lunes, 7 de septiembre de 2020

El curso escolar de la mascarilla


Esta semana vuelven a las aulas la mayoría de los 8,25 millones de niños y adolescentes que estudian en colegios e institutos. Será otro curso “extraño”, donde los alumnos irán con mascarilla y los 30.000 centros se reconvertirán para reducir contagios. Pero lo hacen sin medios: no les han llegado los 2.000 millones prometidos por el Gobierno ni han contratado más profesores (sólo 20.000 de los 30.000 prometidos, cuando faltan 70.000) y sin material informático para impulsar la enseñanza online (hasta finales de septiembre no les llegan los 500.000 ordenadores prometidos). Y con un reparto de alumnos por aula diferente en cada autonomía. Así que la vuelta a clase será un riesgo más de contagios, que intentarán paliar los centros y familias, que esperan nuevas ayudas para cuidar niños en cuarentena. Al final, el coronavirus revela lo vulnerable que es nuestra educación, tras años de recortes: sin medios, sin inversión, sin digitalización. Hay que aprovechar la pandemia para volcarse en los colegios y cambiar el modelo educativo (manifiestamente mejorable).


enrique ortega

Por una vez, íbamos a ser un país previsor: el 11 de junio, el Ministerio de Educación y las 17 autonomías fijaron unas normas comunes para abrir los colegios este curso (sólo con la oposición o abstención de Madrid, Euskadi y Cataluña). Se publicaron en el BOE el 24 de junio, dos meses y medio antes del comienzo de curso, con tiempo para que las autonomías y los colegios se prepararan. La recomendación era crear grupos de 15 niños hasta 4º de Primaria (grupos “burbuja”, aislados del resto) y 20 alumnos por clase en el resto, lo que suponía hacer desdobles de clases y buscar nuevos lugares para colocar los nuevos grupos. Y en los casos de alumnos más mayores, una enseñanza presencial y online. Y para facilitar esta reconversión, el Gobierno prometía a las autonomías un Fondo de 2.000 millones de euros, a repartir según el número de alumnos de cada región (ver reparto del Fondo por autonomías).

Hasta ahí todo bien. El problema han sido los rebrotes y la segunda oleada de contagios en julio y sobre todo agosto, con lo que la vuelta al cole se complica: porque cuando se publican las normas (finales de junio) hay 141 nuevos contagios diarios y el 14 de agosto tenemos ya 2.987 contagios diarios (22 veces más). Y las familias y la opinión pública se asustan sobre la vuelta al cole en estas condiciones. Y sobre todo los centros, porque directores y profesores saben que no se ha hecho casi nada: ni se han preparado los desdobles, ni se han hecho nuevas contrataciones ni han mejorado las plataformas informáticas. Las autonomías no han avanzado en los protocolos y los 2.000 millones no han llegado.

El 25 de agosto, el presidente Sánchez comparece para llamar a la calma, para comprometerse a que la vuelta al cole será “segura”. Y el Gobierno (ministerios de Educación y Sanidad) y las autonomías vuelven a reunirse, el 27 de agosto, para aprobar otras normas de vuelta al colegio (como si no estuvieran las del 11 de junio), a la vista de la 2ª oleada de contagios y de los medios realmente disponibles. Y aprueban 29 medidas y 5 recomendaciones (verlas aquí) que, en esencia, son las de junio más una importante: la obligación de que los alumnos lleven mascarilla a partir de los 6 años. Y normas más estrictas de distanciamiento e higiene, más test masivos a profesores. Pero ya no se habla de 20 alumnos por clase, porque se sabe que es imposible conseguirlo en días, dado que no se han contratado los 30.000 nuevos profesores previstos ni ha llegado el dinero para los desdobles y el reforzamiento de la enseñanza digital.

Con estas segundas normas, que ahora apoyan todas las autonomías, cada Gobierno regional aprueba unas normas propias, con criterios comunes pero con muchos otros diferentes (ver aquí). En especial, los ratios, el número de alumnos por clase. Así, Madrid aprueba 20 alumnos por clase en infantil y primaria (en junio se recomendaban 15), lo mismo que Asturias, la Comunidad Valenciana o Murcia, mientras Galicia, Murcia, Navarra y Castilla y León aprueban 25 (y Castilla y León entre 22 y 25). Y en el caso de 1º y 2º de la ESO, bajan los alumnos de 30 a 23, mientras otras autonomías los dejan entre 25 y 30 (cuando en junio se recomendaban 20). El problema es que las autonomías y sus centros educativos no han preparado los “desdobles” (hacer de 2 clases 3, por ejemplo), porque eso exige invertir en obras en los centros y contratar más profesores.

Para eso estaba destinado el Fondo de 2.000 millones (a fondo perdido, sin tener que devolverlos) que el Gobierno Sánchez aprobó el 16 de junio. Pero ese Fondo no ha llegado y todo apunta a que Hacienda no lo transferirá hasta finales de septiembre. Con ese dinero, las autonomías iban a promover obras de trasvase y contratar 30.000 nuevos profesores para los centros públicos y concertados (1,5 profesores por centro, muy poco). Y ahora, cuando el curso comienza, sólo se han contratado unos 20.000 profesores de refuerzo (con cargo a las debilitadas cuentas autonómicas), básicamente en la Comunidad Valenciana y Asturias (Madrid prometió contratar 10.000, pero no han llegado).

Sin desdobles y sin más profesores, los centros educativos han tirado de imaginación para repartir alumnos y guardar distancia de seguridad, a costa de un mayor trabajo de los profesores y la colaboración de alumnos y padres. La mayoría tampoco puede contratar una enfermera/o, que ayudaría a la prevención: en Madrid, por ejemplo, sólo el 20% de los centros educativos cuentan con un enfermero/a. Y los centros han tenido que pedir a los Ayuntamientos ayuda para la limpieza y desinfección continua que necesitan.

Otra inversión que no se ha hecho en la mayor parte de centros es en crear plataformas online para la enseñanza a distancia, que podría complementar la enseñanza presencial a partir de 2º de la ESO. Muchos centros carecen de los medios necesarios, al igual que muchos alumnos, sobre todo los de familias más desfavorecidas. De hecho, España está a la cola de la OCDE en accesibilidad a la educación online: ocupamos el puesto 24º en un estudio sobre 30 paises desarrollados, con un 78,4% de alumnos que tienen ordenador en casa, frente al 95% en Noruega, el 97,6% en Holanda, el 92,9% en Alemania, el 84,1% en Francia o el 72,5% en Italia. Y además, somos el 14º país con el acceso a Internet más caro. Para paliar este retraso digital, el Gobierno aprobó el 16 de junio el Plan Educa Digital, para dotar a los colegios de 500.000 ordenadores y tablets. Pero no ha llegado ninguno y se retrasarán hasta finales de septiembre o en octubre, por problemas en los contratos de suministros.

Al final, mejorar la seguridad de los centros educativos ante el COVID 19 no es sólo cuestión de mascarillas y distancia de seguridad: exige invertir. Para reducir los alumnos por clase a 20, habría que contratar 70.746 profesores (no los 30.000 previstos), según un reciente estudio de CCOO. Y además, hay que invertir en renovar físicamente los centros, en crear plataformas digitales, comprar equipos informáticos y ordenadores para los alumnos más vulnerables, una factura total que CCOO estima en 4.666 millones de euros.

Y no basta con esto. La pandemia y la vuelta a clase va a afectar mucho a las familias, sobre todo cuando aparezcan brotes en algunas aulas y centros, que obliguen a la cuarentena de alumnos y al posible cierre temporal de clases y centros. Por eso, se va a ampliar el Plan MeCuida, que hasta el 20 de septiembre permite a los padres negociar con la empresa una reducción de horario (incluso hasta el 100%) en caso de que se tengan que quedar en casa para cuidar un hijo que está en cuarentena. Y también es posible reducir la jornada laboral (reduciendo el salario). Pero el Gobierno estudia ir más allá y quiere aprobar pronto una medida nueva: que los padres se cojan una baja laboral en caso de cuarentena de sus hijos (aunque tengan PCR negativa). La medida exigirá que esa baja la pague la Seguridad Social (ahora la pagan las empresas los primeros días y no quieren) y puede crear un problema a los médicos de familia que la dan y que están hoy saturados de trabajo.

Al final, los colegios, las familias, las autonomías y el Gobierno “cruzan los dedos” para que la vuelta a las aulas no dispare los contagios. Hay dos cosas claras. Una, que las medidas de prevención tomadas en los colegios son incluso mayores que en otros ámbitos, desde la calle a los centros de trabajo a los transportes y la hostelería. Y la otra, que los contagios en niños son bajos: sólo el 3,4% de los niños diagnosticados de COVID 19 contagiaron a sus familiares, según un reciente estudio realizado por el Hospital Vall D´Hebron. En cualquier caso, son 8.250.000 niños y adolescentes, junto a sus familias, un colectivo demasiado grande como para no preocuparse seriamente. Pero la otra opción, cerrar los colegios, es demasiado drástica y les afectaría muy profundamente. Así que hay que elegir entre los riesgos y la necesidad ineludible de educar a nuestros hijos.

Eso sí, habría que aprovechar esta pandemia para cambiar la educación que tenemos  porque es claramente mejorable: somos líderes en Europa en abandono escolar,  tenemos el tercer mayor porcentaje de alumnos repetidores y estamos en el puesto 17 de 19 paises europeos en el informe PISA. Y todo ello, por nuestra baja inversión en educación (el 4% del PIB frente al 5% de media en Europa: 11.000 millones menos de gasto cada año) y por el modelo de enseñanza que tenemos, demasiado “memorístico” y asentado en enormes temarios más que en desarrollar habilidades y fomentar el razonamiento. Quizás ahora, cuando los colegios se plantean cómo rehacer los temarios (el tercer trimestre del curso pasado no se dio completo, al estar los colegios cerrados y hacer la enseñanza online), sea el momento de reajustar los programas, centrándose en enseñar lo fundamental y desarrollar que los alumnos busquen, discurran, piensen, no sólo memoricen. Y a todo eso puede ayudar la enseñanza online, en las edades superiores: trabajos conjuntos, investigaciones, análisis… Una enseñanza más útil para lo que les van a exigir mañana los nuevos trabajos.

Pero, sobre todo, hay que aprovechar la pandemia para volcarse en la educación, que ha estado desatendida estos años y ha sufrido especialmente los recortes (como la sanidad): la educación perdió 9.000 millones de euros entre 2008 y 2015, con 2.214 docentes menos que hace una década y un 62% más de profesores precarios que en 2009. Y además de gastarse poco en educación, se gasta de forma muy desigual por autonomías: el País Vasco invierte 6.502 euros por alumno, un 60% más que Madrid (3.945 euros por alumnos). Es hora de negociar  un Pacto de Estado por la Educación, para acordar un suelo de gasto (el 5% del PIB), más medios y más profesores, y sobre todo pactar un nuevo modelo de enseñanza, al margen de la política. De hecho, en el Congreso se está debatiendo la nueva Ley de Educación, la LOMLOE (la 8ª de la democracia), aprobada por el Gobierno el 3 de marzo, y cuenta con la oposición del PP, Vox y Ciudadanos. Habría que intentar acuerdos políticos para que si se aprueba, ya para el curso 2021-2022, sea por casi unanimidad.

En definitiva, que hay que volver al cole, aunque la seguridad al 100% sea imposible y los riesgos parezcan enormes. Pero hay que exigir al Gobierno y las autonomías que se coordinen más, que doten a los centros de medios, profesores y equipos informáticos y que ayuden a las familias a conciliar el trabajo con ser padres. Tenemos muchos retos como país, pero las 2 prioridades deben ser la salud y la educación. En eso hay que volcarse.

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