mínimas alcanzó un máximo de 1.728 millones de euros en 2020, también con grandes diferencias: el País Vasco gastó 450 millones y Cataluña 427, mientras Andalucía gastó solo 135 millones,  Madrid 133 millones, Canarias y Extremadura 42 millones y Castilla la Mancha 12,6 millones.

En resumen, las “renta mínimas” son “un pequeño parche” autonómico, muy desigual según las regiones y que ayuda poco  a los 9,68 millones de españoles que están en situación de pobreza (ingresan menos del 60% de la renta media: menos de 840 euros mensuales los solteros y menos de 1.765 euros las familias con dos menores). Pero a partir de 2020, las rentas mínimas autonómicas ayudan aún menos, porque la mayoría de las autonomías han aprovechado que el Gobierno central puso en marcha el ingreso mínimo vital (IMV) para recortar sus ayudas y “hacer caja”. Los datos oficiales reflejan que entre 2020 y 2022 (últimos publicados), 13 autonomías han recortado su gasto en rentas mínimas en 241 millones de euros (-12,8%), según denuncia la Asociación de Directores y Gerentes de Servicios Sociales. Y sólo han aumentado su gasto en rentas mínimas 4 autonomías: Canarias (+126,7%), Baleares (+87,3%), Cataluña (+23,3%) y Comunidad Valenciana (+10,8%).

Lo más llamativo es que entre esas 13 autonomías que han recortado sus rentas mínimas entre 2020 y 2022 hay autonomías que gestionaba el PP (5), pero también bastantes gestionadas entonces por el PSOE (6) y los nacionalistas (2). El mayor recorte del gasto lo han hecho Aragón (-84,5%), Madrid (-81,2 %: -108,6 millones “ahorrados), Castilla la Mancha (-72,9%), Castilla y León (-63,3%), La Rioja (-55,5%), Extremadura (-44,9%: -19 millones), Cantabria (-44,6%), Andalucía (-43,1%: -58,5 millones “ahorrados”), Asturias (-33,2%), Galicia (-31,6%: -17 millones), País Vasco (-15,6%: -70 millones “ahorrados”) y Navarra (-15,3%), según los Directores de Servicios Sociales.

Este recorte de gasto se produce porque han reducido los beneficiarios de las ayudas de las rentas mínimas entre 2020 y 2022: había 667.413 beneficiarios a finales de 2022, según el Ministerio de Asuntos Sociales, 128.448 menos que en 2020. La mayoría de las autonomías recortaron beneficiarios, pero las que más han sido Madrid (-57.383 beneficiarios, un 73% de los 78.605 beneficiarios de 2020), Andalucía (-77.685 beneficiarios perdidos, el 70% de los 110.397 que tenía en 2020) y Baleares (-11.992, dos tercios de los 19.256 beneficiarios que tenía en 2020). Y sólo han aumentado beneficiarios en la Comunidad Valenciana (+35.400), Canarias (+25.935) y Navarra (+692). Al final, esos 667.413 beneficiarios de rentas mínimas autonómicas sólo suponen el 7,9% de todos los españoles que están en situación de pobreza (9,68 millones), pero hay 8 autonomías donde suponen aún menos: Castilla la Mancha (reciben esta ayuda el 0,6% de los considerados “pobres”), Andalucía (el 1,6%), Murcia (1,6%), Madrid (2,4%), Castilla y León (2,9%), Baleares (4,1%), Galicia (4,4%) y la Rioja (7,2%). Bajas coberturas que contrastan con Navarra y el País Vasco, donde reciben la renta mínima el 52% de sus “pobres”. Y el 22,5% en Asturias o el 15,1% en Cataluña, según los Directivos de Servicios Sociales.

Las autonomías han podido “hacer caja” y ahorrarse 241 millones entre 2020 y 2022 aprovechando que el Gobierno Sánchez implantó el ingreso mínimo vital (IMV) en mayo de 2020, en plena pandemia. Lo que han hecho las autonomías es poner trabas a las familias vulnerables que recibían una renta mínima y que ahora solicitan el IMV. Unas, como Andalucía, Baleares, Cantabria, Cataluña y Galicia han hecho incompatible sus rentas mínimas con recibir el IMV. Y en el resto, como Madrid, País Vasco, Navarra, Canarias, Comunidad Valenciana o Asturias, sí pueden recibir las dos ayudas, pero les computa como ingreso lo que reciben del IMV, con lo que algunos superan el tope de ingresos permitido y pierden la renta mínima autonómica. Así, unas y otras “han hecho caja”.

Mientras las rentas mínimas autonómicas están a la baja (la tendencia ha seguido en 2023, a falta de datos globales), el ingreso mínimo vital (IMV) mejora, tras crecer muy poco en 2020 y 2021, por desconocimiento y el exceso de exigencias y burocracia. Nació con el objetivo de llegar a 850.000 hogares y beneficiar a 2,3 millones de personas vulnerables y ya está cerca: lo cobraban 735.000 hogares (dos tercios, con una mujer al frente) y beneficiaba a 2.157.712 personas (el 54% de los beneficiarios son mujeres y un 42,8% menores), según el balance oficial al cierre de 2023. Este año 2024, el importe que se recibe con el IMV es muy superior a la mayoría de las rentas mínimas autonómicas: 604 euros mensuales adultos solos, 966 euros en el caso de un adulto con dos hijos y 1.147 euros mensuales para familias con dos adultos y dos hijos. Además, en enero de 2022 entró en vigor el complemento de ayuda para la infancia, que cobran 451.900 familias que tienen el IMV y niños: un complemento de 115 euros mensuales (niños de 0 a 3 años) a 57,5 euros (niños de 6 a 18 años).

Ahora, muchas ONGs temen que se recorten aún más las rentas mínimas autonómicas, dado que el PP y Vox gestionan 11 de las 17 autonomías. Y la derecha se ha mostrado siempre contraria a las ayudas sociales, “la paguilla” que critica la popular Ayuso. En su ideología neoliberal, que impregna a gran parte del PP, la pobreza “es un invento de la izquierda” y los que tienen problemas de subsistencia es porque no ponen los medios para salir adelante, porque no pelean por vivir mejor y “se conforman” con los subsidios. Por eso no es casualidad que las autonomías que gestiona el PP sean las que menos gastan en rentas mínimas (2022): 872,46 euros anuales por beneficiario Murcia, 1.229 euros Andalucía o  1.702 euros Madrid, frente a una media española de 2.475 euros de gasto por beneficiario y los 3.656 euros de País Vasco, 3.021 de Navarra y 2.843 de Cataluña.

Cáritas propone “armonizar” las rentas mínimas y el ingreso mínimo vital, para que puedan cobrar ambas ayudas (complementarias) las familias más vulnerables, sobre todo esos 4 millones de españoles en situación de pobreza severa (ingresan menos del 40% de la renta media: menos de 560 euros un soltero y menos de 1.176 euros una familia con dos niños). Y en general, las ONGs piden que se simplifique el mecanismo de las ayudas públicas a las familias más vulnerables, porque el exceso de requisitos y el complejo “papeleo” conducen a que muchas familias vulnerables (y los 35.000 españoles que viven en la calle, sin hogar) no reciban ni una renta mínima ni el ingreso mínimo vital (IMV). De hecho, muchos que trabajan no tienen derecho a una renta mínima por tener un empleo (no les permite trabajar más de 90 días al año), aunque sea precario y mal pagado. Y no se tiene en cuenta en la cuantía el coste del alquiler o el número de hijos, factores claves. Además, proponen que se cree una ventanilla única para ambas ayudas públicas (renta mínima e IMV), dando más protagonismo en la solicitud a las ONGs, para agilizar la concesión que hoy se retrasa demasiado.

Con todo, muchos expertos creen que no se trata sólo de “armonizar” las rentas mínimas y el ingreso mínimo vital, coordinar mejor las ayudas públicas, sino que debería aprovecharse para reordenar” todas las ayudas públicas a las familias más vulnerables, porque hoy por hoy son escasas y están mal diseñadas, como ya ha alertado a España en varias ocasiones la OCDE. Por un lado, las ayudas públicas a las familias en España tienen la mitad de peso que en otros paises: suponen el 1,6% del PIB (2021), frente al 2,5% en la UE-27 y en Francia, el 3,4% en Dinamarca o el 3,7% del PIB en Alemania. Además de ser escasas,  las ayudas sociales benefician más a las rentas medias y altas que a las bajas. Y eso porque el grueso de las ayudas son las desgravaciones fiscales a las familias en el IRPF, que benefician a 8 millones de contribuyentes ( que se ahorran 4.000 millones de euros cada año), la mayoría de rentas medias y altas, porque las rentas bajas y los más pobres no declaran (los que ingresan menos de 22.000 euros al año, todos los que están en pobreza severa y la mayoría de los “pobres”).

Por todo esto, distintos expertos plantean modificar el esquema de protección social a las familias más vulnerables. Por un lado, coordinar y simplificar las ayudas autonómicas y el ingreso mínimo vital, para que lleguen a más beneficiarios y su importe no dependa del Gobierno autonómico de turno, sino que esté regulado por una Ley estatal, coordinándose con otras ayudas, como la prestación no contributiva por desempleo. Y por otro, proponen aprobar una prestación universal por hijo, que ayude a las familias a afrontar los costosos gastos de crianza y a reducir la escandalosa pobreza infantil, promoviendo la natalidad.

España tiene 2 problemas estructurales graves, de los que se habla poco. Uno, la baja natalidad: 1,2 hijos por mujer, la tasa de fecundidad más baja de Europa, salvo Malta (1,1). Un problema que hipoteca nuestro futuro, no sólo porque nos faltará mano de obra (que necesitamos suplir con emigrantes) sino ocupados para pagar impuestos y pensiones. Y el otro problema, la altísima pobreza infantil: el 27,8% de los menores en España viven en hogares “pobres”, frente al 19,3% en la UE-27, un dato peor al de paises como Rumanía (27% pobreza infantil) o Bulgaria (25,9%), Italia (25,4%), Grecia (22,4%) o Francia (19,3%) y un gran contraste con el 9,5% de pobreza infantil en Finlandia o el 14,8% en Alemania, según Eurostat. Un dato, 2.379.000 niños pobres, impropio de la 3ª mayor economía europea.

Para afrontar estos dos graves problemas, que arrastramos desde hace décadas, muchos expertos defienden una medida, implantada hace años en 20 de los 27 paises europeos (los que tienen menos pobreza infantil): una prestación universal por hijo, financiada por impuestos, que se sumara a una renta mínima (estatal y autonómica) que llegara al menos a las familias en pobreza severa (4 millones de personas). Esa ayuda universal por hijo, mayoritaria ya en Europa y cuyo importe se podría modular según la edad (de 0 a 16 o 18 años), permitiría reducir la escandalosa pobreza infantil actual (somos “lideres en Europa”) y a la vez fomentar la natalidad, algo clave para nuestro futuro como país. De momento, el Gobierno Sánchez aprobó desde 2022 esa ayuda complementaria de 115 euros al mes por hijo (de 0 a 3 años), pero sólo como complemento para los que cobran el ingreso mínimo vital. Y en paralelo, desde la declaración de 2022, las madres trabajadoras con hijos hasta 3 años pueden desgravarse hasta 1.200 euros anuales en el IRPF.

Todo esto podría simplificarse con una prestación universal por hijo, se declare el IRPF o no, como hacen ya 20 paises europeos, una medida que la propia OCDE ha invitado a España a explorar. Y una ayuda que, otra vez, se ha adelantado a aprobar el País Vasco: a partir de marzo de 2023 entró en vigor esta ayuda universal por hijo, 200 euros al mes que cobrarán durante tres años todas las familias que hayan tenido hijos después de esa fecha. De momento, el Gobierno Sánchez estudia alguna medida similar, como una deducción universal por maternidad hasta los 6 años, según informó hace unos días en el Congreso el ministro de Asuntos Sociales, medida que podría ampliarse progresivamente.

Al final, se trata de luchar contra la pobreza y la vulnerabilidad de muchas familias, centrada más en las que tienen hijos, además de promover la natalidad. La pobreza existe y muchas familias necesitan ayudas públicas para comer, pagar el alquiler y sobrevivir, diga lo que diga Ayuso. Por eso, hay que ayudarles, no mirar para otro lado ni recortar las ayudas autonómicas como muchos hacen. Y eso, porque la pobreza es “un cáncer social, económico y político”, que debería ser una prioridad para todos, al margen de las ideologías. Porque la pobreza es un serio obstáculo a la recuperación económica, que se dificulta si la cuarta parte de la población no puede consumir y contribuir al crecimiento y al empleo. También ataca la democracia, porque las personas vulnerables y en exclusión social no participan en el sistema y son caldo de cultivo de populismos y extremismos. Y además, porque la pobreza es una grave muestra de desigualdad e injusticia social. Por todo esto, urge atajar la pobreza sin racanería y no dejar a la cuarta parte de españoles atrás.

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