lunes, 22 de septiembre de 2025

Industria: España se aleja de Europa

Hemos tenido otro verano récord de turistas, pero no tanto como se esperaba, por los altos precios, las olas de calor y el estancamiento económico en Europa tras los aranceles de Trump, que han reducido los turistas alemanes y franceses. Es el momento de repensar el futuro del turismo y si España debe crecer siendo la California de Europa, a costa de hoteles, bares, comercio y ocio, que generan un empleo inestable (se han perdido 200.000 empleos en agosto) y mal pagado. La alternativa es promover la industria, avanzar en sectores competitivos y con futuro, apoyados en la tecnología, digitalización y una energía renovable que nos aporta tener la luz más barata de Europa. Pero España está muy rezagada en industria respecto a Europa y hemos perdido 723.500 empleos industriales en este siglo. Urge un Pacto social por la industria, pero los enfrentamientos políticos tienen parada en el Congreso una nueva Ley de Industria aprobada por el Gobierno en diciembre de 2024. Sin más industria no hay futuro.

                            Enrique Ortega

Aunque muchos no lo sepan, España fue un país muy industrializado hace unos 50 años: en 1970, la industria suponía más de un tercio de la economía (aportaba el 38% del PIB). Y todavía en 1980, éramos la 9ª potencia industrial del mundo. A partir de 1983, el Gobierno de Felipe González tuvo que afrontar una dolorosa reconversión industrial, que desmanteló las industrias básicas (siderurgia, naval…), ruinosas por la competencia de paises en desarrollo. En los años 90, el Gobierno Aznar privatizó las empresas públicas más rentables (Telefónica, Repsol, Tabacalera…), mientras España se volcaba en el ladrillo y los servicios. Resultado: el peso de la industria cayó en picado: de aportar el 19,8% del PIB en 1987 se pasó al 16,36% en 2007 y a un mínimo de 15.98% del PIB en 2013, el peor año de la crisis. A partir de ahí, siguió perdiendo peso, hasta aportar el 14,5% del PIB en 2019. Y aunque mejoró su aportación con la pandemia, por el menor peso de los servicios y la construcción, su aportación no superó el 16% del PIB en 2022. Y luego ha seguido cayendo.

Tras este “desplome industrial”, España es ahora la 17ª potencia industrial del mundo y compite, sobre todo, en precio (gracias a los menores salarios) y con manufacturas que aportan poca innovación, tecnología y valor añadido. Pero el mayor problema es que la industria en España se encuentra muy rezagada respecto a Europa y la brecha se ha agravado en este siglo. Así, la aportación industrial en España es del 11,8% del PIB en 2024 frente al 15.6% que aporta la industria europea el crecimiento (el objetivo de la Comisión es que aporte el 20% en 2030). Y este retraso español en la aportación de la industria (-3,8%) se ha duplicado en este siglo: en el año 2.000, la industria española aportaba el 17,99 % del PIB, frente al 19,4% la UE (-1.41% de diferencia), según un reciente estudio publicado por la Fundación BBVA e Ivie. A lo claro: que éramos un país menos industrial que Europa en el 2000 y ahora lo somos aún menos.

Lo más preocupante no es sólo la pérdida de industria en este siglo, sino sus consecuencias negativas para el empleo. El estudio revela que la industria española mantenía el 17,3% del empleo en el año 2.000 (el 18% la europea) y que en 2024 sólo mantuvo ya el 9,9% del empleo total (13,7% la industria europea), lo que vuelve a indicar que la pérdida de empleo industrial en este siglo ha sido mucho mayor en España que en el resto de Europa. La cifra que aportan la Fundación BBVA e Ivie es muy llamativa: se han perdido 723.500 empleos industriales en España entre el año 2.000 y el 2024, un 25% del empleo industrial español. Trabajadores que han ido al paro o se han reciclado en la construcción y los servicios, con empleos generalmente más precarios y peor pagados que en la industria.

No sólo se ha perdido empleo y actividad industrial, también se han reducido las exportaciones españolas de productos industriales, que ayudaban a generar divisas y empleo, aportando desde fuera al crecimiento global. Y ahí, de nuevo, España está rezagada respecto a Europa: las exportaciones industriales aportan el 20,3% del PIB, mientras en la UE-27 aportan el 31,1%, según el informe. Y eso tiene que ver con los productos industriales que exportamos (con menos tecnología y menos valor añadido) y con  una menor productividad de la industria española, derivada del menor tamaño de sus empresas, la menor innovación, digitalización y tecnología, la falta de internacionalización, la ubicación geográfica y los mayores costes, factores que no compensan unos sueldos mucho más bajos.

Otro problema de la industria española, según el informe, es que está demasiado concentrada en sectores menos productivos y competitivos. Así, el 60% de toda la producción industrial se concentra en 4 sectores: industria agroalimentaria (19,4%), metalurgia y productos metálicos (12,7%), industria química y farmacéutica (12,1%) y material de transporte (11,8%). Significa que tenemos una industria muy concentrada en “alimentar a Europa” y proveerla de metales, química y medicamentos, pero con poco peso de las industrias más competitivas y que aportan más crecimiento y empleo: fabricación de maquinaria y bienes de equipo (tenemos la mitad de industria que Europa), productos informáticos, electrónica y óptica (tenemos casi 6 veces menos de industria que la UE-27).

El estudio destaca que la Comisión Europea pretende relanzar la industria en los próximos años, como palanca para competir con EEUU y China. Y recuerda que el gran objetivo es que la industria europea aporte el 20% del crecimiento y el empleo en 2030 (España está lejos, en el 11,8%, mientras la UE-27 alcanzó el 15,6% en 2024, superando el 20% Alemania pero sin alcanzar ese nivel de industrialización ni Francia ni Italia). Para mejorar la industrialización, Bruselas propuso a los paises en 2023 (“Plan industrial del Pacto verde europeo”)  utilizar dos palancas: mejorar la digitalización y afrontar el reto energético, para que la industria consuma menos energía y más barata.

La primera asignatura pendiente de la industria española es aumentar su digitalización, dentro de un proceso más global de incorporar más tecnología e innovación. Y aquí también vamos retrasados respecto a Europa: el 62% de las manufacturas españoles presentan “un nivel básico de digitalización”, frente al 68,3% de media en la UE-27, según el informe de la Fundación BBVA e Ivie, cuando el objetivo debería ser que alcanzaran ese nivel básico el 90% de las industrias europeas. Y sólo el 21,9% de las industrias españolas tienen un nivel avanzado o muy avanzado de digitalización, frente al 28,7% de las europeas.

En cuanto a las inversiones en tecnología, la industria española también está retrasa respecto a la europea: en España, el 29% de toda la inversión en I+D+i la realiza la industria (con todo, el sector económico que más invierte en tecnología) casi la mitad de lo que invierte en tecnología la industria europea (el 52,4% de tosa la inversión en I+D+i).

El segundo reto a medio plazo de la industria, europea (y española), es consumir menos energía y a unos precios más bajos. Hasta hace unos años, la industria española pagaba más cara la energía (incluida la luz) que el resto de la industria europea, aunque nuestra industria es energéticamente más eficiente (gasta menos energía por unidad de producto), según el informe de la Fundación BBVA e Ivie. Pero en los últimos años, la industria española se ha beneficiado de la revolución de las renovables en España (generan  el 57,1% de la electricidad)  y ahora es la industria que paga la luz más barata de Europa: si en 2008, la industria española pagaba un 31,5% más por la electricidad que las industrias europeas, en 2024 pagó un 20,9% menos, según CaixaBank Research.

Precisamente, esta es ahora la mayor ventaja de la industria española para competir fuera: los menores costes de la electricidad, gracias a las renovables. Pero España cuenta también con debilidades estructurales en su industria. La primera, el escaso peso de la industria tecnológicamente avanzada (sólo el 6,2% del total), frente al enorme peso de las “industrias tradicionales (agroalimentación, química, farmacéutica, transporte y automóvil, que suponen el 60%). La segunda, el menor tamaño de nuestras industrias (hay “demasiadas” pymes: sólo el 15% tienen más de 10 empleados, frente al 38% de las alemanas), que tienen menos negocio (facturan 3,42 millones frente a 4,17 millones las europeas). La tercera, el atraso tecnológico, por partida doble: España invierte menos en Ciencia y las industrias españolas gastan la mitad en tecnología que las europeas.

Con todos estos “hándicaps” estructurales, aumentar el peso (y el empleo) de la industria en España no va a ser fácil. Pero hay que hacerlo, para conseguir una mayor competitividad y un empleo más estable y mejor pagado. Varias son las medidas claves para reindustrializar España que propone el informe de la Fundación BBVA e Ivie: potenciar industrias con más valor añadido y más productividad, apostar más  por la innovación y digitalización, aumentar el peso de las grandes empresas (fusiones y concentraciones para crear industrias más grandes), mayor internacionalización de la industria, más apoyo financiero a los proyectos industriales y eliminación de trabas administrativas más ayudas e incentivos fiscales.

España tiene ahora otra oportunidad de oro para impulsar la industria, junto a los bajos precios de la energía: los Fondos europeos. Ya en el Plan de Recuperación enviado por el Gobierno Sánchez a Bruselas, el 30 de abril de 2021, se apostaba por destinar el 17,1% de todos los Fondos europeos (72.000 millones en subvenciones a fondo perdido) a la política industrial en 4 años. El objetivo era “modernizar la industria española” para que sea “más digital y tecnológica”, dotando a los programas con 6.106 millones de inversiones públicas entre 2021 y 2023 (3.781 millones con Fondos UE. La apuesta era apoyar a los sectores industriales claves (“tractores”) como la automoción, la industria agroalimentaria, química, farmacéutica, aeronáutica y máquina herramienta, aportando además por sectores nuevos, que quiere impulsar el gobierno europeo, como las baterías, el hidrógeno verde, la economía circular (reciclaje residuos) y los microprocesadores.

Esta apuesta por la industria en el Plan de recuperación se tradujo en la aprobación (entre julio de 2021 y mayo de 2022)  de 8 Programas estratégicos (PERTE), que son proyectos industriales a medio plazo donde se pone dinero público (de los Fondos UE y del Presupuesto) para atraer también inversiones privadas: PERTE del vehículo eléctrico (24.000 millones a invertir entre 2021 y 2023, 4.300 públicos), PERTE energías renovables (16.300 millones, 6.900 públicos), PERTE agroalimentario (3.000 millones, 1.000 públicos), PERTE economía circular (1.200 millones, 492 públicos), PERTE industria naval (1.460 millones, 310 públicos), PERTE industria aeroespacial (4.533 millones, 2.193 públicos), PERTE digitalización ciclo del agua (3.060 millones) y PERTE microelectrónica y semiconductores (12.500 millones de inversión pública, el programa más ambicioso). En total, una inversión industrial histórica, de 66.000 millones de euros, que pretende crear 500.000 nuevos empleos.

Sindicatos y patronal llevan años pidiendo un mayor apoyo a la reindustrialización de España, como vía para mejorar la productividad, aumentar las exportaciones y reducir la dependencia exterior, modernizar e innovar la economía y aumentar el crecimiento y lograr un empleo más estable (en los servicios y el turismo, los empleos se ganan y se pierden) y mejor remunerado (el sueldo bruto en la industria es de 31.064 euros brutos anuales, un 38,5% más alto que el sueldo medio y el doble que en hostelería y comercio). Por eso, el 26 de noviembre de 2016, sindicatos y patronal firmaron un Pacto de Estado por la Industria, acordando un decálogo de medidas (rebaja costes energéticos, digitalización, tecnología, fusiones, inversiones, formación, desregulación, internacionalización…), que pidieron entonces al Gobierno Rajoy. Pasaron los años, cambio el Gobierno y las medidas no se aprobaron. Y el 22 de marzo de 2021, sindicatos y patronal volvieron a presentar su Pacto de Estado por la Industria en el Congreso, con el apoyo de todos grupos. Pero sin consecuencias…

Mientras, los Fondos europeos se han traducido en  financiación para multitud de proyectos industriales en España, básicamente a través de los PERTEs (programas estratégicos) del vehículo eléctrico, las energías renovables, el sector agroalimentario, la economía circular, la industria naval y aeroespacial, la microelectrónica y los semiconductores. Y en diciembre de 2024, el Gobierno aprobó la Ley de Industria, para sustituir a la actual Ley, que es de 1992. Su objetivo es impulsar una nueva estrategia industrial en España para incrementar su peso en la economía y el empleo, mejorar su competitividad y conseguir una mayor digitalización y descarbonización de la economía, en linea con los objetivos y medidas de la Estrategia industrial europea. El problema es que la Ley sigue estancada en el Congreso, en fase de enmiendas (el plazo se ha ampliado 18 veces) y no parece fácil que se vaya a aprobar este año, por la falta apoyo del PP y las reticencias competenciales nacionalistas.

España necesita tener una estrategia industrial clara para acortar distancias con la industria europea y conseguir que aporte el 20% del crecimiento y del empleo. Y para ello, hay que corregir sus debilidades estructurales y potenciar la ventaja comparativa de una energía barata. Se trata de apostar a tope por la industria, generalizando su importancia en toda España (sólo algunas regiones tienen un alto peso de la industria:  Navarra, la Rioja y País Vasco y parte de Cataluña y Madrid), para asegurar un mayor crecimiento de la economía y un empleo estable y mejor pagado. Y, sobre todo, para que España pueda competir mejor en un mundo con una industria globalizada. No podemos seguir siendo la California de Europa,  un país de hoteles, bares, comercios y grúas. Nos faltan industrias.

 

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