En España trabajan ahora casi tantas personas como en 2007 (20,5 millones). Pero hay una importante diferencia: dos de cada tres trabajadores (64,18%) tienen más de 40 años, mientras en 2007, la mayoría de los que trabajaban tenían menos de 40 años (54,23%) y los mayores de 40 años eran minoría (45,77%). Así que en estos últimos 15 años, las plantillas se han envejecido, básicamente porque los más jóvenes (menores de 30 años) consiguen menos empleos: de ser 1 de cada 4 ocupados en 2007 han pasado a ser ahora 1 de cada 7 ocupados. Y son los que más han perdido empleo con la crisis financiera, la pandemia y la inflación. Además, los más jóvenes tienen contratos más precarios y ganan menos: 1.123.000 trabajadores jóvenes (menos de 35 años) ganan el salario mínimo. Para mejorar la productividad de la economía y aumentar el empleo total (menor al de Europa), las empresas deben contratar a más jóvenes y rejuvenecer plantillas, con ayudas públicas. Abran paso a los jóvenes.
Enrique Ortega |
En los últimos 15 años, España ha casi recuperado el empleo que tenía antes de la crisis financiera: del récord de 20.510.600 ocupados alcanzado en 2007 (septiembre) se cayó al mínimo de 16.634.700 ocupados en 2013 (marzo), para recuperar una gran parte en 2019 (19.966.900 ocupados en diciembre), perder una parte con la COVID (19.344.300 ocupados a finales de 20020) y ganar empleo en 2021 y 2022, cerrando el año pasado con 20.463.900 ocupados, casi los mismos empleos de 2007, según la EPA. Hemos vuelto a la ocupación histórica de antes de la crisis financiera, pero con un cambio muy importante: hoy, la mayoría de los que trabajan tienen más de 40 años (el 64,18%), cuando hace 15 años no llegaban a la mitad de los trabajadores (45,77%). Y han perdido peso los trabajadores menores de 40 años: eran mayoría en 2007 (54,23%) y ahora son la tercera parte (35,82%).
El cambio en la edad
de los que trabajan lo resume muy bien este dato, en 2007, había 11,12
millones de trabajadores menores de
40 años y hoy son sólo 7,33 millones (-34%). Y los mayores de 40
años, que eran 9,3 millones de trabajadores
en 2007, han subido hoy a 13,13 millones (+40%),
según la EPA
(INE). Un cambio silencioso en la estructura por edades del empleo, causado
por el
envejecimiento de la población y por el menor peso del empleo joven,
por la pérdida de ocupación de los
jóvenes en las últimas crisis y sus menores
posibilidades para conseguir los nuevos empleos creados.
Otra vez más, los datos de la EPA son muy explícitos sobre la caída del empleo de los más jóvenes. Si en 2007, casi 1 de cada 4 trabajadores tenía menos de 30 años (eran 4.952.700 ocupados, el 24,14% del total), a finales de 2022, los trabajadores jóvenes sólo suponían 1 de cada 7 trabajadores (2.875.100, el 14,03% del total). Y así, ahora trabajan 2 millones menos de jóvenes que en 2007 (-41,94%). Por el otro lado, los mayores de 45 años han pasado de ser un tercio de los trabajadores en 2007 (6.621.100 ocupados, el 32,27% del total) a ser ahora casi la mitad (10.145.700 trabajadores, el 49,55% del total). Y así, ahora trabajan 3.524.600 mayores de 45 años más (+53,23%) que en 2007. Y eso se traduce en un envejecimiento generalizado de las plantillas: si la edad media de los que trabajaban en 2007 eran 39,7 años, ahora roza los 45 años.
¿Qué ha pasado? Además del hecho evidente de que los jóvenes de 2007 tienen hoy 15 años más, el problema es que los más jóvenes han perdido mucho empleo con las tres crisis que hemos sufrido y además, no han conseguido la mayoría de los nuevos empleos creados en estos años, que han ido sobre todo a los mayores de 45 años. Veámoslo crisis a crisis.
En la crisis financiera de 2008-2013, España perdió 3.875.900 empleos. Dos tercios de estos empleos suprimidos los perdieron los más jóvenes: -2.663.300 empleos perdieron los trabajadores que tenían entre 16 y 29 años, según la EPA, una caída de su empleo del -53,7%, que fue mayor entre los más jóvenes (-85,3% del empleo perdieron los que tenían entre 16 y 19 años y -60,42% los que tenían entre 20 y 24 años). Los trabajadores con edades medias (entre 30 y 44 años) perdieron -1.345.800 empleos (-15,06%, una caída un tercio menor a la de los más jóvenes). Y los mayores de 45 años acabaron ganando empleo a pesar de la dura crisis: a principios de 2013 ya trabajaban +133.800 mayores que en 2007, perdiendo sólo algo de empleo (-3,5%) los de 45 a 49 años.
En el siguiente ciclo, la recuperación económica de 2013 a 2019, España ganó 3.332.200 empleos, el 86% de los perdidos con la crisis
financiera. Pero otra vez, los más jóvenes salieron peor parados:
las personas de 16 a 29 años recuperaron
482.800 empleos, sólo el 18,12% de los perdidos antes. Los trabajadores de
edad “mediana” (30-44 años) ganaron 308.000 empleos, el 22,8% de los perdidos.
Y el tercer bloque, los mayores de 45
años, volvió a salir ganando: aumentan
2.541.400 empleos. Y como
también habían ganado empleo durante la crisis (+133.800), resulta que, a
finales de 2019, hay 2,67 millones de
trabajadores mayores de 45 años ocupados que en 2007 (aumentan su empleo un +40%).
Seguimos. En 2020 estalla la 2ª crisis, por el COVID 19, y España pierde -622.600 empleos en 2020 (-3,11%). Pero otra vez, el balance es muy desigual por edades. Los más jóvenes (16 a 29 años) son porcentualmente los que más empleos pierden: -288.800 empleos, el -10,4% del empleo que tenían a finales de 2019. Los trabajadores de edad “mediana” (30-44 años) perdieron -465.600 empleos, un -5,89% de los que tenían en 2019. Y de nuevo, los mayores de 45 años ganaron empleo en vez de perderlo (salvo los de 50 a 54 años): +131.800, un +1,4% del empleo que tenían antes de la pandemia, según la EPA.
Y vayamos al cuarto ciclo, la crisis de la inflación y la guerra de Ucrania, que se superó con la recuperación del empleo en 2021 y 2022, año que España cerró con 497.000 empleos más que antes de la pandemia (en 2019), rozando los 20,5 millones de empleos de 2007. Esta vez, los más jóvenes (16 a 29 años) tuvieron que esperar a 2022 para recuperar el empleo de 2019 (porque en 2021 seguían con menos). Y ganaron +102.900 empleos sobre 2019 (+3,71%). Una novedad es que los trabajadores de edad media (30-44 años) no han conseguido todavía recuperar el empleo de 2019: pierden aún -355.300 empleos (-4.49%). Y los que vuelven a ganar empleo son los mayores de 45 años: a finales de 2022 trabajaban +849.400 mayores más que antes de la pandemia (+9,13%, el triple de aumento que los más jóvenes). Así que llevan 15 años ganando empleo, pase lo que pase, y por eso ahora los mayores de 45 años suponen dos tercios de los trabajadores.
Al final, la reflexión es que los jóvenes son los primeros que pierden empleo con las crisis y los que tienen más difícil recuperarlo y ganar empleos nuevos. Por eso, además, la tasa de paro de los más jóvenes (29,6% entre 19 y 25 años) duplica con creces la tasa de paro española (13,1% en diciembre). Y somos el país europeo con más paro juvenil, duplicando la media europea (15% de paro juvenil en la UE-27) y multiplicando por 6 la tasa de paro juvenil de Alemania (5,8% en diciembre de 2022), según Eurostat.
No es sólo que los jóvenes en España tengan el doble de paro que en el resto de Europa sino que además tienen una menor tasa de empleo, trabajan porcentualmente menos jóvenes aquí: sólo están ocupados el 36,2% de los jóvenes de 15 a 29 años, frente al 47,4% que trabajan en la UE-27 y el 68,1% de los jóvenes en Alemania, según Eurostat. O sea que si España consiguiera que los jóvenes trabajaran como en el resto de Europa, habría 703.500 jóvenes (15 a 29 años) más trabajando. Y si la ocupación fuera como en Alemania, deberían trabajar aquí 2 millones más de jóvenes que los que trabajan (son 2.875.100).
Además de trabajar menos los jóvenes (menos que hace 15 años y menos que en Europa), sufren también otro problema: tienen peores contratos. Por un lado, son líderes en contratos temporales: a finales de 2022, había 1.049.900 jóvenes (16-29 años) con contrato temporal, el 36,5% de los que tenían trabajo asalariado, cuando en el conjunto de España, los contratos temporales los tenían solo el 17,92% de los asalariados. Y eso que la reforma laboral ha conseguido aumentar los contratos fijos de los jóvenes, 359.700 más que hace un año (en 2021, el 51,55% de sus contratos eran temporales). Y además, hay 756.000 jóvenes (16 a 29 años) con contrato a tiempo parcial, por días o por horas: lo tienen 1 de cada 4 jóvenes ocupados (el 26,4%), sobre todo mujeres jóvenes (un tercio con contrato a tiempo parcial), cuando en el conjunto de empleados sólo lo tienen el 13,6% de los ocupados.
En definitiva, los más jóvenes tienen más contratos precarios y por eso tienen sueldos más bajos que el resto de trabajadores. Eso se debe a que tienen más proporción de contratos temporales (cobran un 70% del sueldo que tienen los contratos fijos, según el INE) y de contratos a tiempo parcial (que cobran el 36% de un contrato a jornada completa). Además, la mayoría de los más jóvenes que trabajan tienen poca antigüedad en su empleo, que es un componente clave de los salarios: los que llevan menos de 1 año trabajando ganan el 57% del sueldo de los que llevan 10 años o más, según el INE.
El resultado es que los salarios de los jóvenes son mucho más bajos que los del resto de trabajadores, según la estadística del INE (2021): el sueldo medio de los que trabajan con 16 a 24 años es de 1.234,9 euros brutos, 1.037 euros netos al mes, 393 euros menos (-27,5%) que el salario mediano de todos los trabajadores. Y dos tercios de los asalariados menores de 25 años ganaban un salario neto inferior a 1.147 euros netos mensuales. Eso se traduce en que 1 de cada 3 jóvenes menores de 24 años cobran el salario mínimo. Y también 1 de cada 5 trabajadores de 25 a 34 años. En total, 1,35 millones de trabajadores jóvenes (menores de 35 años) cobran el salario mínimo, que ha subido a 1.080 euros en 14 pagas.
Con este bajísimo nivel de ingresos y un tercio de contratos precarios, resulta casi imposible que los jóvenes se emancipen, aunque tengan trabajo (menos aún los 486.000 menores de 25 años que están en paro). De hecho, sólo el 15,9% de los jóvenes españoles (de 16 a 34 años) están emancipados, viven fuera de la casa de sus padres, la mitad que en Europa (donde la tasa de emancipación alcanza el 32,1%). Y eso, porque además de tener menos empleo y peores sueldos, chocan con el problema de los altos precios de los alquileres y la dificultad para conseguir y pagar una hipoteca, lo que retrasa el formar una familia y ser padres, agravando así la baja natalidad en España.
Este evidente envejecimiento de las plantillas en España, del que no se habla tiene unas consecuencias muy negativas sobre la economía y la protección social: tener menos porcentaje de jóvenes trabajando hace más difícil la necesaria transición tecnológica y agrava un problema estructural de Espala, la baja productividad. Además, si España tuviera la tasa de empleo juvenil de otros paises, contaría con más trabajadores para cotizar y pagar impuestos, lo que despejaría el futuro de las pensiones y del Estado del Bienestar.
¿Qué se puede hacer? A corto plazo, incentivar la contratación de jóvenes en las empresas, bonificando sus contratos. El 10 de enero, el Consejo de Ministros aprobó un Decreto-Ley para destinar 1.821 millones a bonificar la contratación de colectivos con problemas: discapacitados, mujeres, mayores de 45 años y jóvenes. La idea es concentrar las ayudas y dirigirlas a crear empleos fijos. En el caso de los jóvenes, la medida estrella es bonificar con 275 euros al mes (durante 3 años) la contratación de jóvenes de menos de 30 años con baja cualificación. Además, se bonifica también (con 366 euros al mes) la contratación de jóvenes desempleados para sustituciones por embarazo, lactancia o cuidados. Y se bonifica la cotización de los nuevos contratos de formación en alternancia para la Formación Profesional (compatibilizan trabajo y formación en las empresas). Y se bonifican también los contratos formativos y de relevo (un joven por un mayor) que se hagan indefinidos, así como los contratos de investigadores. El problema es que estas ayudas no entrarán en vigor hasta el 1 de septiembre…
A medio y largo plazo, hacen falta otras medidas. Primero en el campo de la formación y la educación, porque España tiene demasiados jóvenes poco formados (por la lacra del abandono escolar, que afecta al 13,3% de los jóvenes de 18 a 24 años): un 27,7% de los jóvenes (25 a 34 años) tienen la ESO o menos, frente al 11,8% de media en Europa y el 14,2% en Occidente, según la OCDE. Eso obliga a reformar la educación, desde la escuela a la Universidad, promoviendo más la Formación Profesional (sólo un 12% de los jóvenes españoles están matriculados en FP, frente al 25% en la UE-27 y el 40% en Alemania) y reformando las enseñanzas universitarias, para que se adapten mejor al mercado de trabajo. Porque igual que tenemos más jóvenes en paro, también tenemos más licenciados en paro y un alto porcentaje de universitarios en trabajos básicos: un 34,5% de los universitarios realizan trabajos para los que están “sobrecualificados”, frente a un 21% en la UE-27.
Y además de facilitar su contratación y mejorar su formación, España necesita más jóvenes, fomentar la natalidad, para aumentar el número de empleados, cotizantes y contribuyentes. Porque cada año nacen menos niños (337.380 en 2021 frente a 397.632 en 2000) y hay menos jóvenes que se incorporan al mercado de trabajo: si en 1.995 entraron 750.000 jóvenes mayores de 16 años, en 2005 entraban sólo 450.000 y ahora rondan los 200.000. Así, ya tenemos un problema de falta de mano de obra (que cubren los inmigrantes), pero se agravará para 2050, con la baja natalidad y el menor empleo por la tecnología. Así que urge aumentar la natalidad y los jóvenes en edad de trabajar, con ayudas a las familias, a la vivienda y a la conciliación laboral de las mujeres, que ayudarían a rejuvenecer plantillas.
Al final, la reflexión es que España crea empleo pero se reparte mal, beneficiando más a los que tienen más edad, que están “taponando” su relevo con jóvenes, a los que se destina ahora para cubrir vacantes y empleos de temporada, desde las rebajas a la Navidad o el verano. No se fomenta ni la formación adecuada ni el empleo de los jóvenes y acabamos contando con una “generación perdida”, desmotivada, que ha sufrido muy negativamente las últimas tres crisis. Hay que abrir paso a los jóvenes.
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