jueves, 26 de febrero de 2015

Déficit comercial: vuelve el problema exterior


En 2014, nuestro sector exterior restó crecimiento a la economía, cuando había sido el motor de crecimiento desde 2008 hasta 2013. Las exportaciones han pinchado, tras varios años creciendo mucho, y las importaciones crecen más, al despertar el consumo interno. Con ello, España ha aumentado su déficit comercial, el segundo mayor de la zona euro (tras Francia). Y como hay que tapar este agujero comercial, hemos tenido que endeudarnos más con el exterior. Ya tenemos una deuda externa (pública y privada) de 1,7 billones de euros, el 161,7% del PIB, la mayor del mundo, lo que nos hace muy vulnerables a los mercados e inversores extranjeros. Con el inicio de la recuperación, vuelve el viejo problema de España: cuando crecemos, compramos fuera más de lo que vendemos, tenemos déficit y eso nos obliga a endeudarnos más para taparlo. La solución es cambiar nuestro modelo de crecimiento, ser más competitivos, para exportar más e importar menos. Algo nada fácil.
enrique ortega

2014 ha sido el primer año, desde 2007, en el que el sector exterior (exportaciones e importaciones)  no “tira” de la economía: su aportación al crecimiento (PIB) ha sido negativa (-0,8%), ha restado al crecimiento final de la economía (+1,4%), cuyos motores han sido el consumo interno (+2%) y la inversión (+0,2%). Desde 2008 hasta 2013, el sector exterior ha contribuido positivamente al crecimiento de la economía (entre el +1,5% y el +2,2%), evitando que la recesión fuera mayor, que el PIB y el empleo cayeran más durante la crisis. Pero ahora ya no nos ayuda y todavía este año 2015 restará crecimiento (quitará un -0,3%% al PIB) y en 2016 será neutro (+0%), según las últimas previsiones de la Comisión Europea.

¿Qué ha pasado? Pues dos cosas: que las exportaciones han pinchado y las importaciones crecen más. Empecemos por las exportaciones. Han sido la válvula de escape de las empresas en esta crisis: como no vendían dentro, han tratado de mantener el negocio vendiendo más fuera, bajando precios gracias al desplome de los salarios. Pero ganar mercados año tras año no es fácil, máxime cuando todos los países están en lo mismo y cuando nuestros principales compradores, Europa (70% exportaciones), llevan los dos últimos años estancados, sin apenas crecer. Y aunque la caída del euro (-18,7% frente al dólar en el último año) debía habernos ayudado, sólo beneficia a la mitad de nuestras exportaciones, las que van fuera de la zona euro. Con todo ello, las exportaciones españolas han crecido en 2014 sólo un 2,5%, frente al 4,3% de 2013 y al fuerte tirón de 2011(+16,8%) y 2012 (+15,2%).

Vayamos a las importaciones. Mientras España pasaba lo peor de la recesión (2012 y 2013), el consumo interno estaba por los suelos y se compraba poco, dentro y fuera. Pero en 2014, la baja inflación y la mejora del empleo (escaso y precario) han reanimado un poco el consumo y con ello las compras de productos extranjeros, más coches que máquinas. Y aunque la bajada del petróleo (-46% desde los máximos de junio 2013) ha reducido la factura petrolera (menos de ese 46%, porque el barril se paga en dólares que cuestan un 18,7% más), la depreciación del euro encarece la mitad de lo que importamos. Por todo ello, ha crecido la factura de las importaciones: un +5,7% en 2014, tras caer en 2012 (-2%) y 2013 (-2,2%).

Al final, como las importaciones son más y crecen más que las exportaciones, el déficit comercial (import-export) ha aumentado, cerrando el año en -24.471millones de euros, un 53,4% más que en 2013. Un déficit comercial que es el segundo mayor de la zona euro, tras Francia (-67.500 millones hasta noviembre) y el tercero de Europa, tras Gran Bretaña (-121.100 millones de euros), superior al de Grecia (-18.900 euros) y Portugal (-9.600 euros). Un balance muy diferente al de otros países europeos, que venden fuera más de lo que compran y que por eso tienen superávit comercial: Italia (+37.100 millones), Irlanda (+32.200 millones), Bélgica (+13.600 millones), Holanda (+57.500 millones) y, sobre todo, Alemania (+201.800 millones), que crece y no tiene casi paro gracias a que nos inunda a todos con sus productos.

A este déficit comercial, España ha de sumar otro déficit, el que tenemos en la balanza de inversiones: las inversiones extranjeras en España ganan a las españolas fuera en más de un billón de euros. Dos déficits, dos agujeros, que no se pueden tapar con el superávit de los ingresos por turismo (aunque sean récord, como en 2014: unos 45.000 millones de euros). Y así, el balance final de España con el exterior, el déficit exterior, ha vuelto en 2014: -3.646 millones de euros hasta noviembre, según el Banco de España. Algo que es habitual, salvo en 2013, el primer año que no tuvimos déficit con el exterior desde 1.990.

La acumulación, año tras año, de déficits con el exterior, obliga a España a taparlos pidiendo créditos, con endeudamiento. Y así, la deuda externa de España (pública y privada) alcanzaba los 1,7 billones de euros en septiembre de 2014, según el Banco de España. Con ello, España tiene la mayor deuda externa del mundo tras EEUU (4,14 millones de euros), según el FMI. Pero si se compara con la riqueza del país, nuestra deuda externa es del 163% del PIB, la mayor del mundo (la deuda USA supone el 34% de su PIB). El problema de tener tanta deuda externa es doble. Por un lado, limita nuestra capacidad de crecimiento: hay que crecer para crear empleo y riqueza dentro y para devolver la deuda fuera. Y por otro, nos hace un país muy vulnerable, como han reiterado el FMI y la Comisión Europea: si los mercados se ponen nerviosos o si los tipos suben, tendremos que pagar más para devolver esta deuda.

En definitiva, que ha vuelto el viejo problema del déficit exterior, tras el espejismo de 2013, en que parecía que había desaparecido. Se trata de un problema estructural de España: en cuanto crecemos, se disparan las importaciones y la necesidad de ahorro e inversión extranjeros. Y nos suben el déficit comercial, el déficit exterior y la deuda externa. Es lo que pasó antes de la crisis ( en 2007, el déficit comercial fue de -200.000 millones de euros y el déficit exterior de -106.201 millones) y apunta de nuevo ahora: crecemos “tirando de tarjeta”, endeudándonos, porque consumimos más de lo que producimos. Y así, cuando apunta la recuperación, aparece de nuevo la espada de Damocles del déficit exterior, el síntoma de que España vuelve a crecer “mal”, a crédito.

Hay que cambiar el modelo de crecimiento. ¿Cómo? En una economía abierta, no se puede impedir ni frenar las importaciones ni el endeudamiento. La única salida es exportar más y ahorrar más dentro, para no depender tanto de la inversión exterior. Dos objetivos complicados. Fomentar el ahorro pasa por cambiar las políticas fiscales, que ahora lo penalizan, y mejorar salarios e impuestos.Y potenciar las exportaciones es posible, porque aún tenemos margen para crecer, ya que exportamos la mitad que Italia (una economía similar) y menos porcentualmente que Bélgica y Holanda (economías menores).

El problema de nuestras exportaciones es que están muy concentradas, en pocas empresas (5.000 concentran el 86% de las ventas exteriores), en cinco sectores (automóviles, componentes de automoción, combustibles, acero y farmaquímica concentran un tercio exportaciones) y en cinco regiones (dos tercios de las exportaciones salen de Cataluña, Madrid, Andalucía, Valencia y País Vasco). Por eso, el reto es atraer a la exportación a un mayor número de empresas, sectores y regiones. Para conseguirlo, habría que poner en marcha un Plan de choque para la exportación, con distintas medidas: facilitar la financiación (faltan créditos y avales), aumentar las ayudas a la internacionalización de las empresas (fiscales, asesoramiento y formación, más oficinas en el exterior), fomentar las fusiones de empresas (las grandes exportan el 80% del total), la tecnología e innovación y la industrialización.

Además, España tiene que afrontar dos grandes retos: diversificar lo que exporta y dónde lo vende. Por un lado, la mayoría de lo que exportamos son productos de tecnología baja (alimentos, ropa y calzado) y media (plásticos, metales y automóviles), mientras Alemania vende productos de alta tecnología (industriales), con más valor añadido (más precio) y que compiten no en precio (para eso están los países emergentes) sino en calidad, diseño e innovación (que aseguran ventas más estables). El ejemplo más claro de lo que nos pasa es el vino: somos el primer exportador del mundo, pero ingresamos un tercio que Francia, porque vendemos el vino casi cinco veces más barato. Por otro lado, estamos demasiado centrados en vender a Europa (69,8% de nuestras exportaciones) y falta mucho por hacer en Latinoamérica (5,8% exportaciones), Asia (9,5%) y África (6,8%), donde está el comercio futuro.

En definitiva, que frente a tanta propaganda sobre lo mucho que crecemos, ahí vuelve el viejo problema del déficit exterior para recordarnos que crecemos mal, a crédito, y que eso nos hace un país muy vulnerable frente al exterior, sobre todo en cuanto se inquieten los mercados o suban los tipos de interés. Por eso, no basta con crecer más (es urgente, dado el mucho paro que tenemos) sino que tenemos que crecer mejor, exportando más y con más ahorro interno. Hay que volcarse en la exportación, “mimando” a las empresas para que vendan más fuera. Y para eso, el Gobierno tiene que fomentar una economía más competitiva, facilitando la fusión de empresas, la industrialización, la mejor organización del trabajo, la tecnología y la calidad, para que España pueda vender más no sólo tirando precios (a costa de los salarios). Hay que cambiar el modelo de crecimiento: vender fuera la mitad de lo que producimos (ahora exportamos el 34%), no crecer a costa de comprar fuera de España y endeudarnos. Sólo así saldremos de verdad de la crisis y aseguraremos un empleo estable para el futuro.

lunes, 23 de febrero de 2015

Empleo y paro: ganan los mayores de 50 años


Dos de cada tres empleos creados en 2014 fueron para mayores de 50 años. Parece increíble, pero lo dice la EPA. Y si hacemos balance de esta crisis, el resultado es aún más increíble: España ha perdido 3,3 millones de empleos, pero hay 569.500 mayores de 50 años más trabajando que en 2007. Son mujeres maduras, porque el empleo de los hombres mayores ha caído ligeramente. Más empleo porque hay más mujeres buscando trabajo, para ayudar en casa, que aceptan trabajar de lo que sea, en empleos precarios y mal pagados. Pero los mayores de 50 años también han salido mal parados: hay 1,16 millones sin trabajo, cuatro veces más que en 2007. Y tres de cada cuatro parados maduros llevan más de un año en paro, con poca formación y sin perspectivas. Y la mitad no cobra el paro ni puede jubilarse. Son 600.000 ni-ni-ni: ni trabajan, ni cobran paro ni se jubilan. Urge darles una salida.
enrique ortega

2014 ha sido el primer año en que se ha creado empleo neto en España desde 2007: 433.900 nuevos ocupados, según la EPA. Y de ellos, 280.300 empleos, un 64%, fueron para mayores de 50 años. De hecho, el empleo casi creció sobre todo en esta franja de edad, junto a los de 35 a 49 años (+35.000 empleos), mientras siguió cayendo entre 24 a 34 años (-52.800) y apenas creció entre los menores de 20 años (+16.700 empleos). Se crearon más empleos entre las mujeres maduras (53%), que se llevaron uno de cada tres empleos creados en 2014. El empleo de los mayores de 50 años fue sobre todo a los servicios, construcción (hombres), industria (más mujeres) y agricultura (sólo mujeres), destacando el crecimiento del empleo a tiempo parcial entre las mujeres, que cobran un 34% menos que los hombres.

Si es chocante que dos de cada tres empleos se los hayan llevado los mayores de 50 años, lo es más analizar cómo les ha ido en esta crisis. Si entre 2007 y 2013, España perdió 3.718.700 empleos, los mayores de 50 años no perdieron empleos sino que los ganaron: a finales de 2013 había 256.300 trabajadores maduros más. Y si añadimos al balance el año 2014, el conjunto del país ha perdido 3,3 millones de empleos y los mayores de 50 años han ganado ya 569.500 empleos. O sea, que hay más trabajando que en 2007. El dato encubre un distinto comportamiento: los hombres mayores de 50 años han perdido 2.500 puestos de trabajo en esta crisis y son las mujeres maduras las que salvan el balance, ya que hay 571.800 más trabajando que en 2007. Luego son las mujeres de más de 50 las que ganan empleos.

¿Por qué  hay más mujeres trabajando que antes de la crisis? Primero y fundamental, porque son más activas: ha aumentado el número de mujeres que se han animado a buscar trabajo con la crisis, lo mismo que los hombres maduros (270.000 nuevos activos mayores de 50 años sólo en 2014). Eso tiene que ver con que muchos de sus maridos e hijos se han encontrado en paro o con menos ingresos y había que ayudar en casa. Pero choca que hayan encontrado trabajo, cuando se sabe que las empresas apenas contratan a los mayores: los mayores de 55 años sólo reciben el 0,5% de las ofertas de empleo y los de 45 a 55 años el 6,1%, frente al 53.1% que reciben los de 25 a 34 años y el 32,52% de ofertas para los de 35 a 44 años, según el último informe de Infoempleo Addeco.

Entonces, ¿por qué los mayores de 50 años se han llevado dos de cada tres empleos en 2014, el 53% para mujeres? Los expertos dicen que las empresas empiezan a valorar más  la experiencia y la edad, que han visto que los trabajadores maduros son más productivos. Puede ser, pero me parece una explicación insuficiente. Quizás tenga más que ver con que estos trabajadores maduros (y más las mujeres) están más dispuestos a “aceptar cualquier trabajo”, en condiciones precarias (por horas y temporales) y con bajos salarios, dado que tienen responsabilidades familiares y tienen que ingresar como sea. Subempleos. De hecho, el empleo de los mayores de 45 años es el que más rota, con más de 4 contratos anuales.

Si los mayores han salido ganando empleo de la crisis, también les ha crecido más el paro: han pasado de 281.900 parados de más de 50 años en 2007 a 1.167.200 a finales de 2014. O sea, que se han multiplicado por 4,14, cuando el paro total en España se ha multiplicado por 2,81 (de 1,94 millones en 2007 a 5,45 millones a finales de 2014). Todavía tienen algo menos de paro que el conjunto del país (20% los de 50 a 55 años y 21,38% los de 55 a 59, frente al 23,70% de paro del conjunto de España), pero su paro ha crecido mucho más. Y lo peor, la mayoría de los parados maduros llevan mucho tiempo sin trabajar: un 74% llevan más de un año en el paro (en el conjunto de parados, un 61,4%) y un 79,8% de estos parados maduros llevan más de dos años en desempleo (en el total de parados, el 43,7%), según el INE.

Así que el paro de larga duración (más de un año) es mucho más grave entre los parados mayores de 50 años. Y esto es especialmente preocupante por dos razones. Una, porque cuando un parado lleva más de un año sin trabajar, sus posibilidades de encontrar trabajo se reducen al 6,7% (frente al 26,5% el resto), según un estudio de Asempleo. Y la otra, que los parados de más de 50 años tienen poca formación: dos de cada tres no han pasado de la primera etapa de secundaria (ahora ESO), cuando en el total de parados son la mitad. Y entre las mujeres paradas de más de 55 años, el 71% tiene poca formación, según datos del INE.

En definitiva, que hay muchos parados maduros y la mayoría con pocas salidas, salvo que se agarren a subempleos mal pagados. Y la mitad, ni siquiera cobran el paro, gracias a los recortes del Gobierno Rajoy. En julio de 2012, subió la edad para cobrar el subsidio de mayores (426 euros hasta la jubilación) de 52 a 55 años, además de bajar lo que cotiza por ellos (del 120% al 100% del mínimo), perjudicando sus futuras pensiones. Y en abril de 2013, les dio la puntilla, al quitar el desempleo a los parados mayores de 55 años que tuvieran mínimos ingresos en casa: 967 euros al mes su mujer o su hijo o ambos (725 euros cada uno). Con todo ello, se estima que la mitad de los parados maduros han perdido el desempleo. Y tampoco se pueden jubilar anticipadamente, porque el Gobierno Rajoy penalizó en abril de 2013 la jubilación anticipada, exigiendo más años cotizados y recortando la pensión.

En definitiva, que la mitad de los 1.167.200 parados mayores de 50 años son ni-ni-ni: ni trabajan, ni cobran el paro ni se pueden jubilar. Un drama para unos 600.000 españoles que no ven una salida. Urge tomar medidas en dos frentes. Por un lado, a los que tienen más difícil encontrar trabajo, asegurarles una renta mínima hasta que lleguen a una edad en que se les pueda jubilar anticipadamente con una pensión decente, a los 60 años, por ejemplo, como se ha hecho en Italia. Por otro, poner en marcha un Plan de choque para incentivar la contratación de los mayores de 50 años, como ha pedido el Consejo Económico y Social (CES), que propone un abanico de 30 medidas para ayudarles a encontrar trabajo. La clave está en mejorar su formación e incentivar su contratación, rebajando cotizaciones y facilitando ayudas a las empresas. Y sobre todo, asesorarles más y mejor desde los servicios de empleo (SEPE), aunque para eso debería haber mas medios: en España hay un funcionario por cada 269 parados, en Alemania 1 por cada 47 y en Reino Unido 1 por cada 22 parados, según un estudio de AFI y Google.

Y por supuesto, hace falta crecer más y crear más empleo estable y de calidad, para que los mayores de 50 años se lleven aún más empleos, que parados no les faltan. Claro que todas las edades necesitan un empleo y muy especialmente los jóvenes, porque más de la mitad están parados. Pero al final, la crisis remitirá antes o después  y los jóvenes tienen décadas por delante para colocarse (siempre que se hayan formado). Pero los mayores de 50 años no, sobre todo los de más de 55 años sin formación: tienen pocos años por delante para encontrar un empleo y asegurar su jubilación. Por eso urge tomar medidas, ayudarles a salir adelante, a coger su último tren. Han estado toda su vida peleando. Se lo merecen.

jueves, 19 de febrero de 2015

Universidad: el Gobierno devalúa los títulos


A nueve meses de las elecciones, el Gobierno Rajoy implanta  más cambios en la Universidad: aprueba las carreras de tres años, en vez de cuatro. Dice que lo hace para homologarnos con Europa. En realidad, lo hace para recortar gastos: tener un año menos estudiando a los universitarios ahorra al Presupuesto unos 600 millones al año. Y el que quiera estudiar más, que se pague un año o dos de master, que cuestan el doble del curso que ahora se quita. Las Universidades van a retrasar el cambio hasta 2017, pero Cataluña y algunas privadas quieren  implantarlo el próximo curso. Además de devaluar los títulos, la medida agrava las diferencias entre Universidades: ya no sabremos qué sabe un universitario, dependerá de dónde haya estudiado. Otro cambio más, junto a la subida de tasas, los recortes y la asfixia financiera de la Universidad, que ya no aguanta más. Y si cambia el Gobierno, habrá más cambios el año que viene.
enrique ortega

La mayoría de los que somos universitarios hemos estudiado carreras de cinco años. Pero en el curso 2010 se completó el sistema de títulos actual, derivado del Plan Bolonia (1999), que pretendía crear un Espacio Europeo de Educación Superior: España optó por un Grado de cuatro cursos (240 créditos) y un Master posterior de un año (60 créditos). El cambio es tan reciente que en el verano de 2014 salieron las primeras promociones con el “Grado Bolonia” y este verano  de 2015 acabarán los que hagan el Master complementario (el 20% de universitarios). Ahora, el Gobierno Rajoy cambia otra vez las titulaciones: ha aprobado un decreto (Consejo del 30 de enero) que permite reducir el Grado a 3 años (180 créditos), que se pueden complementar con uno o dos años de Master (60 y 120 créditos), manteniendo los 300 créditos (5 años) para hacer el Doctorado. Un cambio que afecta al 70% de las carreras, porque Ingeniería, Arquitectura y Ciencias de la Salud seguirán como ahora (4,5 y 6 años).

El Gobierno deja libertad a las Universidades para aplicar el cambio o no. De momento, la asamblea de rectores ha optado por ganar tiempo y ha decidido, casi por unanimidad, aplazar la nueva reforma de los títulos dos cursos más, hasta 2017, para analizar mejor la aplicación del Plan Bolonia (aún es muy reciente) y ver cómo pueden implantar los cambios. Pero ya hay Universidades que quieren lanzar carreras de tres años el próximo curso, como algunas Universidades catalanas (con la pública Pompeu Fabra en cabeza) y varias privadas, entre ellas la Camilo José Cela de Madrid o la Universidad Católica de Murcia.

En paralelo, las autonomías, que son claves porque validan las titulaciones y financian el grueso de las Universidades públicas, también están divididas. Las dos gobernadas por el PSOE, Andalucía y Asturias, han dicho que no van a cambiar las titulaciones, mientras Ciu y la Generalitat catalana apoyan el cambio y las demás autonomías del PP están tratando de apuntarse a la moratoria de los rectores y buscando que todas las Universidades de su región adopten la misma decisión: o todos Grados de 3 años o todos de 4. En cualquier caso, el tema queda en el aire hasta ver los resultados de las elecciones autonómicas de mayo. Pero hay un riesgo claro: que no se adopte la misma decisión en toda España y cada Universidad fije sus títulos a su aire. Con lo que habrá un “galimatías” de universitarios: los que tengan un título de 5 años (todavía la mayoría), de cuatro y de tres años.

El ministro Wert justifica la reforma en la necesidad de “homogeneizar los títulos españoles con los del resto de Europa, porque la situación actual crea problemas para atraer estudiantes europeos y obtener dobles títulos con otras Universidades. Es cierto que el sistema español de títulos, acordado por el Gobierno Zapatero, es más rígido que el de la mayoría de Europa: de los 48 países incluidos dentro del Espacio Europeo de Educación Superior (Bolonia), 39 países optaron por un sistema flexible, que permite titulaciones de Grado entre 180 créditos (3 años) y 240 (4 años) con Master de 90 créditos (por eso no reconocen los españoles de 60 créditos)  y 120 créditos. Y en este grupo, hay países como Francia, Finlandia, Italia, Bélgica o Portugal que tienen Grados de 3 años. Entre los 9 países con Grados de 4 años y Máster de 60 a 120 créditos, además de España están Grecia, Turquía, Chipre, Armenia, Georgia, Kazajstán, Rusia y Ucrania. También es cierto que en buena parte de EEUU y en Latinoamérica (con la que hay mucho trasvase de alumnos), los Grados son de 4 años. Lo  que no dicen es que en la mayoría de países europeos con Grados de tres años, el precio de los Master posteriores (que además son más largos, de 90 a 120 créditos)  es similar al de los Grados: en España cuestan el doble. Y muchos países europeos tienen tasas universitarias más bajas que España, mientras en Alemania es gratis estudiar en las universidades públicas.

El ministro Wert argumenta también que aunque los universitarios españoles estudien un año más de Grado que muchos europeos, eso no les sirve para encontrar mejor trabajo: el paro entre los universitarios (14%) es casi el triple que el de los universitarios occidentales (4%), según la OCDE. Eso es verdad, pero tiene que ver no tanto con la duración de los estudios como con el tipo de enseñanza que se da (poco práctica y desligada a lo que demandan las empresas, con pocos estudiantes en carreras técnicas) y al escaso empleo que crea nuestra economía, que tiene también el triple de parados totales (24%) que la media de países OCDE (7,1%).

En realidad, la verdadera razón por la que el Gobierno Rajoy ha aprobado rebajar los títulos a tres años es para recortar el gasto universitario. Dice Wert que estudiando un año menos, las familias se van a ahorrar 150 millones. Lo que no dice es que como el Presupuesto se hace cargo del 75% del coste de una carrera, el ahorro para el Estado de quitar un curso es de 600 millones al año, como mínimo. El problema es que al devaluar los Grados, quitando un año, muchos estudiantes se verán obligados a hacer un Master de uno o dos años (ahora sólo hacen un Master el 20% de los alumnos de Grado), para poder optar a un empleo. Y ese Master les costará el doble que el curso que quitan. Por ejemplo, en la Complutense de Madrid, un curso de Grado cuesta 1.980 euros y un año de Master cuesta 3.900 euros. Y en Barcelona, la Universidad más cara, el curso cuesta 2011 euros y el Master 3.924 euros.

Luego, los nuevos títulos ahorran dinero al Estado pero acabarán costando más a los alumnos, si quieren mantener una formación similar. El Gobierno dice que los Grados de 3 años “habilitan para trabajar”, incluso un año antes (a los 21 años y no a los 22), pero la realidad es que, dado el poco empleo que hay (110 demandas por puesto), las empresas cada vez exigen más, porque tienen mucho donde elegir. Y con el recorte de los títulos, se va a encarecer de hecho la enseñanza universitaria, lo que hará que los hijos de las familias más modestas se tengan que conformar con el Grado de 3 años, porque además se han recortado las becas. Y los hijos de familias con más ingresos puedan hacer los Master que hagan falta, cada vez más en Universidades privadas, que crecen (14 nuevas) a costa de las Universidades públicas.

Los rectores de las Universidades criticaron en 2006 que el Gobierno Zapatero no fuera “más flexible” y permitiera Grados de 3 y 4 años. Ahora sin embargo critican el cambio de Rajoy porque temen que la reforma les quite ingresos, si imparten un año menos de Grado. Y eso sería la puntilla para unas Universidades que están en bancarrota: la mayoría tiene graves problemas de liquidez, con deuda a proveedores, sin poder gastar ni en investigación, ni en material ni siquiera en calefacción, después de haber perdido 2.000 millones de euros tras los recortes y con 17.000 empleados menos (un 12% de la plantilla universitaria).

La Universidad española tiene un grave problema económico, de falta de recursos: España dedica unos 8.500 millones a la Universidad pública, un 0,85% del PIB, por debajo de la media europea (1,26% PIB), de Francia (1,35%) o Alemania (1,30%) y en línea con  Italia y Reino Unido (0,84% del PIB). Haría falta aumentar la financiación hasta el 3% del PIB, según la recomendación hecha en 2013 por el Comité de Expertos sobre la reforma universitaria. Eso supondría dedicarle 22.000 millones más al año, algo impensable a corto plazo.

Pero no sólo hace falta más dinero, aunque sea lo prioritario. La Universidad tiene que cambiar, empezando por ajustar su oferta, recortando titulaciones (2.413 Grados y 2.758 Master) y fusionando centros (hay 236 Campus de 80 Universidades, 48 públicas y 32 privadas, con ofertas similares a pocos kilómetros). Y orientar a los universitarios hacia carreras técnicas (más demandadas), reduciendo la oferta de Humanidades y Ciencias sociales (con menos salidas). Y fomentar el trasvase de jóvenes bachilleres a la FP Superior, que tiene más salidas. Además, hay que optimizar la inversión pública en la Universidad, mejorando la organización de los Campus (con  menos endogamia y más profesores ”de fuera”), ampliando la autonomía universitaria a cambio de auditorías externas de eficiencia y calidad. Y sobre todo, fomentar unas Universidades más ligadas a las empresas y más internacionales.

Todo ello exigiría un pacto político y educativo a veinte o treinta años, para que la Universidad no dependa de los cambios del Gobierno de turno. El de Rajoy-Wert ha entrado en la Universidad “como un elefante en una cacharrería”: subiendo tasas, recortando becas, quitando profesores, recortando Presupuestos y autonomía, fomentando 14 nuevas Universidades privadas… Pero si en noviembre próximo cambia, el siguiente Gobierno hará otros cambios. Y antes, las autonomías, que tienen en sus manos la gestión y los recursos de las Universidades públicas. Y así, no hay forma de que la Universidad funcione y forme a nuestros jóvenes. Hay que darles un marco estable, para muchos años, contando con ellos. Pero hoy por hoy, parece imposible.