En marzo, las exportaciones españolas cayeron un -19,2%, la mayor caída mensual en el último año, aunque está distorsionada por la Semana Santa (descontando el efecto calendario, cayeron sólo un -5,6%), según los últimos datos de Comercio. Con esta bajada, son ya 12 meses consecutivos (desde abril de 2023) en que bajan las exportaciones españolas al exterior, algo que no había pasado antes, salvo en 2009 (crisis financiera) y en 2020 (pandemia). De hecho, las exportaciones españolas llevan creciendo, año tras año, desde 1985, al amparo de la entrada de España en la Comunidad Europea (1986). A raíz de la crisis financiera (2008), las empresas españolas multiplicaron sus esfuerzos pasa vender fuera, a la vista de la crisis interna. Y consiguieron duplicar con creces las exportaciones de bienes, desde los 159.859 millones en 2009 a los 389.208 millones vendidos fuera en 2022 (récord histórico). Eso sí, en 2023 pincharon las exportaciones, cayendo un ligero -1,4%.
jueves, 30 de mayo de 2024
Las exportaciones se frenan (en España y la UE)
Las exportaciones españolas cayeron en marzo (último
dato), por 12º mes consecutivo, algo que sólo ha pasado dos
veces (en 2009 y 2020) en los últimos 40 años. Bajan las
exportaciones a Europa, pero sobre todo a América y Asia, todas
salvo alimentos y automóviles. El problema no es sólo de España, porque las
exportaciones han caído el último año en toda Europa (menos), por el
estancamiento económico en la mayoría de paises (que compran menos fuera) y
porque han “pinchado” las exportaciones europeas a EE. UU., China y Asia.
Y esto preocupa mucho, porque es síntoma de la menor competitividad europea,
que ha perdido cuota exportadora en el mundo, mientras la ganan China y
USA. Por eso, mejorar la competitividad europea es una prioridad tras las elecciones
del 9-J. En España, urge un Plan de apoyo a las exportaciones,
porque con ellas nos jugamos parte del crecimiento (un tercio en 2023 y
la mitad en 2022) y mantienen 1 de cada 4 empleos. Por eso hay que "mimarlas". Enrique Ortega
En marzo, las exportaciones españolas cayeron un -19,2%, la mayor caída mensual en el último año, aunque está distorsionada por la Semana Santa (descontando el efecto calendario, cayeron sólo un -5,6%), según los últimos datos de Comercio. Con esta bajada, son ya 12 meses consecutivos (desde abril de 2023) en que bajan las exportaciones españolas al exterior, algo que no había pasado antes, salvo en 2009 (crisis financiera) y en 2020 (pandemia). De hecho, las exportaciones españolas llevan creciendo, año tras año, desde 1985, al amparo de la entrada de España en la Comunidad Europea (1986). A raíz de la crisis financiera (2008), las empresas españolas multiplicaron sus esfuerzos pasa vender fuera, a la vista de la crisis interna. Y consiguieron duplicar con creces las exportaciones de bienes, desde los 159.859 millones en 2009 a los 389.208 millones vendidos fuera en 2022 (récord histórico). Eso sí, en 2023 pincharon las exportaciones, cayendo un ligero -1,4%.
En 2024 ha continuado la bajada de las exportaciones,
un -9% en el primer trimestre, con 93.430 millones vendidos fuera, según
los datos de Comercio. Han caído las ventas de casi todo, pero sobre
todo las exportaciones españolas de energía (-28,2%), de productos
químicos (-25,9%), semi manufacturas químicas (-11,9%), materias primas
(--11,7%), bienes de consumo (-6,8%), textil, calzado y juguetes (-5,1%),
mientras han crecido las ventas fuera de alimentos (+3,3%) y
automóviles (+1,7%). Por
destinos, han caído algo más que la media las exportaciones españolas a
la UE (-9,6%), sobre todo a Bélgica (-52,1%), Irlanda (-41,2%), Finlandia
(-25,3%), Paises Bajos (-13,4%) e Italia (-7%), pero el mayor “pinchazo” se ha
dado en las exportaciones a Latinoamérica (-14,3%, por una bajada de
ventas del -29,3% a Argentina y -21,9% a Brasil, mientras crecían un +21,4 %
nuestras ventas a México), a EE. UU. (-11%), China (-13,9%), Japón
(-16,3%) y Marruecos (-6,2%), aunque crecen las exportaciones a Argelia (+712%), Arabia (+12,1%) y
Australia (+2,6%).
En paralelo a la caída de las exportaciones, han bajado
también las
importaciones españolas en el primer trimestre, aunque menos (-7,1%), sobre
todo porque hemos comprado menos energía (-15,3%) y materias primas (-20,6%) más
baratas. Con ello, el déficit comercial (importaciones-exportaciones) ha
crecido, hasta -8.105 millones de euros en el primer trimestre
(+23,2%), según
Comercio, un “agujero” comercial que se compensa con los ingresos de
las exportaciones de servicios y el turismo. En este primer trimestre, tenemos
superávit comercial con toda Europa pero menor (+11.050 millones,
frente a +14.565 en el primer trimestre de 2023), teniendo sólo déficit en
el comercio con 10 paises UE: Paises
Bajos (-1.691 millones), Alemania (-1.612), República Checa (-563), Hungría
(-363), Suecia (-309), Irlanda (-181,5), Eslovaquia (-143,9), Austria (-42,8),
Luxemburgo (-36,2) y Finlandia (-9,7 millones). Fuera de la UE, tenemos superávit
con Reino Unido (+3.447 millones) y déficit comercial
con USA (-2.571 millones), Latinoamérica (-940), China (-8.267),
India (-723), Japón (-610), Corea (-397), Vietnam
(-1.050), Rusia (-500) y toda África (-4.085 millones), teniendo superávit
con Oriente Medio (+330) y Oceanía (+425).
Las exportaciones no sólo se han frenado en
España, también en toda Europa, aunque menos: frente al -9%
que han caído en España en el primer trimestre, cayeron un -2,9%
en Alemania, un -2,4% en Francia, un -28% en Italia
y un -0,4% en Reino Unido, según Eurostat, mientras crecían en China
(+4,9%) y Japón (+8,8%) y se estancaron en EE. UU (-0,3% en el primer
trimestre), según
Eurostat. Una tendencia, la caída de las exportaciones, que se mantiene también
desde hace 12 meses en toda Europa.
De hecho, Bruselas alerta de un
freno en las exportaciones europeas en 2024,
tanto las ventas entre los propios paises europeos como las exportaciones a
paises fuera de la UE. Así, en el primer trimestre, el comercio entre los 27
paises UE ha bajado un -6,9% (de 1,097 billones de euros a 1,022 billones),
según
Eurostat. Y las exportaciones de la UE-27 al resto del mundo han
caído un -3,3% en el primer trimestre (de 650.300 a 628.800 millones de
euros), aunque la balanza comercial cierra con un superávit de la UE con el
resto del mundo (+48.700 millones). Pero eso se debe al superávit comercial
de Europa con EE. UU. (+17.000 millones), Reino Unido (+15.200
millones), Turquía (+1.900 millones) y Brasil (+300 millones),
porque seguimos con déficit comercial con China (-21.400 millones de
euros, frente a -22.600 al inicio de 2023), Noruega (-4.000), India (-1.700),
Corea (-900) y Japón (-100 millones de euros).
La causa del “pinchazo” en las
exportaciones europeas es doble. Por un lado, la caída de las ventas
entre paises UE se debe al estancamiento
de la economía europea, que apenas ha crecido en 2023 (+0,5%, frente
al +3,4% de 2022), con Alemania en recesión (-0,1% en 2023) y mínimos
crecimientos en Italia (+0,7%) y Francia (+0,9%), aunque algo más en España
(+2,5% crecimos en 2023). Por otro, la caída de las exportaciones a terceros
paises se debe a que Europa está perdiendo competitividad en el
mundo, por tener mayores costes energéticos y salariales y menos innovación y
tecnología. De hecho, Europa
ha perdido cuota de mercado en el comercio mundial de bienes (-1%
entre 2019 y 2023), mientras ganaba cuota China (+1,5%) y la mantenía Estados
Unidos. Y además, gran parte de la inversión mundial (incluso europea) se
está desviando en los últimos años de Europa a USA y China.
Por todo esto, en Bruselas preocupa el pinchazo de las
exportaciones europeas, como síntoma de que falla la
competitividad de las empresas europeas, por lo que la
Comisión Europea ha encargado dos informes, a los ex políticos
italianos Enrico Letta y Mario Draghi, para que propongan medidas para mejorar
la productividad y competitividad de Europa ante USA y China, lo que
será la prioridad de la futura Comisión Europea tras las
elecciones del 9 de junio. Medidas
que pasan por reforzar el mercado único, fomentar la creación de grandes grupos
industriales europeos y aumentar las inversiones en tecnología, digitalización y
economía verde, reduciendo normativa para competir con USA y
China.
Entre tanto, España no puede esperar a que en
Bruselas haya una nueva Comisión y se aprueben medidas para mejorar la
competitividad europea. Urge que el Gobierno español apruebe un
Plan de choque para fomentar la exportación, porque la exportación
en España todavía tiene menos peso que en el resto de Europa (supone el 41% del
PIB frente al 56% de media en la UE-27) y porque tenemos una serie de problemas
estructurales propios, que debemos resolver, según
señala el propio Club de Exportadores. El primero, un exceso de
concentración de la exportación en
pocas empresas (sólo 26.687 empresas exportan más de 50.000 euros al
año y de ellas, sólo 1.000 empresas exportan el 67% del total desde hace 25
años), en
Europa (allí van el 75,7% de todas las exportaciones, frente a
sólo un 7% a USA, China y Japón, que suponen el 28% de las importaciones
mundiales) y en
6 autonomías (Cataluña, Madrid, Andalucía, Comunidad Valenciana, País
Vasco y Galicia concentran el 74,2% de todas las exportaciones). Y el segundo, el
escaso peso de las exportaciones de alta tecnología, de alto
valor añadido: un
6,8% del total de las exportaciones españolas, frente al 17,7% de las
exportaciones europeas.
En definitiva, que España debe conseguir que haya más empresas
y autonomías que exporten (las pymes apenas venden fuera), buscar más
mercados fuera de Europa y mejorar la tecnología y la calidad de los productos,
para competir mejor fuera. Ahora lo hacemos “al modo de China”,
compitiendo con bajos salarios (18,2
euros por hora trabajada, frente a 24 euros que se paga en la UE y 31,6
euros en Alemania) y bajos precios: en 2022 y 2023 hemos tenido menos
inflación que la UE-27 y que Alemania, aunque ahora tenemos más inflación (3,4%
anual en abril, frente a 2,6% en la UE-27 y 2,4% en Alemania y Francia, según
Eurostat). Es hora de competir
de otra manera, por producto y no por costes, lo que exige mejorar la
productividad de España, algo complicado. Para ello, los
expertos proponen aumentar el tamaño de las empresas, dar más peso a la
industria, apostar por la tecnología, la innovación y la digitalización,
mejorar la formación de los trabajadores y gestores y apostar por la inversión
y la internacionalización de la economía.
Los exportadores españoles llevan
años pidiendo medidas para reforzar su papel: medidas
fiscales para promover la actividad exterior, mejora de la financiación
pública y privada a la exportación y ayudas a la promoción comercial y a la
diversificación de los mercados, desde la apertura de más oficinas
comerciales, la mayor participación de las empresas en el diseño de la ayuda al
desarrollo, las becas exteriores para jóvenes y la mejora de nuestra diplomacia
económica por el mundo. Todos los paises ayudan a sus exportadores
y hasta Alemania (el tercer mayor exportador del mundo, tras China y
USA) aprobó
en septiembre un Plan de choque para apoyarlos (32.000 millones en 4 años).
Es importante volcarse en la exportación ahora que ha pinchado, por dos
razones. Una, porque la exportación de bienes (y servicios) es
clave para el crecimiento de España: en 2022 aportó la mitad de todo
el crecimiento del PIB y en 2023 ha aportado un tercio. Y la
otra, porque el sector exterior mantiene 1 de cada 4 empleos en España
(5,3 millones), según
la OCDE. Así que “cuidar” la exportación es clave para
todos.
En marzo, las exportaciones españolas cayeron un -19,2%, la mayor caída mensual en el último año, aunque está distorsionada por la Semana Santa (descontando el efecto calendario, cayeron sólo un -5,6%), según los últimos datos de Comercio. Con esta bajada, son ya 12 meses consecutivos (desde abril de 2023) en que bajan las exportaciones españolas al exterior, algo que no había pasado antes, salvo en 2009 (crisis financiera) y en 2020 (pandemia). De hecho, las exportaciones españolas llevan creciendo, año tras año, desde 1985, al amparo de la entrada de España en la Comunidad Europea (1986). A raíz de la crisis financiera (2008), las empresas españolas multiplicaron sus esfuerzos pasa vender fuera, a la vista de la crisis interna. Y consiguieron duplicar con creces las exportaciones de bienes, desde los 159.859 millones en 2009 a los 389.208 millones vendidos fuera en 2022 (récord histórico). Eso sí, en 2023 pincharon las exportaciones, cayendo un ligero -1,4%.
lunes, 27 de mayo de 2024
España: crece la "burbuja hotelera"
En 2024 y 2025, se espera abrir en España 1 nuevo hotel cada cuatro días, 260 establecimientos. Este “boom” hotelero se debe a
la “fiebre” de los Fondos de inversión, bancos y grupos
hoteleros internacionales por invertir en España, debido al récord
creciente de turistas y al alto precio de las habitaciones. Ya en 2023,
España fue el país europeo con más inversión hotelera, por la
alta rentabilidad de los hoteles, que lleva a los inversores a pagar más de
1 millón de euros por habitación en hoteles de lujo. Todas las grandes
cadenas, internacionales y españolas, tienen previsto abrir más
hoteles en España, a pesar de que crece la competencia de los apartamentos
turísticos (que ya ofrecen más plazas que los hoteles). El riesgo
es crear una “burbuja hotelera”, un exceso de oferta, porque el
turismo no puede seguir creciendo sin límite (hablan de 100 millones de
turistas en 2025), por el rechazo vecinal y los problemas de agua y climáticos.
Ojo a las aperturas hoteleras especulativas.
España se consolida como la 2ª gran potencia turística mundial, tras dos recientes récords. Uno, los 85,05 millones de turistas extranjeros llegados en 2023, un récord histórico que supera en +1,9% el anterior año récord de 2019, turistas que se gastaron aquí 108.662 millones de euros (+18,2% que en 2019) . Y el otro, un primer trimestre de 2024 donde se ha vuelto a batir el récord de turistas (16,1 millones, un +17,7% más que el año pasado) y de gasto (21.948 millones de euros, +27,2% que al inicio de 2023), a pesar de que las lluvias de Semana Santa impidieron lograr un récord mayor. Y ahora, se espera una ocupación turística récord en primavera y verano, con lo que los expertos y el Gobierno apuestan por cerrar 2024 con otro récord de turistas, en torno a los 90 millones de extranjeros. Y ya se habla abiertamente de que es posible rozar los 100 millones de visitantes extranjeros en 2025.
Estos dos factores, un creciente récord de
turistas y un precio histórico de las habitaciones, han
provocado un aluvión de inversores extranjeros y españoles hacia el
turismo en España y, en especial, hacia los hoteles. Así,
en 2023, España
fue el primer país europeo en inversión hotelera, recibiendo 4.248
millones de euros, por delante de Reino Unido, Francia, Italia o Alemania, según
la consultora Colliers. Una inversión hotelera que fue la 2ª mayor de
nuestra historia (sólo superada por los 4.810 millones invertidos en 2018) y
que supone multiplicar por 5,3 las inversiones hoteleras hechas diez años antes
(792 millones en 2013). Sólo nos supera en el mundo EE. UU., donde la inversión
hotelera en 2023 fue de 21.160 millones euros.
En 2023 se hicieron operaciones de inversión
y compraventa en 171 hoteles españoles, afectando a
21.748 habitaciones (frente a 133 hoteles y 17.754 habitaciones en 2022), más
34 operaciones de suelo para futuros hoteles, según la consultora Colliers .
Por destino, la mitad de esta inversión hotelera se hizo en Canarias (39
operaciones y 1.175 millones invertidos) y Baleares (39 operaciones y
796 millones), seguidas por Madrid (21 operaciones y 601 millones), Barcelona
(11 operaciones y 582 millones) y Málaga (13 operaciones y 560 millones). Las dos
mayores
operaciones hoteleras las protagonizaron dos Fondos de inversión
soberanos (de países): GIC, el Fondo soberano de Singapur,
compró por 1.400 millones el 35% de HIP (el brazo hotelero del mayor Fondo del mundo, Blackstone, que tiene 51 hoteles en España) y el Fondo soberano
de Abu Dhabi (ADIA) compró por 600 millones 17 hoteles de Equity
Inmuebles. Otras operaciones importantes fueron la venta de 7 hoteles de Meliá
al Fondo ADIA, por 250 millones), la venta del Hotel Mandarin Oriental
de Barcelona (propiedad de Reig Capital) a Olayan Investment, por 200
millones, la del Hotel Sofia de Barcelona (de Brookfield) a Axa y
Blasson Ibérica, por 180 millones, la venta del 50% de Only You Hotels
(de El Corte Inglés a Palladium, por 130 millones) y la venta de Be Live
Hotels (de Globalia) a Bain Capital y Stoneweg, por 83 millones de euros, según
Deloitte.
La tendencia a la compra y apertura de hoteles continúa en 2024.
En el primer trimestre se han invertido 577 millones de euros en hoteles en
España, un +12% que al inicio de 2023 (516 millones), según
la consultora CBRE, que detalla el traspaso de 28 hoteles (con 3.000
habitaciones) en estos tres primeros meses, frente a los 19 hoteles traspasados
(con 2.900 habitaciones) al inicio de 2023. Las tres cuartas partes de estas operaciones son de inversores y cadenas españolas, la mayoría en Barcelona,
Canarias, Baleares y Málaga (en 2023 se concentraron en Barcelona y Málaga). Cuatro
operaciones concentraron casi la mitad de las inversiones, siendo la principal la
compra por el Banco Santander del 38% de Meliá en tres hoteles de Londres,
Tenerife y Menorca (por 300 millones de euros).
La mayor parte de las inversiones hoteleras hechas en este primer
trimestre, 473 millones (de 577), se han concentrado en hoteles de alta
categoría ( 5 estrellas y 5 estrellas lujo), que son los que “despiertan
el mayor apetito de los inversores”, porque su demanda es muy estable y
sus ingresos y rentabilidad muy altos. De hecho, el
mayor interés de los inversores son los hoteles de lujo en Madrid,
que ha superado a París en el interés de los inversores y grandes cadenas
internacionales, sólo por detrás de Londres. Y crece el interés por Barcelona,
entre las 10 ciudades europeas más atractivas para abril o comprar un hotel de
lujo. Esta “fiebre compradora” hace que el precio medio de compra
de un hotel haya subido a 182.900 euros por habitación. Y que en Madrid y
Barcelona se haya pagado
más de 1 millón de euros por habitación en la compra de un hotel de
lujo…
La “fiebre compradora” de hoteles va a seguir en
2024 y 2025, en toda Europa y sobre todo en España, según
la previsión de la consultora CBRE. Un “boom” que tiene dos causas.
Una, las buenas perspectivas para el turismo en los próximos años, dado
que “viajar” se ha convertido en “una necesidad” tras la pandemia, lo que
dispara los precios hoteleros, que seguirán al alza. Y la otra razón, el
cambio en el modelo de gestión de los grandes grupos hoteleros
internacionales, en especial los norteamericanos: hasta ahora, alquilaban
hoteles, pero eso perjudicaba sus cuentas (el alquiler contabilizaba como
deuda) y ahora optan por gestionar hoteles ajenos o entrar en hoteles nuevos
para franquicias. Eso está
“animando” a las grandes cadenas, en alianza con Fondos de
inversión, bancos e inversores particulares, que especulan comprando y
vendiendo hoteles y abriendo otros nuevos.
Por todo ello, la fiebre por los hoteles en España va a
seguir, con la apertura de 260 nuevos hoteles entre abril de 2024 y
diciembre de 2025 (una apertura cada 4 días), según
prevé la consultora CBRE. Estiman que la mitad de las nuevas aperturas se harán
en Madrid, Málaga, Valencia y Canarias, con dos características nuevas
sobre las inversiones hechas antes de la pandemia: un mayor peso de los hoteles
de lujo (55 de las 260 aperturas) y una mayor concentración de nuevos hoteles
en ciudades (sobre todo en Madrid, Valencia y Málaga), frente a la
inversión de décadas pasadas, que se dirigía a zonas de sol y playa.
La apuesta por invertir en nuevos hoteles en España procede
de las grandes cadenas internacionales y de los grupos hoteleros nacionales
(apoyados ambos por Fondos, bancos e inversores, atraídos por el creciente flujo
de caja, la alta rentabilidad y las posibles futuras plusvalías al vender su
participación). Veamos primero las previsiones de las grandes
cadenas hoteleras internacionales. La norteamericana Marriott, la
1ª cadena hotelera mundial (8.800 hoteles y 1,5 millones de habitaciones en
139 paises), anunció en abril que espera incorporar en Europa 100 nuevos
hoteles y 12.000 habitaciones, de ellos una cuarta parte en España (donde ya
tiene 98 hoteles y 14.101 habitaciones. La 3ª mayor cadena (tras la china Jin
Jiang) es la también norteamericana Hilton (7.530 hoteles y 1,18
millones de habitaciones en el mundo), que espera abrir 18 establecimientos en
los próximo 5 años en la Península (donde ya cuenta con 19 establecimientos y
4.546 habitaciones). La 4ª mayor hotelera del mundo, Intercontinental Hotels
(IHG, también de EE. UU.) ha optado por ampliar sus franquicias en Europa,
incluyendo España (donde tiene 56 hoteles): acaba de abril dos hoteles en Madrid
y espera abrir pronto otros en Sevilla, Málaga y Ávila.
La cadena norteamericana Hyatt, la 11ª mayor del
mundo (1.310 hoteles y 314.000 habitaciones, es ya la 2ª cadena internacional
con más habitaciones en España(donde gestiona 56 hoteles y 12.313
habitaciones). Aspira también a ampliar sus hoteles en Europa, entre ellos
nuevos establecimientos en Sevilla, Tenerife y Mallorca. Y la cadena NH,
controlada ahora por la tailandesa Minor, que tiene 355 hoteles en Europa (90
en España), América y África, está buscando ampliar su red en Marruecos, Europa
(también en España) y Asia.
La apertura de nuevos hoteles no sólo se dirige a los
hoteles de lujo, sino también al segmento de los hoteles “low cost”.
Un negocio en el que es líder en Europa la francesa Accor, la 7ª
mayor cadena hotelera del mundo (5.100 hoteles y 821.000 habitaciones en más de
100 paises), que controla el mercado español de bajo coste, con las tres marcas
de Ibis (que tienen 74 hoteles) . Su idea es abrir 79 hoteles en 2024 en
el mundo, 3 en España (Barcelona, Valencia y Cádiz), mientras amenaza con
arrebatar al grupo Meliá la gestión del icónico hotel de los toreros en
Madrid, el Reina Victoria (propiedad del Fondo ADIA, de Abu Dhabi). Su
competidor, la cadena británica Travelodge (con 600 hoteles “low cost”
en el mundo) ha comprado 6 hoteles en España al grupo francés Louvre Hotels. Y
otro grupo del sector “low cost”, la cadena francesa B&B (ahora
propiedad del banco Goldman Sachs), tiene 61 hoteles en la Península Ibérica
(48 en España) y planea más aperturas.
Las cadenas hoteleras españolas también tienen
proyectos para abrir o gestionar nuevos hoteles. El líder por habitaciones,
el grupo Meliá, con 92.000 habitaciones operativas, pretende
llegar a las 150.000 habitaciones en un plazo de 5 a 7
años, creciendo no sólo en España sino con la gestión de nuevos hoteles
en Oriente Medio (Arabia) y Sudeste asiático (Vietnam, Tailandia). Su objetivo
es pasar de los 350 hoteles que gestiona hoy a entre 450 a 500
hoteles, con la apertura de 25 a 30 hoteles al año (+7.000/+10.000
habitaciones), sobre todo a través de acuerdos de gestión y franquicia. También
Barceló (250 hoteles en 22 paises), Eurostars (200 hoteles), Iberostar (120
hoteles) y RIU (más de 100 hoteles) han anunciado la apertura o incorporación
futura de nuevos hoteles, no sólo en España sino también en Marruecos, Europa,
Caribe, Asia y Latinoamérica.
Todo apunta a que el sector hotelero en España
(12.494 hoteles y 1.239.000 plazas, según
CBRE) seguirá sumando hoteles y habitaciones, de la mano de inversores y
grupos hoteleros. Y eso a pesar de que hay un serio competidor que ha
disparado su oferta: los pisos turísticos. Ya hay censados 351.389
viviendas de alquiler turístico, con 1.751.263 plazas turísticas, según
el último dato del INE (a febrero de 2024), que refleja cómo tienen
ya más plazas turísticas que todos los hoteles (sin contar los pisos
turísticos ilegales, más de un tercio de los censados). Por autonomías, las 5
autonomías con más turistas ofrecen el 76% de toda la oferta de pisos
turísticos: Andalucía (82.000), Comunidad Valenciana (60.000), Cataluña
(53.000), Canarias (46.784) y Baleares (25.073), con 16.100 pisos turísticos
censados en Madrid capital (más 13.500
ilegales, según el Ayuntamiento).
Cara al futuro, a una posible llegada de 100
millones de turistas extranjeros en 2025 y con los españoles viajando en
cada ocasión, la fiebre por invertir en hoteles va a seguir,
batiendo récords. La
reflexión que no se hace es que el turismo, tal como lo
conocemos, puede haber tocado techo y que hay que replantearse el
sector, la primera industria española, que lleva años sosteniendo el
crecimiento y el empleo. Y eso, por dos razones. Una, porque la
avalancha de turistas (nacionales y extranjeros) ya ha provocado protestas
en las zonas más colapsadas, como Canarias,
Baleares y Cataluña. La otra, porque la crisis climática obliga a
replantearse el negocio, por falta de agua y por las olas de calor, que ya
están desviando el turismo del pleno verano y el sur a otros meses y a destinos
del norte, como advierte
un informe del Banco de España. Así que el turismo no puede crecer
indefinidamente y tampoco los hoteles, aunque hoy sean un gran negocio.
Hay que tener cuidado de no crear una “burbuja hotelera” que en unos años
nos estalle encima. Planificar el futuro y no sólo especular.
España se consolida como la 2ª gran potencia turística mundial, tras dos recientes récords. Uno, los 85,05 millones de turistas extranjeros llegados en 2023, un récord histórico que supera en +1,9% el anterior año récord de 2019, turistas que se gastaron aquí 108.662 millones de euros (+18,2% que en 2019) . Y el otro, un primer trimestre de 2024 donde se ha vuelto a batir el récord de turistas (16,1 millones, un +17,7% más que el año pasado) y de gasto (21.948 millones de euros, +27,2% que al inicio de 2023), a pesar de que las lluvias de Semana Santa impidieron lograr un récord mayor. Y ahora, se espera una ocupación turística récord en primavera y verano, con lo que los expertos y el Gobierno apuestan por cerrar 2024 con otro récord de turistas, en torno a los 90 millones de extranjeros. Y ya se habla abiertamente de que es posible rozar los 100 millones de visitantes extranjeros en 2025.
Este aluvión de turistas extranjeros, al que se suma
un aumento de viajes de los españoles, ha provocado un tirón
de los precios turísticos, en especial el precio de los hoteles
en España: subieron un +16,3% de enero a abril de 2024, según el INE. En el
primer trimestre de 2024, el precio medio de una habitación de hotel
en España fue de 135 euros (llegando a 171 euros en Canarias), un 12%
más que un año antes y el precio más alto en nuestra historia, según
el Barómetro del sector hotelero elaborado por Cushman&Wakefield y STR.
Y también bate récords el ingreso medio por habitación de hotel
(Revpar), que es ya de 92,1 euros, +17,1% que hace un año, siendo mucho
más alto en Canarias (144 euros), Barcelona (107,3) y Málaga (104,7 euros). Con
estos precios disparados, la rentabilidad de los hoteles en
España es muy atractiva para los inversores: 6,25% anual para los hoteles de
Canarias y Baleares y un 5,25% de rentabilidad para los hoteles en Madrid y
Barcelona, según
la consultora CBRE.
jueves, 23 de mayo de 2024
Riqueza muy desigual entre mayores y jóvenes
En España, la desigualdad se ha reducido tras la
pandemia y la inflación, por las ayudas públicas, aunque todavía supera la
de las dos últimas décadas. Lo más preocupante es que ha crecido la
desigualdad generacional, entre los jóvenes y sus padres y abuelos,
según un informe del Banco de España. Más desigualdad porque
tienen menos ingresos y tienen menos pisos en propiedad (el 31,8% frente
el 69,3% de jóvenes propietarios en 2011), con lo que tienen menos patrimonio y
riqueza. Y no pueden endeudarse, con lo que dos tercios de los jóvenes se
ven obligados a vivir con sus padres hasta los 34 años. Un informe que reitera
la idea de otro informe de la Fundación AFI: los jóvenes españoles viven
peor que sus padres y abuelos. Un grave problema, que pone en riesgo
nuestro futuro y que exige tomar medidas urgentes en la
educación, la formación, el empleo, las políticas de vivienda y familia,
para reducir la desigualdad de los jóvenes.
Enrique Ortega
A lo claro: que la crisis y la inflación han hecho más
daño a las familias con menos ingresos, aumentando la desigualdad.
Pero la
Encuesta revela otro hecho menos conocido: hay una llamativa desigualdad
generacional, según la edad del cabeza de familia, que revela
que los jóvenes son los que han perdido más renta real en esta
crisis. Así, los hogares encabezados por un menor de 35 años han bajado
su renta mediana de 31.700 euros en 2020 a 29.100 euros en 2022 (-8,2%),
según
el Banco de España. Y los hogares encabezados por personas de 35 a 44
años han visto caer su renta real un -0,9% (de 37.300 a 35.600
euros). Luego, a partir de esta edad, los hogares sí han mejorado su renta
real: los encabezados por personas de 45 a 54 años un +7,3% (de 34.300 a 36.800),
los hogares con cabeza de familia entre 55 y 64 años mejoran un +0,55% (de
35.900 a 36.100 euros), los de 65 a 74 años un +4,46%, de 29.100
a 30.400) y los hogares encabezados por mayores de 74 años aumentaron
sus ingresos un +9,1% entre 2020 y 2022 (de 19.800 a 21.600 euros).
En definitiva, los hogares jóvenes han perdido
más ingresos reales porque tienen peores trabajos (más precarios) y
sueldos más bajos, además de beneficiarse menos de las ayudas contra la
inflación (que porcentualmente han ayudado más a los que más ganan).Y los
mayores se han beneficiado de que las jubilaciones han compensado la
inflación.
El estudio
del Banco de España avanza hacia otro dato clave, la riqueza neta de los
hogares (el valor de sus activos menos sus deudas). Una riqueza (o
patrimonio) que apenas ha mejorado en la última crisis, subiendo un +3,7%
entre 2022 y 2020 (de 137.600 de riqueza neta mediana a 142.700: la mitad
de las familias por encima y la otra mitad por debajo). Pero aquí ha pasado lo
mismo que con la renta: los hogares más pobres han visto caer su riqueza
neta entre 2020 y 2022, mientras ha crecido entre los más ricos. Así, en el 20%
de hogares con menos renta, la riqueza neta cayó un -19,8% (de 45.900 a
36.800 euros), igual que en la franja siguiente (percentil renta del 20 al
40%), en que cayó un -10,9%). En las franjas medias de renta (percentil
40 al 60 y percentil 60 a 80), la riqueza neta subió un +7 y un +1,3%,
mejorando mucho más en los dos últimos niveles, los de los más ricos (percentil
80-90 y 90-100), cuya renta subió con la crisis un +9 y un +12% respectivamente.
Otro dato que confirma el aumento de la desigualdad,
esta vez de la riqueza neta. Pero de nuevo, lo más llamativo es la
desigualdad de riqueza generacional, según la edad del cabeza
de familia. Los hogares encabezados por menores de 35 años han perdido un
-26% de su riqueza neta entre 2020 y 2022 (de 27.000 a 20.000 euros), lo
que contrasta con ese +3,7% que subió la riqueza neta de todos los
españoles, según
el Banco de España. Los hogares encabezados por personas de 35 a 44 años
también perdieron riqueza neta (de 78.800 a 75.700), pero menos (-3,9%),
lo mismo que los hogares de 45 a 54 años (de 131.200 a 128.300 euros de
renta neta, -2,2%), mientras subió la renta del resto de hogares: +4,7%
los encabezados por personas de 55 a 64 años (su riqueza subió de 180.900 a
189.400), +1,3% los de 65 a 74 años (subió de 222.900 a 225.800 euros su riqueza neta) y +18,96%
subió la riqueza de los mayores de 75 años (de 186.100 a 221.400 euros).
La clave de este aumento de la desigualdad, sobre todo
entre los más jóvenes y sus abuelos, se debe a la distinta
composición de la riqueza por edades, a que la vivienda, las acciones y los
Fondos tienen poco peso en el patrimonio de los jóvenes y mucho en el de los
mayores, lo que mejora su riqueza al revalorizarse el valor de su vivienda o
sus inversiones. En el conjunto de los hogares, el activo que más pesa
es la vivienda habitual, que supone el 53% de todos los activos reales
de los hogares (el 35,4% tienen otras propiedades inmobiliarias, un 10,2% negocios
y el 1,4% restante joyas arte y antigüedades). Y lo que sucede es que tres de
cada cuatro hogares (el 72,1%) tiene en propiedad su vivienda habitual,
pero sólo la tienen el 31,8% de los hogares jóvenes menores de 35 años, según
el Banco de España. Eso reduce drásticamente su patrimonio, su riqueza. Y contrasta
con el dato de 2011, donde el 69,3% de los jóvenes menores de 35 años
tenían su vivienda en propiedad. Un cambio drástico en
España, que hace que los jóvenes no se emancipen y tengan menos riqueza.
Lo mismo pasa con la inversión en otros activos
inmobiliarios (2ª vivienda, solares y fincas), que se concentran en los
hogares más ricos y los mayores, contribuyendo con su revalorización a una
mayor riqueza. Y también la inversión en acciones, Fondos y Planes de
pensiones, concentrados en los más ricos (aumentando más su riqueza) y
entre los mayores (sólo tienen acciones el 8% de los hogares jóvenes y Fondos
el 4,9%, frente a 17,8% y el 12,4% de los hogares encabezados por mayores de 65
años), según
el Banco de España. Eso sí, las cuentas y depósitos, que apenas
rentan las tienen porcentualmente más los hogares pobres y de renta media que
los más ricos. Y también más los jóvenes.
Más de la mitad de los hogares españoles (el 57%)
tenían algún tipo de deuda en 2022 (35.000 euros de media), un
porcentaje mayor que antes de la crisis financiera (en 2002, sólo tenían deuda
el 42,5% de los hogares). Pero su peso ha caído, porque las
familias han tratado de desendeudarse desde 2008 y ahora sus deudas representan
sólo el 9,3% del valor de sus activos (suponía el
12,5% en 2014 y el 11,3% en 2020). Dos tercios de esa deuda de las familias
(el 66%) es por la compra de la vivienda habitual y el resto es para afrontar
la compra de propiedades inmobiliarias (16,9% de la deuda total) y otras
inversiones (17% deuda).
Y a la hora de endeudarse, también hay desigualdad,
según la riqueza y la edad de los hogares, revela
el informe del Banco de España. Así, en los hogares más pobres
(el 20% con menos renta), la carga de la deuda se lleva el 21,3% de la
renta, por encima de la media en todos los hogares (supone un 13,7% de la
renta). Y también supera el esfuerzo medio en los hogares de renta media baja (16,2%
de esfuerzo en percentil 20-40) y media (14,9% en hogares con percentil 40-60).
Pero los hogares más ricos están menos endeudados y la carga de la deuda
se lleva entre el 13,4% de sus ingresos (percentil 60-80), el 10,4% (percentil
80.90) y el 7,1% de los ingresos (percentil 90-100). Y ojo: el 28% de los hogares
más pobres destinan el 40% de sus ingresos a pagar sus deudas (frente al 8,1%
la media der endeudados).
Por edades, el esfuerzo de pagar las deudas
es alto entre los hogares encabezados por jóvenes menores de 35 años (se
lleva el 12,1% de sus ingresos), pero mayor entre los hogares de 35 a 44 años
(14,9% de ingresos los lleva atender sus deudas) y 45 a 54 años (14,2%), las
edades en que se pagan las hipotecas, bajando el esfuerzo de pagar deudas del
10% de los ingresos en los hogares encabezados por mayores de 65 años.
En cualquier caso, la mayoría de los jóvenes
no tienen capacidad financiera para endeudarse (por su precariedad
laboral y sus bajos salarios), lo que provoca que el 65,9% de los
jóvenes españoles de 18 a 34 años vivían en casa de sus padres en 2022, según
el Banco de España, cuando en 2008, los no emancipados sólo eran el 52,9%
de los jóvenes.
En definitiva, este
informe del Banco de España revela que los hogares encabezados por jóvenes menores
de 35 años han sido “los perdedores” de la última crisis, ya que
redujeron su renta entre 2020 y 2022 y también su riqueza, debido básicamente a
que ahora son la mitad que en 2011 los jóvenes que tienen un piso en propiedad.
A nivel global, la desigualdad
entre los españoles se ha reducido en esta crisis 2020-2022, gracias a
las ayudas públicas contra los efectos de la pandemia y la alta inflación. Así,
el 10% más rico ha pasado de tener el 54,3% de toda la riqueza neta
(2020) al 52,7%. Y el 1% de españoles más ricos tenían al 19,4% de toda
la riqueza en 2022, frente al 22,9% que tenían en 2020.
Pero el grueso de la desigualdad entre ricos y pobres
sigue ahí, peor que en las dos últimas décadas. Así , el 10%
más rico controla todavía más de la mitad de toda la riqueza en España, el 52,7%
en 2022, similar a 2014 (52,6%), pero muy superior al porcentaje que
controlaban en 2008 (44,4%) y en 2002 (42,9%). Y lo mismo el
1% de superricos: controlaban en 2022 casi la quinta parte de toda la
riqueza (el 19,2%), algo menos que en 2014 (20,2%), pero mucho más que en 2008
(15,3%) y 2002 (13,8%). Y si miramos otro indicador, el
P80/P20 (la proporción entre la renta del 20% más rico y el 20% más
pobre), ha bajado de tener 5,9 veces más de renta en 2019 a 5,5 veces en
2023, según
el INE, pero estamos casi como en 2008 (el 20% más rico tenía 5,5 veces la
riqueza del 20% más pobre).
Así que queda mucho por hacer para reducir la desigualdad
en España, que es mayor a la de la media de Europa (donde el 20%
más rico tiene 4,7 veces lo que el 20% más pobre). Pero no basta con
medidas fiscales y ayudas para corregir las diferencias de riqueza entre
familias. A
la vista del informe del Banco de España, el Gobierno debe tomar medidas
concretas para reducir la desigualdad generacional, para mejorar la
renta y riqueza de los jóvenes, que son la generación que más ha pagado
la última crisis y también la crisis financiera de 2008. Y todos los datos
revelan que viven
peor que sus padres y abuelos.
La OCDE
ya alertó a España, en octubre de 2023,
que tenemos un grave problema con los jóvenes: altísimo paro juvenil (27,2%
frente a 14,6%
en la UE-27 y 5,8% en Alemania), baja ocupación (38,8% entre 15 y 29
años, frente al 49,2% en la UE-27 y el 61,7% en Alemania), excesiva
precariedad (35% contratos temporales, el triple que en Europa), bajos
salarios (el sueldo medio de los menores de 29 años ronda los 13.830 euros,
la mitad que en el conjunto de trabajadores) y un acceso
casi imposible a la vivienda (en alquiler y compra), lo que les crea
marginación, dependencia y hasta problemas de salud mental (los tienen el 16%
de los jóvenes españoles, según
la OCDE).
Es hora de afrontar la preocupante situación de los
jóvenes, por pura justicia social y también porque “es
un lastre para el crecimiento potencial del país”, según
el informe de la OCDE, que pedía al Gobierno medidas educativas
(mejora de la formación desde la escuela a la Universidad, potenciando la FP), medidas
laborales (para promover la empleabilidad de los jóvenes y el relevo de los
mayores), medidas en vivienda (para promover el alquiler de los jóvenes
y las nuevas familias) y otras políticas públicas, desde el ocio a la
integración social y política de la juventud, para evitar su aislamiento social
o su deriva a posiciones extremistas o populistas. Urge un Plan de
medidas en favor de la juventud, a costo y medio plazo, para conseguir que
los jóvenes de dentro de 20 años vivan mejor que los de hoy. Es prioritario.
La última crisis (2020-2022), tras la pandemia, la
invasión de Ucrania y la alta inflación, más la drástica subida de tipos del
BCE, ha estancado los ingresos reales de las familias: la
renta mediana pasó de 32.100 euros por hogar en 2020 (ingresos
2019) a 32.400 en 2022 (+0,93%), aunque subió sobre la de 2017 (29.000
euros). Pero la
crisis afectó de forma muy diferente a las familias, según sus
ingresos. Así, el 20% de las familias que menos ganan
estancaron sus ingresos entre 2020 y 2022 (+0,%, 10.800 euros en ambos años) y
los que están en el percentil del 20 al 40% de ingresos los redujeron -0,47%,
de 21.000 a 20.900 euros). Sólo mejoró algo el tercer grupo, los que están en
el percentil de renta del 40 al 60% mediano, cuyos ingresos crecieron un +0,9%
(de 32.100 a 32.400). Y mejoraron más los hogares de la parte media alta (percentil
60 al 80% de renta), cuyos ingresos crecieron un +4,8% (de 46.000 a 48.200
euros). Y más los hogares del percentil 80 y 90, cuyos ingresos medianos
subieron un +7,75 (de 66.300 a 71.400). Pero los que salieron mejor parados,
entre 2000 y 2020, fueron las familias más ricas (percentil 90 al
100), cuyos ingresos subieron un +11,2% (de 101.800 a 113.200 euros de ingresos
anuales), según
la Encuesta Financiera de las Familias 2022, que acaba de publicar el Banco
de España.
lunes, 20 de mayo de 2024
Tenemos una sanidad cada vez más privada
Cada día, mil españoles contratan un seguro médico
privado. Ya lo tienen 12,4 millones de personas, 1,8 millones más
que antes de la pandemia. Y se contrata más en Madrid, Cataluña y Baleares,
curiosamente 3 autonomías con la sanidad “deficiente”. Estos
seguros médicos, que nos cuestan 10.711 millones, son “la gasolina”
de la sanidad privada, que no deja de crecer: somos el 2º país UE
(tras Portugal) donde tiene más peso, el 28,4% de todo el gasto
sanitario. Su otra fuente de ingresos son los conciertos de la sanidad
pública, que destina un 10,2% de su presupuesto a financiar
pruebas y operaciones en la sanidad privada. Con todo ello, la
privatización sanitaria no deja de crecer desde 2009, sobre todo en Madrid,
Baleares, Cataluña y Andalucía, precisamente las autonomías con peor
sanidad pública. Urge reducir las listas de espera, que alimentan
los seguros privados. Mientras, el Gobierno propone una Ley para limitar la
privatización de la sanidad, aunque la gestión está en manos de las
autonomías. Enrique Ortega
España es uno de los paises europeos que menos gasta en sanidad y donde el peso de la sanidad pública se reduce mientras aumenta año tras año el porcentaje de la sanidad privada. El gasto total en sanidad suponía en España el 10,7% de la riqueza (PIB), en 2021, por debajo del peso del gasto sanitario en la OCDE (10,9%), Francia (12,3%), Reino Unido (12,4%) o Alemania (12,9% de su PIB). Pero no sólo gastamos menos en sanidad, sino que gastamos aún menos (comparativamente) en la sanidad pública: un 7,7% del PIB, frente al 8,7% de media en la OCDE, el 10,4% en Francia, el 10,3% en Reino Unido y el 11,1% en Alemania (y el 7,1% en Italia). A cambio, somos el 2º país de la UE con más gasto sanitario privado: el 3,1% del PIB en 2021, tras Portugal (4,1% del PIB), frente al 2,3% en la OCDE, el 1,9% en Francia, el 2,1% en Reino Unido y el 1,9% en Alemania y el 2,3% en Italia.
A lo claro: gastamos mucho menos en la sanidad pública
que la mayoría mientras somos casi líderes en el gasto en sanidad
privada. De hecho, en 2021. España gastó 36.805 millones en la
sanidad privada, un 28,4% de todo el gasto sanitario (129.615 millones), sólo
superados por Portugal (36,8% de su gasto fue privado) y Suiza (30,8%) y muy
alejados del peso del gasto sanitario privado en Italia (24,5%), Bélgica
(22,4%), OCDE (17,1%), Reino Unido (17%), Francia (15,2%), Paises Bajos
(15,1%), Dinamarca (14,8%), Alemania (14,5%) y Suecia (14,1%), según el informe
2024 de la Fundación IDIS (sanidad privada).
¿Qué incluye el gasto
sanitario privado? Básicamente dos cosas. Una, el “dinero de
bolsillo” que gastamos los españoles (27.215 millones en 2021) en atención
sanitaria privada (dentista, oculista, fisioterapeutas…), en medicamentos no
financiados y en el copago de las recetas (los trabajadores pagan entre el 40 y
el 50%, los pensionistas el 10%, los más ricos el 60% y algunos nada). La otra,
los seguros médicos que contratamos (9.091 millones pagados en primas en
2021). Y quedan otros 499 millones que gastan en sanidad instituciones benéficas.
El gasto sanitario privado se ha disparado porque han subido
las consultas privadas y la gente cuida más su boca, sus ojos o su cuerpo, al
margen de la sanidad pública. Pero el gran salto se ha dado en los seguros
médicos privados, según la
Fundación IDIS: en 2023 había ya 12.422.000 españoles
cubiertos por un seguro médico privado, 360.000 más que en 2022 y 1.836.000
asegurados más que en 2019, antes de la pandemia. De ellos, 1.988.000
son empleados públicos (funcionarios de MUFACE, personal de las Fuerzas
Armadas y la Guardia Civil integrados en ISFAS y personal judicial de MUGEJU),
a los que la Administración les paga un seguro médico privado (porque el 78% de
los funcionarios lo eligen frente a la sanidad pública). Y el resto, 10.681.200
españoles son personas que pagan cada mes un seguro médico privado (casi 2
millones más que en 2019).
Eso supone que uno de cada cuatro españoles tiene un
seguro médico privado (25,9% de penetración media), aunque resulta mucho
mayor en 3 autonomías: Madrid (el 38,7% de la población tiene seguro
médico), Cataluña (32,4%) y Baleares (30,9%), según el
informe IDIS. Curiosamente, son 3 autonomías que tienen una
sanidad pública “deficiente”, según el informe 2023 de la Fundación en Defensa
de la Sanidad Pública (FDSP), que valora la sanidad de cada
autonomía” (Madrid ocupa el puesto 13º, Barcelona el 12º y Baleares el 10%). En
el otro extremo, las autonomías con menos peso de los seguros médicos están
Navarra (11,2% de la población los tiene), Cantabria (11,8%), Murcia (13,2%),
Extremadura (13,2%) y Galicia (16,5%). Y Navarra es la autonomía con la mejor
sanidad pública, según
el ranking 2023 de la FADSP, Extremadura es la 3ª mejor, Galicia la 6ª y
Cantabria la 9ª mejor (sólo Murcia rompe la tendencia, ocupando el puesto 16º, sólo
por delante de Andalucía, el “farolillo rojo”).
Las primas que pagan los que tienen un seguro
médico privado también se han disparado, hasta los 10.711
millones en 2023 (frente a 8.923 millones en 2019). Los seguros
médicos llevan cinco años siendo los
seguros que más crecen, por encima del seguro de hogar, del
automóvil o los seguros de vida. El negocio está
muy concentrado y las 3 primeras aseguradoras controlan más
de la mitad del mercado: SegurCaixa Adeslas (3.244 millones en primas, el 28,6%
de cuota), Sanitas (1.831 millones, el 16,9%) y Asisa (1.459 millones, el
12,9%). Les siguen DKV Seguros (7,5% cuota), Mapfre (6,8%), Axa (2,6%), IMQ
(2%), Asistencia Médica Colegial (1,9%) y FIATC (1,8%). Estas 9 controlan el
80,4% de las primas.
Entre “el gasto de bolsillo” (sanidad, medicinas y copagos)
y los seguros médicos, cada español paga 699 euros al año en sanidad privada
(503 euros en gasto de bolsillo y 195 euros en seguros médicos), según el
Informe IDIS 2024. Pero hay 8 autonomías donde los ciudadanos pagan mucho
más. Por un lado, Cataluña (854 euros per cápita en gasto sanitario, 560
de bolsillo y 294 euros en seguros médicos), Madrid (851 euros por
persona, 489 en gasto sanitario y 362 euros per cápita en seguros médicos, el pago
más alto en España) y Baleares (803 euros de gasto privado per cápita,
491 en sanidad y copagos y 312 euros en seguros médicos, el 2º mayor pago), las
tres autonomías con sanidad pública “deficiente”, según
la FADSP. Les siguen La Rioja (748 euros: 594 en sanidad y 154 en seguros),
Aragón (741: 550 y 191), Comunidad Valenciana (736: 575 y 161), País Vasco
(715: 524 y 191) y Castilla y León (701 euros per cápita: 542 en sanidad y 195
en seguros).
La otra gran fuente de ingresos de la sanidad privada, junto
a los “gastos de bolsillo” y los seguros médicos son los “conciertos” que
les paga la sanidad pública, para que atiendan y operen en hospitales
privados a pacientes de la sanidad pública o en pago por la gestión privada de
hospitales públicos. Estos conciertos se han disparado en la última década,
sobre todo en las autonomías gobernadas por el PP, y en 2022
supusieron 9.521 millones de ingresos extras para la sanidad privada
(que se llevó el 10,2% del Presupuesto sanitario público). El 63% de los
hospitales privados tienen algún tipo de concierto y hay 8 hospitales
públicos de gestión privada (4 en Madrid, 3 en la Comunidad Valenciana y 1 en
la Rioja). El peso de los conciertos es mayor en Cataluña (el sector
privado sanitario se lleva 3.299 millones, el 22,7% del gasto sanitario
público, porque hay 98 hospitales privados de utilización pública), en
Madrid (1.377 millones, el 12,4% del presupuesto público en sanidad) y en Canarias
(296 millones, el 7,2% del presupuesto sanitario público allí), precisamente
tres autonomías con la sanidad “deficiente” (Madrid y Cataluña) o “peor”
(Canarias), según
el ranking de la FADSP. Otras tienen un menor porcentaje de conciertos
(6,5% Navarra, 6,1% Baleares y 6% en Asturias y País Vasco, siendo menor lo que
ingresan el resto.
El “gasto de bolsillo”, los seguros médicos y los
conciertos son las tres fuentes de ingresos de la sanidad privada
y los tres motores que la han impulsado, hasta suponer casi el 40% del gasto
sanitario total (28,4% más 10,2% los conciertos). Gracias a esta “gasolina”,
la sanidad
privada cuenta con 438 hospitales (el 57% del total) y 50.574
camas (el 32% del total), donde trabajan 300.226 profesionales (69.052 médicos).
Una sanidad privada que ya gestiona el 29% de las altas, el 31,2%
de las estancias hospitalarias, el 29,7% de las consultas, el 31% de las
urgencias y el 41,3% de las intervenciones quirúrgicas, un trabajo creciente apoyado
por la derivación de pacientes, consultas (6,3%), urgencias (el 5,8%) e
intervenciones (el 8,7%) desde la sanidad pública. Eso sí, según diversos
estudios, la sanidad privada absorbe
los casos menos complejos y las estancias e intervenciones más cortas y
menos costosas.
La sanidad privada está cada vez más
concentrada y en manos de inversores extranjeros, con 13 Grupos
sanitarios que concentran el 47% de los hospitales y el 55% de las
camas privadas, según el
informe IDIS. Encabeza el ranking, el grupo Quirón Salud (propiedad
del grupo alemán Fresenius), con 45 hospitales y 6.139 camas, seguido de los Hermanos
de San Juan de Dios (29 hospitales y 6.110 camas), HM Hospitales (propiedad
familia Abarca Cidón), con 21 hospitales y 1883 camas, el grupo Vithas
(80% familia Gallardo y 20% Criteria Caixa), con 20 hospitales y 2.189 camas, el grupo HLA (de Asisa),
con 16 hospitales y 1.310 camas, el grupo Viamer (propiedad del fondo
australiano MAM), con 14 hospitales y 946 camas, las Hermanas Hospitalarias
del Sagrado Corazón, con 13 hospitales y 3.326 camas, el grupo Hestia
Alliance (propiedad del gigante alemán Median Kliniken), con 10 hospitales y 1.932 camas, el grupo Ribera
Salud (vendido al Fondo francés Vivalto Partners), con 10 hospitales y 1.112
camas, el grupo vallisoletano Recoletas, con 7 hospitales y 830 camas y
el grupo canario Hospiten, con 7 hospitales y 1.219 camas, agrupando el
resto de hospitales independientes 15.200 camas privadas.
El negocio de los hospitales privados facturó
12.400 millones de euros en 2022, que obtuvieron de las aseguradoras
(6.865 millones, un 55,3% más que en 2021), de los conciertos con la
sanidad pública (4.325 millones, +34,88%) y de su actividad sanitaria
puramente privada (1.210 millones), según la
Fundación IDIS. Más de un tercio del negocio total (4.441 millones) lo
facturó el gigante del sector, el grupo Quirón, seguido muy lejos de
Vithas (699 millones), Ribera Salud (585 millones), grupo HLA (576 millones),
HM hospitales (575 millones), Hospitales Católicos de Madrid (410 millones),
Hospiten (360 millones), Sanitas (350 millones), Clínica Universitaria de
Navarra (300) y grupo IMED (hospitales Levante), 180 millones.
La sanidad privada crece, pero a costa de la sanidad
pública, que pierde peso desde 2009 y sobre todo desde 2022, según un
reciente estudio de la Federación en Defensa de la Sanidad Pública (FADSP),
que destaca el fuerte aumento del “gasto de bolsillo” en España (21% del gasto
total, frente al 18% en la OCDE) y los conciertos, crecientes en las autonomías
gobernadas por el PP y nacionalistas, sobre todo durante los años de recortes. El
estudio analiza 10 variables del avance de la privatización
sanitaria por autonomías, desde el gasto en seguros privados a los conciertos y
las derivaciones de pacientes, los modelos de colaboración público-privada y la
dedicación exclusiva entre los sanitarios. Y analizando estas variables, distinguen 3
grupos de autonomías, con más y menos privatización sanitaria.
El primer grupo lo integran las 4
autonomías con mayor grado de privatización de la sanidad: Madrid
(28 puntos), Baleares (27 puntos), Cataluña (26) y Andalucía
(25), cuatro regiones que tienen una sanidad “deficiente” (Madrid,
Baleares y Cataluña) o “pobre” (Andalucía, la autonomía con la peor
sanidad pública, según el ranking de la FADSP). En el 2º grupo, con un grado “intermedio”
de privatización están Aragón y Comunidad Valenciana (24 puntos), Asturias
y Canarias (23), Murcia (22), Castilla y León (21), Cantabria y Galicia (20
puntos), País Vasco y la Rioja (19 puntos). Y en el tercer grupo, con el menor
grado de privatización sanitaria,
están Castilla la Mancha (18 puntos), Extremadura y Navarra (16
puntos), las dos autonomías con la sanidad menos privatizada y,
curiosamente, dos de las autonomías con mejor sanidad pública (Navarra
la nº1 y Extremadura la 3ª).
Los expertos dela FADSP critican la creciente privatización de la sanidad porque incrementa costes y "mercantiliza" un derecho fundamental de las personas. Pero creen que no puede reducirse esta elevada privatización mientras no se resuelva el grave problema de las listas de espera
(849.535 españoles en lista de espera quirúrgica y 3.917.485 en espera de una
primera consulta) , que explican el auge de los seguros médicos y de los
conciertos con la privada. Y denuncian que “no se está haciendo
nada” para reducirlas, ni desde Sanidad ni desde las autonomías,
por lo que piden reforzar los medios y personal de la sanidad pública. Y en
paralelo, piden unas políticas públicas que refuercen la sanidad pública y
frenen el ascenso de la privada.
Precisamente, el lunes pasado, la ministra de Sanidad inició
la consulta pública de la futura Ley de Gestión Pública e
Integridad del Sistema Nacional de Salud (SNS), que decayó en la pasada Legislatura
por el adelanto electoral. La Ley pretende, según el Gobierno, “asegurar la
gestión pública de los servicios sanitarios y cerrar el paso a las empresas
privadas con ánimo de lucro”, sustituyendo a la Ley 15/1997 aprobada por
Aznar, que “ha deteriorado la sanidad”, según la ministra Mónica García. La
futura Ley, sometida a consulta, pretende limitar la gestión privada de
la sanidad, mejorar la auditoría y transparencia de los modelos de gestión
privada existentes, facilitar la reversión de servicios ahora privatizados y
fijar nuevos criterios para la gestión futura del sistema sanitario público.
El proyecto
ya ha despertado recelos en la sanidad privada, pero tiene un
problema de partida: por mucho que se cambie la Ley, el día a día de
la gestión sanitaria lo controlan las autonomías, 11 en manos del PP (y
VOX). Y no parece que quieran dar marcha atrás en la privatización que han alentado
estos años.
En cualquier caso, algo habrá que hacer,
porque la sanidad es “la 2ª mayor preocupación de los españoles”
(tras la economía y el empleo), según el CIS. Y no
parece lógico que sigamos afrontando los problemas de atención y listas de
espera a golpe de seguros privados y más conciertos con la privada. Una
cosa es que la sanidad privada cubra vacíos y complemente la oferta y
otra que cope el 40% del gasto sanitario y deje fuera a los que no puedan
pagarlo. Urge reforzar la sanidad pública y no hundirla para que crezca
la privada.
España es uno de los paises europeos que menos gasta en sanidad y donde el peso de la sanidad pública se reduce mientras aumenta año tras año el porcentaje de la sanidad privada. El gasto total en sanidad suponía en España el 10,7% de la riqueza (PIB), en 2021, por debajo del peso del gasto sanitario en la OCDE (10,9%), Francia (12,3%), Reino Unido (12,4%) o Alemania (12,9% de su PIB). Pero no sólo gastamos menos en sanidad, sino que gastamos aún menos (comparativamente) en la sanidad pública: un 7,7% del PIB, frente al 8,7% de media en la OCDE, el 10,4% en Francia, el 10,3% en Reino Unido y el 11,1% en Alemania (y el 7,1% en Italia). A cambio, somos el 2º país de la UE con más gasto sanitario privado: el 3,1% del PIB en 2021, tras Portugal (4,1% del PIB), frente al 2,3% en la OCDE, el 1,9% en Francia, el 2,1% en Reino Unido y el 1,9% en Alemania y el 2,3% en Italia.
jueves, 16 de mayo de 2024
Pocas residencias de ancianos
El IMSERSO ha publicado el primer Censo de las
residencias de ancianos en España: 5.188 Centros, con 381.514 plazas,
aunque 100.000 plazas están vacías, por el desigual reparto de
oferta y demanda. España, el 4º país más envejecidos de Europa, tiene
menos residencias de ancianos (4,11 plazas por cada 100 mayores) que la
media europea (4,5) y la recomendación de la OMS (5 plazas), que sólo
cumplen 5 autonomías, con un gran déficit de residencias en Murcia,
Comunidad Valenciana, Galicia, Canarias, Andalucía, Cataluña y Madrid. El
problema es que las autonomías apenas gastan en residencias, aunque el
Estado les transfiere 4.000 millones más para Dependencia. Y que el 75% de
las residencias son privadas y buscan la rentabilidad, impulsadas por
Fondos de inversión extranjeros, constructoras y aseguradoras. Faltan ahora
100.000 plazas de residencias y 400.000 para 2050. Urge cambiar
el modelo de residencia, más pequeña y con más servicios y personal,
mientras se refuerza la atención de los mayores en su casa, para
que no tengan que irse. Enrique Ortega
El primer Censo de residencias, publicado en abril por el IMSERSO con datos de 2022, refleja que existen en España 6.831 Centros de atención residencial: 5.188 residencias de ancianos, 1.455 residencias para discapacitados y 188 Centros mixtos (para ambos colectivos). La mayor parte de las residencias de ancianos están en Cataluña 81023), seguida de lejos por Castilla y León (654), Madrid (469), Andalucía (427), Castilla la Mancha (411), Galicia (345), País Vasco y Comunidad Valenciana (321 residencias cada una). El informe señala que hay 381.514 plazas en las residencias para mayores, aunque sólo 288.765 estaban ocupadas a finales de 2022: hay 92.749 plazas vacías, que el IMSERSO no explica, aunque se deben a la desigualdad entre oferta y demanda en algunas regiones.
Más de 3 de cada 4 residencias de ancianos son de
titularidad privada (77,3% del total) y sólo un 22,7% son de
titularidad pública, aunque incluso una parte de estas residencias públicas
las gestionan empresas privadas: sólo
el 14,2% de todas las residencias de ancianos en España son de titularidad y
gestión pública, siendo el 85,8% restante de gestión privada. En
cuanto al reparto de las plazas, el 75% de los mayores están en residencias
de titularidad privada. La mayoría de las residencias de mayores son
pequeñas o medianas y sólo el 36,1% de los Centros tienen más de 75 plazas
(de ellos, sólo el 3,4% de las residencias tienen más de 200 plazas), aunque estas
residencias más grandes, en su mayoría privadas, concentran a dos
tercios de los mayores residentes (al 66,3%).
La mayoría de las habitaciones en las 5.188
residencias de mayores censadas son dobles (el 56%) o triples (el 1%), siendo
sólo el 43% de las habitaciones de uso individual (en las residencias públicas,
suben al 48% y en las privadas bajan al 39%), según
el IMSERSO. Es llamativo que sólo el 39% gestionen la accesibilidad
y que sólo el 75% de las residencias permitan “sectorializar el edificio” por
razones de seguridad o sanitarias (una cuestión clave en la pandemia). Un 79%
de las residencias están dentro de los cascos urbanos, el 90,7% disponen de
terraza o jardín exterior y sólo el 71% de las residencias disponen de
acceso a Internet (un porcentaje que baja al 56,3% en las residencias
públicas).
De los 288.765 mayores en residencias a finales de
2022, sólo el 13,6% están en Centros de titularidad y gestión pública, según
el IMSERSO, estando el resto en residencias privadas (75,7%) o públicas con
gestión privada (10,7%). Casi 3 de cada 4 mayores en residencias tienen más
de 80 años (el 74,3%), otro 21,4% tienen entre 65 y 69 años y el
4,2% restante son residentes con menos de 65 años. Dos de cada tres mayores en
residencias son mujeres (68,2%), porque viven más años que los hombres
(el 31,8%). La mayoría de residentes tienen una dependencia moderada o severa
(43,2% tienen grado 1 y 2) y algo más de un tercio (36,7%) son grandes
dependientes (grado 3), siendo el resto de residentes dependientes pendientes
de valorar o sin grado.
En las residencias de ancianos censadas
por el IMSERSO trabajan 206.496 empleados (el 86,1 % son mujeres),
el 95,4% de ellos en plantilla de los Centros y el resto (9.522 personas) subcontratados.
Las residencias de titularidad y gestión pública tienen más del doble de
subcontratados que las privadas (8,9% de las plantillas frente al 3,5%). Y
en conjunto, las residencias disponen de 0,62 personas por residente
(0,36 de atención directa, 0,11 de personal de 2º nivel y 0,15% de atención
indirecta), pero hay más atención de personal en las residencias públicas (0,96
personas por residente) que en las privadas (0,55 personas por residente), que
en definitiva tienen “ánimo de lucro”.
España, el
4º país más envejecido de Europa, tiene menos residencias de ancianos
que la media europea. Este Censo aporta una ratio de 4,11 plazas por
cada 100 mayores de 65 años, frente a 4,5% de media en Europa y a
tasas mayores en el centro y norte de Europa: 7,5 plazas por 100 mayores en
Paises Bajos, 7,1 en Suecia, 6,8 en Bélgica, 5,7 en Finlandia, 5,4 en Alemania
y 5,1 en Francia, según
este estudio de PwC. Y estamos lejos del 5% de plazas que recomienda la
Organización Mundial de la Salud (OMS), ratio que sólo cumplen 5 autonomías:
Castilla y León (7,8 plazas por cada 100 mayores de 65 años), Castilla la
Mancha (6,91%), Aragón (6,67%), Extremadura (6,65%) y Asturias (5,62%). Las autonomías
con más déficit de residencias son Murcia (2,27 plazas por cada 100 mayores), Comunidad Valenciana (2,77%), Galicia (2,83%) y Canarias (2,84%).
El problema no es sólo que falten residencias de mayores en
media España, sino que cada vez hay más mayores y las plazas disponibles
apenas crecen. Así, entre 2010 y 2020, aumentaron en 1,2 millones los
españoles mayores de 65 años y las plazas en residencias sólo crecieron en
20.226 plazas, según
el IMSERSO. Y hoy, con 9,4 millones de españoles superando los 65 años (1
de cada 5), sólo hay 381.514 plazas en residencias.
Lo que urge es aumentar las plazas en residencias
para los dependientes que ya las necesitan: de los 190.000 dependientes “en
lista de espera” para recibir una prestación pública, 30.000 mayores esperan
una plaza en una residencia de ancianos, según
los Directores y Gerentes de Servicios Sociales, que han denunciado
reiteradamente que muchos de estos mayores se mueren sin recibir la ayuda
(45.360
dependientes murieron en 2022 esperando una ayuda que tenían reconocida).
Actualmente, una plaza subvencionada en una residencia es una de las
ayudas más difíciles de conseguir para los dependientes: de los
1.410.084 dependientes beneficiarios de una ayuda a la dependencia en
abril, sólo 181.496 (el 12,87%) estaban en una residencia. Y
eso, porque es la ayuda más cara de financiar, por lo que las autonomías
concentran sus ayudas en servicios más baratos, como la teleasistencia, la
ayuda a domicilio, los centros de día o el pago a los cuidados familiares.
Con ello, el problema de las familias con mayores
dependientes es que no encuentran una residencia subvencionada (el
75% son privadas) que sufren una larga lista de espera y cuyo precio es
muy dispar, según la autonomía donde se viva: el precio público de una
residencia está en 18.645 euros anuales, pero varía entre los 11.409 euros
en La Rioja y los 22.392 euros en Extremadura. Y además, el precio varía
según el mayor sea no dependiente (17.526 euros), dependiente (19.897 euros) o
necesite atención psicogeriátrica (24.299 euros),
según datos del IMSERSO. Así que muchos, que no quieren esperar o que
tienen mayores ingresos, optan por una plaza no concertada, en una
residencia privada. Y eso supone de media pagar 2.000 euros al mes (más
en algunos lugares y Centros).
Por todo esto, la falta de plazas y la dificultad de recibir
ayudas públicas, las
residencias de ancianos se han convertido en un negocio para las
empresas privadas que sostienen el 75% de la oferta de residencias en España y
que facturan
ya más de 5.000 millones anuales.
Un negocio en auge, que ha atraído a muchos Fondos de inversión
extranjeros (bastantes radicados en paraísos fiscales), a constructoras y
aseguradoras, que están multiplicado sus inversiones en el sector (junto
a inmobiliarias, la otra pata del negocio), concentrando
la oferta en menos grupos, con compras e inauguraciones.
El top
10 de las residencias privadas está encabezado por la multinacional
francesa DomusVi (propiedad del fondo británico ICG y capital francés) con
200 centros y 25.000 plazas. Le siguen el Grupo Clece, filial de la
constructora ACS (Florentino Pérez), “los Albertos” y el Fondo BlackRock, con
145 residencias y 17.000 plazas. En tercer lugar, el grupo Orpea (cuyo
mayor accionista es el fondo de pensiones Canadá Pension Plan, junto a
inversores franceses y belgas), con 53 Centros y 8.800
plazas. En 4º lugar, el grupo Vitalia Home (vinculado al Fondo
británico CVC y otros 2 fondos más, todos con sede en Jersey), con 54 Centros y
8.000 camas. En 5º lugar, el grupo español Ballesol (75,3% propiedad de
la aseguradora Santa Lucía), con 50 Centros y 7.334 plazas, seguido de Mensajeros
de la Paz, con 104 residencias y 6.364 plazas, y Sanitas Mayores
(propiedad del grupo británico que controla Sanitas), con 47 Centros y 6.344
plazas. En 8º lugar, el grupo francés Amavir (propiedad de la familia Mulliez,
la 5ª fortuna de Francia, dueños de Alcampo, Decathlon y LM), con 42 Centros y
6.223 plazas, seguido por Colisée España (otra multinacional francesa, aunque
la mayoría corresponde al Fondo IK VIII Fund, con sede en Jersey), con 51
Centros y casi 6.000 plazas. Y en el 10º puesto del ranking, la Fundación
San Rosendo, dependiente del obispado de Orense, con 47 Centros y 3.342
plazas para mayores.
Viendo las multinacionales
y Fondos internacionales que controlan el negocio de las residencias de
ancianos puede entenderse su apuesta por España, dado que seremos
el país más envejecido del mundo en 2050 : el 30,4% de la población
española tendrá más de 65 años, 16 millones de mayores (ahora son 9,4
millones). Eso les abre unas enormes perspectivas de negocio, con
una demanda segura, a la que buscan ofrecer una oferta con más servicios,
aunque más caros (y con los menores costes posibles).
El déficit de residencias para mayores es ya importante, porque
si tuviéramos el 5% de oferta para los mayores que recomienda la OMS, España
debería tener casi 100.000 plazas más que ahora (+93.486 plazas), según
los Directores y Gerentes de Servicios Sociales. Donde hacen falta más
plazas hoy es en Andalucía (se necesitan 28.457 plazas más), Comunidad
Valenciana (+21.900), Galicia (+14.902), Cataluña (+9.045), Madrid
(+8.283), Canarias (+7.574), Murcia (+6.542) y País Vasco
(+6.074 plazas). Y según
el último Censo, las autonomías que tienen menos residencias para la
población mayor de 80 años ( hay 18,11 centros por cada 10.000 mayores)
son Ceuta y Melilla (8,23 centros por cada 10.000 mayores de 80 años), Murcia
(,893), Andalucía (10,16) Baleares (10,34), Comunidad Valenciana (11,13) y
Madrid (12,67 Centros).
Como cada vez habrá más mayores, este déficit de 100.000
residencias irá a más en las próximas décadas: en 2050, España
debería contar con 400.000 plazas más de residencias de ancianos, hasta
785.000, más del doble que hoy (381.514), según
este informe de la consultora PwC. El problema es quien las construye
y financia, porque la gestión de la Dependencia (y de las
residencias) es de las autonomías, no del Gobierno central. Y aunque
financian el 60,4% del gasto público en Dependencia (el 39,6% restante lo
aporta el Estado), cada vez “racanean” más. De hecho, el
Gobierno Sánchez ha aumentado su aportación a la Dependencia en +4.000
millones en los últimos tres años (2021-2023) y muchas autonomías
han aprovechado estos mayores recursos estatales para reducir ellas
su gasto (ver
Blog). Así que mucho me temo que las autonomías no promuevan las
nuevas residencias que hacen falta y lo dejen en mano de las empresas privadas,
que abrirán nuevos Centros sólo en los lugares que vean negocio.
Otro problema de las residencias de mayores es que hay
una gran disparidad en la oferta, no sólo en precios, sino también en los servicios
que ofrecen a los mayores, desde el tipo de habitación al personal y los cuidados.
Por ello, el Gobierno Sánchez trató hace dos años de coordinar la oferta y
crear un marco más homogéneo para las residencias en toda España. Así, el
28 de junio de 2022 aprobó con las autonomías un nuevo modelo de cuidados,
que prohíbe la construcción de macro residencias para mayores,
fijando un tamaño máximo para las futuras (no más de 75 plazas en zonas
rurales, 90 en zonas medias y 120 plazas en ciudades) y unos requisitos
mínimos de personal para mejorar la atención a los mayores: en 2029 se
exigirá un trabajador de atención directa (desde auxiliares a fisios o
terapeutas ocupacionales) por cada 2 residentes, frente a los 0,72 trabajadores
que hay ahora.
La idea de mejorar la oferta futura y la calidad de las
residencias es buena, pero hay que financiarla, porque encarecerá las
instalaciones y la atención. Y por eso, sólo 10 autonomías votaron a favor de
este Plan y 9
autonomías votaron en contra , una de ellas la “socialista” Castilla
la Mancha (“ellos invitan y yo pago”, se quejó muy gráficamente su presidente, García
Page). Así que con la pelea política actual y la mayoría de autonomías controladas
por PP ( y Vox), no parece posible que este acuerdo avance y la
mayoría de las autonomías se embarquen en mejorar su oferta de residencias en
los próximo años.
El progresivo envejecimiento de España obliga
a abrir nuevas plazas en residencias, mientras en paralelo se debería reducir una parte de la demanda
mejorando la atención a domicilio de los mayores (para que no
tengan que salir de casa). Urge poner más dinero en todo el proceso de atención
a los mayores, en la Dependencia, la 4ª pata del Estado del Bienestar,
que está claramente infra financiada. Basta ver los datos: el
gasto público en Dependencia es de 8.312 millones anuales (y otros
2.134 millones que aportan las familias por copagos), frente a los 55.175
millones del gasto público en educación, los 92.000 millones que
cuesta la Sanidad y los 190.687 millones que gastamos en pensiones.
Hay margen para gastar más en Dependencia y en residencias asequibles y decentes.
Y en atención domiciliaria, para que no tengan que irse. Es lo menos que les
debemos a nuestros mayores.
El primer Censo de residencias, publicado en abril por el IMSERSO con datos de 2022, refleja que existen en España 6.831 Centros de atención residencial: 5.188 residencias de ancianos, 1.455 residencias para discapacitados y 188 Centros mixtos (para ambos colectivos). La mayor parte de las residencias de ancianos están en Cataluña 81023), seguida de lejos por Castilla y León (654), Madrid (469), Andalucía (427), Castilla la Mancha (411), Galicia (345), País Vasco y Comunidad Valenciana (321 residencias cada una). El informe señala que hay 381.514 plazas en las residencias para mayores, aunque sólo 288.765 estaban ocupadas a finales de 2022: hay 92.749 plazas vacías, que el IMSERSO no explica, aunque se deben a la desigualdad entre oferta y demanda en algunas regiones.