En España hay más de 10 millones de personas mayores de 65 años (10.183.437 censados el 1 de enero, según el INE). Y más de 3,5 millones de estos mayores (1 de cada 3) no usan nunca Internet ni los servicios digitales básicos, según un reciente estudio de UGT. Un grupo enorme de “excluidos digitales”, aunque se haya reducido tras la pandemia : eran 4,9 millones de mayores “desconectados” en 2019. Aunque parece que todo el mundo está conectado y enganchado a Internet, un 10% de la población española vive todavía al margen de Internet. Y el 83% de estos “excluidos digitales” tienen más de 65 años.
jueves, 29 de mayo de 2025
La exclusión digital de los mayores
Creemos que toda la gente está conectada a Internet y “enganchada”
a todas horas, pero no es así: 3,5 millones de españoles mayores de 65
años no usan nunca Internet ni los servicios digitales básicos. En
definitiva, que 1 de cada 3 mayores están “excluidos” digitalmente, mucho
más los mayores de 75 años y los que viven en zonas rurales. El problema no
es sólo que estos mayores “desconectados” se queden fuera de los servicios
digitales sino que esta exclusión les aísla socialmente y tiene efectos
negativos sobre su salud, agravando su deterioro cognitivo. No hay Planes específicos
para reducir la brecha digital de los mayores y su reciclaje recae en ONGs que
dan cursos digitales a mayores. Urge un Plan de reciclaje digital para
mayores, con medios y personal, para ayudar a toda una generación a no
perder los servicios digitales públicos y privados, desde el acceso a la
sanidad a los servicios públicos y las ayudas, la información y el ocio. No
podemos dejarles atrás. Cursos digitales para mayores de Cibervoluntarios
En España hay más de 10 millones de personas mayores de 65 años (10.183.437 censados el 1 de enero, según el INE). Y más de 3,5 millones de estos mayores (1 de cada 3) no usan nunca Internet ni los servicios digitales básicos, según un reciente estudio de UGT. Un grupo enorme de “excluidos digitales”, aunque se haya reducido tras la pandemia : eran 4,9 millones de mayores “desconectados” en 2019. Aunque parece que todo el mundo está conectado y enganchado a Internet, un 10% de la población española vive todavía al margen de Internet. Y el 83% de estos “excluidos digitales” tienen más de 65 años.
Los datos
del INE de 2024 revelan los españoles que se han conectado a Internet en
los últimos 3 meses, por edades. Si un 95,8% de toda la población se
conectó alguna vez a Internet, ese porcentaje sube entre los más
jóvenes (99,8% entre 16 y 24 años, 99,1% entre 25 y 34 años y 99,1% entre 35 y
44 años, sigue alto en la madurez (97,4% entre 45 y 54 años y 94,8% entre 55 y
64 años), pero baja drásticamente entre los mayores: sólo el 82,5% de los
mayores entre 65 y 74 años se conectaron alguna vez a Internet en los
últimos 3 meses. Y sólo el 44,5% de los que tienen más de 75 años. Ese 17.5% de
mayores (65-74 años) que no se conecta a Internet en España es mayor que en
el resto de Europa: no llegan al 3% los mayores “desconectados” en paises
Bajos y paises nórdicos y suponen el 10% en Irlanda, Suecia o paises de Centro
Europa, según los datos de Eurostat.
Si miramos los españoles que han utilizado Internet al
menos 1 vez por semana en los últimos 3 meses, son el 95% de la
población, según
el INE, aunque superan el 99% las personas hasta los 34 años y son sólo el
79,9% entre los que tienen de 65 a 75 años. Y vuelve a caer drásticamente
el porcentaje entre los mayores de 75 años: sólo el 41% se ha conectado
a Internet al menos una vez por semana en los últimos 3 meses. Y si analizamos
los que han utilizado Internet diariamente (al menos 5 días a la semana
en el último trimestre), resulta que son el 91,5% de los españoles, aunque
llegan al 99,8% entre los más jóvenes (16-24 años), al 98,9% entre 25 y 34
años, al 97,1% entre 35 y 44 años, el 94% entre 45 y 54 años, el 87% entre 55 y
64 años y sólo el 70,5% entre 65 y 74 años. Eso supone que un 29,5% de los
mayores entre 65 y 74 años (2 millones) no usan
diariamente Internet, según el INE. Y si miramos
los mayores de 75 años, sólo lo usan así el 34,6%.
Ya no es sólo que un tercio de los mayores no utilicen
Internet sino que tampoco utilizan otros servicios digitales, según
el informe de UGT, elaborado con datos del INE y Red.es. Así, 4 millones
de mayores de 65 años no tienen WhatsApp ni otros servicios de
mensajería para comunicarse:
mientras los jóvenes lo tienen prácticamente el 100%, sólo lo utilizan el 60%
de los que tienen entre 65 y 74 años y el 39,3% de los mayores de 75 años. Otro
dato revelador: 6 millones de mayores (el 60%) no usan nunca el correo
electrónico. Y también son 6 millones los mayores de 65 años que no buscan información
en Internet sobre productos o servicios ni se informan en periódicos
digitales ni operan con bancos online.
Otro
dato preocupante es que los mayores no utilizan Internet para hacer trámites
ni solicitar servicios públicos digitales. Así, sólo un 29% de los
mayores de 65 años conciertan citas médicas a través de Internet (menos de la
mitad que la media española), un trámite muy útil que no utilizan más de 7
millones de mayores españoles. Y son más de 5 millones los mayores que no
utilizan la tecnología para nada relacionado con la salud (consulta de
citas e historiales médicos, tratamientos y pautas farmacéuticas, etc.). En
general, la mayoría de los mayores (51,3%) no hacen trámites online en la
Administración: ni pagar impuestos, ni solicitar ayudas, ni concertar citas o
tramitar solicitudes y expedientes, según
el estudio de UGT.
Los mayores también realizan muchas menos compras
online, según
los datos del INE (2024): sólo un 26,2% de las personas entre 65 y 74
años compran online (más de 5 millones de estos mayores no acceden al
comercio electrónico), mientras lo hacen el 44,9% de los que tienen entre
55 y 64 años, el 60,5% de los que tienen entre 45 y 54, el 69,8% de los que
tienen entre 35 y 44 años, el 71,8% de los que tienen entre 25 y 34 años y el
63,3% de los jóvenes de 16 a 24 años. Y ojo: sólo compran online el 7,4% de
los mayores de 75 años. Y si miramos su acceso a redes sociales, el 75%
de los mayores de 65 años (unos 7,7 millones de personas) no participan
en redes, aunque el 40% sí tiene una cuenta en TikTok.
La desconexión digital de los mayores tiene mucho que ver
con su bajo nivel de competencias digitales, según
el Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad (ONTSI): un 47,3% de los
mayores de 65 a 74 años tienen un nivel bajo o inferior y otro 32,8% tienen un
nivel básico, con lo que sólo un 19,9% de estos mayores tienen un nivel digital
avanzado. La menor formación y la mayor desconexión digital se da en las
zonas rurales, según el estudio, sobre todo en los pueblos de la España
vaciada que además tienen peor acceso a Internet. Y el mayor problema de brecha
digital está en los mayores de 75 años (3 millones de personas), según
la experiencia de la ONG “Cibervoluntarios”: por su edad, han tenido menos
exposición previa a la tecnología y tienen más inseguridad y más temor a todo
lo digital.
Sin embargo, los mayores son conscientes de esta “brecha
digital” y les preocupa mucho: de hecho, el retraso digital es la 4ª
mayor preocupación de los mayores españoles, tras la salud, las pensiones y
la seguridad, según
una Encuesta a mayores de la Asociación 65ymás. Y no es para menos, ya que
los expertos reiteran los múltiples impactos negativos que tiene
la brecha digital de los mayores. Uno, la desigualdad de oportunidades
que conlleva, al restringir sus oportunidades de desarrollo (personal y
profesional) y excluirles de servicios básicos: citas médicas, plataformas de
ayudas y cuidados, banca digital…Pero es que además, la brecha
digital aísla a los mayores de su entorno
(familiares, amigos, vecinos…) y tiene un impacto negativo en su salud,
tanto física como mental: la “desconexión puede generar frustración,
sensación de inutilidad y depresión, según muchos expertos.
De hecho, varios
estudios médicos realizados entre 400.000 mayores han revelado que los
adultos mayores que usan móviles e Internet “tienen menores tasas de deterioro
cognitivo”, menor riesgo de sufrir problemas de demencia senil y Alzheimer.
Y otro
estudio reciente, elaborado por la Fundación BBVA e Ivie, coincide en
señalar que la formación es clave para que los mayores vivan mejor y más
sanos: cuanto más formado esté un mayor (ya desde los 55 años), más
sano envejecerá y menos problemas de
salud y dependencia tendrá al final de su vida, tras la jubilación.
El Gobierno español ha dedicado una parte de las inversiones
del Plan de Recuperación a reducir la brecha digital de los españoles
(mayor que la de la mayoría de europeos), pero con programas más dirigidos a
colectivos marginados que a mayores. Así, el
Plan Nacional de Competencias Digitales ha formado ya a 344.855
personas en competencias digitales trasversales”, básicamente a “ciudadanos
desfavorecidos” (146.419), niños en situación vulnerable (57.846) y habitantes
de zonas rurales (otros 85.795). Pero no se ha hecho un Plan específico de
formación digital para mayores, algo en lo que trabajan varias ONGs:
Cibervoluntarios,
Fundación Alicia y
Guillermo, Fundación la
Caixa, Fundación
Esplai, Asociación de Mayores
de Telefónica…
Para muchos expertos, el problema de fondo es “el
edadismo digital”: los mayores “son objeto en España de una discriminación
social y esa discriminación se ha trasladado a la brecha digital”, según
un estudio de la Universidad Abierta de Cataluña (UOC). Según sus
investigaciones, es el edadismo y no la edad de las personas lo que influye
en que los productos digitales no estén diseñados para personas mayores. Y
nos encontramos ante un “círculo vicioso” que perpetúa la exclusión
digital de los mayores: los estereotipos y prejuicios ante los mayores (“no
tienen interés y no quieren aprender”) mantienen diseños y ofertas digitales
que no están pensados ni diseñados para mayores, lo que les retrae. Por eso, la
UOC ha puesto en marcha un proyecto (#viejismo)
para adaptar la digitalización a los mayores, atacando el “edadismo” y superando
prejuicios y temores.
Parece claro que avanzar en la digitalización de los mayores
exige un abanico
de medidas en varios campos. Por un lado, poner en marcha Programas
de alfabetización digital, cursos accesibles y adaptados para mayores, que
faciliten el acceso a Internet, teléfonos inteligentes, ordenadores, tablets.
Por otro, facilitar el acceso a Internet y a dispositivos de
mayores que viven en zonas rurales y con problemas de vulnerabilidad , apoyados
en personas físicas que les ayuden a moverse por la Red (incluso asistencia a
domicilio). Y en paralelo, hay que avanzar en un diseño digital más amigable
y accesible para mayores: interfaces intuitivas, botones y letras
grandes, opciones de asistencia de voz y configuraciones personalizables. Y manteniendo vías alternativas de atención (telefónica, personal) en
los servicios, sobre todo sanidad y Administración pública, también la banca.
En resumen, que vivimos en una sociedad cada vez más
digital pero una gran parte de las personas (más de 3,5 millones de
mayores) están “perdiendo este tren”, “desconectados”
y sin acceso a servicios básicos digitales, en especial la salud y la
comunicación. Y esta “brecha digital” tiene además un alto riesgo,
porque aísla a estos mayores de su entorno y favorece su autoestima y las
depresiones, perjudicando su salud y su deterioro cognitivo. Hoy por hoy, los
mayores ya suponen un 20% de la población y serán el 30% en 2050.
Así que resulta prioritario incorporarlos al reto digital, no
sólo para que se beneficien de servicios públicos y privados imprescindibles
sino para que se integren mejor en la sociedad y envejezcan más sanos. No
podemos “dejar atrás” a 1 de cada 3 mayores.
En España hay más de 10 millones de personas mayores de 65 años (10.183.437 censados el 1 de enero, según el INE). Y más de 3,5 millones de estos mayores (1 de cada 3) no usan nunca Internet ni los servicios digitales básicos, según un reciente estudio de UGT. Un grupo enorme de “excluidos digitales”, aunque se haya reducido tras la pandemia : eran 4,9 millones de mayores “desconectados” en 2019. Aunque parece que todo el mundo está conectado y enganchado a Internet, un 10% de la población española vive todavía al margen de Internet. Y el 83% de estos “excluidos digitales” tienen más de 65 años.
lunes, 26 de mayo de 2025
Inundados de petróleo barato
No hay mal que por bien no venga. Así, los aranceles
de Trump y las tensiones geopolíticas frenan la economía mundial pero
también han provocado una caída del precio del petróleo, que
cotiza a 64,71 dólares/barril, el precio más bajo desde 2021. Está
barato porque hay un exceso de producción de crudo frente a una baja demanda,
porque el mundo crece menos y aumentan las energías alternativas. Se espera que
el petróleo siga barato este año y los próximos (sobre 65 dólares), lo que ha
permitido ya una rebaja de los carburantes (Ojo: menor de la debida) y una baja inflación, en
España (2,2% en abril) y Europa (2,4%). Pero no hay que bajar la guardia,
porque la importación de petróleo nos cuesta 46.251 millones de euros
(2024), un 32% más que en 2019. Y España sigue con una altísima dependencia
energética: importamos dos tercios de la energía que consumimos. El
objetivo es ahorrar energía y potenciar las renovables, para rebajar esta
dependencia e importar sólo el 50% de la energía en 2030. Llenar el depósito cuesta entre 6,45 y 10 euros menos que hace un año
El precio del petróleo lleva más de 50 años condicionando la economía y nuestros bolsillos, desde las primeras crisis energéticas de los años 70. El precio del barril Brent sólo se desplomó con la pandemia (18,97 dólares/barril el 3 de febrero de 2020) y después recuperó su precio “habitual” (84,17 dólares/barril en octubre de 2021), para dispararse tras la invasión de Ucrania, en febrero de 2022 (llegó a costar un máximo de 118,67 dólares/barril en junio de 2022). Y a partir de ahí, osciló entre los 83 y los 91 dólares barril en 2022 y 2023, para caer este año, tras la victoria de Trump: costaba 75,53 dólares/barril el 5 de noviembre de 2024 (elecciones USA) y tras la amenaza de aranceles (3 de abril) cayó a un mínimo de 60,23 dólares el 5 de mayo: una caída de precio del -19,3% este año. Y ahora cotiza a 64,71 dólares/barril, el precio más bajo desde febrero de 2021 y una bajada del -13,31% desde principios de año (74,65 dólares costaba el barril el 31 de diciembre).
¿Por qué tenemos un petróleo tan barato? Hay varias
causas. La más inmediata, que se ha producido un exceso de oferta: el
3 de mayo, los paises de la OPEP+
(los 14 paises de la OPEP más Rusia, México y otros 8 paises productores más) acordaron
un aumento de su producción de 411.000 barriles diarios para junio, que se
sumaban al aumento de 411.000 barriles acordado para mayo. Y se espera que en su reunión del 1 de junio mantengan una alta producción de crudo para el resto de
2025, dando un giro a su política de recortes de los últimos años, que
muchos paises no cumplieron. En paralelo, la política de Trump es “perforar,
perforar y perforar”, consolidando a USA como el mayor productor de crudo
del mundo.
Además de estos acuerdos, hay tres paises productores
con embargos y sanciones que podrían aumentar su producción y venta
de crudo en los próximos meses, disparando más la oferta y haciendo caer
los precios. Por un lado Irán, donde la posibilidad de un acuerdo
nuclear con Trump podría aumentar sus exportaciones (de los 1,66 millones de
barriles actuales a los más de 2 millones que vendía hasta 2018) si desaparecen las sanciones de EEUU .Lo mismo
puede pasar con Venezuela, si Trump suaviza sus sanciones y las medidas
contra los barcos que transportan crudo venezolano. Y Rusia busca formas
de exportar más crudo (a pesar de las sanciones), por paises y caminos
indirectos, porque necesita urgentemente más ingresos para su guerra con
Ucrania, tras la bajada del -13,77% en el precio del crudo.
Hay más petróleo en el mercado (y puede haber más en
los próximos meses) mientras baja la demanda mundial de crudo, otra
causa de que bajen los precios. La Agencia Internacional de la Energía (AIE)
acaba de publicar un informe donde anticipa que la demanda de
petróleo crecerá este año la mitad que la oferta: la demanda crecerá este
año en 740.000 barriles diarios (hasta
los 103,9 millones de barriles en 2025), mientras la oferta aumentará en 1,6
millones de barriles diarios (hasta los 104,5 millones de barriles en 2025), lo
que augura un exceso de producción de crudo, que forzará a precios bajos, en
torno a 65 dólares/barril (frente a
80,53 dólares de media en 2024).
La demanda mundial de crudo bajará en 2025 porque la
economía mundial crecerá menos y porque muchos paises han reducido su consumo
de energías fósiles gracias al aumento de la producción de energías renovables.
La causa principal del “pinchazo” en la demanda mundial de petróleo es que la
economía mundial va a crecer menos por los aranceles de Trump (aunque
rebaje su envite, quedarán más altos de lo que estaban) y por la incertidumbre ante
las crisis geopolíticas. La última
previsión de la Comisión Europea refleja que el crecimiento mundial
bajará del 2,3% en 2024 al 1,3% en 2025, por EEUU (crecerá +1,6%
frente a +2,8% en 2024) China (4,1% frente al 5%) y Reino Unido
(+1 frente a +1,1%) y el estancamiento de Europa (+1,1% crecimiento
frente al 1% en 2024, con Alemania no creciendo nada este año) y Japón
(+0,7% frente a +0,1% en 2024). Menos crecimiento (y riesgo de
recesión si se agrava la guerra comercial) lleva a menos consumo de
petróleo y como hay un exceso de oferta, a una bajada
de precios (salvo nuevos” sustos” o guerras).
Además, hay muchos paises (España entre ellos) que han
aumentado la aportación de energías renovables, tanto en la generación
de electricidad (56% en España) como en el transporte (aunque la incursión del
coche eléctrico va muy lenta, en toda Europa y más en España) y en la
industria, que empieza a sustituir el fuel y el petróleo por electricidad renovable
mucho más barata. Todavía el mundo sigue con su “adicción” al petróleo,
pero a medio plazo habrá menos demanda y por eso tanto las grandes energéticas
como los paises productores buscan fuentes alternativas de ingresos, sobre todo
a partir de 2035.
Para este año 2025, los analistas apuestan por un petróleo
barato, por debajo de 65 dólares por barril : Goldman Sachs cree que podría
bajar hasta 63 dólares en 2025 y 58 dólares en 2026, mientras Citibank
apuesta por que baje hasta los 60 dólares. El Gobierno español, en
las previsiones económicas enviadas a Bruselas a finales de abril, preveía
una estabilidad de precios del crudo en 2025 (apuesta por los 65
dólares/barril), 2026 (64,6 dólares/barril), 2027 (65,3
dólares/barril) y 2028 (66,5 dólares/barril), lo que daría una
cierta “estabilidad” a la economía, sin los sobresaltos de subidas de
2022 y 2023.
De momento, la rebaja del precio del petróleo ya se ha
traducido en una bajada de la inflación general, en España (al +2,2% en abril, el
menor aumento desde el 1,8% de octubre) y en Europa (+2,4%
de inflación anual en abril, la
más baja desde el 2,3% de octubre). Los menores precios del petróleo
han repercutido positivamente en todos los sectores, desde la agricultura
y la industria al transporte, pero se han reflejado sobre todo en una sensible
bajada de los carburantes, que han notado los bolsillos de los consumidores.
Así, el 22 de mayo, el litro de gasolina costaba de
media en España 1,454 euros, lo que supone una rebaja del 4,6% en lo que va de
año y del -12,26% sobre el coste de la gasolina hace un año (y en Europa, esta
bajada ha sido del -3,12 y del -9,44%), según
el Boletín Petrolero Europeo. Y el litro de gasóleo cuesta ahora 1,366
euros/litro de media en España, lo que supone una rebaja del -5,28% en este año
y un -8,6% que el precio hace un año (en Europa, la bajada ha sido del -5,38% y
del 8,36% respectivamente). A lo claro: la rebaja del petróleo ha conseguido
que llenar un depósito de gasolina (50 litros) cueste hoy 10 euros
menos que hace un año y llenarlo de gasóleo cuesta 6,45 euros
menos. Sin embargo, hay expertos y consumidores que se quejan de que los carburantes han bajado menos que el petróleo en euros, hasta 15 céntimos por litro menos de lo debido.
Ahora se espera que un petróleo barato ayude a mantener
bajo control el IPC (Bruselas
apuesta por una inflación del 2,3% en 2025, en España y en Europa), aunque
los aranceles tenderán a subir los precios de los productos importados. Pero tenemos
otra “ayuda”, gracias a la política económica disparatada de Trump: el
dólar se está depreciando y cotiza ahora
rozando los 1,13 euros, lo que supone una revalorización del euro del +9,17%.
Eso significa que el petróleo (que pagamos en dólares), nos resulta
ahora más barato en euros (-9,17%). Así que a la rebaja del petróleo
(-13,31%) hay que sumar la bajada del dólar
(-9,17%), con lo que pagamos casi un 22,5% menos por el crudo que al comienzo
de 2025.
Esta rebaja en la factura petrolera es un enorme
balón de oxígeno para España y para el resto de economías. Pero ojo: todavía
el petróleo es un gran lastre. Para España, la factura de las importaciones
de petróleo supuso un
gasto en divisas de 46.251 millones de euros en 2024, +32,14%
que la factura petrolera anterior a la pandemia (35.001 millones de
euros importamos de petróleo en
2019). Y esta factura petrolera supone el 10,9% del importe de todo lo que
importa anualmente España, un tremendo “lastre” todavía. Y eso porque la
importación de gasolinas ha crecido un 21,2% desde 2019 (importamos 6,51
millones de Tm en 2024, según
Cores), aunque han bajado las importaciones de gasóleos (un -5,4%, 29,83
millones de TM en 2024) y han aumentado las de fueloil (+3,9%, 8,55 millones de
TM).
En definitiva, que aunque ahora el petróleo sea más barato y
no suponga un problema grave para la economía (como ha pasado muchas veces
antes), no podemos bajar la guardia, porque la
factura del petróleo es muy abultada (cuesta la mitad que la sanidad
pública en España y la cuarta parte que las pensiones) y somos uno
de los paises europeos más vulnerables: ya que importamos casi todo el petróleo
que consumimos. Y considerando toda la energía que consumimos, importamos
el 66,8%, dos tercios del total. Así que aunque celebremos que el
petróleo está barato, sigue siendo un gran lastre para la economía.
El gran objetivo del Plan energético aprobado por el
Gobierno (el
PNIEC ) es reducir esta dependencia energética de España al 50% en 2030
(de dos tercios a la mitad de energía importada), por varias vías: aumento de
la electricidad renovable (el 81% para 2030, frente al 56% actual), sustitución
del consumo de petróleo y fuel por electricidad renovable en la industria,
reducción de los combustibles fósiles en el transporte (coche eléctrico,
electrificación de trenes y transporte terrestre y marítimo alternativo) y,
sobre todo, un ahorro del consumo de energía en toda la economía (del 10% sobre
2023). No son objetivos fáciles, pero hay una firme voluntad de reducir
el peso del petróleo, sobre todo a partir de 2035. Y tanto los paises
productores como las multinacionales energéticas dan por hecho que su
futuro es muy negro y por eso diversifican sus negocios a medio plazo.
En resumen, que no todo está mal en el panorama económico
mundial. El petróleo, que nos ha dado tantos “sustos” en las últimas
décadas, anticipa unos años de precios bajos, con un mercado
inundado de petróleo y una demanda a la baja, que “huye” del crudo. Y encima,
la caída del dólar, por la loca política económica y comercial de
Trump, nos ayuda también, porque necesitamos menos euros para
pagar el barril en dólares. Pero no podemos confiarnos. Primero,
porque en cualquier momento salta un conflicto geopolítico o aparece un nuevo
problema económico y el petróleo dispara su precio. Y segundo, porque somos
todavía muy dependientes del petróleo, cuyo coste es un tremendo lastre
para España: cada
día de 2025, hemos gastado 121,5
millones de euros en importar petróleo. Una tremenda factura que no
controlamos.
El precio del petróleo lleva más de 50 años condicionando la economía y nuestros bolsillos, desde las primeras crisis energéticas de los años 70. El precio del barril Brent sólo se desplomó con la pandemia (18,97 dólares/barril el 3 de febrero de 2020) y después recuperó su precio “habitual” (84,17 dólares/barril en octubre de 2021), para dispararse tras la invasión de Ucrania, en febrero de 2022 (llegó a costar un máximo de 118,67 dólares/barril en junio de 2022). Y a partir de ahí, osciló entre los 83 y los 91 dólares barril en 2022 y 2023, para caer este año, tras la victoria de Trump: costaba 75,53 dólares/barril el 5 de noviembre de 2024 (elecciones USA) y tras la amenaza de aranceles (3 de abril) cayó a un mínimo de 60,23 dólares el 5 de mayo: una caída de precio del -19,3% este año. Y ahora cotiza a 64,71 dólares/barril, el precio más bajo desde febrero de 2021 y una bajada del -13,31% desde principios de año (74,65 dólares costaba el barril el 31 de diciembre).
jueves, 22 de mayo de 2025
Los aranceles se vuelven contra Trump
Con el chantaje de los aranceles, a Trump
le ha salido el tiro por la culata: las empresas y los norteamericanos han anticipado
sus compras en el extranjero y el déficit comercial de EEUU con el
exterior aumentó un +74,8% en el primer trimestre, llevando a la
economía USA a caer un -0,1%. Europa ha salido ganando, porque ha
aumentado mucho sus ventas a EEUU, disparando un +89% su superávit comercial
con USA. España es una excepción: hemos triplicado las importaciones
de EEUU (para evitar aranceles) y eso ha duplicado nuestro déficit con EEUU.
Pero esto es un espejismo, porque el anticipo de ventas y compras se acabará y los
aranceles, aunque serán menores, nos harán daño: Europa crecerá un
0,4% menos en 2025, aunque España (que comercia poco con EEUU) crecerá
algo más, según la Comisión Europea. Urge una postura más firme de
Bruselas y medidas para reanimar la estancada economía europea. En España,
arrancan estos días las medidas aprobadas por el Gobierno para ayudar a los
exportadores afectados por la guerra comercial. Los aranceles han disparado el déficit comercial USA y la caída de su PIB
La economía tiene sus reglas y el chantaje de los aranceles de Trump se ha vuelto contra Estados Unidos: los consumidores norteamericanos y las empresas, a la vista del aumento arancelario anunciado por Trump, se dedicaron a adelantar sus compras en el extranjero antes de la subida de aranceles del 3 de abril. Sólo en el mes de marzo, las importaciones USA aumentaron un +31% (342.746 millones de dólares), frente a unas exportaciones que crecieron un +6,8% (180.761 millones de dólares), lo que disparó el déficit comercial de EEUU con el extranjero: -161.985 millones de dólares, +75% que un año antes. Y en todo el primer trimestre, el déficit de bienes y servicios de EEUU con el extranjero fue de -351.069 millones de dólares, +74,8% más que el primer trimestre de 2024 (-200.798 millones de dólares).
La consecuencia de esta “avalancha de importaciones” USA en
el primer trimestre de 2025 ha sido que el
crecimiento económico de EEUU ha caído, porque el tirón de las
importaciones crea riqueza y empleo fuera, no en EEUU: el PIB cayó un -0,1%
en el primer trimestre de 2025 (la primera caída desde principios de 2022),
cuando había crecido un +0,6% en el 4º trimestre de 2024, el último con
Biden de presidente. De momento, el anticipo de compras no ha disparado los
precios en EEUU, pero los expertos temen que la inflación se disparará
tras los aranceles que han entrado en vigor en abril y mayo, agravando la
recesión en EEUU y llevando a la pérdida de empleos, que por ahora no se
ha producido.
Mientras, Europa se ha aprovechado de este anticipo
de compras de empresas y consumidores USA, aumentando en el primer
trimestre sus exportaciones a EEUU. Sólo en marzo se exportaron a USA
por valor de 71.386 millones de euros, casi el doble que un año antes (44.746
millones de euros en marzo 2024). Y en el conjunto del primer trimestre, el superávit
de la UE-27 con EEUU fue de +81.891 millones de euros, +89% que en el
primer trimestre de 2024, según
los recientes datos de Eurostat.
España ha sido una excepción, porque
aunque han aumentado las ventas a EEUU en el primer trimestre (4.371 millones
de euros, +2,6%), han aumentado 3,5 veces más las importaciones de España en
USA (8.291 millones de euros, +21,8%), debido a que empresas y
consumidores españoles han anticipado compras en el primer trimestre, para
evadir los aranceles anunciados el 2 de abril. Y esto ha provocado que España
casi duplique su déficit comercial con EEUU en el primer trimestre, según
los datos de Comercio: -3.919 millones de euros, +22,5% que los
-2.547 millones de déficit en el primer trimestre de 2024.
En general, los
datos del comercio de España en el primer trimestre revelan que los
exportadores han buscado diversificar sus ventas a otros paises,
ante la amenaza de aranceles de Trump. Y han vuelto a exportar más que varios
grandes paises europeos. Así, las exportaciones españolas crecieron
un +2,6% en el primer trimestre,
más que las alemanas (+0,5%) y francesas (-0,5%) pero menos que las de
Italia (+3,2%), UE-27 (+4,3%), Reino Unido (+18,6%), USA (+3,2%), China (+6,9%)
y Japón (+7,4%). Y lo más importante: crecen poco las exportaciones a Europa
(+0,6% en el primer trimestre), por el estancamiento del continente, pero
crecen más nuestras exportaciones al resto del mundo, a Norteamérica
(+3,6%), a Latinoamérica (+7,3%), a Asia (+17,4%, con un aumento del 24,2%
de las exportaciones españolas a China), a Oriente Medio (+25,1%) y a África
(+10,4%). Y por sectores, crecen todas las exportaciones españolas, salvo las
de energía (-10%) y las del automóvil (-12,9%), según
los datos de Comercio.
Pero lo más llamativo es el tirón de las importaciones
en el primer trimestre, que han crecido más del triple que las
exportaciones (+9,3%), por el adelanto de compras de empresas y consumidores
españoles, para evadir la subida de aranceles. Este tirón
de importaciones se ha dado sobre todo en la energía (+13,8%
importaciones), los alimentos (+11,5%), medicamentos y productos
químicos (+17,7%), bienes de consumo duraderos (+12,2%), ropa y
calzado (+12,2% importaciones). Y por paises, el mayor aumento de
importaciones ha sido con EEUU (+21,8%), Latinoamérica (+21,1%), China (+22,4%)
y Oriente Medio (+34,8%). Con ello, España ha casi duplicado su déficit
comercial en el primer trimestre: -15.099 millones de euros, frente a
-8.105 millones el primer trimestre de 2024. Un dato negativo, porque estas
importaciones récord crean riqueza y empleo fuera, no en España.
Así que los datos de comercio del primer trimestre revelan
un mayor agujero comercial en EEUU, por el anticipo de compras fuera, que ha
beneficiado a Europa, que ha mejorado sus exportaciones a USA, aunque España
sale mal parada, porque el anticipo de importaciones de nuestras empresas y
consumidores ha
casi duplicado el “agujero comercial” con EEUU. Pero ojo, esto es un
espejismo, que podría no repetirse el resto del año,
cuando los aranceles de Trump están ya en vigor, a pesar de las
negociaciones y cambios.
De hecho, el 12 de marzo entraron en vigor los aranceles USA
del 25% a las importaciones de aluminio y acero, que ahí siguen. Y
también se mantienen, desde el 3 de abril, los aranceles del 25% a los
automóviles extranjeros (y a las piezas y componentes desde el 2 de mayo).
Y se mantiene el arancel básico del 10% a todos los productos
extranjeros, incluidos los europeos. El único
acuerdo comercial firmado (el 8 de mayo) es con Reino Unido, a quien
Trump aplicará un arancel global del 10%, bajando en cambio las tasas a los
automóviles británicos del 25 al 10% (hasta 10.000 unidades) y suprimiendo los
aranceles al aluminio y al acero, a cambio de otras cesiones británicas (en
carnes y compras de Boeing). El 12 de mayo se pactó una
tregua de 90 días con China, bajando los aranceles del 145 al 30% USA y
del 125 al 10% China. Y en el caso de Europa, siguen los aranceles al
automóvil, al aluminio y al acero y el global del 10%, aunque Bruselas
acordó, el 10 de abril, negociar con Trump y no aplicar
contramedidas en 90 días. Así que aranceles sigue habiendo, aunque menos
que los disparatados porcentajes anunciados el 2 de abril.
Trump ha dado marcha
atrás en parte de su chantaje, porque los mercados (inversores,
Bolsas, multinacionales) y la Reserva Federal han reaccionado con preocupación
y desplomes de cotizaciones. Pero persiste en su política de subir aranceles:
todo apunta a que quedará ese arancel global del 10% y otros superiores a
los coches, aluminio y acero. Por eso, la
Comisión Europea acaba de alertar que la UE-27 crecerá menos en 2025,
con lo que será el 6º año consecutivo que la economía europea se estanca (desde
2020, con la pandemia). Así, las
previsiones de primavera de Bruselas apuestan por un crecimiento del +1,1%
en la UE-27 en 2025 (similar al 1% de 2024), -0,4% del crecimiento
esperado hace medio año, en las previsiones de otoño (esperaban crecer un 1,5%
este año). Y la zona euro (20 paises) crecerá +0.9%, también 4 décimas
menos de lo previsto en otoño (+1,3%).
Estas nuevas
previsiones de Bruselas recortan el crecimiento europeo sobre la base
de que los aranceles quedarán en el 10% (y en el 25% para automóviles, aluminio
y acero). El país más afectado por los aranceles será Alemania, el más
exportador, cuya economía no crecerá nada en 2025 (+0%, tras caer un
-0,2% en 2024), cuando en otoño esperaban que creciera un +0,7%. Francia
crecerá +0,6% (-0,2% que lo esperado en otoño) e Italia crecerá +0,7%
(-0,3% menos que en la anterior previsión). España será, junto a Dinamarca y
Chipre, el
único país que crecerá este año más de lo esperado en otoño:
+2,6%, casi el triple que la zona euro (+0,6%) y un 0,3% más del
crecimiento estimado en otoño (+2,3%). Fuera de Europa, el resto del mundo
también crecerá ahora menos de lo estimado en otoño, según
la Comisión Europea: +1,6% EEUU (-0,5%), +4,1% China (-0,5%),
+1% Reino Unido (-0,4%), +0,7% Japón (-0,5%) y +1,3% el conjunto
de la economía mundial (-1,9% que lo esperado en otoño).
España parece “salvarse de la quema” de la
guerra arancelaria, según
Bruselas, por el escaso peso del
comercio con EEUU (sólo supone el 4,7% de todas nuestras exportaciones, frente
al 10,4% que suponen las exportaciones alemanas a USA), por el tirón del
turismo y el consumo y por el empujón inversor de los Fondos Europeos. Pero
está claro que los
aranceles nos acabarán afectando, sobre todo en las regiones
que más comercian con EEUU (Cataluña, Andalucía y Comunidad Valenciana) y en
los sectores que más exportan allí: automóvil y piezas, multinacionales
energéticas, empresas de bienes de equipo y semimanufacturas, empresas textiles
y de manufacturas de consumo, farmacéuticas y empresas químicas y sectores de
alimentación, en especial aceites, vino y frutas. La
Comisión Europea estima que están “en riego” 4.500 millones de los
18.179 millones exportados en 2024. Un riesgo menor al del conjunto de
Europa, donde la Comisión cree que están
en riesgo una cuarta parte de las exportaciones europeas a EEUU,
nada menos que 133.000 millones en riesgo (la UE exportó por valor de
531.600 millones de euros).
Por todo esto es fundamental que
Europa reaccione ante el chantaje de Trump y deje de pensar en
“acuerdos imposibles”: ya se ha visto con China que el nuevo zar USA
sólo reacciona bajo presión, cuando tiene enfrente un duro negociador. Y no
parece que esa sea la actitud de la nueva Comisión Europea, más
derechizada y menos “peleona” que la anterior (no sólo en el tema
aranceles, también en cuestiones claves como la masacre en Palestina o la
interminable guerra en Ucrania). La Comisión Europea debería reaccionar con
más dureza ante Trump y en paralelo, lanzar un Plan de recuperación para
Europa, como el “Next
Generation” aprobado tras la pandemia, poniendo en marcha el
Plan Draghi, que propone gastar 800.000 millones en modernizar y hacer
más competitiva la economía europea. Sólo así saldremos de un bucle de
estancamiento económico en el continente que entra en su 6º año.
En el caso de España, el Gobierno pone
en marcha estos días las primeras medidas del “Plan de respuesta y
relanzamiento comercial” frente a los aranceles, aprobado por el
Gobierno el 8 de abril y convalidado en el Congreso el 8 de mayo, con
los votos en contra del PP y Vox y la abstención de Podemos.
Por un lado, se han activado los primeros 1.000 millones de euros de créditos
ICO para las empresas más afectadas por los aranceles de Trump. En paralelo, se
pone en marcha un
Plan para reforzar la internacionalización de las empresas, por dos vías:
el Plan ICEX 500, dirigido a 1.000 empresas que representan la mayor parte de
las exportaciones a EEUU, y el Plan “Invest in Spain”, para conectar a 100
inversores extranjeros con empresas españolas, mayoritariamente pymes.
En resumen, que los aranceles de Trump se le han
vuelto en contra, provocando una caída de la economía USA y un aumento
del superávit comercial de Europa con EEUU, pero no hay que hacerse
ilusiones: se debe a que ha habido un anticipo de compras, que no se
mantendrán ahora que los aranceles son efectivos. Y aunque Trump haya
rebajado su envite, hay ya nuevos aranceles y los seguirá habiendo,
más que antes del chantaje. Y eso debilitará más la estancada economía europea,
aunque España “se salve de la quema”(de momento). Pero si Europa y el resto del
mundo crecen menos, nos afectará. Por eso, urge una firme
respuesta comercial europea a Trump y en paralelo, otro
Plan de recuperación europeo, como el que provocó la pandemia.
Es hora de que Europa despierte y actúe con firmeza. Entre tanto, es importante
que las nuevas ayudas del Gobierno a nuestros exportadores funcionen.
Está en juego parte del crecimiento y del empleo.
La economía tiene sus reglas y el chantaje de los aranceles de Trump se ha vuelto contra Estados Unidos: los consumidores norteamericanos y las empresas, a la vista del aumento arancelario anunciado por Trump, se dedicaron a adelantar sus compras en el extranjero antes de la subida de aranceles del 3 de abril. Sólo en el mes de marzo, las importaciones USA aumentaron un +31% (342.746 millones de dólares), frente a unas exportaciones que crecieron un +6,8% (180.761 millones de dólares), lo que disparó el déficit comercial de EEUU con el extranjero: -161.985 millones de dólares, +75% que un año antes. Y en todo el primer trimestre, el déficit de bienes y servicios de EEUU con el extranjero fue de -351.069 millones de dólares, +74,8% más que el primer trimestre de 2024 (-200.798 millones de dólares).
lunes, 19 de mayo de 2025
La inversión despierta (lentamente)
La economía sigue creciendo, un +0,6% en el
primer trimestre, el doble que Europa. La novedad es que la inversión,
uno de los motores del crecimiento, lleva dos trimestres creciendo más que
el consumo y las exportaciones, tras varios años languideciendo. Pero
todavía está débil y se invierte casi lo mismo que en 2019 si descontamos
la inflación. La inversión pública se ha recuperado, pero la
inversión privada (el 90% del total) es todavía menor a la de antes de la
pandemia. Las empresas han mejorado sus ventas y beneficios, pero los
destinan a devolver deuda, pagar dividendos y comprar acciones propias y
ajenas, no a invertir más. Un problema que afecta a la inversión en toda
Europa y tiene que ver con la incertidumbre política, la fiscalidad
y la regulación o la falta de financiación (el ahorro se escapa a
otros paises), a pesar de los Fondos europeos. Hay que reanimar la
inversión privada, en España y en Europa, porque es el cimiento
del crecimiento y empleo futuros. Enrique OrtegaEspaña ha
crecido más que el conjunto de Europa
en 2021 (+6,7% frente a +6,3%), 2022 (+6,2% frente a +3,5%), 2023
(+2,7% frente a +0,4%) y 2024 (+3,2% frente a +0,9%), empujada por el
consumo público (ayudas y gasto estatal tras la pandemia), el consumo privado y
el turismo (apoyados por la inmigración) y las exportaciones. En el primer
trimestre de 2025, la economía española siguió creciendo, un +0,6%, el doble
que en Europa, pero con un cambio, según el INE: lo
que más creció (+1,1%) fue la inversión, como en el 4º trimestre de
2024 (+3,5%), más que el consumo público y privado y que las exportaciones, los
otros tres motores del crecimiento. Por eso, los expertos destacan que la
inversión “despierta” en España, tras bajadas y mínimos crecimientos tras
la pandemia.
En definitiva, que la inversión se ha estancado en
términos reales y aporta menos al crecimiento que antes de la pandemia.
Pero el dato encubre una diferencia. Una parte de la inversión, la inversión
pública (34.868 millones en 2024), ha crecido un +40% entre 2019
y 2024, por el mayor gasto realizado por el Estado, autonomías y
Ayuntamientos, en Sanidad, ayudas y servicios públicos. Y la otra parte, la inversión
privada (271.879 millones en 2024, el
90% de toda la inversión) ha caído un -3,5% entre 2019 y 2024, en términos
reales (descontando la inflación), según
el estudio de la Fundación BBVA e Ivie. Así que si la inversión ha
ayudado poco al crecimiento de estos años, menos ha ayudado la inversión privada,
que es 8.200 millones inferior a la de 2019.
Además de caer la inversión privada en España, en términos
reales, tiene
una serie de problemas de fondo. Primero, que la mayoría
de las nuevas inversiones (el 75% del nuevo capital) se han destinado a
reponer la depreciación de la inversión, con lo que sólo un 25% de lo
invertido aumenta la inversión neta y el “stock” de capital apenas crece
(+1,4% en 2024). El 2º problema es la composición de la inversión:
en España tiene un gran peso la inversión inmobiliaria (polígonos industriales,
locales, oficinas, suelo…) y poco peso la inversión en tecnología e innovación,
con más peso en otros paises europeos. Y el tercer problema es la poca
utilización del capital disponible: la inversión en infraestructuras,
construcción, equipos y otros activos sólo se utiliza en un 81,8%. Y así, por
ejemplo, no se aprovecha el 23,1% de la capacidad instalada en la industria,
frente al 19,5% de no utilización en la UE-27 o el 16,6% en Alemania, lo que limita
la capacidad de crecimiento del país.
Además, tenemos otro problema de fondo con la
inversión pública en infraestructuras: pese a los avances de los
últimos años, la inversión en infraestructuras no ha conseguido recuperar
los recortes impuestos por Bruselas entre 2010 y 2015. Así, la inversión
española en infraestructuras estaba en 2024 un 17,6% por debajo de la de 1995 y
un -63% por debajo a la de 2009, en términos reales, según
el informe de la Fundación BBVA e Ivie, que llama la atención sobre dos
inversiones claves. Una, la inversión en infraestructuras hidráulicas,
que es un -42% inferior en 2024 a la de 1995, lo que “explica” la falta de
preparación del país ante una Dana como la de Valencia… Y la otra, la inversión
en infraestructuras ferroviarias, que ha caído un -35% entre 2019 y 2024,
lo que explica los numerosos problemas que sufre la red ferroviaria española, por
la que circulan
un 72% más trenes que en 2019.
En definitiva, que la inversión lleva años estancada,
sobre todo por la caída en la inversión privada tras la pandemia: la
inversión “productiva” (excluyendo la inversión en vivienda) ha caído un -1,6%
sobre 2019, según
este informe del Banco de España, que refleja cómo las empresas que más invierten son las
grandes (más de 250 trabajadores) y las medianas, sobre todo en los
sectores de la energía, la industria, los servicios turísticos y los bienes de
equipo. El informe incluye una
Encuesta a 6.500 empresas sobre los obstáculos que detectan
para invertir: el principal (para el 40%) es “la incertidumbre”
sobre la política económica, seguido de la subcontratación (35%) y la excesiva regulación (el 32%).
¿Por
qué no invierten más las empresas españolas? Sorprende que la inversión
privada no despegue cuando las empresas han aumentado sus ventas y
beneficios en los últimos años, recuperándose de los problemas de la
pandemia y la alta inflación. Así, en 2024, el beneficio neto de
las empresas no financieras que operan en España aumentó un +12,1%, casi
el doble que en 2023,
según la Central de Balances del Banco de España. Lo que pasa es que muchas
empresas han utilizado esta
mayor “solidez financiera” para otros fines, no para invertir: para
aumentar
los dividendos que pagan a sus accionistas, para la recompra
de acciones propias (fortalecer su capital) y ajenas (inversión en Bolsa,
deuda y valores y depósitos en el extranjero) y para reducir
su endeudamiento, para devolver préstamos (las empresas españolas han
reducido su deuda más que las empresas del resto de Europa).
Sea por incertidumbre o por buscar otro destino a sus
beneficios, el caso es que España y Europa tienen un problema: la
baja inversión empresarial, que es un cimiento clave para asentar
el crecimiento y el empleo del futuro. Está claro que la crisis geopolítica
actual y la amenaza de los aranceles no ayudan a que las empresas
programen nuevas inversiones, sobre todo en sectores de futuro
(descarbonización, digitalización, tecnología e innovación). Pero sin esa
inversión empresarial (recordemos: es el 90% de toda la inversión), será
difícil mantener un crecimiento suficiente, en España y en Europa.
Relanzar la inversión, para reanimar el
crecimiento y el empleo, es uno
de los grandes objetivos de Europa en esta nueva Legislatura. No
se trata sólo de invertir más y reducir la brecha con EEUU y China, sino de invertir
mejor, con más eficacia y competitividad. Porque los
datos revelan que por cada euro público invertido en Europa en I+D+i,
las empresas privadas europeas invierten otro euro, mientras en EEUU
invierten 2 euros por cada euro público. Y en China y Corea, se multiplica por
más de 3, según
un estudio de la OCDE. Así que la clave no es sólo invertir más, sino
invertir mejor, lo que exige un mejor funcionamiento institucional y más
conexión entre inversión pública y privada.
En España, este doble reto es aún más importante, porque nuestra
productividad no es sólo inferior a la de USA y China, sino a la de la mayoría
de Europa. Y esa menor productividad tiene que ver solo con nuestro
modelo económico (más servicios y menos industrias), nuestra menor tecnología,
el mayor peso de las pymes respecto a las grandes empresas, la menor formación
de los empleados o el menor peso de la exportación y la tecnología, sino
también con la baja inversión (privada y pública) entre 2008 y 2024. Esta
menor
productividad de España se traduce en un menor crecimiento del PIB por
habitante: creció sólo un +4% entre 2008 y 2023, frente al +14%
en la UE-27 y el +22% en EEUU. Por eso, los salarios han crecido menos y “nos hemos empobrecido en los últimos 15 años”.
Existe una correlación clara entre lo que invierte un
país y lo que crece, sobre todo por habitante (España ha crecido mucho,
pero también su población). En España, la
inversión por habitante cayó de 8.500 dólares en 2008 a 7.000 en
2023, mientras en Europa subía de 8.000 a 8.500 dólares y en EEUU aumentaba de
10.000 a 14.000 dólares por persona en 15 años. Estos datos sobre la evolución
de la inversión explican en buena medida
que la producción por habitante aumente poco y España tenga un PIB
por persona (27.714 euros en 2024) que es el
92% de la media europea. Y que 13
paises europeos nos superen en PIB por habitante en 2024: Luxemburgo,
Irlanda, Paises Bajos, Dinamarca, Bélgica, Austria, Alemania, Suecia, Malta, Finlandia,
Francia, Italia y Chipre, según
Eurostat.
En definitiva, si España quiere mejorar su productividad
y su nivel de vida, tendrá que aumentar la inversión, además de
modernizar su economía y afrontar los retos tecnológicos, digitales y
medioambientales. Y también Europa, cuya productividad (33.530
euros por habitante en la UE-27 en 2024) es muy inferior a la de EEUU
(79.305
euros por habitante). Los
expertos creen que la
inversión no tira en Europa (España incluida) por varias razones:
falta de financiación, falta de rentabilidad de los nuevos proyectos, falta de
empresarios innovadores, falta de “know-how” (saber hacer), personal técnico y
mano de obra especializada, falta de infraestructuras innovadoras e
investigadores y falta de un entorno institucional adecuado (legislación,
fiscalidad, marco laboral…).
La presidenta de la Comisión Europea encargó al expresidente
del BCE, Mario Draghi, un informe para mejorar la productividad y la
competitividad de Europa, que presentó
el 9 de septiembre. Draghi parte de señalar el grave problema que
tiene Europa: el retraso económico respecto a EEUU, aunque
socialmente sea un continente más avanzado. La
cifra es impactante: la UE produjo (PIB) por valor de 17,5 billones de
dólares en 2024, un 40% menos de la producción de EEUU (29,1 billones de
dólares). Pero lo más grave es que esta brecha productiva entre Europa y EEUU se
ha agravado en las dos últimas décadas. Para Draghi, este preocupante
panorama plantea a la Unión Europea un triple reto: acelerar la innovación
y encontrar nuevos motores de crecimiento, reducir los precios de la
energía (sin dejar de “descarbonizar”) y aprender a reaccionar en un
mundo inestable.
De hecho, la inversión total alcanzó los 306.748 millones
de euros en 2024, un 20,6% más que en 2019, antes de la pandemia (254.566
millones de euros, según el INE). La inversión total creció en 2021, 2022, 2023
y 2024, pero si descontamos la inflación de estos años, el crecimiento
real de la inversión en España ha sido sólo del +0,6% entre
2019 y 2024, según
el informe de la Fundación BBVA e Ivie. Y además, la inversión ha
perdido peso en la economía, como motor del crecimiento, mientras lo
ganaban el consumo público, el privado y las exportaciones. Así, de aportar el
20,3% del PIB en 2019 ha pasado a aportar el 19,5% en 2024 (mientras en
la zona euro, la inversión aporta el 21,5% del PIB).
Sorprende que la inversión empresarial privada no despegue a
pesar de los Fondos europeos “Next Generation”: España es el país que
más subvenciones ha recibido y ya se habían adjudicado
44.163 millones a finales de 2024, de
los 80.000 millones que nos
corresponden. El 21,1% de las empresas encuestadas por el Banco de España han
solicitado estos Fondos UE y casi la mitad reconoce que no harían las
inversiones que tienen previstas si no esperaran contar con esos Fondos
europeos, sin los cuales habrían invertido menos.
Pero estas propuestas y medidas tienen un coste: Europa
necesita invertir 800.000 millones de euros al año, lo que supone
cuadruplicar el Plan Marshall (de la postguerra europea) y superar con creces el
Plan de Recuperación aprobado tras la pandemia (contemplaba invertir
750.000 millones de euros entre 2021 y 2026, unos 125.000 millones al año). Draghi
señaló 3 vías para conseguir
estos ingentes recursos: la financiación privada, de las Bolsas (creando
un único mercado de capitales), la banca (avanzando en la unión bancaria y las
fusiones transfronterizas) y los ahorradores (Europa ahorra mucho más que EEUU,
pero 300.000
millones de ahorro europeo se desvían a financiar a EEUU), los préstamos
del BEI (Banco Europeo de Inversiones) y la financiación pública
(el Presupuesto UE es ridículo comparado con el de EEUU: un 1% del PIB de los
27) y la emisión de deuda europea, bonos que emitirían
conjuntamente los 27 (como se hizo con el Plan de Recuperación), para financiar
proyectos industriales, tecnológicos y medioambientales.
España
debe apuntarse a este “tren inversor”, aprovechando al máximo los Fondos
europeos pendientes de adjudicar y relanzando la inversión interna, tanto
la pública como la privada, con incentivos, fiscalidad y normativa a favor de
los proyectos innovadores y competitivos. Hay
que “mimar” la inversión, canalizar el ahorro, los
beneficios empresariales y los impuestos a proyectos que modernicen la economía
y nos hagan un país más competitivo, con más innovación, tecnología,
digitalización y descarbonización. Todo para relanzar la inversión,
que es la clave para asegurar el crecimiento y el empleo del futuro.
jueves, 15 de mayo de 2025
Aumentan los "mini empleos"
El empleo en
España ha superado otro récord histórico en abril, con 21.588.639 afiliados
a la Seguridad Social. Pero no todos son empleos “decentes”: 1 de
cada 7 ocupados, más de 3 millones de trabajadores, tienen un empleo
a tiempo parcial, con menos jornada y mucho menos sueldo. Y lo más
preocupante: casi la mitad de estos trabajadores tienen “mini empleos” porque no
encuentran un trabajo a jornada completa, aunque el resto los tienen
para cuidar a hijos o familiares y estudiar. Al final, el 6,5% de todos los ocupados
(1,41 millones de trabajadores) están “subempleados”, el mayor porcentaje
en Europa. Y las tres cuartas partes son mujeres. El contrato a tiempo
parcial lo usan muchas empresas para contratar más barato y luego subir la
jornada real, obligando a hacer horas (pagadas o no), lo que ha llevado a una campaña
de la inspección de Trabajo en 2024. Urge aprobar un Plan de choque,
para incentivar que los “mini empleos” no justificados se conviertan en empleos
a tiempo completo. Enrique Ortega
El empleo sigue batiendo récords en España, a pesar de la negativa coyuntura internacional y europea. A finales de marzo había en España 21.765.400 ocupados, según la EPA, algunos menos que a finales de 2024 (21.857.900), por una ligera caída en el primer trimestre. Pero en abril, con el empuje de la Semana Santa, el empleo ha vuelto a aumentar, como lo refleja el récord de afiliados a la Seguridad Social: 21.588.639 cotizantes. Pero estos datos tan positivos esconden un dato preocupante: crecen también los trabajadores con un contrato a tiempo parcial: a finales de marzo eran ya 3.075.900 los ocupados que trabajaban menos horas o días de lo habitual, un 14,13% del total de ocupados (1 de cada 7), según la última EPA. Una cifra que aumenta desde 2007 (2.380.900 ocupados a tiempo parcial, el 11,75% del total) y desde 2019 (2.944.800 ocupados parcialmente, el 14,74%).
España no es de los paises europeos con más ocupados a
tiempo parcial, un tipo de contrato que se usa más en el centro y norte de
Europa. Así, en 2024, la UE-27 tenía una media del 17,8% de contratos a tiempo parcial,
siendo muy superior el porcentaje en Paises Bajos (42,2%), Austria (39,5%),
Alemania (29,8%), Dinamarca o Bélgica (24,1%), paises donde
muchos jóvenes y mayores utilizan este contrato a tiempo parcial para poder estudiar
o hacer otras tareas (son los “mini jobs”). España ocupa
el lugar 13º en este ranking
de Eurostat, con un 13,4% de empleo a tiempo parcial (2024), inferior a Irlanda
(19,6%), Francia o Italia (16,8%) y superior al de Portugal (7,3%), Grecia
(6,3%) y los paises del Este y del Mediterráneo.
El problema de España
es que casi la mitad de este empleo a tiempo parcial es “indeseado”:
los trabajadores españoles trabajan menos horas (o días) no porque quieran,
sino porque no encuentran un trabajo a tiempo completo. La
última estadística de Eurostat es muy contundente: el 46,6% de los
que trabajan a tiempo parcial en España es “porque no han encontrado otro
trabajo” (48,3% de los hombres y 46% de las mujeres), mientras esto
sólo les pasa al 18,2% de los ocupados a tiempo parcial en Europa
(UE-27). Somos el tercer país con más trabajo parcial indeseado (46,6%),
sólo por detrás de Rumanía (el 57%) e Italia(51,3%), muy lejos de lo que sucede
en Alemania (sólo el 5% del trabajo parcial es “indeseado”), Paises Bajos
(2,2%), Francia (22,6%) o Portugal (36,3%).
El 2º
motivo más utilizado para tener un empleo a tiempo parcial es “poder
cuidar niños o adultos con discapacidad”: lo utilizan el 21,4%
de los que trabajan a tiempo parcial en Europa (UE-27) y el 13,9% de los
que tienen este contrato en España (el 4,2% de los hombres y el 17,4% de las
mujeres), subiendo al 32,3% en Paises Bajos, el 25,3% en Francia, el 11,9% en
Italia y el 8,1% en Portugal, según Eurostat. El
tercer motivo para trabajar parcialmente es poder estudiar y formarse:
lo justifican el 14,4% de los trabajadores parciales en Europa (25,4% hombres y
10,7% mujeres), el 29,4% en Paises Bajos y el 13,3% en Alemania, siendo menor
el porcentaje en España (12,7%: 21,9% hombres y 9,4% mujeres), Francia (8,1%) e
Italia (4,2%). El resto
de razones para tener un trabajo a tiempo parcial son la enfermedad o
discapacidad (6,2% en la UE-27 y 2% en España, otras razones familiares
(5% en la UE-27 y 2,2% en España) y otras razones personales (12,1% en
la UE-27 y 4,4% en España).
Las estadísticas europeas consideran “subempleados” a
los que trabajan menos horas de la jornada habitual porque no encuentran un
empleo a tiempo completo. En España, son ese 46,6% de los que trabajan a
tiempo parcial, 1.136.610 trabajadores “subempleados” en 2024, el
5,2% del total de ocupados Y este porcentaje nos coloca, según
Eurostat, como el país con más subempleados de Europa, por
delante de Finlandia y Paises Bajos (5,1% de subempleados en 2024), Irlanda (4,6%),
Dinamarca (4,3%), Francia (4,2%), Suecia (4,1%) y Portugal (2,8%), paises todos
que tienen más “subempleo” que la media europea (2,6% del empleo total) y que
Italia (2,1%), Grecia (2%) y Alemania (1,2% de subempleo).
Centrándonos en España, el subempleo (trabajo
a tiempo parcial no deseado) se concentra mucho más en las mujeres (afecta
al 8,1% de las trabajadoras y al 2,7% de los hombres). Mirando los datos globales,
de todo el empleo a tiempo parcial (3.075.900 ocupados en marzo de 2025,
según
la EPA) revelan que las tres cuartas partes son mujeres
(2.265.200 trabajan a tiempo parcial) y el resto son hombres (810.700), debido
a que las mujeres escogen más estos “mini empleos” para poder cuidar de hijos y
mayores y porque tienen más problemas para encontrar un trabajo a tiempo completo.
Y además, si el empleo parcial ha aumentado en 131.000 ocupados desde 2019, el
empleo parcial de las mujeres ha crecido el doble (+82.300 desde la
pandemia) que el de los hombres (+48.700 ocupados parciales).
La última EPA (marzo 2025) refleja claramente los
motivos por los que 3.075.900 ocupados trabajan a tiempo parcial en
España: 1.418.600 (el 46,11%) porque no han encontrado otro
trabajo a jornada completa (son los “subempleados: 1052.200 mujeres y 366.400
hombres), 403.500 trabajan parcialmente para estudiar o formarse (el 13,11%),
399.700(el 12,99%) para cuidar niños y adultos, 214.000 (6,95%) para atender
otras obligaciones familiares o personales y 64.500 por enfermedad o
incapacidad, siendo sólo 269.100 (8,74%) los que no quieren un trabajo a
jornada completa, alegando el resto “otros motivos” para trabajar parcialmente.
El trabajo parcial se concentra en los
servicios (2.825.000 ocupados (el 91,8% del total de empleos a tiempo
parcial y el 17,01% del empleo total en este sector), sobre todo en
hostelería, turismo, comercio y servicios varios, siendo muy escaso el
trabajo parcial en la construcción (62.100 empleos parciales, el 4,2% del
total), en la industria (137.300, el 4,7% del empleo industrial) y en la
agricultura (51.500 empleos parciales, el 6,75% del empleo total en el campo).
Y por categorías, el trabajo a tiempo parcial se concentra en las “ocupaciones
elementales”, las que exigen menos formación (suponen el 30,09% del
empleo).
Y por
regiones, la mayor tasa de empleo parcial (14,1% de media en
España) se da en el País Vasco (19,2% de todo el empleo, 190.900
ocupados), Comunidad Valenciana (16,4% del empleo, 386.400 ocupados), Castilla
y León (15,2%, 156,900 ocupados), Madrid (14,4% del empleo, 509.900
ocupados parciales) y Extremadura (14,3%, 58.600 ocupados). Y tienen un
porcentaje de trabajo parcial inferior a la media Ceuta (9,6% del
empleo, 2.800 ocupados parciales), Baleares (10,1%, 55.800 ocupados), Canarias
(10,6%, 108.300 ocupados), Melilla (11,7%, 3.400 ocupados), Cataluña (13,2% , 510.100 ocupados), Aragón (13,6%, 84.300 empleos) y Andalucía
(13,8% del empleo, 484.100 ocupados parciales).
Lógicamente, estos empleos a tiempo parcial (3.075.900 en
marzo) tienen sueldos bastante más bajos que los de los
trabajadores a jornada completa. Según la última estadística completa
de salarios del INE, de 2022, el salario bruto medio de los trabajadores a
tiempo parcial era de 12.986,50 euros anuales, el 41,8% del sueldo
de los trabajadores a jornada completa (ganaban 30.998,32 euros brutos
anuales). Y en el caso de las mujeres, también ganan menos las que trabajan a
tiempo parcial que los hombres con jornada recortada: 12.551 euros brutos
anuales frente a 13.956 euros (una “brecha salarial” del -11,2%). Si
tomamos otra estadística más reciente, el Decil de salarios
de la EPA 2023, el salario medio bruto mensual de los que trabajan a
tiempo parcial es de 915,68 euros, un 36,57% inferior al de los trabajadores
a tiempo completo (2.503,81 euros mensuales).
Al final, el problema de estos trabajadores a tiempo parcial
en España es que casi
la mitad no han elegido ese tipo de trabajo, algo que sí sucede en la
mayoría de Europa: trabajan menos horas porque las empresas no los
contratan para trabajar una jornada completa. Y encima, en muchos
casos, se ven obligados a trabajar más horas de las pactadas en el contrato,
prolongando la jornada o haciendo horas extras no reconocidas (muchas no
pagadas y otras pagadas “en negro”, sin
cotizar por ellas). Y este tipo de contratos
a tiempo parcial están creciendo porque, tras la reforma laboral de 2022, muchas
empresas los utilizan para cubrir con contratos parciales empleos que deberían
ser a jornada completa.
Por todo este “fraude”, la inspección de
Trabajo lanzó
en noviembre de 2024 un Plan para detectar el fraude en
la contratación a tiempo parcial, enviando 124.000 cartas a otras
tantas empresas para pedirles
información sobre 240.000 contratos, para que les informaran de las
jornadas reales que hacen estos trabajadores. El problema es que en muchas
empresas (sobre todo pymes) no hay un control eficaz de los horarios, aunque es
obligatorio desde mayo de 2019. Ahora, el proyecto de Ley para recortar el
horario laboral a 37,5 horas, aprobado
por el Gobierno el 6 de mayo, exigirá a las empresas que ese control de
horarios sea digital y accesible a la inspección de trabajo, lo
que debería reducir el fraude.
Esta Ley que pretende recortar la jornada laboral
legal (si el Gobierno logra aprobarla en el Congreso, algo difícil por la
oposición del PP, Vox y Junts) incluye
también otro cambio que afectará a los trabajadores con un
contrato a tiempo parcial: en su Disposición transitoria 2ª señala
que “las personas que trabajan a tiempo parcial tendrán derecho a seguir
realizando el mismo número de horas de trabajo que viniesen efectuando antes de
la entrada en vigor de la normas”. Pero también dice que “tendrán derecho a un
incremento proporcional a su salario a partir de la aplicación de la jornada de
37,5 horas semanales…”
¿Cómo
afectará el recorte de jornada a los trabajos a tiempo parcial? En
principio, estos trabajadores tendrán que decidir si recortan su horario o
lo mantienen, en cuyo caso, la empresa le tendrá que pagar más si se
aprueba la Ley. . Así, si alguien trabajaba 30 horas semanales (el 75% de la
jornada), ahora trabajará 28,12 horas o, si decide mantener su anterior
jornada, la empresa le debe compensar (en este ejemplo, subirle un 6,26%
el sueldo). Por eso, la vicepresidenta Yolanda Díaz ha dicho que el recorte
de jornada “hará que crezcan los salarios de los trabajadores a tiempo
parcial”.
No basta con este “parche” para mejorar la situación de los
que trabajan a tiempo parcial. El problema de fondo es que un 6,5% de los
que trabajan están “subempleados”: son 1.418.600
trabajadores (marzo 2025) que
están mejor que si estuvieran en paro, pero que cobran poco más de un tercio que
el resto de trabajadores y muchos son “pobres”, no pueden cubrir sus
necesidades básicas porque ganan menos de 1.000 euros al mes. Un colectivo del
que apenas se habla, integrado en su mayoría por mujeres y jóvenes,
que sirven para mejorar las cifras de empleo y reducir el paro, pero que son
“subempleados”.
Para atajar este problema, hay dos caminos. Por un
lado, atacar y reducir el fraude de las empresas que los contratan a
tiempo parcial para cubrir un puesto que requeriría jornada completa. Eso pasa
por implantar el control digital de horarios (algo que tardará, hasta que se
aprueba la Ley que recorta la jornada laboral) y por un aumento de las
actuaciones de la inspección de Trabajo (escasa de inspectores y medios). Por
otro lado, el Gobierno debería pactar,
con empresas y sindicatos, un Plan de choque contra el trabajo temporal “indeseado”,
incentivando a las empresas (con cotizaciones y ayudas fiscales) a convertir
contratos parciales en contratos a jornada completa. Porque no deberíamos
consentir que una parte de los que trabajan malvivan por trabajar menos horas
de las que quieren.
El empleo sigue batiendo récords en España, a pesar de la negativa coyuntura internacional y europea. A finales de marzo había en España 21.765.400 ocupados, según la EPA, algunos menos que a finales de 2024 (21.857.900), por una ligera caída en el primer trimestre. Pero en abril, con el empuje de la Semana Santa, el empleo ha vuelto a aumentar, como lo refleja el récord de afiliados a la Seguridad Social: 21.588.639 cotizantes. Pero estos datos tan positivos esconden un dato preocupante: crecen también los trabajadores con un contrato a tiempo parcial: a finales de marzo eran ya 3.075.900 los ocupados que trabajaban menos horas o días de lo habitual, un 14,13% del total de ocupados (1 de cada 7), según la última EPA. Una cifra que aumenta desde 2007 (2.380.900 ocupados a tiempo parcial, el 11,75% del total) y desde 2019 (2.944.800 ocupados parcialmente, el 14,74%).