jueves, 30 de enero de 2020

EPA 2019: el empleo aguanta


Se esperaba un mal dato de empleo en el 4º trimestre, pero las Navidades ayudaron y se creó más empleo que en toda la recuperación. Y 2019 cerró con 402.300 empleos más, el menor aumento desde 2014 pero más de lo esperado, gracias al aumento del empleo en los servicios, mujeres, inmigrantes y mayores de 50 años. Y aumentó el empleo indefinido y a tiempo completo, aunque la mayoría de nuevos contratos son muy precarios. El paro baja pero la cuarta parte que otros años, porque hay más personas buscando trabajo (dos tercios son inmigrantes). Y casi la mitad de los parados llevan más de 1 año sin trabajar y no cobran desempleo. Al final, aunque el empleo aguanta mejor de lo esperado, todavía falta recuperar 523.700 empleos perdidos respecto a 2007 y tenemos más del doble de paro que Europa. Y 1 de cada 4 empleos son precarios. Es hora de aprobar un ambicioso Plan de choque por el empleo, la primera preocupación de los españoles. Tienen que moverse.

enrique ortega

La recuperación se debilitó en el verano de 2019 y con ello el empleo, que aumentó en 64.400 ocupados, el menor aumento en el tercer trimestre desde 2013. Y en el cuarto trimestre, se temía que pasara lo mismo, que la creación de empleo se debilitara como la economía, por la incertidumbre exterior (crisis comercial, Brexit, estancamiento europeo, petróleo caro…). Pero no ha pasado y el Black Friday, las Navidades y quizás la Cumbre del Clima en Madrid han tirado del empleo mucho más de lo esperado, aumentado en 92.600 personas, según la EPA, el triple que el año anterior (+36.600 empleos) y la mayor creación de empleo en el cuarto trimestre de toda la recuperación (y desde 2006).


Con ello, se ha salvado en parte el año 2019, al cerrar con 402.300 nuevos empleos, la cifra más baja de la recuperación (ha oscilado entre un mínimo de 413.900 empleos creados en 2006 y un máximo de 566.200 creados en 2018) pero más de lo que muchos esperaban, a la vista de que la economía crece bastante menos (sobre el 2% en 2019 frente al  2,4% en 2018 y el 3% en 2016) y del panorama político. Pero el empleo aguanta y España crea más que el resto de Europa, aunque sea un empleo muy desigual, concentrado en los servicios (374.500, el 93% de los nuevos empleos), aunque creció en la industria (+55.400, frente a los -3.000 de 2018) y poco en la construcción (+4.000 empleos frente a los 136.000 creados en 2018), cayendo en el campo (-31.700), según la EPA.


El empleo creado en 2019 estuvo mal repartido, por sexo (6 de cada 10 nuevos empleos fueron para mujeres, que ya alcanzan una cifra de empleo que es récord histórico: 9,15 millones trabajan en España), nacionalidad (casi la mitad del empleo creado, 199.300, fue para inmigrantes), edad (los mayores de 50 años se llevaron el 83% de los empleos creados, mientras ganaban sólo 80.000 empleos los menores de 29 años y perdían 91.400 los que tienen entre 30 y 39 años) y empleador (360.000 empleos se crearon en el sector privado  y sólo 42.300 en el sector público), según la EPA. Además, hay mucha diferencia por autonomías: el empleo creció más en Madrid (+138.000 empleos, 1 de cada 3 creados en España), Cataluña (+87.000), Andalucía (+45.000) y Comunidad Valenciana (+43.300), pero cayó en Castilla la Mancha (-5.900 empleos), Melilla (-2.800) y Extremadura (-200).


Un dato positivo de la EPA  2019 es que han aumentado los asalariados con contrato  indefinido (+414.200 asalariados en 2019), que ya son el 73,9% de los trabajadores (eran el 73,1% en 2018). Y también han aumentado los que trabajan a jornada completa (+352.300 en 2019), que ya representan el 85,25% de los trabajadores (85,20% en 2018). Un pequeñísimo avance en la calidad del empleo, debido a que todavía, la mayoría de los nuevos contratos que se firman son muy precarios. Así, en 2019 se hicieron 22, 5 millones de contratos (¡56 por cada empleo¡) y de ellos, el 90,4% fueron temporales  (sólo 9,6% indefinidos) y un 35,75% a tiempo parcial, según Trabajo. Y además, cada vez se hacen contratos por menos tiempo: el 48% se hicieron por 1 mes o menos y de ellos, el 27% por 7 días o menos. Con ello, sólo el 6,16% de los contratos hechos en 2019 fueron contratos “de calidad”, a los que aspiramos todos: indefinidos y a jornada completa.


Con la creación de 402.300 empleos en 2019, el paro debía haber bajado otro tanto, pero sólo bajó en 112.400 parados, la cuarta parte que en 2018 (-462.400) y los años anteriores de la recuperación (años en que el paro bajó entre los -477.900 de 2014 y los -678.200 parados de 2015). La explicación es que han aumentado mucho los que buscaban trabajo (+290.000, dos tercios de ellos inmigrantes), con lo que el empleo creado ha tenido que repartirse entre los parados que ya estaban y los que se han apuntado en 2019. Al final, tenemos 3.191.900 parados en España, un 13,78% de las personas en edad de trabajar, según la EPA, un porcentaje que todavía duplica el paro en Europa (6,3% en la UE-28). Y aún estamos lejos de recuperar la tasa de paro que teníamos antes de la crisis: 8,8% en 2007.


El paro, como el empleo, está también repartido de forma desigual, por sexo (peor las mujeres, 1.685.800 paradas, con una tasa del 15,55%, superior al 12,23% de paro de los hombres), edad (los menores de 24 años tienen un 34,22% de paro, frente al 8,58% de las personas de 40 a 44 años o el 11,39% de los que tienen de 55 a 59 años), nacionalidad (20% paro los inmigrantes) y sectores (el 36% de todo el paro está en los servicios, el 5,76% en el campo, el  5% en la industria, el 4,55% en la construcción y la mayoría, el 48% de los parados son los que no han trabajado antes y buscan su primer empleo). Por autonomías, hay 5 regiones que rondan o superan el 20% de paro, un nivel muy preocupante: Ceuta (27,58%), Melilla (26,81%), Extremadura (23,48%), Andalucía (18,78%) y Canarias (18,78%). Y otras 6 autonomías que tienen un paro “casi europeo”: Navarra (9,01%), País Vasco (9,09%), La Rioja (9,89%), Baleares (9,91%), Aragón (9,93%) y Madrid (9,99%), según la EPA.


Un problema que sigue ahí es que el paro se enquista, que hay un alto porcentaje de parados que llevan más de un año sin trabajar: en 2019 fueron 1.387.000 parados de larga duración, el 43,25% del total (menos del 46,97% que eran en 2018). Son demasiados parados, que tienen un problema añadido para encontrar trabajo, al estar tanto tiempo fuera del mercado. Y además, tienen otro problema: se les acaba el desempleo y muchos parados no cobran el subsidio de paro. En 2019, sólo 1.964.132 parados cobraban un subsidio (el 44% cobraban 847 euros mensuales pero el otro 56% cobraba sólo 430 euros de subsidio asistencial), según Trabajo. Cobran el 61,53% de los parados estimados por la EPA, el porcentaje más alto de los últimos años, dado que en la época de Rajoy hubo años donde no cobraban ni el 50% de los parados. Pero no podemos olvidar que hay todavía 1.227.768 españoles sin trabajo que no reciben ningún subsidio y malviven, el 38,47% de todos los parados EPA. Y la situación es peor en algunas autonomías como Melilla (el 66,2% de parados no cobran), Ceuta (57,02%), Madrid, Canarias y Murcia (el 48,8% parados no cobran) o País Vasco (44,9%), según los últimos datos de Trabajo (SEPE).


España lleva 6 años creciendo (2014-2019) y la recuperación ha creado ya 2.831.700 empleos, casi la cuarta parte de todo el empleo creado en Europa en estos años.  A finales de 2019 trabajaban 19.986.900 personas, pero todavía quedan 523.700 empleos para recuperar la ocupación que teníamos antes de la crisis, en 2007 (trabajaban 20.510.600 españoles en septiembre de 2007, según la EPA). Eso quiere decir que todavía queda empleo por conseguir, no sólo para recuperar el pasado sino para dar ocupación a los jóvenes en el futuro y para salvar el bache de empleo que tenemos con Europa: en España trabajan el 64,71% de los adultos (16-65 años) frente al 73,2% en la UE-28. Eso significa que tenemos 1.800.000 empleos menos que la media europea.


El primer reto es crear más empleo, algo que va a ser difícil en los dos próximos años, porque la previsión es que España crezca menos (1,7% y 1,6% frente al 2% que habremos crecido en 2019). En consecuencia, frente a los 402.300 empleos creados en 2019, las previsiones apuestan por crear en 2020 entre 360.000 empleos (Gobierno), 310.000 (Asempleo) y 261.000 empleos (Manpower), menos que el año pasado en todos los casos. Y eso si la economía no se debilita por el entorno internacional (el Brexit, la economía europea o el petróleo) o por problemas políticos internos.


El segundo gran reto es crear empleo de más calidad, porque aunque haya mejorado algo en 2019, España tiene el empleo más precario de Europa, con un 26,1% de trabajadores con empleo temporal, casi el doble que en Europa (13,7% en la UE-28) y mucho más que Francia (16,5% de contratos temporales) o Alemania (12%), según Eurostat. Y aunque sólo tenemos un 14,75% de trabajadores a tiempo parcial (menos que el 18,5% en Europa), casi dos tercios de ellos  trabajan menos horas “forzados” porque no tienen otro remedio, lo que indica un altísimo nivel de “subempleo” (55,8% forzosos frente al 24,8% en Europa, según Eurostat). De hecho, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) acaba de publicar un informe donde alerta que España tiene un grave problema de empleo: 5,4 millones de españoles están “desperdiciados”, o bien porque están en paro (3,3 millones), porque no buscan trabajo (900.000 desanimados) o porque trabajan menos horas de las que querrían (1.200.000 trabajadores más). Eso significa que la economía no emplea bien, “desaprovecha”, a 5,4 millones de personas, el 29% de la fuerza laboral. Y si analizamos a los jóvenes menores de 30 años, están “desperdiciados” (en paro, desanimados o subempleados) casi la mitad, el 48%, según este informe de la OIT publicado en enero.


Así que queda mucho por hacer con el empleo, que no por casualidad es la primera preocupación de los españoles, según todos los Barómetros del CIS. Por eso urge que el nuevo Gobierno promueva un gran Pacto por el empleo, con las fuerzas sociales y los demás partidos, al margen de los enfrentamientos políticos. Un Pacto con varios frentes. El primero y más urgente, conseguir mejorar la situación de los parados, sobre todo de esos 1,22 millones de parados que no cobran nada y que se ven abocados a la pobreza y la economía sumergida. Urge avanzar en una propuesta de renta mínima, apoyada incluso por la Autoridad Fiscal Independiente, que ha propuesto crear una renta de 430 euros para 1,8 millones de familias (donde estarían los parados sin subsidio), con un coste de 5.500 millones anuales. El segundo frente de actuación debería ser una reforma a fondo de las Oficinas de empleo (SEPE), que no ayudan a los parados a encontrar trabajo y que también fallan en los cursos de formación (que sólo hacen el 3,5% de los parados).


Un tercer frente de actuación debería ser aprobar un Plan de choque contra el paro, dirigido  especialmente a los jóvenes, las mujeres y los parados de larga duración, los colectivos que tienen más difícil colocarse. Se trata de buscar sistemas para formarles mejor y ayudarles a colocarse, con un seguimiento individualizado, mejorando la colaboración con las empresas y entre autonomías. Y resulta clave revisar y mejorar las políticas activas de empleo, poco eficaces y con un presupuesto que se ha desplomado: de 7.683 millones que se gastaban en 2008 a 5.500 a partir de 2013 y 5.985 millones en 2019. Una gasto en políticas de empleo que es la mitad que el europeo (0,48% del PIB frente al 1% en la UE-28), a pesar de tener el doble de paro.


Y quedaría un cuarto frente de actuación: medidas para conseguir un empleo de más calidad, rebajando drásticamente el porcentaje de contratos temporales (recordemos, el 90,4% de los hechos en 2019) y a tiempo parcial (el 35%, dos tercios “obligados”). Eso exige forzar un acuerdo con la patronal, para que sólo sean temporales los empleos que estén justificados, con ayudas e incentivos (cotizaciones y fiscalidad) a los que hagan contratos estables. Y en paralelo a la “zanahoria”, el “palo” de la Inspección de Trabajo, investigando el fraude, para lo que necesita más medios. Pero es una vía muy efectiva, como lo demuestra que Trabajo, sólo con el envío de cartas hecho en agosto de 2018, consiguió que las empresas regularizaran 61.445 contratos (más otros 132.500 detectados en las inspecciones ordinarias). 


Y junto a estos 4 frentes de actuación, hay un quinto que pasa por cambiar y modernizar el modelo económico de España, para conseguir aumentar la productividad y que el sistema cree más empleo y no tengamos el doble de paro que Europa. Hay que apostar por la industria y la tecnología, por la exportación, por los sectores que crean un empleo más estable. Y por una digitalización y organización del trabajo que mejoren la eficacia de la economía, su productividad y en consecuencia el empleo. Y apostar por mejorar la formación, para que jóvenes y adultos afronten la reconversión tecnológica sin perder empleos.


El empleo debería ser el primer reto de todos, desde empresas y sindicatos al Gobierno y los políticos, buscando que también sea el primer objetivo de Europa para que nos ayuden a crear más empleo (con inversiones a nivel continental) y a costear el paro (con la creación de un subsidio europeo). Se trata de crear más empleo pero sobre todo un empleo de calidad que no deje a nadie atrás, parado o subempleado. Es un reto a medio plazo, que exige tiempo y medidas eficaces, no demagogia ni politiqueos. Tienen que moverse.

lunes, 27 de enero de 2020

Jóvenes, los "paganos" de la crisis


Los jóvenes son los que más han sufrido la crisis y los que menos se benefician de la recuperación. El dato del Banco de España es demoledor: los ingresos de los menores de 30 años han caído un 18% desde 2011, los de sus padres han caído ligeramente o se han recuperado y los de sus abuelos han subido un 18%. La crisis ha agravado la desigualdad entre generaciones. Al final, el fracaso de los jóvenes se refleja en este otro dato: un 81% siguen viviendo con sus padres porque no se pueden emancipar. Y menos si la mitad de los jóvenes están “infrautilizados” (inactivos, subempleados o parados), como denuncia la OIT. Es un grave problema, como las pensiones o el Cambio Climático, que exige un Plan de choque, con medidas desde la enseñanza (menos fracaso escolar y estudios que ayuden a trabajar) al empleo (menos trabajo precario), la vivienda y las ayudas a las familias jóvenes. Urge dar una salida a nuestros jóvenes, porque son los "paganos" de la crisis. Apoyémosles más.

enrique ortega

El primer gran cambio con la crisis es que ahora hay menos jóvenes: si en 2007 había en España 8.357.000 jóvenes de 16 a 29 años, en 2019 había 6.707.100, o sea, 1.650.000 jóvenes menos, por la caída de la natalidad y el número de hijos de las familias. Y además, segundo gran cambio, estos jóvenes de hoy trabajan menos y están más parados que antes de la crisis: hay menos jóvenes activos (trabajando o buscando trabajo: un 56,14% frente al 69% en 2007), menos jóvenes trabajando (el 42,4% frente al 60,16% en 2007) y más jóvenes parados (el 13,71% en 2019 frente al 8,84% en 2007), según el último balance publicado por Trabajo. La crisis ha hecho pues que haya más jóvenes “inactivos” (el 43,8%, frente a sólo 31% en 2007), debido a que muchos jóvenes siguen estudiando o no hacen nada (ni-nis: ni estudian ni trabajan, un 20,2%, 619.000 jóvenes de 18 a 24 años).


Estos datos indican claramente que los jóvenes españoles están hoy peor que antes de la crisis (2007) y que apenas se han beneficiado de los 6 años de recuperación (2014-2019). El mayor problema está en el empleo, porque los jóvenes perdieron más empleo que los mayores y se han beneficiado menos de los 2.923.700 empleos creados desde 2014 (sólo la quinta parte de los nuevos empleos, 561.800, fueron para los jóvenes de 16 a 29 años, según el INE). Y además, los jóvenes se encuentran con nuevos empleos más precarios aún que los más mayores. Así, de los 2.845.400 jóvenes que trabajan (según los últimos datos de Trabajo) más de la mitad (el 56,78%) tienen un contrato temporal, según la EPA, el doble de temporalidad que la media de trabajadores españoles (el 26,7% tienen un contrato temporal). Y además, una cuarta parte de los jóvenes que trabajan (el 24,26%) tienen un contrato a tiempo parcial (por horas o días), casi el doble que el conjunto de trabajadores (un 14% tienen contratos a tiempo parcial), según la última EPA.


Ya no es sólo que trabajen pocos jóvenes (recordemos: el 42,4% de los que tienen entre 16 y 29 años) sino que muchos jóvenes están subempleados (el 14,5% querrían trabajar más horas, pero no encuentran) y otros está sobrecapacitados para el trabajo que hacen, porque tienen demasiada formación: es lo que les pasa al 37,6% de los universitarios españoles, que trabajan “sobrecualificados” (de camarero o cajera con una carrera, por ejemplo), frente a sólo un 23,4% de universitarios que lo hacen en Europa, según la Fundación CYD. Dos motivos de frustración (subempleo o sobrecualificación) que se traducen también en bajos salarios. Pero además, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) acaba de dar un dato impresionante: el 48% de los trabajadores jóvenes españoles están infrautilizados, porque están subempleados, desanimados (ni buscan empleo) o parados, un problema que afecta  sólo una cuarta parte de los jóvenes (al 28%) en Europa, según la OIT.


Este empleo escaso y precario de los jóvenes españoles se traduce en unos salarios más bajos que los del resto de trabajadores. Así, el salario neto de los jóvenes de 16 a 29 años era de 15.500 euros anuales (1.107 euros mensuales en 14 pagas), según los últimos datos del Consejo de la Juventud. Y en el caso de un hogar joven (familia), su ingreso medio es de 28.000 euros, 2.000 euros netos al mes. Pero el sueldo es menor con la edad. Así, los jóvenes de 16 a 24 años ganaban 1.091,7 euros brutos al mes (927 euros netos), según el Decil de salarios del INE/EPA(2018), muy por debajo del sueldo medio bruto de los españoles, estimado en 1.944,4 euros brutos (1.652 euros netos al mes). Y los que tienen entre 25 y 34 años también ganan menos que la media: 1.615,2 euros brutos (1.372 netos).


Al final, entre que trabajan menos jóvenes y que ganan menos, la renta de las familias jóvenes (menores de 35 años) ha caído más que la del resto de familias españolas, según un reciente informe del Banco de España. Cayeron más durante lo peor de la crisis, entre 2011 y 2014 (-23,10%), y han mejorado menos durante la recuperación (+7%). El resultado es que las familias jóvenes tienen hoy una renta, unos ingresos (22.800 euros anuales) que son un -17,7% menores que antes de la crisis (27.700 euros en 2011), cuando el conjunto de familias españolas han recuperado prácticamente sus ingresos (25.600 euros frente a 25.800). Y mientras los jóvenes todavía ingresan mucho menos, las familias más mayores ingresan más (las de 35 a 44 años, un +3,8%) o sólo un poco menos (-10,12% las familias de 45 a 54 años y un -5,22% las familias de 55 a 64 años). Y los pensionistas ingresan más que en 2011: un +27,5% las familias de 65 a 74 años y un +18,3% las familias de más de 74 años, según este informe sobre renta y riqueza durante la crisis y la recuperación.


El balance es claro: los jóvenes han sido los que han visto más recortados sus ingresos, mientras sus padres los mantenían o recortaban menos y sus abuelos eran los que salían mejor parados de la crisis. Y lo mismo en el patrimonio, en la riqueza de las familias, que ha caído un -26,8% de 2011 a 2017, por el desplome del precio de la vivienda y los ingresos: el patrimonio de los jóvenes ha caído un -92,6%, menos el de las familias de edades medias (del -46% para 35-44 años al -32% para 45-54 años y  el -28,7% para familias de 55 a 64 años) y mucho menos los jubilados (-10,6% para familias de 65 a 74 años), según ese estudio del Banco de España. Y en paralelo, los jóvenes tienen un porcentaje de deudas (62,1%) mayor que la media de familias (53,2% con deudas).


Todo este panorama (menos empleo, sueldos bajos y más deudas) se acaba trasladando a otro dato muy esclarecedor de la situación de los jóvenes: el 81,4% de los menores de 30 años siguen viviendo con sus padres. Sólo el 18,6% han podido “emanciparse”, el dato más bajo en España desde 2002, según el Consejo de la Juventud, un dato que contrasta con el 30% de emancipación en Europa. Significa que de 6,67 millones de jóvenes (16-29 años), sólo 1,2 millones se han marchado de casa. Y la proporción es aún menor entre los chicos (14,8% emancipados) que entre las chicas (22,5%) y sobre todo en Cantabria (14% jóvenes emancipados), Andalucía (15%), Canarias (15,1%) y Castilla y León (15,4%), siendo más alta en Cataluña (23,1%) y Madrid (19,6% emancipados). En todos los casos, la tasa de emancipación es menor entre los jóvenes que tienen menos formación y empleos precarios.


El problema básico que tienen los jóvenes para no irse de casa de los padres es el coste de la vivienda, sobre todo  por los elevados alquileres. En junio de 2019, el pago de un alquiler medio se llevaba el 94,4% de los ingresos de un joven, cuando en 2008 suponía sólo el 55,7%, según el Consejo de la Juventud. Y si pretenden comprar un piso, la hipoteca se les lleva el 62,4% de un sueldo joven medio, menos que el alquiler, pero con un problema insoluble: necesitan un fuerte desembolso para la entrada y los gastos, además de que en muchos casos lo bancos no les prestan por su precario trabajo. Y si los jóvenes alquilan compartiendo piso (lo que hacen el 84% de los que se emancipan), el alquiler todavía se lleva el 30,8% de sus ingresos, del 30 al 40% en 21 capitales y más del 40% de los ingresos de un joven que comparta piso en Madrid o Barcelona. 


Al final, todos estos datos confirman con creces algo que ya intuíamos: la mala situación de los jóvenes españoles. El Banco de España ha dado la alerta: tenemos un problema de desigualdad entre generaciones, “hay que poner más énfasis en la equidad intergeneracional”. Es hora de pensar en nuestros hijos y nietos, que han sufrido la crisis con más dureza que nosotros. Como pasa con las pensiones, hay que buscar soluciones “solidarias entre generaciones”, pensar en mejorar su futuro y no sólo en el nuestro.


¿Qué se puede hacer? Como en todos los problemas de fondo, no hay atajos ni soluciones mágicas. Hay que actuar en varios frentes, a 20 o 30 años vista. El primer frente ha de ser mejorar la formación de los jóvenes, desde la escuela a la Universidad. Es vital reducir el alto porcentaje de repetidores (el 28,7% de jóvenes de 15 años repiten curso frente al 13% en la UE-28), mejorar el tipo de enseñanza (ocupamos el puesto 19 y 17 de Europa en matemáticas y ciencias en el informe PISA), reducir el abandono escolar temprano (España es líder en Europa, con un 17,9% de jóvenes que no acaban Bachillerato o FP frente al 10,6% en la UE-28) y los jóvenes que ni estudian ni trabajan (20,2% de “ni-nis” frente al 13,1% en Europa y el 9,6% en Alemania). Son eslabones de una “mala educación”, que se traducen en que los jóvenes españoles (25-34 años) están peor formados que los europeos: el 32,3% están poco formados (tienen la ESO o menos) frente al 13,6% de los europeos, el 23,4% tienen una formación media (Bachillerato y FP grado medio) frente al 43,5% en Europa y el 44,3% de los jóvenes son universitarios, incluso más que en Europa (42,9%), según los datos del “Panorama de la Educación 2019” (OCDE). 


Y en la Universidad, hay también malos resultados académicos y un exceso de títulos que se corresponden poco con lo que demandan las empresas, por lo que el paro de los universitarios españoles (12%) duplica al de la OCDE y Francia (6%) y cuadruplica el de Alemania (3%) y Reino Unido (2%). Y además, 1 de cada 3 universitarios (37,6%) están “subempleados”, trabajan en empleo de menos cualificación, el porcentaje mayor en Europa (23,4%) y por encima de Reino Unido (27%), Francia (23%), Italia (22%) o Alemania (19%). 


Otro frente de actuación debe ser mejorar el empleo de los jóvenes, con un Plan de choque que favorezca la formación dual (estudiar y trabajar), los contratos para la formación, la contratación de jóvenes y su supervisión y apoyo por mayores en las empresas, luchando contra la explotación juvenil y los falsos becarios. Y un mayor control de la Inspección de Trabajo. En paralelo, avanzar de una vez en la reforma de las oficinas de empleo (SEPE), para que sean verdaderas oficinas de contratación que ayuden a los jóvenes (y no jóvenes) a emplearse, con cursos de reciclaje ligados a lo que necesitan las empresas.


Un tercer frente clave es una política de vivienda que tenga como prioridad la emancipación de los jóvenes, con ayudas al alquiler (más elevadas y eficaces que las actuales) y con una mayor oferta de viviendas públicas (VPO) en alquiler para jóvenes (incluidas residencias y apartamentos) y para familias jóvenes con niños, impulsadas sobre todo por autonomías y ayuntamientos, que deberían aportar suelo público y facilitar estas promociones.


En cuarto lugar, hace falta toda una política pública de ayuda a la familia, para animar a los jóvenes a salir de su casa y formar un nuevo hogar, con ayudas por hijo, permisos de paternidad y maternidad, facilidad de guarderías y colegios, incentivos fiscales y un apoyo público decidido a las mujeres/hombres solos con niños, volcándose sobre todo en las familias con niños y jóvenes pobres: 1 de cada 4 niños y adolescentes (el 26,8%) menores de 18 años está en situación de pobreza en España, según el Alto Comisionado para la pobreza infantil. Y también son pobres 1 de cada 4 jóvenes de 18 a 34 años (el 25,3%).


Urge mejorar la situación de la juventud, con un Plan global de apoyo a los jóvenes que deberían apoyar todos los partidos y grupos sociales, porque es una asignatura pendiente de todos, una “deuda” de padres y abuelos con hijos y nietos. Es otro reto urgente de las próximas décadas, de una enorme envergadura, como el empleo, las pensiones, la lucha contra el Cambio Climático o la modernización de nuestra economía. Tenemos que volcarnos en los jóvenes, porque tenemos una deuda con ellos tras esta crisis: viven ahora peor mientras otras generaciones se recuperan. Apoyémosles más.


jueves, 23 de enero de 2020

FITUR: 7º año récord de turistas en 2019


Esta semana se celebra la Feria del Turismo, FITUR 2020, y el sector está eufórico, porque 2019 volvió a ser un año récord, el 7º año consecutivo: vinieron 83,7 millones de extranjeros y se gastaron 92.337 millones de euros, lo que nos afianza como el 2º país del mundo en turistas e ingresos, por detrás de EEUU. Lo positivo no es sólo que hayan venido 900.000 turistas más, a pesar de la ralentización europea y los desvíos a Turquía, Egipto y Túnez, sino que llegan más turistas de América y Asia, que gastan más. Y que en 2019 volvimos a ser el país turístico más competitivo del mundo. Pero hay que cuidar más esta “gallina de los huevos de oro”, gastando más en promoción exterior y en la reconversión de la oferta, con inversiones en instalaciones, venta online y formación de los trabajadores, con empleos muy precarios. Planificar a 30 años el futuro de la primera industria española.

enrique ortega

En 2019 parecía imposible conseguir que vinieran más turistas a España, tras el récord de 2018 (82,8 millones), porque casi todo estaba en contra: la economía mundial crecía menos, Europa estaba al ralentí, los británicos (22% de todos los turistas que vienen) estaban agobiados por el Brexit, el petróleo volvía a encarecer los billetes, Turquía y Egipto seguían recuperando turistas alemanes e ingleses (que antes iban a Canarias o Baleares) y, para colmo, en septiembre quebró el tour operador británico Tomas Cook (que traía a España 3,6 millones de turistas). El primer semestre se cerró con más turistas que el año pasado (1,03 millones más), pero en el verano de 2019 el turismo “pinchó”, al traer 28,92 millones de turistas extranjeros, 204.522 menos que el verano de 2018. Al final, la Cumbre del Clima de Madrid y el turismo a las ciudades han acabado salvando el año. Y 2019 habrá cerrado con 83,7 millones de turistas, 900.000 más que en 2018, según ha anticipado la ministra de Industria, Comercio y Turismo.

Eso significa que en 2019 se alcanzó el 7º año récord consecutivo de turistas extranjeros, desde 2013 (el primer año récord en nuestra historia: 60,6 millones de visitantes extranjeros). Y esos 83,8 millones de turistas duplican con creces los turistas que llegaban hace sólo 40 años: 38,9 millones en 1979. Con estas cifras, España se consolida (por segundo año) como el 2º mayor destino turístico del mundo, sólo por detrás de Francia (89 millones de turistas en 2018) y por delante de EEUU (80 millones), China (63), Italia (62), Turquía (46), México (41) y Alemania (39 millones), según los datos de la Organización Mundial del Turismo (OMT).  

Lo que ha pasado en 2019 ha sido que han caído los turistas de los tres principales paises europeos que nos visitan, los británicos (-2,2%, 17,3 millones hasta noviembre), los alemanes (-1,8%, 10,7 millones hasta noviembre) y los franceses (-1,3%, 10,6 millones hasta noviembre), así como los nórdicos, aunque han subido los italianos (+3,5%, 4,2 millones hasta noviembre), los irlandeses (+6,8%, 2,09 millones hasta noviembre), los portugueses (+5%, 2,3 millones hasta noviembre) y los rusos (+8%, 1,25 millones hasta noviembre), según los datos de Frontur. Y, lo más importante, han crecido mucho más los turistas que vienen de más lejos y gastan más: los norteamericanos (+13%, 3,15 millones hasta noviembre), los latinoamericanos (+10,6%, 3,5 millones) y los turistas asiáticos y del resto del mundo (+10,5%, 5,28 millones hasta noviembre), según Frontur.

Y también es importante que 4 de las 6 autonomías más turísticas ganan visitantes, en especial Madrid (+7,5%, 7.10 millones de visitantes hasta noviembre), seguida de la Comunidad Valenciana (+3,8%, 9,10 millones), Andalucía (+3,5%) y Cataluña (+0,8%, 18,4 millones de turistas hasta noviembre), a pesar del conflicto del procés. Eso sí, pierden turistas, por haberse desviado al Mediterráneo, Canarias (-4,4%, 11,9 millones de turistas hasta noviembre) y Baleares (-0,8%, 13,6 millones), según los datos de Frontur. Se estima que sólo Turquía ha “robado” a España (básicamente a Canarias y Baleares) el 1,7% de los turistas que venían en julio y agosto: 180.000 británicos, 166.000 alemanes y 49.000 nórdicos cambiaron España por Turquía, según estimaciones de Exceltur. En contrapartida, han venido más extranjeros a las ciudades, al norte y al interior de España.

El otro gran récord de 2019 ha sido el gasto de estos turistas: era de 87.265 millones hasta finales de noviembre, según la Encuesta de Gasto turístico del INE, y podría haber cerrado el año 2019 en 92.337 millones de euros, un 2,7% más que en 2018 (89.856 millones de gasto turístico), que ya fue un récord histórico de ingresos de divisas por turismo. Eso nos confirma otro año más como el 2º país del mundo que más ingresa por turismo, sólo por detrás de EEUU (200.000 millones de euros) y por delante de Francia (60.000 millones), Tailandia, (55.000 millones), Reino Unido (50.000) e Italia (45.000 millones de euros).

Este 2º récord consecutivo de ingresos es la mejor noticia, porque marca un cambio de tendencia, que España empieza a atraer un turismo de más calidad, que gasta más y que además no sólo viene en verano a la playa sino que nos visita más el resto del año, fuera de temporada, y visita las ciudades (con más turismo de negocios) y el interior. Es un inicio de cambio estructural que el sector lleva años buscando, con una promoción turística ad hoc (turismo de negocios, cultural, gastronómico, deportivo y hasta “sanitario”) y con fuertes inversiones hechas en hoteles de ciudad. Y también conseguimos turistas de más lejos, que gastan más, porque se han mejorado los vuelos con destinos lejanos.

Así, en 2019, el mayor aumento de turistas han sido los japoneses (+25,7%), que gastaron una media de 161 euros al día (la media de gasto diario fue de 110 euros, según Exceltur), y eso tuvo mucho que ver con que los vuelos entre España y Japón aumentaron un 45%, según el balance de Exceltur. Les siguieron los mexicanos (+22,5% de turistas en 2019), que gastan 120 euros al día, y cuyos vuelos aumentaron un 14,6%. Los turistas chinos (que gastan 161 euros al día)  aumentaron un 11,7%, en parte porque los vuelos a China aumentaron un 6,8%. Y llegaron un 13% más de  norteamericanos (que gastan 138 euros diarios), gracias también a que los vuelos a Norteamérica han aumentado un 8,6%, según el balance de Exceltur.

Al final, la promoción exterior, las inversiones en hoteles e instalaciones y la mejora en las conexiones aéreas han ayudado a traer más turistas no europeos que gastan más y subir el gasto medio diario: de 130 euros diarios en 2016 a 146 en 2018 y 154 euros en 2019, entre enero y noviembre, según el INE. Y esa subida del gasto medio compensa que la estancia media de los turistas haya bajado: de 7,88 días en 2016 a 7,45 en 2018 y 7,12 días de media por turista en 2019 (enero a noviembre), según Frontur.

El turismo extranjero, que ha batido todos los récords en 2019, supone la mitad del negocio del sector turístico. La otra mitad es el turismo de loa españoles, que también ha mejorado en 2019, por la mayor subida de sueldos y pensiones y el aumento del empleo, con más pernoctaciones en hoteles y apartamentos y más gasto, aunque muchos españoles han aprovechado las ofertas de vuelos para viajar al extranjero (y gastar fuera) más que nunca.

Con todo, el turismo, la primera industria del país, creció en 2019 un 1,5%, algo menos que el conjunto de la economía (1,9%). Y con ello, es el 2º año en que el PIB turístico crece menos que el PIB global (en 2018 creció un 1,7% y la economía un 2,4%), tras haber crecido el turismo mucho más que la economía desde 2010. Pero a pesar de este menor crecimiento, el empleo turístico ha crecido más (+3,5%) que el resto del empleo (+2,3%): hay 2.575.638 personas trabajando en el turismo (un 13,2% del total de ocupados), 64.581 más que un año antes, según el balance de Exceltur. Eso sí, todavía el empleo es bastante precario: un 36% es temporal (frente al 26% en toda la economía) y un 22,8% trabajan a tiempo parcial (frente al 15% en el conjunto de la economía).

Aunque el turismo, como sector, haya crecido menos en 2019, las empresas han seguido mejorando sus resultados, al haber aumentado un 3,5% sus ventas, también porque han empezado a subir los precios a la vista del aluvión de turistas. En conjunto, los beneficios del sector turístico aumentaron un +3,3% en 2019, según Exceltur, destacando los mejores resultados en el transporte (+5,1% beneficios), ocio (+6%), agencias de viaje (+4,5%) y alojamiento urbano (+4,3%). Y las empresas turísticas que han tenido un mejor año son las de Madrid, Barcelona y algunas del centro, norte y Galicia, siendo un mal año para las empresas que trabajan en Canarias y Baleares, por la menor llegada de turistas.

El sector turístico celebra que en 2019 se haya reducido la competencia de los apartamentos turísticos de las plataformas online, gracias a una normativa municipal más estricta aprobada en Barcelona, Palma, San Sebastián, y Bilbao, por las protestas ciudadanas y de los hoteleros. Así, a finales de 2019 había 415.445 plazas hoteleras en España y 413.033 apartamentos turísticos, lo que suponía 17.317 apartamentos turísticos  menos que en 2018: se cerraron 13.357 en Barcelona (todavía hay 100.502), 1.669 en San Sebastián, 1.619 en Palma y 375 en Bilbao, según los datos de Exceltur.

Para este año 2020, el sector turístico espera un año similar a 2019, con un crecimiento del PIB turístico del +1,5% (como 2019), también por debajo del crecimiento de la economía (+1,7%), aunque podría repetirse el récord de turistas y gasto, con menos nuevos empleos. Con todo, no va a ser un año fácil para el turismo, según los expertos, porque hay muchas incertidumbres: débil crecimiento de la economía mundial y europea, Brexit, volatilidad en el precio del petróleo, fortaleza de los paises competidores del Mediterráneo (aún reciben un 12% menos de turistas que antes de comenzar su crisis) y, sobre todo, porque se esperan menos vuelos del resto de Europa a España: una caída del 11% en los vuelos del norte de Europa (de donde vienen el 6,5% de turistas), una reducción del 10,3% en los vuelos de centro Europa (de donde vienen el 23% de los turistas y un -3,9% en los vuelos del Reino Unido (que aporta el 22 de los turistas), sobre todo a las islas, según Exceltur. A cambio, crecerán los vuelos a Norteamérica (+2,8%) y a Latinoamérica (+15%), aunque bajarán a Asia (-6,6%).

Tras tantos años de récords, ha llegado el momento de sentarse y pensar sin triunfalismos en el futuro, planificar el turismo español de aquí a 2050. Sabiendo que tenemos muchos puntos fuertes, como revela que España haya sido elegida en 2019, por 3ª vez consecutiva,  como el país más competitivo del mundo en turismo, según el Foro Económico Mundial, que también nos colocó en primer lugar en sus informes de 2015 y 2017. El ranking, que nos da 5,4 puntos sobre 7, señala que los puntos fuertes de España son la infraestructura hotelera, las infraestructuras y servicios del país, su riqueza natural y su cultura. Pero también tenemos puntos débiles. Los más importantes, el exceso de concentración del turismo que llega, en el verano (35% del total), en Europa (85% de los turistas) y en el destino, concentrado en 6 autonomías ( Cataluña, Canarias, Andalucía, Baleares, Comunidad valenciana y Madrid), que se benefician del 90% del turismo y del 93% de su gasto. Y además, muchas instalaciones turísticas sin modernizar y una oferta controlada por tour operadores extranjeros.

Es hora de iniciar una profunda reconversión del turismo español, con un Plan Renove para modernizar instalaciones, sobre todo en zonas de sol y playa, con una oferta de más calidad que atraiga a turistas de más gasto. Además, el sector tiene que afrontar una revolución digital de la oferta, para captar mejor clientes en todo el mundo y evitar lo que pasa ahora, que una gran parte de los ingresos del turismo se quedan fuera de España. Además, hay que diversificar la oferta, para ofrecer mucho más que sol y playa, fomentando el turismo de negocios, cultural, deportivo, sanitario o gastronómico, atrayendo visitantes todo el año. Y también resulta clave mejorar el empleo y la formación de los trabajadores turísticos, para ofrecer una atención de más calidad que otros paises competidores. Y sobre todo, hay que invertir más en el turismo, alimentar mejor a “la gallina de los huevos de oro”: no es posible que el gasto presupuestario en turismo haya caído de los 777 millones de 2010 a los 331 millones de 2013 que se han mantenido hasta hoy (335 millones en 2019).

Si el turismo es nuestra primera industria (14% del PIB) y nuestra primera fuente de divisas, hay que volcarse con ella y dedicarla recursos y medidas, con más colaboración de la que existe hoy entre Gobierno central, autonomías, empresas y trabajadores. Hay que alcanzar un gran Pacto turístico, aprobar un Plan estratégico 2020-2050, donde se establezcan objetivos, prioridades, inversiones y ayudas para asentar los récords y afianzarlos a medio plazo. Si al menos en turismo somos una potencia mundial, aseguremos que será así en el futuro. Cuidemos nuestra particular “gallina de los huevos de oro”.

lunes, 20 de enero de 2020

Ojo: los nuevos coches contaminan más


Precisaré el titular: los coches nuevos vendidos en 2019 emitían más CO2 (de media) que los vendidos en 2018. Y es el tercer año consecutivo que pasa. La causa es triple: cambió el sistema de medir las emisiones, se han desplomado las ventas de coches diesel (que emiten menos CO2 que los de gasolina) y los coches más vendidos son los SUV (todo camino urbano), que consumen y emiten más. Así que, con los coches, vamos en dirección contraria para luchar contra el Cambio Climático. Y este año 2020, la Comisión Europea empezará a multar a las empresas que vendan coches más contaminantes, forzándoles a ofrecer más coches híbridos y eléctricos, todavía demasiado caros y con pocos puntos de carga. Urge penalizar fiscalmente los SUV, recuperar el diesel y ayudar a la compra de coches limpios. Y sobre todo, ayudar a renovar el parque: un tercio de coches (7,6 millones) no tienen etiqueta ambiental. Y sólo 312.000 vehículos tienen etiqueta Eco o Cero. Hay que conducir más limpio.

enrique ortega

El año 2019 se cerró con una caída en la venta de coches, algo que no sucedía en España desde 2012: se matricularon 1.258.260 vehículos, un 4,8% menos que en 2018 (que fue un año récord, con 1.321.437 vehículos matriculados). Pero en realidad, la caída de ventas de coches a particulares fue mayor, un -11,6%, y se compensó en parte por el aumento de las auto matriculaciones (de concesionarios), un +3,1%, y las mayores ventas a empresas de alquiler de coches (+0,2%). Las ventas de coches cayeron en toda España, salvo en Madrid (+1,6%), Murcia (+9,8%), Ceuta y Melilla (+1,2%), con un mayor desplome de ventas en la Rioja (-14,3%), Cantabria (-13,6%) Navarra (-13,5%), Baleares (-13,4%) y Galicia (-12,7%), según los datos de Anfac (fabricantes).


Si la caída en las ventas de coches es muy preocupante (el automóvil mantiene 2 millones de empleos y aporta el 10% del PIB), lo es también que los coches nuevos que se venden son más sucios, emiten más CO2. Así, en 2019, la emisión media de los nuevos coches vendidos en España fue de 120,6 gramos de CO2, un 1,7% más que en 2018 (118 grs), según fuentes de Anfac. Con ello, es el tercer año consecutivo en que suben las emisiones de los coches nuevos que se venden: 2017 (de 115 a 117 gramos), 2018 (de 117 a 118) y 2019. Una tendencia que también se da en Europa, donde los coches vendidos en 2018 (último dato de ACEA) emitían 120 gramos de media, más que los españoles (118 gramos en 2018), siendo menores las emisiones en Francia (112,2 gramos), Italia (116,3 gramos) o Portugal (106,3 gramos, Dinamarca (106) o Holanda (105,3 gramos) y mayores en Reino Unido (124,8 gramos) y Alemania (129,9 gramos de CO2 de media por vehículo).


Los coches nuevos que se venden emiten más CO2 por 4 razones. La primera, que se ha cambiadoel sistema de medición: en septiembre de 2018 entró en vigor el sistema WLTP, que sustituyó al sistema NEDC, que medía las emisiones en un laboratorio, a velocidades más bajas que la conducción real. Ahora, las emisiones se miden en carretera, simulando una conducción normal, a velocidades reales. Y el nuevo sistema WLTP puede medir, para el mismo vehículo, entre un 15 y un 20% más de emisiones.

Una segunda causa, clave, es la caída de ventas de los vehículos diesel, que emiten entre un 15 y un 20% menos de CO2 que los coches de gasolina, según la patronal Anfac, aunque emiten algo más de óxidos nitrosos, NOx (80 mgr/km frente a 60 mgr/km los de gasolina) y una proporción muy similar de partículas. El desplome del diesel, a raíz del escándalo del Dieselgate de Volkswagen (septiembre 2015) ha sido generalizado en Europa, donde las ventas han caído del 54,9% del total en 2012 al 36% en 2018. La caída del diesel ha sido mayor en España: ha pasado de significar un 68,9% de las ventas en 2012 al 27,9% del total de ventas en 2019, según los datos de matriculaciones de Faconauto. Y los coches de gasolina, que emiten más CO2, han duplicado su peso (del 29,6% al 60,1%).


La tercera causa de que los coches nuevos sean más sucios es la moda de los SUV (“Sport Utility Vehicle”), los todo caminos urbanos que hacen furor en todo el mundo y que contaminan más, por su mayor peso y peor aerodinámica, que les lleva a consumir un 25% más carburante que un coche mediano. De hecho, la Agencia Internacional de la Energía ha alertado que los SUV son la segunda causa del aumento de las emisiones de CO2 en el mundo entre 2010 y 2018 y que todos los SUV del mundo emiten tanto CO2 como Reino Unido y Paises Bajos juntos. En 2018 se produjo un récord mundial de ventas de SUV, con 35 millones vendidos, el 39% de todas las ventas mundiales (el doble del 17% que suponían en 2010), casi la mitad de los coches vendidos en EEUU, un tercio de los coches vendidos en Europa y el 41,6% de todas las ventas de turismos en España. 

En 2019, la cuota de los SUV en España volvió a subir y representó el 46,9% de todas las ventas de turismos (eran el 16,2% de las ventas totales en 2014), según las estadísticas de Faconauto. Y además, los más vendidos son los SUV que más consumen y emiten, los medianos (23,9% de las ventas totales), grandes (5%) y Premium (0,7%), aunque también crecen los SUV pequeños (17,3% de las ventas). El año 2019, entre los 10 coches más vendidos en España estaban 3 SUV: el Nissan Qashqai (el 3º: 30.156 vehículos), Seat Arona (el 6%: 25.128) y Peugeot 3008 (el 9º: 23.308 vehículos). 


Y queda una cuarta causa para explicar el aumento de emisiones: el auge en la última década de los motores de gasolina “downsizing (de inyección directa y baja cilindrada), motores “turbocomprimidos”, que han resultado ser hasta 10 veces más contaminantes que los diesel más potentes de inyección directa y hasta 1.000 veces más que sus antecesores, los coches de gasolina de inyección indirecta y mayor cubicaje.


Al final, tenemos coches nuevos, con mucha tecnología, pero que emiten de media más CO2 por su motor (gasolina o turbocomprimidos) o por ser un “todocamino” de moda. Y en paralelo, crecen lentamente las ventas de coches “alternativos”. En 2019 se matricularon 151.351 turismos de bajas emisiones, el 12,03% del total, todavía pocos aunque suponen un salto enorme frente al 5,1% de coches alternativos que se vendían en 2017, el 2% de 2015 (20.825 vehículos) y el 1,4% de coches poco contaminantes que se vendieron en 2012 (un total de 9.807 vehículos “alternativos”). Del total de coches poco contaminantes vendidos en 2019 (151.351), la mayoría fueron híbridos no enchufables con etiqueta ECO (108.684 turismos, la mayoría de gasolina), seguidos de vehículos a gas (25.191 turismos, también con etiqueta ECO), vehículos eléctricos con etiqueta Cero (10.050 turismos) y vehículos híbridos enchufables también con etiqueta Cero (7.425 turismos). Eso significa que de los 1.258.260 vehículos vendidos en España en 2019, sólo 17.475 (el1,38%) son Cero emisiones.


Los datos de la Agencia Tributaria (Hacienda) confirman que los nuevos coches son más sucios. Así, de enero a noviembre de 2019, sólo el 58,8% de los coches matriculados quedaron exentos del impuesto de matriculación (por emitir menos de 120 gramos/km) cuando eran el 69,2% de los matriculados en esos mismos 11 meses de 2018. Y han crecido también los que emiten de 120 a 160 gramos (del 25,9% de los matriculados en 2018 al 35,1% en 2019), los que emiten de 160 gramos a 200 (del 3,5 al 4%) e incluso los coches nuevos que emiten más de 200 gramos/km (el 1,4 al 1,7% de los matriculados).

El problema no es solo que los coches nuevos emitan más CO2, al haber más coches diesel y más todocaminos, sino que España tiene un parque de vehículos muy viejo (la edad media del parque español son 12,3 años, la mayor de Europa tras Grecia) y los coches antiguos contaminan mucho más. El dato es muy llamativo: de los 24 millones de vehículos que circulan por España (13,5 millones gasoil y 10,5 millones gasolina), un 31,7% no tiene distintivo ambiental (son 7.608.000 vehículos), según datos de Tráfico (2018) recogidos por Faconauto. Son los responsables de la mayor parte de las emisiones de CO2 y del 70% de emisiones de NOx y partículas, según los expertos. Y todavía hay otro 34,3% (8.232.000 coches más) que tienen una etiqueta B (coches de gasolina de enero 2.000 a 2006 y diesel posteriores a enero 2006). 


En total, dos tercios del parque, 15.840.000 vehículos sin etiqueta o con etiqueta B, con restricciones para entrar en algunas ciudades porque son los principales responsables de la contaminación. Sólo un 26,6% de los coches circulan con etiqueta C (gasolina posterior a enero 2006 y diesel posterior a 2014), un 1,2% (288.000 vehículos) con etiqueta Eco (híbridos y gas) y sólo el 0,1% del parque (24.000 vehículos) circula con etiqueta Cero emisiones


El tema es preocupante porque el transporte es responsable del 27% de las emisiones totales de CO2 (datos 2018 para España) y de ese total, los turismos suponen el 60,7% de las emisiones (o sea, el 18% de las emisiones totales de CO2), aportando el resto los camiones (26,2% emisiones transporte), furgonetas (11,9%) y motos (1,2%). Por eso, la Comisión Europea y el Europarlamento aprobaron en 2018 medidas más estrictas para reducir las emisiones de los coches nuevos, a partir de enero de 2020. La nueva normativa fija un tope máximo de 90 gramos/km en las emisiones de los coches nuevos y establece una multa a los fabricantes que vendan coches que contaminen más. Así, en el caso de España, si la media de emisiones por vehículo (120,6 gramos) supera el tope en 25,6 gramos, debe pagar una multa de 95 euros por gramo, que se traduce en 2.432 euros por vehículo. Si se mantiene la cifra de ventas de 2019 (1,25 millones vendidos), la multa que corresponde a España serían 3.040 millones anuales, que tendrían que pagar los fabricantes.


La Comisión Europea ha establecido que la industria automovilística tenga tres años (2020 a 2022) para adaptarse a estas mayores exigencias, con dos “facilidades”. Una, que el objetivo de 95 gramosCO2/km se establece ese periodo transitorio sobre el 95% de las ventas, con lo que tienen un 5% exento donde pueden cargar las ventas de vehículos más contaminantes. Y la otra, que en 2020, la venta de un coche poco contaminante (menos de 50 gramos) cuenta como 2 coches vendidos (en 2021 como 1,67, en 2022 como 1,33 y ya en 2023 como uno), para incentivar así las venta de vehículos Cero emisiones. 


Con esta nueva normativa, aunque suavizada hasta 2023, los fabricantes de coches europeos tienen que “ponerse las pilas” este año”, so pena de sufrir multas millonarias, estimadas en 33.600 millones de euros para todos los fabricantes, según una estimación de la consultora Jato. El reparto de sanciones sería muy desigual, según los modelos que fabrica cada uno: Volkswagen podría ser multado con 9.190 millones de euros anuales, el Grupo PSA con 5.390 millones, Volvo con 770 y Toyota con sólo 550 millones. En el caso de España, la nueva normativa obliga a los fabricantes a incentivar las ventas de vehículos híbridos y eléctricos (por encima del 20%) y más coches diesel (pasando su cuota del 27,8% al 47%: pasar de vender 350.000 diesel a 592.000 en tres años), según estimaciones de Faconauto (concesionarios). Así que fabricantes y concesionarios tendrán que bajar precios y dar más ayudas, ya este año 2020 y más a partir de 2023.


En paralelo, el Gobierno tendrá que forzar también las ventas de más coches de bajas emisiones, por varias vías. Una, básica, aumentar el impuesto de matriculación a los coches más contaminantes, especialmente a los SUV medianos y grandes. La industria quiere suprimir este impuesto de matriculación (no existe en la mayoría de Europa) y dejar sólo el impuesto de circulación, pero cambiándolo: en lugar de pagarlo según la potencia del coche (los “caballos”) y las tarifas diferentes de cada Ayuntamiento, pagarlo según las emisiones y la antigüedad del vehículo, para que paguen más los más contaminantes.


Un segundo frente, el más decisivo, es aprobar un Plan a 10 años para rejuvenecer el parque de vehículos, achatarrando al menos los 7,6 millones de coches que hoy no tienen ninguna etiqueta ambiental. Pero eso no se puede hacer a la fuerza, sino ayudando a los propietarios a cambiar de coche, con ayudas suficientes, vinculadas a los ingresos del conductor. Hasta ahora, las ayudas de los Planes Renove han sido muy escasas y se han agotado enseguida o se han quedado sin gastar en algunas autonomías (como parte de los 45 millones del Plan Moves para la compra de coches eléctricos). Ahora, el nuevo Gobierno promete subir las ayudas a 200 millones anuales en 2020, una cifra insuficiente y que tardará meses en tener efecto, porque antes tiene que aprobarse el Presupuesto 2020.


Un tercer frente de actuación es multiplicar los puntos de carga de los coches eléctricos, que hoy son muy escasos (5.160), por un exceso de trámites de los entes públicos y demasiadas trabas de las compañías eléctricas (puede tardarse un año). Hasta que garajes y empresas no se llenen de enchufes y se multipliquen las “electrolineras”, será difícil que alguien se compre un coche eléctrico/híbrido enchufable, sobre todo dado su elevadísimo precio, pocos modelos (no llegan a 25) y baja autonomía (de 150 a 600 kilómetros). 


Y también hay que modificar la fiscalidad de los carburantes, porque no tiene sentido decir que luchamos contra el Cambio Climático y tener luego unos impuestos a los carburantes contaminantes más bajos que en el resto de Europa. Así, en enero, los conductores españoles que repostan gasóleo (13,5 millones de vehículos) pagan 14,63 céntimos menos de impuestos que la media europea (59,54 céntimos/litro frente a 74,17 céntimos/litro en la UE-28), según el Boletín Petrolero UE. Y los que repostan gasolina (10,5 millones de vehículos) pagan 17,44 céntimos menos que los europeos (70,18 céntimos/litro frente a 87,62 céntimos en la UE-28). Si el Gobierno homologara el impuesto de estos carburantes sucios a la media europea, podría ingresar 6.300 millones de euros extras con los que financiar ayudas para cambiar los coches viejos muy contaminantes por vehículos nuevos limpios.


Todo esto y más habría que hacer, porque no es de recibo que seamos tan “ecologistas” y luego nos compremos coches que contaminan más cada año. No es cuestión de “echar culpas”, sino de forzar a la industria a fabricar coches más limpios y ayudar a los conductores a cambiar su coche y comprar vehículos menos contaminantes, como única forma de reducir ese 18% de las emisiones totales de CO2 que causan los coches. Urgen medidas del Gobierno central, autonomías y Ayuntamientos. Y también, que todos lo pensemos muy bien al cambiar de coche: mejor diesel que gasolina y mucho mejor todavía eléctrico o al menos híbrido. Conduzcamos más limpio.