La salud mental es un problema que preocupa en todo el mundo, al haberse deteriorado con las últimas crisis, desde la crisis financiera de 2008 a la pandemia y la crisis actual por la inflación y la guerra en Ucrania. Aproximadamente, 1 de cada 8 personas en el mundo (más de 1.000 millones) sufren algún trastorno mental, según el informe 2022 de la OMS, lo que provoca graves problemas psicológicos y económicos, en medio de una desatención sociosanitaria general. En Europa, 1 de cada 6 personas (84 millones de europeos) tienen cada año un problema de salud mental, ya sea ansiedad, depresión o trastornos por el uso del alcohol y drogas, afectando más a las clases sociales más desfavorecidas. Y en España, los datos oficiales indican que los problemas mentales tienen una elevada prevalencia entre los mayores de 15 años: afectan a 4,5 millones de españoles, el 11,1% de la población adulta.
Estos datos revelan que un 5,8% de españoles adultos (2.372.859 personas) tienen “ansiedad crónica”: son 1 de cada 12 mujeres, 1 de cada 28 hombres, 1 de cada 12 desempleados, 1 de cada 23 personas que trabajan y 1 de cada 4 personas incapacitadas para trabajar. Y otro 5,3% de españoles adultos (2.1608.302 personas) sufren “depresión”: son 1 de cada 4 mujeres, 1 de cada 31 hombres, 1 de cada 13 desempleados, 1 de cada 40 que trabajan y 1 de cada 4 personas incapacitadas para trabajar. La mayoría de estos trastornos mentales son derivados a los Centros de salud, que no cuentan con personal especializado, lo que se traduce en que híper recetan fármacos al paciente: España es el país del mundo que consume más ansiolíticos e hipnóticos por habitante, según las estadísticas internacionales. De hecho, casi el 11% de los adultos han consumido tranquilizantes, relajantes o partillas para dormir en las últimas semanas (1 de cada 7 mujeres). Y los enfermos aguantan así, “dopados”, hasta que su situación se agrava y acaban en las urgencias de un hospital o en una de las escasas unidades de atención psicológica de los hospitales, repletas y con listas de espera.Y al final, muchos de estos pacientes con problemas mentales acaban suicidándose, la brutal constatación de que la atención mental falla. El 2021 se produjeron en España 4.003 suicidios (11 diarios) y todo apunta a que en 2022 se habrá alcanzado otro récord, dado el salto de suicidios en el primer semestre (2.015 suicidios). Cada año se suicidan en el mundo 700.000 personas, muchas con trastornos mentales. Y el suicidio es la 4ª causa de muerte prematura entre los jóvenes de 15 a 29 años, según la OMS, quien reitera que en los paises desarrollados se dan más los suicidios en personas con problemas económicos, rupturas sentimentales o problemas de salud.
Este preocupante panorama de la salud mental se ha agravado con la pandemia y la actual crisis derivada de la inflación y la guerra en Ucrania, según la última Encuesta de la Confederación de Salud Mental de España, publicada en marzo de 2023: 4 de cada 10 encuestados valoran negativamente su salud mental y el 75% creen que la salud mental española se ha deteriorado tras la pandemia. Al preguntarles por las causas de este deterioro de su salud mental, los encuestados señalan tres factores: no poder pagar el alquiler o la hipoteca, miedo a perder el trabajo o temor a no poder pagar las facturas. En general, todos destacan que la 1ª causa de su angustia o depresión son sus condiciones de vida y de trabajo, sus dificultades económicas para llegar a fin de mes. Y en especial, la precariedad del trabajo, sobre todo de mujeres, jóvenes, inmigrantes y mayores de 45 años.
Para analizar el efecto de la precariedad laboral en los trastornos mentales, el Ministerio de Trabajo encargó, en abril de 2022, un Informe sobre precariedad laboral y salud mental (pionero en el mundo) a un equipo multidisciplinar de 11 expertos y 34 colaboradores externos a la Administración. El Informe se presentó el 17 de marzo y ofrece una conclusión apabullante: un tercio de los casos de depresión que se dan en España (170.000 de los 511.000 casos totales) se deben a la precariedad laboral. Y en consecuencia, podrían ser evitados (los casos, su atención sanitaria, sus costes y pérdidas económicas y los suicidios que provocan) si los españoles tuvieran trabajos más decentes y menos precarios.
¿Cuál es la relación entre precariedad y trastorno mental? Así lo explica Joan Benach, doctor en Salud Pública y coordinador del Informe: “El conocimiento científico muestra con claridad cómo la precariedad laboral es un determinante social tóxico de la salud. El mal empleo penetra en los cuerpos y en las mentes de las personas precarizadas y genera ansiedad, depresión, abuso de drogas y alcohol, y un mayor riesgo de suicidio”. Por eso, propone actuar en dos frentes: reducir la precariedad laboral y a la vez atender a los que sufren trastornos de salud mental por su situación laboral y socioeconómica.
El estudio tiene una primera parte que analiza el alcance de la precariedad laboral en España, con los datos más recientes. Y su conclusión es impresionante: a finales de 2022, 11,9 millones de españoles adultos (15 años y más), el 50,8% del mercado laboral, estaban en una situación de precariedad laboral: son trabajadores con contratos temporales, trabajadores con contrato a tiempo parcial involuntario (trabajan por días o por horas porque no encuentran trabajo a jornada completa), subocupados (apenas trabajan), autónomos precarios (o por trabajo o por ingresos irregulares) y parados sin empleo que habían trabajado antes. En total, se suman 8.1 millones de asalariados. 1,2 millones de autónomos y 2,6 millones de parados, todos “precarios”. Un 50,8% del total del mercado laboral están “precarizados”, porcentaje que ha bajado algo desde 2019 (52%) pero que queda muy lejos de 2007 (48,4% precarios).
Esa es la precariedad laboral global, pero tienen más precariedad las mujeres (53,3% precarias), los mayores de 40 años (57,3%) y los jóvenes, sobre todo los que tienen estudios medios y superiores. Además de su precariedad laboral, el impacto en la salud mental es mayor en las mujeres, según este Informe, porque han de atender a su trabaja, su casa, sus hijos y hasta a sus padres dependientes. También se agrava la salud mental entre los precarios inmigrantes (el riesgo de problemas mentales se triplica al perder su trabajo), los autónomos y los trabajadores jóvenes empleados en plataformas digitales y Call centers. Y en todos los casos, tiene mucho que ver el nivel de renta, los ingresos de las personas precarias: el impacto negativo sobre su salud mental es 2,5 veces mayor entre los que tienen menos renta.
Además de la precariedad laboral, los problemas mentales se agravan por una deficiente atención sanitaria a estos enfermos, según revela el Informe de los expertos. Los médicos de familia poco pueden hacer, en consultas saturadas, más que recetarles psicofármacos para salir del paso. Y en los casos más graves, derivarlos hacia médicos especialistas o a Centros de Salud Mental, escasos y saturados. Hoy día, la demora para la primera visita psiquiátrica son 12 meses y con otro problema adicional: las visitas sucesivas de demoran demasiado (de 3 a 5 meses), lo que dificulta el seguimiento, junto a la enorme rotación de profesionales (que exige al paciente “empezar de nuevo con cada médico”). En el caso de los hospitales, hay pocas unidades y plantas de Psiquiatría, muy agobiantes para pacientes y familias. Y los Centros de Día y Rehabilitación, una buena solución, son aún más escasos. Resultado: el que quiere una buena atención mental, ha de pagarse un especialista privado.
Y en paralelo, las personas con problemas de ansiedad o depresión tienen otros problemas, desde el trabajo a la estigmatización social. Las empresas no facilitan las bajas por depresión (un 15% de las bajas totales) y estigmatizan a los que las piden, no ayudando al trabajador con cambios laborales. Y en muchos casos, estar de baja por depresión o tener problemas mentales aísla más a estos enfermos de la sociedad, dificultando su recuperación y agravando su situación. Falta una política integral para mejorar la salud mental, desde las empresas (Planes de detección de riesgos) a los Centros de Salud, los especialistas y los hospitales, mejorando los medios y el personal de atención sanitaria especializada, hoy claramente insuficiente: en España hay 9,6 psiquiatras por cada 1000 habitantes, menos de la mitad que la media europea, y 6 psicólogos clínicos para cada 100.000 habitantes, la tercera parte que en Europa.
Los españoles, sobre todo los más jóvenes, ven cada vez más claro los daños mentales que les están creando algunos trabajos con condiciones laborales muy precarias (contratos temporales, por días y horas, horarios sin límite como en algunas consultoras, actividades muy rutinarias, falta de integración y participación en la organización, escasas perspectivas de mejora y carrera laboral, bajos salarios…). Y así pasa que el 27% de los trabajadores están dispuestos a abandonar su trabajo, según un reciente estudio de InfoJobs y Esade, que refleja que los descontentos han aumentado un 4% (eran el 23% en 2021). Y curiosamente, un tercio de los que buscan irse del trabajo (el 32%) lo hacen “para proteger su salud mental”, por delante de los que buscan mejores condiciones económicas (27%) o los que buscan mayores posibilidades de conciliación laboral (24%). Así que la clave para cambiar de trabajo es “cuidar la salud mental”, el bienestar emocional más que el salario.
El informe sobre precariedad y salud laboral encargado por Trabajo propone un abanico de medidas para mejorar la salud laboral. La primera y previa al resto es contar con indicadores de precariedad laboral y su impacto sobre la salud mental de los trabajadores, para no actuar a ciegas y poder vigilar la evolución de los trastornos mentales. La segunda, Impulsar y aprobar un Código de Trabajo, para avanzar hacia un empleo digno y sostenible, reduciendo la precariedad (como ha hecho la última reforma laboral). Además, proponen reforzar la salud mental en las empresas, dentro de las políticas de prevención de riesgos laborales y en la negociación de los convenios colectivos. El informe propone también avanzar hacia la jornada laboral de 32 a 35 horas, reducir el trabajo parcial no deseado y seguir mejorando el salario mínimo, además de facilitar la conciliación laboral y fomentar la economía de los cuidados (para reducir el estrés de las mujeres). Y en paralelo, reforzar el sistema sanitario, desde los Centros de Salud a los especialistas y Unidades psiquiátricas en los hospitales, mejorando la prevención y el sistema de salud mental comunitario.
Este Informe y las recomendaciones que incluye deberían llevar a nuevas medidas legales para reducir la precariedad laboral (un nuevo Estatuto de los Trabajadores para el siglo XXI), aprobando el nuevo Estatuto del Becario, la regulación específica de las plataformas digitales, el refuerzo de derechos en los sectores más precarizados y la incorporación de algunos trastornos mentales al Catálogo de enfermedades profesionales. Y resulta clave centrar parte de la inspección de trabajo (aunque tiene pocos medios) en vigilar las condiciones de trabajo (horarios, turnos) que más están provocando problemas mentales. Además, el Informe abre otro debate que algún día debería lanzarse en España: la necesidad de avanzar en la “democratización del trabajo”, para conseguir que los trabajadores participen más en la organización de sus tareas”, porque la cultura empresarial del “ordeno y mando” y la generalización de “jefes tóxicos” está detrás del aumento del estrés laboral. Y por supuesto, el Informe de los expertos propone reforzar el sistema público de salud en la atención mental, con mayor coordinación y medios entre la atención primaria y la especializada y en colaboración con las empresas y sus políticas de salud laboral.
En definitiva, el deterioro de la salud mental en los últimos años es un fiel reflejo de la precarización de la economía y los retrocesos en las relaciones laborales tras varias crisis. Como dicen los autores del Informe, “necesitamos un modelo laboral saludable, sostenible y democrático”. Que ir a trabajar no sea un suplicio y una fuente de estrés y de problemas mentales para muchos trabajadores. Para conseguirlo, no basta con que el Gobierno apruebe reformas para reducir la precariedad y dignificar salarios y empleos. Hace falta un cambio de mentalidad en los empresarios, que deben organizar sus negocios para que sean rentables pero no a costa de explotar y deprimir a sus trabajadores. “Una economía que necesita personas precarias, dopadas con cafeína, ansiolíticos y antidepresivos para poder trabajar, no es una sociedad sana”, señala el doctor Joan Benach, coordinador de este Informe sobre precariedad y salud mental. Tomen nota.
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