A la vuelta de vacaciones, el mundo comprueba que la economía internacional ha ralentizado su crecimiento, que la ansiada recuperación no despega. La OCDE, que integra a los 38 paises occidentales más desarrollados, confirmó a finales de agosto que la economía internacional crece al ralentí: sólo un +0,4% en el 2º trimestre de 2023, una décima menos que en el primer trimestre, continuando una senda de crecimiento moderado desde principios de 2022. Estados Unidos crece sólo un +0,6% y Europa está estancada (crece un 0%), con Alemania sin pulso (+0% de crecimiento en el 2º trimestre) e Italia cayendo (-0,4%), el Reino Unido casi estancado (+0,2% creció en el 2º trimestre) y sólo se salvan Francia (+0,5%) y España (+0,4%).
Lo más preocupante para España son los malos datos de la
economía europea, confirmados
recientemente por Eurostat: un nulo crecimiento de la UE-27 en el 2º
trimestre, tras un mínimo aumento del PIB del +0,2% en el primer trimestre y
una caída del -0,1% en el 4º trimestre. A lo claro, que Europa lleva un año ya estancada, sin apenas crecer. Y lo peor es que no tira Alemania, la locomotora europea: no creció nada en el 2º trimestre (+0%), tras una recesión anterior, en el primer trimestre
(-0,1%) y en el 4º trimestre de 2022 (-0,4%), lo que afecta a todos los paises
y también al turismo y la exportación españoles. Italia sigue cayendo (-0,4% en el 2º trimestre, tras crecer un 0,6%
al inicio del año y caer otro -0,1% en el 4º trimestre de 2022), lo mismo que Paises Bajos (-0,3% en el 2º trimestre
y -0,4% en el 1º), Austria (-0,7%), Suecia (-0,8%), Polonia (-2,25), Hungría
(-0,3%), Chipre (-0.4%), Letonia (-0,3%) y Estonia (-0,2%).
Junto a la debilidad de la OCDE y el estancamiento de
Europa, preocupa
el
“pinchazo” de China: su economía creció un +0,8% en el 2º trimestre de 2023,
frente al 2,2% del primer trimestre y el 5% que esperaba crecer este año, ya
muy por debajo de los crecimientos superiores al +10% que ha tenido en los
últimos 30 años. Sus exportaciones caen (-14,5%) y también sus importaciones (-12,4%),
por una caída del consumo interno, un alto endeudamiento y el pinchazo de su
burbuja inmobiliaria, factores que están frenando el comercio mundial y que preocupa
contagien a Occidente, agravando más su estancamiento.
Y mientras, la
inflación mundial sigue elevada y también en Europa (6,1% en julio), lo que rebaja el consumo
y el crecimiento, forzando a subidas de
los tipos de interés, que pueden debilitar aún más el crecimiento y abocar
a Europa (e incluso a EEUU) a una recesión a finales de este año 2023, como ya
sucedió con anteriores subidas de tipos. En definitiva, un panorama económico internacional preocupante,
que se nubla más con el enquistamiento de la guerra en Ucrania (que ha cumplido año y medio sin vislumbrarse una
salida) y el temor a un repunte de la
inflación este invierno, por el
repunte de los precios de la energía (el petróleo y
el gas ya están subiendo) y los alimentos, por el calor y la sequía.
En España, este
otoño vamos a notar el final del tirón turístico, que ha empujado el consumo y el
empleo, augurándose una caída del consumo de los hogares a
partir de septiembre, cuando haya que afrontar el pago de los colegios y
las tarjetas por el gasto de este verano. Hasta ahora, las
familias han tirado del ahorro y de los créditos para viajar e irse de
vacaciones, pero este “colchón” se está agotando y en los próximos meses se
espera una caída del consumo de los hogares, que repercutirá negativamente en
la actividad y el empleo.
Además, preocupa
el cambio en el gasto de los
españoles: cada vez más, el consumo se dirige al gasto en servicios (viajes, hoteles y restaurantes) y en alimentación, no a la compra de
bienes (desde electrodomésticos a coches o ropa). Y eso se traduce en una
caída de la demanda de la industria, que lleva meses sin dar salida a sus stocks y preocupada por el
estancamiento de ventas (que llevó a perder empleo en la industria en el 2º
trimestre: -64.500 empleos, cuando en el conjunto de la economía se crearon +603.900,
por los servicios). Y también se teme por la
construcción, ahora que los tipos altos están frenando la demanda de hipotecas y la compra de viviendas.
Otro punto negro en nuestra economía es el pinchazo de las
exportaciones, que llevan años
ayudando a mantener el crecimiento y el empleo. El estancamiento en Europa
(sobre todo en Alemania) y la crisis del comercio mundial (agravada por la
guerra comercial entre EEUU y China) han provocado ya una caída de las exportaciones españolas en el 2º trimestre: -4% sobre
el mismo periodo del año anterior (frente al +14,6% que crecieron en el primer trimestre de 2023), según
Comercio. Y todo apunta a que las exportaciones españolas seguirán “flojas”
el resto del año, por el estancamiento en Europa y la revalorización
del euro (+7,25% en lo que va de año, con lo que los productos europeos
son un 7,25% más caros para los que no pagan en euros), frenando más el débil
crecimiento.
Y en medio de este panorama, no ayudan los altos tipos de
interés y la posible nueva subida de
tipos que podría
hacer el BCE este jueves, 14 de septiembre (la 10ª en 14 meses), hasta el
4,50%, el tipo más alto desde 2008. Una subida que sería “la puntilla” para una
Europa estancada y frenaría aún más el consumo y la inversión, acercándonos a la recesión. Y lo más
preocupante: se frenará la creación de empleo, el principal motor del
crecimiento y el consumo. Ya el año pasado, en el tercer trimestre se creó
mucho menos empleo (77.000 frente a
383.300 en el 2º trimestre) y ahora puede pasar lo mismo, mientras en el 4º
trimestre de 2022 se perdió empleo (-81.900), algo que podría repetirse este
año. Ya en agosto, con el final de las vacaciones, se perdieron -185.385 empleos, según los últimos datos de afiliación de la Seguridad Social.
Junto a este preocupante panorama económico cara
al otoño, España tiene un problema adicional: la incertidumbre política, tras unas elecciones el 23.J que han
frenado un gobierno del PP y Vox pero que nos han abocado a un parón político. De momento, la
obstinación de Núñez Feijóo a presentarse a una investidura imposible a
finales de agosto nos hace perder un mes
largo más sin Gobierno. Y no habrá un segundo intento hasta finales de
noviembre, cuando lo intente Sánchez,
que lo tiene muy difícil. Si lo consigue, no tendremos Gobierno hasta
diciembre. Y si no, habrá elecciones el 14 de enero y veríamos si podría
conseguirse un Gobierno en febrero. En resumen, entre 5 y 7 meses sin Gobierno, una incertidumbre política que
agrava la incertidumbre económica. Y con un cierto “parón político” en Europa,
dado que en junio de 2024 habrá elecciones europeas.
La principal consecuencia de estar sin Gobierno es que
se
frenan muchas decisiones de inversión y de empleo, así como nuevos proyectos ligados a los Fondos europeos y que
ahora no puede aprobar un Gobierno en funciones, que tampoco va a aprovechar
las ventajas (políticas, pero también económicas) de la presidencia de turno de la Unión Europea. Pero la principal
consecuencia de no tener Gobierno es que no se podrán aprobar los Presupuestos para 2024 y habrá que prorrogar los de 2023. La
ausencia de nuevos Presupuestos frenará muchos proyectos, aunque estén asegurados
las subidas de las pensiones, los sueldos de los funcionarios y las partidas
para sanidad, educación y gasto social. Pero no posibles mejoras sociales y de impulso económico, como la
subida del salario mínimo o nuevas ayudas e inversiones.
Por todo ello, necesitamos
tener un Gobierno cuanto antes, que afronte el debilitamiento de la
economía este otoño, como ha hecho el Gobierno alemán: han
aprobado un Plan de ayudas de 32.000 millones para impulsar su débil
economía. Aquí, en España, haría falta también reanimar la economía,
acelerando al máximo las inversiones de los Fondos europeos y aprobado medidas
para apoyar a la industria y la construcción de viviendas, que pueden ayudar si
el consumo de las familias cae. Además, urge un
Plan de empleo, para que haya más trabajo para los jóvenes, las mujeres
y los mayores de 45 años. Y todo ello, con un nuevo Presupuesto para 2024, que asegure un mayor crecimiento y
permita reducir el déficit al 3% del PIB (como exige la Comisión Europea y ha
prometido el gobierno Sánchez), con mayor recaudación y sin recortar gastos
sociales. Todo ello, sin olvidar avanzar en las reformas de fondo, sobre todo para afrontar problemas como el cambio climático, la sequía y el reparto del
agua, la digitalización de la economía, la reindustrialización y la tecnología,
la mayor internacionalización de las empresas y la mejora de nuestra competitividad.
Muchas tareas
pendientes como para perder el tiempo en “teatrillos” políticos que no aportan nada a los españoles y dilatan las soluciones a nuestros problemas
más urgentes, agravados por una coyuntura internacional y europea
preocupante. No pierdan más tiempo, por favor.
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